The Hindenburg

“The truth at last?
What really happened to The Hindenburg?”

Un dirigible, es un aerostato autopropulsado, y con capacidad de maniobra para ser manejado como una aeronave.
La sustentación aerostática se logra mediante depósitos llenos de un gas de menor densidad a la atmósfera circundante, y difiere de la sustentación aerodinámica, obtenida mediante el movimiento rápido de un perfil alar, como en el ala de un aeroplano, o las aspas de un helicóptero; siendo el primer artefacto volador, capaz de ser controlado en un vuelo de larga duración.
Su uso principal, tuvo lugar aproximadamente entre 1900 y la década de 1930, para disminuir paulatinamente, cuando los aeroplanos superaron sus capacidades, y tras haber sufrido varios accidentes de relevancia; el más notable de los cuales, fue sin duda el incendio del Hindenburg.
Actualmente se los utiliza en una serie de aplicaciones secundarias, especialmente publicidad.
La expansión de la flota de dirigibles y el crecimiento, a veces excesivo, de la confianza de los diseñadores, alcanzó gradualmente los límites del sistema, y el éxito inicial, dio paso a una serie de trágicos accidentes.
El Luftschiff Zeppelin #129 (LZ 129 Hindenburg), fue un dirigible alemán tipo Zeppelin, destruido a causa de un incendio cuando aterrizaba en New Jersey, el 6 de mayo de 1937.
El accidente ocasionó la muerte de 36 personas, alrededor de 1/3 de las personas a bordo; y fue ampliamente cubierto por los medios de la época, y supuso el fin de los dirigibles como medio de transporte.
La primera época del Hindenburg, venía avalada por los numerosos logros de su predecesor, Graf Zeppelin, que ya para entonces había volado 1 millón de millas, unos 1,609.344km.
Durante 1936, en su primer año de uso comercial, El Hindenburg voló 308.323km, transportando 2798 pasajeros, y 160 toneladas de carga y correo.
Cruzó 17 veces El Océano Atlántico, 10 de las cuales a EEUU, y las 7 restantes a Brasil.
En julio del mismo año, batió un récord al cruzar 2 veces el océano en 5 días, 19h y 51min, con el boxeador Max Schmeling como pasajero, después de ganar a Joe Louis.
El LZ 129 Hindenburg, y su gemelo, El LZ 130 Graf Zeppelin II, fueron los 2 mayores dirigibles construidos, y las aeronaves más grandes jamás construidas.
En particular, El Hindenburg fue nombrado en honor del Presidente de Alemania, Paul von Hindenburg; y era un nuevo diseño, completamente construido de duraluminio:
Con 245m de largo, 41m de diámetro, 16 bolsas, de las cuales 14 eran de hidrógeno y 2 balones de aire; con una capacidad de 200.000m³ de gas, con un empuje útil de 112,1 toneladas, 1099MN; gracias a 4 motores diésel Daimler-Benz DB 602 de 1200 CV/890 kW; y alcanzaba una velocidad máxima de 135km/h.
El Hindenburg, era más largo que 3 Boeing 747 juntos.
Originalmente, tenía capacidad para 50 pasajeros, siendo aumentada hasta 72 en 1937, y una tripulación de 61 personas.
Por razones aerodinámicas, las dependencias de los pasajeros, se encontraban dentro de la estructura del dirigible, y no en góndolas.
Fue cubierto con tela de algodón, barnizada con óxido de hierro y acetato-butirato de celulosa, impregnado de polvo de aluminio, el polvo de aluminio y el óxido de hierro, forman una mezcla llamada “termita”, que es muy inflamable…
Fabricado por Luftschiffbau Zeppelin en 1935, tuvo un coste de 500.000 libras, e hizo su primer vuelo, el 4 de marzo de 1936.
En un primer momento, se pretendió llenar al Hindenburg con helio, pero un embargo del ejército de Estados Unidos sobre este elemento, obligó a los alemanes a cambiar el diseño, para pasar a usar hidrógeno altamente inflamable, y fuertemente explosivo.
A pesar de que la densidad del hidrógeno es la mitad de la del helio, su empuje apenas aumentó en un 10%.
Gracias a este pequeño incremento, en el invierno de 1936, se aumentó su capacidad, añadiendo otras 10 cabinas de pasajeros; 9 de ellas, disponían de 2 camas, y la última de 4.
También, se retiró un piano para ahorrar peso.
Los alemanes, tenían una gran experiencia en la manipulación del hidrógeno de modo seguro, sin sufrir nunca un accidente relacionado con la alta reactividad del gas.
Aun así, y para mayor seguridad, se trató la envoltura del dirigible para que no acumulara electricidad estática, evitando de este modo que saltaran chispas.
Y es que los ingenieros alemanes tenían tanta confianza en su capacidad para manejar hidrógeno con seguridad, que incluyeron en El Hindenburg una sala para fumadores.
El Régimen Nazi, se apropió de la imagen del Hindenburg como una muestra de la grandeza del poderío alemán; y el 1 de agosto de 1936, durante la inauguración de Los Juegos Olímpicos de Berlín, el dirigible sobrevoló el estadio olímpico, momentos antes de la aparición de Adolf Hitler.
El 6 de mayo de 1937, tras haber cruzado El Atlántico, El Hindenburg se acercó a la base de amarre en La Estación Aeronaval de Lakehurst, en New Jersey, después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso le permitiera las maniobras de atraque.
A las 19:25, mientras El Hindenburg ya había largado los amarres, y se acercaba a la torre, se observó a popa, un destello de fuego de San Telmo, que son chispas extensas e inermes de electricidad estática, pues había una tormenta eléctrica, y el aire estaba cargado eléctricamente.
Repentinamente, se prendió fuego en la parte superior de la popa, extendiéndose casi instantáneamente por todo el dirigible, mientras la estructura caía lentamente sobre los pasajeros que saltaban desde una altura de 15m, y marinos que ayudaban en las maniobras.
El Hindenburg quedó destruido por completo en menos de 40 segundos, y su esqueleto permaneció largo tiempo en el suelo, hasta que fue vendido como chatarra.
A pesar de lo impactante del desastre, de las 97 personas que había a bordo, solo 36 murieron, la mayoría de ellas, quemadas o aplastadas bajo la estructura.
En concreto, de los 61 pasajeros, 36; y 13 de las 22 personas que formaban el servicio de tripulación, murieron en el accidente.
Muchos de los tripulantes y pasajeros, se salvaron gracias a la rotura de los depósitos de agua que cayó sobre ellos, salvándolos de las llamas.
Recientes investigaciones han sugerido que el fuego, aunque causado principalmente por el hidrógeno del dirigible, pudo haberse visto favorecido por la composición del revestimiento.
Esto habría colaborado a acelerar el fuego, pudiendo alcanzar específicamente temperaturas de hasta 3.000 °C.
Se mantienen muchas controversias sobre las causas del accidente; como detalle curioso, diversas publicaciones de divulgación de los EEUU, habían apuntado las bases de los procedimientos de obtención del helio, incombustible, en fechas tempranas, como 1923, según Popular Mechanics; y hacia 1930 y en 1936, según Mechanix Illustrated.
Los peores desastres como:
R-101, USS Shenandoah (ZR-1); USS Akron (ZRS-4); y el LZ 129 Hindenburg, fueron todos en parte, resultado de interferencias políticas en la construcción, y en los procedimientos de vuelo.
Recientemente, en 1997, Addison Bain, un científico jubilado de La NASA, hizo públicas las conclusiones de varios años de investigación sobre el accidente del Hindenburg; con objeto de aumentar la resistencia de la lona de algodón que envolvía al dirigible, se le aplicó un barniz que contenía polvo de aluminio, que es altamente inflamable, y de difícil extinción.
La Teoría Catastrófica de los dirigibles, debe mucho a la prensa sensacionalista de las décadas de 1920 y 1930, e ignora navíos exitosos como El Graf Zeppelin, el R100, y el USS Los Angeles.
“Well countess, I've never enjoyed losing so much!”
The Hindenburg es un drama de suspense, del año 1975, dirigido por Robert Wise.
Protagonizado por George C. Scott, Anne Bancroft, William Atherton, Roy Thinnes, Gig Young, Burgess Meredith, Charles Durning, Richard Dysart, Robert Clary, Rene Auberjonois, Peter Donat, Alan Oppenheimer, Katherine Helmond, Joanna Moore, entre otros.
El guión es de Nelson Gidding, basado en la novela del mismo título de Michael M. Mooney; que a su vez se  basa en los hechos acaecidos el día del desastre real, mezclándolos con una trama de ficción, que explica la explosión de la aeronave como un atentado.
Algunos de estos elementos de la trama, estaban basados en amenazas reales de bomba, antes de que el vuelo comenzara, así como los partidarios de la teoría del sabotaje.
A.A. Hoehling, autor del libro de 1962, “Who Destroyed The Hindenburg?”, también habla sobre la teoría del sabotaje, y demandó a Mooney junto con los productores, por infracción de derechos de autor, así como por la competencia desleal.
Sin embargo, El Juez, Charles M. Metzner, desestimó sus alegaciones.
El modelo actual usado para la película, está ahora en exhibición permanente en El Museo Nacional del Aire y El Espacio, en Washington DC.
The Hindenburg, incluye en su metraje, clips de las imágenes reales de los noticiarios de la explosión del dirigible y el fuego.
La grabación es tocada justo antes de los créditos finales, siendo el testigo real y testigo ocular, el periodista Herbert Morrison, que describe el desastre.
Así las cosas, The Hindenburg propone al espectador, una peculiar revisión histórica del desastre del archifamoso dirigible, apostando en este caso, por la teoría del sabotaje; dado que en realidad, nunca se han conocido los motivos que propiciaron el desastre.
El propósito es tan aceptable como cualquiera, y la propuesta queda bien justificada.
Como resultado de su extensa investigación sobre la película, Robert Wise se convirtió en una autoproclamada autoridad en viajes aéreos ligeros.
The Hindenburg fue nominada a 3 Oscar en 1976:
Mejor dirección artística y decorados; sonido, y cinematografía.
Y obtuvo 2 premios de La Academia, en categorías especiales, llamadas “Special Achievement Award” para Los Mejor Efectos Visuales y Mejores Efectos Sonoros; y está inserta en la moda que se produjo durante los años 1970, del llamado:
“Cine de Catástrofes”
La acción se desarrolla del 17 de abril, al 7 de mayo de 1937.
La contienda bélica más sangrienta de la historia, La Segunda Guerra Mundial, no ha comenzado, pero empiezan a sentirse las intenciones del ejército de La Alemania Nazi, que con su Legión Cóndor, ha bombardeado la española villa de Guernica, hasta arrasarla por completo.
Todo apunta más a un acto experimental para el cercano comienzo de La Segunda Guerra Mundial, que a una sencilla contribución de Adolf Hitler al bando nacional durante La Guerra Civil Española.
En otra parte, se encuentra El Hindenburg, el mayor dirigible construido jamás, que surca los aires con su imponente presencia, cargado de hidrógeno altamente inflamable, y con un destino incierto para las autoridades alemanas, que deciden confiar la seguridad de la aeronave, al disconforme Coronel de La Luftwaffe, Franz Ritter (George C. Scott), quien meticulosa y eficazmente se encargará de supervisar que no se introduzcan materiales peligrosos al interior del Zeppelin, y controlará todas las actividades dentro del mismo, una vez éste se encuentre en el aire, cruzando El Atlántico, hasta llegar de Alemania a Estados Unidos, intentando que no se produzca ningún sabotaje, tal y como predijo una enigmática mujer estadounidense...
Toda la película, parece orientarse hacia ese previsible y apocalíptico final.
No me extrañaría que con los medios técnicos actuales, se intente alguna vez revisar este film; porque es una obra inmortal, por ofrecer aunque a medias, un hecho dramático que acabó en Alemania por dejar la utilización de zeppelines para cruzar el océano, logrando dejar al final al público absorto con unas imágenes dantescas y dramáticas, que quedarán en su retina para siempre.
“Marvelous feeling on an airship”
Los años 70, fueron toda una cantera para el género de las catástrofes.
Desde fenómenos naturales como “Earthquake” (1974) o “The Poseidon Adventure” (1972), hasta tragedias para castigar la soberbia humana como “The Towering Inferno” (1974), o la saga que inauguró “Airport” (1970), pasando por toda clase de locuras que aprovechaban ese tipo de cine, como “The Swarm” (1978) o “Meteor!” (1979)
Y dentro de las tragedias de carácter histórico, brilla con luz propia The Hindenburg.
El director, Robert Wise, realiza una impecable labor de dirección, tanto de actores como de reconstrucción de los decorados y de recreación del año 1937; y es a ratos, una película casi documental, basta ver el prólogo de la misma, con un noticiario de la época, hablando de los dirigibles en La Época Nazi, o la tragedia final; y a ratos, en una película de trama e intriga, con grandes dosis de investigación y suspense.
El guión, escrito por Nelson Gidding, mezcla con eficacia la realidad con la ficción, para atraer al espectador más comercial y buscador de películas basadas en desastres, que marcaron en un sentido u otro la humanidad, finalizando con ello, un film que, sin ser brillante, merece la pena ser visto por los cinéfilos menos exigentes, que estén dispuestos a esperar 100 minutos de una trama más tranquila y conspiradora, para llegar a su sorprendente y esperado final.
Esto se lleva a cabo con una narrativa con voz “en off” al principio explicativa en plan documental de radio, siendo el resto dinámico en su presentación de personajes y militar, y clásica también en estos.
Cabe señalar también, el montaje dividido en días, hasta el momento del desastre, siendo este lineal y algo largo, hasta llegar al final que es lo que verdaderamente merece la pena.
Como trabajo documental, se nota la labor en el cuidado de la recreación del Hindenburg, en especial los interiores del dirigible alemán, escenarios realmente conseguidos, y que facilitan la inmersión en la Alemania de 1937.
El vestuario es también excepcional, así como todas las escenas del dirigible en vuelo, con unos efectos visuales impresionantes, logrando que el dirigible alemán nunca parezca una maqueta, sino un elemento orgánico más.
La dirección de los actores es impecable, y la tragedia final está excelentemente recreada.
Fue una gran tragedia, que supuso un golpe al aparato propagandístico alemán, que el propio Hitler se encargó de echar por tierra; pues según parece, no hubo sabotaje, y todo fue un accidente…
Nunca se llegó a demostrar, si fue un fallo del dirigible o un sabotaje.
Por lo que Robert Wise y su guionista, jugaron con todas las hipótesis posibles, y reconstruyeron los hechos bajo una serie de hipótesis.
Así tenemos al Coronel Franz Ritter, encargado de la vigilancia a bordo del Hindenburg, al que se le asigna un vil y despreciable SS/Gestapo Hauptsturmführer, Martin Vogel (Roy Thinnes), quien le ayudará, pero también le controlará.
Todo comienza con la recepción de una carta, que pone en preaviso al Ministerio de Propaganda alemán, ante el inminente despegue del Hindenburg, en vuelo hacia los EEUU.
Ritter es un ex piloto, que ahora trabaja para la inteligencia militar; y se le ha asignado el vuelo, en calidad de Jefe de Seguridad tras los rumores e informes de un posible ataque y destrucción del Zeppelin, y el gobierno alemán se toma muy en serio las amenazas.
Una vez allí, cualquiera puede ser sospechoso.
Entre los tripulantes se encuentran su ex mujer, La Condesa Ursula von Reugen (Anne Bancroft), unos intrigantes empresarios, Edward Douglas (Gig Young), otro de los pasajeros, esconden esqueletos en sus armarios, Albert Breslau (Alan Oppenheimer), un actor con especial don para irritar a los dirigentes nazis, Joe Späh (Robert Clary), un hombre de La Gestapo; y ninguno de ellos tiene una razón específica para viajar en el Zeppelin.
Por lo que Ritter tendrá que sortear pistas falsas, o chocar con numerosos callejones sin salida, hasta dar con el terrorista, que entre tanto personaje, podría pasar desapercibido.
Cuando Ritter descubre la trama, se acaba convirtiendo en cómplice del saboteador, pero siempre buscando evitar una masacre, permitiendo al saboteador dar un golpe de efecto a la soberbia del Régimen Nazi.
Ritter, es lo que denominaríamos un “Good German”; pero todo se complica, y al final, todo revierte en tragedia.
Dirigida con un ritmo tranquilo al principio, y frenético al final; y con un estilo que añade efectismo a los hechos reales que ocurrieron aquél fatídico 6 de mayo de 1937, The Hindenburg es una obra implacable en su final, al mezclar imágenes ficticias con las reales, para añadir dramatismo al espectador, y dejar tras su visionado, la sensación de haber visto un film trágico y violento, que dejará un recuerdo imborrable, por estar basado en hechos reales.
La fotografía es a color al principio, y en blanco y negro al final, usando imágenes de archivos reales para impactar y llamar la atención del espectador, dando al final, una imagen dantesca del desastre, en una labor portentosa, que no dejará a nadie indiferente.
La música es melódica y estimulante, en una tarea arrolladora, que al final se vuelve intensa y penetrante, para crear un mayor desconcierto.
Los planos y movimientos de cámara, consuman una labor técnica notable, a través del uso de los detalles, generales, panorámicos, reconocimiento, plano-contraplanos, subjetivos, aéreos, cámara en mano, primeros y primerísimos planos que exprimen lo mejor de las actuaciones, y del desastre en sí.
Cabe destacar también, unos efectos visuales competentes y acertados, que exponen sin tapujos lo ocurrido, junto con imágenes de archivo.
Las actuaciones son sobrias, pero remarcables.
Como protagonista, George C. Scott está auténtico y concluyente en su labor; Anne Bancroft está provocativa y susceptible en su tarea; y William Atherton está señalado en su línea habitual, siendo buenos los acompañamientos de:
Roy Thinnes, Gig Young, Burgess Meredith, y Charles Durning, entre otros.
La dirección artística, emplea para estos, un vestuario elegante y formal, en un distinguido trabajo que junto con los decorados, nos transportan “in situ”
Como producción, un modelo del Hindenburg fue construido para la filmación.
El modelo, tenía más de 25 pies de largo, y podía ser volado por los cables de la suspensión delante de un contexto; y también utilizó pinturas mate para la aeronave, por lo que se utilizaron fotografías para el modelo.
El modelo del Hindenburg, tomó cerca de 4 meses en construir, costando por lo menos, $35.000
Un guardia de 24 horas, fue asegurado en Universal Stage 27, para proteger el modelo y los conjuntos del casco; que fueron construidos por 80 hombres en un total de 70.000 horas de trabajo, con 8 toneladas de aluminio, 11.000 metros de muselina, 24.000 pies de cordón en el marco, y 2 millones de remaches.
El modelo, tras la filmación, fue donado al Smithsonian Air and Space Museum, en Washington DC, donde se exhibe.
Robert Wise, originalmente quería rodar toda la película en blanco y negro, para dar una sensación más documental; pero el estudio se lo negó, y como resultado, el color es “muy silenciado”
Esto, junto con la iluminación, el vestuario y la naturaleza de los conjuntos, da a la película final, una impresión de blanco y negro, en una película en color.
Las escenas del accidente, fueron filmadas en blanco y negro, con cámaras de mano que pudieran permitir la incorporación de las imágenes reales del desastre.
Algunas tomas de la secuencia de destrucción, en blanco y negro, se presentaron en color en los tráileres y spots de televisión, promocionando la película.
Sin embargo, durante la filmación, una tragedia de la vida real, casi ocurrió:
Una sección a gran escala de la nariz del Hindenburg, fue construida para la película, y fue destruida por el fuego para la secuencia final de la destrucción de la película.
Una media docena de artistas de acrobacias, que llevaban engranajes ignífugos, se colocaron en la réplica de la nariz, cuando fue incendiada.
Sin embargo, el fuego rápidamente se salió de control, haciendo que varios artistas de acrobacias, se perdieran entre el humo, dañando varias cámaras que estaban filmando la acción, y casi destruyendo los sets de sonido.
Parte de las secuencias de este hecho, se utilizaron en el corte final de la película, pero la secuencia completa, como se había planeado, no se incluyó.
Entre los errores y anacronismos varios, se encuentran:
A medida que los pasajeros cruzan el asfalto, desde el hangar para abordar El Hindenburg, podemos ver la parte inferior de la góndola, y las escaleras bajadas...
Sin embargo, la luz del Sol cubre todo el suelo, y brilla en la parte superior de las cabezas de todos.
No hay ninguna sombra, o cualquier otra indicación del gigantesco globo grande del dirigible, que debe estar sobre sus cabezas, y sombrear el área entera.
La lista de pasajeros que mira el personaje de Mildred Breslau (Katherine Helmond), antes del despegue, tiene muchos errores.
Algunos, aunque no todos, de los personajes de la película, tienen nombres diferentes de sus contrapartes históricas, por ejemplo:
El Coronel Franz Ritter/George C. Scott, era El Coronel Fritz Erdmann en la vida real.
La Condesa/Anne Bancroft, era en realidad Margaret Mather.
Martin Vogel/Roy Thinnes, representa a Karl Otto Clemens.
El Capitán Fellows/Stephen Elliott, está basado en El Comandante del dirigible de La Marina estadounidense, Charles Rosendahl.
Karl Borth/William Atherton, fue nombrado Eric Spehl en la vida real.
Su amante, Freda Halle/Lisa Pear, era Beatriz Friedrich.
El señor y la señora Reed Channing/Peter Donat y Joanna Moore, fueron Leonhard y Gertrud Adelt.
La Familia Breslau/Alan Oppenheimer, Katherine Helmond, Jean Rasey, Johnny Lee y Stephen Manley; era en realidad, La Familia Doehnerr.
Dimmler/Rex Holman, mientras había un oficial de ingeniería con ese nombre, se muestra estacionado en la góndola de control principal, y probablemente representa al Capitán Albert Sammt, o El capitán Anton Wittemann.
El Capitán Ernst Lehmann, El capitán Max Pruss, Joseph Spah, Edward Douglas, Ludwig Knorr, Hugo Eckener y Joseph Goebbels, están entre los que fueron llamados por sus nombres históricos reales en la película.
Además, hay 51 pasajeros; cuando en realidad, sólo había 36 pasajeros a bordo, en el último vuelo del Hindenburg.
Así pues, esa lista que lee Mildred, parece ser de una versión anterior del guión final.
Ya sea que tuvieran o no libros de bolsillo en Alemania, en 1937, la novela que La Condesa está leyendo, es una edición en alemán de “Gone With The Wind”
Un dato curioso, es que en su momento de despegue, un personaje femenino dice que “era mejor viajar en El Titanic”, cuando este, para entonces, ya se había hundido…
Varias de las representaciones de los escapes de la aeronave, mientras se estrellaba, son vagamente basadas en hechos reales.
Éstos incluyen al muchacho de la cabina, que fue empapado con el agua de una bolsa de lastre al estallido, y el acróbata del circo, que escapó balanceándose de una cuerda de amarradura floja.
Sin embargo, a diferencia de la película, el chico de la cabina, fue empapado por el agua, antes de que saltara; y el acróbata no se aferró a una cuerda, sino al lado de la cubierta del pasajero.
En el último viaje de Hindenburg, su famoso piano de cola, no estaba a bordo.
Sin embargo, hay una escena muy divertida con Joseph Späh, actuando mientras se está tocando un piano.
Aunque una banda militar tocaba el himno nacional alemán, en The Hindenburg, ningún espectador masculino se quitó el sombrero, y ningún personal militar hizo el saluda, lo que hubiera sido simplemente inconcebible en La Era Nazi.
En la película, los personajes de Ernest Lehmann y Hugo Eckener, son retratados como muy cautelosos con El Partido Nazi.
En realidad, mientras Eckener odiaba a los nazis, y hablaba en contra de ellos abiertamente; Lehmann era muy complaciente con los poderes en Berlín, para avanzar en su carrera, e incrementar la fortuna de La Compañía Zeppelin.
De hecho, mientras que la película muestra Lehmann protestando por el uso de la nave, en el año anterior a la caída del Ministerio de Propaganda, en realidad, Lehmann estaba ansioso y feliz de usar esta empresa, en la medida en que no se lanzara al buque, en una condición de viento peligrosa.
En la vida real, Eckener atacó a Lehmann, por poner en peligro la nave para complacer a los nazis, lo que resultó en que El Ministro de Propaganda, Goebbels, incluyera a Eckener en la prensa para siempre, a pesar de ser un héroe nacional e internacional.
Entre las razones para sacrificar una interpretación en los efectos visuales de la secuencia del accidente final real, Robert Wise sintió que el metraje del noticiero, era demasiado icónico para recrear, y que los efectos especiales/visuales, no le harían justicia.
Y es que el locutor de radio de WLS, Herbert Morrison, estuvo presente en la escena del desplome del Hindenburg, junto con su ingeniero, Charlie Nehlsen, y registró un relato del testigo ocular de la tragedia.
Este clip de audio, se puede escuchar al final de la película.
Sin embargo, el grabador de Nehlsen, estaba funcionando un poco lento, de modo que cuando la grabación se reproduce a velocidad normal, el tono de voz de Morrison, se eleva ligeramente.
Obsérvese también, que en la grabación, se oye un ligero agrietamiento.
Esto fue causado por la onda expansiva de la explosión, que llega a la grabadora, justo después de que Morrison gritase:
“¡Estalló en llamas!”
Por último, la banda sonora, notable, corre a cargo de David Shire.
“It's burst into flames!
It's burst into flames and it's falling, it's crashing”
El Hindenburg, fue en su día, el mayor dirigible rígido, construido por el hombre.
Y el desastre, es recordado por la extraordinaria cobertura mediática, a través de películas, fotos, y especialmente, de la narración radiofónica de Herbert Morrison, desde el lugar del accidente.
La presencia de tantos periodistas, se debía al anunciado primer vuelo transatlántico para pasajeros, que llegaba a suelo estadounidense en aquel año.
Por lo que la narración de Morrison, no fue difundida hasta el día siguiente.
Aun así, se convirtió pronto, en una de las más recordadas de la historia, con la memorable expresión:
“¡Oh, la humanidad!”, que desde entonces, quedó ligada al recuerdo del desastre.
Estas palabras de Morrison, hay que colocarlas en el contexto de la producción:
El periodista se había referido anteriormente, a toda la gente allí presente, como “masa de humanidad”
Usó la frase, cuando vio que el dirigible ardiendo, iba a caer sobre aquellas personas.
Tras el hecho, Morrison y Nehlsen, continuaron su trabajo, describiendo las labores de rescate, y entrevistando a supervivientes, con pausas en las que el propio Morrison tenía que tomar un respiro.
Los discos de grabación, fueron llevados a Chicago, y difundidos esa misma noche.
Parte de la grabación, fue difundida por NBC, para todo el país, el día después.
Siendo la primera vez, que una producción de un evento de actualidad, era difundido, y también, era la primera difusión de costa a costa.
La detallada descripción del accidente, junto a la emotiva reacción, hizo de esta narración, un clásico de la historia sonora.
Cabe destacar, que el trabajo habitual de Morrison, era el de anunciante en programas musicales, pero tras un exitoso reportaje, sobre unas inundaciones, la cadena decidió mandarle a Lakehurst aquel día.
En 1999, durante el 75° aniversario de la cadena, se oyó por primera vez la narración a la velocidad original, pues la grabadora de Nehlsen iba un poco lenta ese día.
A diferencia de la famosa narración, en este audio era perfectamente audible la onda expansiva de la explosión.
La gran cobertura mediática del accidente del Hindenburg, tuvo una gran repercusión en el futuro de los dirigibles para pasajeros.
Las múltiples imágenes del siniestro, dieron la vuelta al mundo, acabando con la confianza que se tenía en este transporte.
Tras el desastre, y posterior investigación, Adolf Hitler ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales.
El veterano, LZ-127 Graf Zeppelin, fue desguazado, pero el LZ-130 Graf Zeppelin II, habiéndose acabado su construcción, aun a pesar del fatal accidente de su aeronave gemela, por el cual nunca llegó a realizar ningún servicio de transporte de pasajeros, fue usado brevemente, antes de su retirada del servicio, como plataforma para la investigación secreta de los experimentales sistemas de radar ingleses, que resultó infructífera.
El sitio real del choque del Hindenburg, en La Estación Aérea Naval de Lakehurst, ahora parte de La Base Conjunta Lakehurst-Dix-McGuire; está marcado con una almohadilla, y una placa de bronce, enmarcadas en cadena, donde la góndola del dirigible aterrizó.
Fue dedicado, el 6 de mayo de 1987; el 50° aniversario del desastre.
El hangar #1, que todavía está parado, es donde el dirigible debía ser alojado después de aterrizar.
Fue designado, Monumento Histórico Nacional, en 1968.

“Oh, the humanity, and all the passengers screaming around here!
I told you, I cannot talk to people…
I can't talk, ladies and gentlemen.
Listen, folks, I'm gonna have to stop for a minute because this was the… the worst thing I've ever witnessed”



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