Deux Jours, Une Nuit

“Tu me plains, mais vous ne me aimez pas”
(Sientes piedad, pero no me amas)

El dinero lo es todo, y los altos ideales son para los que se los puedan pagar.
No hay nada gratis en el microcosmos laboral de hoy, todo está tasado, hasta al afecto, y la conmiseración.
A veces, desde El Tercer Mundo cuesta un poco empatizar con el cine social, creado para ser consumido por el público bienintencionado de las metrópolis, aun si consideramos los ejemplos más loables y progresivos, dentro del acervo cultural que, año a año, pone sus fichas en la temporada de premios y/ o el calendario de festivales “clase A”
El objeto de estudio de estos films, por lo general es un “lumpen proletariado”, cuyo equivalente local, es la pequeña burguesía, ya que por estos lares, la estabilidad maltrecha del sector, sería vista como un privilegio:
Pensemos si no, en la verdadera pobreza que aquí suelen afrontar los trabajadores ocupados, representada en los cuentapropistas marginales de los centros urbanos, y la esclavitud golondrina del interior; 2 capas inexistentes en el norte opulento.
Hablamos, una vez más, de la puta crisis, de las víctimas que se cobra, y de los verdugos, tanto los que dan la cara, como los que tan bien saben esconderse en las sombras.
Corren malos tiempos, cierto, pero al jefe de todo esto, parece que no le tiembla demasiado el pulso, cuando le comunica al de recursos humanos, que hay que aligerar carga, que esto se va a pique, que la cosa está muy mal... y toda esta mierda que ya se vomita sin pensar.
Esas imágenes que vemos a diario en las noticias, y de las que apartamos la mirada conscientemente, como quien evita pensar en una grave enfermedad:
“Eso no me pasará a mí”
Abres el periódico y sabes que, tarde o temprano, en alguna sección u otra, vas a toparte con la maldita noticia, o tu misma realidad…
Enciendes el televisor durante la hora del noticiario, y sabes que también van a hablar de esto.
En la radio, ¾ de lo mismo, y en Internet también.
Esta vez, han sido “x” número de personas, las que mañana no tendrán que ir trabajar.
Hay que tener en cuenta a todas estas personas... y a las familias que dependen de ellas.
La cifra final se multiplica.
Es un drama al que, por pura repetición, y por inoperancia de los poderes fácticos, nos estamos acostumbrando demasiado en escuchar, ver, presenciar, tomar partido, y sentir indiferencia.
Existe el riesgo de la insensibilidad... hasta que tanto en el periódico, como en el espacio televisivo, como en el programa de radio, como en la página web, llega la hora de hablar de cultura, ese oasis más o menos infecto, que a pesar de los incansables esfuerzos de las fuerzas internas y externas, sigue reivindicándose como uno de los únicos polos de decencia en este infecto mundo.
¿Hasta dónde llega la colectividad, y hasta dónde la esfera más estrictamente individual?
El bien común, es el menos común de los bienes.
“Soutenir.
Vous ne devez pas pleurer”
(Aguanta.
No debes llorar)
Deux Jours, Une Nuit es un drama belga del año 2014, escrito y dirigido por los hermanos Jean-Pierre & Luc Dardenne.
Protagonizado por Marion Cotillard, Fabrizio Rongione, Pili Groyne, Simon Caudry, Catherine Salée, Batiste Sornin, Alain Eloy, Myriem Akeddiou, Fabienne Sciascia, Olivier Gourmet, entre otros.
Deux Jours, Une Nuit es una producción belga, con coproductores franceses e italianos:
Les Films du Fleuve de Los hermanos Dardenne, con la coproducción de la francesa Archipel 35, la italiana BIM Distribuzione, y Eyeworks Cine y TV drama de Bélgica.
Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, se han convertido en algo así como, los directores predilectos del Festival de Internacional de Cine de Cannes.
Con 2 “Palme d’Or” es su haber, además de otros premios y nominaciones, estos cineastas belgas, han logrado consolidar sus carreras, como ningún otro director contemporáneo.
De hecho, Deux Jours, Une Nuit fue seleccionada para competir por La Palme d’Or en la sección principal de la competencia en El Festival Internacional de Cine de Cannes.
Sus trabajos se enmarcan dentro de un cine social, inspirado en el neorrealismo italiano, y en ellos, narran historias de personas pertenecientes a la clase media, o baja, utilizando un estilo, lo más auténtico posible.
Deux Jours, Une Nuit es la película más accesible de los hermanos Dardenne, donde se nos muestra como una de las que mejor han hablado de la actual crisis económica, y de valores como sociedad; pero también habla de:
La soledad, el abandono, la despersonalización de las relaciones personales, la egoísta juventud sabelotodo, la violencia gratuita y tolerada, la envidia, etc.
Es cine social, cargado de una honestidad, y un realismo llenos de fuerza, y sin engaños.
Expone un problema cotidiano y real; tan real, que muchos lo conocerán por experiencia propia, y se verán claramente reflejados en los personajes.
Otros, tacharán esta trama de ficticia, quizás por puro desconocimiento.
Con Deux Jours, Une Nuit, nos encontramos ante una crítica feroz, a un sistema que persigue la sumisión del individuo, al poder alienante del dinero, un sistema que fomenta un individualismo exacerbado, para borrar cualquier rastro de generosidad en nuestros actos, un sistema que emplea el miedo, como principal arma de persuasión.
El rodaje de Deux Jours, Une Nuit, comenzó a finales de junio de 2013, en Seraing, Bélgica; y fue filmada con el estilo propio de estos hermanos belgas:
Cámara en mano, sin banda sonora, en locaciones lo más auténticas posibles, y con un estilo visual nada pomposo.
Obtuvo una nominación al Oscar como Mejor Actriz para Marion Cotillard.
Todo inicia una mañana en Seraing, una ciudad industrial de Liège, en Bélgica, con Sandra Bya (Marion Cotillard), una joven esposa y madre, que trabaja en una pequeña fábrica de paneles solares.
Ella sufre una crisis nerviosa, y se ve obligada a tomar un tiempo libre en su trabajo.
Durante su ausencia, sus compañeros de trabajo, se dan cuenta de que son capaces de cubrir sus turnos de trabajo, por horas ligeramente más largas, y la gestión empresarial propone un bono de €1.000 a todo el personal, si están de acuerdo para despedir a Sandra.
Como si el hecho de hacerlo democrático, lo hiciera menos inhumano…
Este golpe económico, llega en el momento en que Sandra estaba saliendo de la depresión que la acechaba desde hacía un tiempo.
Este fantasma invisible, es una marca difícil de eliminar, una marca dispuesta a abrirse en cualquier momento, una marca que busca la mínima debilidad para coger fuerzas.
Y Sandra más tarde, vuelve al trabajo, y descubre que su destino está en manos de 16 compañeros de trabajo, y ella tiene que visitar cada uno de ellos, en el transcurso de un fin de semana, de persuadirlos para rechazar la bonificación monetaria; para ella mantenerse en el trabajo.
Sin embargo, la mayoría de los compañeros de trabajo, necesitan el bono propuesto para sus propias familias, y Sandra se enfrentará a una batalla cuesta arriba, para mantener su puesto de trabajo, antes de la votación crucial, el lunes por la mañana.
Y con esa decisión que se somete a arbitrio colectivo, la controversia está servida.
Esto es el detonante que hace estallar la indignación, la tensión, y la confusión.
Nace un profundo malestar, que enturbia las relaciones entre todos los personajes, y la confrontación parece inevitable.
Manejados por un sistema opresor, presas de sus situaciones personales, que lejos de ser boyantes, también penden de un hilo, los intereses se muestran más fuertes que la solidaridad.
Son 2 días, 1 noche, aproximadamente lo que dura un fin de semana, que es también el tiempo que se le concede a Sandra, para que convenza a sus compañeros, de que cuando vuelvan el lunes al trabajo, voten a favor de su permanencia en la empresa.
Un viaje de 2 días, en una humillación constante, puesto que a menudo, Sandra tiene que explicar su situación frente a niños, o más gente de lo que le gustaría; haciendo una lucha por la dignidad, desde la desesperación.
Y es que todos tenemos escudo moral, para justificar los votos en contra, o a favor que va recibiendo Sandra:
Desde quien recuerda algún favor precedente; quien antepone la amistad por encima de todo; quien piensa en que si se ve en una situación parecida, también Sandra responderá del mismo modo; hasta quien carece de contrato fijo, y su renovación depende de que el encargado no se entere de un voto favorable para Sandra, quien basa su voto negativo, en los rumores sobre la enfermedad psíquica que la incapacita para trabajar; en quien reacciona violentamente al sentirse incómodo ante la propuesta; quien no tiene luz en su casa; o quien se acaba de divorciar, y los 1000 € son la posibilidad de mantenerse a flote un poco más o, en otro caso, de pagar la universidad del hijo...
La carrera que emprende Sandra, con el inestimable apoyo de su marido, Manu (Fabrizio Rongione), es contrarreloj, lastrada por la, a veces, inamovible losa de una depresión precedente, que también juega en su contra en su entorno laboral, su estado de ánimo pasa de la semi euforia a la desesperación, según transcurren las horas, y en función de la respuesta que recibe de sus compañeros de trabajo, porque en eso se pasan los 2 días y 1 noche:
En buscar a todos los compañeros de trabajo, para intentar hablar con ellos, y procurar conseguir que el lunes, voten por la renuncia a su incentivo, para que ella pueda seguir trabajando, seguir recibiendo su sueldo, pagar su hipoteca, mantener una vivienda digna, en vez de tener que acudir a la caridad, y al auxilio social.
Votar o botar, he ahí la cuestión.
El último trabajo de los hermanos Dardenne, invita a la revolución individual, para lograr el tan “cacaredo” bienestar social, del que realmente no disfrutamos en la actualidad.
Sin embargo, el mensaje puede parecer ambiguo, ya que la visión optimista de una mujer que lucha contra viento y marea por sus derechos, es contrarrestada por el egoísmo de una sociedad completamente deshumanizada.
El mero hecho de que Sandra se presente en el domicilio de sus compañeros, o les asalte en la calle, para suplicar una nueva oportunidad, atenta contra todos los principios de la solidaridad.
La historia, con la excusa de la perdida de trabajo, y posible recuperación, nos presenta el zoológico humano en el que estamos inmersos.
Con unas apariciones muy breves, los autores nos muestran a casi 20 “animales”
Los miedos, la codicia, la religión, la ética, el compañerismo, la competencia, el pasotismo, el sufrimiento, el sometimiento, la lucha, el feminismo, la honorabilidad, la cizaña, la alegría, la tristeza, la depresión, el amor, y la muerte, son las descripciones de las jaulas.
No estamos ante un dilema que se examine de manera abstracta, a través de supuestos, sino que ante una elección que deben hacer personas que tienen sus propias preocupaciones.
El dilema moral de los compañeros, no es sencillo.
El bono que reciben, no es para convertirlos en millonarios, sino que para cubrir ciertas necesidades, que sus sueldos normales no logran satisfacer.
Pedirles que se pongan en los zapatos de Sandra, es igual que si ellos se lo pidieran a ella.
El dilema, aunque simple, está brillantemente planteado, e invita a la reflexión.
¿Qué haríamos nosotros, si fuésemos Sandra, o si, por el contrario, estuviéramos en el lugar de sus compañeros? ¿Cuál es el precio de esos 1.000 euros?
“Je ne existe pas.
Je ne suis rien.
Rien du tout!”
(Yo no existo.
No soy nada.
¡Nada en absoluto!)
Deux Jours, Une Nuit tocará la fibra de muchas personas.
Hay familias cercanas a nosotros, en el umbral de la pobreza, las cuales habrán pasado, o están pasando por situaciones semejantes, sino peores, y que se verán identificadas con la historia que se nos cuenta.
Ya era hora, que alguien mostrara en la gran pantalla, la tiranía empresarial, que hace tiranos también, a sus peones, quienes en muchas ocasiones, imitan el comportamiento de los de “arriba”
Los hermanos, Jean Pierre y Luc Dardenne, plantean un dilema interesante, tirante, voraz, y de cautiverio en las cuestiones que plantea, donde todas las partes son tratadas con igualdad de respeto, con serenidad, y sobriedad en sus variadas opciones, y sin juicio previo, ni moral latente.
Un guión que, simplemente exhibe todas las cartas sociales posibles, todas las comprensibles, y entendibles alternativas, para crear un ambiente agrio, áspero, y engorroso de reto, duda, y difícil elección, tanto para los interrogados, como para la cuestionada, como para el implicado espectador que observa abrumado todas las disyuntivas, que acompaña sin consuelo, con preocupación y desasosiego a la frustrada caminante, casa por casa, por la senda callejera de la humillación, de la resignación, de la emotiva exposición, del impacto directo y sorpresivo de una respuesta verbal ofensiva o acogedora, letal en su punzante lanza, o suave en su abrazo inesperado, vivir cuando el valor, la fuerza, y la resistencia, para alejar ese tentativo pensamiento que opta por dejar de hacerlo es tan tenue, débil, y poco resistente.
Deux Jours, Une Nuit, retrata bien la ansiedad, o depresión en tiempos de crisis económica, dando a cada uno lo suyo.
Esto es, mayormente, desesperanza; pero al tiempo, esperando ansiosamente en ese período anunciado en el título, una señal, o al menos un gesto.
De argumento loable, y sereno de efecto aplastante, y lógica viviente, una dirección gélida, estática y segura, en la que inevitablemente razonas sobre las cuestiones planteadas, espontáneamente te sitúas en cada uno de los papeles, ánimas a la protagonista en sus bajones, te desalientas en sus decepciones, te alegras en sus alivios, comprendes las negativas recibidas, recapacitas sobre las consecuencias de ambas posibilidades, los inconvenientes, y frutos de todas las posturas, observas involucrado, todo el amargo ambiente social, te apenas con ella, sobrevives a su lado, te afliges a su ritmo, te emociones en su compañía…
Una visión tenaz, ardua, y sin tregua, que no permite la obviedad mental, ni su relajado acompañamiento, de valentía llena de miedo, y cobardía abandonada a la fuerza, ante una situación límite, que obliga a ello, equilibrio y justicia expositiva de todas las partes, honestidad tentativa de un bono de dinero falto, y necesitado, o trabajo urgente para una colega, también necesitada, que se busque la vida, o podría ser mi caso, “tratar a los demás como quieres que te traten a ti”, o salvarse y no mirar atrás, sinceridad de una conciencia, con o sin remordimiento, que admite y acoge con igualdad de trato, preferencia, y miramiento, todas las posibilidades, ejemplar, y sabia muestra de la discrepante y divergente composición de la sociedad, y de su variada gente.
La cámara, ya no es tan nerviosa, aunque sigamos a Sandra por la ciudad, la vemos en planos largos, buscando domicilios desconocidos, pululando por las barriadas, y suburbios urbanos, hablando con los vecinos o familiares de los compañeros, asistimos a un desfile multicultural de la Europa contemporánea, pero ya no predominan esas imágenes que siguen al protagonista por la espalda, enfocando su cabeza, o sus hombros encogidos.
La angustia y la emoción, coexisten en el relato, y en el espectador, que la acompaña.
Los Dardenne, con los años se sosiegan, sus personajes siguen estando en el filo y angustiados:
Sandra, está un punto por encima de los personajes excluidos, que tanto les caracterizan, sobrevive entre las clases humildes del estado del bienestar, sin precisar beneficencia, ni ayudas sociales, gracias a 2 malos trabajos, y 2 pequeños sueldos en la casa, pero es consciente de que esta situación, es fácilmente reversible, basta que uno de ellos pierda su empleo, para que resulte imposible pagar la hipoteca, y mantener a los 2 niños.
Esta situación inestable, se trata de sobrellevar a base de refugios artificiales, la cama para dormir a destiempo, y no pensar, y el xanax para tolerar, y evitar los ataques de ansiedad que bloquean a Sandra a lo largo del metraje.
Si algo puedo reprochar a esta magnífica película, son unos primeros minutos poco efectivos:
El personaje se derrumba desde la primera toma, pero el espectador no puede compadecerse de él, hasta que se nos va aportando más información, sobre quien es ella, por que llora…
Pero la identificación se produce pronto.
Y nos indigna, y nos compadecemos de su denigrante viaje, en el que el personaje tendrá que mendigar solidaridad y caridad a sus iguales.
Lo primero que queda claro, y que Sandra no se cansa de repetir a sus compañeros, y ellos lo saben, es que no tendrían que estar tomando esa decisión, que ya es injusta desde el principio, pero son situaciones injustas las que se están viviendo en una sociedad en crisis política, económica, y social.
Inclusive, Sandra es capaz de hacer más daño a quien más le ayuda, que de reaccionar frente al patrón, su marido será puesto en cuestión, una y otra vez, aunque exista una redención final.
Sandra cuenta con un apoyo inquebrantable, sólido en su posición de lucha, de no rendirse, de aceptar el resultado final, siempre y cuando se hayan agotado las posibilidades, por mínimas que sean, o parezcan, de pelear por lo propio, como es el de su marido, pero también tiene amigos de verdad, entre los compañeros de trabajo que, durante ese fin de semana, buscarán, y hablarán con otros, y tratarán de animar a Sandra.
Y nada mejor que gritar “Gloria”, siguiendo los compases de Van Morrison, para disfrutar de un momento de triunfo efímero, y el marido sufrido que respira aliviado, viendo cómo su mujer es capaz de luchar por lo suyo, porque percibe la posibilidad de que sus compañeros, por mayoría, acepten perder la prima para ayudarla, o la compañera a la que, comportarse según su conciencia, le ha servido para hacer algo querido por ella, por una vez en la vida, y no seguir dominada y atormentada por un marido violento.
Del reparto, Marion Cotillard está perfecta en el papel, donde apenas esboza una sonrisa; transmite una enorme fragilidad.
Los numerosos planos cortos, que buscan el enfoque más introspectivo y turbulento, y de larga duración, para que se pueda seguir atentamente la acción, dan vía libre a Marion Cotillard, para realizar un despliegue interpretativo deslumbrante, al tiempo que se enfrenta a una cámara muy cercana y entrometida, que no deja de mostrar su decaimiento moral, muy acorde con su aspecto desaliñado, dejando entrever un gran problema, a la hora de hacerse cargo de sus hijos.
El hecho de contemplar a una de las actrices más atractivas y glamurosas del cine francés y mundial, Marion Cotillard, como una persona frágil, desaliñada, y depresiva, no deja de ser una invitación a la reflexión; puesto que infunde verosimilitud y credibilidad a su papel, en cierto modo, de anti-heroína, pues como dice, “siente que se comporta como una mendiga, que fuera chantajeando a sus compañeros, poniéndoles una pistola en el pecho, y conduciéndoles al borde del abismo”:
Tu dinero, merecido, o mi puesto.
Marion Cotillard, disuelve aquí, instantáneamente las dudas que pudieran existir sobre su capacidad para interpretar un personaje tan alejado de su glamour habitual.
Su rostro carga con el peso de una depresión, su forma de caminar derrama cansancio en cada paso, sus lágrimas están repletas de desesperación e impotencia, su actitud se amolda milagrosamente a la evolución de Sandra…
Sus vaqueros están gastados.
Se enfada cuando su marido le exige un último esfuerzo, aunque sólo sea para mantener la dignidad...
Y es fácil empatizar con ella, porque casi todos conocemos a alguien que ha tenido que luchar por conservar/conseguir un puesto de trabajo, en los últimos años.
“Truco o trato” para nada infantil, y sí revelador de ciertas líneas de tensión que recorren las relaciones laborales en estos tiempos de renegados económicos.
Las relaciones jerárquicas, patrón-mandos intermedios-trabajadores, y también las relaciones horizontales, entre compañeros y, en este caso, una apestada que busca volver a subir al carro de la producción...
Con aliados y enzimas coadyuvantes, para la reacción químico-emocional-racional que debe producirse.
Y también con elementos retardantes, o anti-cooperantes.
El caldo de cultivo, es el sufrimiento encapsulado, porque aparentemente todo está bien, pero abandonando la superficie, se alcanzan los estratos dolientes enseguida.
Es destacable el rol de los actores de origen extranjero, como:
Timur, Magomed Gadzhiev, o Hicham Slaoui, que puntúan, emocional y ambientalmente, el tenor frío, o al menos tibio, con espasmódicos subidones de temperatura, y donde cada uno de ellos tiene sus razonamientos y justificaciones.
Y es que con Deux Jours, Une Nuit, los Dardenne embarcan a su protagonista, en un desafío que se repite, una y otra vez:
Conseguir el apoyo suficiente, a través de visitas individualizadas a sus compañeros.
Dichas repeticiones, a las que incorporan un porcentaje mínimo de variantes, para hacerlas más llevaderas, reafirman sus intenciones, y reinciden sobre una de sus principales preocupaciones:
Durante la infancia, sentamos las base de cómo seremos en la edad adulta.
Cada vez que Sandra intenta hacerse con un voto, la situación es presenciada por uno o más niños.
Más que un posicionamiento, Deux Jours, Une Nuit se decanta por un estilo de vida, en el que el ser humano, a pesar de las dudas inevitables que surgen cuando se renuncia al beneficio propio, opta por ayudar al prójimo, y dar ejemplo a las generaciones venideras.
Y en el plano final, Sandra abandona la escena, poco a poco, en una mañana de lunes luminoso, su rostro aparece con un deje de sonrisa después de la tormenta, en 2 días y 1 noche, ha aprendido que, sin lucha, no cabe esperanza, sin sufrimiento, no se saborea el éxito.
Todo puede seguir tan mal como aparentaba el viernes, pero en 2 días y 1 noche, ha sabido enfrentarse a sí misma, conocerse mejor, recuperar la valentía, sus propias posibilidades, y el espíritu de solidaridad que la sociedad occidental ha conseguido eliminar, como rasgo definidor de la masa ciudadana, aunque emplear el término “ciudadano” para referirse a la población del mundo occidental, quizás sea un eufemismo, más que un calificativo real, estamos más cerca del súbdito que del ciudadano, y sin ninguna Bastilla a la vista.
También, sabe algo que no quería ver, que no es invisible, que hay personas que la tienen presente, y pueden ayudarla.
Y uno de los puntos fuertes, de Deux Jours, Une Nuit, es que todas las posturas de los implicados, parecen legítimas, y están bien argumentadas, por lo que la solución no parece sencilla.
Pero no se trata de describir la historia de una caída en los abismos, al contrario, la historia es sencillamente de redención, de curación de las postrimerías de su depresión, la de Sandra.
Coaligada en todo momento, con su maravilloso e impagable marido, Manu.
Y es que el conflicto con el marido, no es menor:
¿Cómo forzar a alguien a luchar cuando no quiere?
Y por parte de ella:
¿Cómo combatir la sensación de que tu marido no te quiere, sino que se apiada de ti?
Pues Sandra cree que su marido la ayuda por piedad, no por amor…
La relación de Sandra con su marido, un hombre bueno buenísimo, que siempre está pendiente de ella, que lo aguanta todo, que la ayuda en todo, tanto, tanto, que a veces parece ahogarla…
Como espectador, dan ganas de decirle que la deje un poco en paz, parece su sombra con tanto deseo de protección.
Porque detrás de una gran mujer, también puede esconderse un gran hombre; y en esta ocasión, dotado de unos súper poderes, tan terrenales, como enormemente valiosos para superar la erosión que provoca la convivencia:
Su generosidad y capacidad de comprensión y apoyo ilimitado.
Así las cosas, y de manera prácticamente inevitable, Deux Jours, Une Nuit, también se erige en un magnífico ejemplar de cine romántico, capaz de expresar en imágenes, el verdadero significado del verbo “amar”
En un momento, Sandra le dice a su marido:
“Llevamos más de 4 meses sin hacer el amor, ¿no te importa?”
Y él responde:
“Claro que me importa”, acompañando estas palabras, con una conmovedora mirada de amor.
Él es el reflejo de la esperanza.
El viaje que emprende Sandra, durante 2 días y 1 noche, no se limita simplemente a obtener una votación favorable, sino que a crecer como persona, y recuperar lo perdido, incluido el amor de su marido, su propia autoestima, y ya eso es ganancia.
Lo mejor de Deux Jours, Une Nuit, es sin duda Marion Cotillard.
La psicología de todos los personajes, cada uno con sus problemas, cada uno con sus situaciones, dinamiza, y humaniza la trama.
La trama y la historia, conectan con el público, y la hacen más cercana.
Y el minutaje, es cine que va a lo que va en 1 hora y 30 minutos.
Escenas impagables:
La visita al campo de fútbol.
Una de las escenas más bonitas y emotivas, es Manu, buscando proteger a Sandra, apaga la radio del coche, justo en el momento en que empieza a sonar una vieja canción, y ella que se da cuenta de este tierno gesto, le pide de volverla a poner.
Esa vieja canción, cargada de melancolía y tristeza, y cantada en un francés con acento de EEUU, a cargo de Petula Clark, cuenta la historia de una mujer que vive en una noche constante, a causa de la depresión.
Y sin embargo, la escena es brillante, resplandeciente, y te saca una sonrisa, casi a la misma vez que Sandra la esboza.
Y es que las únicas canciones que se escuchan durante todo el metraje, son las que suenan en el coche.
Pero eso no significa, que la música no tenga importancia en la obra, más bien todo lo contrario:
Su ausencia durante el resto del metraje, acentúa su aparición.
Además, estos momentos son los únicos en los que Sandra sonríe sinceramente, ya que la música le sirve de elixir para alejarse, aunque sea mientras ésta siga sonando, de todos sus problemas.
Por otra parte, hay una variable a la trama, y es la que abarca lo que piensa la gente:
Nos afecta muchísimo la opinión de los demás, y dependemos de ella.
De hecho, vemos a la mayor parte de los empleados, preguntar por cuanta gente se ha unido a la causa.
Muchas veces tomamos decisiones en nuestro día a día, pensando que una persona como individuo no puede cambiar nada, y cedemos nuestra opinión a una mayoría, por simple comodidad.
Hay que decir que muy pocos se atreverían de verdad, a hacer lo que Sandra.
Por desgracia, hoy vivimos en una sociedad, en la que a muchos les avergüenza su situación, y muchos estamos dispuestos en multitud de ocasiones a perder antes la esperanza que nuestro orgullo.
Lo peor o mejor de Deux Jours, Une Nuit, es que en la vida real se den casos como los aquí esbozados; y lo muy por encima que muestra el hijoputismo de la empresa, daba para mucho más.
El problema también viene, cuando al final, comprobamos que la empresa tenía la solución en su mano, sin tener que llegar al extremo de enfrentar a sus empleados.
No tiene lógica ofrecerle recuperar su puesto, a costa del de un compañero con un contrato temporal.
¿No hubiese sido mejor, hacerlo desde un principio, y evitarse problemas?
El giro final, rechazando la propuesta, es también demasiado predecible, y correcto.
Pese a parecer algo secundario, o incluso terciario, en una trama cuyo principal objetivo es analizar las posibilidades que tiene una persona de conservar su puesto de trabajo, mientras se deja el futuro de esa decisión en manos de otros trabajadores, a los que les perjudica directamente su posible continuidad en la empresa, las evidentes muestras depresivas de Sandra, nos harán reconsiderar los hechos...
Haciendo una relectura de su situación, resulta peliagudo establecer, para un espectador inexperto en crisis de ansiedad, si sus cambios de humor, y su imposibilidad para afrontar los problemas en solitario, sólo la constante lucha de su marido logra mantenerla a flote, son aspectos contraindicados para el desempeño de sus tareas diarias...
¿Cómo será trabajar con todos esos compañeros que la han denostado, o que la odiarán por haberles hecho perder la paga que tanto necesitan?
¿Realmente querríamos seguir trabajando para seres tan despreciables, como los que nos han puesto en esa situación?
Además, la decisión de su permanencia, dependerá solo de la mayoría de los empleados; no se requiere un apoyo unánime.
Por tanto, se puede dar el caso, de que su regreso a la empresa perjudique incluso a quienes no renunciaron voluntariamente a sus bonos.
Esta y otras consideraciones, son examinadas por la protagonista, quien en más de una ocasión duda acerca de si vale la pena seguir en la tarea.
Hasta que uno no se encuentra en la situación, es difícil imaginarse cómo reaccionaría ante algo similar.
La excusa típica de “no me puedo permitir perder mi dinero” demuestra una total falta de empatía, cuando eso supone que otra persona pierda mucho más, pero es la más recurrida.
Si se hubiera querido plantear un dilema moral, lo suyo hubiera sido terminar la película sin conocer el resultado de la votación, dejarlo todo abierto, y sin que Sandra “cerrase” el círculo.
Con todo, Deux Jours, Une Nuit trata de una invitación, a recapacitar sobre la legitimidad y moralidad de este sistema político y económico que impera en nuestra sociedad, una sociedad desarrollada industrial y tecnológicamente, pero lejos de estarlo a un nivel ético.
“Je souhaite que ce était moi”
(Me gustaría que fuera yo…)
Deux Jours, Une Nuit es una muestra de la sociedad actual, del sistema de trabajo, de la competitividad, la confrontación, de “divide y vencerás”, el individualismo, pero también del remordimiento, de la mezcla de sentimientos, la vergüenza…
El final es certero y desolador:
El sistema se repite, quieren cambiar una pieza “prescindible” por otra; los más débiles quedarán fuera; se trata de exacerbar la competición y la disputa, de estimular lo más bajo, premiar la traición, y la cobardía.
El objetivo es la selección de la especie trabajadora; y si no tienes escrúpulos, será más fácil.
Que muchos empresarios elaboran maquiavélicas confabulaciones para lograr sus objetivos empresariales, y al mismo tiempo, son capaces de ocultarlos y mantenerlos silentes, teniendo amedrentado o sobornado al personal, es un hecho, no una elucubración.
Sea lo que fuere, cause la repercusión que cause esta historia, sin duda es un gran reto reflexivo, que exige una determinación y un posicionamiento, individual y colectivo.
El desgarrado relato de los efectos que la crisis provoca en los habitantes de la localidad industrial belga de Seraing, le sirve a los cineastas, como devastador reflejo de todo lo que se ha llevado por delante a lo largo de los últimos años la precarización.
Y no sólo en lo laboral; es el miedo como moneda de cambio.
El chantaje como práctica común y corriente.
Sandra, es el reflejo de miles de trabajadores que se enfrentan a esta ardua batalla que suponen los tiempos de crisis.
Es la lucha sin cuartel, por defender lo que necesitamos, y no hay duda de que un salario mínimo mensual, es prioritario.
Con este sencillo punto de partida, los Dardenne atacan la base misma del sistema laboral imperante en La Unión Europea, no en La Unión europea de comisarios infectados hasta las trancas de incompatibilidades y negocios que entran de lleno en el marco de sus competencias, para los que las relaciones laborales son una broma, sino en las relaciones laborales para las que los jerarcas de turno han acuñado los términos de “reforma del mercado laboral”, “flexibilización”, “productividad”, “senda de recuperación”, “consolidación de la recuperación económica”, “armonización fiscal”, y cualquier otra ideación psicopática propia de quien sigue creyendo que sus administrados, además de prostituidos a la fuerza, son imbéciles, porque ya no son ciudadanos sino súbditos.
Uno sospecha que detrás de la imagen final, no existe sino un fugaz momento de claridad mental, pero el enfermo trabajador tiene mal pronóstico, cuando las decisiones malvadas, quedan en manos de la parte más débil, la ponzoña se extiende inevitablemente, por todo el tejido celular, desde el sillón de directivo se hablará de unidades productivas, de “ratings”, de “rappels”, de reparto de dividendos, y de racionalización de los costes laborales, cada vez que se pronuncian esas palabras, una familia queda en la intemperie, y no sólo por la decisión de un empresario, o un gobierno, sino por la imposibilidad de ser solidario entre los débiles.
Con 1000 € se compra a mucha gente, si esta gente no tiene ni para comer, la próxima vez será por 500 €, y a la siguiente, ni se necesitará una prima como argumento, se obligará a los trabajadores que, año tras año, sacrifiquen al dios-mercado, uno de los dioses más hijo de puta de la historia de la humanidad, que además de dios, tiene muy poco, porque tiene unos cuantos nombres y apellidos en todos los países; a algún trabajador para mantener al resto de la plantilla, y al final, la opción también incluirá una rebaja de sueldo de propina.
El poderoso es insaciable, como máximo, conseguiremos sentirnos bien con nuestro comportamiento, pero olvidémonos, no cabe triunfo desde la división y desde el desamparo gubernamental.
La historia de Sandra, no es una llamada a cambiar la sociedad, sino una invitación a cambiar nuestra forma de pensar, algo mucho más sencillo, y que provoca consecuencias evidentes en el mundo que nos rodea.
Jean-Pierre y Luc, han puesto su grano de arena, es nuestro turno…
Puede que, en la vida, no siempre el esfuerzo por conseguir un objetivo, se vea recompensado con su obtención.
Sin embargo, ésta te enriquecerá, siempre y cuando elijas un camino, y lo recorras.

“Ne cédez pas, il faut se battre”
(No te rindas, tienes que luchar)



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