La Piel que Habito

“El arte es garantía de salud”

Se conoce como “transgénesis” al proceso de transferir genes en un organismo.
La transgénesis, se usa actualmente, para hacer plantas y animales transgénicos.
Las principales técnicas de ingeniería genética, que se practican para realizar actividades transgénicas son:
1. Técnicas de ADN recombinante, que utilizan sistemas de vectores apropiados.
2. Técnicas que suponen la incorporación directa de un organismo de material genético preparado, fuera de los organismos, incluidas las microinyección, y la microencapsulacion.
3. Técnicas de hibridación o fusión celular, incluyendo la fusión de protoplastos.
Con estas técnicas, se han obtenido microorganismos transgénicos, platas transgénicas, y animales transgénicos.
Los objetivos de la actividad transgénica son:
1. Mejoramiento de calidad humana.
2. Resistencia a enfermedades de plantas ya animales.
3. Resistencia a plagas.
4. Resistencia a plaguicidas.
5. Resistencia a condiciones climáticas de cosechas.
6. Resistencia de condiciones climáticas adversas.
7. Mayor conversión de biomasa.
8. Mayor rendimiento económico por área cultivada.
¿Qué pasaría con los humanos transgénicos?
¿Hasta qué punto se puede moldear a alguien?
¿Se puede moldear la mente humana, los recuerdos, el corazón?
Todos tenemos una piel, que muta constantemente; pero es solo un lugar donde habitamos, siempre el verdadero ser, espera asomar.
Podemos cambiar de vestido, de cara, de disfraz…
Podemos portar un sexo que no nos pertenece, de todas maneras, nuestro verdadera identidad se hará visible.
“Tú y yo, no somos como el resto del mundo”
La Piel que Habito es una película de suspense, escrita y dirigida por Pedro Almodóvar, en el año 2011.
Protagonizada por Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet, Blanca Suárez, Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Roberto Álamo, José Luis Gómez, Fernando Cayo, Susi Sánchez, entre otros.
La Piel que Habito es la adaptación cinematográfica, libre, de la novela “Mygale” (1984) de Thierry Jonquet,  y tras años escribiendo diferentes versiones, Pedro Almodóvar finalmente decidió rodarla.
El director cuenta:
“Es una historia durísima de venganza, y un personaje muy diabólico, que me está costando ponerme en su piel”
También ha declarado que, La Piel que Habito es un “intenso drama, que a veces se inclina por el “noir”, a veces por la ciencia ficción, y otras por el terror”
Al término del rodaje, el director declaró, que sus películas siempre han sido “difíciles de clasificar en cuanto a género, porque suelo mezclar varios, y cuando hay uno que predomina, no respeto todas las reglas”, explicó el cineasta.
Almodóvar aseguró, que retrataría una situación límite, que afectaba a 2 personajes, y que sería una película de terror, pero sin gritos, ni sustos.
Además del refinamiento visual de todas sus películas, y de sus incuestionables dotes de narrador, La Piel que Habito expone rasgos característicos de su cine:
Su voluntad de provocar, su actitud transgresora, la infaltable dosis de perversidad, atmósferas cargadas de perturbadora sexualidad, transformismo, madres dominantes, referencias a la cultura pop, inverosímiles enredos folletinescos, excentricidades varias, y el atrevimiento que tanto se le celebra.
Esta vez, el humor asoma poco, y se lo extraña sobre todo, cuando el realizador se aproxima a lo camp.
Aquí se pasa a hablar de la venganza, de la reencarnación, y de la perversión de la carne, con intenciones incluso, rayando lo “cronenbergiano”, y todo se aprisiona herméticamente, en ambientes de opresión e inquietud.
Y sin embargo, algunos de los temas de siempre, siguen estando ahí:
La relación entre una madre y su hijo; la atracción fatal por el amor prohibido, por el perdido o, como en este caso, por ambos; el impulso primitivo del deseo; el cruzar los límites morales para satisfacer todo ello.
También nos muestra cómo al tener cierta habilidad, nos hace ir más allá de la moral y la ética, sin ningún límite.
El rodaje de La Piel que Habito, se hizo en un cigarral de Toledo, e incluyó a su vez, localidades gallegas como:
Santiago de Compostela, o El Pazo de Oca, La Estrada; España.
Desde que su mujer sufrió quemaduras en todo el cuerpo, a raíz de un accidente de coche, El Doctor Robert Ledgard (Antonio Banderas), eminente cirujano plástico, ha dedicado años de estudio y experimentación, a la elaboración de una nueva piel, con la que hubiera podido salvarla.
Se trata de una piel sensible a las caricias, pero que funciona como una auténtica coraza contra toda clase de agresiones, tanto externas, como internas.
Para poner en práctica este hallazgo revolucionario, es preciso carecer de escrúpulos, y Ledgard no los tiene.
Pero, además, necesita una cobaya humana, y un cómplice.
Marilia (Marisa Paredes), es la mujer que cuidó a Robert desde niño, y es de una fidelidad perruna, que nunca le fallará.
Teniendo el cómplice, falta encontrar la cobaya humana.
Al cabo del año, desaparecen de sus casas, decenas de jóvenes de ambos sexos, en muchos casos por voluntad propia...
Uno de estos jóvenes, Vicente (Jan Cornet) acaba compartiendo con Robert y Marilia, la espléndida mansión, El Cigarral; y lo hace contra su voluntad...
Lo que en un primer momento, aparenta estar vinculado a un fetiche sádico para con la investigación, y el testeo de una novedosa piel artificial, creada en laboratorio a través de procedimientos transgénicos, con el transcurso de los minutos, muta hacia oscuros designios que tienen su raíz en el pasado lejano, en una obsesión que se remonta a las terribles quemaduras que sufriera una mujer, y los trastornos psicológicos de Norma (Ana Mena/Blanca Suárez), una hija adolescente.
Como es habitual en las realizaciones del manchego, aquí el amor platónico, y el desenfreno sexual, se confunden en exquisitos remolinos de encuentros y desencuentros, en los que los protagonistas terminan fagocitándose, los unos a los otros, a puro mutualismo masoquista.
Así pues, La Piel que Habito es sobre todo, la lucha del compromiso que adquiere Vera Cruz (Elena Amaya) con su identidad.
En la construcción del ser perfecto, el cuerpo ya no es lugar de lo auténtico, simbolizado aquí, a través de la piel sintética.
Como si fuese el proceso inverso del transexual, que busca acomodar lo físico a su condición interna; en este trenzado de sueños, en los que se fusionan el doctor Ledgard y Vera, planea un perenne aire fatalista, marcado por la expresividad majestuosa de la música de Alberto Iglesias, para advertirnos que, lo que somos, no puede venir impuesto por nadie.
La Piel que Habito nos aporta un espacio fructífero para reflexionar sobre la identidad, y de forma singular, sobre lo que significa ser hombre y mujer, en definitiva, ser una persona.
¿Se imaginan si a los violadores, los cambiaran de sexo como castigo?
¿Qué siente una persona, que no tiene su cuerpo?
“Lo último que quiero es que te sientas incómoda”
Puede decirse que a Almodóvar, no se le ha escapado ningún tema, de los que se han ocupado largamente las publicaciones de actualidad en los últimos tiempos:
De las violaciones, o la inexplicable desaparición de jóvenes, a los trasplantes de cara, o las operaciones de cambio de sexo, y de los casos de abuso, sobre todo aquella de los padres que mantuvieron encerradas a sus hijas, o los de figuras públicas, que aprovecharon de su poder; a las perturbadores esculturas de Louise Bourgeois, y sus fantasías incestuosas…
Quien quiera reparar en las referencias cinematográficas, que suelen ser abundantes en el cine de Almodóvar, tendrán aquí bastante trabajo.
“Mygale” (1984) la novela de Thierry Jonquet, llevaba la herencia de esa ficción, hasta extremos de insoslayable depravación:
La ecuación monstruosa impulsada desde un relato de venganza salvaje y autodestrucción, con la vejación permanente, y la cirugía transgenérica, como vías para la tortura sistemática, pero también, como caminos insospechados que llevan a la sumisión, y finalmente, a la pasión prohibida.
En La Piel que Habito estamos frente a 2 venganzas:
La primera, cuidadosamente planificada, e inexorablemente ejecutada, en tanto que la segunda, fue pensada paso a paso, a lo largo de 6 años, prolijamente registrados, y que solamente espera su oportunidad.
Sin embargo, como en un juego de espejos, el vengador termina ejecutado, y el objeto de venganza, se erige triunfador.
En la elección del título “La Piel que Habito”, encontramos los derroteros por los que hace cabalgar su historia; y es el propio director, quien nos aporta las claves que explican su elección:
Vera, como resultado de las trasformaciones sufridas en su cuerpo, presenta ahora una nueva piel:
Una nueva cara y un nuevo cuerpo, ya se ha hormonado, y se han operado sus órganos sexuales externos, y todo ello, ha transformado su aspecto “externo”
Defiende el director que, “la ciencia llega a todo, pero hay algo inaccesible que es la identidad”, y aunque lo sucedido a Vicente/Vera, lo describe como una pérdida “terrible, algo atroz”, que desliza al espectador, del rechazo a la incredulidad, generando un malestar incómodo, que estalla en una carcajada delirante, o en puras lágrimas.
Defiende que el/la protagonista, cuando regresa con su madre, “se siente exactamente igual que hace 6 años cuando salió de allí”, porque la identidad para el director, es algo inaccesible al bisturí de la ciencia, y por tanto, con una concepción de la identidad, como algo inmanente que nos sustancializa, y que trasciende la corporalidad en donde esta habita.
Junto a esta conceptualización de la identidad, intencionadamente, Almodóvar quiere destacar en el título elegido, y en el guión que desarrolla la extraordinaria capacidad de supervivencia del ser humano, mostrando como Vera, atrapada en esta transformación brutal, aprende a vivir dentro de “la piel que habita”
Nos habla así esta historia, de la capacidad de resiliencia del ser humano, y su resistencia efectiva, que le permite enfrentar las situaciones más adversas imaginables, sin que se rompa su voluntad, soportando experiencias traumáticas, manteniéndose con la integridad psicológica suficiente, como para continuar manejando las riendas de su propia vida.
Más aún, deberíamos considerar que la orientación sexual de Vicente/Vera, sí podría permanecer inalterable a las trasformaciones corporales, que el bisturí del Doctor Ledgard provocaron en su cuerpo, y así, Vera podrá ser tan heterosexual como era Vicente, porque Vera sigue siendo Vicente.
Por tanto, permanece inalterable, su interés sexual por las mujeres, por lo que ahora sería redefinida, por las miradas ajenas, como “lesbiana”, ya que dentro de un cuerpo de mujer, su interés sexual por las mujeres, sería enmarcado socialmente en el espacio de la homosexualidad…
Es cuando finalmente Vicente vuelve a la tienda de ropa de mujer, propiedad de su madre (Susi Sánchez), y le confiesa tanto a ella, como a Cristina (Bárbara Lennie), su compañera lesbiana de trabajo, que ella es Vicente, y que ahora es una mujer...
El final, insinúa que dada la condición nueva de Vicente como mujer, cabe la posibilidad de comenzar una relación con Cristina, que siempre le gustó a Vicente, y que paliaría de algún modo los sufrimientos padecidos.
Es complicado, pero perfectamente coherente, perfecta para mostrarnos el sentir del personaje.
Aquí, los personajes y sus identidades se revelan, poco a poco, precisamente gracias a la elección de la mencionada prosa fílmica quebrada.
Y el personaje de Elena Anaya es, sin ir más lejos, uno de los más beneficiados, porque evoluciona, y adquiere relieve, sólo a medida que la sincopada narración se lo permite, a él, y al espectador.
Es a raíz de la entrada controvertida e incomprensible del Tigre Zeca (Roberto Álamo), y posterior extenso “flashback”, cuando Almodóvar toma por fin, las riendas del relato con seguridad, y nos sumerge en una espiral de intriga y violencia, regada de contundentes escenas sexuales, y destellos humorísticos, marca de la casa.
El personaje de Banderas, su mejor actuación hasta el momento, juega una doble manipulación sobre un cuerpo, la plástica, y la psicológica; y si se demuestra que es Dios en una de ellas, que su método funciona, mientras que en lo otro, no lo consigue.
Un cirujano plástico, que crea su objeto de deseo, pero es un deseo muy fatal, está muy próximo de la muerte; y por tanto, sobrepasa al Dr. Frankenstein.
Hacía tiempo que no se veía a un Banderas tan centrado, tan contenido, tan desprovisto de ese histrionismo tan postizo, y tan falso, que tantas veces le lleva a la sobreactuación.
Me pareció sobresaliente.
No obstante, me parece muy difícil de aceptar, narrativamente, que después de que El Tigre se folle a Vera, de forma muy violenta; el cirujano lo haga de forma dulce…
Probablemente, las 2 violaciones a un hombre “transformado” uno sin saberlo y el otro de conocimiento de causa… puede ser debido a varios factores:
El Tigre desconocía la identidad real de Vera, pues solo recordaba su físico parecido a su sobrina.
Este hecho bestial, con traje de animal, es una alegoría a la sexualidad salvaje del hombre.
Por otra parte, que Ledgard haya “hecho el amor” con Vera, a sabiendas que es Vicente, provoca 2 reacciones:
Una homosexualidad revelada e inesperada del doctor, pues sabe que Vera es hombre, a menos que él mismo haya perdido el norte, y acepte que su creación es femenina 100%, tan externa como internamente.
Incesto, pues se cree que Ledgard abusó o abusaba de su hija, tras la muerte de la esposa; esto nos lo dice el doctor que trata a Norma, la cual dice que fue su padre quien la violó.
Por último, me queda el hecho que hacerle el amor a Vera, demuestra que esa animalidad del hombre, puede ser diezmada y por tanto, Vera/Vicente, debe aceptar su nuevo rol, como mujer… o bien como homosexual…
Como fuera el caso, hubiera preferido que Elena Amaya hubiera enmarcado el personaje de Vicente, el masculino, que estoy seguro que lo hubiera podido bordar, y mayor emoción; pero tal vez, la decisión del director se debió, porque era muy fácil, obvio, y no se notaría la transformación; no en vano, lleva el nombre de la primera mujer bíblica.
Mientras la aparición del Tigre Zeca me pareció hilarante, muy divertida, alegórica y simbólica.
La sola escena del pérfido doctor, descubriendo como El Tigre mancilla su gran obra, ya merece un 10.
El tema sexual en La Piel que Habito es tan simple, como hacer entender a la sociedad, lo difícil que es para personas “diferentes”, que sean consideradas, e incorporadas en ellas.
Es intentar que los heterosexuales entiendan, cómo se siente un homosexual, o transexual, ante una sociedad que los rechaza por ser “diferentes”, o una mujer que es violada, en la piel de un hombre...
La venganza, es por tanto, sólo el vehículo para darle contexto a La Piel que Habito; lo importante es poner a un heterosexual, en los zapatos de un homosexual o una mujer.
No entiendo la orgía de la boda, pues aparece como algo normal, y corriente, probablemente sea cosas desenfrenadas de la sociedad burguesa.
Sobre la transformación de Vicente en Vera, Robert es un maestro consumado, porque el cambio de género que le aplica, es perfecto:
Le cambia hasta el color de ojos, la voz, la musculatura, los ademanes, todo... y parece mentira, que se planté de una forma tan burda, ese cambio de sexo.
Si a un hombre lo fuerzas a ser mujer, seguirá siendo un hombre, mentalmente se sentirá hombre...
¿No ha pensado en esto, Robert?
¿Tiene algún sentido, o aporta algo, lo de la piel indestructible?
Porque esto va de un cambio de sexo, y de una cirugía facial...
Por lo que intuyo, que La Piel que Habito, es una alegoría a la sobrevivencia, a modo grafico entre tigres y gacelas; y dejando atrás su evidente conexión con el mito de Frankenstein; resulta más intrigante, y mucho más interesante, la reflexión que puede surgir, al situarla frente a la parte más oscura de “El Secreto de Sus Ojos” (2009), y confrontarla así mismo, con sucesos terribles y reales, como la vida misma, como el extenso cautiverio de Natasha Kampush, la joven austriaca que fue secuestrada y tenida en cautiverio por 8 años.
Como dato, La Piel que Habito, incluye alusiones al arte de Louise Bourgeois, y los decorados incluyen un cuadro de Guillermo Pérez Villalta, propiedad del mismo Almodóvar; varios collages de Juan Gatti, y reproducciones a gran tamaño, de 2 pinturas de Tiziano:
“La Venus de Urbino” y “Venus y un organista” una de ellas es reproducida por Vera en un momento de la trama.
Señalar que Jean-Paul Gaultier, colaboró en labores de vestuario, y Chanel en el maquillaje, ambos asiduos en los filmes del manchego.
Y la bellísima y doliente banda sonora de Alberto Iglesias, que es capaz tanto de acariciar con sus acordes, los momentos más poéticos; como de arañar, rasgar a los personajes, y a las emociones del espectador, con la violencia de sus violines rotos, o sus golpes de piano.
Se trata de la mejor creación, hasta el momento, que ha surgido de su fructífera relación con Almodóvar, impecable como de costumbre.
También, escuchamos una gran influencia de géneros musicales, como el jazz, en el tema: “Petite Fleur”; la música electrónica en “El Ataque del Hombre Tigre”; latina con “Se me Hizo Fácil”, entre otros.
“Me duele, la tienes muy grande”
Resulta pues, que científicos de La Universidad de Ciencias de La Salud de Oregon, EEUU, anunciaron la obtención del primer primate modificado genéticamente…
El método utilizado, conocido como “transgénesis”, consiste en la transferencia de material genético, ADN, proveniente de otro organismo.
El vehículo utilizado en la transferencia, es un virus incapaz de realizar ciclos infectivos, pero también, capacitado para insertarse al azar, en algún lugar de la dotación normal de ADN del animal.
El ADN introducido, proviene de una medusa, y codifica la producción de una proteína fluorescente, GFP, que se considera inocua.
La importancia de la transgénesis en primates, reside pues en la proximidad del modelo empleado al ser humano.
Con el resto de primates, compartimos el 98% de la dotación genética, y la mayoría de las enfermedades que sufrimos, pueden ser estudiadas de manera extrapolable en nuestros parientes evolutivos más próximos.
Mediante la transgénesis, se abre la posibilidad de introducir genes responsables de enfermedades, y así obtener familias de primates, que desarrollen sistemáticamente, patologías como:
El Alzheimer, Parkinson, enfermedades autoinmunes, trastornos de comportamiento, etc.
En estos modelos, se podría ensayar la eficacia, tanto de medicamentos clásicos, como de medicamentos biotecnológicos, o protocolos de terapia génica.
Si el rango de posibles aplicaciones es amplio, no lo es menos el terreno que queda por recorrer, ni las dificultades por superar, antes de que alguna sea factible.
Existe ya, una larga lista de ratones de laboratorio, a los cuales se les ha hecho modificaciones genéticas, para efectos de experimentación científica.
Se ha invertido el genoma de gallinas, cerdos, vacas, para adáptalos a mayor rendimiento industrial de hormonas de crecimiento, para acelerar e incrementar la conversión de biomasa.
A vacas y ovejas, se les han introducido genes humanos, para hacer que su leche beneficie a personas que tienen problemas con la lactosa…
Se ha descubierto que el cerdo, tiene órganos muy similares a los nuestros, razón por la cual, se le va a convertir en una fábrica de órganos para trasplantes a seres humanos, se prevé que basta con incorporarle al cerdo, algunos genes específicos de la persona que necesita el trasplante, para que no haya problema de rechazo inmunológico.
Por otro lado, el sufrimiento animal provocado, se hace muy evidente en el caso de los primates, por su similitud física y fisiológica con el ser humano, haciendo valer de manera especial, las objeciones éticas habitualmente esgrimidas en defensa de los derechos animales.
Un último aspecto destacable, es la posibilidad de utilización terapéutica de la transgénesis, o recombinación homóloga en primates.
Al igual que estas técnicas, se pueden emplear para provocar una enfermedad, así como se podrían usar también, para corregir un defecto genético con finalidades eugenésicas.
Si bien la modificación genética de la línea germinal humana, está prohibida por la legislación vigente mundial, y excluida como posibilidad por la comunidad científica, cualquier avance en la erradicación de una enfermedad genética en primates, abriría de inmediato, el debate de su posible aplicación a pacientes humanos.

“Soy Vicente”



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