La Passion de Jeanne d'Arc
“Pour sauver la France, c'est pourquoi je suis né”
(Para salvar a Francia, es por eso que nací)
Hace 586 años, en 1431, en Ruan, Francia, los ingleses queman viva a la joven francesa, Jeanne d'Arc, bajo acusación de herejía.
Conocida como “La Doncella de Orléans” o “La Pucelle”, Jeanne d'Arc fue una heroína, militar, y santa francesa; patrona de captivos, mártires, oponentes de las autoridades de la iglesia, gente ridiculizada por su piedad, prisioneros, soldados, mujeres voluntarias, telegrafistas, y radiofonistas.
La mayoría de los datos sobre su vida, se basan en las actas su proceso inquisitorio, pero en cierta forma, están desprovistos de crédito, pues según diversos testigos presenciales del juicio, fueron sometidos a multitud de correcciones, por orden del obispo Pierre Cauchon, así como a la introducción de datos falsos.
De acuerdo con los datos recabados en El Proceso de Ruan, Jeanne se hizo llamar siempre “Jeanne La Puncelle”; posteriormente se le añadiría la palabra “Darc”, como apellido, para referirse a ella de forma oficial, la falta de apóstrofo en su versión francesa, “d'Arc”, se debe a la inexistencia de tal signo en La Edad Media.
Por lo que “Arc” proviene del apellido de su padre, Jacques Darc.
“Yo tenía 13 años, cuando escuché una voz de Dios”, declaró Jeanne en Ruan, el jueves 22 de febrero de 1431…
El hecho sucedió al mediodía en el jardín de su padre.
Añadió que la primera vez que la escuchó, notó una gran sensación de miedo.
A la pregunta de sus jueces, añadió que esta voz venía del lado de la iglesia, y que normalmente era acompañada de una gran claridad, que venía del mismo lado que la voz.
La Iglesia Católica, y la inmensidad de fieles, reconocieron como verdaderas estas apariciones; siendo San Miguel Arcángel, considerado Protector del Reino de Francia, al que vio con sus propios ojos, acompañado de los ángeles del cielo.
Fue él, quien le ordenó partir para liberar a Francia, y así cumplir con la voluntad de Dios.
Unos años más tarde, se sintió llamada a una misión, que no parecía al alcance de una campesina analfabeta:
Dirigir El Ejército Francés, Coronar como Rey al Delfín en Reims, y expulsar a los ingleses del país.
Así pues, llegó a ser Capitán de Los Ejércitos de Liberación, y realizó una serie de campañas victoriosas, que franquearon al Delfín, el camino hacia Reims, y permitieron su coronación como Charles VII de Francia, el 17 de julio de 1429.
Pero vinieron luego las envidias, y entonces empezó para ella, una época de sufrimiento, y de traiciones.
Aun así, faltaba algo muy importante en aquella Guerra Nacional:
Conquistar París, la capital, que estaba en poder del enemigo.
Y hacia allá se dirigió Jeanne, con sus valientes; pero El Rey Charles VII, por envidias y componendas con los enemigos, le retiró sus tropas, y Jeanne fue herida en la batalla, y hecha prisionera por Los Borgoñones.
Los franceses, la habían abandonado, pero los ingleses estaban supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil monedas de oro a los de Borgoña, para que se la entregaran, y la sentenciaron a cadena perpetua.
Los ingleses, la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel...
Las humillaciones y los insultos, eran todos los días, y a todas horas, hasta el punto que Jeanne llegó a exclamar:
“Esta cárcel ha sido para mí, un martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo”
En ese tiempo, estaba muy de moda “acusar de brujería a toda mujer que uno quisiera hacer desaparecer”
Y así fue, que los enemigos acusaron a Jeanne de brujería, diciendo que las victorias que había obtenido, era porque les había hecho brujerías a los ingleses, para poderlos derrotar.
Ella apeló al Sumo Pontífice, pidiéndole que fuera El Papa de Roma, el que la juzgara, pero nadie quiso llevarle al Santo Padre esta noticia…
El Tribunal, estuvo compuesto exclusivamente por sus enemigos; y aunque Jeanne declaró muchas veces, que nunca había empleado brujería, y que era totalmente creyente, y buena católica, sin embargo la sentenciaron a las más terribles de las muertes de ese entonces:
Ser quemada viva.
Jeanne d'Arc, murió rezando, y su mayor consuelo era mirar el crucifijo que un religioso le presentaba, y encomendarse a Nuestro Señor.
Invocaba al San Miguel Arcángel, al cual siempre le había tenido gran devoción, y pronunciando por 3 veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu...
Era el 29 de mayo, del año 1431; y tenía apenas 19 años…
En La Cámara de Los Diputados de París, se conserva uno de los más extraordinarios documentos de la historia mundial:
El Diario de Las Sesiones del Juicio a Jeanne d’Arc, juicio que terminó con su muerte.
Las preguntas de los jueces y las respuestas de Jeanne, fueron trascritas al pie de la letra.
Leyéndolas, se descubre a la auténtica Jeanne... no a la Jeanne de armas, sino a la sencilla y humana, una joven que murió por su país; una joven piadosa, enfrentada a un grupo de teólogos ortodoxos, y poderosos jueces.
Y la revelan como la víctima de una de las más terribles perversiones:
La perversión de un principio divino en su paso por la mente de los hombres, ya sea Iglesia, Gobierno o el que quieras.
“Vous prétendez que je suis envoyé par le Diable.
Ce n'est pas vrai.
Pour me faire souffrir, le Diable t'a envoyé... et toi... et toi... et toi...”
(Ustedes afirman que fui enviada por el Diablo.
No es verdad.
Para hacerme sufrir, el Diablo lo ha enviado... a usted... a usted... a usted…)
La Passion de Jeanne d'Arc es un drama francés, del año 1928, dirigido por Carl Theodor Dreyer.
Protagonizada por Renée Jeanne Falconetti, Eugene Silvain, Camille Bardou, Maurice Schutz, Michel Simon, Antonin Artaud, André Berley, entre otros.
El guión es de Carl Theodor Dreyer y Joseph Delteil; realizada por encargo de La Société Générale des Films, para proponer un tema concreto que cristalizase en una película artística, con la que irrumpir en el mercado francés e internacional.
El cineasta propuso 3 retratos de otras tantas mujeres en la historia de Francia:
Marie-Antoinette de Habsbourg-Lorraine; Catherine de Médicis; y Jeanne d’Arc.
La joven Doncella de Orléans, una campesina que por mandato divino llevó a Francia a la victoria contra los ingleses, y fue procesada y quemada por brujería en la hoguera en 1431, fue la elegida.
Más tarde afirmó, que la decisión final sobre el tema de la película, se determinó mediante la elaboración de partidos.
Y es que Jeanne d’Arc fue noticia en Francia, después de La Primera Guerra Mundial, habiendo sido canonizada como Santa de La Iglesia Católica Romana en 1920, y adoptada como uno de Los Santos Patronos de Francia.
Dreyer, pasó más de 1 año y medio investigando a Jeanne para la película, y el guión se basó en las transcripciones originales del juicio, y la ejecución de Jeanne, condensando 29 interrogatorios a lo largo de 18 meses en una escena.
Las transcripciones del ensayo, habían sido publicadas en 1921, por el redactor Pierre Champion, y eran la base principal del guión de Dreyer.
Los derechos al libro de 1925, de Joseph Delteil, sobre Jeanne d’Arc, también fueron comprados para la producción, pero nada del libro de Delteil fue utilizado en el corte final.
Sin embargo, en el estreno de la película, Delteil fue acreditado parcialmente como fuente.
En aquellos años, el proceso había servido de inspiración para una obra teatral reciente, de mucho éxito internacional, escrito de George Bernard Shaw, que sería llevada al cine por Otto Preminger en 1957.
Para entonces, la joven mártir había sido canonizada por El Papa en 1920, y una película de 1917, dirigida por Cecil B. de Mille, titulada “Joan The Woman”, había consagrado a su realizador para la causa de las superproducciones con enorme despliegue de medios, y provistas de múltiples connotaciones religiosas.
Pero Dreyer, decidió eludir el aliento épico concomitante de la historia.
Adjetivada como una “sinfonía de primeros planos”, la historia del juicio a Jeanne d’Arc, le sirve al director para hacer uno de sus rigurosos ejercicios sobre las pasiones humanas, y la actitud ante el sufrimiento.
El maestro danés, realiza este film, centrando la acción en el inquisitorial proceso judicial a la que La Dama de Orléans fue sometida por un tribunal eclesiástico que terminó condenándola a muerte por herejía.
El director, se esforzó desde el principio por obtener absoluta autenticidad.
No le interesaba la fidelidad histórica, sino describir el tormento y la falta de piedad que conduce al horror sin límites.
Por eso, de los 29 interrogatorios a los que Jeanne fue sometida la joven, se reconducen a uno solo, respetando la unidad de tiempo y lugar, practicado el último día de la vida de la joven, el 30 de mayo de 1431.
El uso expresivo del primer plano, contribuía a mostrar el dolor de la víctima, y el acoso despiadado de los verdugos.
La Passion de Jeanne d'Arc, prácticamente carece de argumento, y no supone ninguna biografía ni retrato histórico de su protagonista; pues es simplemente el reflejo, sin apenas momentos de relajamiento visual o disminución de la intensidad dramática, del intercambio de miradas, gestos, acusaciones, reproches, sentencias e insinuaciones entre una alucinada y extremadamente emotiva Jeanne d’Arc, y los rudos y distanciados actores de su proceso inquisitorial, desde la entrada de Jeanne en la sala, donde se encuentran éstos, hasta la muerte entre las llamas de la hoguera de la joven condenada.
Y es un relato basado fundamentalmente en los rostros humanos, expresión directa, íntima y sin necesidad de palabras ni sonidos de toda la panoplia de reacciones de un ser humano acosado y cuestionado frente al sufrimiento y el conflicto íntimo:
Desesperación, ira, tranquilidad, terror, duda, seguridad, fe, desesperanza, alegría, tristeza, inocencia, fanatismo, dolor, tranquilidad, rebeldía, resignación…
Todas estas emociones, son transmitidas al espectador simplemente con su rostro, sus manos y sus lágrimas, por una actriz en estado de gracia, literalmente, como contraste con la inquisición, la hipocresía, el abuso, el desprecio, la crueldad, la violencia o la indignación expresada por los rostros y gestos de los inquisidores, generalmente filmados con una angulación contrapicada, y agrupados en planos conjuntos o relacionados mediante los escasos “travellings” y movimientos de cámara que muestra el film.
Todo ello convirtió a La Passion de Jeanne d'Arc, en el primer gran clásico de este director, pero no fue un éxito en taquilla.
En lo formal, tiene influencias tanto del realismo como del expresionismo cinematográfico, pero sin maquillar a los personajes, sobre decorados blancos.
Así, después de completar el corte original, el director Carl Theodor Dreyer, se enteró de que la impresión maestra completa, había sido destruida accidentalmente…
Sin capacidad para volver a rodar, Dreyer reeditó toda la película a partir de imágenes que había rechazado originalmente.
Aquí es necesario aclarar, que la composición del celuloide en sus inicios, tenía un grado de peligrosidad importante, pues era altamente inflamable, y muchas películas a lo largo de la historia, se han incendiado.
Por tanto, La Passion de Jeanne d’Arc, ha sufrido con el devenir de los años, un martirio similar al de La Doncella de Orléans.
Antes de su estreno francés, al no poder impedir la Prémiere, El Arzobispo de París, exigió una censura de la obra.
Se practicaron cortes importantes, en lo que sin duda fue un desafortunado remontaje, practicado a espaldas del artista.
El 6 de diciembre de 1928, en un fuego que consumió los laboratorios de los estudios UFA de Berlín, se destruyó el negativo original, concebido por su realizador.
Por lo que Dreyer reconstruye con su montadora la película, usando tomas alternativas descartadas.
Un segundo incendio, esta vez en los laboratorios Boulogne-Billancourt, en 1929, destruyó con esa copia.
Entre los años 30 y los 40, proliferan copias corruptas de la película, que poco a poco los historiadores de cine fueron desautorizando, por no recoger el espíritu del artista creador, además de sufrir la propia desautorización de éste, quien durante años, se esforzó por elevar su voz, dejando claro que dichas copias no constituían su película.
Pero en 1981, mientras se hacía una limpieza en unos armarios en Kikemarkby Kehus, un instituto mental cerca de Oslo, Noruega, un trabajador encontró varias latas de película, que se enviaron al Instituto Noruego, donde estuvieron 3 años sin que nadie ni siquiera las abriese.
Cuando finalmente se procedió a abrir las latas, se toparon con una copia de la película La Passion de Jeanne d'Arc íntegra, y un documento solicitando la aprobación del censor, fechada en 1928, que prueba que se trata de una versión no censurada del primer negativo.
En otras palabras, hallaron una copia certificada de la versión inicial y original del realizador.
Gracias al hallazgo, casual y anecdótico en el referido manicomio, La Passion de Jeanne d’Arc, ha podido ser mostrada a generaciones posteriores, en todo su esplendor, después de haber sido denunciada, censurada, quemada y mutilada, y podremos verla tal y como fue concebida.
La versión original, aparentemente constaba de 110 minutos, y la versión restaurada, es de 80 minutos; pero sigue siendo ampliamente considerada como un hito del cine, sobre todo por su producción, la dirección de Dreyer, y la actuación de Falconetti, que ha sido descrita como “una de las mejores de la historia del cine”
Se estrenó en Copenhague el 21 de abril de 1928; y en Francia el 25 de mayo de ese mismo año; siendo rodada en Boulogne-Billancourt, Altos del Sena, Francia, en 1927.
La acción tiene lugar en Rouen, entre marzo y el 30 de mayo de 1431.
Durante La Guerra de Los Cien Años, siglos XIV y XV.
La joven, Jeanne d’Arc (Renée Jeanne Falconetti), después de haber conducido a las tropas francesas a la victoria, en 1429, derrotó el asedio inglés de Orléans, y consiguió la coronación como Rey de Francia de Charles VII.
Pero en 1430, fue secuestrada a traición, por esbirros del Duque de Borgoña, al servicio de los ingleses, que ordenaron su procesamiento.
Vendida a los ingleses, y arrastrada hasta Rouen, capital de las posesiones inglesas en Francia, fue llevada ante un Tribunal Eclesiástico.
Lord Warwick (Camille Bardou), Gobernador de la ciudad, escogió a los jurados entre los aliados del Rey de Inglaterra, con el fin de obtener por todos los medios, la condena a muerte de Jeanne, y hacerla quemar por brujería en la plaza pública.
Ella declara haber recibido de Dios la misión de salvar a Francia, pero es procesada y condenada a morir en la hoguera.
En un principio, el miedo a la muerte es más fuerte que la pasión ante su divinidad, pero acaba retractándose, y muriendo a fuego lento.
La Passion de Jeanne d’Arc, es una película que pese a ser del año 1928, al verla, tienes la sensación de estar ante algo muy moderno, casi vanguardista.
El montaje, las tomas extrañas, los primeros planos, todo ello crea una sensación de novedad y sorpresa para el espectador, difícil de encontrar en películas de hoy en día; pues también representa el triunfo de la imagen sobre la palabra, que ciertamente es donde se sustenta el virtuosismo en el cine, y se convierte en una de las más grandes obras maestras del mismo.
La Passion de Jeanne d’Arc, es más que un drama psicológico, con un ritmo terriblemente tenso, y una puesta en escena avanzadísima en su tiempo; es una lección bestial de cine, un paradigma del cine como arte, una oda a los sentimientos mediante el impacto de las imágenes, un recuerdo imborrable en la memoria, y la mística al servicio del arte; así como también una trágica imagen de la condición femenina, oprimida y sacrificada en el mundo de ayer y de hoy.
Lo que aportó La Passion de Jeanne d'Arc al cine, fueron 2 aspectos emblemáticos, que la hacen más memorable:
Fue el primer filme en utilizar una película negativa en blanco y negro, con emulsión pancromática, sensible a todas las longitudes de onda de la luz, es decir, a todos los colores, lo que permitió proporcionar a la imagen, gracias al excelente trabajo del operador Rudolph Maté, una enorme variedad de tonalidades y matices de grises, grande rangos dinámicos en las luces y sombras, una iluminación de un espartano naturalismo en interiores, algo difícil de conseguir en la época.
Y lo más revolucionario, permitió la ausencia de maquillaje en los rostros de los personajes, lo que les proporcionó una apariencia totalmente distinta a lo visto por entonces, aún hoy, siguen pareciendo extrañamente reales, y un grado extraordinario de ascetismo y ausencia de sofisticación o impostura que refuerza aún más el contenido trascendente del filme.
Asimismo, La Passion de Jeanne d'Arc es un filme que, según las intenciones de su director, era recomendable que se presenciase sin ningún acompañamiento sonoro, en completo silencio.
Sólo en silencio, uno puede concentrar toda su atención en la fuerza intelectual y emocional de la pura y simple imagen a la hora de ser un partícipe más del delirio, el desmayo, el éxtasis y la agonía de un ser humano dominado por sus emociones que lleva su fe y su abandono a lo trascendente, con una perseverancia y una resistencia a las adversidades inquebrantable, hasta sus últimas consecuencias.
La Passion de Jeanne d'Arc es una obra de hace casi 89 años, y sigue vivísima, fresca, oxigenante, y debe seguir siendo a perpetuidad, una obra a estudiar en cualquier escuela de cine que se precie de tal condición.
“Mon Dieu, j'accepte volontiers ma mort, mais ne me laisse pas souffrir trop longtemps.
Serai-je avec Toi ce soir au Paradis?”
(Dios mío, acepto mi muerte con mucho gusto, pero no me dejes sufrir demasiado tiempo.
¿Estaré contigo esta noche en El Paraíso?)
Un tema domina el mundo de Carl Theodor Dreyer ante todo:
El sufrimiento.
Para él, no es algo negativo, sino la participación del ser humano en La Pasión de Cristo.
Toda la vida, Dreyer estuvo preparando una película sobre Jesús, que nunca logró realizar; y puede decirse que lo cristiano define por esencia la obra de Dreyer.
Sus personajes se mueven con parsimonia y lentitud, quieren que les conozcamos, que sepamos su historia, que mastiquemos sus sentimientos y sus personalidades.
El cine de Dreyer, en definitiva, contiene sufrimiento, maldad, aflicción y muerte en grandes dosis, pero el cineasta trata de captar también el triunfo del espíritu humano.
Se definía a sí mismo, como un humanista liberal, y su preocupación como artista, era el ser humano como individuo, tratando de preservar la objetividad en su quimera.
En Dinamarca, se le tuvo siempre como una persona solitaria.
En su época, no había nadie comparable a él en su entorno.
Cuentan los que le conocían, que le encantaba una buena conversación sobre cine, desprovista de adulación personal, franca, sincera y directa.
Su influencia en otros cineastas, es más ejemplar, que inmediata o directa, pues nunca fue artífice de corriente alguna, destinada a marcar tendencia.
La fama le llegó a Carl Theodor Dreyer, gracias a la película “Du skal ære din hustru” o “El Amo de La Casa”, en 1925.
El éxito que cosechó en su país, se transformó en un enorme triunfo en Francia, donde se trasladó.
Allí, La Société Genérale des Films, le encargó la realización de un largometraje sobre la heroína nacional:
Jeanne d’Arc.
Esta historia, que 10 años antes sirviese para encumbrar a Cecil B. DeMille como gran director de Hollywood, por su fastuosa recreación de hechos, con grandes escenarios y gloriosas batallas... tuvo su versión antitética en el Dreyer.
Fiel a su idea de “llegar a la verdad estética y psicológica de los personajes”, utilizó todos los medios a su alcance, para expresar el inmenso dolor y el camino hacia la espiritualidad de su protagonista.
Técnicamente, el rodaje se desarrolló según el orden cronológico de la historia; los actores no llevaban maquillaje, y las escenas se iluminaron con luz natural.
Rodada casi en su totalidad en interiores, la película pancromática con su gama de grises, resaltaba las texturas dando a la imagen rugosidad y relieve.
El blanco brillante que domina el filme, fue logrado pintando las paredes exteriores de amarillo, y los interiores de rosa.
Pero las malas relaciones que Dreyer había tenido, desde el inicio de su carrera, con los productores de sus películas, llegaron a su punto álgido con el rodaje de esta obra.
El director danés, exigió la creación de unos decorados muy costosos, con el objetivo de que sus actores entraran fácilmente en sus personajes, siendo conscientes de la época histórica en que estos vivían.
En el montaje final, esos decorados a penas se aprecian, circunstancia que desató la ira de los inversores, al no comprender la construcción de los mismos, y que marcaría la dificultad del director en encontrar financiación para sus próximos proyectos.
En el fondo, como Patrona de Francia, santificada y venerada, Jeanne d’Arc es una figura extraña y carismática.
Contribuyó notablemente a fortalecer el espíritu patriótico francés, ante el sometimiento británico.
Una muchachita humilde, devorada por un fuego místico, que se trocaría en una hoguera real, su pena de muerte.
Dreyer, enfocó su objetivo en la devoción y el sufrimiento de una Jeanne ya arrestada y procesada, en sus últimas horas de vida.
Atrás quedaba su revolución fanática, que había osado alzar a un Príncipe y a ejércitos para repeler el asedio inglés.
Dreyer obvia el pasado turbulento, y capta con plenitud, la aureola de arrebato devoto de la adolescente convencida de su fe y de su misión.
Sola con Dios, incomprendida por esos inquisidores ciegos y sordos, en el retrato que el director danés filmó sobre la santa patrona francesa, y que, como muchas creaciones de gran valor artístico, padeció uno de los males de cualquier tiempo:
El desdén y la destrucción.
La Passion de Jeanne d'Arc inicia con unos textos, unos escritos nos dicen que el filme se centrará en el juicio que se le practicó a Jeanne d’Arc luego de La Guerra de Los Cien años, que acabó en su muerte, se trata de un muy nutrido diario del suceso.
Las primeras imágenes que vemos, son las de una Cámara de Audiencias, donde se realiza un juicio, la acusada aparece, es Jeanne d’Arc, ella jura solemnemente decir únicamente la verdad, y nada más que la verdad.
Las primeras interrogantes que se le hacen, son sobre su origen, sus padres, su edad, y su supuesta calidad de enviada de Dios, lo que se le refuta, pero ella, firme y resoluta, reafirma que es una enviada de Dios, se le encomendó la misión de combatir a los ingleses, y salvar Francia.
Asevera Jeanne, asimismo, que aparte de oír voces divinas, en una ocasión llegó a visionar al Arcángel San Miguel, y no claudica en su posición.
Algunos soldados, ingresan al recinto, ancianos prosiguen con el interrogatorio, el juicio sigue su curso, y Jeanne no abdica, pero va mostrando una actitud de resignación…
Con arbitrariedad, se conduce el proceso, en el que, a toda costa, escépticos miembros del clero, intentan que Jeanne deje de afirmar con tanta entereza, que tuvo contacto divino, y que es enviada de Dios…
No aceptan ese argumento como su salvación, pero es en vano, ella no claudica, mientras recibe una carta.
La implacable Inquisición, prosigue su trabajo; al no claudicar ella, es transportada a una Cámara de Torturas, donde bizarra coronación le es practicada; su entereza va decayendo, y si bien no habla mucho ya, nunca deja de sostener sus argumentos.
La demencial situación continuará, atrapada en el proceso, Jeanne no puede hacer mucho, se le ofrecen algunas vías de salvación, se le ofrece ser bautizada, también algún salvoconducto para que salve el pellejo, todo a cambio de que deje de proclamar lo que ellos consideran herejías inaceptables.
El clero se da cuenta, que no pueden quebrar el espíritu de Jeanne, ella es resoluta, su resignación no cede tampoco, y se le obliga a firmar unos documentos, contratos estériles que ella firma ante la insistencia, para después ser condenada indefectiblemente a la hoguera.
Es entonces que, Jeanne, cada vez más apesadumbrada, abre su corazón, se sincera, hace una declaración con toda su alma, despertando asimismo la empatía y favor popular.
Congregaciones se manifiestan, pero no hay mucho más que se pueda hacer, la condena ha sido ya dictada.
Se inicia entonces la ejecución, ante las miradas de decenas de personas, se enciende la hoguera, conmoción se genera en muchos, por la situación y por el fuego.
La indignación de la gente, sin embargo, no pude hacer nada, el fuego arde y va consumiendo a la acusada hereje, pero su heroicidad, y su pureza, consiguen que su alma sea impermeable a las llamas.
Apuntar, antes de nada, que a Dreyer poco o nada le importaba el rigor histórico que mostraba su película, ya que su verdadera obsesión, era plasmar el calvario por el que estaba pasando Jeanne.
Para el director danés, todo se reducía a un drama psicológico.
De ahí que la película empiece a bocajarro, no se preocupa por contarnos quién es quién, ni siquiera por ubicarnos históricamente, pero enseguida sabemos que asistimos a un juicio en el que una persona está siendo culpada de herejía, y eso es lo que le realmente quería contar.
Por ello, Dreyer no nos muestra a La Dama de Armas, sino que nos conduce por otros derroteros, y quiere mostrarnos a una Jeanne de carne y hueso, humana, una joven de tan solo 19 años, débil, asustada, ante un jurado formado por poderosos ortodoxos y jueces, que no tendrán ningún tipo de piedad para con ella.
Así se centra en la lucha interior de esta muchacha, en su fe en el Dios que le encomendó la salvación y liberación francesa, una fe sometida al vilipendio y a la repugna del jurado de La Inquisición.
Y qué mejor manera de captar esa lucha, esa tensión acumulada, esa fe desmesurada, que con la cara de la protagonista, como el espejo del alma.
Lo que nos dice la narración, es la lucha interior y del drama de una muchacha de 19 años, juzgada injustamente, sin garantías y sin defensa, por un tribunal que la humilla, la maltrata psicológicamente, permite que se la insulte en público, y la somete a una terrible presión emocional para que admita las acusaciones de que es objeto, y se retracte de ellas.
La pasión de Jeanne, se mueve entre su amor a la verdad, sus temores naturales al dolor, y su pánico a la muerte.
Los interrogatorios a que es sometida, buscan respuestas confusas, que permitan ser malinterpretadas como pruebas de culpabilidad.
La entereza de Jeanne, y su capacidad de resistencia al estrés, se mantiene durante muchas semanas.
Diversas causas provocan en ella un desfallecimiento, del que pronto se recupera para afrontar con fortaleza su destino.
Son escenas destacadas:
El interrogatorio en la sala de torturas, la sangría en el brazo, la actuación de los cómicos de circo, y la escena final.
Pero sobre todo, se trata del castigo social a una joven por seguir sus ideales y su ideología, y no mentir acerca de lo que piensa, ni pasarse al bando contrario por salvar su propia vida.
Pues bien, en primer lugar, la historia se centra en el “juicio de valor” que se le hace a la protagonista, Jeanne, en el cual, los jueces que son los de La Santa Inquisición, intentan obligar por el medio del temor y la amenaza a Jeanne, para que niegue que todo lo que ella hizo, fue mandato de Dios.
Ella se niega y por eso muere en un acto de fe.
Llevada por su convencimiento, se hace mártir de la verdad, su verdad indemostrable.
El entramado de poder representado por los jueces, sólo está preocupado por mantener el “status quo”, única preocupación real del poder de cualquier época, que ven peligrar, con razón, en la figura de Jeanne.
¿Pensemos qué pasa si creemos en Jeanne?
¿No es posible que mañana aparezca otro campesino con línea directa con Dios?
Da igual que sea una farsante o no, hay que ejemplarizar, porque necesitaban ser gestores de la fe, mantener la explotación de Dios en monopolio, y así perpetuar la situación de privilegio.
Es aquí donde claramente diferenciamos 2 tipos de roles:
Por un lado, el de La Santa Inquisición, que tienen el claro papel del temor del poder político, cultural de la época, es decir, la religión.
El director hizo hincapié en la desproporción entre la fuerza de los acusadores, La Iglesia y El Estado; y la acusada, una joven firme pero asustada.
La intolerancia de los acusadores, reforzada por Dreyer con una iluminación angulada de sus rostros, que favorecía su severidad y los intimidadores planos en contrapicado, dejó ver demasiado claro la poca simpatía del cineasta por estas 2 instituciones.
Para representarlos como el bando malo, Dreyer los marca claramente feos, con rasgos muy desgastados:
Gordos, arrugas, miradas malvadas e inquietantes… aquí también hablaríamos del termino de conciencia colectiva de la acción social, que es cuando un grupo de personas tienen un modo determinado de obrar y pensar según en el entorno en el que se encuentren, por tanto, El Tribunal de La Inquisición, de alguna manera obraban y pensaban por el simple hecho de pertenecer a ese grupo, pues recordamos en que aquella época a la que se refiere el film, quien no obraba a favor de La Iglesia, se veía condicionado a sufrir una cantidad de represalias verdaderamente atroces.
En segundo lugar, hablamos del otro lado de la película, en la que nos hace llegar el temor, la persecución, la fuerza de pensamiento, etc., este lado nos lo muestra muy fácilmente.
Aquí, la protagonista, Jeanne, que como es el lado de la moralidad, la pureza, el ser indefenso y maltratado, nos la representa inocente y dulce, pero a la vez con unos grandes matices de angustia, que hacen que el espectador se estremezca al verlos.
Aquí es donde vemos el rol de la ejecutada a muerte, y en este aspecto hablamos de conciencia individual, pues nuestra protagonista sigue sus propios valores e ideales, y afronta su porvenir con decisión, a pesar de saber el tipo de torturas a la que será sometida.
Jeanne, muestra unos claros pilares de conducta propia y personal, al igual que su propia manera de actuar, es por tanto, lo que la hace uno de los personajes históricos más famosos.
Por último, clasificamos los diferentes tipos de clases sociales y etapas:
El campesinado o la baja sociedad; en esta época, considerados un movimiento de masas completamente nulo, vivían bajo el temor y las ordenes de la política, y con esta, de La Inquisición, además observamos en la película, el morbo y la adrenalina que poseen el campesinado al ser ejecutada Jeanne.
En cambio, cuando está en plena muerte, vemos el lado más humano de esta clase social, la cual, simplemente usa como máscara y escudo la frialdad para salvarse de las garras de la política y La Inquisición.
Nada hemos cambiado…
Es el propio miedo, quien guía sus actos perversos y morbosos, al querer ejecutar a un ser humano por el simple hecho de seguir sus ideales.
Por otra parte, la clase media baja; es a la que hace referencia nuestra protagonista Jeanne, y los “trabajadores” de La Santa Inquisición.
Con ellos nos referimos a los encargados de ejecutar las torturas que La Inquisición ordenaba.
En esta clase, está claro el intento de demostrar sus pensamientos e ideales, se hace patente en la reiterada negación al pacto que le ofrecen a Jeanne, y la compasión que le tiene un fraile a nuestra protagonista.
Sin embargo, esta clase siempre quedara resignada a las órdenes de la gran clase alta.
En último lugar, la clase alta; en esta pelicular, representada como La Santa Inquisición, esta clase está guiada directamente por el entorno social en que se encuentra, y se muestran cerrados y tajantes respecto a sus actos, ya sean racionales o irracionales.
Llegaran a donde sea preciso, por obtener lo que desean, y por no perder su poder.
Esta clase está claramente representada por los miembros del Tribunal.
Todo ello hace de La Passion de Jeanne d'Arc, ser considerada uno de los puntos culminantes de la creación cinematográfica.
El director danés, quería una nueva realidad creada con los nuevos medios del cine; se trataba de captar la existencia humana a partir de situaciones básicas, independientes de todo trasfondo.
Esta Jeanne, no es una mujer heroica, sino una sufriente, la mártir.
No es la luchadora por El Rey de Francia, sino la derrotada; y su lucha mayor es contra el tentador.
A éste, el demonio, lo presenta Dreyer en la figura de los jueces.
El alma de los personajes, se le entrega a la cámara, hasta el punto de que puede decirse, que La Passion de Jeanne d'Arc es un documental sobre el alma, a través de los ojos y la mirada.
Pero ojo que Carl Theodore Dreyer intento una aproximación religiosa de la vida, pero escapando de la religiosidad.
Realizaba ejercicios cinematográficos de introspección religiosa a través del misticismo a la fe.
Buscaba una introspección de los personajes, y quiere mostrar los sentimientos y el interior de los personajes, mostrar la angustia y la incomprensión del sometido que se enfrenta a la sociedad de la época.
Por tanto se desprende emoción, desasosiego, placer visual, y ante todo, se trata de un alegato contra la intolerancia e injusticia del fanatismo eclesiástico y, por extensión, al fanatismo intemporal de la especie humana.
Tampoco debemos obviar, que la última escena se produce en un escenario exterior con imágenes brutales, donde el simbolismo, la figura de la paloma representando al Espíritu Santo, cobra más protagonismo.
La Passion de Jeanne d'Arc, pertenece al género del “Cine Silente”, sin música, muda totalmente, sin ningún tipo de sonido en la sala, para posibilitar el ejercicio de introspección absoluto hacia el personaje, y mostrar el padecimiento de La Santa, a través de sus rostros.
En una narración basada principalmente en la fuerza visual de los consecutivos primerísimos planos, que sirven para acentuar la capacidad dramática de los actores, casi por completo, revelada en sus rasgos faciales, con especial mención para una inolvidable Renée Falconetti, en cuya mirada, marcada por unos expresivos ojos, vamos desarrollando una fascinación sensitiva inigualable, que solo puede ser apreciable en su esplendor en pantalla grande, espléndido uso del montaje, y magistral utilización de la fotografía por parte de un operador que luego seguiría en Hollywood, una carrera como director, Rudolph Maté.
También, es de gran importancia la utilización que se hace de los picados y contrapicados, mostrando en todo momento la situación de poder que ostentan los clérigos frente a Jeanne, que responde siempre a las acusaciones de los mismos en planos picados.
La Passion de Jeanne d'Arc busca el realismo en los actores, y utiliza la metáfora para relacionar la esperanza con la juventud y la belleza no solo externa sino, también espiritual, y la injusticia la expresa a través de la fealdad de los jueces, como se apuntó anteriormente.
Es una película con un estilo muy bien definido, tal y como sucedía en todas las obras de Dreyer; y en este caso, el primer plano es el protagonista indiscutible, requiriendo en todo momento, un gran esfuerzo en la interpretación de todo el reparto en general, y de Renée Falconetti en particular.
El director danés, utiliza constantemente el primer plano de la actriz protagonista, apoyándose en la célebre frase “la cara es el espejo del alma”
Quería transmitir a través de sus gestos y expresiones faciales, los sentimientos y luchas que se estaban desencadenando en el interior de Jeanne.
De hecho, llego a utilizar un tipo especial de celuloide, siendo pionero en la utilización del mismo, cuyas características permitían que los actores no usaran maquillaje, algo impensable en la época, y sin ir más lejos, hoy día, para aprovechar toda la expresividad de los rostros.
La actriz, interpretó con extraordinario verismo, el dolor de Jeanne; sus ojos, sus lágrimas, su gesticulación, expresan tal profundidad de sentimientos, que es difícil saber si es una actriz o, por el contrario, estamos asistiendo a la verdadera pasión de Jeanne d’Arc.
Tal fue la intensidad de la interpretación, y la dureza empleada por Dreyer en el rodaje, famoso por su perfeccionismo, el cual extremo en la interpretación de Falconetti, que jamás volvió a trabajar en cine.
La actriz, que encontró Dreyer rebuscando en teatros de París, fue trabajada meticulosamente por él; su genial interpretación, desde muy dentro, la condujo luego a abandonar el teatro; y no hizo más cine, pese a un intento en Hollywood, y acabó en Buenos Aires, convertida al budismo.
Durante La Segunda Guerra Mundial, ella escapó a Suiza, y de allí a Brasil, y luego a Buenos Aires, donde residió hasta su suicidio a los 54 años…
Hoy, se halla enterrada en El Cementerio de Montmartre, en París.
Para achacarle algo, quizás le sobran lágrimas a la protagonista, casi se hacía monótono, siempre verla llorando.
Pero fue una buena elección para el papel principal, puesto que la repetitiva mecánica narrativa, consiste en contraponer su piadosa expresión facial con los grotescos rostros de los miembros del Tribunal Eclesiástico.
Unos magníficos acompañamientos de Eugene Silvain, Maurice Schutz, Michel Simon, Antonin Artaud y André Berley, en personajes detestables como jueces y miembros de La Inquisición.
Como errores, me atrevo a recalcar que cuando le cortan el pelo, lo hacen con unas brillantes tijeras que parecen ser del siglo XX.
Las tijeras pivotadas, del tipo con agujeros para los dedos en uso hoy en día, no estaban disponibles hasta el siglo XVIII.
Las tijeras a base de resorte de presión en los extremos de las tijeras, eran las utilizadas en La Edad Media, y fueron hechas generalmente de hierro, no del acero.
Como nota de humor, cabe destacar la presencia de un monje con gafas, hacia el final de la película; y un juez con traje militar, propio del siglo XX.
De las escenas, destaca el final:
El director danés, nos muestra un primer plano de ella, al momento en que es presionada para firmar una declaración condenatoria; a continuación, ella gira la cabeza, viendo un plano de la naturaleza, simbolizando la vida; y otro plano de Jeanne, que gira la cabeza a un plano de una calavera, junto a un hoyo que está siendo excavado, simbolizando la muerte.
¿Para qué hablar, cuando puedes expresarlo todo con imágenes mucho más potentes que las palabras?
Ciertamente, La Passion de Jeanne d'Arc se trata de un alegato contra la intolerancia e injusticia del fanatismo eclesiástico y, por extensión, al fanatismo intemporal de la especie humana.
Por último señalar que en el momento de su primera proyección, fue presentada con varias piezas de música en vivo, y no hay ninguna información de que Carl Theodor Dreyer, seleccionase alguna vez una lista definitiva para su película.
Cuando se encontró la copia de la obra, largo tiempo perdida, se le asoció un acompañamiento musical de Johann Sebastian Bach, lo que a juicio de muchos, es un error, ya que el filme debía seguir siendo mudo.
El elemento callado, tiene un valor místico.
Así lo han comprendido muchos críticos y cineastas, pues ese silencio, de sonidos, de palabras, de música, nos hace presentir un silencio de distinta profundidad.
Y termina diciendo sobre la técnica del filme, y su alcance espiritual:
Jeanne sabe escuchar en el silencio de sus voces, las voces del silencio que, antes de ser las del arte, son las de la fe.
A pesar de ello, todas las versiones actuales de DVD de la película, utilizan la pieza “Voices of Light” de Richard Einhorn como acompañamiento.
“Vous avez brûlé un saint”
(Han quemado a una santa)
La Passion de Jeanne d'Arc no es una película religiosa, es una película sobre la fe de un ser humano, y su lucha interior.
¿Por qué quién ha dicho que la fe sólo vaya ligada a la religión?
Claro que en la película de Dreyer, sí existe este vínculo, pero La Passion de Jeanne d'Arc va mucho, mucho más allá.
Actualmente se maneja la tesis de que La Doncella de Orléans, Jeanne d’Arc, falleció por el efecto del monóxido de carbono, fruto de la combustión de la leña utilizada para iniciar el fuego.
Tras la humareda, los ingleses apartaron los trozos de madera empleados en la hoguera, para asegurarse de que no había escapado, y de que el cuerpo desnudo, era el de la condenada.
El fuego se avivó con brea y aceite, y permaneció así durante varias horas, hasta que lentamente, el cuerpo fue reducido totalmente a cenizas, a excepción de algunos restos óseos, que fueron posteriormente esparcidos en el río Sena.
La metódica cremación del cuerpo, pretendía evitar el culto posterior.
Jeanne d'Arc, fue rehabilitada, el 7 de julio de 1456, por una comisión pontificia, su culto se focalizó en Orléans, siendo posteriormente beatificada y canonizada.
A partir de la derrota francesa de 1870, Jeanne se convierte en heroína nacional.
La telegrafía y la radio, se encuentran bajo su patronazgo, a causa de las voces que la leyenda dice que oía en su jardín.
Finalmente, ya en el siglo XX, en 1909, Jeanne d'Arc fue Beatificada por El Papa San Pío X; y posteriormente declarada Santa tras la victoria de los aliados sobre Alemania, el 16 de mayo de 1920, por El Papa Benedicto XV, cabeza de la misma institución que ordenó quemarla viva en 1431.
Ese mismo año, Jeanne d'Arc fue declarada, Santa Patrona de Francia; siendo segunda Patrona de Francia, después de La Virgen de La Asunción; lo es también de Orléans y de Rouen.
Y es que su fama se extendió inmediatamente después de su muerte; siendo venerada por La Liga Católica en el siglo XVI, y adoptada como símbolo cultural por los círculos patrióticos franceses, desde el siglo XIX.
Fue igualmente una inspiración para Las Fuerzas Aliadas durante La Primera y La Segunda Guerra Mundial.
Su retrato directo, se desconoce, o no ha sobrevivido.
No ha sido necesario.
“J'aime et honore Dieu... de tout mon coeur”
(Amo y honro a Dios... con todo mi corazón)
(Para salvar a Francia, es por eso que nací)
Hace 586 años, en 1431, en Ruan, Francia, los ingleses queman viva a la joven francesa, Jeanne d'Arc, bajo acusación de herejía.
Conocida como “La Doncella de Orléans” o “La Pucelle”, Jeanne d'Arc fue una heroína, militar, y santa francesa; patrona de captivos, mártires, oponentes de las autoridades de la iglesia, gente ridiculizada por su piedad, prisioneros, soldados, mujeres voluntarias, telegrafistas, y radiofonistas.
La mayoría de los datos sobre su vida, se basan en las actas su proceso inquisitorio, pero en cierta forma, están desprovistos de crédito, pues según diversos testigos presenciales del juicio, fueron sometidos a multitud de correcciones, por orden del obispo Pierre Cauchon, así como a la introducción de datos falsos.
De acuerdo con los datos recabados en El Proceso de Ruan, Jeanne se hizo llamar siempre “Jeanne La Puncelle”; posteriormente se le añadiría la palabra “Darc”, como apellido, para referirse a ella de forma oficial, la falta de apóstrofo en su versión francesa, “d'Arc”, se debe a la inexistencia de tal signo en La Edad Media.
Por lo que “Arc” proviene del apellido de su padre, Jacques Darc.
“Yo tenía 13 años, cuando escuché una voz de Dios”, declaró Jeanne en Ruan, el jueves 22 de febrero de 1431…
El hecho sucedió al mediodía en el jardín de su padre.
Añadió que la primera vez que la escuchó, notó una gran sensación de miedo.
A la pregunta de sus jueces, añadió que esta voz venía del lado de la iglesia, y que normalmente era acompañada de una gran claridad, que venía del mismo lado que la voz.
La Iglesia Católica, y la inmensidad de fieles, reconocieron como verdaderas estas apariciones; siendo San Miguel Arcángel, considerado Protector del Reino de Francia, al que vio con sus propios ojos, acompañado de los ángeles del cielo.
Fue él, quien le ordenó partir para liberar a Francia, y así cumplir con la voluntad de Dios.
Unos años más tarde, se sintió llamada a una misión, que no parecía al alcance de una campesina analfabeta:
Dirigir El Ejército Francés, Coronar como Rey al Delfín en Reims, y expulsar a los ingleses del país.
Así pues, llegó a ser Capitán de Los Ejércitos de Liberación, y realizó una serie de campañas victoriosas, que franquearon al Delfín, el camino hacia Reims, y permitieron su coronación como Charles VII de Francia, el 17 de julio de 1429.
Pero vinieron luego las envidias, y entonces empezó para ella, una época de sufrimiento, y de traiciones.
Aun así, faltaba algo muy importante en aquella Guerra Nacional:
Conquistar París, la capital, que estaba en poder del enemigo.
Y hacia allá se dirigió Jeanne, con sus valientes; pero El Rey Charles VII, por envidias y componendas con los enemigos, le retiró sus tropas, y Jeanne fue herida en la batalla, y hecha prisionera por Los Borgoñones.
Los franceses, la habían abandonado, pero los ingleses estaban supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil monedas de oro a los de Borgoña, para que se la entregaran, y la sentenciaron a cadena perpetua.
Los ingleses, la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel...
Las humillaciones y los insultos, eran todos los días, y a todas horas, hasta el punto que Jeanne llegó a exclamar:
“Esta cárcel ha sido para mí, un martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo”
En ese tiempo, estaba muy de moda “acusar de brujería a toda mujer que uno quisiera hacer desaparecer”
Y así fue, que los enemigos acusaron a Jeanne de brujería, diciendo que las victorias que había obtenido, era porque les había hecho brujerías a los ingleses, para poderlos derrotar.
Ella apeló al Sumo Pontífice, pidiéndole que fuera El Papa de Roma, el que la juzgara, pero nadie quiso llevarle al Santo Padre esta noticia…
El Tribunal, estuvo compuesto exclusivamente por sus enemigos; y aunque Jeanne declaró muchas veces, que nunca había empleado brujería, y que era totalmente creyente, y buena católica, sin embargo la sentenciaron a las más terribles de las muertes de ese entonces:
Ser quemada viva.
Jeanne d'Arc, murió rezando, y su mayor consuelo era mirar el crucifijo que un religioso le presentaba, y encomendarse a Nuestro Señor.
Invocaba al San Miguel Arcángel, al cual siempre le había tenido gran devoción, y pronunciando por 3 veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu...
Era el 29 de mayo, del año 1431; y tenía apenas 19 años…
En La Cámara de Los Diputados de París, se conserva uno de los más extraordinarios documentos de la historia mundial:
El Diario de Las Sesiones del Juicio a Jeanne d’Arc, juicio que terminó con su muerte.
Las preguntas de los jueces y las respuestas de Jeanne, fueron trascritas al pie de la letra.
Leyéndolas, se descubre a la auténtica Jeanne... no a la Jeanne de armas, sino a la sencilla y humana, una joven que murió por su país; una joven piadosa, enfrentada a un grupo de teólogos ortodoxos, y poderosos jueces.
Y la revelan como la víctima de una de las más terribles perversiones:
La perversión de un principio divino en su paso por la mente de los hombres, ya sea Iglesia, Gobierno o el que quieras.
“Vous prétendez que je suis envoyé par le Diable.
Ce n'est pas vrai.
Pour me faire souffrir, le Diable t'a envoyé... et toi... et toi... et toi...”
(Ustedes afirman que fui enviada por el Diablo.
No es verdad.
Para hacerme sufrir, el Diablo lo ha enviado... a usted... a usted... a usted…)
La Passion de Jeanne d'Arc es un drama francés, del año 1928, dirigido por Carl Theodor Dreyer.
Protagonizada por Renée Jeanne Falconetti, Eugene Silvain, Camille Bardou, Maurice Schutz, Michel Simon, Antonin Artaud, André Berley, entre otros.
El guión es de Carl Theodor Dreyer y Joseph Delteil; realizada por encargo de La Société Générale des Films, para proponer un tema concreto que cristalizase en una película artística, con la que irrumpir en el mercado francés e internacional.
El cineasta propuso 3 retratos de otras tantas mujeres en la historia de Francia:
Marie-Antoinette de Habsbourg-Lorraine; Catherine de Médicis; y Jeanne d’Arc.
La joven Doncella de Orléans, una campesina que por mandato divino llevó a Francia a la victoria contra los ingleses, y fue procesada y quemada por brujería en la hoguera en 1431, fue la elegida.
Más tarde afirmó, que la decisión final sobre el tema de la película, se determinó mediante la elaboración de partidos.
Y es que Jeanne d’Arc fue noticia en Francia, después de La Primera Guerra Mundial, habiendo sido canonizada como Santa de La Iglesia Católica Romana en 1920, y adoptada como uno de Los Santos Patronos de Francia.
Dreyer, pasó más de 1 año y medio investigando a Jeanne para la película, y el guión se basó en las transcripciones originales del juicio, y la ejecución de Jeanne, condensando 29 interrogatorios a lo largo de 18 meses en una escena.
Las transcripciones del ensayo, habían sido publicadas en 1921, por el redactor Pierre Champion, y eran la base principal del guión de Dreyer.
Los derechos al libro de 1925, de Joseph Delteil, sobre Jeanne d’Arc, también fueron comprados para la producción, pero nada del libro de Delteil fue utilizado en el corte final.
Sin embargo, en el estreno de la película, Delteil fue acreditado parcialmente como fuente.
En aquellos años, el proceso había servido de inspiración para una obra teatral reciente, de mucho éxito internacional, escrito de George Bernard Shaw, que sería llevada al cine por Otto Preminger en 1957.
Para entonces, la joven mártir había sido canonizada por El Papa en 1920, y una película de 1917, dirigida por Cecil B. de Mille, titulada “Joan The Woman”, había consagrado a su realizador para la causa de las superproducciones con enorme despliegue de medios, y provistas de múltiples connotaciones religiosas.
Pero Dreyer, decidió eludir el aliento épico concomitante de la historia.
Adjetivada como una “sinfonía de primeros planos”, la historia del juicio a Jeanne d’Arc, le sirve al director para hacer uno de sus rigurosos ejercicios sobre las pasiones humanas, y la actitud ante el sufrimiento.
El maestro danés, realiza este film, centrando la acción en el inquisitorial proceso judicial a la que La Dama de Orléans fue sometida por un tribunal eclesiástico que terminó condenándola a muerte por herejía.
El director, se esforzó desde el principio por obtener absoluta autenticidad.
No le interesaba la fidelidad histórica, sino describir el tormento y la falta de piedad que conduce al horror sin límites.
Por eso, de los 29 interrogatorios a los que Jeanne fue sometida la joven, se reconducen a uno solo, respetando la unidad de tiempo y lugar, practicado el último día de la vida de la joven, el 30 de mayo de 1431.
El uso expresivo del primer plano, contribuía a mostrar el dolor de la víctima, y el acoso despiadado de los verdugos.
La Passion de Jeanne d'Arc, prácticamente carece de argumento, y no supone ninguna biografía ni retrato histórico de su protagonista; pues es simplemente el reflejo, sin apenas momentos de relajamiento visual o disminución de la intensidad dramática, del intercambio de miradas, gestos, acusaciones, reproches, sentencias e insinuaciones entre una alucinada y extremadamente emotiva Jeanne d’Arc, y los rudos y distanciados actores de su proceso inquisitorial, desde la entrada de Jeanne en la sala, donde se encuentran éstos, hasta la muerte entre las llamas de la hoguera de la joven condenada.
Y es un relato basado fundamentalmente en los rostros humanos, expresión directa, íntima y sin necesidad de palabras ni sonidos de toda la panoplia de reacciones de un ser humano acosado y cuestionado frente al sufrimiento y el conflicto íntimo:
Desesperación, ira, tranquilidad, terror, duda, seguridad, fe, desesperanza, alegría, tristeza, inocencia, fanatismo, dolor, tranquilidad, rebeldía, resignación…
Todas estas emociones, son transmitidas al espectador simplemente con su rostro, sus manos y sus lágrimas, por una actriz en estado de gracia, literalmente, como contraste con la inquisición, la hipocresía, el abuso, el desprecio, la crueldad, la violencia o la indignación expresada por los rostros y gestos de los inquisidores, generalmente filmados con una angulación contrapicada, y agrupados en planos conjuntos o relacionados mediante los escasos “travellings” y movimientos de cámara que muestra el film.
Todo ello convirtió a La Passion de Jeanne d'Arc, en el primer gran clásico de este director, pero no fue un éxito en taquilla.
En lo formal, tiene influencias tanto del realismo como del expresionismo cinematográfico, pero sin maquillar a los personajes, sobre decorados blancos.
Así, después de completar el corte original, el director Carl Theodor Dreyer, se enteró de que la impresión maestra completa, había sido destruida accidentalmente…
Sin capacidad para volver a rodar, Dreyer reeditó toda la película a partir de imágenes que había rechazado originalmente.
Aquí es necesario aclarar, que la composición del celuloide en sus inicios, tenía un grado de peligrosidad importante, pues era altamente inflamable, y muchas películas a lo largo de la historia, se han incendiado.
Por tanto, La Passion de Jeanne d’Arc, ha sufrido con el devenir de los años, un martirio similar al de La Doncella de Orléans.
Antes de su estreno francés, al no poder impedir la Prémiere, El Arzobispo de París, exigió una censura de la obra.
Se practicaron cortes importantes, en lo que sin duda fue un desafortunado remontaje, practicado a espaldas del artista.
El 6 de diciembre de 1928, en un fuego que consumió los laboratorios de los estudios UFA de Berlín, se destruyó el negativo original, concebido por su realizador.
Por lo que Dreyer reconstruye con su montadora la película, usando tomas alternativas descartadas.
Un segundo incendio, esta vez en los laboratorios Boulogne-Billancourt, en 1929, destruyó con esa copia.
Entre los años 30 y los 40, proliferan copias corruptas de la película, que poco a poco los historiadores de cine fueron desautorizando, por no recoger el espíritu del artista creador, además de sufrir la propia desautorización de éste, quien durante años, se esforzó por elevar su voz, dejando claro que dichas copias no constituían su película.
Pero en 1981, mientras se hacía una limpieza en unos armarios en Kikemarkby Kehus, un instituto mental cerca de Oslo, Noruega, un trabajador encontró varias latas de película, que se enviaron al Instituto Noruego, donde estuvieron 3 años sin que nadie ni siquiera las abriese.
Cuando finalmente se procedió a abrir las latas, se toparon con una copia de la película La Passion de Jeanne d'Arc íntegra, y un documento solicitando la aprobación del censor, fechada en 1928, que prueba que se trata de una versión no censurada del primer negativo.
En otras palabras, hallaron una copia certificada de la versión inicial y original del realizador.
Gracias al hallazgo, casual y anecdótico en el referido manicomio, La Passion de Jeanne d’Arc, ha podido ser mostrada a generaciones posteriores, en todo su esplendor, después de haber sido denunciada, censurada, quemada y mutilada, y podremos verla tal y como fue concebida.
La versión original, aparentemente constaba de 110 minutos, y la versión restaurada, es de 80 minutos; pero sigue siendo ampliamente considerada como un hito del cine, sobre todo por su producción, la dirección de Dreyer, y la actuación de Falconetti, que ha sido descrita como “una de las mejores de la historia del cine”
Se estrenó en Copenhague el 21 de abril de 1928; y en Francia el 25 de mayo de ese mismo año; siendo rodada en Boulogne-Billancourt, Altos del Sena, Francia, en 1927.
La acción tiene lugar en Rouen, entre marzo y el 30 de mayo de 1431.
Durante La Guerra de Los Cien Años, siglos XIV y XV.
La joven, Jeanne d’Arc (Renée Jeanne Falconetti), después de haber conducido a las tropas francesas a la victoria, en 1429, derrotó el asedio inglés de Orléans, y consiguió la coronación como Rey de Francia de Charles VII.
Pero en 1430, fue secuestrada a traición, por esbirros del Duque de Borgoña, al servicio de los ingleses, que ordenaron su procesamiento.
Vendida a los ingleses, y arrastrada hasta Rouen, capital de las posesiones inglesas en Francia, fue llevada ante un Tribunal Eclesiástico.
Lord Warwick (Camille Bardou), Gobernador de la ciudad, escogió a los jurados entre los aliados del Rey de Inglaterra, con el fin de obtener por todos los medios, la condena a muerte de Jeanne, y hacerla quemar por brujería en la plaza pública.
Ella declara haber recibido de Dios la misión de salvar a Francia, pero es procesada y condenada a morir en la hoguera.
En un principio, el miedo a la muerte es más fuerte que la pasión ante su divinidad, pero acaba retractándose, y muriendo a fuego lento.
La Passion de Jeanne d’Arc, es una película que pese a ser del año 1928, al verla, tienes la sensación de estar ante algo muy moderno, casi vanguardista.
El montaje, las tomas extrañas, los primeros planos, todo ello crea una sensación de novedad y sorpresa para el espectador, difícil de encontrar en películas de hoy en día; pues también representa el triunfo de la imagen sobre la palabra, que ciertamente es donde se sustenta el virtuosismo en el cine, y se convierte en una de las más grandes obras maestras del mismo.
La Passion de Jeanne d’Arc, es más que un drama psicológico, con un ritmo terriblemente tenso, y una puesta en escena avanzadísima en su tiempo; es una lección bestial de cine, un paradigma del cine como arte, una oda a los sentimientos mediante el impacto de las imágenes, un recuerdo imborrable en la memoria, y la mística al servicio del arte; así como también una trágica imagen de la condición femenina, oprimida y sacrificada en el mundo de ayer y de hoy.
Lo que aportó La Passion de Jeanne d'Arc al cine, fueron 2 aspectos emblemáticos, que la hacen más memorable:
Fue el primer filme en utilizar una película negativa en blanco y negro, con emulsión pancromática, sensible a todas las longitudes de onda de la luz, es decir, a todos los colores, lo que permitió proporcionar a la imagen, gracias al excelente trabajo del operador Rudolph Maté, una enorme variedad de tonalidades y matices de grises, grande rangos dinámicos en las luces y sombras, una iluminación de un espartano naturalismo en interiores, algo difícil de conseguir en la época.
Y lo más revolucionario, permitió la ausencia de maquillaje en los rostros de los personajes, lo que les proporcionó una apariencia totalmente distinta a lo visto por entonces, aún hoy, siguen pareciendo extrañamente reales, y un grado extraordinario de ascetismo y ausencia de sofisticación o impostura que refuerza aún más el contenido trascendente del filme.
Asimismo, La Passion de Jeanne d'Arc es un filme que, según las intenciones de su director, era recomendable que se presenciase sin ningún acompañamiento sonoro, en completo silencio.
Sólo en silencio, uno puede concentrar toda su atención en la fuerza intelectual y emocional de la pura y simple imagen a la hora de ser un partícipe más del delirio, el desmayo, el éxtasis y la agonía de un ser humano dominado por sus emociones que lleva su fe y su abandono a lo trascendente, con una perseverancia y una resistencia a las adversidades inquebrantable, hasta sus últimas consecuencias.
La Passion de Jeanne d'Arc es una obra de hace casi 89 años, y sigue vivísima, fresca, oxigenante, y debe seguir siendo a perpetuidad, una obra a estudiar en cualquier escuela de cine que se precie de tal condición.
“Mon Dieu, j'accepte volontiers ma mort, mais ne me laisse pas souffrir trop longtemps.
Serai-je avec Toi ce soir au Paradis?”
(Dios mío, acepto mi muerte con mucho gusto, pero no me dejes sufrir demasiado tiempo.
¿Estaré contigo esta noche en El Paraíso?)
Un tema domina el mundo de Carl Theodor Dreyer ante todo:
El sufrimiento.
Para él, no es algo negativo, sino la participación del ser humano en La Pasión de Cristo.
Toda la vida, Dreyer estuvo preparando una película sobre Jesús, que nunca logró realizar; y puede decirse que lo cristiano define por esencia la obra de Dreyer.
Sus personajes se mueven con parsimonia y lentitud, quieren que les conozcamos, que sepamos su historia, que mastiquemos sus sentimientos y sus personalidades.
El cine de Dreyer, en definitiva, contiene sufrimiento, maldad, aflicción y muerte en grandes dosis, pero el cineasta trata de captar también el triunfo del espíritu humano.
Se definía a sí mismo, como un humanista liberal, y su preocupación como artista, era el ser humano como individuo, tratando de preservar la objetividad en su quimera.
En Dinamarca, se le tuvo siempre como una persona solitaria.
En su época, no había nadie comparable a él en su entorno.
Cuentan los que le conocían, que le encantaba una buena conversación sobre cine, desprovista de adulación personal, franca, sincera y directa.
Su influencia en otros cineastas, es más ejemplar, que inmediata o directa, pues nunca fue artífice de corriente alguna, destinada a marcar tendencia.
La fama le llegó a Carl Theodor Dreyer, gracias a la película “Du skal ære din hustru” o “El Amo de La Casa”, en 1925.
El éxito que cosechó en su país, se transformó en un enorme triunfo en Francia, donde se trasladó.
Allí, La Société Genérale des Films, le encargó la realización de un largometraje sobre la heroína nacional:
Jeanne d’Arc.
Esta historia, que 10 años antes sirviese para encumbrar a Cecil B. DeMille como gran director de Hollywood, por su fastuosa recreación de hechos, con grandes escenarios y gloriosas batallas... tuvo su versión antitética en el Dreyer.
Fiel a su idea de “llegar a la verdad estética y psicológica de los personajes”, utilizó todos los medios a su alcance, para expresar el inmenso dolor y el camino hacia la espiritualidad de su protagonista.
Técnicamente, el rodaje se desarrolló según el orden cronológico de la historia; los actores no llevaban maquillaje, y las escenas se iluminaron con luz natural.
Rodada casi en su totalidad en interiores, la película pancromática con su gama de grises, resaltaba las texturas dando a la imagen rugosidad y relieve.
El blanco brillante que domina el filme, fue logrado pintando las paredes exteriores de amarillo, y los interiores de rosa.
Pero las malas relaciones que Dreyer había tenido, desde el inicio de su carrera, con los productores de sus películas, llegaron a su punto álgido con el rodaje de esta obra.
El director danés, exigió la creación de unos decorados muy costosos, con el objetivo de que sus actores entraran fácilmente en sus personajes, siendo conscientes de la época histórica en que estos vivían.
En el montaje final, esos decorados a penas se aprecian, circunstancia que desató la ira de los inversores, al no comprender la construcción de los mismos, y que marcaría la dificultad del director en encontrar financiación para sus próximos proyectos.
En el fondo, como Patrona de Francia, santificada y venerada, Jeanne d’Arc es una figura extraña y carismática.
Contribuyó notablemente a fortalecer el espíritu patriótico francés, ante el sometimiento británico.
Una muchachita humilde, devorada por un fuego místico, que se trocaría en una hoguera real, su pena de muerte.
Dreyer, enfocó su objetivo en la devoción y el sufrimiento de una Jeanne ya arrestada y procesada, en sus últimas horas de vida.
Atrás quedaba su revolución fanática, que había osado alzar a un Príncipe y a ejércitos para repeler el asedio inglés.
Dreyer obvia el pasado turbulento, y capta con plenitud, la aureola de arrebato devoto de la adolescente convencida de su fe y de su misión.
Sola con Dios, incomprendida por esos inquisidores ciegos y sordos, en el retrato que el director danés filmó sobre la santa patrona francesa, y que, como muchas creaciones de gran valor artístico, padeció uno de los males de cualquier tiempo:
El desdén y la destrucción.
La Passion de Jeanne d'Arc inicia con unos textos, unos escritos nos dicen que el filme se centrará en el juicio que se le practicó a Jeanne d’Arc luego de La Guerra de Los Cien años, que acabó en su muerte, se trata de un muy nutrido diario del suceso.
Las primeras imágenes que vemos, son las de una Cámara de Audiencias, donde se realiza un juicio, la acusada aparece, es Jeanne d’Arc, ella jura solemnemente decir únicamente la verdad, y nada más que la verdad.
Las primeras interrogantes que se le hacen, son sobre su origen, sus padres, su edad, y su supuesta calidad de enviada de Dios, lo que se le refuta, pero ella, firme y resoluta, reafirma que es una enviada de Dios, se le encomendó la misión de combatir a los ingleses, y salvar Francia.
Asevera Jeanne, asimismo, que aparte de oír voces divinas, en una ocasión llegó a visionar al Arcángel San Miguel, y no claudica en su posición.
Algunos soldados, ingresan al recinto, ancianos prosiguen con el interrogatorio, el juicio sigue su curso, y Jeanne no abdica, pero va mostrando una actitud de resignación…
Con arbitrariedad, se conduce el proceso, en el que, a toda costa, escépticos miembros del clero, intentan que Jeanne deje de afirmar con tanta entereza, que tuvo contacto divino, y que es enviada de Dios…
No aceptan ese argumento como su salvación, pero es en vano, ella no claudica, mientras recibe una carta.
La implacable Inquisición, prosigue su trabajo; al no claudicar ella, es transportada a una Cámara de Torturas, donde bizarra coronación le es practicada; su entereza va decayendo, y si bien no habla mucho ya, nunca deja de sostener sus argumentos.
La demencial situación continuará, atrapada en el proceso, Jeanne no puede hacer mucho, se le ofrecen algunas vías de salvación, se le ofrece ser bautizada, también algún salvoconducto para que salve el pellejo, todo a cambio de que deje de proclamar lo que ellos consideran herejías inaceptables.
El clero se da cuenta, que no pueden quebrar el espíritu de Jeanne, ella es resoluta, su resignación no cede tampoco, y se le obliga a firmar unos documentos, contratos estériles que ella firma ante la insistencia, para después ser condenada indefectiblemente a la hoguera.
Es entonces que, Jeanne, cada vez más apesadumbrada, abre su corazón, se sincera, hace una declaración con toda su alma, despertando asimismo la empatía y favor popular.
Congregaciones se manifiestan, pero no hay mucho más que se pueda hacer, la condena ha sido ya dictada.
Se inicia entonces la ejecución, ante las miradas de decenas de personas, se enciende la hoguera, conmoción se genera en muchos, por la situación y por el fuego.
La indignación de la gente, sin embargo, no pude hacer nada, el fuego arde y va consumiendo a la acusada hereje, pero su heroicidad, y su pureza, consiguen que su alma sea impermeable a las llamas.
Apuntar, antes de nada, que a Dreyer poco o nada le importaba el rigor histórico que mostraba su película, ya que su verdadera obsesión, era plasmar el calvario por el que estaba pasando Jeanne.
Para el director danés, todo se reducía a un drama psicológico.
De ahí que la película empiece a bocajarro, no se preocupa por contarnos quién es quién, ni siquiera por ubicarnos históricamente, pero enseguida sabemos que asistimos a un juicio en el que una persona está siendo culpada de herejía, y eso es lo que le realmente quería contar.
Por ello, Dreyer no nos muestra a La Dama de Armas, sino que nos conduce por otros derroteros, y quiere mostrarnos a una Jeanne de carne y hueso, humana, una joven de tan solo 19 años, débil, asustada, ante un jurado formado por poderosos ortodoxos y jueces, que no tendrán ningún tipo de piedad para con ella.
Así se centra en la lucha interior de esta muchacha, en su fe en el Dios que le encomendó la salvación y liberación francesa, una fe sometida al vilipendio y a la repugna del jurado de La Inquisición.
Y qué mejor manera de captar esa lucha, esa tensión acumulada, esa fe desmesurada, que con la cara de la protagonista, como el espejo del alma.
Lo que nos dice la narración, es la lucha interior y del drama de una muchacha de 19 años, juzgada injustamente, sin garantías y sin defensa, por un tribunal que la humilla, la maltrata psicológicamente, permite que se la insulte en público, y la somete a una terrible presión emocional para que admita las acusaciones de que es objeto, y se retracte de ellas.
La pasión de Jeanne, se mueve entre su amor a la verdad, sus temores naturales al dolor, y su pánico a la muerte.
Los interrogatorios a que es sometida, buscan respuestas confusas, que permitan ser malinterpretadas como pruebas de culpabilidad.
La entereza de Jeanne, y su capacidad de resistencia al estrés, se mantiene durante muchas semanas.
Diversas causas provocan en ella un desfallecimiento, del que pronto se recupera para afrontar con fortaleza su destino.
Son escenas destacadas:
El interrogatorio en la sala de torturas, la sangría en el brazo, la actuación de los cómicos de circo, y la escena final.
Pero sobre todo, se trata del castigo social a una joven por seguir sus ideales y su ideología, y no mentir acerca de lo que piensa, ni pasarse al bando contrario por salvar su propia vida.
Pues bien, en primer lugar, la historia se centra en el “juicio de valor” que se le hace a la protagonista, Jeanne, en el cual, los jueces que son los de La Santa Inquisición, intentan obligar por el medio del temor y la amenaza a Jeanne, para que niegue que todo lo que ella hizo, fue mandato de Dios.
Ella se niega y por eso muere en un acto de fe.
Llevada por su convencimiento, se hace mártir de la verdad, su verdad indemostrable.
El entramado de poder representado por los jueces, sólo está preocupado por mantener el “status quo”, única preocupación real del poder de cualquier época, que ven peligrar, con razón, en la figura de Jeanne.
¿Pensemos qué pasa si creemos en Jeanne?
¿No es posible que mañana aparezca otro campesino con línea directa con Dios?
Da igual que sea una farsante o no, hay que ejemplarizar, porque necesitaban ser gestores de la fe, mantener la explotación de Dios en monopolio, y así perpetuar la situación de privilegio.
Es aquí donde claramente diferenciamos 2 tipos de roles:
Por un lado, el de La Santa Inquisición, que tienen el claro papel del temor del poder político, cultural de la época, es decir, la religión.
El director hizo hincapié en la desproporción entre la fuerza de los acusadores, La Iglesia y El Estado; y la acusada, una joven firme pero asustada.
La intolerancia de los acusadores, reforzada por Dreyer con una iluminación angulada de sus rostros, que favorecía su severidad y los intimidadores planos en contrapicado, dejó ver demasiado claro la poca simpatía del cineasta por estas 2 instituciones.
Para representarlos como el bando malo, Dreyer los marca claramente feos, con rasgos muy desgastados:
Gordos, arrugas, miradas malvadas e inquietantes… aquí también hablaríamos del termino de conciencia colectiva de la acción social, que es cuando un grupo de personas tienen un modo determinado de obrar y pensar según en el entorno en el que se encuentren, por tanto, El Tribunal de La Inquisición, de alguna manera obraban y pensaban por el simple hecho de pertenecer a ese grupo, pues recordamos en que aquella época a la que se refiere el film, quien no obraba a favor de La Iglesia, se veía condicionado a sufrir una cantidad de represalias verdaderamente atroces.
En segundo lugar, hablamos del otro lado de la película, en la que nos hace llegar el temor, la persecución, la fuerza de pensamiento, etc., este lado nos lo muestra muy fácilmente.
Aquí, la protagonista, Jeanne, que como es el lado de la moralidad, la pureza, el ser indefenso y maltratado, nos la representa inocente y dulce, pero a la vez con unos grandes matices de angustia, que hacen que el espectador se estremezca al verlos.
Aquí es donde vemos el rol de la ejecutada a muerte, y en este aspecto hablamos de conciencia individual, pues nuestra protagonista sigue sus propios valores e ideales, y afronta su porvenir con decisión, a pesar de saber el tipo de torturas a la que será sometida.
Jeanne, muestra unos claros pilares de conducta propia y personal, al igual que su propia manera de actuar, es por tanto, lo que la hace uno de los personajes históricos más famosos.
Por último, clasificamos los diferentes tipos de clases sociales y etapas:
El campesinado o la baja sociedad; en esta época, considerados un movimiento de masas completamente nulo, vivían bajo el temor y las ordenes de la política, y con esta, de La Inquisición, además observamos en la película, el morbo y la adrenalina que poseen el campesinado al ser ejecutada Jeanne.
En cambio, cuando está en plena muerte, vemos el lado más humano de esta clase social, la cual, simplemente usa como máscara y escudo la frialdad para salvarse de las garras de la política y La Inquisición.
Nada hemos cambiado…
Es el propio miedo, quien guía sus actos perversos y morbosos, al querer ejecutar a un ser humano por el simple hecho de seguir sus ideales.
Por otra parte, la clase media baja; es a la que hace referencia nuestra protagonista Jeanne, y los “trabajadores” de La Santa Inquisición.
Con ellos nos referimos a los encargados de ejecutar las torturas que La Inquisición ordenaba.
En esta clase, está claro el intento de demostrar sus pensamientos e ideales, se hace patente en la reiterada negación al pacto que le ofrecen a Jeanne, y la compasión que le tiene un fraile a nuestra protagonista.
Sin embargo, esta clase siempre quedara resignada a las órdenes de la gran clase alta.
En último lugar, la clase alta; en esta pelicular, representada como La Santa Inquisición, esta clase está guiada directamente por el entorno social en que se encuentra, y se muestran cerrados y tajantes respecto a sus actos, ya sean racionales o irracionales.
Llegaran a donde sea preciso, por obtener lo que desean, y por no perder su poder.
Esta clase está claramente representada por los miembros del Tribunal.
Todo ello hace de La Passion de Jeanne d'Arc, ser considerada uno de los puntos culminantes de la creación cinematográfica.
El director danés, quería una nueva realidad creada con los nuevos medios del cine; se trataba de captar la existencia humana a partir de situaciones básicas, independientes de todo trasfondo.
Esta Jeanne, no es una mujer heroica, sino una sufriente, la mártir.
No es la luchadora por El Rey de Francia, sino la derrotada; y su lucha mayor es contra el tentador.
A éste, el demonio, lo presenta Dreyer en la figura de los jueces.
El alma de los personajes, se le entrega a la cámara, hasta el punto de que puede decirse, que La Passion de Jeanne d'Arc es un documental sobre el alma, a través de los ojos y la mirada.
Pero ojo que Carl Theodore Dreyer intento una aproximación religiosa de la vida, pero escapando de la religiosidad.
Realizaba ejercicios cinematográficos de introspección religiosa a través del misticismo a la fe.
Buscaba una introspección de los personajes, y quiere mostrar los sentimientos y el interior de los personajes, mostrar la angustia y la incomprensión del sometido que se enfrenta a la sociedad de la época.
Por tanto se desprende emoción, desasosiego, placer visual, y ante todo, se trata de un alegato contra la intolerancia e injusticia del fanatismo eclesiástico y, por extensión, al fanatismo intemporal de la especie humana.
Tampoco debemos obviar, que la última escena se produce en un escenario exterior con imágenes brutales, donde el simbolismo, la figura de la paloma representando al Espíritu Santo, cobra más protagonismo.
La Passion de Jeanne d'Arc, pertenece al género del “Cine Silente”, sin música, muda totalmente, sin ningún tipo de sonido en la sala, para posibilitar el ejercicio de introspección absoluto hacia el personaje, y mostrar el padecimiento de La Santa, a través de sus rostros.
En una narración basada principalmente en la fuerza visual de los consecutivos primerísimos planos, que sirven para acentuar la capacidad dramática de los actores, casi por completo, revelada en sus rasgos faciales, con especial mención para una inolvidable Renée Falconetti, en cuya mirada, marcada por unos expresivos ojos, vamos desarrollando una fascinación sensitiva inigualable, que solo puede ser apreciable en su esplendor en pantalla grande, espléndido uso del montaje, y magistral utilización de la fotografía por parte de un operador que luego seguiría en Hollywood, una carrera como director, Rudolph Maté.
También, es de gran importancia la utilización que se hace de los picados y contrapicados, mostrando en todo momento la situación de poder que ostentan los clérigos frente a Jeanne, que responde siempre a las acusaciones de los mismos en planos picados.
La Passion de Jeanne d'Arc busca el realismo en los actores, y utiliza la metáfora para relacionar la esperanza con la juventud y la belleza no solo externa sino, también espiritual, y la injusticia la expresa a través de la fealdad de los jueces, como se apuntó anteriormente.
Es una película con un estilo muy bien definido, tal y como sucedía en todas las obras de Dreyer; y en este caso, el primer plano es el protagonista indiscutible, requiriendo en todo momento, un gran esfuerzo en la interpretación de todo el reparto en general, y de Renée Falconetti en particular.
El director danés, utiliza constantemente el primer plano de la actriz protagonista, apoyándose en la célebre frase “la cara es el espejo del alma”
Quería transmitir a través de sus gestos y expresiones faciales, los sentimientos y luchas que se estaban desencadenando en el interior de Jeanne.
De hecho, llego a utilizar un tipo especial de celuloide, siendo pionero en la utilización del mismo, cuyas características permitían que los actores no usaran maquillaje, algo impensable en la época, y sin ir más lejos, hoy día, para aprovechar toda la expresividad de los rostros.
La actriz, interpretó con extraordinario verismo, el dolor de Jeanne; sus ojos, sus lágrimas, su gesticulación, expresan tal profundidad de sentimientos, que es difícil saber si es una actriz o, por el contrario, estamos asistiendo a la verdadera pasión de Jeanne d’Arc.
Tal fue la intensidad de la interpretación, y la dureza empleada por Dreyer en el rodaje, famoso por su perfeccionismo, el cual extremo en la interpretación de Falconetti, que jamás volvió a trabajar en cine.
La actriz, que encontró Dreyer rebuscando en teatros de París, fue trabajada meticulosamente por él; su genial interpretación, desde muy dentro, la condujo luego a abandonar el teatro; y no hizo más cine, pese a un intento en Hollywood, y acabó en Buenos Aires, convertida al budismo.
Durante La Segunda Guerra Mundial, ella escapó a Suiza, y de allí a Brasil, y luego a Buenos Aires, donde residió hasta su suicidio a los 54 años…
Hoy, se halla enterrada en El Cementerio de Montmartre, en París.
Para achacarle algo, quizás le sobran lágrimas a la protagonista, casi se hacía monótono, siempre verla llorando.
Pero fue una buena elección para el papel principal, puesto que la repetitiva mecánica narrativa, consiste en contraponer su piadosa expresión facial con los grotescos rostros de los miembros del Tribunal Eclesiástico.
Unos magníficos acompañamientos de Eugene Silvain, Maurice Schutz, Michel Simon, Antonin Artaud y André Berley, en personajes detestables como jueces y miembros de La Inquisición.
Como errores, me atrevo a recalcar que cuando le cortan el pelo, lo hacen con unas brillantes tijeras que parecen ser del siglo XX.
Las tijeras pivotadas, del tipo con agujeros para los dedos en uso hoy en día, no estaban disponibles hasta el siglo XVIII.
Las tijeras a base de resorte de presión en los extremos de las tijeras, eran las utilizadas en La Edad Media, y fueron hechas generalmente de hierro, no del acero.
Como nota de humor, cabe destacar la presencia de un monje con gafas, hacia el final de la película; y un juez con traje militar, propio del siglo XX.
De las escenas, destaca el final:
El director danés, nos muestra un primer plano de ella, al momento en que es presionada para firmar una declaración condenatoria; a continuación, ella gira la cabeza, viendo un plano de la naturaleza, simbolizando la vida; y otro plano de Jeanne, que gira la cabeza a un plano de una calavera, junto a un hoyo que está siendo excavado, simbolizando la muerte.
¿Para qué hablar, cuando puedes expresarlo todo con imágenes mucho más potentes que las palabras?
Ciertamente, La Passion de Jeanne d'Arc se trata de un alegato contra la intolerancia e injusticia del fanatismo eclesiástico y, por extensión, al fanatismo intemporal de la especie humana.
Por último señalar que en el momento de su primera proyección, fue presentada con varias piezas de música en vivo, y no hay ninguna información de que Carl Theodor Dreyer, seleccionase alguna vez una lista definitiva para su película.
Cuando se encontró la copia de la obra, largo tiempo perdida, se le asoció un acompañamiento musical de Johann Sebastian Bach, lo que a juicio de muchos, es un error, ya que el filme debía seguir siendo mudo.
El elemento callado, tiene un valor místico.
Así lo han comprendido muchos críticos y cineastas, pues ese silencio, de sonidos, de palabras, de música, nos hace presentir un silencio de distinta profundidad.
Y termina diciendo sobre la técnica del filme, y su alcance espiritual:
Jeanne sabe escuchar en el silencio de sus voces, las voces del silencio que, antes de ser las del arte, son las de la fe.
A pesar de ello, todas las versiones actuales de DVD de la película, utilizan la pieza “Voices of Light” de Richard Einhorn como acompañamiento.
“Vous avez brûlé un saint”
(Han quemado a una santa)
La Passion de Jeanne d'Arc no es una película religiosa, es una película sobre la fe de un ser humano, y su lucha interior.
¿Por qué quién ha dicho que la fe sólo vaya ligada a la religión?
Claro que en la película de Dreyer, sí existe este vínculo, pero La Passion de Jeanne d'Arc va mucho, mucho más allá.
Actualmente se maneja la tesis de que La Doncella de Orléans, Jeanne d’Arc, falleció por el efecto del monóxido de carbono, fruto de la combustión de la leña utilizada para iniciar el fuego.
Tras la humareda, los ingleses apartaron los trozos de madera empleados en la hoguera, para asegurarse de que no había escapado, y de que el cuerpo desnudo, era el de la condenada.
El fuego se avivó con brea y aceite, y permaneció así durante varias horas, hasta que lentamente, el cuerpo fue reducido totalmente a cenizas, a excepción de algunos restos óseos, que fueron posteriormente esparcidos en el río Sena.
La metódica cremación del cuerpo, pretendía evitar el culto posterior.
Jeanne d'Arc, fue rehabilitada, el 7 de julio de 1456, por una comisión pontificia, su culto se focalizó en Orléans, siendo posteriormente beatificada y canonizada.
A partir de la derrota francesa de 1870, Jeanne se convierte en heroína nacional.
La telegrafía y la radio, se encuentran bajo su patronazgo, a causa de las voces que la leyenda dice que oía en su jardín.
Finalmente, ya en el siglo XX, en 1909, Jeanne d'Arc fue Beatificada por El Papa San Pío X; y posteriormente declarada Santa tras la victoria de los aliados sobre Alemania, el 16 de mayo de 1920, por El Papa Benedicto XV, cabeza de la misma institución que ordenó quemarla viva en 1431.
Ese mismo año, Jeanne d'Arc fue declarada, Santa Patrona de Francia; siendo segunda Patrona de Francia, después de La Virgen de La Asunción; lo es también de Orléans y de Rouen.
Y es que su fama se extendió inmediatamente después de su muerte; siendo venerada por La Liga Católica en el siglo XVI, y adoptada como símbolo cultural por los círculos patrióticos franceses, desde el siglo XIX.
Fue igualmente una inspiración para Las Fuerzas Aliadas durante La Primera y La Segunda Guerra Mundial.
Su retrato directo, se desconoce, o no ha sobrevivido.
No ha sido necesario.
“J'aime et honore Dieu... de tout mon coeur”
(Amo y honro a Dios... con todo mi corazón)
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