No se lo digas a Nadie

“En este país puedes ser coquero, ladrón, mujeriego o lo que te dé la gana, pero no te puedes dar el lujo de ser maricón”

Jaime Bayly Letts, es un escritor, presentador, y periodista peruano; cultor de la novela hedonista, que se caracteriza por exhibir un estilo cercano al realismo, que casi siempre tiene algo de confesión personal, como la soledad y el desencanto, son sus temas recurrentes, y por un manejo eficiente del habla coloquial.
Bayly empezó a escribir su primera novela cuando tenía 29 años, en 1994, orientado por Mario Vargas Llosa, quien terminaría presentándolo a la editorial española Seix Barral, con la que Bayly publicaría sus primeras 3 novelas.
“No se lo digas a Nadie”, es una novela que narra las aventuras de un joven homosexual, que desafiaba a la muy gazmoña sociedad limeña en la que se había criado.
La obra, es la primera novela del escritor peruano; de temática homosexual, publicada en 1994.
El libro consta de 3 partes:
El inicio de los estudios de Joaquín en el colegio Markham, hasta la residencia de este, en Cayo Vizcaíno, Miami, EEUU; en los años 1980.
En la primera parte, se narra la adolescencia de Joaquín; en la segunda, su juventud; y en la tercera, la temprana adultez.
“No... Capricornio”
No se lo digas a Nadie es una comedia peruana, dirigida en 1998, por Francisco Lombardi.
Protagonizada por Santiago Magill, Lucía Jiménez, Christian Meier, Carmen Elías, Hernán Romero, Giovanni Ciccia, Carlos Fuentes, Gianfranco Brero, Emilram Cossio, entre otros.
El guión es de Enrique Monclo & Giovanna Pollarolo, sobre la novela homónima de Jaime Bayly; quien también participó como guionista, el cual relata desde el capítulo “El Campamento”, hasta “Un amor imposible”
Desde el campamento que realiza el protagonista con otros chicos del Saeta, grupo de jóvenes del Opus Dei, hasta la boda de uno de sus amigos, y las relaciones sentimentales con Gonzalo, y una amiga.
No se lo digas a Nadie fue la primera película con temática homosexual, hecha en el Perú; y como su propio título indica, es una película de ocultación, también de vidas paralelas, y de mucha miseria humana, cocida y adobada con hipocresía, desconfianza, y miedo.
Es la historia de muchos, en este tipo de sociedades de hoy día, que no aceptan a la gente tal y como es, con sus preferencias, y gustos.
Filmada completamente en Lima, No se lo digas a Nadie muestra aspectos de la diversidad social de la capital del Perú.
Joaquín Camino (Santiago Magill), es un joven homosexual de la alta sociedad de Lima, que se ve enfrentado a los prejuicios de sus propios padres:
Luis Felipe (Hernán Romero), y Maricucha (Carmen Elías); y al rechazo de una sociedad homofóbica, y supuestamente muy conservadora, aunque altamente hipócrita.
Joaquín, siempre ha sabido que le gustan los hombres, aunque no quiera aceptarlo.
Presionado por el entorno social y familiar, intenta relacionarse con Alejandra (Lucía Jiménez), pero se enamora de Gonzalo (Christian Meier), con quien inicia una intensa aventura.
El problema es que él quiere que su amigo deje a su novia, pero Gonzalo quiere casarse, y continuar los encuentros a ocultas.
Decepcionado por la conducta hipócrita de Gonzalo, y deprimido por su ruptura con él, decide irse a Miami, a buscar una vida más auténtica, lejos de los prejuicios de la sociedad limeña.
Pero en su nuevo destino, tampoco encuentra lo que busca, y decide regresar a Lima, aceptando las reglas y convenciones, para integrarse socialmente.
No se lo digas a Nadie, describe una serie de situaciones que le suceden a Joaquín, desde su adolescencia, hasta la edad adulta.
La presión social y sexual, lo colocan frente a la adicción, y ésta a su vez, ante la soledad; el robo, la huida, la prostitución, todo para evadirse, y no encontrar lo anhelado, sin salir del círculo, y la complacencia; en una sociedad moralista, mojigata, y muchas veces hipócrita, en donde todo aquello que mínimamente se aparte de lo socialmente establecido como correcto, se oprime miserablemente por aquellos que creen tener la razón, porque más o menos encajan con los estándares establecidos.
Pero como el ser humano no es perfecto, es necesario echar mano de la doble moral, y de la hipocresía, para saciar algunas necesidades, e inquietudes.
Una doble moral nefasta, que carcome a aquellos que caen en cuenta de su existencia, y peor aún, a aquellos que no son capaces de utilizarla en su vida diaria, al sentirse como unos miserables traidores al hacerlo.
Pero:
¿No dicen por ahí, que la culpa es la más inútil de las emociones?
Pues ya está.
He ahí el remedio.
He ahí la manera de volver al sendero, y evitar nadar contra la corriente.
Utilizar la hipocresía y la doble moral, como bien lo diría uno de los personajes, para “matar tus pulgas como lo hago yo, pues es la única forma de sobrevivir”
Si la sociedad lo indica, oculto, y por debajo del agua, así debe ser…
Lamentable.
Y los demás, como se dice, “hacerse de la vista gorda”
Total, para eso existe al final, el auto engañoso y cómodo arrepentimiento, que aunque no sea sincero, mientras sea visible a los demás, con eso basta:
El ser un buen hijo, un buen estudiante, y tener un buen trabajo, casarse, y tener hijos, y siempre, siempre seguir en público las reglas, aunque por debajo se quebranten.
Que lamentable…
Así pues, Joaquín, que desde pequeño descubre su homosexualidad latente, comienza a sufrir su personal calvario.
Es el viaje por la vida de un muchacho perdido, que padece el terrible dolor de no poder engañarse a sí mismo, de no poder atenerse a las reglas.
Que ve cómo todos a su alrededor, se engañan a sí mismos con tanta facilidad, cómo llevan casi impunemente sus dobles vidas, en vivir al día, pensando que en un mañana no muy lejano, sentarán la cabeza, se casarán, obtendrán un buen trabajo...
¿Y Joaquín?
¿Puede él, contemplarse a sí mismo sin desprecio?
¿Puede él sentirse libre, puede vivir sin engaños, sin hacerse daño a sí mismo, y sin hacérselo a las personas que lo aman?
¿Puede encontrar un amor auténtico, aquél que le llegue hasta lo más hondo, y que además, le corresponda?
¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?
¿Por qué la única manera de buscar el olvido, es tratando de olvidarse a sí mismo, tratar de borrar el dolor, poniéndose ciego de coca, de alcohol, de marihuana, y de sexo vendido?
¿Es que acaso, a todos esos que se creen tan moralistas y rectos, les gustaría que llegue alguien, y les diga de quién deben enamorarse, y de quién no?
¿Qué derecho tienen, a erigirse en jueces de los demás?
¿Acaso no son tan humanos como los otros?
¿Con qué atribuciones ejercen esa forma de esclavitud, sobre seres de su misma condición humana?
Existen muchos tipos de esclavitud, y tal vez las peores, sean aquéllas que la sociedad ejerce hipócrita, y clandestinamente sobre sus individuos.
“¡Por favor, Señor, ayúdame a no ser así!”
Franca y sin inhibición, No se lo digas a Nadie, basada en la novela homónima de Jaime Bayly, encuadra a la que podría ser “la familia perfecta”, pero que arrastra en su interior, el autoritarismo ejercido por el padre, la sumisión de la madre, y el desconcierto de Joaquín.
El hijo, ante su latente atracción por los de su mismo sexo, y a su vez, el rechazo de su sentir.
Pero Francisco Lombardi, no se limita al entorno familiar, hace un recorrido por la escuela, la iglesia, el antro, o la calle, en donde Joaquín encontrara salidas posibles a su problema, involucrando hombres y mujeres, que reiteran su preferencia sexual, así como a otros que asumen el rol de solución, siendo efímera su presencia, al no comprender el proceder del protagonista.
El drama de Joaquín, es el drama de tantos muchachos, que viven la tortura de salirse de los cánones establecidos.
Cuántos muchachos han crecido en un ambiente social cerrado, anquilosado, y hasta cruel, en el que impera esa doble moral repugnante, que consiste en que todos los hombres tienen que ser “machos cabríos” y las mujeres “decentes” tienen que ser fieles, mojigatas, y devotas de sus hombres...
En ese sentido, la obra es un puñetazo a la sociedad sexista, imperante en Perú y en el resto de Latinoamérica.
Y, por supuesto, como está muy mal visto que las mujeres “decentes” muestren a los hombres sus pasiones lujuriosas, y tengan con ellos, una vida sexual plena y libre, para ello están las “mujeres de la vida”, las destinadas simplemente a dar placer a los machos.
Por añadidura, los machos tienen que ser viriles hasta la médula, está terminantemente prohibido, que un hombre se sienta atraído por alguien de su mismo sexo, pues tienen que ser duros, no manifestar sus sentimientos, demostrar su hombría a golpes, fumar, beber, ir con mujeres de “la mala vida”, antes de sentar la cabeza, y casarse con una mujer “decente”, ir de cacería, y matar animales inocentes, por puro placer...
Y, por supuesto, irse de correrías, mientras la mujercita se queda en casa, rezando el rosario…
Con una plegaria a Dios, arranca el auto desaprobación de Joaquín, al saberse “diferente” a los demás.
Al sentirse en desacuerdo con todos los estereotipos manejados por su sociedad:
Ser hombre viril, macho, y violento; con esposa sumisa, obediente, y puritana.
El padre de Joaquín, alegrándose por su hijo, al haber éste golpeado al hijo de su trabajador, y “cazado” un venado, pensando que con esto, ahora sí se convertiría en “hombre”
Y el regalito en el prostíbulo, en donde se violenta la libre elección, en donde se obliga a desnudar, no solo el cuerpo, sino también el alma…
La huida de Joaquín del ambiente familiar, en la búsqueda de ser independiente, que pronto se da de topes con el entorno, al no estar de acuerdo con éste.
La aparición de los vicios de escape, y la confusión.
La búsqueda de la realización completa, y del verdadero amor.
Y la maduración final, integrando la doble moral, como una preciada herramienta para sobrevivir, y seguir adecuadamente los estatutos dictados por la sociedad, fluyendo con la corriente, cuando uno mismo se da cuenta, de que es incapaz de erradicar los impulsos naturales, más profundos.
Como bien lo diría el personaje de Gonzalo:
“Te cases o no te cases, me case o no me case, yo sigo pensando igual”
El final, que sella perfectamente esta idea, con el trío de amantes, siendo Alejandra, la fachada ante la sociedad.
Un final abierto y genial, que hace sátira de la sociedad de las apariencias.
Los temas del auto aceptación, y de la identidad sexual, son centrales en la vida de los hombres que tienen sexo con otros hombres, y dichos temas sirven como recurso narrativo.
Tener sexo con otro hombre, no implica la auto identificación inmediata como homosexual, y mucho menos como gay.
El proceso de aceptación, implica un momento de rechazo, caracterizado por el insulto, y el empleo de términos despectivos.
Los diálogos, simbolizan lo que significa ser homosexual en América Latina.
Sexo entre hombres, no equivale a considerarse homosexual o, más precisamente, gay.
El empleo generalizado de esta última palabra, en América Latina, por los propios homosexuales para auto designarse, marca la voluntad, por parte de un grupo, de obtener un reconocimiento público y social, despejado del contenido despectivo de palabras como “rosquete” o “maricón”
La identidad gay, es una construcción, y una lucha permanente, que dan un eco público, a los dramas interiores de cada individuo; el proceso está en obras en América Latina, al igual que en otros lados.
En No se lo digas a Nadie, no se usa la palabra “gay”, pero los debates entre los personajes, sobre la necesidad de callarse o, al contrario, salir a la luz, giran en torno a esta redefinición de una identidad orgullosa.
En su descripción explicativa de la homosexualidad, en No se lo digas a Nadie, claramente se levanta en contra del estereotipo del gay afeminado:
Todos los protagonistas gays, son varoniles, por lo menos los personajes principales, aunque exista un personaje de travesti.
Esta forma de “normalizar” a los gays masculinos, al representarlos como hombres varoniles, es menos amenazante, que la “fuerza disruptiva de la afeminación”
Se podría argumentar, al contrario, que la representación de una homosexualidad liberada de los estereotipos del homosexual afeminado, tiene un potencial aún más perturbador:
Implica que la homosexualidad, pueda estar escondida dentro de cualquiera, sin posibilidad de ser reconocida a primera vista.
No se lo digas a Nadie adopta un modo de representación visual, de una homosexualidad moderna, según la terminología peruana, es decir, sin roles sexuales, atribuidos de manera definitiva, de acuerdo con la dicotomía activo/pasivo, u hombre/mujer.
Al evitar una representación explícita, de los roles sexuales desempeñados, No se lo digas a Nadie descalifica las fantasías, generalmente proyectadas sobre los actos homosexuales, y sugieren que esos roles, son intercambiables, y tal vez, irrelevantes para el análisis del impacto que tiene la afirmación gay, sobre la sociedad peruana contemporánea.
Si en décadas anteriores, el hecho de ser el hombre, es decir, el activo/que penetra, podía permitir no ser catalogado como “maricón”, esta dimensión, parece estar desapareciendo; el hecho mismo de tener sexo con otro hombre, posibilita el reconocimiento de una identidad gay, que no tiene ningún nexo con el rol sexual dentro de la pareja.
Asimismo, el sentimiento que implica la existencia de una relación, y no solamente de un encuentro sexual, se convierte en elemento de subversión, y de atención igualmente, o más importante que el rol sexual.
No se lo digas a Nadie denuncia la hipocresía de los códigos sexuales, en vigor, dentro de la sociedad peruana y, con cierto cinismo, supo usar el potencial escándalo que provocaría el tema, para conseguir éxito público, gracias a “una línea dramática, resuelta en guiños de complicidad con el espectador”
Joaquín, después de haber intentado, indolentemente, vencer estos códigos, especialmente al enunciar su homosexualidad frente a sus padres, acepta su rol dentro del sistema, y busca acomodaciones:
“Con inquietante conformidad”, se casará con Alejandra, pero la última imagen, deja suponer, que Joaquín reanudará su relación con Gonzalo, lo cual perpetúa las reglas de hipocresía social, que el personaje finalmente ha integrado, y hecho suyas.
Se puede llegar a la conclusión, que “los códigos de la hipocresía, es decir, la frase: “no se lo digas a nadie” funcionan con mayor eficiencia y lógica interna, que los de la heteronormatividad, es decir, “no lo hagas”
Y debajo de la capa de plomo moral, hay una juventud reprimida que, si bien no dice, hace.
El control social ejercido por La Iglesia, es el fermento de la hipocresía.
Al final de No se lo digas a Nadie, Joaquín regresa al silencio, que mal.
Al momento del lanzamiento de No se lo digas a Nadie, causó gran revuelo, y generó controversias, por los diagnósticos de “cuanto de la novela, era autobiográfica”
La novela, al igual que la película, generó controversia en Lima, al tratar abiertamente, la temática homosexual.
En su momento, la película fue censurada por diferentes figuras públicas, por su alto contenido para adultos…
Y es que a diferencia de la novela, la versión fílmica, sabe suavizar, o recortar aquellas escenas de sexo explícito de la novela, que no justifican absolutamente nada, salvo el puro afán morboso.
Su centro está en el drama interno del personaje, en explorar sus miedos y frustraciones; no en los encuentros sexuales del mismo.
También, considero que da más comedia que drama, por las situaciones algo surrealistas, que hacen que el tema tan dramático, sea más fluido y aceptado, aunque posea otros crudos, inmersos en el diálogo o en el rechazo.
Este precio, así como la voluntad de escapar de la amenaza física permanente, y de la injuria verbal, explican por una parte, la tentación, para muchos gays, del exilio, y de la “huida hacia la ciudad”
Una particularidad de los gays, en América Latina, es que tienden a vivir más tiempo, a veces toda su vida con sus padres, por razones económicas, falta de viviendas a precio accesible, y culturales.
En No se lo digas a Nadie, el protagonista de clase alta, buscó por el contrario, una forma de emanciparse geográficamente de la tutela familiar.
Joaquín se abre un espacio de libertad, cuando ya no acepta vivir con sus padres, y alquila su propio departamento; pero sigue dependiente de sus padres, que le dan dinero.
De allí que se impone la necesidad de un exilio más lejano, más allá de las fronteras de la ciudad.
Para Joaquín, quien irónicamente se apellida Camino, el exilio es necesario, temporalmente, porque transgredió el código heteropatriarcal.
Joaquín logra, aunque imperfecta o temporalmente abrirse este espacio de emancipación, dentro del proceso de exilio “queer”; le pone fin, para retomar su lugar dentro de la heteronormatividad, con la que ahora sabe lidiar:
Se casará, pero seguirá teniendo una vida sexual con hombres, en toda discreción.
Y es que su sexualidad, resulta transgresora por su ataque, no solamente a la heteronormatividad, sino también a la oligarquía económica, y al sistema de castas sociales, económicas, y raciales de la sociedad peruana.
Es el aparato de poder en su conjunto, el que resulta amenazado.
La dominación de las clases altas, es el corolario de la heteronormatividad, en la imposición de la conducta hipócrita de Joaquín.
Hay que conservar en demasía las apariencias de la moral, y eso vale para todas las clases sociales, pero también es necesario “mantener un real estatus de poder, y de prestigio clasistas”
Joaquín aprende la lección desde temprano; termina incorporando a su propia conducta, la hipocresía necesaria para disfrutar de privilegios heredados.
No hace falta que Alfonso le recuerde que, en Lima, “los hijos de buenas familias, son reyes”
Nuevamente, la hipocresía se vuelve necesaria, para conservar su lugar dentro de este círculo de privilegios.
Me pareció destacable, la actuación de Santiago Magill.
Él es quien debe interpretar a ese perturbado protagonista, desde su faceta más frágil, hasta su momento cumbre, cuando furioso y drogado, encara a su padre en la mesa del comedor.
Además de su imagen algo ambigua, femenina y afeminada, su personaje al principio es bien odioso, tan típico y cercano al “Gay Bitch” que necesita correr y caer, para levantarse y ver lo que quiere en su horizonte.
La actuación de Christian Meier, también me agradó.
La credibilidad de Meier como actor, supera el perfil de la estrella de televisión, al interpretar al cínico y comodino Gonzalo, con esa aura de misterio y sexualidad, masculino en cada toma, es el objeto del deseo para Joaquín y para cualquiera.
Giovanni Ciccia, en el papel de Alfonso, segundo romance de Joaquín; es un sujeto de contraste; en apariencia, el macho-bruto, el que disfruta golpeando travestis, pero en el fondo, también tiene su “lado homosexual”
Machista, racista, como el padre de Joaquín… pero que para él, no está mal “vacilarse” con hombres… lo malo es ser “cholo y maricón” a la vez.
Si eres blanquito, si tienes plata, y de viejo “sientas cabeza”, no pasa nada.
Su personaje, por esa bisexualidad tan horripilante, pues engaña a su pareja heterosexual, me parece políticamente incorrecto.
Del lado contrario, debo decir que las actuaciones femeninas, no me convencieron.
Tanto  la madre de Joaquín, como la novia, presentan un marcado dejo español, que las actrices no supieron disimular.
A pesar de esto, y es curioso, el personaje de Alejandra, logra conectar; quizás por el rol que cumple, y la manera en que está construido, presentándose como la última esperanza de Joaquín.
Hay muy buenas escenas, como la del campamento del Opus Dei, la de Joaquín y el hijo del encargado de la finca, como su interrelación con Gonzalo, enorme Christian Meier y Giovanni Ciccia, con esos besos que se ven reales… así como lo locamente “Queer Bitch” de Joaquín, desde el inicio, a su sexualidad disfrutada y soterrada en la adultez.
De todas las escenas, la final es la más importante, a como debe ser:
En la fiesta de los padres de Joaquín, la gente se dispone a posar para la fotografía familiar, a la cual, también van Gonzalo y Alejandra, quedando en la parte central del grupo de la fotografía, Gonzalo, Alejandra, y Joaquín, en ese orden.
Y a la voz del fotógrafo:
“Sonrían por favor”
Gonzalo, que abrazaba a Alejandra, estira su mano, y acaricia la cara de Joaquín, el cual voltea a mirarlo, y la película se detiene, poniendo la foto estática, con ellos 2 mirándose, y Alejandra en medio.
Instantáneamente se oye, el inicio de la canción de Mar de Copas “LB”, lo cual da a entender, que en realidad, nada ha cambiado en ellos, tan solo disimularan lo que son.
Lo peor de No se lo digas a Nadie son las lecciones, y frases como las del trato del padre de Joaquín, para formar un verdadero varón, las que considero aberrantes, primitivas, machistas, y estúpidas, pero necesarias para el argumento.
También, No se lo digas a Nadie cae en la comedia en demasía, por lo que cuesta tomarla en serio, ya más allá de la mitad del metraje.
Cabe anotar también, que la banda sonora, sabe satisfacer el paladar nostálgico de los noventeros, con voces que en esos tiempos sonaban siempre por la radio:
Fito Paez, Mar de Copas, etc.
“Un hijo maricón, su putamadre.
Hubiera preferido un mongolito, ¡carajo!”
No se lo digas a Nadie, aborda el tema de la homosexualidad masculina, examina los cambios, y las permanencias en el discurso, y la representación de la homosexualidad.
En particular, se enfoca a los temas de la afirmación, y la representación de la identidad homosexual en la sociedad peruana, y latinoamericana; la hipocresía social, frente a la afirmación pública de la homosexualidad; el exilio “queer” como instrumento de huida temporal, y especial, que permite vivir la identidad sexual; finalmente, el paralelismo entre conflictos sexuales y sociales.
Los matices de las representaciones, y de las condiciones de recepción, permite evaluar la ligera mejoría en la aceptación de la homosexualidad, dentro de la sociedad.
No se lo digas a Nadie, recurre a la denuncia de la hipocresía, para forzar la exposición pública del tema.

“¡Qué rico es un polvo entre hombres...!”



Comentarios

Entradas populares