Loreak

“Zauria irekita mantentzeko bizi jarraitu behar duzu”
(Hay que mantener la herida abierta para que sigan vivas)

Las flores, están presentes en muchos de los acontecimientos más importantes que acompañan al ser humano a lo largo de su vida, e incluso, son muestra de afecto, y recuerdo personal, en el último momento de la muerte de un ser querido.
Cuando las vemos en manos de una persona, pueden significar un regalo, como muestra de amor, afecto, o celebración, pero también, pueden transmitir la añoranza, o el pésame de alguien querido, ya fallecido.
Solo son flores...
Solo son unos preciosos ramos de flores, que reúnen distintos significados.
Unas flores unidas al recuerdo, y al olvido, a la vida, y a la muerte.
Flores de todo tipo, de todos los colores.
Flores que viven, y que mueren.
Flores, como los recuerdos, los sentimientos, que hay que cuidar para mantenerlos vivos.
“Loreak baino ez dira”
(No son más que flores)
Loreak es un drama vasco/español, del año 2014, dirigido por Jon Garaño y Jose Mari Goenaga.
Protagonizado por Josean Bengoetxea, Nagore Aranburu, Ane Gabarain, Gotzon Sanchez, Itziar Aizpuru, Egoitz Lasa, Itziar Ituño, José Ramón Soroiz, Jox Berasategui, entre otros.
El guión es de José Mari Goenaga, Jon Garaño, y Aitor Arregi; y fue rodada en euskera, pues “Loreak” en castellano, significa “Flores”, y es una delicada y vitalista historia, que surge de la icónica imagen de unas flores depositadas en la cuneta de una carretera, que además de significar la pérdida de un ser querido, son en definitiva, una firme y evocadora revelación contra el olvido.
En palabras de los directores:
“De igual modo en el que las flores expresan lo que uno no sabe decir con palabras, Loreak es una película que, mediante giros llenos de suspense, construye una trama que hace que reflexionemos sobre la memoria, el amor, y en definitiva, la vida, y los sentimientos”
Una obra sobre la fuerza de las flores:
Sobre su poder estabilizador, y también, sobre su poder desestabilizador.
Suena complejo, pero es muy sencillo.
Puede parecer sencillo, pero es muy complejo.
Loreak tiene misterio, un poco de suspense, y también drama.
Sus personajes sufren, aprenden, y evolucionan.
Personajes que encuentran algo de paz, después de la tormenta.
La vida de Ane (Nagore Aranburu), da un giro cuando semanalmente, comienza a recibir de forma anónima, un ramo de flores en su casa.
Por su parte, las vidas de Lourdes (Itziar Ituño) y Tere (Itziar Aizpuru), también se ven afectadas por unas misteriosas flores.
Un desconocido, que después se descubre que se llama Beñat (Egoitz Lasa), será quien deposita en las mujeres, “un ramo de memoria” pues ellas son importantes en su vida.
Loreak, es la historia de 3 mujeres, 3 vidas alteradas, por la mera presencia de unas flores; y es también, una curiosa historia de adulterio “floral”, en la que cada una de las mujeres involucradas, y unidas por este engaño amoroso, conoce solo una parte de la historia.
Flores que harán brotar en ellas, sentimientos que parecían olvidados…
Pero al fin y al cabo, no son más que flores...
¿Qué significan las flores?
¿Cómo se enlazan todos estos personajes?
Son un símbolo de los miedos, y las esperanzas que atenazan a los humanos, así como de su incomunicación, y distancia.
Loreak, habla de la dificultad de conocer, de saber quiénes somos, y quiénes son los demás, y de cómo se borran en el aire los rostros amados, mientras la memoria edifica palacios de niebla, con las ruinas desenterradas del pasado.
El mensaje es claro:
Las relaciones humanas, al igual que las flores, si no se cuidan, y acaban muriendo.
“I oso denbora hori galdu zen”
(Estaba muy perdida en esa época)
Loreak es una cristalina, magnética, y muy profunda fábula de la desolación; una brillante, y precisa reflexión, sobre el aroma del recuerdo, sobre el peso de la pérdida.
Loreak habla de esos periodos, emocionalmente confusos que vivimos a veces, y de cómo nuestra necesidad de no compartirlos, por miedo al rechazo, o la incomprensión, provoca a veces, un mayor desconcierto en aquellos que nos quieren, y se preocupan por nosotros.
A través de un gesto tan normal, y en desuso actualmente, lamentable, como dar un ramo de flores, los guionistas cruzan afectos, más o menos correspondidos, y provocan volcanes emocionales, que van por debajo de la piel de las 3 mujeres protagonistas, unidas por el hombre que envía esas flores.
Hay un profundo conocimiento de las personas en Loreak, y una búsqueda de respuestas, a preguntas difíciles, sobre cómo funciona el aprecio.
La magia de esta singular historia, que habla de sentimientos, de relaciones humanas, de temas tan cercanos como universales, como la incomunicación, o la incapacidad de expresar sentimientos, a través de las palabras, para lo que ellos se valen de la metáfora visual hábil, y elegantemente utilizada; y sus personajes de las flores del título, que funcionarán como elemento catalizador, y vertebrador de sus comportamientos, y reacciones.
Recibimos de forma, especialmente intensa, el impacto que nos produce la lúcida reflexión, sobre el recuerdo y el olvido que sobrevuela el relato, y en su conclusión, nos arranca unas lágrimas de emoción contenida.
Cabe admirar, la peculiar mirada de los directores, hablando sobre mujeres...
Hay algo profundo, en la sensible captación de ese universo femenino, en la voz de estos personajes aislados, introvertidos, agazapados, heridos, que reaccionan ante los avatares de la vida, sin mostrarse del todo, intentando no exponerse al dolor, resolviendo con sus propios recursos, sin comunicarse con el otro, sin interacción capaz de abrirlos a otras perspectivas más enriquecedoras de sí mismos.
Sencillez, complejidad, sutileza, intensidad…
Todas estas palabras, encajan con Loreak; está bien construida, es adulta, interesante, y elegante.
Tiene muchísima calidad, en 99 minutos.
Toda la historia, gira entorno a las flores que reciben, o dejan de recibir, algunos personajes.
Las 3 protagonistas, aunque no sé si realmente son ellas las protagonistas, están brillantes.
A la altura de las mejores estrellas; las 3 están muy bien.
Tanto Nagore Aranburu, como Itziar Ituño, e Itziar Aizpuru; pero es esta última la que destaca.
Es impresionante, todo lo que puede transmitir con una mirada, o todo lo que puede dejar de transmitir…
No hay quien no se crea los personajes que pueblan Loreak, pues todos están matizados con un mimo increíble:
Las protagonistas, son personas que viven, a su manera, en una cárcel emocional de la que les cuesta salir, y a es a través de algo tan sencillo, como unas flores, que no empieza a florecer, y a despertar esa liberación que ellas mismas necesitan.
Incluso, esas flores, que repercuten, en un comienzo, de forma distinta a cada una de ellas, consiguen que, finalmente, acaben emocionalmente, en el mismo sitio de forma impecable.
Es una hermosa película, repleta de sutiles paralelismos entre los personajes, como la menopausia, y el deseo de tener hijos, o el concepto de la herida abierta:
La de las flores, necesaria para que se mantengan vivas, y también las del cadáver en La Facultad de Medicina.
Todas las mujeres, tienen heridas abiertas, y tendrán que reunir la fuerza suficiente, para poder cerrarlas, y seguir adelante:
La que recibe flores, sin saber de quién; Ane actúa influenciada por la insatisfacción de su matrimonio, y la sensación de que sus años de juventud, se están escapando.
La madre que pierde al hijo, y le lleva flores a ese kilómetro, porque cree que nadie muere mientras no le olvidan, por cierto, paradójico y fascinante el final del personaje; Tere actúa influenciada por el peso de la tradición, por el qué dirán, por los principios religiosos, que ha interiorizado desde pequeña.
Y la viuda, que quiere pasar página, y tirar pa’lante, pero que tampoco consigue olvidar.
Lourdes actúa desde el impulso, y la rabia, reivindica su libertad, sin ser consciente de que sigue atada a la persona que un día amó, y tal vez, por eso su herida es la que resta abierta, durante más tiempo, el duelo que más se retarda, el dolor que más tarda en supurar, y es quien al final cierra la obra.
Nagore Aranburu, conmueve al no mediar palabra, manejando su personaje desde el silencio, la mirada, y su gesto cándido, llevándose al espectador a su mundo interior, de forma que no hay ninguna escena donde ella no esté magnífica.
Itziar Ituño tiene, sin duda, el personaje más difícil y complejo, pues es el que muestra un arco emocional más amplio, y desde luego, la actriz consigue fácilmente crear un personaje que, el espectador, entiende a la perfección, con escenas que ponen la piel de gallina, debido a su intensidad emocional, como la escena final con Tere, que resulta sobrecogedora.
E Itziar Aizpuru, debe lidiar con un personaje que puede crear cierta distancia, deliberadamente, por supuesto, pero que resuelve con un buen hacer, y una determinación dignas de todo elogio, mostrando una versatilidad espectacular en algunas escenas, su última escena… es increíble.
Tampoco, quiero olvidar de secundarios, como el que interpreta al marido de Lourdes, o a la hija de Tere, pues acompañan de forma magnífica al trío protagonista.
Pero lo realmente interesante, no es lo que se dice, sino cómo se expresan mediante las flores, que sirven de unión entre los personajes, y a la vez, muestran lo que unos sienten por los otros.
Así, según quién las regala, y cómo lo hace, adquieren el significado de amor, gratitud, añoranza, o duelo.
Además, la presencia de flores en la vida de cada una de las protagonistas, las hará replantearse su presente, y será el determinante que las haga tomar decisiones respecto a los demás, y sobre todo, para con ellas mismas.
Otro punto a favor, es el valor que se le da al tiempo.
Es un ingrediente fundamental para poner a prueba los sentimientos que nacen del amor.
Y es que la historia se alarga a lo largo de 5 años...
Donde unos encuentran consuelo, otros pierden la memoria, y otros se resignan.
Cabe destacar también, la riqueza de hacer girar una historia a 3 bandas, entorno a una suposición, y el hecho de oponer a los personajes, según estos tengan la necesidad de creer, o de saber.
Y siempre con la pérdida como telón de fondo.
Porque realmente, y en última instancia, no se trata de cómo las protagonistas se relacionan con los demás, sino del modo en que asumen la ausencia de alguien importante en sus vidas.
Por cierto, al no conocer el lenguaje de las flores, se me escapa un detalle:
Esas últimas flores, en la curva de Beñat, que no se parecen en nada a todas las otras flores que le han estado poniendo antes, será que significan algo…
Me da la impresión, de que es un mensaje oculto para los que sepan descifrar ese enigmático idioma floral.
Lo que puedo considerar como “lo peor” de Loreak, es cierta precipitación en la parte final; y la poca importancia en los personajes masculinos.
Al final, nadie quiere saber nada del Beñat; y nosotros tampoco conocemos de dónde nació la empatía de él, por Ane...
¿Qué fue del esposo de Ane, y cómo fue que la esposa de Beñat, se empató con su compañero?
En el apartado técnico, Loreak es impoluto:
El trabajo de fotografía de Javier Agirre, es preciso y justificado, pero además controlando todos, y cada uno de los encuadres, o planos, todos están ahí por alguna razón, y si a ellos añadimos, que algunos son de una belleza aplastante, podemos decir que su trabajo es exquisito.
Atención al plano del accidente de coche, con la oveja; o Ane y su marido comiendo.
La banda sonora es de Pascal Gaigne, y es de una elegancia increíble, pues no martillea escenas, las acompaña con una sutilidad y contención maravillosa, que si explota por algún lado, lo hace en el momento preciso y justo, como ese montaje de Ane, recibiendo las flores…
“Inoiz partekatzeko zer sentitzen duzu, eta hori ezin da izan”
(Nunca compartes lo que sientes, y eso no puede ser)
Las flores, nos acompañan en los momentos más importantes de nuestras vidas.
Nos las regalan cuando nacemos, aparecen en bodas, y comuniones, y tienen un especial protagonismo, el día de nuestra muerte.
En todas las culturas, alrededor del mundo, hasta donde se tienen registros históricos, las flores han provisto información emocional, entre los seres humanos.
En las cuevas de neandertales, se ha hallado polen, la parte de la flor más difícil de corromper, a través del tiempo, y se ha sugerido que las flores, eran parte del ceremonial para rendir homenaje a sus difuntos, si bien tal, significado todavía está en discusión…
En la antigüedad, las flores no sólo eran consideradas “fuente de placer para dioses y hombres”, y motivo de inspiración para artistas, y poetas, sino que poseían significado de trascendencia mística, y cósmica.
En el Japón, donde se cultiva el arte del arreglo floral llamado “ikebana”, la flor se considera el resumen del ciclo vital de todas las criaturas, y su efímera duración.
La flor que Buda exhibe, en ocasiones, sustituye toda palabra y enseña:
Es la imagen explícita de la perfección a alcanzar, de la iluminación, y la expresión de lo inexpresable.
En la Grecia antigua, por estar asociadas a las mariposas, se les identificaba con las almas de los muertos.
En el Taoísmo, la flor de oro, que emerge a partir de la coronilla, es símbolo de la máxima iluminación espiritual.
Además de por su belleza, simbolismo religioso, y su asociación con el poder, las flores también han sido utilizadas como medio de comunicación.
El romanticismo de fines del siglo XIX, rescató el llamado “lenguaje de las flores”, que fuera desarrollado en el siglo previo por los burgueses alemanes, con el objeto de comunicar mensajes específicos, a amigos y amantes, para lo que se escribieron libros, que explicaban el significado de cada flor.
Ejemplos de este “simbolismo floral” son:
Lila, “corramos al altar antes que la juventud se acabe”
Rosa, “bella como una flor”
Altramuz, “encanto celestial, e inteligencia hallé en tu corazón”
Girasol, “tu amor es para mi vida lo que el sol para esta flor”
Cebolla, “me repugnas”
Saúco, “cada vez te siento más fría”
Pétalo de rosa roja, “sí”
Pétalo de rosa blanca, “no”, etc.
El profundo y cautivante significado que la flor representa universalmente, no ha sido dejado de lado por novelistas y poetas de todos los tiempos, quienes se han valido de ella, para titular muchas de sus obras.
Total, las flores reflejan nuestras emociones, y estados de ánimo.
A menudo, se intenta transmitir con ellas, sentimientos de simpatía, contrición, o culpa, romance, o acercamiento sexual, y celebración, desde orgullo hasta alegría.
Las flores, también se utilizan para expresar sentimientos religiosos, y en algunas religiones, se las considera una ruta directa a la comunicación espiritual.
Son sólo flores...
Pero cuidado, que pueden abrirnos a explorar, a cuestionarnos, a sentir, a actuar y a vivir.

“Jendeak ez hiltzen dira ahaztuta ez diren arte”
(Las personas no mueren mientras no las olvidamos)



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