20 Centímetros

“Quiero ser carbonizada, azotada, flagelada, levitar por las mañanas y en el cuerpo tener llagas, quiero estar acongojada, alucinada y extasiada, tener estigmas en las manos en los pies y en el costado”

El musical, es un género teatral o cinematográfico, en el que la acción se desenvuelve con secciones cantadas y bailadas; por tanto, es una forma de teatro que combina música, canción, diálogo y baile.
En la década del 2000, se produce la gran eclosión del musical español; por lo general, no se trata de música original, sino espectáculos montados sobre temas ya conocidos por el público, en muchos casos, inspirados en la trayectoria de grupos y cantantes de pop de décadas anteriores.
El musical clásico estadounidense, por su parte, se basa en la síntesis de acción, música y baile; mientras por lo general, el musical español carece de esa síntesis, y desde un punto de vista hollywoodiense, se trata más bien de un cine ilustrado con canciones.
Eso no significa que las escenas musicales del cine español sean forzosamente simples o sencillas…
Algunos de los episodios musicales del cine ibérico, poseen gran fuerza y sofisticación, y tratan temas poco convencionales.
Sobre la temática de la sexualidad, es un género que ha tenido gran importancia dentro del cine español, y sobre sus variantes, ha tenido un cine que ha reflejado lo más sombrío y lastimoso de la sociedad española, y ha mostrado a los marginados y a los delincuentes, desde distintos puntos de vista.
No es extraño ver tampoco escenas eróticas, e incluso ver a los protagonistas practicando el sexo…
En particular, más de 3.000 personas viven en España con un sexo que no sienten como propio, una contradicción que causa problemas psicológicos, médicos y hasta trabas legales, que pueden perdurar durante décadas, y que requieren, según los expertos, un tratamiento multidisciplinar en el que participen psicólogos, psiquiatras, endocrinólogos, o cirujanos.
“Boys, boys, boys”
20 Centímetros es una comedia musical española, del año 2005, escrita y dirigida por Ramón Salazar.
Protagonizada por Mónica Cervera, Pablo Puyol, Miguel O'Dogherty, Concha Galán, Pilar Bardem, Rossy de Palma, Lola Dueñas, Juan Sanz, Richard Shaw, Najwa Nimri, Macarena Gómez, María Lalane, Inma Olmos, Pepa Charro, Geli Albadalejo, Fanny de Castro, La China Patino, entre otros.
20 Centímetros es la 2ª película del director malagueño, Ramón Salazar, que ha parido un producto nada típico en el panorama ibérico:
Una comedia musical, protagonizada por una prostituta transexual, que se mueve en un Madrid bastante sórdido, y muestra cómo es el mundo del transformismo y la consecución de la plena identidad, y con ello, de la libertad, mediante la eliminación de lo superfluo, es decir, esos 20 centímetros del título que atormentan a la/el protagonista...
A Ramón Salazar, y su musa, Mónica Cercera, les rondaba la loca idea de hacer un musical, género en el que el director y su actriz fetiche, debutan con 20 Centímetros.
Pero Salazar no oculta que el rodaje ha sido duro:
“Llevábamos muy preparados los números musicales, pero su filmación ha sido caótica y, a la vez, reconfortante.
Había un guión, pero estaba abierto a la improvisación”, detalló el director.
La génesis de 20 Centímetros, se encuentra en aquellos gloriosos musicales hechos a la medida de estrellas como:
Fred Astaire y Ginger Rogers, Elvis, Marisol, Cyd Charisse o Judy Garland, en los que la película entera se construía a su alrededor.
El tamaño, aquí, juega un papel importante en esta mezcla descarada y vivaz de comedia negra, drama “light” y el musical.
Se rodó en exteriores de Madrid y en estudio, durante 11 semanas, en el año 2004.
La acción tiene lugar en Madrid, y narra la historia de Marieta/Adolfo (Mónica Cervera), nacida con cuerpo de hombre, y alma de mujer, que trabaja en el submundo de la prostitución, con el deseo de ahorrar lo suficiente para someterse a un cambio de sexo.
Y es que Marieta se siente mujer:
Atractiva, sensual, que cualquier hombre la puede y quiere desear por ser eso, simplemente una mujer.
Por lo que Marieta aborrece los muchos centímetros que tiene… y que otros hombres desearían poseer.
Ha trabajado mucho para tener su cirugía, sin embargo, sufre de narcolepsia, una enfermedad que la hace dormir profundamente en el momento menos esperado, pero eso sí, mientras está inconsciente, ella imagina cosas maravillosas relacionadas con su vida, al compás de melodías como “I Want To Break Free”, del grupo Queen, o “True Blue”, de Madonna.
Éstos, en número de 8, permiten a Marieta vivir en un mundo de fantasía, en el que es una gran mujer que pasea por La Gran Vía de Madrid, recorre las calles en las que ella y sus compañeras trabajan, está enamorada de un reponedor, y es la novia que se casa de blanco...
Pero en su trabajo como prostituta, sus 20 centímetros de pene, llaman mucho la atención a los clientes.
Uno de ellos, un reponedor (Pablo Puyol) que empieza a mostrar más interés en los 20 centímetros de ella, que en los de él, mientras Marieta se enamora de él.
Pero Marieta muestra de forma agradable, que todo en la vida puede lograrse con perseverancia y trabajo, pues tiene como novio a un enano bueno para nada llamado Tomás (Miguel O'Dogherty), quien no le ayuda económicamente a cumplir su sueño, sin embargo, la acepta como es:
Prostituta, casi mujer y afanadora.
Todo esto es mostrado con tono de comedia dulce, y sobre todo, con números musicales intercalados, que es el revival del momento.
20 Centímetros contrapone 2 mundos, el real y el soñado:
El primero es sórdido y oscuro; mientras el segundo es luminoso y cautivador.
La suma de los 2, da como resultado una comedia musical fresca e hilarante; y asume una elogiable propuesta atrevida, que el director convierte en una obra atractiva; deudora de la larga tradición de la comedia musical, que muestra su admiración por Minnelli, Marilyn Monroe, Madonna… y por obras del gran musical de Hollywood.
El hecho de que estemos ante una propuesta tan arriesgada y valiente, hace que valga la pena su visionado.
“¿Cuánto mide la felicidad?”
20 Centímetros es una entretenida comedia, muy apegada a lo que realmente puede vivir un transexual que quiere ser reconocido por todos, como esa mujer que siempre fue, pero a quien le tocó un cuerpo equivocado.
Dirigida y escrita por Ramón Salazar, con una idea innovadora en cuanto al personaje que cae muerto de sueño, y en su mente sólo hay armonía, danza, canto y diversión, cosa que en la vida real no le sucede, pues mientras duerme es abusado por sus clientes, o despierta en hospitales y llena de polvo… si algo hay que alabar a Salazar, es lo atrevido de su propuesta.
Independientemente de los resultados, independientemente de la taquilla, es innegable que 20 Centímetros es cuanto menos, osada.
Osada por regalarle el protagonismo absoluto de la historia, no sólo a un personaje transexual, sino a una actriz tan desmarcada de la norma como lo es Mónica Cervera.
Osada por fichar a Pablo Puyol, uno de los más populares troncos de la televisión española reciente, y por tanto, de lo políticamente correcto, para algunas escenas de lo menos políticamente correctas.
Osada porque no escatima lo más mínimo a la hora de ser explícita, con una cámara indiscreta que no se corta un pelo en mostrarnos todo tipo de detalles, incluso algunos que a bien seguro no todos los espectadores estarían dispuestos a contemplar, y no me refiero sólo a las escenas de sexo, quizás las más desacomplejadas que se han visto en una película española de entonces.
Y por último, y seguramente más importante, osada por no caer en el recurso fácil, de rematar la historia con un final trágico o agridulce, sino que rematándola con un final rotundo, e inequívocamente feliz.
Todo ello gracias a la interpretación de Mónica Cervera, inmensa, que se atreve con este regalo de papel y, no contenta con bordarlo, lo perfecciona.
Pero también la avala su desparpajo, su incorrección política, su voluntad de obra marginal, y a todas luces, imperfecta, con su coqueteo con el musical más petardo y “queer”
En resumidas cuentas, su pasar de todo y de todos; porque 20 Centímetros es la historia de Marieta, venga ya, que quiere de una vez por todas, dejarse llamar Adolfo, que desaparezca ese nombre de su DNI; pues llamarse como su padre, y tener los mismos 20 centímetros entre las piernas, le produce repelús.
Marieta, quiere ser completamente una mujer, respetada, y con todas las de la ley; pero sufre de narcolepsia, la enfermedad del sueño, y siempre se queda dormida en el momento menos oportuno.
Pero en sus ataques de sueño, que dan origen a los números musicales, Marieta canta maravillosamente, y hasta habla idiomas...
Pero ya no puede más:
Marieta se ha despertado tirada en un descampado, a 40 kilómetros de Madrid.
Ella vive con Tomás, un enano que siempre anda metido en líos; y en el patio interior de su casa, asomados a las ventanas, se dan cita los vecinos:
Berta (Concha Galán), su vecina de arriba, que trabaja en un “sex shop”, y a la que Marieta cuida de su hijo, Paulito.
Don Emiliano, rollo fraile octogenario; o Pili, La Pelos, una prostituta con cara de niña, y con más años que la vieja peluca que usa para trabajar.
También son vecinas, las hermanas Marianas, 2 colombianas deformadas por las hormonas y la silicona, y que al colgar su ropa, dejan sin sol a las vecinas de abajo...
Pero la peor de todas es La Candelaria (Pilar Bardem), propietaria del edificio, llena de mal carácter y llena de gatos.
Un día, mientras Marieta hace la compra en el mercado, en el puesto de verduras de las hermanas Rebeca’s; conoce a un reponedor, y a su culo de melocotón.
A partir de ahí, ella sueña con la vida que podría tener junto a él, sueña con un vestido de novia precioso, con su hogar, su luna de miel, su primer hijo, su primera infidelidad, sus crisis, y sus reconciliaciones… y hasta en la vejez.
Pero sigue teniendo un problema:
20 Centímetros de pene…
El guión, que sinceramente me ha sorprendido por lo trabajadísimo que está; hace gala de un falso naturalismo, utiliza unas frases estilizadas, y a veces hasta poéticas, que consiguen que la película sea mucho más que un reportaje del “underground” de Madrid.
Técnicamente, la fotografía es muy efectiva, no se nota pero se siente, y la dirección artística parece hecha por el hijo gris de Almodóvar.
La fotografía de las escenas de la vida real, se apoya en una cámara ágil, que se acerca a la intimidad de los personajes, y reproduce la estética de los ambientes degradados que habitan.
Mientras las escenas de los sueños, se apoyan en una cámara estable y más sosegada, de perspectivas amplias, y de una estética brillante y ensoñadora.
El montaje, de gran importancia en la obra, resuelve su cometido con brillantez.
La dirección de actores, es excepcional:
Mónica Cervera está más que notable, en un registro profundamente creíble, trágico y entrañable.
Y lo que aún es más, pese a utilizar acento seseante, se le entendía todo.
Y eso hay que remarcarlo; además canta y baila.
Baila lo suficiente, y en la parte del canturreo, es donde menos resulta, pese a que no desentona ni desafina en ningún momento, pero bien que se notan los arreglos para no tener que subir mucho.
El director, Ramón Salazar, dijo que Mónica Cervera era una auténtica musa:
“Ella fue mi inspiración, antes, después, y ahora.
Sé que nadie podría interpretar a Marieta con la misma fuerza y sinceridad que ella.
Mónica Cervera canta, baila y actúa…
Tiene un poco de Liza Minnelli, de Marilyn Monroe, de Marlene Dietrich, de Mick Jagger, y de Ann-Margret, pero sobre todo tiene mucho de Mónica Cervera”
Y la verdad es que está maravillosa, con un personaje feo, difícil, desagradable, que no cualquier actriz estaría dispuesta a hacer.
Ella está genial, y en los bailes, perfecta.
La acompaña un no tan dotado, pero escultural Pablo Puyol, que tiene poco que hacer frente a su pareja femenina, eso sí, baila de escándalo; y el resto de comparsas:
Lola Dueñas, Najwa Nimri, Pilar Bardem y Rossy de Palma, por supuesto, todos proxenetas, meretrices, travestis, y demás fauna urbana que tanto fascinan al cineasta medio español, cumplen con sus papeles de manera más que eficiente.
Con todo, pocas películas se ven por estos lares, en las que el nivel general sea tan alto.
En cuanto a las influencias de estos números, los 60 españoles, el siglo XX de Hollywood entero, y mucho videoclip estadounidense; hasta está la versión “Thriller” de Michael Jackson.
Todo ello, con cierto toque Kitsch de mercado.
En especial, podemos mencionar la inspiración en “Dancer In The Dark” (2000), a la hora de hablar de 20 Centímetros, una obviedad; pero también inevitable, pues los paralelismos entre el mundo interior de Selma y el de Marieta son insoslayables:
Las 2 almas, básicamente infelices, a pesar de ese optimismo y energía a prueba de bombas, que hacen de tripas corazón, inventan números musicales técnicamente imperfectos, con los que evadirse de una vida que no está siendo demasiado justa con ellas.
También comparten ambas películas, el contraste estético entre el mundo real:
Sórdido, deprimente incluso, muchas veces cámara en mano; y el soñado:
Cámara fija, mayor estilización y colorido, sobre todo en el caso español.
Claro que la película de Salazar, bebe de muchas otras fuentes recientes:
“Moulin Rouge!” (2001) con el mix musical, y cómo no, con el cine de Almodóvar,  a este respecto, la presencia de Rossy de Palma no es ninguna coincidencia, e incluso, se la podría ver aquí, como una suerte de madrina de Cervera... con la honrosa salvedad de que el manchego nunca tuvo el coraje/virtud de confiar a Rossy un papel protagonista.
Pero también hay una parte negativa importante, y es que 20 Centímetros es una película que llega a ser en muchos momentos desagradable, por la sordidez que refleja, y por caer en exceso en la marginalidad.
Salazar, se recrea demasiado, y parece incluso regodearse, con la marginalidad, la cutres, y la profunda incultura y vulgaridad de la subgente que retrata, capaz de desmoralizar al más optimista que piense aquello de “viva la gente”
Así que, en definitiva, lo que caracteriza a estos 20 Centímetros, es su enorme irregularidad.
Se admira al mismo tiempo que se desprecia, se disfruta de alguna manera al igual que se malsoporta.
Sobre la temática, debo decir algo positivo:
Primero, un argumento muy ingenioso, tanto por los 20cm como por la narcolepsia; pero lo principal que quiero destacar, es la crítica social que hace en la escena de la oficina de trabajo, a la importancia de la identidad de género como derecho civil que debe ser respetada.
En general, el largometraje es muy bueno, tanto la música, vestuario, ambientación y actuaciones; sin embargo, creo que le hubieran dado la oportunidad de un protagónico a tantos transexuales o travestís famosos que hay en España, como:
Bibiana Fernández, pues Rossy de Palma y Mónica Cervera, son mujeres feas, pero no es creíble que sean hombres vestidos del sexo opuesto, aunque las actuaciones son muy buenas, conocemos a estas actrices por trabajos fílmicos y televisivos, por tanto, es inesperado verlas como varones.
Que no se ahonda en los personajes, es otra de las piedras, pero con 20 Centímetros, el director no pretendía hacer apología sobre la transexualidad, más bien, lo que persigue es transmitir el día a día de un personaje y las relaciones con su entorno, su trabajo, el mercado donde compra, sus vecinos, y su amor.
En cualquier caso, y siempre observando la posibilidad de que los inconvenientes de 20 Centímetros… como los malos títulos de crédito, puedan ser observados en la distancia y el tiempo como aciertos llenos de encanto, la propuesta continúa siendo una película que merece la pena visionar.
Por el chute de estilismo y plasticidad, por la buena selección musical, porque el cómputo de momentos afortunados, posiblemente supera al de meteduras de pata, etc.
Por momentos, da la sensación de que 20 Centímetros aspira a convertirse en la versión castiza de la notable “Hedwig and The Angry Inch” (2001)
Y aunque se queda algo lejos de sus intenciones, el resultado final es ciertamente loable, gracias tanto a sus llamativos números musicales, como a la labor de Cervera, acertadísima protagonista, y eje indispensable para el buen funcionamiento de esta cinta poco común.
Por último, la banda sonora adapta canciones del repertorio nacional e internacional.
El director musical, Pascal Gaigne, interpreta a la guitarra española el tema “Verde, te quiero verde”
La directora musical, Najwa Nimri, también actriz, interpreta “Boys, boys, boys”
La selección es acertada, y de lo más variada en género y estilos, y las interpretaciones muy sugestivas.
“Que se quede el infinito sin estrellas, y que pierda el ancho mar su inmensidad.
Pero el negro de tus ojos que no muera, y el canela de su piel se quede igual”
El tamaño del pene, es una de las grandes cuestiones que ocupan los pensamientos de los hombres.
Al menos en lo que concierne al suyo, porque tampoco es muy común andar comentando con los demás, qué talla calzan…
En silencio y ojeando, el hecho es que para muchos, estar o no dentro de la media, acaba convirtiéndose en toda una obsesión.
Pero:
¿De verdad es tan importante el tamaño?
Como dice el refrán:
“Más vale que sobre, a que falte”
¿Ser un superdotado, está sobrevalorado?
Los hombres reales con penes XXL, conocen la verdad sobre cómo es vivir con un miembro viril que mide más de 20 centímetros en erección; y confiesan que tiene más desventajas de las que pensamos.
Por un lado, la científica, la macrofalosomía, es una condición anatómica, donde el pene es mucho más grande que el promedio, y continúa aumentando aún después de finalizada la etapa de crecimiento.
Para que el caso se considerado como de “macropene”, este debe superar los 12cm en estado flácido, y los 22cm en erección, además, debe continuar creciendo en etapa adulta.
Este segundo requisito, es el más importante, de lo contrario, simplemente se tratara de un pene de grandes dimensiones.
Según los especialistas, las causas de la macrofalosomía, no suelen atribuirse a condiciones genéticas heredadas.
Si el pene continúa creciendo después de superar la pubertad, esto se debe a un descontrol en la glándula Hipófisis, encargada de regular el sistema endocrino.
Aunque no se corren riesgos de vida ni de salud mayor, la macrofalosomía puede incidir en la calidad de la vida sexual.
Esto se debe, a que el sobredimensionado tamaño del pene, causa problemas en la irrigación sanguínea, y consecuentemente en la erección.
Este problema puede presentarse en algunos casos, y no debe tomarse como una universalidad.
El otro problema que si suele presentarse más seguido, es el de incomodidad, y sobre todo, para tener relaciones sexuales.
Claramente esto se debe a no poder lograr la penetración debido al dolor, y la incomodidad que genera el excesivo tamaño del pene.
Aunque no existe tratamiento clínico canónico, se recomienda consultar diversos especialistas para poder llevar adelante una vida sexual satisfactoria.
Explorar diferentes posiciones sexuales, puede servir como solución para esta incomodidad y, por lo general, la metodología recomendada por aquellos sin expertise en el tema.
En particular, Jonah Falcon, también conocido por ser dueño de un pene anormalmente grande, considerado incluso, el más grande del mundo por algunos informes médicos, alcanzando la friolera de 34 centímetros en erección…
A sus 46 años, no puede asegurar tener entre sus piernas el pene más grande del mundo, pero medios internacionales como HBO o la revista “Rolling Stone” lo han documentado, y él mismo se ha comprometido a donar su miembro al Phallological Museum de Islandia cuando muera; y sin embargo, afirma que ha sido famoso, no tiene pareja estable, por motivos evidentes, y que su vida no es “cómoda”

“La vida es una tómbola, tom tom tómbola, de luz y de color, de luz y de color”



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