El Cid

“It's only now, only know that I know... how hard the road would have been without you”

El Cid, ha sido un personaje histórico, convertido en leyenda, prácticamente en vida, y que por ello, y la genialidad del autor de “El Cantar”, ha pasado a la posteridad, como uno los personajes de la historia medieval de España; más carismáticos y polémicos a la vez.
Héroe nacional por excelencia, Don Rodrigo Díaz, El Cid, el más universal de los burgaleses, encarna el prototipo del caballero, con las máximas virtudes:
Fuerte y leal, justo y valiente, prudente y templado, guerrero y culto...
Y como en tantas ocasiones, la complejidad de encontrar fuentes sobre la vida de Rodrigo Díaz de Vivar es alta, sobre todo para distinguir el elenco de relatos objetivamente historiográficos, sin la contaminación efectuada por sus características de héroe medieval; en el primer grupo de fuentes, que podrían denominarse como cronísticas-cristianas, estarían consideradas:
“La Historia Roderici”, “La Crónica de Veinte Reyes”, “La Primera Crónica General de España”, y “La Crónica Adefonsi Imperatoris”
Todas comparten el nexo de estar redactadas, bastantes años después de las andanzas del Cid, con lo que el grado de contaminación literaria de sus descripciones, debe ser correctamente analizado y contrastado a la luz de trabajos documentales.
Un segundo grupo de fuentes, estaría compuesto por las crónicas y narraciones musulmanas, conjunto muy importante de noticias y responsable, como anécdota, del apelativo “Cid”
La persona, Rodrigo Díaz nacido en Vivar, en Burgos; fue un caballero castellano, que llegó a dominar al frente de su propia mesnada, El Levante de La Península Ibérica, a finales del siglo XI, de forma autónoma, respecto de la autoridad de rey alguno.
Consiguió conquistar Valencia, y estableció en esta ciudad, un señorío independiente, desde el 17 de junio de 1094, hasta su muerte.
Su esposa, Jimena Díaz, con quien tuvo 3 hijos:
María, Cristina y Diego Rodríguez; lo heredó, y mantuvo hasta 1102, cuando pasó de nuevo a dominio musulmán.
El Cid es una figura histórica y legendaria de La Reconquista, cuya vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española, “El Cantar de Mío Cid”
Que ha pasado a la posteridad, como “El Campeador” o “experto en batallas campales”, del árabe dialectal, “señor”
Y como todo héroe legendario, poseyó una espada, y un caballo con nombre propio.
En el caso del Cid Campeador, “Tizona y Colada”, son sus espadas más emblemáticas, y “Babieca”, su caballo preferido.
Según la leyenda, Babieca fue el caballo sobre el que su esposa, Doña Jimena, montó al Cid después de muerto, para atemorizar a sus enemigos, los almorávides, haciéndoles pensar que aún seguía vivo.
Después de esto, Babieca no volvió a ser montado, y murió 2 años, cuando contaba 40 años de edad.
Según esta tradición, fue enterrado en algún lugar del Monasterio de San Pedro de Cardeña, situado a 10 kilómetros de Burgos.
Pese a su leyenda posterior, como héroe nacional, y más concretamente de Castilla, o cruzado en favor de La Reconquista, a lo largo de su vida, El Cid se puso a las órdenes de diferentes caudillos, tanto cristianos como musulmanes, luchando realmente como su propio amo, y por su propio beneficio, por lo que el retrato que de él hacen algunos autores, es similar al de un mercenario, un soldado profesional, que presta sus servicios a cambio de una paga.
Rodrigo Díaz, desde muy joven, sirvió al infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla, llamado “El Fuerte”
En su séquito, fue instruido tanto en el manejo de las armas, como en sus primeras letras, pues está documentado, que sabía leer y escribir.
Tuvo, asimismo, conocimientos de derecho, pues intervino en 2 ocasiones, a instancias regias, para dirimir contenciosos jurídicos, aunque quizás en el ambiente de La Corte, un noble de la posición de Rodrigo Díaz, pudiera estar oralmente familiarizado con conceptos legales, lo suficiente, como para ser convocado en este tipo de procesos.
Combatió con Sancho, en la guerra que este sostuvo contra su hermano, Alfonso VI, Rey de León, llamado “El Bravo”, y con su hermano García, Rey de Galicia.
Los 3 hermanos, se disputaban la primacía sobre el reino dividido tras la muerte del padre, y luchaban por reunificarlo.
Las cualidades bélicas de Rodrigo, comenzaron a destacar en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072)
Tras esta última, Alfonso VI fue capturado, de modo que Sancho se adueñó de León y de Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León.
Quizás, en estas campañas, ganara Rodrigo Díaz, el sobrenombre de “Campeador”, es decir, “Guerrero en Batallas a Campo Abierto”
Al parecer, y según algunos autores, hacia el año 1145, ya se había compuesto el gran poema épico, dedicado a narrar las hazañas del personaje, y que ha pasado a la posteridad, con el nombre de “Poema del Mío Cid”, y la versión que ha llegado hasta nosotros, debía circular ya, hacia 1150.
La fuente literaria, que ha convertido al Cid, en un personaje inmortal, “El Cantar” centra su atención, entre el año 1081, durante El Reinado de Alfonso VI, en que El Cid, es condenado al exilio, y la muerte de Rodrigo Díaz, el 1099.
Arranca por tanto, con un Cid ya maduro, que cuenta aproximadamente 37 años, y está en la plenitud de su carrera militar.
Se educó en La Corte, junto al Príncipe Sancho, al que serviría posteriormente durante su breve reinado, de 1065 a 1072, como Alférez del Ejército Real.
Sancho II, murió en una emboscada, combatiendo a Zamora, defendida por Urraca, partidaria de su hermano Alfonso.
Fuentes posteriores, atribuyeron el asesinato de Sancho II, a manos del traidor, Bellido Dolfos.
Durante El Reinado de Alfonso VI, de 1072 a 1109, a pesar de haberse casado al parecer, el verano del año 1074 o 1075, con una prima hermana del Rey, una mujer de sangre real, Doña Jimena, hija del Conde de Oviedo, fue eclipsado por miembros de la alta nobleza castellana, como la familia Gómez de Carrión, y por García Ordóñez, que había sucedido a Rodrigo como Alférez real.
La leyenda sitúa al Cid, exigiendo a Alfonso VI, el juramento de Santa Gadea, para demostrar que no había tomado parte en la muerte de su hermano, hecho no demostrado.
Y fue desterrado en 2 ocasiones:
La primera el año 1081, tras recibir falsas acusaciones, vertidas contra él, por los poderosos enemigos que se había creado, tras el episodio de Cabra, y una acción de represalia, llevada a cabo por Rodrigo, contra el reino musulmán de Toledo.
Tras haberse reconciliado con El Rey, de nuevo en 1089, tiene que abandonar Castilla.
Se ganó la vida, e hizo fortuna combatiendo como mercenario, al servicio de diversos señores, cristianos o musulmanes.
En el año 1081, entró al servicio de Al-Muqtadir de Zaragoza, y tras su muerte, en octubre de dicho año, continuó a las órdenes de Al-Mutamín de Zaragoza, por lo que tuvo que combatir contra El Conde de Barcelona, y El Rey de Aragón-Navarra, a los que venció en la batalla de Almenar, y El Conde fue hecho prisionero.
En el año 1085, se reconcilió con Alfonso VI.
Pero 2 sucesos posteriores, marcaron el destino final del Cid:
Por un parte, la muerte de Abd al-Aziz, Rey de Valencia, que convirtió a este territorio, en escenario estratégico de La Península; y la victoria almorávide en Zalaca, el año 1086, que obligó a unir las fuerzas de Alfonso VI.
El Cid, que en nombre del Rey, se trasladó posteriormente a Valencia, para defender al Rey vasallo, y aliado de Castilla, Al-Qadir, antiguo soberano de Toledo, a cuyo servicio, y en nombre de Alfonso VI, se puso El Cid.
El Cid, ocupó militarmente la ciudad, en el año 1094, y actuó en ella como gobernante, hasta su muerte el año 1099, de unas heridas que había recibido en Albarracín.
Previamente, había establecido una alianza con El Conde de Barcelona, y con Alfonso VI.
Al evacuar la ciudad, y trasladar los restos momificados de El Cid, fue cuando algunas leyendas hablan, del episodio de que ganaba las batallas después de muerto, porque colocaron su cadáver sobre un caballo, y las huestes enemigas huían, al verlo creyendo que era un espectro demoniaco.
Tras su honorable vida, toda la cristiandad lloró su muerte.
“What a noble subject, if only he had a noble King”
El Cid es una película épica de aventuras, Ítalo-estadounidense, del año 1961, dirigida por Anthony Mann.
Protagonizada por Charlton Heston, Sophia Loren, Raf Vallone, John Fraser, Geneviève Page, Gary Raymond, Herbert Lom, Massimo Serato, Douglas Wilmer, Michael Hordern, Andrew Cruickshank, Ralph Truman, Hurd Hatfield, Gérard Tichy, Christopher Rhodes, Frank Thring, Carlo Giustini, Barbara Everest, Fausto Tozzi, entre otros.
El guión es de Philip Yordan, Ben Barzman, y Fredric M. Frank, que abordan temas como:
La lealtad, la ambición, el amor, la codicia, o la honestidad; toma licencias poéticas de la figura histórica y legendaria del héroe Don Rodrigo Díaz de Vivar, llamado “El Cid Campeador”, en una reflexión sobre el héroe, sobre la lealtad, sobre la convivencia, y sobre todo, la tolerancia.
Las obras de teatro:
“Las Mocedades del Cid” (16051 - 1615), de Guillén de Castro; y “El Cid” (1636) del francés, Pierre Corneille, también contribuyeron con mucha información al guión de Philip Jordan, así como la valiosísima aportación de Ramón Menéndez Pidal, insigne historiador, autor de:
“Cantar del Mío Cid: Texto, Gramática y Vocabulario” (1908–1912), “La España del Cid” (1929), y de “Historia del Cid” (1942), que ejerció de asesor histórico.
Producida por Samuel Bronston, El Cid trata de la vida del guerrero castellano, se prefiere a la leyenda y a la realidad, en donde Mann lleva el personaje, al terreno épico y mesiánico, del héroe solitario, enfrentado a su destino.
Pero en los años inmediatamente anteriores a la producción de El Cid, hubo 2 intentos de traer la vida del “Campeador” a la pantalla:
Uno español, con Paco Rabal como Rodrigo, y Madeleine Fischer, dirigido por Cesáreo González, y con guion de Vicente Escrivá; y otro hispano-italiano, con Ray Milland y Hedy Lamarr.
Ninguno de estos proyectos, pasó de preproducción.
El Cid obtuvo 3 nominaciones al Oscar:
Mejor dirección artística/color, canción “The Falcon and The Dove”, banda sonora/drama/comedia para Miklós Rózsa.
Como dato, El Cid es una de las películas favoritas de Martin Scorsese, el cual la considera “una de las más grandes películas épicas, jamás creadas”
Scorsese, de hecho, fue una de las fuerzas principales, detrás de su restauración y reestreno, en 1993.
Y es que hasta 1961, fuera de España, nadie sabía quién era “El Cid”, desde entonces, se estudió en muchos colegios estadounidenses, y del resto del mundo.
Sus $6 millones de la época de presupuesto, se tradujeron en $26 millones, solo en Estados Unidos, y contribuyó enormemente a popularizar la gesta de “El Cid Campeador”, a poner de moda La Reconquista, como material cinematográfico, y a despertar el interés turístico por una España, más allá de la costa.
El Cid fue rodado en varios puntos de España, así como en Roma, Italia; y en Bamburgh Beach, Reino Unido.
La acción toma lugar en España, dividida en reinos cristianos, y fortalezas árabes.
En la segunda mitad del siglo XI, durante la ocupación almorávide, el fanático Emir, General Ibn Yusuf (Herbert Lom) induce al levantamiento contra los reinos cristianos, con el fin de invadir Europa, bajo la égida musulmana.
Mientras el joven, Rodrigo Díaz de Vivar (Charlton Heston), desea ver su país en paz, y libre del invasor.
Vigoroso, valiente, y lleno de recursos, el noble caballero, odia el derramamiento de sangre, y se enfrenta a cargos de traición en La Corte, por la clemencia mostrada con algunos Emires.
Su acusador, Gormaz (Andrew Cruickshank), padre de su novia, Ximena (Sophia Loren), muere en el duelo resultante.
El matrimonio, entre Rodrigo y Ximena, no se consuma, y ella entra en un convento…
Después de ser desterrado, y con el paso de los años, El Cid se convierte en un guerrero respetado, pero se niega a ayudar al Rey Alfonso VI (John Fraser), prefiriendo seguir su propia estrategia, para expulsar a los moros de España.
Sólo el caballero castellano, Rodrigo Díaz de Vivar, será capaz de unir las diferentes facciones confrontadas en La Corte, para luchar contra el enemigo común.
Apodado “El Cid” o “Señor” por sus enemigos, reúne un ejército, al frente del cual, acabará forjándose la leyenda del “Campeador”
Y con el sitio de Valencia, consigue una gran victoria, y la entrega de la corona de la ciudad, iniciando una leyenda que va más allá de su muerte.
El Cid emociona, estimula, y despierta poderosos sentimientos de respeto y valoración, ese soldado fiel a la verdad, ajustado en rigor a la justicia, y empeñado en la hermandad de aquellos hombres a los que, tan torpemente, separa una religión.
Todo esto le significará, perder a la mujer que ama, ser amenazado de muerte, y desterrado, pero al tiempo que acepta con sabia entereza, todo cuanto sucede, dando profundas muestras de benignidad, El Cid seguirá luchando para proteger a su tierra, mantener enhiestas las instituciones, y garantizar la supervivencia digna de sus coterráneos.
“People of Valencia!
I bring you bread!”
Descomunal superproducción de la mitad del siglo XX, que no podía ser de otra manera, protagonizada por Charlton Heston, El Cid constituye la representación filmográfica de la mítica, imborrable vida de Rodrigo Díaz de Vivar, la legendaria figura caballeresca, que a partir del respeto hacia sus rivales, como sucedió con los estigmatizados enemigos musulmanes, considerados malignos e irracionales, que debían ser ejecutados sin ningún replanteamiento ni juicio, a quienes en ocasiones, les brindó una oportunidad de resarcimiento, así ganó la amistad y devoción del Rey taifa de Zaragoza, Al-Muqtadir, y gracias a su evidente consideración del honor, como única posesión real de los seres humanos, transformó el pensamiento de todo El Reino de Castilla, y hasta su propio destino, el cual parecía condenado a una existencia en el olvido, y en muchas ocasiones, también a una muerte deshonrosa, a causa de los incomprendidos, pero no menos nobles códigos que proclamó en su vida, los cuales lo llevaron en circunstancias, a sufrir la oposición misma del Reinado que el mismo debía proteger y defender desde su condición de caballero.
La obra presenta al Cid de “La Leyenda”, antes que al de “La Historia”; comete abundantes anacronismos, que se hacen patentes en la arquitectura, armamento masculino, e indumentaria femenina, y todo ello, pese a que el asesor histórico del film, fue Ramón Menéndez Pidal, filólogo, historiador, folclorista, y medievalista, español.
Y es que El Cid, es el resultado de múltiples confluencias, como el propio “Cantar”:
Por la visión que del mismo, y de la España de su tiempo tenía el asesor histórico y erudito; la impronta que al mundo cinematográfico del “western” había traído su director, Anthony Mann; los valores que sus guionistas, Philip Yordan y Fredric M. Frank quisieron plasmar, con una historia de superación de los conflictos religiosos a la que bien se prestaba El Cid; el concepto de cine espectáculo y monumental del productor Samuel Bronston; y por último, de las decisiones de los principales protagonistas:
La italiana, Sophia Loren, pero fundamentalmente, Charlton Heston.
Heston, era sin lugar a dudas, el actor que mejor podía obrar en la pantalla, el mágico efecto del mítico “Cid Campeador”
Su rostro, capaz de insuflar entereza y consistencia a personajes como Moisés o Judah Ben-Hur, a los que ya había interpretado en el cine, durante la década anterior, se metió de lleno en el papel, y a él se debe en gran parte el éxito de la cinta.
Una película, tengamos hoy presente, que en la época, venía a ser la gran superproducción épica medieval, desde el rodaje de “Ivanhoe” (1952) o “Knights Of The Round Table” (1953), ocurrido años antes.
Si Charlton Heston encarnó a héroes, y a la par, defendía el derecho de portar armas para defenderse de los cabrones que hay muchos por doquier, es al fin y al cabo comprensible, pues quien tan fielmente se metió en personajes de bravura honesta y paradigma de hombría, que pugna noblemente en defensa propia, con toda lógica, debía tener en su ser mucho de eso mismo, que tan bien interpretaba, nos guste o no.
Por la contraparte femenina, Mann llego a pensar en su mujer, Sara Montiel, para el papel de Doña Ximena, rechazando ésta el trabajo, y recomendado a Sophia Loren, que fue la elegida finalmente.
Y admirable, el infinito reparto de 5,000 hombres, solo para la batalla final…
El Cid, está dividida en 2 partes, con un salto temporal entre ambas.
En la primera, nos encontramos las mocedades del Cid, cómo llegó a convertirse en paladín de La Corte del Rey Fernando I de León, Rey de Castilla, entre otros títulos; y el episodio del juramento de Santa Gadea, que provocó su destierro.
La segunda parte, presenta un importante salto temporal.
Se omite el episodio, en la que El Cid marchó a Zaragoza, y vivió en La Corte de la taifa, bajo las órdenes del Rey Al-Muqtadir, quien gravemente enfermo, fue sucedido aquel 1081, por Al-Mutamán.
En El Cid, aparece Al-Mu'tamin (Douglas Wilmer), que debe de ser este último…
También se omite las trifulcas con El Conde Berenguer Ramón II de Barcelona, que le había rechazado cuando le ofreció sus servicios tras su exilio.
Aunque El Cid falsea la historia a su antojo, y está llena de anacronismos, mantiene buena parte de su esplendor y fascinación, recreando la historia medieval, con un estilo que adopta ciertos códigos del “western”
¿Errores históricos?
Los hay:
En la película, se retrata a El Cid como Cristo:
Es un hombre valiente, que tiene morales fuertes.
No quiere que su país tenga una guerra, sino que todos vivan en paz, como antes del Reino de Ben Yusuf.
El Cid, al fallecer en Valencia, tenía 51 años, y sus 2 hijas ya eran mayores, y se habían desposado...
Otro punto de fricción, fue la utilización de la palabra “España”, para hablar de la patria que en realidad es Castilla, pero la película alude en el guión, al conjunto de Reinos de La Península, en peligro por las huestes de Ben Yusuf, y no a un solo territorio, por lo que su inclusión es aceptable, ya que el vocablo “España”, procede de “Hispania”, el nombre que los romanos dieron a La Península Ibérica cuando la conquistaron.
Entre las licencias más deplorables, hay que incluir el trato dado a los personajes de Al-Mutamin y Ben Yusuf:
Al primero, que murió en 1085, se le sitúa en el lecho de muerte del Cid, el 1099.
Ben Yusuf, muere en la película, el año 1099, al mismo tiempo que El Cid, cuando en realidad, le sobrevivió 7 años más…
Si históricamente no es válido, sí lo es cinematográficamente, porque ceñirse estrictamente a la historia, hubiera necesitado una trilogía como “The Lord Of The Rings” en su versión extendida, provocando entonces, la ira de los críticos que acusarían a Bronston de pesetero, y mercantilista.
Por otra parte, El Cid se rodó en un ambiente muy enrarecido y tenso, sobre todo por el divismo de Heston y Loren, y un par de tropezones de Bronston:
A Charlton Heston, nunca le acabó de convencer El Cid, por mucho que fuera una de sus más icónicas:
Siempre defendió que El Cid, era para William Wyler, mientras que “Ben-Hur” se adecuaba más a Anthony Mann.
Además, consideraba que Mann quería acaparar demasiado protagonismo, haciendo que las escenas de acción resultaran sosas, cosa que según él, no habría pasado de haberlas confiado a su ayudante, el legendario doble y coreógrafo, Yakima Canutt.
Heston, se quejó de que Sophia Loren cobraba más que él, hubo peleas en torno a ello, tanto que el actor yanqui, no la miró a los ojos en todo el rodaje, llegando a estropear alguna que otra escena, expresamente, véase cuando se besan...
Por su parte, La Loren amenazó a Bronston, de ir a Los Tribunales por incumplimiento de contrato, al ver que su nombre estaba por debajo del de Heston, en la marquesina durante el estreno en EEUU, pues tenían que estar uno al lado del otro.
Ello no impidió, que Loren volviera a trabajar con Bronston, en “The Fall Of The Roman Empire” (1964)
Por último, Miklós Rózsa renegó, no sin razón, parece, de Bronston, por cargarse la mitad de su banda sonora, en el montaje final.
En todo caso, El Cid permite al final, redimirse a los 2 personajes cristianos, peor tratados:
Al Conde García Ordóñez (Raf Vallone), y al Rey Alfonso VI.
El primero, muere heroicamente en manos de Yusuf, proclamando su inquebrantable lealtad al Cid inmortal; y el segundo, acude al lecho de muerte de Rodrigo Díaz, a implorar perdón de rodillas, a un Cid que se muestra firme ante la muerte, y le pide que no se humille, afirmando finalmente que “España tiene un Rey”
Combatiendo junto al cadáver del Cid, “vencedor después de muerto”, Alfonso VI encuentra su destino final, y es testigo de la salvación de España...
Por lo que respecta a lo meramente cinematográfico, El Cid es un peliculón épico, espectacular, un poco flojo en las interpretaciones, algo teatral, pero de una escala tan grande, que uno se admira de que lo que vemos en pantalla, no sea CGI, sino estructuras hechas a mano, o monumentos históricos adecuados para la obra; todo ello en la magia de un director mítico en acción.
Los mejores momentos, son las batallas y las peleas.
Hablando de las cuales, debemos admitir que 2 por lo menos, son bastante extrañas para la época, por su crudeza, y por su verosimilitud.
La obra brilló en los duelos, las batallas, y en dotar al héroe de una gran hombría, valor, fuerza, justicia, y obstinación.
Presentándolo como un “enviado de Dios”, para defender a España contra el invasor, una especie de “iluminado divino”, repleto de valores honorables, que habían sacado de los cantares de gesta, y otras obras adoctrinadoras del medievo.
También, cabe destacar el papel fundamental, jugado por su banda sonora, una de las composiciones más logradas y bellas de su autor, Miklós Rózsa, quien pasó varios meses en España, para conocer la música de la época de El Cid, y que contó también, con el asesoramiento de Ramón Menéndez Pidal.
“You will soon be a King, you must start to think like one, any man can kill, only a King can give life!”
La película El Cid, es una plasmación de la memoria histórica medieval, en el momento en que se realizó, 1961.
Por tanto, como ejemplar de la memoria histórica, debe desligarse de la realidad histórica del Cid, pues nada tiene que ver con él, es el fruto de la evolución del Cid legendario/simbólico, y el literario.
Para entender la significación, como fuente histórica que tiene ésta película, es necesario ir desgranando los diferentes influjos que recibe:
Para empezar, es importante identificarla como una película, hecha en EEUU, en los años 60, en un contexto de acercamiento y asimilación político-cultural de los estadounidenses a la Europa Occidental, que tuvo como fruto, la aparición en el cine, debido al papel propagandístico en la cultura de masas, que éste tenía ya entonces, de obras dedicadas a este fin.
Son películas marcadas por sus dimensiones colosales, lo que se ha definido como superproducciones hollywoodienses, y que con una indiferencia absoluta a la adecuación histórica, busca la apropiación y reedición de la cultura europea; donde se exaltan los valores de unos EEUU dominadores, frente a la URSS, ambos en plena Guerra Fría; ensalzando como se ve en El Cid, el individualismo/liderazgo, la fraternidad viril, el impulso conquistador de una nación joven y dinámica, la defensa de la libertad de los oprimidos, el espíritu de empresa, y la tolerancia religiosa, todo con un terrible enemigo enfrente, en el caso del Cid, el líder almorávide, Ben Yusuf, que no sólo lucha contra los cristianos, sino que también oprime a los musulmanes de Al-Andalus.
Por tanto, El Cid es un hombre de su tiempo, y los hombres que lo acompañaron en sus campañas militares, son también fruto de una época de expansión, y de fuerte movilidad social y económica en el occidente cristiano, prefigurando el inicio de Las Cruzadas, en el año 1095, como paradigma de esta expansión hacia Oriente.
El Cid, es un “señor de la guerra”, un noble guerrero, especializado en dicha actividad, y que destacó por encima de otros contemporáneos suyos, por su habilidad como militar y estratega, dejando claro que, este servicio lo prestó al mejor postor, cristiano o musulmán, y que combatió al lado de musulmanes y contra cristianos, lo que le aleja de la visión legendaria e inmaculada, mostrada en la película, de combatiente cristiano contra los musulmanes.
Entre la desinformación reinante en los tiempos más modernos, y la saturación obsesiva de los tiempos más lejanos, la única solución aconsejable, es la de acercarse al Cid, a Rodrigo Díaz de Vivar, sin ningún tipo de rencores, sin ningún tipo de pretensiones, y sin ningún tipo de falsas esperanzas.
Sólo así, será posible reconocer a un personaje contradictorio, envuelto en un contexto temporal, igualmente contradictorio, con la frontera como aliado más perceptible, para que, de esta forma, cada uno de los interesados en descubrir su realidad, contribuya a cerrar la cicatriz cidiana en su doble vertiente:
Echar doble llave a su sepulcro, enterrando definitivamente manipulaciones del pasado, y ayudar a Rodrigo a, de verdad, vencer su última batalla después de muerto, aunque sea en el modesto plano historiográfico.

“In my country, we have a name for a warrior with the vision to be just and the courage to show mercy.
We call him... El Cid!”



Comentarios

  1. ña Jimena, se cree que nació antes de 1046, falleciendo en 1115. Fue la esposa del Cid y señora de Valencia entre el 1093 y 1102. Jimena Díaz, fue hija del conde de Asturias, Diego Fernández, fallecido antes del 24 de julio de 1046, y de una dama de apellido Fernández, probablemente llamada Cristina. El conde Diego Fernández era hijo del conde Fernando Flaínez de la Casa de Cea y de Elvira Peláez. Casó dos veces; en primeras nupcias con Cristina Fernández y en segundas con Elvira Ovéquiz. symcdata.info/gobierno-de-ramon-castilla/

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