Blue Velvet

“It's a strange world”

A lo largo de su historia, el cine siempre ha tratado de reflejar los aspectos más extremos de la sexualidad humana, bien con ánimo moralizante, bien como escueto testimonio.
También ha reflejado, por tanto, la práctica del BDSM, acrónimo de bondage-disciplina-dominación-sumisión-sadismo-masoquismo.
Sadomasoquismo es un acrónimo de los términos sadismo y masoquismo.
El sadismo es la obtención de placer al realizar actos de crueldad o dominio.
Este disfrute puede ser de naturaleza sexual y consensuada, en cuyo caso se considera una de las parafilias que se engloban bajo el acrónimo BDSM.
En caso contrario, puede ser indicativo de trastorno mental o el resultado de emociones humanas como el odio, la venganza e incluso ciertas concepciones de la justicia.
Estamos, pues, ante una polisemia con matices de significado netamente diferenciados.
El término sadismo viene del Marqués de Sade, escritor y filósofo francés autor de numerosas obras donde el sadismo sexual ocupa un papel de gran importancia.
Su antónimo y complemento potencial es el masoquismo.
El masoquismo es la obtención de placer al ser víctima de actos de crueldad o dominio.
Este disfrute también puede ser sexual o asexual.
La característica fundamental del masoquismo que lo distingue de otros tipos de sumisión es la algolagnia, esto es, la satisfacción obtenida sufriendo dolor físico en distintos grados.
“Baby wants to fuck!
Baby wants to fuck Blue Velvet!”
Blue Velvet es una película de 1986 dirigida y escrita por David Lynch.
Protagonizada por Isabella Rossellini, Dennis Hopper, Kyle MacLachlan, Laura Dern, Dean Stockwell, George Dickerson, Jack Nance, Hope Lange, Brad Dourif, Priscilla Pointer y Frances Bay.
Blue Velvet tuvo un éxito crítico enorme en el año 1986 y fue considerada por muchos para ser la mejor del año.
Desde entonces Blue Velvet es considerada un clásico y ha lanzado a su director, David Lynch, al estrellato internacional.
Blue Velvet estuvo nominada al Oscar por mejor director.
Con los años, Blue Velvet se ha transformado en una película de culto, siendo reconocida como una de las más importante e influyentes del director.
El nombre “Blue Velvet” fue tomado de la canción de Bobby Vinton, famosa en los años 50 por versiones grabadas por Tony Bennett y otros.
Blue Velvet describe varias situaciones extrañas en las que se puede sentir un ambiente un poco perturbador, tal y como sucede en los distintos filmes de David Lynch.
Resulta hipnótico de principio a fin, lo que resulta más cautivador es la facilidad de Lynch en desarrollar una historia llena de perversidad, la propuesta es capaz de llevarnos a las habitaciones más oscuras y recónditas del alma y la esencia humana, llena de imágenes y secuencias sugestivas.
Blue Velvet muestra el dualismo existente en el mundo.
Por un lado, lo superficial de la vida lleno de aparentes buenas sensaciones; y por el otro, la pura realidad, el lado oscuro que se esconde tras todo lo que a simple vista parece bello.
David Lynch nos entrega una producción que ronda en lo extremo, entre lo bello y lo grotesco, lo sano y lo insano, lo sencillo y lo complejo.
Blue Velvet es una crítica hacia las apariencias, y la idea que sobre un aparente piso de belleza se pueden ocultar las situaciones más perversas, separadas simplemente por el delgado velo de las apariencias.
La acción dramática tiene lugar en Lumberton, Carolina del Norte, pequeña ciudad maderera, tranquila, pacífica y segura.
Un hombre riega las plantas de su jardín cuando de repente sufre un ataque que lo deja en el suelo.
El hombre es Mr. Beaumont (Jack Harvey), quien es visitado en el hospital por su hijo Jeffrey (MacLachlan)
Cuando Jeffrey vuelve a casa encuentra en el camino una oreja humana entre el pasto, la pone en una bolsa y la lleva al detective Williams (George Dickerson)
Más tarde se encuentra con Sandy (Laura Dern), la hija del detective, quien revela a Jeffrey detalles sobre la investigación que adelanta su padre en el caso de la oreja encontrada por él.
Dichas revelaciones llevan a Jeffrey con ayuda de Sandy a colarse en el apartamento de una mujer llamada Dorothy Vallens (Isabella Rossellini), donde es descubierto por ella, quien sin embargo, lo oculta en el armario cuando al apartamento llega Frank Booth (Dennis Hopper)
Allí Jeffrey se involucra en otro misterio relacionado con la extraña relación sadomasoquista que llevan Dorothy y Frank.
Blue Velvet presenta un retrato sobrecogedor del horror y del espanto que conviven ocultos junto a la placidez de una de las localidades más tranquilas del país.
Su exploración muestra un universo de perversiones, aberraciones, truculencias, vilezas y ruindad, que supera los límites de lo imaginable.
Blue Velvet propone un perturbador viaje a las tinieblas que anidan en las profundidades del alma y del corazón.
El trayecto lleva al espectador a un estado onírico e irreal donde todo es posible, nada es definitivo y casi todo es inexplicable.
Sueño, alucinación y realidad se confunden, se equiparan y se solapan.
Lynch no es dado a aceptar la existencia de dos realidades opuestas y contradictorias.
En el fondo del relato palpita una crítica mordaz del sueño americano y del bienestar falaz de la sociedad más próspera del planeta.
La cámara observa escenas de perversiones sexuales:
Voyerismo, violación, sadismo, masoquismo, fetichismo, humillación, etc.
El realizador también juega con una doble pareja de personajes:
Sandy y Dorothy, Jeffrey y Frank.
Poner atención al simbolismo de los nombres.
¿Son expresiones contrarias de una misma realidad?
Posiblemente Dorothy sea el lado oscuro de Sandy o su “alter ego”, y Frank el lado oscuro de Jeffrey o su “alter ego”
Respecto a una de las escenas donde se encuentra con una parte del ser humano, a Lynch le pareció perfecta la idea de que fuera una oreja y no otra parte del cuerpo la que encontrara el protagonista tirada en el campo, debido a que el sentido de la audición es una conexión directa al cerebro, por lo que parecía ser la elección perfecta.
La oreja no es más que un llamado, una invitación que se le extiende al protagonista para que participe en el oscuro y depravado mundo que se esconde en Lumberton, el cual de una forma u otra, terminará marcando a todos aquellos que se sumergen en él.
David Lynch abre Blue Velvet con una presentación de la imaginaria, en todos los sentidos de la palabra, ciudad de Lumberton, a través de diversos planos idílicos que rezuman paz y felicidad.
El cielo luce azul, la gente saluda sonriente, los jardines se muestran paradisíacos, y el color de las flores contrasta con el blanco nuclear de las vallas.
Todo parece perfecto y tranquilo.
Pero cuando un hombre que hasta ese momento regaba su jardín sufre un infarto, cuando la enfermedad hace un abrupto acto de presencia en ese entorno de ensueño, la cámara se adentra en la tierra, por debajo del impoluto césped, y nos muestra la podredumbre malsana y asquerosa que se retuerce bajo ese mundo.
Apenas en esos dos o tres primeros minutos, Lynch nos resume de la mejor forma posible el que será uno de los grandes temas recurrentes de su universo particular.
Lynch enfoca la realidad extrema, cuando hay violencia, sexo o muerte, con una especie de pátina de incredulidad que visualmente aparece con distorsiones de imagen, de monstruosas figuras como si fueran percepciones de “delirium tremens”, de dislocación de la acción y del tiempo en sus demostraciones más surrealistas.
En Blue Velvet es la bonita realidad aparente de comienzos de los 60 la que se nos muestra surrealista en el comienzo y en el final, con esa ralentización de unos personajes anónimos saludando a la cámara con rostro de felicidad en una pequeña villa donde muchos se conocen pero que ignoran la verdad oculta de depravación de algunos de sus habitantes.
La anécdota con la que comienza la historia parece también surrealista por el tratamiento e importancia visual que concede Lynch a una oreja humana, y sirve de hilo conductor para que el joven Jeffrey Beaumont descubra su particular rito de paso hacia el mundo adulto.
Rito de paso que se manifiesta a través de unas indagaciones en torno al secuestro del marido de una cantante que presta su voz en un tugurio de la ciudad.
El cineasta, que a partir de esta gran obra utilizará el cine para explorar sus propias ideas acerca de las máscaras y de los opuestos, de las interpenetraciones entre la realidad y la irrealidad, la luz y la oscuridad, el mal y el bien, los sueños y la vigilia, nos muestra en Blue Velvet su particular visión de “La América Profunda”, un mundo idílico construido en base a un determinado ideal, que se estremece cuando es confrontado con su opuesto, la realidad oculta.
Ese ideal, que todos conocemos mediante la acertada expresión “Sueño Americano”, es el mundo en que viven los protagonistas de Blue Velvet.
“El Sueño Americano” no es más que un bello cortinado de terciopelo azul tejido con falsas apariencias; una imagen idílica con la que consciente o inconscientemente las personas se ocultan de sí mismos y de todos los males que les rodean.
Creo que es alucinante, como Blue Velvet nos hace ver la vulnerabilidad del ser humano, y como dentro de él, puede estar o el peor animal de todos, o el ángel mas divinizado, dos forma de ser totalmente opuestas, que conviven unidas dentro de un mismo cuerpo.
Siempre tendemos a separar a las personas buenas y puras, de las malas y agresivas, se es una cosa o se es otra, pero muchas veces podemos descubrir que nos somos tan buenos, o que no somos tan malos.
Esto se ve claramente cuando nuestro protagonista, empieza a entrar en el juego agresivo de Dorothy, mas tarde lo vemos llorando arrepintiéndose de lo que hizo, como que no se reconocía a sí mismo.
También, la escena del pájaro, posado en la ventana que parece perturbador, pero que mirando con detenimiento, se está comiendo un insecto mientras nos mira, es totalmente representativo de la naturaleza de Blue Velvet, y de lo que nos quiere hacer pensar.
Repleta de misterio, humor negro, personajes memorables, con una buena progresión dramática a modo de descenso a los infiernos, y contando además con la primera de las fructíferas colaboraciones entre el cineasta y el genial compositor Angelo Badalamenti, Blue Velvet es la película en la que Lynch afianzó por fin su personal estilo cinematográfico.
Gran parte de los conceptos, elementos y formas que contemplaremos en su filmografía posterior, tanto en términos estilísticos como argumentales e incluso musicales, tiene su origen en Blue Velvet y se sintetizan aquí por primera vez.
Pongamos como diferentes ejemplos su gusto por los escenarios teatrales, los cortinados, el uso simbólico de los colores rojo: pasión, fuerza, amenaza; y azul: los sueños, los números musicales “jazzísticos” que en ocasiones suelen aportar información sobre la trama, y particularmente esa plástica teatral a la hora de planificar ciertas escenas, gracias al uso de los grandes angulares, los contrastes cromáticos y la distribución de objetos, y personajes en los encuadres de imagen, como si se tratara de lienzos en movimiento.
Curiosamente al final de Blue Velvet todo vuelve a su cauce.
El mal es extirpado, y los personajes continúan viviendo felices y comiendo… petirrojos animatrónicos.
Blue Velvet concluye con una escena magistral:
Tras el violento desenlace, la cámara en un travelling en retroceso, muestra la oreja de Jeffrey, que descansa en su casa, con toda su familia y la de Sandy; Dorothy ha recuperado su vida anterior y juega con su hijo; un coche de bomberos circula por la calle y todo se funde en un fondo de terciopelo azul...
El telón de terciopelo azul cae de nuevo sobre el escenario, y el verdadero espectáculo teatral termina.
Blue Velvet nos regala personajes tan frágiles, enfermos e irreverentes que resulta una delicia poder disfrutar de un cine tan original en todas sus extensiones.
Kyle MacLachlan quién le dio mucha inocencia pero al mismo tiempo perversión interesante al personaje del joven Jeffrey, en su dualidad, de doble naturaleza.
Isabella Rossellini tiene un físico muy interesante, con unos ojos tristes y torturados.
Isabella es capaz de transmitir a la perfección el estado mental y emocional de ésta mujer tras los abusos de Frank.
Se trata de una mujer destrozada que odia a Frank pero que al mismo tiempo ha desarrollado una dependencia sadomasoquista con él y ahora es incapaz de mantener una relación sexual normal.
El terrible “Hit me!” que repite constantemente es un testimonio estremecedor de la crueldad más atroz.
Laura Dern aquí interpreta a la joven Sandy, quizá el personaje más normal de toda la historia.
El verdadero “showman” tiene que ser Dennis Hopper quién mastica y escupe cada escena en la que está con su gritón y pregonero de maldiciones, Frank Booth.
Definitivamente Hopper consigue sobresalir en cada escena en la que se encuentra y sin duda es el personaje más interesante, y más memorable de Blue Velvet con sus líneas eufóricas y destructivas y de vez en cuando raras acciones que en una escena en particular ayudan a convertirla en la escena más tensa e interesante de toda Blue Velvet.
Hopper, ofrece a mí gusto uno de los papeles más desagradables, en el buen sentido de la palabra, del cine, un papel que llega al punto de generar una reacción de repulsión con la entrada triunfal al apartamento de Dorothy y lograr, eso es decir mucho, sobre la complejidad del personaje y la excelente caracterización siniestra de Hopper; quien por sobre su grupo de secuaces, hace una excelente dueto con Ben (Dean Stockwell) quien a pesar de su pequeño papel logra dejar un sin sabor.
La encarnación de ese mal oculto es el peligroso Frank Booth, fácilmente uno de los villanos más sádicos y atemorizantes que se han visto en la historia del cine.
Se ha dicho en múltiples ocasiones que el trío conformado por Frank, Dorothy y Jeffrey, está fuertemente marcado por el complejo de Edipo.
Hay gente que postula que Frank y Dorothy vendrían a ser los padres, mientras que Jeffrey sería el hijo de una familia absolutamente disfuncional.
Es así como la violencia de Frank vendría a representar la violencia domestica presente en miles de familias reales.
Actos que sin duda Jeffrey reprueba, pero que a su vez incitan al joven a querer tener el mismo poder que Frank exhibe sobre Dorothy.
De la misma forma, los actos y actitudes del desquiciado Frank dan a entender que él fue parte de abusos durante su infancia, o que tal vez ocupó el mismo lugar que ahora ocupa Jeffrey, el de un voyerista circunstancial que cuando niño presencio vejámenes semejantes entre sus progenitores.
Sea por la razón que sea, el personaje interpretado magistralmente por Hopper, es de aquellos que queda en la retina incluso mucho tiempo después de ver Blue Velvet, convirtiéndose en un parámetro no menor de lo que debería ser un villano cinematográfico.
Los encuentros entre Jeffrey el joven detective y Dorothy son antológicos:
Jeffrey espía, fortuitamente, a la intrigante mujer desde un armario del apartamento de ella, consiguiéndose, la identificación completa por parte del espectador con el joven detective y que, a su vez, sea participe desde la misma perspectiva de los horrores que hay del otro lado.
Dorothy descubre a Jeffrey, pero, a pesar, de la desconfianza inicial, ella le tomará como un príncipe salvador, teniendo su primer encuentro íntimo.
Su segunda cita resulta más clamada, pero no menos desconcertante; ella se encuentra cariñosa y comenta a Jeffrey que le ha buscado en el armario.
La segunda vez que se encuentra en el apartamento, harán el amor violentamente; Dorothy ha terminado asociando dolor y placer de manera traumática debido a sus citas con su extorsionador, Frank y ella le comentará “ahora llevo tu semen dentro”
El último encuentro entre ambos es probablemente el más devastador de todos:
De noche, en medio de un altercado entre Jeffrey y el insulso novio de Sandy, aparece Dorothy, completamente desnuda y con múltiples contusiones, como si de una visión o un fantasma se tratara, de entre unos árboles...
Parece que comienza el fin del horror.
El empelo de los objetos y de su significado en un plano y su relación con el anterior hace recordar a Alfred Hitchcock:
La manguera, la oreja cercenada, las tijeras con las que fue cortada; los distintos significados del vestido de terciopelo azul de Dorothy, cuando está con Frank, cuando está con Jeffrey e, incluso, cuando no lo lleva y sirve de mordaza para su marido...
Lynch dirige prodigiosamente lo que poco a poco se va convirtiendo en una auténtica pesadilla surrealista y onírica.
Maravillosos e inolvidables son también los dos temas musicales que ambientan esta joya del cine:
“Blue Velvet”, cantada por la Rossellini, e “In My Dreams”, que canta un afeminado Dean Stockwell, que rodean Blue Velvet para darnos unos de los desenlaces mas perturbadores que recuerdo.
“I'm seeing something that was always hidden.
I'm in the middle of a mystery and it's all secret”
Pareciera que el mundo es amable y cándido.
Pareciera que todo sonríe y que detrás de los verdes céspedes y las bien pintadas cercas de madera, la vida es simple, fácil...
Percepción pura.
En las historias de David Lynch todo se tuerce.
Inesperadamente, los personajes se ven involucrados en situaciones que no buscaron, encontrándose con perversiones o con una maldad incauta.
Y sin embargo, siempre hay un halo de nostalgia, de tristeza por lo que no puede ser perfecto, o simplemente por lo que fue...
Tenue sensación de suavizar con los labios un poco de terciopelo azul.
Al final, todo regresa a como era en un principio, pero llevando a cuestas la sensación de que el mundo es frágil, delgado, corruptible.
“Es un mundo raro...”
Claro que sí.
“¿Por qué existen las personas como Frank?”, se pregunta Jeffrey.
Muchas veces la oscuridad nos aterra porque no sabemos todo lo que se pueda ocultar dentro de ella y nos imaginamos lo peor.
Asesinos, monstruos, fantasmas...
Todo puede estar allí.
¿De dónde vienen esos espectros?
Queremos averiguarlo.
Les tememos y a la vez queremos saber todo sobre ellos.
Ese mundo raro es el mundo del que siempre escuchamos, muchas veces en el noticiero.
Todos esos hechos sangrientos, extraños, macabros y sorprendentes que ocurren todos los días.
Están allí, ocultos en la oscuridad; contrastando con la vida que nosotros vivimos, una vida correcta y feliz.
LOOK CLOSER…
Y nos muestra como nos hechiza la seducción que provoca el misterio, el morbo puro, la fascinación que ejerce sobre nosotros el descubrir otras realidades ajenas a lo que conocemos; y si estas se vislumbran extrañas y horribles, nos parece mucho mejor, mucho más excitante.
Estamos ávidos de nuevas emociones y el misterio es sólo un pretexto para comenzar una aventura.
Descubrir, el ir más allá de lo que se nos está permitido, es algo intrínseco de nuestra naturaleza, y el adentrarnos en esos mundos inquietantes y sórdidos que habitan debajo de la tranquilidad también, y son los lugares que inevitablemente tenemos que visitar para satisfacer toda nuestra hambre y revelar los secretos.
Representan nuestra parte oscura y oculta, todas esas perturbadoras emociones y deseos que llevamos dentro, pero que nunca dejamos salir.
Así, inconscientemente damos rienda suelta a nuestra propia enfermedad.
El misterio nos enamora, hacemos el amor con él, nos golpea y nos lleva a dar un paseo por el infierno.
Y, como Jeffrey, todo comienza con la simple curiosidad, escabulléndonos en su habitación y escondiéndonos en su armario; desde donde lo vemos desvestirse tranquilamente mientras obtenemos valiosa información.
Blue Velvet...
Suave y brillante, como la seducción y el deseo.
Atractivo y envolvente, como el misterio.
Azul, el color de los sueños.
Pero a veces los sueños son aterradoras pesadillas.
Cuando no sabes sobre algo, y la gente está actuando de un modo inusual, comienzas a preocuparte.

“In dreams, I walk with you.
In dreams, I talk to you.
In dreams, you're mine, all the time.
Forever”



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