Fresa y Chocolate

“¿Tú piensas que yo me voy porque yo quiero?
¿No te das cuenta que no tengo otra cosa que hacer?”

Son los años 90, y Cuba atraviesa por una de las peores crisis de su historia:
La caída del paradigma soviético del marxismo-leninismo, influyó notablemente en las esferas económica, social, e ideológica del país.
Los cambios producidos en el mapa político del mundo, permitieron que afloraran, ya de forma más abierta y acelerada, un sinnúmero de malestares en la vida cotidiana del cubano, como consecuencias de diversos errores cometidos por interpretaciones del proyecto de La Revolución Cubana, emprendido en 1959.
Lejos de cumplirse “el sueño del igualitarismo y del surgimiento del nuevo hombre cubano”, las diferencias sociales se hicieron más agudas, y empezaron a salir a la luz pública, críticas y demandas de sectores vulnerados por la aplicación de una política totalitarista.
En nombre de un ideal de justicia, lo único que se obtuvo, ha sido un aplastamiento de la individualidad, y la segregación de minorías representantes de la diversidad.
Uno de los grupos sociales que más sufrieron la aplicación de dicha política, fue el de los homosexuales, quienes fueron blancos de cruzadas depuradoras en nombre de “La Revolución”, y de una correcta formación de los jóvenes comunistas.
La higiene sexual, fue una de las preocupaciones originales de la reestructuración postrevolucionaria de la sociedad cubana, más específicamente, la prostitución, como una señal de la explotación capitalista; la homosexualidad, como una señal de decadencia burguesa, y un estándar inadecuado de la vida de la familia, como una señal de un compromiso enajenado con la reproducción apropiada del “nuevo cubano”
La especificidad de la represión de los homosexuales en Cuba, especialmente a partir de mediados de los 60, radica en la asimilación del homosexual, a un contrarrevolucionario, y a un traidor a la patria, un “gusano”, según la terminología consagrada.
En El Primer Congreso de Educación y Cultura, en 1971; la homosexualidad es presentada como una “patología social” a la que hay que combatir a toda costa.
Se trata de destrozar a los individuos, en nombre de La Revolución.
Al respecto, el autor Jon Hillson, cita al líder de La Revolución Cubana, Fidel Castro, cuando dice:
“Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta, que nos permita considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero comunista.
Una desviación de esa naturaleza, choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista”
Un caso llamativo, es el de Reynaldo Arenas, autor del libro “Antes Que Anochezca”, en el que mezcla la fantasía y la memoria, para recrear su vida antes de que El SIDA termine con ella.
Podría decirse que, los que se enfrentan al régimen, tienen 2 caminos:
La cárcel, o el exilio.
Y es que durante muchos años en Cuba, la homosexualidad fue considerada una desviación, por tanto, desde la mentalidad dirigente de entonces, era necesario evitar su influencia en los jóvenes, y eliminar su propagación.
Pero ya en la década del 90, comenzaron a aparecer espacios de crítica y denuncia, bastante atrevidos, que si bien en esos años eran muy pocos, aislados, y con una divulgación casi nula, sirvieron como antecedentes de un movimiento social de apoyo, por la aceptación y respeto de lo diverso.
“Yo no he hecho nada.
¡Ser maricón!”
Fresa y Chocolate es un drama cubano/español/mexicano, dirigido por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, en 1994.
Protagonizado por Jorge Perugorría, Vladimir Cruz, Mirta Ibarra, Francisco Gattorno, Marilyn Solaya, Joel Angelino, entre otros.
El guión es de Senel Paz, basado en su cuento titulado “El Lobo, El Bosque y El Hombre Nuevo”
“El propio texto de Senel, se ha ido convirtiendo en un clásico, y se han hecho versiones libres, monólogos, obras de teatro, ahora mismo un musical”, explicó Perugorría.
Simbolizó un grito contra la intolerancia en La Isla, porque trata sobre la evolución paralela de 2 personajes, a partir del modelo de los relatos iniciáticos, y de los cuentos tradicionales, para poner de manifiesto, la ambivalencia de su posición, respecto a la homosexualidad y a la disidencia.
No por nada, sitúan los 2 directores, el relato en 1979, apenas 1 año antes de los acontecimientos del puerto de Mariel, abierto por las autoridades, en abril de 1980, para permitir la salida de varios “indeseables”, durante la primera oleada de éxodo a EEUU, donde se fueron más de 125,000 personas, entre los cuales, numerosos homosexuales.
Nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa; la acción situada en 1979, es un momento en el que la represión contra la homosexualidad, fue especialmente dura, bajo el régimen castrista, pues refleja la intolerancia hacia todo lo que es distinto, sea homosexual, o piense de una forma que no se ajuste a los valores y criterios establecidos.
A pesar de esta clara referencia a unos hechos concretos, Fresa y Chocolate no se define por su reivindicación de la homosexualidad, sino que va más allá.
Su interés surge precisamente, de la relación que se establece entre la concreción de unos problemas en la sociedad cubana, y su dimensión universal, extensible a cualquier otro país, o problemática.
Diego (Jorge Perugorría), es un hombre culto, homosexual, y escéptico; que se enamora de David (Vladimir Cruz), un joven comunista, heterosexual, lleno de prejuicios, e ideas doctrinarias.
Primero viene el rechazo y recelo; pero también fascinación.
Fresa y Chocolate, es la historia de una gran amistad entre 2 hombres, que supera la incomprensión y la intolerancia.
David y Diego, son 2 seres humanos, en busca de un espacio en el cual ser:
El primero, estudiante de Ciencias Sociales en La Universidad de La Habana.
El segundo, un homosexual que vive por, y para exaltar la cultura cubana.
Uno se abre al complejo mundo de las relaciones interpersonales; el otro lucha por ser reconocido, y no discriminado por sus preferencias sexuales.
A ellos se les une un componente femenino:
Nancy (Mirta Ibarra)
Los 3 protagonistas, a pesar de ser maltratados, insultados, y humillados; a pesar de la miseria y la clandestinidad a la que se ven sometidos, se sienten profundamente cubanos, y mantienen una fidelidad inquebrantable a sus raíces.
Fresa y Chocolate, está basada en un esquema tradicional de confrontación entre 2 personajes, radicalmente opuestos:
Un homosexual disidente, amante de la cultura; y un joven patriota, defensor de la ortodoxia revolucionaria.
Como suele ocurrir en la ficción, de la confrontación, nace una amistad que no podrá impedir que el exilio interior sufrido por el homosexual, se convierta en exilio real y forzado al final.
La novela corta y el film, retoman esta figura del “hombre nuevo” pero para modificarla, David, quien pertenece a esta generación de supuestos “hombres nuevos”, sin abandonar sus convicciones revolucionarias, va a transformarse realmente en “hombre nuevo” al final del recorrido iniciático que efectúa, y que le hace descubrir, entre otras cosas:
La cultura cubana en toda su diversidad, el pensamiento crítico, el arte universal, y la tolerancia hacia cualquier forma de alteridad, sea sexual, o ideológica.
El título del film, “Fresa y Chocolate”, retoma la alusión a “Caperucita Roja”, pues aparecen numerosos elementos del cuento en ella.
Además, remite a una forma de categorización estereotipada de gustos y colores:
El chocolate y el color marrón, poseen un sabor fuerte y amargo, que se asocian a la virilidad, y al color de la piel mestiza del Caribe.
David es más moreno que Diego, cuya piel blanca evoca, siguiendo en el terreno de los tópicos, una mayor delicadeza.
En cuanto a la fresa, queda asociada al color rosa, un perfume más suave y azucarado, que se suele asociar con lo femenino.
Semejantes clichés, fueron integrados por la comunidad homosexual cubana, ya que el helado de fresa, formaba parte de los numerosos signos de reconocimiento que usaban los homosexuales en los años 70, y que retoma Fresa y Chocolate; cuando Miguel le pregunta a David, cómo sabe que Diego es homosexual, y éste le contesta como una evidencia:
“Mira, había chocolate, y pidió fresa”
Este simbolismo sexual de los helados, no deja de recordar por otra parte, la novela corta “Frío en Caliente” (1959), del escritor cubano Virgilio Piñera, en la que un hombre, Rafael Sánchez Trevejo, está obsesionado por adivinar las “almas” de la gente “por sus gustos” en materia de helados.
Por ello, el título pone de manifiesto, el tema de la homosexualidad, pero apuesta por la asociación de los 2 sabores, por su combinación:
Fresa Y chocolate; y no Fresa O chocolate, que sin embargo, parecía ser en Cuba, la única alternativa posible.
Siendo más crápula en la simbología de “Fresa y Chocolate”:
Fresa es el glande del pene ansiado por Diego; y el chocolate, es la vagina que espera David, para dejar de ser virgen…
En Fresa y Chocolate, ya no se trata de elegir su bando, sea sexual o ideológico, sino de asociarlos.
Así, cuando, en la penúltima secuencia, los 2 personajes intercambian sus helados, no significa que intercambien sus papeles, sino que cada uno, ya es capaz de ponerse en el lugar del otro y, por consiguiente, de entender y aceptar su punto de vista.
Así pues, Fresa y Chocolate se convirtió en una película parteaguas, oportuna, arriesgada, coyuntural, demoledora de barreras, desafiante, de incuestionable impacto sociológico en la población de La Isla, apta al mismo de tiempo, para suscitar criterios diametralmente opuestos, tanto en Cuba como en el exilio.
Porque rompió esquemas, y demostró que Cuba estaba llena de contradicciones, de personas que pensaban diferente, practicaban religiones distintas, y, aunque tuvieran sus problemas, esa gente existía, y constituían una sociedad llena de matices.
Constituye además, un acercamiento audaz a la realidad cubana de los años 90, al fenómeno de la intolerancia, ante lo diferente, y a la complejidad de las relaciones humanas, logrando mostrar, de un modo bastante real, los prejuicios que ampararon las injusticias cometidas, contra todo lo que representara la diversidad sexual en Cuba.
“Qué bello eres, muchacho.
El único defecto que tienes, es que no eres maricón”
Una de las cartas fuertes de Fresa y Chocolate, es la química entre los 2 actores, que ofician de hilo conductor, que congenian perfectamente, y se lucen en sus papeles.
Otro de sus puntos fuertes, es la potencia presente sus diálogos, personajes que dejan entrever, una finísima observación, con frases contundentes sobre el arte, la política, las ideologías, y la vida en Cuba.
Para entender Fresa y Chocolate, es necesario ser consciente de la falta de libertades que existe en Cuba:
Existe la censura del Partido, que impide que se manifiesten ideas contrarias a La Revolución, y también la delación, que consiste en denunciar a aquellos que se cree, que conspiran contra el régimen.
En Fresa y Chocolate se menciona, que cada edificio cuenta con un “vigilante” del gobierno…
Por lo que Fresa y Chocolate consigue mostrar lo que une a las personas por encima de las convenciones sociales; y muestra los entresijos de la vida en La Habana, y la represión que sufre un homosexual en la sociedad cubana de los años 70, entre otras cosas.
La referencia al esquema de “la fábula y del cuento” ya se encuentra en el título de la novela corta de Senel Paz, que Fresa y Chocolate adapta:
“El Lobo, El Bosque y El Hombre Nuevo”
La estructura acumulativa, evoca títulos de cuentos, y los primeros términos remiten claramente a “Caperucita Roja”, un cuento iniciático destinado particularmente, a avisar a los niños de los peligros que corren, si se alejan de los caminos autorizados…
Es obvia la identificación entre Diego y el lobo, el peligro, el enemigo…
Diego es exuberante, superficial, y sobre todo, afeminado, se trata de un homosexual “evidente”; aunque el papel desempeñado por Jorge Perugorría, es muy musculoso, tiene el pecho velludo, y físicamente, parece más masculino que el frágil y delicado David.
El afeminamiento, es un imperativo del personaje, sin que sea una caricatura.
Sus motivaciones iniciales, son claramente sexuales, ya que apostó con su amigo Germán (Joel Angelino) que se llevaría a David a la cama.
Como en numerosos cuentos, este “lobo” está fuera de la ley, queda excluido de la sociedad de los hombres.
Debe aislarse, permanecer marginalizado, y se refugia en una “guarida” el cual es el término que el propio Diego utiliza, para designar su casa, palabra habitualmente empleada para el cobijo de los animales salvajes, y en una segunda acepción, “refugio de gente particularmente maleante”; pero que en Cuba, en la subcultura homosexual, remite a un lugar de encuentro.
La guarida de Diego, atestada por estatuas, fotos, bibelots, libros, discos, imágenes religiosas, máscaras, tazas de porcelana, etc., puede definirse como kitsch o camp, 2 estéticas que tienen cierta convergencia con la sensibilidad homosexual.
En cuanto al “bosque”, es una metáfora de Cuba, como espacio de iniciación, un bosque lleno de peligros, en el que hay que conformarse con una doble moral, un doble discurso, en el que hay que elegir entre el camino autorizado, y el camino prohibido; un espacio en el que se decide el destino.
Por último, el “hombre nuevo” remite a una figura propia de la utopía socialista, y de la ideología desarrollada por Ernesto “Che” Guevara, en “El Socialismo y El Hombre Nuevo”
Se encarna en el personaje de David, que representa a toda una generación nacida con La Revolución, formada y educada por ella.
Antes, Diego le hace descubrir a David nuevos gustos:
En última instancia, pasa del chocolate a la fresa, pero también del café al té, o del ron al whisky.
Este descubrimiento de gustos diferentes, viene a ser una educación al refinamiento:
“Las personas civilizadas, toman té”
Que pasa por una iniciación a placeres más delicados, y que la ortodoxia revolucionaria considera decadentes, como beber en porcelana de Sèvres.
Mediante ello, se produce una reconsideración, a menudo en tono humorístico, de los prejuicios, lo que pone de manifiesto, a partir de detalles anodinos, que el sistema de pensamiento de David, estriba por completo sobre ideas preconcebidas y dogmáticas.
Así piensa que la fresa, es un sabor para mujeres, u homosexuales; que el té es una infusión medicinal:
“Te dije que no estoy mal del estómago”, contesta cuando Diego insiste para que tome té; y que el whisky es “la bebida del enemigo”, bebida con la que sin embargo, intentará olvidar una decepción amorosa, como cualquier héroe novelesco, o cinematográfico.
Diego convence a David, de que vaya a su casa, porque dice tener fotos suyas interpretando a Torvald en “Casa de Muñecas” (1879) de Henrik Ibsen.
Ibsen, fue un dramaturgo noruego, cuya obra escandalizó a la sociedad de su época.
En “Casa de Muñecas”, Nora, la protagonista femenina, abandona a su familia, poniendo su libertad individual, por encima de su marido y de sus hijos.
Este tipo de mensajes, es poco afín al credo comunista...
Si la literatura no se considera útil a La Revolución, sirve sin embargo de anzuelo, al lobo Diego, para atraer al inocente David a su “guarida”, cuando pone en evidencia en la mesa de Coppelia, los libros prohibidos:
“Conversación en La Catedral” de Mario Vargas Llosa; y “Campos de Níjar” de Juan Goytisolo.
Diego tienta a David con un libro de Mario Vargas Llosa, novelista peruano, donde hace una crítica feroz a las dictaduras militares de América Latina.
Su posición ideológica y política, es totalmente opuesta al comunismo; pues es un liberal convencido.
Una vez traído David a su casa, Diego exhibe su cultura literaria, y menciona autores de los que David no oyó hablar nunca, tales como:
El poeta griego y homosexual, Kavafis; o el poeta inglés John Donne.
La lista de autores citados durante esta primera visita, es larga y ecléctica:
Dostoievski; Gide; Hemingway…
Especialmente a:
Federico García Lorca, poeta español de la generación del 27, fusilado por los tropas fascistas en 1936, que recuerda su libro “Poeta en New York”
Aquiles, protagonista de “La Ilíada” de Homero, el mayor guerrero entre los aqueos.
Alejandro Magno, fundador en el siglo III a.C. del Imperio Helenístico, que ocupó Grecia, Egipto, y Persia.
Oscar Wilde, dramaturgo irlandés del siglo XIX, condenado a prisión por su condición de homosexual…
Son autores prohibidos por el régimen de Castro; así como aparecen los poetas:
Constandinos Cavafis, poeta griego homosexual, muy conocido por poemas como “Ítaca”, “La Ciudad” o “Esperando a Los Bárbaros”; y John Donne, poeta metafísico inglés; como los músicos:
Ernesto Lecuona e Ignacio Cervantes, autor de la composición para piano:
“Adiós a Cuba”
Luego vienen Lezama Lima y Juan Clemente Zenea, poeta cubano independentista, fusilado por los españoles.
Cuando David le devuelve a Diego el libro de Zenea, manifiesta un asombro:
“que en el siglo XIX se escribiera así en Cuba...”, que revela que en el sistema de creencias que le inculcaron, nada bueno podía haberse escrito en Cuba, antes de La Revolución.
Y es que José Lezama Lima, es el escritor cubano, más idolatrado dentro y fuera de Cuba, que también era homosexual; donde Diego invita a David a un “almuerzo lezamiano”, se reproduce la comida que aparece en el capítulo VII de la novela más famosa de Lezama, “Paradiso”
El desconocimiento de David de la realidad artística, intelectual, y cultural de la Cuba prerrevolucionaria, es total; parece ignorar que La Habana, era un lugar privilegiado del mundo intelectual hispánico de los años 20 y 30.
Estos elementos, actúan como repetidas pinceladas, que terminan por pintar el retrato de una sociedad que ejerció un verdadero “black-out” sobre una gran parte de su propia cultura.
Sobre la religión en Cuba:
Antes de la llegada al poder del comunismo, Cuba, por influencia de España, era un país católico.
Con la llegada de los esclavos procedentes de África, el catolicismo se mezcló con el animismo y la santería, dando lugar a la curiosa religiosidad de los protagonistas de Fresa y Chocolate, que discuten con la “virgencita”, visitan al adivino, al “padrino”, o realizan hechizos de amor; recordar el baño de Nancy, con pétalos de flores…
El comunismo, por su parte, defiende que la religión es el “opio del pueblo”, y que el ateísmo es la ideología más útil para luchar contra los poderosos, ya que nos obliga a pensar que, el único mundo es este, y que no existe un “más allá”
Por eso, la exposición de Germán, con figuras católicas, es políticamente incorrecta.
Y no nos olvidemos del personaje de Nancy, que es entrañable.
Una de sus actividades económicas, aparte de la prostitución, es el mercado negro.
En un régimen comunista, se supone, que el Estado provee a los ciudadanos de los bienes necesarios...
Pero cuando se necesitan artículos especiales, como el whisky o el té… o no se quiere hacer cola, o se quiere vender alguna mercancía, se hace en el mercado negro, donde la moneda corriente, curiosamente es el dólar.
Hacia el final, Nancy ya no es para Diego una “puta de mierda” que “se mete en su camino” sino un “gorrioncito al que cualquiera podría lastimar”
Ella también “sufre” del viaje iniciático de los personajes principales.
Y la Cuba misma, como otro personaje omnipresente, que gracias a Diego, David abre los ojos sobre una ciudad que pensaba conocer, pero que nunca había visto realmente.
Diego le abre al mismo tiempo los ojos, sobre el estado de abandono en la que se encuentra, criticando de paso la desidia de las autoridades.
Así vemos las bellezas arquitectónicas de La Habana, de principio; y las ruinas al final de un hermoso “travelling” que hace David como redescubrimiento de su propia ciudad, ya con otros ojos.
Cuando profundizamos el tema homosexual, varios elementos nos invitan sin embargo, a ver en Miguel (Francisco Gattorno), a un homosexual reprimido...
Aunque la versión definitiva de Fresa y Chocolate, atenuó este aspecto, cabe notar la atención particular, que presta el bello y narcisista Miguel a su físico.
Guiño del director:
La foto del icono gay James Dean, está pegada en el espejo:
“Es un tipo buen mozo, que se parece, o él cree que se parece, a James Dean.
Tiene una foto del actor cerca de su cama, y lo imita en la forma de fumar”, dijo.
En una escena, después de una nueva visita a casa de Diego, David regresa enfermo a la residencia de estudiantes, ya que bebió demasiado...
Miguel se encarga de él y, en el cuarto de baño, mientras están en calzoncillos, Miguel da una palmadita, y alaba las “nalguitas” de David...
Siguiendo con el personaje David, es iniciado también al sentido del oído:
Desde la primera visita, Diego le hace escuchar a María Callas.
Es la primera música melódica que se escucha desde los créditos, siendo todas las anteriores disonantes.
Así es Diego, quien trae la armonía musical a la vida de David, armonía musical que le va a poner acorde consigo mismo.
En este terreno, la enseñanza de Diego es aún más ecléctica, que en el ámbito literario, ya que va mezclando músicas sabias, clásicas, líricas, y populares, músicas cubanas, y extranjeras.
Se trata de reafirmar la identidad cultural cubana, mediante melodías que proceden de su abundante tradición musical, al tiempo que la asocia con una tradición externa.
Así, las cantatrices internacionales María Callas, Teresa Stratas, y Renata Tebaldi se cotejan, en la discoteca de Diego, con El jilguero de Cienfuegos, cantante guajiro popular, o con el pianista y compositor cubano, Ernesto Lecuona, exiliado en 1960 a EEUU, feroz adversario de La Revolución, razón por la que cayó en el olvido.
Otro pianista y compositor, Ignacio Cervantes, vinculado con los movimientos independentistas, y expulsado de Cuba por los españoles en 1870, es citado en la banda de sonido, y los títulos de 2 de sus melodías, están mencionados en los diálogos:
“Adiós a Cuba” y “Las Ilusiones Perdidas”
La primera, anticipa la salida de Diego; y la segunda, remite directamente a sus desilusiones personales, respecto a una revolución que le excluyó por su homosexualidad.
La referencia a Cervantes permite, además, establecer un paralelismo entre 2 periodos históricos, al colocar a Diego, quien reafirma varias veces su patriotismo, en la misma postura que la de los patriotas independentistas desterrados, u obligados al exilio por los españoles.
Es significativo que, en la segunda parte de Fresa y Chocolate, cuando David está escuchando la radio en su cuarto universitario, cambie de sintonía, para escuchar “otra voz” como dice irónicamente Diego al hablar de María Callas:
“¿Por qué esta isla no da una voz así, eh?
¡Con la falta que nos hace otra voz!”
David prefiere al final, escuchar música lírica, antes que la voz oficial de la radio y la propaganda.
Una nueva etapa, queda franqueada.
A partir de su última etapa, el comportamiento de David estará totalmente acorde con el “hombre nuevo” en el que se ha convertido, asumiendo sin temor sus actos y emociones.
Es lo que le permite salir en defensa de Diego, cuando éste es agredido por Miguel, y dejar de temer “el qué dirán”, cuando se sienta ostensiblemente en la terraza de Coppelia, en compañía de su amigo.
Reforzado por su experiencia sexual, ya no le da miedo que lo tomen por lo que no es, y el espectador, tranquilizado sobre sus gustos sexuales, ya puede identificarse sin miedo con él.
A modo de bucle, Fresa y Chocolate cierra como inicia, en el Coppelia, en una inversión de papeles, con un guiño al filme de Billy Wilder “Some Like It Hot” (1959), a modo de comprensión emocional entre los 2 personajes principales, mientras Cruz saborea la fresa de la femineidad; Diego le dice que “lo único malo de él, es que no es maricón”
En ese instante, David mira a Diego a los ojos, y le dice:
“Nadie es perfecto”
Cruz habla al nivel de los espectadores cubanos, a principios de la década del 90, quienes podían haber visto el filme de Wilder, o que con la llegada de la cultura gay a Cuba, a principios de los 80, pudo haber oído la frase, tal vez sin saber su origen.
La escena de ese abrazo, al final, expresa el dolor por la separación del otro, pero también, es el símbolo de la transformación de un síntoma en un amor, posible, amistad correspondida entre 2 personas de intereses sexuales distintos.
Es otra vez, una apuesta, pero distinta, ya no se trata de seducir a alguien como al inicio, sino de sostener una amistad ante la incomprensión, aunque uno de los 2 deba marcharse.
Así las cosas, Fresa y Chocolate retoma elementos del cuento popular, para relatarnos una iniciación sexual, que pasa por una iniciación a la vida, y a la libertad de pensamiento.
El cuento, es el instrumento idóneo para asumir la transmisión de valores morales, sociales, o simplemente éticos.
Transcribe, en una forma simple, modelos de conducta y comportamiento, que apuntan hacia el mantenimiento del orden establecido.
Sin embargo, la iniciación corre a cargo de un excluido de la sociedad, sociedad cuya legitimidad, se reafirma al final, ya que tras haberle permitido a David aceptarse a sí mismo, afirmar su propia identidad, crecer, y enfrentarse a nuevos horizontes, dentro de La Cuba Revolucionaria; Diego desaparece frente a la nueva pareja heterosexual, formada por David y Nancy, resignándose al exilio.
Fuera del debate social, Fresa y Chocolate dejó asimismo, varias huellas en el paisaje de La Habana:
Con su nombre, se inauguró en 2002, una cafetería estatal de ambiente bohemio, justo frente a la sede del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico, en el céntrico barrio de El Vedado.
Los sitios que le sirvieron de localización, se mantienen intactos:
Coppelia, “La Catedral del Helado”, la heladería donde se conocieron los protagonistas; el mirador de “El Cristo” en la bahía, desde el que Diego se despidió de la ciudad; “La Guarida”, la casa de Diego en el ruinoso edificio en el que también vivía Nancy.
Sobre todo el piso de “La Guarida”, plató principal en la filmación, se convirtió con la apertura económica de los años 90, en un restaurante privado, que es actualmente, uno de los establecimientos más famosos del país, y donde aún se pueden ver elementos del decorado original de Fresa y Chocolate.
Por último, la banda sonora maravillosa, dirigida por José M. Vitier en su primera experiencia cinematográfica, ofrece un fragmento de “Il Trovatore”, de Verdi, interpretado por María Callas; y añade composiciones para piano de Ignacio Cervantes, y de Ernesto Lecuona; incluye también, una canción cubana, interpretada por Beni Moré.
“¡Porque La Revolución no entra por el culo!”
Afortunadamente, con el tiempo y mucha lucha, los gays han ido conquistando derechos, y reivindicando su dignidad, consiguiendo dejar a la homofobia, como una vergüenza del pasado, que por desgracia, aún no se ha erradicado totalmente ni aquí, ni en Cuba, ni en ninguna otra parte.
Pero precisamente en Cuba, ésta homofobia, tiene más que ver con los sacrosantos valores cristianos importados, o mejor dicho impuestos, a América Latina desde Occidente, que con cualquier principio moral comunista o “castrista”
Como se cuenta:
“En muchas tribus indígenas del Caribe y Latinoamérica, la homosexualidad estaba aceptada y permitida, y fueron los conquistadores españoles, los que llevaron a la hoguera, a aquellas mujeres “depravadas”, y a aquellos hombres, que según nuestro ilustre Núñez de Balboa, merecían la muerte, pues “'para ser mujeres, sólo les faltaban tetas y parir”
Sobre las manifestaciones homofóbicas en la sociedad cubana, es alentador saber, de una disminución en los niveles de represión, y que ya no son oficiales, aunque los cambios resultan demasiados lentos aún, sobre todo para quienes más lo padecen.
De todas formas, hay que destacar la existencia en la actualidad, de instituciones como El Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), que velan por los derechos de estas personas, con actividades que promueven el respeto a las diferencias, y espacios de inclusión para ellos.
Resumiendo, en el 2013, se cumplieron 20 años del estreno de Fresa y Chocolate, y sigue siendo uno de los films más importantes de la cinematografía cubana.
Marcó una nueva etapa para un tratamiento más abierto al tema de la intolerancia, ante la diversidad sexual, y su mensaje ha logrado expandirse a otras manifestaciones artísticas.
Fresa y Chocolate, pretende ser en parte, una autocrítica sobre determinados principios y valores políticos, que son insostenibles en la actual situación de Cuba, para convertirse en una crítica a la intolerancia, y un canto a la libertad, la solidaridad, y la defensa de los marginados, del individuo frente al poder político, que ejerce la represión sistemática.
Aunque son eminentemente políticos, la mayoría de los conceptos sometidos a discusión en Fresa y Chocolate; el saldo de la historia es genuinamente humanista:
La desconfianza, la intolerancia, la sospecha, y la incomunicación, sucumben a la voluntad de reconocimiento mutuo.
El prejuicio con respecto al otro, se revierte contra uno mismo.
Es un canto a la amistad, y a cómo esta puede hacer crecer espiritual y culturalmente, a una persona llena de dogmas y prejuicios, y hacerle ver el mundo de una forma distinta, mucho más plena.
Y es que más que una película a favor o en contra del sistema, la historia ha devenido una inmejorable lección para aprender que, no siempre el que no está conmigo, necesariamente está contra mí.
Fresa y Chocolate es la crónica oscura de una dictadura, que mata la creatividad, que crispa, que enfrenta, que aniquila el arte, y a sus artistas; que exilia, que olvida sus referentes, que acaba con las raíces, que no respeta a sus intelectuales, que no mira al pasado, para acabar en el presente, con los errores del pretérito.
20 años después, Jorge Perugorría dice sobre Fresa y Chocolate:
“Lamentablemente, la película tiene todavía mucha vigencia, en aspectos que uno quisiera que fueran cosas del pasado.
Este país está inmerso en cambios, pero todavía debemos seguir aprendiendo de Fresa y Chocolate.
Aún no hemos llegado como sociedad, a ese abrazo final de Diego y David, esa reconciliación respetando las diferencias entre 2 personas que piensan distinto, pero que pueden convivir, e incluso ser amigos”

“Lo mejor es no asombrarse de nada, y probar todas las copas”



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