Funny Games

“Er will nur, um ein Spiel zu haben”
(Él sólo quiere tener un juego)

Ah, la perversión de los primeros juegos…
Los adolescentes son crueles, los niños son crueles, es instinto…
Aprendemos a contenernos, pero el ansia, la sed, subsiste.
Los primeros juegos, deciden quién está arriba, y quién está abajo; cómo se configura la cadena de poder.
Cualquier excusa es buena para jugar, para imponerse, para humillar.
Es afortunado, que los niños sean pequeños, de lo contrario, pocos llegaríamos vivos a la adolescencia.
Cada juego, es una oportunidad para rectificar, una regresión más, que aclare el lugar que nos corresponde.
Por tanto, el ser humano, es jodidamente retorcido, inhumano, y desesperadamente, básico.
Estos 2 sentimientos encontrados, el odiar a los villanos, pero al mismo tiempo, querer observar cómo hacen sufrir a los demás; conforman una grandísima hipocresía, que posee todo fanático de los films que incluyan porno-tortura.
Los “thrillers” llamados “home invasion”, suelen llevarse muy bien con la porno-tortura; y no sólo este género en particular, sino también el terror, y en especial, el gore.
Cuando se mezclan estos géneros, los mencionados anteriormente, y la porno-tortura, se obtiene una estructura fílmica, bastante interesante:
Un verdugo, o un grupo de verdugos, se encargan de torturar a un grupo de víctimas, quienes a través de su dolor, le producen placer al espectador.
Y es que la sociedad ha llegado a un punto, donde las desgracias del ser humano, son motivo de placer, tanto en el mundo de la ficción, como en la realidad.
¿Qué clase de sádico es usted, para desear ver, cómo muere lentamente una persona?
“Lassen Sie uns nun eine Wette.
Sie wetten, dass am Leben morgen um 09.00 Uhr sein; und wir, die tot sind”
(Ahora vamos a hacer una apuesta.
Ustedes apuestan a que estarán vivos mañana a las 9 de la mañana; y nosotros, que estarán muertos)
Funny Games es una película austriaca, de terror, del año 1997, escrita y dirigida por Michael Haneke.
Protagonizada por Susanne Lothar, Ulrich Mühe, Arno Frisch, Frank Giering, Stefan Clapczynski, y Doris Kunstmann.
Este director austriaco, famoso por sus constantes críticas hacia el comportamiento del ser humano, en la sociedad moderna, decide darle una vuelta de tuerca a los “thrillers” psicológicos, en este experimento nihilista, donde lo que menos veremos, serán “juegos divertidos”
Funny Games, participó en La Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Cannes de 1997;  recibiendo el premio FIPRESCI, que concede La Federación Internacional de La Prensa Cinematográfica, una de las categorías que ofrece El Festival; que durante su proyección, ocurrió un impactante suceso:
La audiencia se sorprendió bastante, y muchos espectadores, entre ellos algunos críticos de cine, se marcharon de la sala.
Al respecto Haneke dijo:
“Me parece hipócrita ver Funny Games hasta el final, y luego decir que no se pueden hacer estas cosas…
Yo siempre he dicho, que era una película que uno mira, si lo necesita.
Porque si no necesitas verla, simplemente te vas.
Si alguien se queda hasta el final, es porque lo necesita.
Ser torturado durante este lapso de tiempo para entender.
Y si uno quiere, enseguida lo entiende.
Yo pienso:
“¿Por qué te has quedado?”
Claro que querías saber y sentir hasta el final.
Funny Games es mi única película provocativa.
Me lo han reprochado, pero nunca quise ser provocativo.
En cambio sí es cierto en Funny Games.
Me hacía ilusión no tanto sacudir, sino espabilar.
Fíjate en lo que acostumbras mirar.
Ellos han aplaudido un crimen”
De hecho, el director Michael Haneke, declaró que nunca tuvo la intención de que Funny Games fuese una película de terror.
Su idea inicial, era hacer una película con un comentario moralista, sobre la influencia de la violencia en la sociedad:
“Es un poco sarcástico, pero quiero denunciar, que todos somos cómplices, si vemos películas de este tipo”
En 2007, el director hizo una versión en inglés, para conseguir mercado en Estados Unidos.
Como casi todas sus películas, Funny Games provocó grandes reacciones entre el público, y ayudó a que la fama del director creciera en ámbitos más amplios, y en círculos más comerciales.
Funny Games inicia con Anna (Susanne Lothar), se dirige a su casa de veraneo junto al lago, con su marido Georg (Ulrich Mühe), y su hijo de 10 años Schorschi (Stefan Clapczynski), para desconectar del trabajo.
Poco después de instalarse, 2 jóvenes, Peter (Frank Giering) y Paul (Arno Frisch), llaman a la puerta, para darles la bienvenida a la zona, y pedirles huevos, de parte de su vecina.
Tras romper los huevos, repetidamente, Anna empieza a sospechar, que algo pasa.
Más tarde, a pesar de las buenas palabras, golpean a Georg con un palo de golf, rompiéndole la pierna, sin perder la sonrisa.
A partir de ahí, los jóvenes dicen a la familia, que todo se trata de un simple juego:
“Apuestan a la familia, a que al día siguiente, a las 9 de la mañana, estarán todos muertos”
Es difícil explicar la sensación que se tiene al ver Funny Games.
Puede ser una mezcla de miedo, angustia, rabia, y ganas de tomar las riendas.
Todo eso a la vez, y a veces, perdiendo la consciencia de que no podemos tomar parte, ni para ayudar, ni para escapar.
Es decir, nos acabamos sintiendo tan víctimas, como la pobre familia, mientras Peter y Paul se ríen de ellos, y de nosotros, a la cara.
Y esto último, es literal.
Las reglas del juego, las han puesto ellos, y las modifican a su antojo, no para ganar ellos, sino para que no podamos ganar nosotros.
El mensaje del director, es claro:
La aceptación de la violencia, presente en nuestra sociedad actual, se transmite desde las raíces de nuestra educación, y el mero hecho de aceptarlo, nos convierte en cómplices, y causantes de más violencia.
Funny Games, es una película muy recomendable, pero que seguramente, hará a muchos, sentirse incómodos.
No por el exceso de violencia física, que la hay en buenas cantidades, sino más por la agresividad psicológica que proyecta.
Al espectador, le cuesta comprender esta violencia, gratuita y sin sentido, y más cuando quien la ejerce, no es alguien que repele a primera vista, por su aspecto temible y huraño, sino muy al contrario, son unos individuos pulcros, aseados, y con buenos modales, unos tipos que bien podrían ser nuestros vecinos.
“Könnte ich ein paar Eier ausleihen?”
(¿Me podrías prestar algunos huevos?)
Michael Haneke, dijo una vez a su productor, que si Funny Games resultaba ser un éxito de taquilla, era porque la gente no la había entendido.
Funny Games es una película, en la que el tema está por encima de la narración, y por supuesto, muchas veces eso termina siendo más polémico, que la misma representación de la violencia en pantalla, algo de lo cual, hay muy poco.
Casi todas las escenas de violencia, ocurren fuera de campo, y únicamente el audio, ayuda a nuestra imaginación, a figurarnos los horrores perpetrados por los 2 antagonistas, ya que cualquier representación gráfica, nos está vedada.
Uno de los agresores, incluso rompe en varias ocasiones la cuarta pared, y le habla directamente al espectador, invitándolo a reconocer que, realmente quiere ver sufrir a los protagonistas, y que desea esa violencia que, en su vida cotidiana, estaría más que reacio a aceptar.
Haneke nos quiere convertir en víctimas, sufriendo junto a la familia objeto del “curioso juego”, y cómplices de los crímenes que se cometen, despertando nuestros instintos más bajos, haciéndonos aplaudir un asesinato, a pesar de que muchos estemos en contra de la pena de muerte…
Lo que el espectador no espera, es que Paul, “el director del juego”, le dé “la vuelta a la tortilla”, y nos deje con una bofetada.
Michael Haneke nos plantea, a través de un secuestro, los límites éticos y morales de la contemplación de la violencia, una entretenida forma de ocio.
Las reglas son simples.
Gente pudiente, y aparentemente normal, van a hacer de la violencia un juego, por el simple hecho de divertirse, exactamente igual que el espectador, sea o no consciente de ello.
Además, mediante un simple guiño, el austriaco convierte al espectador, en cómplice de los asesinos.
El espectador, tan pronto comprende el código visto en tantas ocasiones, empieza a sentir que hay algo diferente, inquietante, en el desarrollo de los hechos:
“Paul no tiene a nadie detrás del él…
¿Es a mí, a quién ha mira y habla?”, se pregunta el espectador.
A partir de ahí, la tensión va en aumento, los crímenes van a llegar, pero se hacen esperar hasta la desesperación.
Y Haneke se burla de nosotros, haciéndonos disfrutar de ello.
Obviamente, Haneke usa el adjetivo “Funny” que es “divertido”; a modo de gran ironía, pues dichos pasatiempos, basan su divertimiento en continuas humillaciones, mutilaciones, y hasta quizás, la muerte.
Ésta macabra broma, lleva la firma del director austriaco, ya que si hay algo que le gusta especialmente, es jugar con el público, implicándole directamente en la trama.
Véanse las múltiples ocasiones, en las que el carismático Paul, se dirige directamente al espectador, incluso pidiéndole tomar partido en la apuesta que centraliza todo el horror de la trama:
“¿Seguirá la familia viva, a las 9 de la mañana?”
O poniendo a prueba su paciencia, con detalles artísticos de cosecha propia, como lo son algunos planos estáticos, exageradamente largos.
En una entrevista, el cineasta la califica de “experimento sociológico”, con el que no esperaba conseguir el apoyo del público.
Y es que para Haneke, la violencia es inconcebible y repulsiva, y así lo hace notar, también en otros tantos largometrajes suyos.
Es por tanto, su tema recurrente, pero cobra un especial sentido en Funny Games, precisamente, cuando uno de los asesinos muere, al recibir un tiro por parte de Anna, quebrando así, la premonición de los 2 jóvenes.
En ese momento, sientes como espectador, un profundo alivio.
Pero Haneke se burla de nosotros, haciéndonos ver, que acabamos de disfrutar de un acto de violencia, llegando incluso, a sentirnos liberados por el simple hecho de cambiar los roles, entre “buenos” y “malos”
Pues bien, Paul coge un mando remoto de la televisión, que hay en escena, y toma de nuevo el control del guión, rebobinando la película, hasta el punto en el que Anna dispara a Peter, y retomando de nuevo las riendas de la acción.
La reacción del público, es inmediata:
Nos sentimos engañados y manipulados, pero a la vez, somos conscientes de que habíamos aceptando de buen gusto el asesinato del represor.
Dijo Haneke:
“Cuando ella levanta la escopeta, que mata al gordo, el público se puso a aplaudir.
Y cuando se repitió la escena...
Hubo un silencio completo, porque todos entendían, que se estaban dejando manipular.
Al fin y al cabo, habían aplaudido un crimen.
Eso es lo que quería mostrar, y funcionó de maravilla”
Bajo el aparente sinsentido que envuelve toda la historia, que en parte, ahí está el encanto, y lo terrorífico de Funny Games, su indiferencia y descaro a la hora de no dar explicaciones, se halla una seria radiografía del ser humano, que basa su eficacia en la idea del dualismo.
El concepto de los polos opuestos, está aquí por todas partes, y queda reflejado sutilmente, en el breve, pero interesantísimo diálogo entre Paul y Peter, sobre la realidad y la ficción:
“¡La ficción es real!
Tú la ves en Funny Games, o sea, que es tan real como la realidad que ves”, dijo.
Así pues, estamos ante el clásico choque, entre verdad y mentira.
¿Lo que nos muestra Haneke, es la realidad, o una mera invención?
Resulta casi imposible, e incluso inmoral, tratar de responder a ello, pero lo cierto es que, aunque dé miedo, todo en Funny Games, huele a realidad pura y dura, llevada el extremo, claro está.
Pues el hombre, es un ser con 2 facetas, una educada y agradable, que mostramos al mundo/ficción; y otra reprimida y dominada por los instintos más primitivos e irracionales/realidad.
Así son precisamente Paul y Peter, y así es el espectador, que queda irremediablemente retratado, se horripila ante la brutalidad desmesurada de la historia, pero a la vez, no puede evitar coquetear en algún que otro momento, con la temida violencia gratuita.
En cualquier película de acción, vamos a ver más violencia y sangre que aquí.
Y sin embargo, Funny Games podrá hacerte sentir mal, ya que no muestra violencia explícita, pero sí se centra en sus consecuencias.
No veremos cómo agreden con el palo de golf al marido, pero sí veremos al marido jodido, durante todo el metraje.
En Funny Games, ni siquiera hay desnudos, pero podremos sentir la denigración de la mujer, al verse obligada a desnudarse en frente de nuestros simpáticos psicópatas.
También, destacaría el esfuerzo de Haneke, en romper con los clichés en esta clase de cine.
El cuchillo, que al ser enfocado sugiere una esperanza para los protagonistas que nunca llega, el mando a distancia, apuntan al espectador, y le hacen ver lo sencillo que es descubrir lo que esperan de la historia, y que lo que a veces se acepta para unos personajes, se vuelve intolerable, cuando no va en favor de esas expectativas.
Una suerte de “Deus Ex Machina”, pero que nunca sonríe a los protagonistas.
Con unas soberbias actuaciones, sobre todo del intrigante joven, Arno Frisch, como Peter, Funny Games es una obra única, por su planteamiento formal, por su rompedor enfoque terrorífico, por su atrevimiento, por su perversidad, y por el hecho de romper continuamente, con algunos de los tabúes y clichés más típicos, valga la redundancia, de la historia del cine.
Es un filme que al principio, deja aturdido, para después permitir la reflexión postraumática.
Curiosamente, Ulrich Mühe, ya fallecido; en abril de 2006, se casó con su compañera de reparto, Susanne Lothar; y con ella y sus 2 hijos.
Como Susanne Lothar, la pareja es de los perfectos pringados burgueses.
Se cuenta que la actriz protagonista, tuvo que someterse a tratamiento psiquiátrico, una vez acabado el rodaje.
Dijo Haneke:
“En la escena que sigue a la muerte del niño, estuvimos antes en los vestidores, y hablamos de las etapas emocionales por las que pasan.
Las conozco, por eso yo les decía:
“Tomen el tiempo necesario para ponerse en situación”
Rodábamos en el estudio, todo estaba listo.
Llegaron, actuaron 2 veces.
Y, al final, nadie decía nada, de lo fuerte que había sido.
Por lo demás, cuando él la obliga a rezar, y está torturando al hombre, fue difícil, porque ella no alcanzaba el nivel de sentimientos.
Rodamos unas 25 veces…
Ella estaba agotada y, por fin, lo logró.
Cada vez es diferente, pero necesitas trabajar con gente que quiera hacer este tipo de cosas.
Conozco a muy pocos actores, que se atreverían a llevar su papel, tan lejos como ella.
Incluso físicamente.
Las ojeras y los ojos hinchados, no eran maquillaje.
Empezaba a llorar 20 minutos antes.
Es extraordinaria”
Así mismo, Arno Frisch, es lo suficientemente cabrón, y lo suficientemente odioso.
Frisch, encarna aquí, la falta total y absoluta, de cualquier rasgo humano.
Su elección como protagonista, no es aleatoria, ya protagonizó “Benny's Video” (1992)
¿Será que el pequeño Benny, ha crecido, y se ha convertido en “esto”?
Funny Games, sin caer en la porno-tortura, ni en la excesiva explicitud, nos da un retrato espantosamente realista, del sufrimiento de una familia, al caer en manos de un par de psicópatas, cuya única razón de matar, es porque lo encuentran entretenido.
No son Peter y Paul, quienes juegan y torturan físicamente a la familia, no, es Haneke, quien juega con nosotros, y nos tortura psicológicamente, con continuas escenas que nos dejan impotentes ante tales atrocidades de los psicópatas en cuestión, para ello, no hace falta ver nada más que la escena del mando remoto, increíble escena por cierto.
Y es por ello, que me he tenido que quitar el sombrero esta vez, porque el juego de Haneke es tan inteligente, que es capaz de convertir al espectador, en un personaje más de la película, como un ente invisible, observando todos los hechos, sin que podamos remediarlos.
Somos nosotros, quienes sostenemos la cámara de lo que sucede.
Esos “juegos divertidos”, a los que hace referencia el título, son los que se practican con el espectador, que está al mismo tiempo, invitado a jugar, tal y como dice el protagonista, mirando a cámara.
Porque en realidad, los 2 psicópatas pertenecen a nuestro mundo.
Son como 2 genios malignos, que se han colado dentro de una película, para dar rienda suelta a sus/nuestros instintos sádicos.
Para recrearse en una violencia que está a la orden del día, que nos produce rechazo, pero no somos capaces de parar.
El asesino, habla directamente al espectador, dialoga con él, formándose un vínculo que no hay con las víctimas, más allá de la compasión.
El asesino guiña el ojo al espectador, le pide permiso para continuar, todo ello, coloca al ejecutor, como una marioneta del espectador, como una herramienta de diversión.
Sí, sentimos lástima por las víctimas, pero cuando se van por primera vez los asesinos, estamos deseando que vuelvan, para que continúe la diversión.
El predomino del incorruptible blanco, tanto en la ropa de la pareja de psicópatas, recién sacados del Wimbledon/golf, como en el mobiliario, y la luz.
El enclave de ensueño, la ausencia de armas por parte de estos 2 jóvenes asaltantes, que únicamente usando las palabras, y un palo de golf, anulan a una familia al instante.
Dice Haneke:
“Ellos son la película.
Y lo hace de manera que el espectador, no está del todo seguro, si se dirige a él, al no saber exactamente, dónde se encuentra su amigo, cuando Paul anda solo.
Y se pregunta:
“¿Qué ha sido esa mirada?
¿Está mirando a su amigo, detrás?
¿Me está mirando a mí?
No puede ser”
Es un poco molesto, pero a medida que avanza el metraje, las cosas se aclaran, porque este sistema coge amplitud.
Creé esta escena, con el fin de introducir la molestia.
El asesino se comunica con el espectador, es decir, que le hace partícipe.
Convierto al espectador, en el cómplice del criminal, y, al final, le reprocho su postura.
Siempre concordamos en que la violencia ocurre, que es consumible, pero no nos damos cuenta, de que somos sus cómplices”
Tampoco es posible hablar de Funny Games, sin mencionar la eterna polémica relativa a la influencia, y la responsabilidad de la televisión, el cine, y los videojuegos, en el aumento de la violencia social injustificada, así como sobre el papel de los medios de comunicación, y de las artes en general, o redes sociales, en la representación idealizada y espectacular de dicha violencia, e incluso, en la mitificación de los propios asesinos, o delincuentes, tanto en la realidad, como en la ficción.
Un ejemplo de este tipo de violencia, lo tenemos en el mismo comienzo del film, al pasar sin solución de continuidad, de la ópera, que disfruta el matrimonio protagonista en su sofisticado y culterano juego de adivinanzas, al “trash metal” de John Zorn, que atruena al surgir, en rojo, el título del film, y a continuación, los créditos iniciales.
No acabamos de saber, si esta música proviene de algún error formulado por el CD que están escuchando, o si paralelamente, lo causa la ambientación de la película.
Hasta que Haneke lo recalca, enfocando la mano de la madre, sustrayendo el CD, mientras sin inmutarse, continúa esa desagradable música heavy, dándonos a entender al fin, que efectivamente, se trata de ambientación.
La alteración de la normalidad llega, cuando deja de sonar Haendel, para irrumpir, como música extradiegética, los estruendosos acordes de John Zorn.
Con esa disonancia, Haneke nos da a entender, que un elemento perturbador, se va a introducir en la vida de esa familia, tan pacífica y edulcorada, sacudiendo sus cimientos.
Y es que Funny Games, se toma su tiempo para contar la historia, pero no tarda ni 10 minutos, para que empiece la odisea de esta pobre familia.
Haneke se lo toma con calma, cada dialogo irónico, cada toma, cada acción de los personajes, esta estudiada para que el espectador se sienta incómodo, y experimente, aunque sea un poquito, lo mal que la pasa esta familia.
No sabemos a qué viene la actitud de Peter y Paul; nombrados como los apóstoles del catolicismo.
Peter, su compañero, es torpe y corpulento, y su sobrepeso es motivo de escarnio por parte de Paul, cruel y agudo para ridiculizar sus defectos físicos.
Su carácter es, en apariencia, afable, incluso se diría que bonachón, sometiéndose dócilmente a las órdenes de su líder.
Peter y Paul, son como los payasos del circo, “el listo y el tonto”, y cada uno conoce, e interpreta muy bien su papel.
Tanto es así, que continuamente se cambian el uno al otro de nombre.
Como si fuese “Beavis & Butthead”, o “Tom & Jerry”
Distintos nombres, para los mismos papeles.
No personajes, sino “artefactos” o “arquetipos”
No sabemos cuáles son sus motivaciones, pero pasado un tiempo, nos da absolutamente igual.
Los 2 psicópatas lo dicen en un momento dado, que ellos no son que hayan sido maltratados, que su único trauma consiste en una vida sin sentido, una existencia vacía.
Estos 2 muchachos, son agentes del caos.
Sin mancharse siquiera las manos, acaban con la vida de una hipercivilizada familia burguesa, aprovechándose de su blandura, de su casi vergonzosa falta de espíritu de lucha.
Según Haneke:
“Ellos se burlan de todo:
De todas las reglas que rigen nuestra sociedad, porque están locos.
No tienes la menor posibilidad, ante un personaje así.
Este es el “shock”, a mi parecer.
La inquietud que provoca el enfrentamiento con alguien que no reacciona como debería en nuestra sociedad, respetando la intocabilidad del otro.
Y es que deberíamos ejercer una confianza fundamental.
Si pierdes esto, realmente estás perdido”
Y es que estos jovencitos, aunque parezca que son muy descuidados, en realidad sus planes son de lo más calibrados.
Si nos damos cuenta, lo primero que hacen los jóvenes, es dejar cojo al más fuerte de la familia, es decir, al padre, para que éste no se abalance sobre uno de ellos, y se puedan escapar.
Al dejarlo en ese estado, se aseguran que, por lo menos, no serán vencidos, ya que tanto la madre como el hijo, no tienen la suficiente fuerza para inmovilizarlos.
Los 2 asesinos de Funny Games, se van sin ningún problema, incluso triunfalmente, tras completar el ciclo de tortura, y asesinato.
No hay una última oportunidad.
No hay un rescate en el último momento.
No puedes cortar la cabeza del asesino…
Consecuentemente, la impunidad de los asesinos, no debería sorprendernos, puesto que es reflejo de nuestra propia impunidad.
Si ellos son culpables, nosotros lo somos también.
Haneke, parte de uno de los terrores más oscuros y profundos del humano acomodado, que unos extraños irrumpan en su casa y, sin más razón que el puro capricho, vejen, torturen, y sometan a sus inquilinos, hasta la muerte, para enfrentar al espectador, a una escalada de violencia, interrogándose sobre sus límites, su naturaleza ambivalente, y su innato y, si se quiere, arcano poder de fascinación, provocando un diálogo autoconsciente, y en ocasiones forzado, las víctimas son muy burguesas, y muy civilizadas, pasivas hasta la ataraxia; con el espectador.
Espectador que ve con ello, cuestionado el voyerismo consuetudinariamente, desculpabilizado, y espectador del hecho violento audiovisual, al que está estamos anestesiadamente acostumbrados.
El plano del televisor, presencia constante en las obras de Haneke, manchado de sangre, no deja de ser una metáfora evidente.
La idea de dejar fuera de plano, los momentos clave de máxima violencia, me parece especialmente importante, para conseguir hacer consciente al espectador, de su grado de pulsión morbosa.
“¿Te gustaría verlo?”
Te espeta el director, para que reflexiones sobre tu falta de ética.
La aparición de Peter en la cocina, al inicio, o mientras Paul se hace su bocadillo, y el “off sonoro” da cuenta de graves incidentes en el salón...
Hemos hecho uso del término ritual, porque en esta secuencia se produce una sucesión de acciones transcendentales, equiparables a un acto litúrgico:
La inserción del audiovisual, como medio de entretenimiento, a través del encendido del televisor, y la búsqueda de canal, que lleva a cabo Peter.
El televisor, se convierte en un elemento contextual esencial, que provoca una doble reflexión en torno al medio, y la mediación, no podemos olvidar, que unos minutos más tarde, Paul rebobinará la acción del propio film, en el seno evidente de una producción simbólica.
Esta inserción, en el momento más violento de todo el discurso, multiplica la fuerza expresiva, precisamente por la aparente inocuidad de las imágenes, flujo que contribuye a la construcción de nuestro imaginario social.
Ciertamente, como sugieren, no se trata de fijar con la presencia del televisor, la influencia de los medios audiovisuales en la generación de mentes psicópatas, capaces de llevar a cabo actos criminales sin límite, ni motivo, aunque tal punto de reflexión, sobre la representación de la violencia en los medios, no es ajena al discurso de Funny Games, sino de introducir el elemento cotidiano, capaz de provocar por contraste, un mayor rechazo del espectador.
Ahora bien, rechazo de lo no rechazado cada día, y a cada momento en nuestra civilización:
La espectacularización de la violencia.
Funny Games, no sólo se sitúa así en el otro extremo de la espectacularización, sino que lo hace explícito.
Si el salón es el templo, y por ende, la casa, el entorno, la institución familiar en el seno de una moral burguesa hegemónica; el audiovisual en este caso, el televisor, es el altar para la inmolación, para el sacrificio.
Siguiendo el ritual, Paul y Peter serán los oficiantes, que llevarán a cabo su liturgia, independientemente de la participación o no de los presentes:
La familia, pero también los espectadores, al otro lado de la cuarta pared, abierta en 4 ocasiones por las interpelaciones de Paul.
El misterio eucarístico, ritualización de la transmutación, se dará en un doble plano de presencia/ausencia:
Mientras Paul “consagra” su bocadillo en la cocina, Peter efectúa el disparo, y consuma el sacrificio.
El misterio, y la indeterminación, quedarán plasmados, cuando el televisor, impregnado por la sangre, siga su curso de banalidades.
Finalmente, los espectadores, cual feligreses, presencian el dolor en los cuerpos, y las almas de Anna y Georg, obligados a comulgar con su vivencia extrema, o a abandonar la sala de proyección, por lo insoportable del momento.
Es el instante de reflexión, de meditación.
Funny Games, consigue que podamos reflexionar sobre lo no representable, el dolor y la muerte, la violencia, negándonos sistemáticamente su visión, todo lo contrario a lo que nos tienen acostumbrados los medios audiovisuales, denunciando la espectacularización y banalización, con que la violencia se presenta en nuestra sociedad, y transfiriendo a nuestra mente, imaginación/experiencia, la constatación de que un monstruo está ahí/aquí, y no es el otro.
Muestra el dolor de las víctimas, sin que por esto haga un uso “pornográfico” de ese dolor, como tampoco lo hace la violencia.
Una de las estrategias para producir este efecto, es el uso de planos fijos, de larga duración.
Uno de los momentos centrales, es un larguísimo plano, en el que están atados y golpeados, Ann y su esposo Georg.
Al principio Paul y Peter se van, después de matar a Schorschi, el hijo del matrimonio, se ve únicamente a Ann a un lado, y al otro, el televisor que transmite una carrera de autos.
Ann se levanta con dificultad, y tras forcejear, apaga la televisión.
Después de un momento, se esfuerza por salir de la sala.
De repente, entre la sombras, Georg gime terriblemente, Ann que se ha desatado, vuelve, y abraza a Georg, pidiendo que se calme.
El llanto dura minutos, hasta que él se calma.
Luego Ann intenta sacar a Georg, que no puede caminar, porque tiene la pierna rota.
Esta larga secuencia, produce una sensación agobiante, porque no se sabe qué ha pasado con Paul y Peter, pero se teme que aparezcan de un momento a otro.
Haneke, no hace el énfasis que tantas otras cintas harían en lágrimas y gemidos, pues esto también distorsiona el dolor, al aparentemente amplificarlo, sólo lo simplifica a uno más de esos llantos, a los que se reduce el dolor.
Sin embargo, el ver sin cortes, a un hombre gemir sin control, es horrible, y eso es lo que quiere Haneke mostrar, sin artificios ni trucos, lo terrible es esa violencia, a la que muchos se han insensibilizado.
Lo que realmente me revuelve, es la pasividad, la mansedumbre con que se dejan matar, el estado de “shock” televisivo, cuando acaban de matar al niño…
Pero las experiencias son distintas en todas las personas, de ahí el vómito…
Es el retrato de un mundo, en el fondo, cansado de sí mismo, decadente.
Véase al padre, secando con un secador de pelo, la batería del móvil, comiendo pan, que pide disculpas a una esposa atenazada, patética, que apenas puede ni escapar siquiera a pedir auxilio, defenderse, algo, en fin... es el retrato de una humanidad, con una flojera de espíritu penosa.
Curiosamente, es el niño quien más guerra da a los asesinos, y es por cierto, algo más que una pobre víctima inocente del mundo de sus padres, porque inocentes son los 3:
Es la supervivencia imposible del viejo mundo, el de Haendel, angelical, cayendo a manos del mundo bárbaro y nihilista que se avecina, violento, mucho más fuerte.
Un mundo que de algún modo, tenemos ya encima, porque nos es propio ese estigma violento, grabado en nuestra naturaleza, por mucho que intentemos aun disfrazarlo de huecas cortesías.
Es una reflexión, sobre que, por muy acomodados que estemos, somos frágiles, y cualquier cosa puede pasarnos, aparte de que hay psicópatas por el mundo... esto ya se ve todos los días en las noticias.
Carlos Boyero, crítico del Diario el Mundo escribió:
“Me desasosiega, me da miedo, y me repugna.
Posee talento, como casi siempre en Michael Haneke, pero es un talento especialmente dotado para lo enfermizo, para describir con complacencia patologías que me ponen malo”
Y concuerdo.
Si al final te sientes agredido, es porque Funny Games ha conseguido el efecto que quería causar.
Aunque Haneke dijera en el momento de su realización que:
“Hoy en día, no choca tanto, ya que existen consumidores de este tipo de películas.
Eso es lo que me temo”
Puede que la policía encuentre el mando remoto, y rebobinar para salvarlos a todos, pero ya eso es ficción.
Haneke, jugará con la música también, para indicarnos como va a ir la situación de la familia.
Empieza con un plano aéreo, en picado, mostrándonos a una familia, en apariencia de clase alta, y con bastante cultura, solo hay que escuchar la música para saberlo, y de repente, Haneke corta, y nos mete una música totalmente heavy:
“Bonehead” & “Hellraiser” de John Zorn/Naked City del álbum “Grand Guignol”, indicando que sus peores pesadillas, están a punto de avecinarse.
Pero también hay otras obras como:
“Care selve, ombre beate” de George Frideric Haendel, como Beniamino Gigli de la ópera “Atalanta”
“Tu Qui Santuzza” de Pietro Mascagni, de “Cavalleria Rusticana”
Y “Quintet for Clarinet, 2 Violins, Viola, Violoncello in A Major” de Wolfgang Amadeus Mozart, interpretado por Hagen Quartet & Eduard Brunner.
Por otro lado, la falta de una banda sonora, pues Funny Games sólo contiene 5 canciones, y sonido ambiente, que ayude a rellenar dicha ausencia de esperanza, hace más difícil de ver todas las penurias por las que pasa la familia.
“Vergessen Sie nicht die Bedeutung der Unterhaltung”
(No hay que olvidar la importancia del espectáculo)
¿Para qué decidimos ver una película, donde sabemos que un grupo de personas va a ser torturada?
Es claro que deseamos regocijarnos a costa del sufrimiento de otros seres humanos.
¿Qué pretendía Michael Haneke, rodando una cinta que es idéntica, plano a plano, posteriormente para EEUU, teniendo la versión austríaca?
Funny Games, es un film determinante, en la filmografía de Haneke, no sólo porque fue la más exitosa de sus películas hasta aquel momento, o porque suponga la última que realiza en Austria, antes de dar el salto al cine francés, pues aún dirigiría para televisión, y con los mismos protagonistas; sino, sobre todo, porque constituye la película con la que irrumpe, y se da a conocer en el panorama cinematográfico europeo.
Funny Games, de 1997, el título austríaco, y posteriormente en 2007, el remake estadounidense, llamado intencionalmente “Funny Games US” fue protagonizado por:
Naomi Watts, Tim Roth, Michael Pitt, y Brady Corbet, y es quizás, su pieza catedralicia, la que con menos recursos, y menos personajes, con mayor sencillez y audacia, consigue hacernos regresar a las cavernas, de la forma más despiadada y, eso sí, elegante posible.
En ella, la miserable condición humana, vuelve a estallar en su naturaleza más primitiva, con todavía mayor virulencia, por el hecho de negarse a sí misma.
Ese podría ser el tema principal de todo el trabajo de Haneke, un hombre de modales suaves, y gestos pausados, aspecto ya de anciano benevolente, dueño de una voz serena, y culta.
Presencia que desmiente su asombrosa capacidad para colocarnos ante los ojos los espejos más nítidos y feroces del cine reciente, espejos que nos devuelven una imagen verdadera y mezquina de nosotros mismos; para analizar nuestra bestial condición de asesinos natos, no consumados.
Porque Funny Games, es el thriller definitivo, en el sentido de que, tras verlo, ya no necesitabas ver ninguno más.
Ser un fanático del género de horror, precisamente en estos tiempos, en que la tortura banalizada parece ser la que manda en la taquilla, y confrontarse con dicha predilección en la forma de Funny Games, es casi una necesidad.
De hecho, su reciente remake, realizado por el mismo director, pero copiando plano por plano el original, es una decisión perfectamente coherente, si tenemos en cuenta que es el público “mainstream” y “All Star” como las zapatillas de Paul en el remake, reacio por lo general, a acercarse a producciones que no estén avaladas por la industria, el que más puede beneficiarse de un visionado.
Vamos, Funny Games es una obra maestra, una obra de culto.
Si la primera película nos revolvía el estómago, la segunda nos pone enfermos, nos hace sentir aún más impotentes.
Pues ya sabemos que va a pasar, y queremos estrangular, escupir, golpear con saña, a ese asesino rubio de angelicales ojos azules, llamado Michael Pitt.
Porque Haneke, convoca nuestros instintos más bajos, nos sitúa casi a la altura de los agresores, y hasta nos hace desear que Naomi Watts, coja el rifle, y les vuele los sesos a ambos, en esta versión, como definitiva, y del lado de los “buenos”, pero NO.
No hay el menor aprendizaje, la menor lección, ni rastro de un carácter ilustrativo.
Es violencia brutal, y punto.
Hay que tener las ideas muy claras, las convicciones bien armadas, para crear esta película, y luego incluso, hacer un remake.
Mientras otros directores utilizan la violencia con fines bajos, o comerciales, o incluso, con motivos estéticos o ideológicos, este cineasta, no tiene miedo en repugnar con sus imágenes, en convertir la simple supervivencia, en la imagen cinematográfica más pura.
Yo empiezo a pensar que lo es.
Pues 10 años después… simplemente los chicos siguen matando.
Una historia, conecta con otra, como si el relato se prolongase, y repitiese el mismo patrón de asesinato.
Como si los nuevos asesinos, fueran discípulos de los otros, narrando un círculo sin fin, de violencia por todo el mundo, imparable, y aterrador.
Tal vez éste sea, precisamente, la justificación de su propio “remake”
Por ahora, seguimos siendo cómplices.
Aunque Funny Games pueda ser un ejercicio pretencioso, hay que mencionar que tiene un valor único.
La tomadura de pelo, el romper la cuarta pared, el hiperrealismo, y la fuertísima crítica, tanto a la estructura convencional de los “thrillers” y las películas de terror, como a la violencia inmersa en el cine, y en nosotros, hacen de Funny Games, una obra maestra.
Algunos podrán odiarla, y en cierto modo, Haneke cumple su objetivo, cuando alguien lo hace, pero incluso, esa gente deberá reconocer lo siguiente:
Michael Haneke supo, cómo darnos, astutamente, una patada en las bolas.

“Was denkst du?
Möchten sie eine Flucht, oder nicht?
Sind Sie auf ihrer Seite?
Wen hast du wetten?
(¿Qué piensan ustedes?
¿Les queda o no, una vía de escape?
¿Está de su lado?
¿Por quién apuesta?)



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