Marie Antoinette

“I shall never forget that you are responsible for my happiness”

Bien podemos investigar, que la Reina Marie Antoinette no fue la líder más sensata en la historia de la nobleza francesa, sus actos libertinos y banales le trajeron como consecuencia el repudio de su pueblo, así como los comentarios más escandalizados y una reputación poco apremiante para alguien de tal alcurnia.
Marie Antoinette es, y será siempre, una leyenda.
Su historia es repetida tanto a lo largo del tiempo hasta como cuento de hadas.
Maria Antonia Josepha Johanna von Habsburg-Lothringen, Dauphine de Francia (1770-1774), conocida también como Maria Antonia Josepha Johanna Erzherzogin von Österreich, y luego como Marie Antoinette, fue Princesa Real de Hungría y de Bohemia, Archiduquesa de Austria, Reina Consorte de Francia y de Navarra (1774–1789) y más tarde, de los franceses (1789-1792) por su matrimonio con Louis XVI.
Marie Antoinette era hija del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico François Ier, Gran Duque de Toscana y de su esposa Marie-Thérèse I, Archiduquesa de Austria, Reina de Hungría y Reina de Bohemia, nació el 2 de noviembre de 1755.
Marie Antoinette es la decimoquinta y penúltima hija de la pareja imperial.
De ella se encargan las ayas, gobernantas de la familia real:
Madame de Brandeiss y la severa Madame de Lerchenfeld, bajo la estricta supervisión de la Emperatriz, que tiene ideas muy básicas sobre la educación de los hijos:
Higiene severa, régimen estricto y fortalecimiento del cuerpo.
Marie Antoinette pasa su infancia entre los palacios de Hofburg y Schönbrunn, en Viena.
Así las cosas, la Emperatriz ya se esfuerza por casar a su hija con el mayor de los nietos del Rey Louis XV, el Dauphin Louis-Auguste y futuro Louis XVI, que tiene más o menos la misma edad que ella.
El Dauphin de Francia estrictamente, Dauphin de Viennois, fue un título nobiliario francés empleado interrumpidamente desde 1349 hasta 1830, y reservado a los príncipes herederos al trono de Francia que fuesen hijos legítimos del monarca reinante.
El último en llevar el título fue Louis-Antoine d’Artois, duc d’Angoulême, de 1824 a 1830.
Los herederos del trono de Francia ostentaban el título de “Dauphin” desde que en 1349 el conde Umberto II, cuyo título era Dauphin Umberto II, cuando vendió su señorío del Delfinado a Philippe VI de Valois con la condición de que el trono francés adoptara el título adjunto a la tierra, y gobernara el Delfinado como una provincia separada; y que el heredero al trono tuviese el título de “Dauphin”
Para tener el título de “Dauphin” no bastaba con ser el heredero al trono, era necesario ser descendiente directo del Rey reinante.
Así, François Ier, primo de su predecesor Louis XII de Orleans jamás fue Dauphin.
Hasta el reinado de Louis XIV, “Le Roi Soleil”, se hablaba del Dauphin de Viennois, o Vienne.
Posteriormente el título nobiliario paso a denominarse “Dauphin de Francia”
El primer príncipe francés conocido como Dauphin fue Jean II “Le Bon”, que sucede en el trono a Philippe VI de Valois.
El último Dauphin fue el Duque de Angulema, hijo de Charles X “Le Bien-Aimé”, que pierde el título en 1830, al abdicar su padre, recibiendo los derechos a la corona, y abdicar él mismo en su sobrino, Henri d'Artois, duc de Bordeaux.
Así las cosas, regresando con la historia, se trata de sellar la alianza franco-austríaca nacida de la famosa “Caída de Las Alianzas” concretada en 1756 por el tratado de Versailles, con el fin de neutralizar la ascensión de Prusia y la expansión de Inglaterra.
Entonces, el 17 de abril de 1770, Marie Antoinette renuncia, oficialmente, a sus derechos sobre el trono austríaco, y el 16 de mayo se casa con el Dauphin en Versailles.
El mismo día de la boda se produce un escándalo de protocolo:
Las princesas de Lorena, alegando su parentesco con la nueva Dauphine, se permitieron bailar antes que las duquesas, grandes damas de la nobleza, que murmuran ya contra “la Austríaca”
Esa misma tarde, 132 personas mueren asfixiadas en la calle, en medio del regocijo público.
Joven, bella, inteligente, heredera de Habsburgo y con un árbol genealógico impresionante, su llegada aviva también los celos del pequeño mundo de la nobleza versallesca, y de las múltiples y dudosas alianzas; pero la joven Dauphine tiene miedo de acostumbrarse a su nueva vida.
Marie Antoinette escribió una vez a su madre:
“Me pongo el colorete y me lavo las manos frente a todo el mundo”
No estaba exagerando.
Lejos de un lugar acogedor para el Rey y la Reina de Francia, Versailles era un complicado universo en sí mismo, donde vivían miles de cortesanos y sus sirvientes, y observaban absortos cada movimiento, no importa lo trivial que fuera, que hacían los monarcas.
Es duro imaginar en el siglo XXI, pero la vida de Marie Antoinette, su cuerpo y sus actividades no se percibían como que pertenecieran a ella, sino a la nación de Francia y a todo el aparato real.
La vestían otros, la preparaban otros, tenía que comer sus comidas a la vista de todo el mundo, y cada palabra que pronunciaba se suponía que debía estar en concordancia con los códigos reales de comportamiento.
La privacidad era imposible.
Incluso en su noche de bodas, Marie Antoinette y Louis estaban muy lejos de estar solos.
Su cama nupcial tenía que estar bendita públicamente, y cuando se metieron en ella por primera vez, estaban rodeados por una multitud considerable.
Más tarde, Marie Antoinette incluso tuvo que dar a luz frente a espectadores curiosos.
Reglas muy específicas decían quién podía manejar la ropa interior de Marie Antoinette, quién podía darle un jabón, quién podía aplicarle el colorete, hasta quién podía tener el privilegio de tocar su piel en el baño.
Entretanto, cada detalle de su existencia, desde lo mundano hasta lo embarazoso, desde la vida sexual al ciclo menstrual, se registraba para que todo el mundo lo supiera.
Su espíritu se pliega mal a la complejidad y a la astucia de la “vieja corte” y al libertinaje del Rey Louis XV y de su amante Madame du Barry.
Louis evita a Marie Antoinette, el matrimonio no se consuma hasta julio de 1773, trata de amoldarse al protocolo y a la ceremonia francesa, pero aborrece tener su corte.
Por otra parte, Marie Antoinette es aconsejada a través de la voluminosa correspondencia que mantiene con su madre y con el conde de Mercy-Argenteau, Embajador de Austria en París, la única persona con la cual puede contar.
Esta famosa correspondencia secreta de Mercy-Argenteau es una fuente de información extraordinaria sobre todos los detalles de la vida de Marie Antoinette después de su matrimonio en 1770, hasta el fallecimiento de Marie-Thérèse I de Austria en 1780.
Cuando sucede el 10 de mayo de 1774, Louis XVI y Marie Antoinette se convierten en los Reyes de Francia y de Navarra, pero su comportamiento no cambia mucho.
Desde el verano de 1777 las primeras canciones hostiles como pequeña Reina de 20 años empiezan a circular.
Marie Antoinette se rodea de una pequeña corte de favoritos:
La princesa de Lamballe, el barón de Besenval, el duque de Coigny, la condesa de Polignac, suscitando las envidias de otros cortesanos, multiplica su vestuario y las fiestas, organiza partidas de cartas en las que se realizan grandes apuestas.
Así, una verdadera campaña de desprestigio se monta contra ella desde su acceso al trono.
Circulan los panfletos, se la acusa de tener amantes, el conde de Artois, su cuñado o el conde sueco Hans Axel de Fersen, e incluso de mantener relaciones con mujeres, con la condesa de Polignac o la princesa de Lamballe; de despilfarrar el dinero público en frivolidades o en sus favoritos; de seguirle el juego a Austria, dirigida por su hermano Joseph Benedikt August Johann Anton Michael Adam Von Habsburg-Lothringen.
El 19 de diciembre de 1778, Marie Antoinette tiene su primer hijo:
Es una niña, Marie-Thérèse, llamada “Madame Royale”
El 22 de octubre de 1781 nace el Dauphin Louis Joseph Xavier François de France, pero los libelos han hecho correr rápidamente la noticia de que el niño no es hijo de Louis XVI.
Tras los nacimientos, Marie Antoinette cambia un poco su forma de vida, pero sigue de cerca la construcción del Hameau en Versailles, una aldea en miniatura en la que la Reina cree descubrir la vida campestre y se dedica a la caridad.
El 27 de marzo de 1785 nace su tercer hijo, Louis-Charles, Louis XVII, duque de Normandía.
El 9 de junio de 1787 nace su última hija, Marie Sophie Hélène Béatrice de France que murió con un año de vida de tuberculosis el 19 de julio de 1788.
Gran parte de lo que conocemos de este periodo se debe a las Memorias de Madame Campan, la principal confidente de la Reina.
Por sus excesos, la Reina Marie Antoinette se gana el apodo de “Madame Déficit”
Ya en proceso de desatarse la Revolución Francesa, se difundió una frase que, supuestamente, había pronunciado Marie Antoinette.
Se contó que, cuando la gente del pueblo, a falta de harina y trigo para preparar pan, fue a Versailles a encararse con ella, ésta habría respondido altaneramente con la frase:
“Qu’ils mangent de la brioche” (Que coman pasteles)
Este supuesto hecho causó un gran enojo en el pueblo y contribuyó a que aumentara el odio que éste sentía hacia la Reina.
Aún hoy en día son muchas las personas que consideran a Marie Antoinette como autora de la citada frase, aunque, según la historiadora británica Antonia Fraser, esto nunca fue dicho por Marie Antoinette.
Aún así, el pueblo se revuelve contra Marie Antoinette, a la que califican de “Monstruo Femenino” e incluso de “Madame Veto”, acusándola de querer sumir a la capital en un baño de sangre.
El 10 de agosto se produce la insurrección.
Las Tullerías son asaltadas, el Rey se refugia en la Convención, que vota su suspensión provisional, y ambos son internados en el convento de los Feuillants.
Al día siguiente, la familia real es transferida a la prisión del Temple.
Allí moriría, casi 2 años más tarde, su segundo hijo varón, a los 10 años de edad, conocido como Louis XVII, aunque por supuesto nunca reinó.
Durante las matanzas de septiembre, la Princesa de Lamballe, víctima simbólica, es salvajemente asesinada, y su cabeza se exhibe en la punta de una pica, paseándola por delante de las ventanas tras las que se halla Marie Antoinette.
Poco después, cuando ya la guerra ha empezado, la familia real queda retenida por la Convención.
A principios de diciembre, se descubre el “Armario de Hierro” en el que Louis XVI guarda sus papeles secretos.
El proceso, a partir de ese momento, es inevitable.
El 13 de julio el Dauphin es separado de su madre, y confiado al zapatero Antoine Simon.
El 2 de agosto es Marie Antoinette la que es separada de sus hijos, y conducida a la Conciergerie para su reclusión.
Su interrogatorio empezará al día siguiente.
Para exagerar la acusación, el acusador público Fouquier-Tinville hace declarar contra su madre al Dauphin, manipulado por sus guardianes revolucionarios.
Delante del tribunal, el niño acusa falsamente a su madre y a su tía, Madame Élisabeth, de haberle incitado a la masturbación y de haberle obligado a participar con ellas en ciertos juegos sexuales.
Indignada, Marie Antoinette pide a las mujeres del público que la defiendan:
“La naturaleza rechaza semejante acusación hecha a una madre.
Apelo a todas las madres presentes en la sala”
El motín es evitado por poco.
Fouquier-Tinville pide la pena de muerte y declara a la acusada:
“Enemiga declarada de la nación francesa”
Marie Antoinette es condenada a la pena capital el 16 de octubre, dos días después del inicio del juicio, acusada de alta traición.
Al mediodía del día siguiente, Marie Antoinette es guillotinada, sin haber querido confesarse con el sacerdote constitucional que le habían propuesto.
Marie Antoinette fue enterrada en el cementerio de la Madeleine, calle de Anjou-Saint-Honoré, con la cabeza entre las piernas.
Su cuerpo fue exhumado posteriormente el 18 de enero de 1815, y transportado el 21 a Saint-Denis.
Tras la ejecución de Marie Antoinette se declaró la guerra entre Francia y Austria, poniendo fin a la alianza establecida por Bernis y Choiseul, alianza que había resistido hasta ese momento.
De 1779 a 1800, la pintora Vigée-Lebrun pintó unos treinta retratos de Marie Antoinette.
¿Acaso su entorno la incitaba a actuar de otra manera?
¿Hasta dónde llegaba su culpa?
“This, Madame, is Versailles”
Marie Antoinette es una película de 2006, coproducción estadounidense-franco-japonesa, del género drama histórico, escrita y dirigida por Sofia Coppola.
Protagonizada por Kirsten Dunst, Jason Schwartzman, Rose Byrne, Judy Davis, Rip Torn, Asia Argento, Marianne Faithfull, Aurore Clément, Guillaume Gallienne, Clementine Poidatz, Molly Shannon, Steve Coogan, Jamie Dornan, Shirley Anderson, Tom Hardy, entre otros.
Marie Antoinette está inspirada en la biografía histórica “Marie-Antoinette: The Journey” de Antonia Fraser, en una adaptación libre.
Marie Antoinette es la primera biopic de larga duración sobre el personaje que se ha realizado en inglés desde “Marie Antoinette” de 1938, protagonizada por Norma Shearer y Tyrone Power.
Marie Antoinette, de Coppola, trata sobre la vida de la Reina de Francia en el siglo XVIII.
Narra el período en la vida de Marie Antoinette de Austria comprendido desde su llegada a la corte de Versailles hasta la caída del régimen monárquico con la Revolución Francesa.
Marie Antoinette fue ganadora del único premio Óscar que competía:
Mejor Diseño de Vestuario para Milena Canonero.
Además, los zapatos usados en Marie Antoinette están diseñados por Manolo Blahnik.
Los diseños de los vestidos están directamente inspirados en las pinturas que se conservan de la época de Versailles, destacando el uso de las grandes pelucas que Marie Antoinette puso de moda, y los llamativos zapatos de tacón, tanto para hombres como para mujeres, adornados con hebillas de joyería.
La personalidad de Marie Antoinette se ve reflejada a través de su vestuario:
Muy sencillo en un inicio, se va complicando a medida que ella se hace más caprichosa y evoluciona hacia una joven díscola y alocada.
Hacia el final del film, cuando ha sido madre, y su deseo es retirarse al campo para poder descansar y tener una vida tranquila, sus vestiduras vuelven a ser discretas y cómodas:
Frescos vestidos de algodón de un color blanco puro, y túnicas largas de lino que le permiten revolcarse en la hierba para jugar con sus hijos.
Lo mismo ocurre con el maquillaje de la actriz, que de excesivo pasa a ser natural, al igual que sus peinados.
Al equipo de producción se le dio un acceso sin precedentes al Palacio de Versailles, donde la verdadera Marie Antoinette vivió desde el momento de su matrimonio en 1770 hasta el estallido de la Revolución Francesa en 1789.
Aunque la acción ocurre en Versailles, incluidos:
Le Petit Trianon:
El castillo fue edificado por orden de Madame de Pompadour, la favorita de Louis XV, que no lo pudo ver acabado, porque murió antes de que se terminara en1768.
Seguidamente fue ocupado por Madame du Barry, la siguiente favorita del Rey.
Louis XV hizo construir, en principio, un zoológico, un jardín, una escuela botánica y un invernadero.
Louis XVI regaló el Trianon finalizado a su esposa Marie Antoinette.
El arquitecto encargado de los planos fue Ange-Jacques Gabriel.
Le Hameau de la Reine:
Su misión era proporcionar a la Reina, sus damas de compañía y sus invitados, una visión cercana, aunque irreal e idealizada, de un entorno rural; de ahí que contase con molino, casas de agricultores con huertos, vaquería, en la que se cuenta que la propia Marie Antoinette ordeñaba de vez en cuando las vacas, y un lago.
También se filmó en la Opéra National de Paris, que fue construido después de la muerte de Marie Antoinette, algunas escenas fueron también rodadas en Vaux-le-Vicomte, Chateau de Chantilly, el Hôtel de Soubise, y en Das Schloss Belvedere, en Viena.
Cuando el pueblo de Versailles dijo que no tenían pan que comer, su Reina, Marie Antoinette les dijo:
“Pues que coman pastel”
Esa frase es una interesante metodología de Sofia Coppola, al evocar al lirismo de la superficialidad, la ridiculez de la vanidad y sobre todo, intentar plasmar el sufrimiento de una mujer desde el ángulo más banal.
Los primeros fotogramas, con la mirada a cámara de Kirsten Dunst, la música y los títulos de crédito de Marie Antoinette en fucsia, son impactantes y una declaración sintética y brillante de cómo va a ser la película, y de cuáles son las intenciones de sus creadores.
Sofia Coppola sugiere que su muy estilizada interpretación es deliberadamente moderna, con el fin de humanizar los personajes históricos involucrados.
Se ha tomado grandes libertades con el material de origen, por lo cual Marie Antoinette no se centra simplemente en los hechos históricos, concentrándose en mostrar los estados emocionales de la protagonista y narrar las intrigas palaciegas en la Francia del siglo XVIII.
Este enfoque tan alejado del tradicional drama histórico, acarreó algunas críticas negativas hacia Marie Antoinette, sobre todo durante el Festival de Cannes donde se estrenó, y donde fue abucheada en las primeras proyecciones.
La mala prensa de Marie Antoinette radica en que lo que hay que entender de ella no es lo meramente fiel a su tiempo, vestuario y ambientación, sino el sentido de interpretación de la historia.
Sin embargo, Sofia las retrata con delicadeza y conocimiento de causa.
La cámara se hace vocera de sus aplazadas ansias de vivir, de sus alas cortadas.
Su aburrimiento vital se traduce en unos planos soporíferos y plácidos, en los que sus cuerpos se explayan sinuosos en camas, cojines y alfombras, último refugio de unos espíritus vampirizados por un tedio que amenaza con dejarlos exangües.
Marie Antoinette es la descripción de ese malestar el punto de partida de Sofia, cronista de una juventud que quiere darle un sentido a sus vidas y ser libre.
La ironía era que, a pesar de estar rodeada por miles de espectadores y miembros de su séquito, Marie Antoinette se siente completamente abandonada y sola, una joven atrapada en un mundo de fantasía que le daba su pequeña y preciosa libertad.
Marie Antoinette es un nuevo capítulo del mismo tema:
La futura Reina de Francia ha perdido la brújula de su vida, atrapada en un entorno social que le impide pensar, soñar o dedicarse a alguna labor distinta a tratar de seducir a su inefable marido, el Dauphin del trono que ocupa Louis XV.
Sofia la acompaña en ese descenso espiritual, en el que al final sólo le queda el consuelo de los brazos de un amante, el deleite sensual de la comida y la compulsión pruriginosa de comprar objetos, telas, zapatos, joyas.
La directora se deleita en la composición visual de estos pecados culposos que intentan dar sentido a una vida vacía.
Y comprende que esa sensación asfixiante y esas vías de escape, siguen siendo compartidas por muchas mujeres contemporáneas, igual de prisioneras sin tener que vivir en el Palacio de Versailles.
Por eso convierte a su heroína Marie Antoinette en una mujer de este tiempo, esa manera entre ingenua e ignorante de percibir el mundo que es muy propia de la adolescencia.
Marie Antoinette no es una biografía convencional, es una alegoría triste de una problemática de género que aún no se resuelve.
Sin embargo, las películas de Sofia Coppola no son exactamente un panfleto feminista, sino el reflejo de una sensibilidad precisa, de una manera de ver el mundo que tiene ojos de mujer joven y un espíritu que no cabe en esos cuerpos sometidos, atrapados, imposiblemente infelices.
Marie Antoinette no es una película sobre la Francia del siglo XVIII, sino sobre la vida de Marie Antoinette en Versailles.
Por ello, cargarla con contenido histórico o social hubiese quedado absurdo y fuera de lugar, ya que no es lo que pretende contar la autora, que sigue fiel a su forma de explorar los sentimientos femeninos en ambientes represivos.
En Marie Antoinette se ve como la protagonista nunca fue más que un medio de dar a la corona francesa un heredero, ya que no fue preparada para participar en la vida política, otra razón por la que el discurso político no encaja en este film.
El tema de trasfondo es la Revolución Francesa como conflicto social y político, que desencadenó en Francia y en otras naciones de Europa que enfrentaban al Antiguo Régimen, diversos periodos de violencia, los cuales llegaron a su fin en 1799, con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte y por ello, Marie Antoinette, no vemos el desenlace de todos conocemos y eso es de agradecer.
La importancia histórica se sustenta en la desigualdad entre la descomunal riqueza, la gran cantidad de lujos y los múltiples títulos de nobleza, que gozaban los Reyes, representados por Louis XVI y Marie Antoinette versus la miseria, escases y hambruna que asechaba al resto del estado llano, provocando así el disgusto de estos últimos.
Aquella desigualdad fue usada por un alto porcentaje de los habitantes de Paris como motivo para realizar un motín, en búsqueda de mejorar su pésima condición de vida.
Así las cosas, vemos el film de Coppola, y como a los 14 años de edad, Marie Antoinette (Kirsten Dunst) es alejada de su familia y de sus amigos en Viena, despojada de todas sus posesiones y abandonada en el mundo sofisticado y decadente de Versailles, la magnífica corte real cerca de París.
Marie Antoinette, Dauphine de Francia, es un simple peón en un matrimonio concertado para solidificar la armonía entre dos naciones.
Su esposo adolescente, Louis (Jason Schwartzman), el Dauphin, es el heredero al trono de Francia.
Pero Marie Antoinette no está preparada para ser el tipo de regente que espera el pueblo francés.
Bajo todo su lujo, Marie Antoinette es una joven protegida, asustada y confundida, rodeada de pérfidos detractores, falsos aduladores, titiriteros y chismosos.
Atrapada por las convenciones de su condición en la vida, Marie Antoinette debe encontrar la forma de encajar en el mundo complejo y traicionero de Versailles.
A sus males se añade la indiferencia de su nuevo marido, Louis.
El tímido futuro Rey resulta ser un desastre como amante, desatando graves preocupaciones e incesantes cotilleos, porque Marie Antoinette nunca llegue a tener un heredero.
Abrumada y angustiada, Marie Antoinette busca refugio en la decadencia de la aristocracia francesa, y en una aventura secreta con el seductor conde sueco, Hans Axel von Fersen (Jamie Dornan)
Sus indiscreciones pronto estarán en boca de toda Francia.
Tanto si es idealizada por su estilo impecable o vilipendiada por estar imperdonablemente fuera del alcance de sus súbditos, la reacción hacia Marie Antoinette siempre es extrema.
Sin embargo, poco a poco, a medida que va madurando, Marie Antoinette va encontrando su sitio como esposa, madre y Reina, para terminar trágicamente en una revolución sangrienta que altera Francia para siempre.
Aunque es una escenógrafa nata, Sofia Coppola ha estructurado su narración en tres partes bien diferenciadas.
La primera, vacía de diálogo a propósito para reflejar la frialdad de los acontecimientos, cuenta cómo Marie Antoinette es desprovista de su pasado austriaco, y se le inculca un presente francés, sin que su directora abandone un momento todas esas “irrelevancias relevantes” que plasman el miedo, pero también las buenas intenciones de su personaje.
Esta introducción queda perfectamente resumida en la escena de recepción de la corte en Versailles; bajo su atenta mirada va a tejerse el juicio que la cambiará para siempre.
La segunda, iniciada con los aplausos inducidos en la ópera, y también el llanto, es en sí una fiesta sin fin, tanto a nivel narrativo como de realización:
Marie Antoinette sucumbe a la presión de la corte y se entrega a la vida de lujos y gastos que la apodaron “Madame Déficit”, mientras Sofia se recrea en un surtido de escenas rebosantes de calidad fílmica y detalles escénicos, trabajando directamente sobre Dunst y con quien ésta encarna, que es sin lugar a dudas donde más cómoda se siente.
Con la excepcional antítesis y genial simetría a los aplausos operísticos comienza la tercera y última parte de Marie Antoinette, en la que se narra el periplo real hacia la decadencia de la monarquía a favor de los poderes civiles, aunque se nos priva previsiblemente del conocido final, puesto que la mujer que se nos quería presentar muere mucho antes de lo que dicen los libros, con ese:
“Me estoy despidiendo”
Marie Antoinette estructuralmente se desarrolla en la presentación, uno a uno, de estos ritos y ceremonias alrededor de la inquieta protagonista, lo cual rápidamente le da también al film una apariencia rauda y ligera, tal vez algo caótica.
Vemos su presentación e incorporación a su nuevo hogar como trámite burocratizado por la corte de saltimbancos, de los cuales, hasta la misma familia real para estar hastiada.
El Rey por un lado se divierte escandalizándolos con su lujuriosa relación con Madame du Barry (Asia Argento), mientras el Dauphin se refugia en sus modestas costumbres y aficiones de cerrajero, hasta el punto de menospreciar los afanes y obvias intenciones de la incauta protagonista.
Ese mundo de lujo y el paradójico cansancio que produce es muy bien desarrollado incluso en los detalles más cercanos al humor de género, el cual le debe atraer mucho a la cineasta.
Marie Antoinette se somete a esa rutina interminable, hasta la de las murmuraciones de las que es participante o víctima.
Como en toda esa primera parte de Marie Antoinette en la que la exigencia de un heredero que no llega va preparando el espacio para ese estallido, de alguna manera inspirado secretamente, en las actitudes de la también inquilina du Barry de alguna manera también en rebelde revancha ante la clase social que no la comprende ni ella desea comprender.
Los juegos y la evasión en la opulencia comienzan a ser las armas con las que Marie Antoinette mitiga la enorme presión por incorporarse a ese elenco de un solo papel y un solo sainete.
Tal vez esta parte de Marie Antoinette sea en que menos convence a la mayoría, con esa sucesión de momentos en los que se impone esa apariencia superficial y hasta las actitudes de tantos chicos actuales, especialmente de los que aparecen en tanta serie y comedias de TV, disfrutando de su burbuja de placeres y colores de pastel.
El espectador, por tanto, debe empatizar con Marie Antoinette y ponerse en su lugar:
Una adolescente a la que obligan a casarse con un hombre que no ha visto en su vida, y que, además, no tiene nada que ver con ella, a la que alejan de sus amigas, le quitan su perrito y la obligan a actuar vigilada las 24 horas del día.
Todo lo que hace tiene una repercusión internacional, y a todo esto hay que sumarle la dificultad de que siempre fue vista por el pueblo francés como una intrusa extranjera.
Demasiada presión para tan corta edad.
Este choque dialéctico le sirve a Coppola para realizar una doble exposición:
Por un lado, para la joven cineasta la adolescencia femenina se sustenta sobre una base trans-histórica y continuista; básicamente no existen diferencias entre este período vital para aquellos que vivieron en la Francia del siglo XVIII que para las jóvenes norteamericanas que acuden al instituto en pleno siglo XXI:
Sus preocupaciones son las mismas, al menos para la clase acomodada aristocrática, el target de la realizadora, solo que mientras ahora se exige un esfuerzo intelectual por terminar una carrera y buscar un trabajo que de mucho dinero, en el pretérito las obligaciones se concentraban en casarse y tener una rápida descendencia.
Todo lo demás permanece casi inalterable:
Los bailes de máscaras sustituyen a las raves y a las discotecas, las drogas varían en su constitución que no en su uso, los cuchicheos y rumores prejuiciosos persisten de forman sibilina, los valientes caballeros ocupan el lugar como amantes de los “quaterbacks” del equipo de fútbol americano, el entusiasmo ante la bisutería, el peinado y la zapatería, excepto las Converse (sic), la evasión como estrategia frente al universo de los adultos, etc.
Y si Coppola no entiende de “efectos cohorte” o generacionales, si las adolescentes, repetimos burguesas, de ambas épocas respondieran el mismo test o cuestionario los resultados apenas variarían; un punto de vista tan debatible como respetable.
La frivolidad de Marie Antoinette solo puede ser explicada por su inmadurez y desconocimiento del puesto que ocupa, una visión nada extraña ni incongruente para una niña que se casó con 14 años y que a los 20 fue nombrada Reina.
Coppola manifiesta una confianza absoluta en la imagen, y en una época donde la imagen ha sido ya tan vulnerada pero paradójicamente sigue siendo sub explotada por un importante número de cineastas, uno de los mayores halagos que un artista puede recibir, es que parece estar dotado con el don de contar una historia solo mediante fotogramas, sin necesidad de subrayarlos o acompañarlos con diálogos.
En este sentido Coppola es capaz de concederle a Marie Antoinette el tono que cree más idóneo en cada momento, en cada secuencia:
Desde el espíritu contemplativo en su retiro campestre, la estructura repetida de acciones de Marie Antoinette en su vida de palacio que deviene en sempiterna rutina, o el ocaso final de su modo de vida, narrado mediante bruscos cortes en negro, por momentos desgarradores, y que incluye una grandiosa elipsis dentro de plano, hechos que no hacen más que dejar constancia de la inequívoca fuerza visual del largometraje.
Sin embargo, hay en Marie Antoinette algunos detalles que desvelan su ligereza, o al menos una cierta falta de coherencia hacia aquello que aparentemente se desea contar.
El hecho de que todos los actores hablen en inglés, con la clara diferenciación del inglés con acento británico para los constreñidos adultos y el norteamericano para los jovenzuelos, contrasta con el gratuito uso de locuciones en francés, cuya única explicación radica en que suena “cool”
Aun así, Marie Antoinette cuenta con algunas buenas escenas, reflejo del absurdo del protocolo y las convenciones palaciegas:
La anunciada “dolce vita” es ventilada por un aire distinto desde la misma presentación en sociedad de Marie Antoinette cambiando de corsé y nacionalidad con cierto aplomo, que le otorga la instrucción de toda una vida hacia el propósito de un matrimonio arreglado.
Marie Antoinette desnuda y aterida de frío esperando a que la cortesana de mayor preeminencia la vistiera.
Marie Antoinette y Louis XVI sentados a la mesa mientras las hordas de parisinos hambrientos se agolpan a las puertas de palacio.
El hermano de Marie Antoinette, conversando con el matrimonio de jóvenes esposos para que se cumplan con sus deberes; y esa mirada lánguida, risueña, pícara, de Marie Antoinette al espectador en su plano de presentación.
Algo que me gustó mucho fue como Marie Antoinette hace referencia a las demás artes:
Ópera, pintura, literatura, actuación, música.
Me encantó la escena donde la Reina va a la ópera y queda fascinada con lo que vio, comienza a aplaudir y todos la ven mal y ella les dice:
“¿Pero porque no voy a aplaudir?
¡Si fue magnífico!”
Y todos aplauden junto con ella.
Gran acierto de Coppola mostrar a su Marie Antoinette con esta idiosincrasia, manejando un contraste entre la chica sensible y soñadora, y la ingenua, coqueta y fashion.
La secuencia en el jardín es una de las más bellas que haya visto en mi vida.
Me maravilló también la elipsis del cuadro referente al deceso de su último hijo.
La escena de la familia real esperando el asalto final a Versailles, miedo, frío y soledad expresados a través de las tonalidades del color.
Además, Marie Antoinette cuenta con cierta comicidad:
El peinado gigantesco, los singulares rechazos de su esposo en la cama, la Reina abrumada por sus princesas cada mañana.
Esos son pequeños detalles graciosos que forman parte de la originalidad de Marie Antoinette.
La escena final con Marie Antoinette y Louis en el carruaje, despidiéndose de su juventud, con el jardín tras la ventana como un paraíso, ya lejos e inalcanzable, y con el amanecer tras de sí, resulta todo un prodigio de belleza cinematográfica, y desde luego una de las mejores escenas.
Sin desmerecer por supuesto esa otra brillante y arriesgada escena, cuando la joven Reina, sale al balcón de palacio y se inclina ante su pueblo, asumiendo así su derrota.
Increíble plano.
¿Puede Marie Antoinette resultar frívola?
Claro, es un retrato de la sociedad burguesa de aquella época, en la que no paraban de chismorrear e ir de fiesta en fiesta, y además resulta bastante paralela a la sociedad actual en ciertos aspectos.
Más de uno puede salir decepcionado respecto a que Marie Antoinette no termine donde acabó la vida de la Reina, pero ya eso hubiera sido otro tema que no tenía que ver con lo que trata Marie Antoinette.
Como dato interesante, la pastelería Ladurée fue la encargada de preparar todos los hermosos postres que vemos.
Esta lujosa repostería francesa es conocida como la que hace el mejor macaron del mundo.
Como punto negativo, además del uso de la música contemporánea, y que no hablaran francés, los fuegos artificiales no existían de la forma en que aparecen en Marie Antoinette; ni las copas de champagne que se usan, no se diseñaron hasta finales del XIX.
Curioso, en la secuencia de los zapatos y los postres, un montaje a lo MTV al ritmo de la canción “I Want Candy”, vemos de repente, en medio de la exhibición multicolor de calzado de época, unos zapatos deportivos, unos inconfundibles tenis Converse, evidentemente dejados allí por Sofia como otro símbolo de la trasgresión temporal que une, pasado y presente, en Marie Antoinette.
Para ir terminando, Sofia Coppola ahonda en sus “alternativos” gustos musicales para crear un ambiente juguetón y pintoresco en medio de la revolución francesa.
Temas que van de lo docto como Vivaldi, a lo desaliñado como Bow Wow Wow, y música incidental de Dustin O’Halloran, mezcla que al parecer carece de un sentido lógico, pero que con el paso de los minutos terminan “encajando a la perfección”
El soundtrack se divide en dos.
Una primera parte con el aire juvenil y travieso que poseía la doncella tras su llegada a Versailles, y una segunda parte con temas instrumentales y música incidental, donde el piano es el gran protagonista.
Marie Antoinette es una película que la considero una metáfora.
Creo que lo que Sofia Coppola ha intentado hacer es aproximar un contexto de época en la sociedad actual, utilizando recursos como la música.
Trata el tema de la inocencia, la infantilización de los príncipes hasta edades tardías, la escasa o nula educación sexual que recibían, la negación de la vida privada, la exigencia del protocolo, etc.
Trata de ver las similitudes y no las diferencias.
En Marie Antoinette se ha tratado un tema actual en un contexto histórico.
A mi entender la moraleja de Marie Antoinette sería que la infantilización de las personas hace que luego les cueste mucho más, o sea prácticamente imposible, coger las riendas de la propia vida, y hacerse cargo de las obligaciones que ella conlleva. 
Marie Antoinette huye del morbo de la guillotina y realmente se centra en los temas que realmente interesan.
Digo lo de la guillotina porque parece ser que en el cine actual si no hay violencia, sexo, penurias… morbo, la película ya tiene carencias.
Aunque se la conoce por su faceta frívola, no hay que olvidar que Marie Antoinette fue una de las mujeres más exquisitas del planeta, tuvo un trágico final y un recto principio ya que, como miembro de la familia real alemana, el rígido protocolo al que la Reina estaba sujeta la llevó a vivir, en sus comienzos, una vida marcada por la rectitud que, pronto desvió por sus caprichos franceses…
Aún así, Marie Antoinette fue una mujer admirable…

“I'm just saying good-bye”



Comentarios

Entradas populares