La Teta Asustada
“Si acaso allí te hicieron el mal / No sería para caminar llorando / No sería para caminar sufriendo.
Búscate, búscate / tu alma perdido en tinieblas, / búscate en la tierra, / Búscate”
El Terrorismo en el Perú, fue la época durante la cual, El Estado Peruano recibió constantes atentados terroristas; que se extendió desde 1980 hasta el año 2000.
Los ataques, fueron perpetrados por grupos armados, no considerados como fuerzas regulares; y disminuyó notablemente, alrededor de 2000, considerándose como “el fin del terrorismo”
No obstante, actualmente, las acciones armadas se han desplazado a ciertas zonas de la selva, y los grupos terroristas, se han aliado con narcotraficantes de la zona, por lo que ahora se le considera “Narcoterrorismo”
Las acciones terroristas, estuvieron marcadas por los enfrentamientos de los grupos:
Sendero Luminoso, y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), contra El Estado Peruano, que conllevaron a la derrota total del MRTA, y al desplazamiento de Sendero Luminoso, a ciertas zonas la selva.
Entre 1980 y 2000, se estima, según datos de La Comisión de La Verdad y Reconciliación, que fallecieron cerca de 70,000 personas.
Las principales víctimas, fueron los campesinos habitantes de las zonas más pobres y desprotegidas del país.
La mayoría de ellos, fueron indígenas andinos, sobre todo campesinos (56%), hablantes de quechua (75%), pobres (68%), de zonas rurales (79%), entre otras.
Los terroristas y los militares, atacaron deliberadamente a civiles, convirtiendo a este conflicto, en el más sangriento de la historia peruana.
La reacción de Sendero Luminoso, a la intervención de militares del gobierno peruano en la guerra, no fue disminuir, sino aumentar a su máxima expresión, el nivel de violencia en el campo.
Sendero Luminoso, atacó por el método chino de la sorpresa y la emboscada, a la policía, militares, y civiles, que consideraba “enemigos de clase”, para lo cual, utilizó a menudo, métodos particularmente sangrientos para matar a sus víctimas.
Estas matanzas, junto con la falta de respeto de Sendero Luminoso a la cultura andina tradicional de los campesinos que reclamaba representar, alejó a mucha gente de la sierra, de Sendero Luminoso.
Frente a una población organizada en autodefensa, la guerra de guerrillas de Sendero Luminoso, comenzó a tambalearse.
En algunas áreas, los campesinos formaron patrullas anti-Sendero Luminoso, llamadas “rondas campesinas”
Generalmente, estaban pobremente equipadas, a pesar de las donaciones de armas por parte de Las Fuerzas Armadas; sin embargo, las guerrillas de Sendero Luminoso, eran atacadas militarmente por las rondas.
Como respuesta, Sendero Luminoso entró en la provincia de Huancasancos, y en los pueblos de Yanaccollpa, Ataccara, Llacchua, Muylacruz, y Lucanamarca, donde mataron a 69 personas, mucho de los cuales, eran niños, incluyendo uno que tenía solo 6 meses de edad.
También asesinaron a varias mujeres, algunas de las cuales, estaban embarazadas.
Muchos murieron por tajos de machete, y a algunos les dispararon a corto alcance en la cabeza.
Esta fue la primera masacre realizada por Sendero Luminoso, a una comunidad campesina; y siguieron otros incidentes, tal como el ocurrido en Hauyllo, en el distrito de Tambo, provincia La Mar, departamento de Ayacucho.
En esa comunidad, Sendero Luminoso mató a 47 campesinos, incluyendo 14 niños, en edades de 4 a 15 años.
Durante este período, estas 2 fuerzas, entablaron combate entre sí, y con El Estado Peruano, lo cual, según las investigaciones de La CVR, creada por el gobierno de transición en Perú, entre 2000 y 2001; ha dejado como resultado, unos 70 mil muertos, y miles de víctimas de vejaciones.
Según los mismos informes, las mujeres fueron de las más afectadas, ya que 7. 426, fueron víctimas, y sufrieron desaparición forzada, detención ilegal, tortura, y ejecución extrajudicial.
La mayoría, también soportaron abusos sexuales, según informes de La CVR, el 83% de las violaciones, son atribuidas a agentes del Estado.
De los casos, el 75% eran de mujeres quechuas; población dentro de la cual, el 83% era de origen rural, 36% campesinas, y 30%, amas de casa.
Dentro de esta población, se halla un número superior de víctimas, cuyas edades oscilan entre los 10 y los 30 años, mientras un 8% eran niñas menores de 10 años.
Así pues, con este marco histórico, el cine, es un medio de comunicación que permite contar historias, con matices infinitos, y que nunca se agotarán.
Cada historia puede ser manipulada para que signifique una cosa u otra.
Pero siempre considerando un objetivo.
El cine real, es una corriente que siempre he apreciado, porque me permite vislumbrar diversas partes de la cultura, que ciertamente necesito conocer.
“¡No ves cómo quieres seguir viviendo!”
La Teta Asustada es una película dramática peruana, del año 2009, escrita y dirigida por Claudia Llosa.
Protagonizada por Magaly Solier, Marino Ballón, Susi Sánchez, Efraín Solís, Bárbara Lazón, Karla Heredia, Delci Heredia, Anita Chaquiri, Fernando Caycho, Leandro Mostorino, Summy Lapa, María del Pilar, entre otros.
La Teta Asustada fue producida con capital peruano y español; y se centra en los temores de las mujeres, que fueron violadas durante la violencia política que vivió Perú, en las 2 últimas décadas del siglo XX.
La Teta Asustada, trata sobre una enfermedad de la cosmovisión indo americana, denominada “Síndrome del Susto”, y que es provocada por un evento estresante extremo, que puede involucrar otra persona, un animal, o una situación o evento, que conduce a la pérdida de sustancia, o fuerza vital, en realidad, se trata de un trauma psicológico, no tratado.
Este sugestivo nombre, “La Teta Asustada”, hace referencia a una creencia entre los pobladores de zonas rurales del Perú, víctimas de la violencia durante la época del terrorismo en el Perú.
Este nombre, está inspirado a su vez, en la obra “Entre Prójimos El Conflicto Armado Interno y La Política de La Reconciliación en el Perú”, de Kimberly Theidon, donde se describe dicha creencia.
En quechua, “ñuñu” es tanto “teta” como “leche”, según el contexto, y el sufijo.
“Con el término “La Teta Asustada”, yo busque una manera de captar este doble sentido:
Es decir, captar como las fuertes emociones negativas, alteran el cuerpo mismo, y como por medio de la sangre en útero, o la leche una madre, podría pasar este malestar a su bebe” dijo la realizadora.
El guión, escrito para un público académico, problematiza desde una perspectiva etnográfica, las formas culturalmente específicas, mediante las cuales, mujeres víctimas de la violencia, han tratado de lidiar con el dolor y el miedo.
Desde la ficción, y desde la mirada de una subjetividad femenina, La Teta Asustada se entrelaza, dialoga, y delibera entonces, con otros géneros discursivos que se ocupan de problemáticas, y poblaciones similares.
En 2010, La Teta Asustada fue nominada al premio Oscar, en la categoría de mejor película en idioma extranjero, convirtiéndose en la 1ª película peruana, en ser nominada al premio; y siendo una de 2 películas nominadas, que participaban en idioma español, y la primera en idioma quechua.
La Teta Asustada es la 1ª cinta peruana, que participa de manera oficial, en la competencia del famoso Berlinale, entre 18 largometrajes, y en cuya Edición Nº59, tuvo la oportunidad de escuchar el idioma de los incas, el runa simi, o quechua, que se habla en Perú, Ecuador, Bolivia, y parte de Argentina.
Allí, mientras la directora explicaba a los medios internacionales, las características de esa lengua indígena, Magaly Soler, impresionó gratamente a los presentes, al interpretar algunas de las hermosas melodías, compuestas por ella misma para la obra, resultando La Teta Asustada, galardonada con el Goldener Bär, a La Mejor Película en El Festival Internacional de Cine de Berlín.
La Teta Asustada fue grabada en la zona de Manchay, que se ubica en El Distrito de Pachacámac; que pertenece a la ciudad de Lima; y se ambienta en un barrio periférico de Lima, donde los integrantes mezclan sus tradiciones ancestrales, con tintes de la globalización.
Allí, Fausta (Magaly Solier) padece de “La Teta Asustada”, una enfermedad que se transmite por la leche materna, de mujeres maltratadas, durante la época del terrorismo en el Perú.
Los infectados, nacen sin alma, porque del susto se escondió en la tierra, y cargan un terror atávico que les aísla por completo.
Pero Fausta esconde algo más; guarda un secreto que no quiere revelar, hasta que la súbita muerte de Perpetua (Bárbara Lazón), su madre, desencadenará hechos inesperados, que transformarán su vida, y la de otros.
Así pues, La Teta Asustada cuenta la búsqueda de un florecer; un viaje del miedo, a la libertad; que tras su manto de aparente sencillez, camufla multitud de pliegues y matices, y queda formulada en base a dicotomías tan opuestas, como la vida y la muerte, la alegría y la tristeza, el pesimismo y la esperanza, la valentía y el miedo, la tradición y el progreso, el olvido y el recuerdo, la realidad y el realismo mágico, entre otros.
“Mira el mar mamá”
La Teta Asustada, mezcla de un realismo mágico y cine misterioso, nos embarca en la aventura de Fausta, en su lucha interior, por dejar atrás sus traumas y miedos, y empezar a vivir libremente, sin ser atormentada por el pasado, y lo anacrónica de sus tradiciones e ideas.
La Teta Asustada es deliberadamente lenta, y pausada, lo cual permite apreciar con mayor atención la simbología, y el uso de la metáfora en la misma, donde lo importante no es mostrarnos una historia de acción, intensa, con giros inesperados, desenlace impresionante, ni grandes diálogos; en esta historia, predomina el silencio, las miradas, los paisajes, la música, la poesía, en fin, todo aquí, trae un mensaje detrás de lo que la cámara nos puede mostrar.
Eso sin dejar de lado, un excepcional guión, donde podemos echar un vistazo a la realidad post terrorismo, de una manera más individualizada.
Por tanto, La Teta Asustada es un tema histórico, de actualidad, ya que trata sobre la memoria del pasado, la necesidad de justicia, el miedo a volver a esos tiempos, de las heridas históricas, que no cicatrizan.
Fausta, mantiene una estrecha relación con su madre indígena, y es básicamente, un personaje desamparado.
Por un lado, no tiene dónde enterrar a su madre, por otro, se ve imposibilitada de conectar emocionalmente con las personas de su entorno, en especial con los hombres.
Crece en ella, una fuerte melancolía de la que sus parientes son testigos.
Como telón de fondo, el rumor del mal que la aqueja, es vivido como estigma, y es una gran fuente de sufrimiento de hondo significado femenino.
Fausta canta para conjurar su mal.
Para ello, utiliza su lengua materna, el quechua, que es el cordón que la ata a la teta de su madre.
Una teta asustada, que ella padece, y que configura su desdibujada alma.
Como otras mujeres con el mismo mal, Fausta introduce en su vagina un tubérculo, con el que espera producir rechazo en potenciales violadores, y se plantea la misión de dar sepultura al cuerpo de su madre, que guarda, como reliquia, en su propia habitación.
Para ello, se emplea como criada en la casa de una pianista, Aída (Susi Sánchez), que ha perdido la inspiración.
La canción que la acompaña, le es arrebatada por su patrona, ocasión para que la directora pinte el clasismo reinante en las clases pudientes de Lima, quien se la roba, para su beneficio personal.
Despojada del único vestigio de identidad, Fausta consigue que su cuerpo expulse el miedo contagiado por su madre, y logre un equilibrio en el que tiene especial importancia el amor callado de un hombre.
El amor la redime.
En ocasiones, la historia parece teñida por el realismo mágico; pero es sencillamente, el contraste de las personas, que buscan olvidar la violencia.
Cuando reflexiono sobre las mujeres, y su deseo de no recordar, y “martirizar sus cuerpos”, cuando recuerdo las muchas mujeres que temían amamantar a sus bebes, y pasarles su “leche de pena y preocupación”, me parece que nos ofrecen un ejemplo elocuente, de cómo las memorias dolorosas, acumulan en el cuerpo, y como ellas pueden, literalmente sufrir de los síntomas de la historia.
Reitero, que las memorias, no solamente se sedimentan en los edificios, en el paisaje, o en otros símbolos diseñados para propiciar el recuerdo.
Las memorias, también se sedimentan en nuestros cuerpos, convirtiéndolos en procesos, y sitios históricos.
La Teta Asustada, muestra a Fausta, y el pueblo donde vive:
Los actores, extras, son pobladores de aquel lugar llamado Manchay, de origen provinciano, quienes emigraron a la capital, durante los años 80, y se vieron en la necesidad de subsistir, estableciéndose en las periferias de Lima, o los desiertos, sin luz, agua potable, ni alcantarillado, y pese a sus limitaciones materiales, construyeron una ciudad.
La Teta Asustada, nos muestra el poblado en su 2ª fase, es decir, habitada por los pioneros, y los hijos de estos, nacidos en Lima.
La directora muestra la vida de este pueblo, y cuenta la historia de Fausta, en medio de ellos.
La Teta Asustada, parte del principio de que, la realidad de un pueblo, es inquebrantable.
Y es que resulta ser así, cuando vemos sus costumbres, sus tradiciones, y el concepto de vida tan particular que tienen.
No es algo curioso, ni jocoso.
Es la realidad pura, lo que la directora Claudia Llosa nos transmite con su opera prima.
Ella analiza con detalle, una sociedad que ha quedado enmarcada, en lo que fue y seguirá siendo una tragedia.
Con La Teta Asustada, se mimetizan costumbres de una sociedad pobre, ignorante, y con déficit de desarrollo.
Todo esto sirve para envolver a una chica, que ha nacido con una deficiencia emocional bárbara.
Ella solo siente una cosa:
¡Miedo!
Miedo al contacto con otras personas.
Miedo a un desarrollo emocional.
Miedo a la quebradura de un estándar de vida, que no la satisface.
Y el peor de todo:
Miedo a vivir.
“En Perú, la papa tiene muchas connotaciones:
Es la raíz, la fertilidad, la tradición, lo que somos, esa carga del pasado, esa herida, el trauma que queremos esconder”, explicó la directora.
Con la papa, Fausta pretende impedir la violación, pero en realidad, la mantiene presente.
Cuando la papa empieza a germinar en su cuerpo, ella corta los brotes, como si cortara las uñas, o los pelos de un cadáver.
La papa es un cadáver; Fausta conserva a la muerte dentro de sí.
Sigue vinculada al pasado doloroso, que le impide integrarse al mundo emergente que la rodea.
La introducción de la papa en la vagina de Fausta, fue un elemento ficticio, aclaró Claudia Llosa, debido a que “la papa es un tapón, el eyector de cualquier ente extraño”
La directora, se destaca por usar un retrato no lineal de la madurez necesaria para alguien que ha evolucionado.
Ha roto estándares:
Fausta, después de “desarrollarse”, nunca será la misma, y el último plano, no pretende otra cosa, que exudar esperanza, y prepararnos para indagar sobre el futuro de la chica, una vez que ha sido liberada de la represión personal, que ella misma ha creado.
Por otro lado, la casa de Aída, nos hace reparar en la representación de la ciudad, que hasta el momento hemos visto:
Lima, es un pueblo joven, lleno de inmigrantes con costumbres pintorescas.
La casa de Aída, está rodeada por esa Lima, a su puerta se ve un mercadillo; sin embargo, semeja una fortaleza, con un inmenso jardín, fachada neocolonial, y mobiliario colonial, y cuando desciende, la puerta automática, es como si se cerraran los ojos, y los oídos de una clase:
No se ve más el entorno, ni se le escucha.
La relación de Aída con Fausta, ambos nombre operísticos, y literarios; podrá ser leída a partir de esta escenografía, asimismo, como de carácter colonial:
Al percatarse Aída, de cierta cualidad de Fausta, la explotará como un recurso.
Pero la casa de Aída, tiene otras connotaciones:
Aída, es una especie de Mefistófeles, que hace un pacto con la protagonista.
Fausta, cuyo nombre no resulta casual, le da sus canciones, a cambio de unas perlas, con las que podría pagar el entierro de su madre.
Mefistófeles/Aída, no cumple el acuerdo, pero Fausta se sale con la suya, aunque no se sabe bien cómo, es lo que constituye, el error más importante del relato.
“Ella emplea la música como vehículo de catarsis, y medio de reparación simbólica, de sanación inconsciente” afirmó Llosa.
La canción de Fausta, con la que gana su primera perla, no es casual tampoco:
Habla del pacto con una sirena.
En la cultura andina, existe la creencia, de que algunos músicos pactan con las sirenas, como si lo hicieran con el diablo.
Ellas les afinan los instrumentos, o les otorgan un don, a cambio de su alma.
El tiempo de vida de los músicos, es contado por la sirena, en granos de “quinua”, que el sujeto tentado le entrega.
Cuando acaba el conteo, acaba la vida del músico, y la sirena se lleva su alma al fondo del mar, o al infierno.
La canción de Fausta, que encandila a Aída, narra esa historia, granos de “quinua” incluidos.
Posteriormente, después de la extirpación de la papa, vemos que Fausta lleva en una mano, las perlas.
Se ha producido la catarsis:
La muerte ha sido expulsada, y Fausta ha recuperado su alma.
Las 2 escenas finales, son también altamente significativas:
Aquella con el cadáver de la madre frente a un mar, “que lava las penas”, hemos oído la frase cuando Fausta lució atraída, al comienzo, hacia un ataúd pintado con motivos marinos; y, luego, la que contiene la imagen de la papa florecida, en manos de la protagonista, es decir, la muerte transformada en vida, y el cadáver en semilla.
El mar, como punto final, es un símbolo.
La directora nos muestra una imagen de esperanza, en frente de tanto sufrimiento y desolación.
La Teta Asustada termina con Fausta, recibiendo de parte del jardinero, el tubérculo germinado, y mostrando sus flores.
Un mensaje, que puede encerrar mucho, como el perder el miedo a recordar, pues de esa manera, se puede perdonar, reflexionar, y continuar luchando en pro de la vida.
El fondo de la historia, hablando en tiempos reales; es muy cruda, y supongo que eso me chocó al escuchar durante los primeros minutos, esa cruda canción de la madre, sobre su violación, la lactancia, el pene, y el crimen.
No parece fortuito, asimismo, que el quechua, sea el idioma de la madre, y por tanto, del pasado; y el castellano, el idioma del presente, y del futuro.
Cuando teme y retrocede, Fausta se refugia en el recuerdo materno, y canta en quechua; pero cuando emerge su propia voz, en la canción de la sirena, por ejemplo, la lengua es el castellano, y la canción, aunque con temática y reminiscencia andinas, es más estilizada, fuerte, y occidental, que las escuchadas antes.
Por otro lado, “el mal de la teta asustada”, esa extraña enfermedad, es propia de mujeres que sufrieron directamente la violencia de Sendero Luminoso, y los paramilitares, y que transmiten a los hijos, a quienes amamantan, dejándolos “sin alma”
Una buena ocasión, para recrear parte de la historia dolida de Perú, y las repercusiones que deja en sectores sociales marginales y, en cierto modo, desclasados.
Es Perpetua, quien fue víctima de una violación, y fue obligada a ver morir a su esposo, y exiliarse a Lima.
En este caso, el terror de Fausta, se puede observar, entre otras cosas, en la necesidad constante de andar acompañada por la calle, y se manifiesta corporalmente con hemorragias nasales, ante momentos de crisis.
A los pocos minutos de iniciada la obra, nos enteramos además, que lleva una papa en la vagina, para evitar ser violada como su madre…
En todo momento, la directora deja que las imágenes, metafóricas y bucólicas, hablen más que las propias palabras, escasas, e incluso incomprensibles, debido al uso de la lengua quechua, propia de la parte occidental de Sudamérica que, aún sin entenderla, transmite todo el dolor imaginable, como ejemplifica el canto con el que la obra sube el telón, desgarrador.
Y es que muchos de los encuadres de La Teta Asustada, podrían ser retratos pictóricos de primer nivel, trufados de dobles lecturas, genialmente dispuestos; un hecho por el que no resulta aconsejable a todo tipo de público, sino a aquel al que, primero, se solidarice con su nada complaciente telón de fondo y, segundo, el que sea capaz de dejarse embriagar por el poder de unas imágenes, destinadas a denunciar la diferencia de clases, como la escena del taxi, desgarradora; la soledad y el miedo, lacras del país andino, más contemporáneas de lo que parecen.
Y La Teta Asustada transciende, gracias también, a un gran reparto, poco conocido, sin duda, pero realista y convincente.
Todos bordan la dura tarea del dolor, pero una mujer brilla con fuerza, la inolvidable Fausta, interpretada sublimemente por Magaly Solier.
La actriz indígena ayacuchana, me pareció un personaje tan reprimido, que supongo que eso quería transmitir…
Lo que me impresiona, es el sentido con el que ha captado lo sutil, lo silencioso, lo simbólico, a través de gestos, miradas, pausas, y de las cosas que suceden fuera de cámara.
Claudia Llosa, se sirve más de imágenes, que de palabras, regalándonos una película sentida y emotiva, una manera muy poética de denunciar la barbarie.
Parte de la banda sonora, es del grupo de cumbia peruana, Los Destellos; pero es cautivante, sobre todo, las canciones de Magaly Solier; en una banda sonora, que fue compuesta principalmente por Selma Mutal, y que también integra canciones populares.
Lamentablemente, la banda sonora no ha sido lanzada, en ningún formato.
“Quizás algún día / tú sepas comprender / lo que lloré, lo que imploré de rodillas / a esos hijos de perra”
El Síndrome de La Teta Asustada, realmente es universal, si conversamos con las víctimas de la violencia interna, sobre todo, con las mujeres y los hijos, fruto de las múltiples violaciones sufridas, encontramos sin importar, si el conflicto se produjo en países americanos, africanos, y europeos, que los traumas son similares, con la diferencia que en los países europeos, las víctimas cuentan con servicios públicos, de ayuda psicológica, y reciben el apoyo de organismos no gubernamentales…
El drama de los hijos de las guerras civiles, es que sienten el rechazo de la comunidad, incluso de las propias madres, que tienen que convivir diariamente con el recuerdo.
Las secuelas de los traumas, se dan tanto en las víctimas, como victimarios, y pueden durar en algunos casos, varias generaciones.
También es conmovedor ver, actualmente, a las familias campesinas indígenas en todo América, llorar por sus muertos, cuando por primera vez, son desenterrados de fosas comunes clandestinas, donde han permanecido en algunos casos, más de 20 años, cuyos verdugos nunca serán juzgados, y permanecerán en la impunidad absoluta.
Un factor adicional, que agrava la violencia en Latinoamérica, es el racismo que muestran las tropas gubernamentales, y la clase gobernante que no logran romper el lazo emocional del pasado colonial.
Aunque criticada por algunos sectores indigenistas peruanos, que acusan a Claudia Llosa, de demasiado generalista, y de presentar la cultura indígena como inferior, La Teta Asustada es sumamente valiosa, por aspectos que van más allá de los desdichados episodios históricos.
Por una parte, muestra el resultado de la violencia contra las mujeres, como sinónimo de perder la vida.
Por otra, expresa la respuesta en una forma poética, y desgarrada, en la que no pareciera dar lugar a la esperanza.
Doblemente despojada, Fausta sufre la violencia de los hombres, y de la burguesía, en un doble juego de exterminio.
No importa el antagonismo indígena/blanco, quechua/castellano, pobre/rico.
El tema de La Teta Asustada, es la violencia contra las mujeres, que las deja sin alma, y sin remedio.
Este tema, está entroncado con enfermedades populares de Latinoamérica, y que están descritas en la medicina indo-latinoamericana.
Se trata del “Síndrome del Susto”, que se da en situaciones incontrolables, tanto de orden humano, como:
Violaciones, matanzas colectivas, mutilaciones, como de orden natural:
Terremotos, inundaciones, incendios, aludes...
En el Perú actual, todavía existen las heridas del pasado, y La Teta Asustada, lleva a una reflexión en épocas de paz.
La nueva generación en el Perú, no tiene idea sobre lo ocurrido en los Andes, durante la llamada “Época del Terrorismo” donde se calcula, entre 55,000 y 60,000 personas asesinadas, en su mayoría, en los Andes peruanos.
Actualmente, hay centenares de casos de mujeres peruanas violadas, que se atrevieron a denunciar los crímenes de las que fueron víctimas, tanto por parte de Sendero Luminoso, como por los paramilitares.
Generalmente pobres y analfabetas, esperan una justicia que difícilmente llegue.
Y La Teta Asustada, las ha hecho visibles, ya no tienen miedo, pues han sido liberadas.
“Fausta...
No te dejes morir”
Búscate, búscate / tu alma perdido en tinieblas, / búscate en la tierra, / Búscate”
El Terrorismo en el Perú, fue la época durante la cual, El Estado Peruano recibió constantes atentados terroristas; que se extendió desde 1980 hasta el año 2000.
Los ataques, fueron perpetrados por grupos armados, no considerados como fuerzas regulares; y disminuyó notablemente, alrededor de 2000, considerándose como “el fin del terrorismo”
No obstante, actualmente, las acciones armadas se han desplazado a ciertas zonas de la selva, y los grupos terroristas, se han aliado con narcotraficantes de la zona, por lo que ahora se le considera “Narcoterrorismo”
Las acciones terroristas, estuvieron marcadas por los enfrentamientos de los grupos:
Sendero Luminoso, y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), contra El Estado Peruano, que conllevaron a la derrota total del MRTA, y al desplazamiento de Sendero Luminoso, a ciertas zonas la selva.
Entre 1980 y 2000, se estima, según datos de La Comisión de La Verdad y Reconciliación, que fallecieron cerca de 70,000 personas.
Las principales víctimas, fueron los campesinos habitantes de las zonas más pobres y desprotegidas del país.
La mayoría de ellos, fueron indígenas andinos, sobre todo campesinos (56%), hablantes de quechua (75%), pobres (68%), de zonas rurales (79%), entre otras.
Los terroristas y los militares, atacaron deliberadamente a civiles, convirtiendo a este conflicto, en el más sangriento de la historia peruana.
La reacción de Sendero Luminoso, a la intervención de militares del gobierno peruano en la guerra, no fue disminuir, sino aumentar a su máxima expresión, el nivel de violencia en el campo.
Sendero Luminoso, atacó por el método chino de la sorpresa y la emboscada, a la policía, militares, y civiles, que consideraba “enemigos de clase”, para lo cual, utilizó a menudo, métodos particularmente sangrientos para matar a sus víctimas.
Estas matanzas, junto con la falta de respeto de Sendero Luminoso a la cultura andina tradicional de los campesinos que reclamaba representar, alejó a mucha gente de la sierra, de Sendero Luminoso.
Frente a una población organizada en autodefensa, la guerra de guerrillas de Sendero Luminoso, comenzó a tambalearse.
En algunas áreas, los campesinos formaron patrullas anti-Sendero Luminoso, llamadas “rondas campesinas”
Generalmente, estaban pobremente equipadas, a pesar de las donaciones de armas por parte de Las Fuerzas Armadas; sin embargo, las guerrillas de Sendero Luminoso, eran atacadas militarmente por las rondas.
Como respuesta, Sendero Luminoso entró en la provincia de Huancasancos, y en los pueblos de Yanaccollpa, Ataccara, Llacchua, Muylacruz, y Lucanamarca, donde mataron a 69 personas, mucho de los cuales, eran niños, incluyendo uno que tenía solo 6 meses de edad.
También asesinaron a varias mujeres, algunas de las cuales, estaban embarazadas.
Muchos murieron por tajos de machete, y a algunos les dispararon a corto alcance en la cabeza.
Esta fue la primera masacre realizada por Sendero Luminoso, a una comunidad campesina; y siguieron otros incidentes, tal como el ocurrido en Hauyllo, en el distrito de Tambo, provincia La Mar, departamento de Ayacucho.
En esa comunidad, Sendero Luminoso mató a 47 campesinos, incluyendo 14 niños, en edades de 4 a 15 años.
Durante este período, estas 2 fuerzas, entablaron combate entre sí, y con El Estado Peruano, lo cual, según las investigaciones de La CVR, creada por el gobierno de transición en Perú, entre 2000 y 2001; ha dejado como resultado, unos 70 mil muertos, y miles de víctimas de vejaciones.
Según los mismos informes, las mujeres fueron de las más afectadas, ya que 7. 426, fueron víctimas, y sufrieron desaparición forzada, detención ilegal, tortura, y ejecución extrajudicial.
La mayoría, también soportaron abusos sexuales, según informes de La CVR, el 83% de las violaciones, son atribuidas a agentes del Estado.
De los casos, el 75% eran de mujeres quechuas; población dentro de la cual, el 83% era de origen rural, 36% campesinas, y 30%, amas de casa.
Dentro de esta población, se halla un número superior de víctimas, cuyas edades oscilan entre los 10 y los 30 años, mientras un 8% eran niñas menores de 10 años.
Así pues, con este marco histórico, el cine, es un medio de comunicación que permite contar historias, con matices infinitos, y que nunca se agotarán.
Cada historia puede ser manipulada para que signifique una cosa u otra.
Pero siempre considerando un objetivo.
El cine real, es una corriente que siempre he apreciado, porque me permite vislumbrar diversas partes de la cultura, que ciertamente necesito conocer.
“¡No ves cómo quieres seguir viviendo!”
La Teta Asustada es una película dramática peruana, del año 2009, escrita y dirigida por Claudia Llosa.
Protagonizada por Magaly Solier, Marino Ballón, Susi Sánchez, Efraín Solís, Bárbara Lazón, Karla Heredia, Delci Heredia, Anita Chaquiri, Fernando Caycho, Leandro Mostorino, Summy Lapa, María del Pilar, entre otros.
La Teta Asustada fue producida con capital peruano y español; y se centra en los temores de las mujeres, que fueron violadas durante la violencia política que vivió Perú, en las 2 últimas décadas del siglo XX.
La Teta Asustada, trata sobre una enfermedad de la cosmovisión indo americana, denominada “Síndrome del Susto”, y que es provocada por un evento estresante extremo, que puede involucrar otra persona, un animal, o una situación o evento, que conduce a la pérdida de sustancia, o fuerza vital, en realidad, se trata de un trauma psicológico, no tratado.
Este sugestivo nombre, “La Teta Asustada”, hace referencia a una creencia entre los pobladores de zonas rurales del Perú, víctimas de la violencia durante la época del terrorismo en el Perú.
Este nombre, está inspirado a su vez, en la obra “Entre Prójimos El Conflicto Armado Interno y La Política de La Reconciliación en el Perú”, de Kimberly Theidon, donde se describe dicha creencia.
En quechua, “ñuñu” es tanto “teta” como “leche”, según el contexto, y el sufijo.
“Con el término “La Teta Asustada”, yo busque una manera de captar este doble sentido:
Es decir, captar como las fuertes emociones negativas, alteran el cuerpo mismo, y como por medio de la sangre en útero, o la leche una madre, podría pasar este malestar a su bebe” dijo la realizadora.
El guión, escrito para un público académico, problematiza desde una perspectiva etnográfica, las formas culturalmente específicas, mediante las cuales, mujeres víctimas de la violencia, han tratado de lidiar con el dolor y el miedo.
Desde la ficción, y desde la mirada de una subjetividad femenina, La Teta Asustada se entrelaza, dialoga, y delibera entonces, con otros géneros discursivos que se ocupan de problemáticas, y poblaciones similares.
En 2010, La Teta Asustada fue nominada al premio Oscar, en la categoría de mejor película en idioma extranjero, convirtiéndose en la 1ª película peruana, en ser nominada al premio; y siendo una de 2 películas nominadas, que participaban en idioma español, y la primera en idioma quechua.
La Teta Asustada es la 1ª cinta peruana, que participa de manera oficial, en la competencia del famoso Berlinale, entre 18 largometrajes, y en cuya Edición Nº59, tuvo la oportunidad de escuchar el idioma de los incas, el runa simi, o quechua, que se habla en Perú, Ecuador, Bolivia, y parte de Argentina.
Allí, mientras la directora explicaba a los medios internacionales, las características de esa lengua indígena, Magaly Soler, impresionó gratamente a los presentes, al interpretar algunas de las hermosas melodías, compuestas por ella misma para la obra, resultando La Teta Asustada, galardonada con el Goldener Bär, a La Mejor Película en El Festival Internacional de Cine de Berlín.
La Teta Asustada fue grabada en la zona de Manchay, que se ubica en El Distrito de Pachacámac; que pertenece a la ciudad de Lima; y se ambienta en un barrio periférico de Lima, donde los integrantes mezclan sus tradiciones ancestrales, con tintes de la globalización.
Allí, Fausta (Magaly Solier) padece de “La Teta Asustada”, una enfermedad que se transmite por la leche materna, de mujeres maltratadas, durante la época del terrorismo en el Perú.
Los infectados, nacen sin alma, porque del susto se escondió en la tierra, y cargan un terror atávico que les aísla por completo.
Pero Fausta esconde algo más; guarda un secreto que no quiere revelar, hasta que la súbita muerte de Perpetua (Bárbara Lazón), su madre, desencadenará hechos inesperados, que transformarán su vida, y la de otros.
Así pues, La Teta Asustada cuenta la búsqueda de un florecer; un viaje del miedo, a la libertad; que tras su manto de aparente sencillez, camufla multitud de pliegues y matices, y queda formulada en base a dicotomías tan opuestas, como la vida y la muerte, la alegría y la tristeza, el pesimismo y la esperanza, la valentía y el miedo, la tradición y el progreso, el olvido y el recuerdo, la realidad y el realismo mágico, entre otros.
“Mira el mar mamá”
La Teta Asustada, mezcla de un realismo mágico y cine misterioso, nos embarca en la aventura de Fausta, en su lucha interior, por dejar atrás sus traumas y miedos, y empezar a vivir libremente, sin ser atormentada por el pasado, y lo anacrónica de sus tradiciones e ideas.
La Teta Asustada es deliberadamente lenta, y pausada, lo cual permite apreciar con mayor atención la simbología, y el uso de la metáfora en la misma, donde lo importante no es mostrarnos una historia de acción, intensa, con giros inesperados, desenlace impresionante, ni grandes diálogos; en esta historia, predomina el silencio, las miradas, los paisajes, la música, la poesía, en fin, todo aquí, trae un mensaje detrás de lo que la cámara nos puede mostrar.
Eso sin dejar de lado, un excepcional guión, donde podemos echar un vistazo a la realidad post terrorismo, de una manera más individualizada.
Por tanto, La Teta Asustada es un tema histórico, de actualidad, ya que trata sobre la memoria del pasado, la necesidad de justicia, el miedo a volver a esos tiempos, de las heridas históricas, que no cicatrizan.
Fausta, mantiene una estrecha relación con su madre indígena, y es básicamente, un personaje desamparado.
Por un lado, no tiene dónde enterrar a su madre, por otro, se ve imposibilitada de conectar emocionalmente con las personas de su entorno, en especial con los hombres.
Crece en ella, una fuerte melancolía de la que sus parientes son testigos.
Como telón de fondo, el rumor del mal que la aqueja, es vivido como estigma, y es una gran fuente de sufrimiento de hondo significado femenino.
Fausta canta para conjurar su mal.
Para ello, utiliza su lengua materna, el quechua, que es el cordón que la ata a la teta de su madre.
Una teta asustada, que ella padece, y que configura su desdibujada alma.
Como otras mujeres con el mismo mal, Fausta introduce en su vagina un tubérculo, con el que espera producir rechazo en potenciales violadores, y se plantea la misión de dar sepultura al cuerpo de su madre, que guarda, como reliquia, en su propia habitación.
Para ello, se emplea como criada en la casa de una pianista, Aída (Susi Sánchez), que ha perdido la inspiración.
La canción que la acompaña, le es arrebatada por su patrona, ocasión para que la directora pinte el clasismo reinante en las clases pudientes de Lima, quien se la roba, para su beneficio personal.
Despojada del único vestigio de identidad, Fausta consigue que su cuerpo expulse el miedo contagiado por su madre, y logre un equilibrio en el que tiene especial importancia el amor callado de un hombre.
El amor la redime.
En ocasiones, la historia parece teñida por el realismo mágico; pero es sencillamente, el contraste de las personas, que buscan olvidar la violencia.
Cuando reflexiono sobre las mujeres, y su deseo de no recordar, y “martirizar sus cuerpos”, cuando recuerdo las muchas mujeres que temían amamantar a sus bebes, y pasarles su “leche de pena y preocupación”, me parece que nos ofrecen un ejemplo elocuente, de cómo las memorias dolorosas, acumulan en el cuerpo, y como ellas pueden, literalmente sufrir de los síntomas de la historia.
Reitero, que las memorias, no solamente se sedimentan en los edificios, en el paisaje, o en otros símbolos diseñados para propiciar el recuerdo.
Las memorias, también se sedimentan en nuestros cuerpos, convirtiéndolos en procesos, y sitios históricos.
La Teta Asustada, muestra a Fausta, y el pueblo donde vive:
Los actores, extras, son pobladores de aquel lugar llamado Manchay, de origen provinciano, quienes emigraron a la capital, durante los años 80, y se vieron en la necesidad de subsistir, estableciéndose en las periferias de Lima, o los desiertos, sin luz, agua potable, ni alcantarillado, y pese a sus limitaciones materiales, construyeron una ciudad.
La Teta Asustada, nos muestra el poblado en su 2ª fase, es decir, habitada por los pioneros, y los hijos de estos, nacidos en Lima.
La directora muestra la vida de este pueblo, y cuenta la historia de Fausta, en medio de ellos.
La Teta Asustada, parte del principio de que, la realidad de un pueblo, es inquebrantable.
Y es que resulta ser así, cuando vemos sus costumbres, sus tradiciones, y el concepto de vida tan particular que tienen.
No es algo curioso, ni jocoso.
Es la realidad pura, lo que la directora Claudia Llosa nos transmite con su opera prima.
Ella analiza con detalle, una sociedad que ha quedado enmarcada, en lo que fue y seguirá siendo una tragedia.
Con La Teta Asustada, se mimetizan costumbres de una sociedad pobre, ignorante, y con déficit de desarrollo.
Todo esto sirve para envolver a una chica, que ha nacido con una deficiencia emocional bárbara.
Ella solo siente una cosa:
¡Miedo!
Miedo al contacto con otras personas.
Miedo a un desarrollo emocional.
Miedo a la quebradura de un estándar de vida, que no la satisface.
Y el peor de todo:
Miedo a vivir.
“En Perú, la papa tiene muchas connotaciones:
Es la raíz, la fertilidad, la tradición, lo que somos, esa carga del pasado, esa herida, el trauma que queremos esconder”, explicó la directora.
Con la papa, Fausta pretende impedir la violación, pero en realidad, la mantiene presente.
Cuando la papa empieza a germinar en su cuerpo, ella corta los brotes, como si cortara las uñas, o los pelos de un cadáver.
La papa es un cadáver; Fausta conserva a la muerte dentro de sí.
Sigue vinculada al pasado doloroso, que le impide integrarse al mundo emergente que la rodea.
La introducción de la papa en la vagina de Fausta, fue un elemento ficticio, aclaró Claudia Llosa, debido a que “la papa es un tapón, el eyector de cualquier ente extraño”
La directora, se destaca por usar un retrato no lineal de la madurez necesaria para alguien que ha evolucionado.
Ha roto estándares:
Fausta, después de “desarrollarse”, nunca será la misma, y el último plano, no pretende otra cosa, que exudar esperanza, y prepararnos para indagar sobre el futuro de la chica, una vez que ha sido liberada de la represión personal, que ella misma ha creado.
Por otro lado, la casa de Aída, nos hace reparar en la representación de la ciudad, que hasta el momento hemos visto:
Lima, es un pueblo joven, lleno de inmigrantes con costumbres pintorescas.
La casa de Aída, está rodeada por esa Lima, a su puerta se ve un mercadillo; sin embargo, semeja una fortaleza, con un inmenso jardín, fachada neocolonial, y mobiliario colonial, y cuando desciende, la puerta automática, es como si se cerraran los ojos, y los oídos de una clase:
No se ve más el entorno, ni se le escucha.
La relación de Aída con Fausta, ambos nombre operísticos, y literarios; podrá ser leída a partir de esta escenografía, asimismo, como de carácter colonial:
Al percatarse Aída, de cierta cualidad de Fausta, la explotará como un recurso.
Pero la casa de Aída, tiene otras connotaciones:
Aída, es una especie de Mefistófeles, que hace un pacto con la protagonista.
Fausta, cuyo nombre no resulta casual, le da sus canciones, a cambio de unas perlas, con las que podría pagar el entierro de su madre.
Mefistófeles/Aída, no cumple el acuerdo, pero Fausta se sale con la suya, aunque no se sabe bien cómo, es lo que constituye, el error más importante del relato.
“Ella emplea la música como vehículo de catarsis, y medio de reparación simbólica, de sanación inconsciente” afirmó Llosa.
La canción de Fausta, con la que gana su primera perla, no es casual tampoco:
Habla del pacto con una sirena.
En la cultura andina, existe la creencia, de que algunos músicos pactan con las sirenas, como si lo hicieran con el diablo.
Ellas les afinan los instrumentos, o les otorgan un don, a cambio de su alma.
El tiempo de vida de los músicos, es contado por la sirena, en granos de “quinua”, que el sujeto tentado le entrega.
Cuando acaba el conteo, acaba la vida del músico, y la sirena se lleva su alma al fondo del mar, o al infierno.
La canción de Fausta, que encandila a Aída, narra esa historia, granos de “quinua” incluidos.
Posteriormente, después de la extirpación de la papa, vemos que Fausta lleva en una mano, las perlas.
Se ha producido la catarsis:
La muerte ha sido expulsada, y Fausta ha recuperado su alma.
Las 2 escenas finales, son también altamente significativas:
Aquella con el cadáver de la madre frente a un mar, “que lava las penas”, hemos oído la frase cuando Fausta lució atraída, al comienzo, hacia un ataúd pintado con motivos marinos; y, luego, la que contiene la imagen de la papa florecida, en manos de la protagonista, es decir, la muerte transformada en vida, y el cadáver en semilla.
El mar, como punto final, es un símbolo.
La directora nos muestra una imagen de esperanza, en frente de tanto sufrimiento y desolación.
La Teta Asustada termina con Fausta, recibiendo de parte del jardinero, el tubérculo germinado, y mostrando sus flores.
Un mensaje, que puede encerrar mucho, como el perder el miedo a recordar, pues de esa manera, se puede perdonar, reflexionar, y continuar luchando en pro de la vida.
El fondo de la historia, hablando en tiempos reales; es muy cruda, y supongo que eso me chocó al escuchar durante los primeros minutos, esa cruda canción de la madre, sobre su violación, la lactancia, el pene, y el crimen.
No parece fortuito, asimismo, que el quechua, sea el idioma de la madre, y por tanto, del pasado; y el castellano, el idioma del presente, y del futuro.
Cuando teme y retrocede, Fausta se refugia en el recuerdo materno, y canta en quechua; pero cuando emerge su propia voz, en la canción de la sirena, por ejemplo, la lengua es el castellano, y la canción, aunque con temática y reminiscencia andinas, es más estilizada, fuerte, y occidental, que las escuchadas antes.
Por otro lado, “el mal de la teta asustada”, esa extraña enfermedad, es propia de mujeres que sufrieron directamente la violencia de Sendero Luminoso, y los paramilitares, y que transmiten a los hijos, a quienes amamantan, dejándolos “sin alma”
Una buena ocasión, para recrear parte de la historia dolida de Perú, y las repercusiones que deja en sectores sociales marginales y, en cierto modo, desclasados.
Es Perpetua, quien fue víctima de una violación, y fue obligada a ver morir a su esposo, y exiliarse a Lima.
En este caso, el terror de Fausta, se puede observar, entre otras cosas, en la necesidad constante de andar acompañada por la calle, y se manifiesta corporalmente con hemorragias nasales, ante momentos de crisis.
A los pocos minutos de iniciada la obra, nos enteramos además, que lleva una papa en la vagina, para evitar ser violada como su madre…
En todo momento, la directora deja que las imágenes, metafóricas y bucólicas, hablen más que las propias palabras, escasas, e incluso incomprensibles, debido al uso de la lengua quechua, propia de la parte occidental de Sudamérica que, aún sin entenderla, transmite todo el dolor imaginable, como ejemplifica el canto con el que la obra sube el telón, desgarrador.
Y es que muchos de los encuadres de La Teta Asustada, podrían ser retratos pictóricos de primer nivel, trufados de dobles lecturas, genialmente dispuestos; un hecho por el que no resulta aconsejable a todo tipo de público, sino a aquel al que, primero, se solidarice con su nada complaciente telón de fondo y, segundo, el que sea capaz de dejarse embriagar por el poder de unas imágenes, destinadas a denunciar la diferencia de clases, como la escena del taxi, desgarradora; la soledad y el miedo, lacras del país andino, más contemporáneas de lo que parecen.
Y La Teta Asustada transciende, gracias también, a un gran reparto, poco conocido, sin duda, pero realista y convincente.
Todos bordan la dura tarea del dolor, pero una mujer brilla con fuerza, la inolvidable Fausta, interpretada sublimemente por Magaly Solier.
La actriz indígena ayacuchana, me pareció un personaje tan reprimido, que supongo que eso quería transmitir…
Lo que me impresiona, es el sentido con el que ha captado lo sutil, lo silencioso, lo simbólico, a través de gestos, miradas, pausas, y de las cosas que suceden fuera de cámara.
Claudia Llosa, se sirve más de imágenes, que de palabras, regalándonos una película sentida y emotiva, una manera muy poética de denunciar la barbarie.
Parte de la banda sonora, es del grupo de cumbia peruana, Los Destellos; pero es cautivante, sobre todo, las canciones de Magaly Solier; en una banda sonora, que fue compuesta principalmente por Selma Mutal, y que también integra canciones populares.
Lamentablemente, la banda sonora no ha sido lanzada, en ningún formato.
“Quizás algún día / tú sepas comprender / lo que lloré, lo que imploré de rodillas / a esos hijos de perra”
El Síndrome de La Teta Asustada, realmente es universal, si conversamos con las víctimas de la violencia interna, sobre todo, con las mujeres y los hijos, fruto de las múltiples violaciones sufridas, encontramos sin importar, si el conflicto se produjo en países americanos, africanos, y europeos, que los traumas son similares, con la diferencia que en los países europeos, las víctimas cuentan con servicios públicos, de ayuda psicológica, y reciben el apoyo de organismos no gubernamentales…
El drama de los hijos de las guerras civiles, es que sienten el rechazo de la comunidad, incluso de las propias madres, que tienen que convivir diariamente con el recuerdo.
Las secuelas de los traumas, se dan tanto en las víctimas, como victimarios, y pueden durar en algunos casos, varias generaciones.
También es conmovedor ver, actualmente, a las familias campesinas indígenas en todo América, llorar por sus muertos, cuando por primera vez, son desenterrados de fosas comunes clandestinas, donde han permanecido en algunos casos, más de 20 años, cuyos verdugos nunca serán juzgados, y permanecerán en la impunidad absoluta.
Un factor adicional, que agrava la violencia en Latinoamérica, es el racismo que muestran las tropas gubernamentales, y la clase gobernante que no logran romper el lazo emocional del pasado colonial.
Aunque criticada por algunos sectores indigenistas peruanos, que acusan a Claudia Llosa, de demasiado generalista, y de presentar la cultura indígena como inferior, La Teta Asustada es sumamente valiosa, por aspectos que van más allá de los desdichados episodios históricos.
Por una parte, muestra el resultado de la violencia contra las mujeres, como sinónimo de perder la vida.
Por otra, expresa la respuesta en una forma poética, y desgarrada, en la que no pareciera dar lugar a la esperanza.
Doblemente despojada, Fausta sufre la violencia de los hombres, y de la burguesía, en un doble juego de exterminio.
No importa el antagonismo indígena/blanco, quechua/castellano, pobre/rico.
El tema de La Teta Asustada, es la violencia contra las mujeres, que las deja sin alma, y sin remedio.
Este tema, está entroncado con enfermedades populares de Latinoamérica, y que están descritas en la medicina indo-latinoamericana.
Se trata del “Síndrome del Susto”, que se da en situaciones incontrolables, tanto de orden humano, como:
Violaciones, matanzas colectivas, mutilaciones, como de orden natural:
Terremotos, inundaciones, incendios, aludes...
En el Perú actual, todavía existen las heridas del pasado, y La Teta Asustada, lleva a una reflexión en épocas de paz.
La nueva generación en el Perú, no tiene idea sobre lo ocurrido en los Andes, durante la llamada “Época del Terrorismo” donde se calcula, entre 55,000 y 60,000 personas asesinadas, en su mayoría, en los Andes peruanos.
Actualmente, hay centenares de casos de mujeres peruanas violadas, que se atrevieron a denunciar los crímenes de las que fueron víctimas, tanto por parte de Sendero Luminoso, como por los paramilitares.
Generalmente pobres y analfabetas, esperan una justicia que difícilmente llegue.
Y La Teta Asustada, las ha hecho visibles, ya no tienen miedo, pues han sido liberadas.
“Fausta...
No te dejes morir”
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