Silence
“Sometimes silence is the deadliest sound”
La apostasía es la negación, la renuncia o la abjuración de la fe, en una religión.
Desde un punto de vista religioso, las distintas religiones consideran la apostasía, un acto de vicio, una corrupción de la virtud de la piedad:
Al fallar la virtud, la apostasía es su consecuencia.
Se pueden encontrar diversas referencias al término apostasía en El Catecismo de La Iglesia Católica, entre las que destaca el número 817, en el que se describe como “una ruptura que lesiona la unidad de La Iglesia, junto con la herejía y el cisma”
La Iglesia Católica lo considera un “pecado de extrema gravedad”, pues no rechaza un dogma de fe concreto, como es el caso de la herejía, sino que rechaza voluntariamente la fe cristiana por completo.
遠藤 周作/Shūsaku Endō fue un reconocido escritor japonés del siglo XX, que escribió con la singular perspectiva de ser japonés y católico, la población cristiana en Japón, es menor al 1%
Sus novelas reflejan muchas de las experiencias de su niñez; estas incluyen el estigma de ser un forastero, la experiencia de ser extranjero, la vida de un paciente en el hospital, y la lucha contra la tuberculosis.
Su fe católica, puede verse de alguna forma reflejada, y es a menudo una característica principal.
La mayoría sus los personajes, luchan contra complejos dilemas morales, y sus elecciones a menudo provocan resultados trágicos.
Su obra ha sido comparada con la de Graham Greene; de hecho, Greene catalogó personalmente a Endō, como uno de los mejores escritores del siglo XX.
“沈黙/Silence” (1966) es el trabajo de Endō más famoso, generalmente reconocido como su obra maestra.
Escrita en parte en forma de una carta de su personaje central, el tema de un Dios silencioso que acompaña a un creyente en la adversidad, fue muy influenciado por la experiencia católica de Endō, de la discriminación religiosa en Japón, el racismo en Francia, y la debilitante tuberculosis.
Es una novela histórica, que cuenta la historia de un misionero portugués en el Japón de principios del siglo XVII, que se convierte en un apóstata, pero únicamente de manera formal, pues sufrió persecución en la época de los “Kakure Kirishitan”, o “cristianos ocultos”, que siguió a la derrota de La Rebelión de Shimabara, en 1637.
Las actividades misioneras católicas en Japón, comenzaron en 1549, desempeñadas exclusivamente por los jesuitas auspiciados por los portugueses, hasta que las órdenes mendicantes auspiciadas por los españoles, lograron entrar a Japón, en el período de Los Reinos Combatientes.
Durante los primeros años de la misión jesuita en Japón, esta contó con el respaldo de Oda Nobunaga, principal daimio del país, tras deponer al último de los shogun Ashikaga, que vio en los religiosos extranjeros, una forma de socavar el poder de las sectas budistas, y facilitar las relaciones comerciales con España y Portugal.
Esta actitud tolerante hacia los misioneros de La Compañía de Jesús, concluyó con el asesinato de Oda Nobunaga, en el incidente de Honno-ji, y posterior ascenso al poder, de uno de sus principales vasallos:
Toyotomi Hideyoshi.
Hideyoshi, de actitudes más conservadoras hacia las influencias extranjeras, subvirtió la política de su antecesor, y promulgó en 1587, el primer edicto de prohibición del cristianismo en Japón, y expulsión de los misioneros jesuitas.
La Rebelión de Shimabara, fue un levantamiento armado de campesinos japoneses, principalmente cristianos, en El Periodo Edo; y esa rebelión, fue la última rebelión de campesinos más grande, hasta la década de 1860.
En 1587, se dicta el primer edicto de persecución contra los cristianos, a instancia del bonzo Nichijoshonin.
En 1597, el Taikō Toyotomi Hideyoshi, condenó a muerte a 26 cristianos que fueron ejecutados el 5 de febrero de ese año.
Los cristianos, fueron atados sobre cruces, fueron elevados en lo alto de una colina de Nagasaki, y fueron lanceados; siendo ejecutados y conocidos como “Los 26 Mártires de Japón”
En 1622, se produjo otro martirio de cristianos, conocido como El Gran Martirio de Nagasaki.
A pesar de la prohibición existente del cristianismo en Japón, fue observada rigurosamente, y el cristianismo en Japón sobrevivió solamente por los Kakure Kirishitan, que profesaban su fe secretamente.
Kirishitan, significa “cristianos” en japonés, y hoy es usado como un término historiográfico en los textos japoneses para los cristianos en Japón en los siglos XVI y XVII; la palabra como tal, proviene del portugués “cristão” o “cristiano”
Además, los misioneros eran conocidos en Japón, como bateren, pateren, ambos provenientes de “padre”, o iruman de irmão, “hermano”
Esta “Iglesia de Las Catacumbas”, adoraba en cuartos secretos y en sus hogares.
Al pasar el tiempo, las figuras de Los Santos y de La Virgen María fueron transformados en figurines que se asemejaban a las tradicionales estatuas de Buda, y de los bodhisattvas, las plegarias fueron adaptadas a los cantos parecidos a los budistas, manteniendo muchas palabras sin traducir del Latín, Español y Portugués.
La Biblia se pasaba tradicionalmente, debido a que las versiones impresas eran confiscadas por las autoridades.
Debido a la expulsión de los sacerdotes, la dirección de los cristianos quedó en manos de laicos, que bautizaban a los nuevos cristianos.
La fe cristiana, es entonces mantenida en privado desde entonces por el protagonista de “沈黙/Silence” (1966)
Un joven jesuita portugués, llamado Sebastião Rodrigues, basado en el personaje histórico, Giuseppe Chiara, cuando es enviado a Japón, para socorrer a La Iglesia Católica local, e investigar las denuncias de que su mentor, el padre Cristóvão Ferreira, ha cometido apostasía.
Cristóvão Ferreira, fue realmente un misionero jesuita portugués, que se hizo conocido por haber cometido apostasía, después de haber sido torturado durante la persecución anticristiana católica de Japón.
Se convirtió en el más famoso de los “sacerdotes caídos”, y cambió su nombre por el de Sawano Chuan, y se inscribió en un templo budista de conformidad con la ley japonesa de esa época, y se llamó a sí mismo “un miembro de la secta Zen”, pero sus propias publicaciones atestiguan que adoptó una filosofía de la ley natural.
Después de su apostasía, se casó con una japonesa, y escribió varios libros, entre ellos, tratados de astronomía y medicina occidentales, que fueron ampliamente distribuidos en El Periodo Edo.
También escribió un libro de forma privada en la religión titulado “El Engaño Revelado” en 1636, pero no fue publicado hasta 300 años después, y participó en los juicios de otros jesuitas capturados.
Él estaba a menudo presente durante el uso del “fumie”, por el que presuntos cristianos fueron obligados a pisotear la imagen de Jesucristo.
Así pues, Fr. Sebastião Rodrigues, y su compañero, Fr. Francisco Garrpe, llegan a Japón, en 1638.
Allí se encuentra con la población cristiana local en la clandestinidad.
Los funcionarios de seguridad, obligan a los que se sospechan de ser cristianos, a pisotear el fumie.
El “fumie” era un retrato de Cristo o La Virgen María, toscamente talladas, que las autoridades religiosas del shogunato Tokugawa de Japón, usaban para descubrir a los sospechosos de ser cristianos católicos, y demostrar que pertenecían a esta religión declarada ilegal; siendo empleado por primera vez, durante la persecución de cristianos en Nagasaki de 1629, y siendo usado solamente en esta ciudad.
La política del gobierno de Edo, actual Tokio, era que los creyentes apostataran de su fe; y aquellos católicos que rehusaban cambiar su religión, fueron torturados.
Cada Año Nuevo japonés, los cristianos eran obligados a pisar imágenes de La Virgen María y otros santos, para probar que no eran cristianos.
Muchos, escaparon a islas aisladas para no apostatar de su fe; y otros de ellos, que rehusaron abandonar su fe, fueron muertos por el gobierno.
Las ejecuciones, a veces tenían lugar en El Monte Unzen de Nagasaki, donde los condenados eran lanzados al volcán.
Los que se niegan, son encarcelados y asesinados por “anazuri”, colgando boca abajo sobre un pozo, y poco a poco van sangrado.
Aquellos cristianos que pisan la imagen para permanecer ocultos, están profundamente avergonzados por su acto de apostasía.
Así, la novela relata las tribulaciones de los cristianos, y la creciente penuria sufrida por Rodrigues, que aprende más sobre las circunstancias de la apostasía de Ferreira.
Por último, Rodrigues es traicionado por “El Judas” Kichijiro.
En el clímax, cuando Rodrigues pisa un fumie, Cristo rompe su silencio:
“Sin embargo, el rostro era diferente de aquel en que el sacerdote había mirado tantas veces en Portugal, en Roma, en Goa y en Macao.
No fue Cristo, cuyo rostro estaba lleno de majestad y gloria, tampoco era un rostro embellecido por la resistencia al dolor, ni tampoco era una cara con la fuerza de voluntad que rechazó la tentación.
El rostro del hombre que luego quedó a sus pies, en el fumie, fue hundido y totalmente agotado...
La tristeza que había mirado hacia él, Rodrigues, como los ojos hablaban suplicante:
“¡Pisotea!
¡Pisotea!
Cabe pisotearla por lo que estoy aquí”
El autor, Shūsaku Endō, dijo que se inspiró en la película “La Strada” (1954) de Federico Fellini, al concebir esta historia, particularmente el personaje de Kichijiro, un personaje caracterizado por ser un tramposo, que una vez fue cristiano, pero que renunció a su fe para evitar ser ejecutado, y que se ha interpretado como la metáfora de Judas.
“沈黙/Silence” (1966), ha sido objeto de un amplio análisis:
William Cavanaugh se refiere a la novela, como de una “ambigüedad moral profunda”, debido a la representación de un Dios que “ha optado por no eliminar el sufrimiento, sino a sufrir con la humanidad”
Endō, en su libro “Una Vida de Jesús”, afirma que la cultura japonesa se identifica con “uno que sufre con nosotros” y que “permite nuestra debilidad”, y así:
“Con este hecho siempre en mente, he intentado no tanto para representar a Dios en la imagen paterna que tiende a caracterizar el cristianismo, sino más bien para representar el aspecto maternal de buen corazón de Dios, que nos revela en la personalidad de Jesús”
La novela “沈黙/Silence” (1966) de Shūsaku Endō, también sirvió como inspiración para 2 obras musicales:
El compositor y poeta, Teizo Matsumura, escribió el libreto y la música para una ópera con el mismo título, que se estrenó en El Nuevo Teatro Nacional de Tokio, en 2000.
Además, la novela inspiró La Sinfonía No. 3 “Silence”, compuesta en 2002, por el músico escocés, James MacMillan.
El libro, también inspiró las adaptaciones cinematográficas “Silence” (1971) de Masahiro Shinoda; “Os Olhos da Asia” (1996) del director de cine portugués, João Mário Grilo; y “Silence” (2016) de Martin Scorsese.
¿Qué nos hace ser lo que somos?
¿Dónde se sustentan los cimientos de la identidad?
¿Qué relación existe entre la identidad pública, y el fuero interno?
¿Es posible mantener la propia esencia, donde dominan la coacción y la manipulación?
¿Debía Japón, abrir el país a una religión siniestra, que pugna por el sacrificio y el sufrimiento?
“Father, it was not by us that you were defeated, but by this mudswamp, Japan”
Silence es un drama del año 2016, dirigido por Martin Scorsese.
Protagonizado por Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Ciarán Hinds, Issey Ogata, Tadanobu Asano, Shinya Tsukamoto, Ryo Kase, Sabu, Nana Komatsu, Yōsuke Kubozuka, Yoshi Oida, Ten Miyazawa, entre otros.
El guión es de Jay Cocks, basado en la novela homónima, escrita por Shūsaku Endō, sobre un jesuita que va a Japón en busca de su Maestro, y se encuentra con la hostilidad hacia el cristianismo, la violencia, y la muerte.
La historia se basa en hechos históricos reales, pero manteniendo el nombre de personaje del mentor del héroe Padre Ferreira, que era una figura histórica real.
El autor, Shūsaku Endō, cambió la nacionalidad del héroe, que históricamente era un italiano, llamado Giuseppe Cara, al portugués; la misma nacionalidad que Ferreira, y le dio el nombre ficticio de Sebastião Rodrigo, en la traducción inglesa traducida como Rodrigues.
Silence trae a la reflexión, cuestiones sobre la fe, la vida, y la religión, analizadas desde 2 formas muy diferentes de pensamiento.
Martin Scorsese, recibió la novela por El Reverendo Paul Moore, en 1988, quien no es católico, fue el sacerdote episcopal protestante liberal más renombrado de su tiempo, cuando sirvió como Obispo de La Diócesis de New York.
Martin Scorsese, y el guionista Jay Cocks, habían escrito un primer borrador de la película en la década de 1990, con la intención de que Scorsese lo dirija después de “Gangs Of New York” (2002); pero cuando Scorsese no pudo obtener financiación para el proyecto, decidió en su lugar, hacer “The Aviator” (2004)
Silence es el primer crédito escrito de Martin Scorsese en un largometraje, desde “Casino” (1995); y es la 3ª película basada en la religión, después de “The Last Temptation Of Christ” (1988) y “Kundun” (1997)
En octubre de 2016, el productor Irwin Winkler, dijo que él personalmente cree que esta película es lo mejor que Martin Scorsese ha hecho.
Además, en una obra marcada por la violencia, los personajes del cine de Scorsese, son “outsiders”, gánsteres, y los patológicamente obsesos; era lógico que el sentimiento de culpa heredado del tormento cristiano, abrasara con mayor o menor virulencia a sus protagonistas.
Silence, es entonces un nuevo tótem “scorseseano”, donde los protagonistas, seres humanos en pleno vía crucis físico y ético, se ven convertidos en mártires, a causa de su fe, mientras no dejan de buscar el auxilio de un Dios todopoderoso que sólo parece contestarles con el más absoluto de los silencios.
Ang Lee, ayudó a Martin Scorsese a decidir en diferentes lugares para la filmación de Silence, en varias localizaciones de Taiwan, como Taipei City, y Yangmingshan National Park.
El empeño de Scorsese, lo llevó a querer conocer de primera mano la reacción de la comunidad católica después de ver su película; por lo que 400 sacerdotes jesuitas, la orden religiosa sobre la que trata el filme, ya han visto la cinta.
Además, se realizó otro pase exclusivo en El Vaticano, con 50 invitados; con el objetivo que El Papa Francisco y Scorsese hablen de la película, y de la misión de La Compañía de Jesús sobre la que habla el filme; por ello se estrenó en La Ciudad del Vaticano, el 29 de noviembre de 2016, y se estrenó en Estados Unidos, el 23 de diciembre de 2016.
Estamos en la segunda mitad del siglo XVII, donde 2 jesuitas portugueses, Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garrpe (Adam Driver), viajan hasta Japón, en busca de su mentor espiritual, El Padre Cristóvão Ferreira (Liam Neeson), quien al parecer, ha cometido apostasía tras ser torturado.
Lo que no se esperaba era que ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos.
Y es que, en el país nipón, la práctica del catolicismo no está permitida, por lo que aquellos que practican esta creencia, deben hacerlo en la clandestinidad.
Los misioneros jesuitas, serán testigos de la violenta persecución a la que son sometidos los cristianos japoneses, que están bajo un régimen dictatorial que busca eliminar cualquier influencia occidental en el país.
Silence te plantea muy bien, la cuestión de si es necesario que pierdas la vida por renegar de tu fe, o si es una estupidez.
Yo personalmente, como soy bastante poco creyente, pienso lo segundo claro.
Quizás por eso, la película me ha parecido muy repetitiva y pesada…
Más viniendo de un director como Martin Scorsese, que nos ha brindado un puñado de obras maestras en su filmografía.
Y es que Silence no es un plato fácil de digerir, hay que ir preparado para el cambio de rumbo que supone la nueva aventura del director, que acaba convirtiéndose en una totémica obra sobre la fe del ser humano y los cuestionamientos sobre la autoridad y el poder.
“The price for your glory is their suffering!”
Como su propio título indica, Silence trata de un silencio incontestable, del silencio por antonomasia:
El de Dios.
La obra de Scorsese, que no por ser cine, y albergar otros subtextos, puede renunciar a su discurso teológico, entronca así con uno de los temas más presentes en el pensar cristiano a partir de La Segunda Guerra Mundial.
“Después de Auschwitz”, afirmaba un renombrado teólogo, “no es ya posible hacer teología”
Con esa frase manifestaba, cuanto menos, la capitulación de su identidad pública ante la experiencia un dolor indecible.
Y he aquí, precisamente, el verdadero fondo de Silence, aquello por lo que la cinta se convierte en memorable:
La reflexión acerca de los límites de la identidad personal.
Durante el siglo XVII, Europa era un polvorín de guerras de religión, el viejo mundo se desangraba entre herejías, brujas, católicos, protestantes y luteranos.
Las guerras de religión, cubrieron al continente en una espesa neblina de intolerancia e ignorancia, que tardaría en irse un siglo entero.
La fe, se convertía en el motivo de lucha de los estados, trascendía el propio mensaje de Dios, que quedaba en un segundo plano ante la realidad geopolítica.
Los jesuitas, eran vistos por sus contemporáneos, como una poderosa organización que imbricaba a todos los sectores de la sociedad, grandes filósofos, militares, banqueros y teólogos, formaban parte de una organización que había sido expulsada de varios estados europeos, por su desmesurado poder.
En esta realidad de intolerancia y dogmatismo, los jesuitas se lanzaron a la aventura de la evangelización, y en algunos lugares del mundo, el sistema funcionó, quedaba ahora la enorme tarea de evangelizar el país japonés…
Silence se divide en 2 vertientes:
Por un lado, el empeño de 2 jesuitas por evangelizar a un pueblo; y segundo, los cuestionamientos de fe, que los propios monjes se hacen ante tan dura realidad.
Los clérigos se embarcan en dicha misión, sin un pleno conocimiento de lo que allí les espera:
Van a ser testigos del suplicio, y del grado de violencia a los que los japoneses someten a los cristianos, ya que en el país nipón, la práctica del catolicismo no está permitida, y los creyentes han de llevarla a cabo en la clandestinidad.
El tema de la fe; su torturado sendero; los distintos estados de ánimo que lo conforman…
Porque quien tiene fe, tiene esperanza, pero también dudas, temor y hasta miedo.
Quien tiene fe, desea compartirla, y hacer a los demás, partícipes de ella.
Es un don, y una responsabilidad.
Te da, y te quita; te conforta y te angustia.
La fe, puesta a prueba, rara vez otorga paz interior.
Antes, al contrario, agita el alma confrontando las hipótesis de lo invisible con las certezas de lo visible:
El ideal con lo real.
Aunque lo peor de la fe es, sin duda alguna, su naturaleza irresoluble; la imposibilidad de confirmarla o refutarla a lo largo de esta vida.
El “silencio de Dios” conduce primero al desánimo, al pesimismo después, y finalmente, a la resignación.
Esa resignación infinita, a la que el prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX, Søren Aabye Kierkegaard consideraba “el estado anterior a la fe”, que para él no era otra cosa que la creencia ciega en el absurdo; estado que el sufrido Padre Rodrigues, calcando el camino de su predecesor y Maestro, El Padre Ferreira, ambos caras de una misma moneda, alcanzará, quizá sin saberlo, y muy a su pesar, tras una misión evangélica suicida; plagada de peligros, sacrificios, tentaciones y tormentos, en un Japón escarpado, opaco y neblinoso.
La persecución, debió ser fortísima, a lo que se ve, de modo que los padres pueden volver al origen del cristianismo, cuando era perseguido, y los cristianos eran puros, prefiriendo la muerte antes que renunciar a su fe.
En los padres, especialmente en El Padre Rodrigues, cuando es delatado, se abre este debate interior.
De él depende que los campesinos cristianos sean martirizados… o liberados.
El inquisidor, aspira a derrotar la fe del Padre Rodrigues, haciéndole ver que lo que le mueve es solo soberbia, y que Cristo pisaría la imagen religiosa, porque amaría a los hombres, y no permitiría que sufrieran.
Pero El Padre Rodrigues siente “el silencio de Dios”, y la angustia de Cristo en el huerto de Getsemaní.
El debate con la imagen de Cristo, es de lo mejor de la película.
En la forma, Silence respeta la estructura epistolar del texto original del autor, mostrando los puntos de vista, las razones y sinrazones de 2 culturas tan diferentes, que resulta casi imposible conjugar.
Y la película, de escasa trama y ritmo “ajaponesado”, consta de una introducción, 2 partes y un epílogo, obviando los cánones del cine más comercial, para optar por una narración densa e introspectiva, en la que abundan la simbología religiosa e imágenes de enorme poderío visual, como las de la espeluznante secuencia de la crucifixión de los campesinos cristianos frente al mar, los famosos Kakure Kirishitan, o “cristianos ocultos”
En el fondo, Silence es una película sobre la fe.
Sobre la fe religiosa, y cómo conservarla frente al más categórico de los horrores, y sobre la fe en el cine y su poder a la hora de convertir en imágenes un doble relato:
El físico; o cómo el sinsentido humano derivado del fervor religioso, acaba convirtiéndose en tortura y asesinato; y el místico, a través de la transmutación del soldado religioso en un Nuevo Mesías, martirizado hasta la extremaunción, la tautología que refleja el rostro de Jesucristo en las aguas de un riachuelo con el del sufrido protagonista, es tremendamente clara al respecto.
Técnicamente, no es lo mejor de Scorsese, pero está bellamente filmada, en parajes hermosos, y alguno que otro encuadre destacable.
Como era de esperar, en un proyecto que sabemos tan personal, Scorsese pone todo su esfuerzo en hacer de Silence una obra maestra, una joya de su filmografía.
El ansia de perfección del realizador, abarca la fotografía de Rodrigo Prieto, que evoca sin rebozo, a aquel otro gran film sobre las misiones jesuíticas, “The Mission” (1986)
En la misma línea, el guión resulta extremadamente sólido, con momentos de cariz científico en lo teológico y en lo histórico.
Y el trabajo de dirección, se aprecia meticuloso, ordenado, y brillante.
Del reparto, me sigue sin despertar algo Andrew Garfield, un actor malo, y acá se mantiene tan pulcro y estilizado, mostrado entre hippie de clase alta, y un Jesús moderno.
Mientras Adam Driver está más convincente, en un papel castigado, pues entra, sale y vuelve a entrar en la historia, a conveniencia del autor, sin olvidar que todo está narrado desde la perspectiva de Garfield, como personaje principal.
Como dato, Driver perdió 50 libras por el papel:
30 libras antes de filmar, y 20 durante la filmación; mientras Liam Neeson perdió 20 libras por su papel.
Neeson nunca defrauda cuando se sale de sus papeles de héroe, y acá ordena la casa, pone todas las piezas en su lugar, destacable labor.
Yōsuke Kubozuka, en el personaje de Kichijiro, es un personaje interesante, retratado como “el gran cobarde”, pero lo más interesante es su contradictoria actitud, de siempre buscar el perdón y la confesión, aún después de apostatar tantas veces, y más chocante, después de traicionar al sacerdote.
Pero no es contradictorio de veras, pues la cobardía de Kichijiro, llega a tal punto que tiene miedo del castigo final, de no poder entrar en “El Paraíso” prometido, ojo al gran engaño… y ese temor le lleva a buscar siempre el comodín del perdón.
Una interesante reflexión cristiana, sobre cómo el perdón final, borra todos los pecados, si uno se arrepiente.
¿Se arrepiente Kichijiro?
Claro que sí, y siempre.
Creo que es el personaje con quien más se puede identificar el espectador, porque está en la condición humana, el equivocarse, pero al final, todos o la mayoría nos arrepentimos de nuestros errores, y nos damos nuevas oportunidades para hacerlo bien.
Me ha gustado mucho este personaje, por lo que representa, también es una prueba de fuego constante para el misionero, que tiene que perdonarlo cada vez que lo busca y traiciona, pero quizás queda demasiado cómico conforme va avanzando la película, y pierde un poco de fuerza.
Y bueno, que decir de los pueblerinos japoneses... al final son los protagonistas de la película, los que dan una lección de humildad a los misioneros, que llevan detrás el ego de creerse los “salvadores” de esta gente, que son incluso más creyentes que ellos.
Por último, los japoneses son los que quedan mal parados, como los salvajes, pasivos y autoritarios, en especial, la figura patética y sobreactuada de Issey Ogata como Inoue Masashige, El Inquisidor.
Silence parece poner en raya lo buenos que eran los jesuitas, y lo malos que eran los budistas…
Pero esto no es una lucha entre religiones, de hecho, hay una crítica clara a la imbecilidad de los extremismos religiosos, condenados a llevar el odio allá donde ponen el pie, es un combate entre el ser humano y el ente divino, en la lucha existente en el ser terrenal por aprehender la divinidad desde la bondad y la humildad más pura y, finalmente, una confrontación con sus propios miedos y demonios, al descubrir que todo el amor del mundo, no va a poder jamás derrotar a aquellos que usan el odio irracional y la violencia salvaje como estilo de vida.
Y luego, claro está, “el silencio del Dios” al que se reza.
Un silencio que también es pura barbarie, y que acababa por no dar respuesta a la mayoría de los dilemas éticos que plantea la película.
Silence es una reflexión profunda sobre la eterna puja entre la fe y la razón, sobre la manipulación y el dominio que históricamente se ejerce a través de la religión, por parte de los estados, sobre las atrocidades que se cometen en nombre del dios que corresponda, y sobre la interpretación personalista y personalizada, a gusto del consumidor que cada uno hace de esa religión.
Como punto muy negativo, tenemos la contemplación… probablemente esa sea también su virtud, pues es el silencio, mostrado en el “no actuar” que planea sobre sus casi 3 horas de duración, es decir, excesivo metraje para el tema que quiere tocar, casi llegando al convencimiento para el más obtuso.
Eso sí, impacta conocer otra versión de La Invasión Cristiana a otros mundos.
Quedan en Silence, las imágenes que fluyen cruzando la barbarie más expeditiva con los paisajes más idílicos, al mismo tiempo que el ultraviolento corpus dramático interior va arrasando al espectador.
Y es que Silence, más que una película desesperada, es una película que pone en escena, la desesperación misma.
Sin agarraderos a los que sujetarse, sin ningún cobijo donde resguardarse, el sinsentido humano y divino, castiga al protagonista, un hombre bueno, al fin y al cabo, y al espectador por igual:
La sucia, cruel y extrema realidad, no tiene conmiseración a la hora de escupir en los valores más importantes con los que tratamos de dar forma al alma humana.
Un detalle hermoso sucede después de que el personaje de Andrew Garfield, aposta, mientras un gallo puede ser escuchado cantar 3 veces.
En La Biblia, después de que Pedro niega a Jesús, está escrito que un gallo cantó 3 veces.
Los sonidos de la Naturaleza, sí que acompañarán la acción, pero no dejando así de transmitir soledad, en la selva, en el mar… el silencio, tiene una gran potencia sonora, y es capaz de transmitir tanto como la banda sonora de Kim Allen y Kathryn Kluge.
“They would never compare themselves to Jesus.
Do you have the right to make them suffer?
I heard the cries of suffering in this same cell.
And I acted”
En la actualidad, tan sólo el 0,5% de la población japonesa, profesa la fe católica.
Apenas unos 500.000 fieles de un conjunto que supera los 126 millones de habitantes, en su mayoría, budistas.
La apostasía, no constituyen a solas, un acto formal de defección, si no son concretizados externamente, y si no son manifestados en la debida manera a la autoridad eclesiástica; y la apostasía manifestada debidamente por ese acto formal, tampoco constituye una exclusión de La Iglesia.
Esa misma comunicación, 10279/2006 del Vaticano, afirma en su punto 6, que la apostasía será anotada mediante la expresión “defectio ab Ecclesia catholica actu formali” en el libro de bautismos, cfr. can. 535, § 2.
En el punto siguiente aclara:
“Queda claro, en cualquier caso, que el vínculo sacramental... de pertenencia a la Iglesia... es una unión ontológica permanente, y no se pierde con motivo de ningún acto o hecho de defección.
Hoy en día, la apostasía es reclamada por la ciudadanía como un derecho, como parte integrante del derecho a la libertad de conciencia, y a la libertad de culto.
Estas personas, piden constar como apóstata, o que se elimine todo registro de pertenencia a un determinado grupo de creyentes, y que deje de incluírseles, a los efectos pertinentes, como miembros del grupo, sobre todo en aquellos casos en que la adscripción se produjo sin tomar en cuenta su opinión.
Las nuevas leyes sobre protección de datos, han supuesto la única vía legal para que se pudiera hacer efectiva la apostasía frente a las religiones.
Se calcula que durante el inicio del siglo XVII, al menos 5.500 cristianos fueron asesinados; y 2 siglos y medio después de la ejecución, cuando los misioneros cristianos regresaron a Japón, encontraron una comunidad de cristianos japoneses, que había sobrevivido escondiéndose.
Algunos regresaron oficialmente a La Iglesia Católica; otros se quedaron fuera de La Iglesia, y han quedado como “Kakure Kirishitan”, conservando sus propias creencias tradicionales, y sus descendientes afirman que mantienen la religión de sus antepasados.
Cuando El Papa Juan Pablo II visitó Nagasaki, en 1981, bautizó a algunos jóvenes de familias “Kakure Kirishitan”, siendo esto un fenómeno poco frecuente.
El 24 de noviembre de 2008, fueron canonizados 188 mártires, asesinados entre 1606 a 1639, en la ciudad de Nagasaki; donde 30.000 personas asistieron al evento presidido por El Cardenal José Saraiva Martins.
Con medio millón de japoneses nativos perteneciendo a La Iglesia, el número de católicos asciende a poco más de 1 millón, si se cuentan los inmigrantes de países católicos, como Filipinas.
Hoy, los católicos, gozan de la más amplia libertad y protección por parte del Gobierno del Japón; y muchos teólogos piensan, que el rol del “fumie” para los cristianos nipones, fue un signo del amor y perdón de Jesucristo.
“You may trample.
You may trample.
I more than anyone know of the pain in your foot.
You may trample.
It was to be trampled on by men that I was born into this world.
It was to share men's pain that I carried my cross”
La apostasía es la negación, la renuncia o la abjuración de la fe, en una religión.
Desde un punto de vista religioso, las distintas religiones consideran la apostasía, un acto de vicio, una corrupción de la virtud de la piedad:
Al fallar la virtud, la apostasía es su consecuencia.
Se pueden encontrar diversas referencias al término apostasía en El Catecismo de La Iglesia Católica, entre las que destaca el número 817, en el que se describe como “una ruptura que lesiona la unidad de La Iglesia, junto con la herejía y el cisma”
La Iglesia Católica lo considera un “pecado de extrema gravedad”, pues no rechaza un dogma de fe concreto, como es el caso de la herejía, sino que rechaza voluntariamente la fe cristiana por completo.
遠藤 周作/Shūsaku Endō fue un reconocido escritor japonés del siglo XX, que escribió con la singular perspectiva de ser japonés y católico, la población cristiana en Japón, es menor al 1%
Sus novelas reflejan muchas de las experiencias de su niñez; estas incluyen el estigma de ser un forastero, la experiencia de ser extranjero, la vida de un paciente en el hospital, y la lucha contra la tuberculosis.
Su fe católica, puede verse de alguna forma reflejada, y es a menudo una característica principal.
La mayoría sus los personajes, luchan contra complejos dilemas morales, y sus elecciones a menudo provocan resultados trágicos.
Su obra ha sido comparada con la de Graham Greene; de hecho, Greene catalogó personalmente a Endō, como uno de los mejores escritores del siglo XX.
“沈黙/Silence” (1966) es el trabajo de Endō más famoso, generalmente reconocido como su obra maestra.
Escrita en parte en forma de una carta de su personaje central, el tema de un Dios silencioso que acompaña a un creyente en la adversidad, fue muy influenciado por la experiencia católica de Endō, de la discriminación religiosa en Japón, el racismo en Francia, y la debilitante tuberculosis.
Es una novela histórica, que cuenta la historia de un misionero portugués en el Japón de principios del siglo XVII, que se convierte en un apóstata, pero únicamente de manera formal, pues sufrió persecución en la época de los “Kakure Kirishitan”, o “cristianos ocultos”, que siguió a la derrota de La Rebelión de Shimabara, en 1637.
Las actividades misioneras católicas en Japón, comenzaron en 1549, desempeñadas exclusivamente por los jesuitas auspiciados por los portugueses, hasta que las órdenes mendicantes auspiciadas por los españoles, lograron entrar a Japón, en el período de Los Reinos Combatientes.
Durante los primeros años de la misión jesuita en Japón, esta contó con el respaldo de Oda Nobunaga, principal daimio del país, tras deponer al último de los shogun Ashikaga, que vio en los religiosos extranjeros, una forma de socavar el poder de las sectas budistas, y facilitar las relaciones comerciales con España y Portugal.
Esta actitud tolerante hacia los misioneros de La Compañía de Jesús, concluyó con el asesinato de Oda Nobunaga, en el incidente de Honno-ji, y posterior ascenso al poder, de uno de sus principales vasallos:
Toyotomi Hideyoshi.
Hideyoshi, de actitudes más conservadoras hacia las influencias extranjeras, subvirtió la política de su antecesor, y promulgó en 1587, el primer edicto de prohibición del cristianismo en Japón, y expulsión de los misioneros jesuitas.
La Rebelión de Shimabara, fue un levantamiento armado de campesinos japoneses, principalmente cristianos, en El Periodo Edo; y esa rebelión, fue la última rebelión de campesinos más grande, hasta la década de 1860.
En 1587, se dicta el primer edicto de persecución contra los cristianos, a instancia del bonzo Nichijoshonin.
En 1597, el Taikō Toyotomi Hideyoshi, condenó a muerte a 26 cristianos que fueron ejecutados el 5 de febrero de ese año.
Los cristianos, fueron atados sobre cruces, fueron elevados en lo alto de una colina de Nagasaki, y fueron lanceados; siendo ejecutados y conocidos como “Los 26 Mártires de Japón”
En 1622, se produjo otro martirio de cristianos, conocido como El Gran Martirio de Nagasaki.
A pesar de la prohibición existente del cristianismo en Japón, fue observada rigurosamente, y el cristianismo en Japón sobrevivió solamente por los Kakure Kirishitan, que profesaban su fe secretamente.
Kirishitan, significa “cristianos” en japonés, y hoy es usado como un término historiográfico en los textos japoneses para los cristianos en Japón en los siglos XVI y XVII; la palabra como tal, proviene del portugués “cristão” o “cristiano”
Además, los misioneros eran conocidos en Japón, como bateren, pateren, ambos provenientes de “padre”, o iruman de irmão, “hermano”
Esta “Iglesia de Las Catacumbas”, adoraba en cuartos secretos y en sus hogares.
Al pasar el tiempo, las figuras de Los Santos y de La Virgen María fueron transformados en figurines que se asemejaban a las tradicionales estatuas de Buda, y de los bodhisattvas, las plegarias fueron adaptadas a los cantos parecidos a los budistas, manteniendo muchas palabras sin traducir del Latín, Español y Portugués.
La Biblia se pasaba tradicionalmente, debido a que las versiones impresas eran confiscadas por las autoridades.
Debido a la expulsión de los sacerdotes, la dirección de los cristianos quedó en manos de laicos, que bautizaban a los nuevos cristianos.
La fe cristiana, es entonces mantenida en privado desde entonces por el protagonista de “沈黙/Silence” (1966)
Un joven jesuita portugués, llamado Sebastião Rodrigues, basado en el personaje histórico, Giuseppe Chiara, cuando es enviado a Japón, para socorrer a La Iglesia Católica local, e investigar las denuncias de que su mentor, el padre Cristóvão Ferreira, ha cometido apostasía.
Cristóvão Ferreira, fue realmente un misionero jesuita portugués, que se hizo conocido por haber cometido apostasía, después de haber sido torturado durante la persecución anticristiana católica de Japón.
Se convirtió en el más famoso de los “sacerdotes caídos”, y cambió su nombre por el de Sawano Chuan, y se inscribió en un templo budista de conformidad con la ley japonesa de esa época, y se llamó a sí mismo “un miembro de la secta Zen”, pero sus propias publicaciones atestiguan que adoptó una filosofía de la ley natural.
Después de su apostasía, se casó con una japonesa, y escribió varios libros, entre ellos, tratados de astronomía y medicina occidentales, que fueron ampliamente distribuidos en El Periodo Edo.
También escribió un libro de forma privada en la religión titulado “El Engaño Revelado” en 1636, pero no fue publicado hasta 300 años después, y participó en los juicios de otros jesuitas capturados.
Él estaba a menudo presente durante el uso del “fumie”, por el que presuntos cristianos fueron obligados a pisotear la imagen de Jesucristo.
Así pues, Fr. Sebastião Rodrigues, y su compañero, Fr. Francisco Garrpe, llegan a Japón, en 1638.
Allí se encuentra con la población cristiana local en la clandestinidad.
Los funcionarios de seguridad, obligan a los que se sospechan de ser cristianos, a pisotear el fumie.
El “fumie” era un retrato de Cristo o La Virgen María, toscamente talladas, que las autoridades religiosas del shogunato Tokugawa de Japón, usaban para descubrir a los sospechosos de ser cristianos católicos, y demostrar que pertenecían a esta religión declarada ilegal; siendo empleado por primera vez, durante la persecución de cristianos en Nagasaki de 1629, y siendo usado solamente en esta ciudad.
La política del gobierno de Edo, actual Tokio, era que los creyentes apostataran de su fe; y aquellos católicos que rehusaban cambiar su religión, fueron torturados.
Cada Año Nuevo japonés, los cristianos eran obligados a pisar imágenes de La Virgen María y otros santos, para probar que no eran cristianos.
Muchos, escaparon a islas aisladas para no apostatar de su fe; y otros de ellos, que rehusaron abandonar su fe, fueron muertos por el gobierno.
Las ejecuciones, a veces tenían lugar en El Monte Unzen de Nagasaki, donde los condenados eran lanzados al volcán.
Los que se niegan, son encarcelados y asesinados por “anazuri”, colgando boca abajo sobre un pozo, y poco a poco van sangrado.
Aquellos cristianos que pisan la imagen para permanecer ocultos, están profundamente avergonzados por su acto de apostasía.
Así, la novela relata las tribulaciones de los cristianos, y la creciente penuria sufrida por Rodrigues, que aprende más sobre las circunstancias de la apostasía de Ferreira.
Por último, Rodrigues es traicionado por “El Judas” Kichijiro.
En el clímax, cuando Rodrigues pisa un fumie, Cristo rompe su silencio:
“Sin embargo, el rostro era diferente de aquel en que el sacerdote había mirado tantas veces en Portugal, en Roma, en Goa y en Macao.
No fue Cristo, cuyo rostro estaba lleno de majestad y gloria, tampoco era un rostro embellecido por la resistencia al dolor, ni tampoco era una cara con la fuerza de voluntad que rechazó la tentación.
El rostro del hombre que luego quedó a sus pies, en el fumie, fue hundido y totalmente agotado...
La tristeza que había mirado hacia él, Rodrigues, como los ojos hablaban suplicante:
“¡Pisotea!
¡Pisotea!
Cabe pisotearla por lo que estoy aquí”
El autor, Shūsaku Endō, dijo que se inspiró en la película “La Strada” (1954) de Federico Fellini, al concebir esta historia, particularmente el personaje de Kichijiro, un personaje caracterizado por ser un tramposo, que una vez fue cristiano, pero que renunció a su fe para evitar ser ejecutado, y que se ha interpretado como la metáfora de Judas.
“沈黙/Silence” (1966), ha sido objeto de un amplio análisis:
William Cavanaugh se refiere a la novela, como de una “ambigüedad moral profunda”, debido a la representación de un Dios que “ha optado por no eliminar el sufrimiento, sino a sufrir con la humanidad”
Endō, en su libro “Una Vida de Jesús”, afirma que la cultura japonesa se identifica con “uno que sufre con nosotros” y que “permite nuestra debilidad”, y así:
“Con este hecho siempre en mente, he intentado no tanto para representar a Dios en la imagen paterna que tiende a caracterizar el cristianismo, sino más bien para representar el aspecto maternal de buen corazón de Dios, que nos revela en la personalidad de Jesús”
La novela “沈黙/Silence” (1966) de Shūsaku Endō, también sirvió como inspiración para 2 obras musicales:
El compositor y poeta, Teizo Matsumura, escribió el libreto y la música para una ópera con el mismo título, que se estrenó en El Nuevo Teatro Nacional de Tokio, en 2000.
Además, la novela inspiró La Sinfonía No. 3 “Silence”, compuesta en 2002, por el músico escocés, James MacMillan.
El libro, también inspiró las adaptaciones cinematográficas “Silence” (1971) de Masahiro Shinoda; “Os Olhos da Asia” (1996) del director de cine portugués, João Mário Grilo; y “Silence” (2016) de Martin Scorsese.
¿Qué nos hace ser lo que somos?
¿Dónde se sustentan los cimientos de la identidad?
¿Qué relación existe entre la identidad pública, y el fuero interno?
¿Es posible mantener la propia esencia, donde dominan la coacción y la manipulación?
¿Debía Japón, abrir el país a una religión siniestra, que pugna por el sacrificio y el sufrimiento?
“Father, it was not by us that you were defeated, but by this mudswamp, Japan”
Silence es un drama del año 2016, dirigido por Martin Scorsese.
Protagonizado por Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Ciarán Hinds, Issey Ogata, Tadanobu Asano, Shinya Tsukamoto, Ryo Kase, Sabu, Nana Komatsu, Yōsuke Kubozuka, Yoshi Oida, Ten Miyazawa, entre otros.
El guión es de Jay Cocks, basado en la novela homónima, escrita por Shūsaku Endō, sobre un jesuita que va a Japón en busca de su Maestro, y se encuentra con la hostilidad hacia el cristianismo, la violencia, y la muerte.
La historia se basa en hechos históricos reales, pero manteniendo el nombre de personaje del mentor del héroe Padre Ferreira, que era una figura histórica real.
El autor, Shūsaku Endō, cambió la nacionalidad del héroe, que históricamente era un italiano, llamado Giuseppe Cara, al portugués; la misma nacionalidad que Ferreira, y le dio el nombre ficticio de Sebastião Rodrigo, en la traducción inglesa traducida como Rodrigues.
Silence trae a la reflexión, cuestiones sobre la fe, la vida, y la religión, analizadas desde 2 formas muy diferentes de pensamiento.
Martin Scorsese, recibió la novela por El Reverendo Paul Moore, en 1988, quien no es católico, fue el sacerdote episcopal protestante liberal más renombrado de su tiempo, cuando sirvió como Obispo de La Diócesis de New York.
Martin Scorsese, y el guionista Jay Cocks, habían escrito un primer borrador de la película en la década de 1990, con la intención de que Scorsese lo dirija después de “Gangs Of New York” (2002); pero cuando Scorsese no pudo obtener financiación para el proyecto, decidió en su lugar, hacer “The Aviator” (2004)
Silence es el primer crédito escrito de Martin Scorsese en un largometraje, desde “Casino” (1995); y es la 3ª película basada en la religión, después de “The Last Temptation Of Christ” (1988) y “Kundun” (1997)
En octubre de 2016, el productor Irwin Winkler, dijo que él personalmente cree que esta película es lo mejor que Martin Scorsese ha hecho.
Además, en una obra marcada por la violencia, los personajes del cine de Scorsese, son “outsiders”, gánsteres, y los patológicamente obsesos; era lógico que el sentimiento de culpa heredado del tormento cristiano, abrasara con mayor o menor virulencia a sus protagonistas.
Silence, es entonces un nuevo tótem “scorseseano”, donde los protagonistas, seres humanos en pleno vía crucis físico y ético, se ven convertidos en mártires, a causa de su fe, mientras no dejan de buscar el auxilio de un Dios todopoderoso que sólo parece contestarles con el más absoluto de los silencios.
Ang Lee, ayudó a Martin Scorsese a decidir en diferentes lugares para la filmación de Silence, en varias localizaciones de Taiwan, como Taipei City, y Yangmingshan National Park.
El empeño de Scorsese, lo llevó a querer conocer de primera mano la reacción de la comunidad católica después de ver su película; por lo que 400 sacerdotes jesuitas, la orden religiosa sobre la que trata el filme, ya han visto la cinta.
Además, se realizó otro pase exclusivo en El Vaticano, con 50 invitados; con el objetivo que El Papa Francisco y Scorsese hablen de la película, y de la misión de La Compañía de Jesús sobre la que habla el filme; por ello se estrenó en La Ciudad del Vaticano, el 29 de noviembre de 2016, y se estrenó en Estados Unidos, el 23 de diciembre de 2016.
Estamos en la segunda mitad del siglo XVII, donde 2 jesuitas portugueses, Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garrpe (Adam Driver), viajan hasta Japón, en busca de su mentor espiritual, El Padre Cristóvão Ferreira (Liam Neeson), quien al parecer, ha cometido apostasía tras ser torturado.
Lo que no se esperaba era que ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos.
Y es que, en el país nipón, la práctica del catolicismo no está permitida, por lo que aquellos que practican esta creencia, deben hacerlo en la clandestinidad.
Los misioneros jesuitas, serán testigos de la violenta persecución a la que son sometidos los cristianos japoneses, que están bajo un régimen dictatorial que busca eliminar cualquier influencia occidental en el país.
Silence te plantea muy bien, la cuestión de si es necesario que pierdas la vida por renegar de tu fe, o si es una estupidez.
Yo personalmente, como soy bastante poco creyente, pienso lo segundo claro.
Quizás por eso, la película me ha parecido muy repetitiva y pesada…
Más viniendo de un director como Martin Scorsese, que nos ha brindado un puñado de obras maestras en su filmografía.
Y es que Silence no es un plato fácil de digerir, hay que ir preparado para el cambio de rumbo que supone la nueva aventura del director, que acaba convirtiéndose en una totémica obra sobre la fe del ser humano y los cuestionamientos sobre la autoridad y el poder.
“The price for your glory is their suffering!”
Como su propio título indica, Silence trata de un silencio incontestable, del silencio por antonomasia:
El de Dios.
La obra de Scorsese, que no por ser cine, y albergar otros subtextos, puede renunciar a su discurso teológico, entronca así con uno de los temas más presentes en el pensar cristiano a partir de La Segunda Guerra Mundial.
“Después de Auschwitz”, afirmaba un renombrado teólogo, “no es ya posible hacer teología”
Con esa frase manifestaba, cuanto menos, la capitulación de su identidad pública ante la experiencia un dolor indecible.
Y he aquí, precisamente, el verdadero fondo de Silence, aquello por lo que la cinta se convierte en memorable:
La reflexión acerca de los límites de la identidad personal.
Durante el siglo XVII, Europa era un polvorín de guerras de religión, el viejo mundo se desangraba entre herejías, brujas, católicos, protestantes y luteranos.
Las guerras de religión, cubrieron al continente en una espesa neblina de intolerancia e ignorancia, que tardaría en irse un siglo entero.
La fe, se convertía en el motivo de lucha de los estados, trascendía el propio mensaje de Dios, que quedaba en un segundo plano ante la realidad geopolítica.
Los jesuitas, eran vistos por sus contemporáneos, como una poderosa organización que imbricaba a todos los sectores de la sociedad, grandes filósofos, militares, banqueros y teólogos, formaban parte de una organización que había sido expulsada de varios estados europeos, por su desmesurado poder.
En esta realidad de intolerancia y dogmatismo, los jesuitas se lanzaron a la aventura de la evangelización, y en algunos lugares del mundo, el sistema funcionó, quedaba ahora la enorme tarea de evangelizar el país japonés…
Silence se divide en 2 vertientes:
Por un lado, el empeño de 2 jesuitas por evangelizar a un pueblo; y segundo, los cuestionamientos de fe, que los propios monjes se hacen ante tan dura realidad.
Los clérigos se embarcan en dicha misión, sin un pleno conocimiento de lo que allí les espera:
Van a ser testigos del suplicio, y del grado de violencia a los que los japoneses someten a los cristianos, ya que en el país nipón, la práctica del catolicismo no está permitida, y los creyentes han de llevarla a cabo en la clandestinidad.
El tema de la fe; su torturado sendero; los distintos estados de ánimo que lo conforman…
Porque quien tiene fe, tiene esperanza, pero también dudas, temor y hasta miedo.
Quien tiene fe, desea compartirla, y hacer a los demás, partícipes de ella.
Es un don, y una responsabilidad.
Te da, y te quita; te conforta y te angustia.
La fe, puesta a prueba, rara vez otorga paz interior.
Antes, al contrario, agita el alma confrontando las hipótesis de lo invisible con las certezas de lo visible:
El ideal con lo real.
Aunque lo peor de la fe es, sin duda alguna, su naturaleza irresoluble; la imposibilidad de confirmarla o refutarla a lo largo de esta vida.
El “silencio de Dios” conduce primero al desánimo, al pesimismo después, y finalmente, a la resignación.
Esa resignación infinita, a la que el prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX, Søren Aabye Kierkegaard consideraba “el estado anterior a la fe”, que para él no era otra cosa que la creencia ciega en el absurdo; estado que el sufrido Padre Rodrigues, calcando el camino de su predecesor y Maestro, El Padre Ferreira, ambos caras de una misma moneda, alcanzará, quizá sin saberlo, y muy a su pesar, tras una misión evangélica suicida; plagada de peligros, sacrificios, tentaciones y tormentos, en un Japón escarpado, opaco y neblinoso.
La persecución, debió ser fortísima, a lo que se ve, de modo que los padres pueden volver al origen del cristianismo, cuando era perseguido, y los cristianos eran puros, prefiriendo la muerte antes que renunciar a su fe.
En los padres, especialmente en El Padre Rodrigues, cuando es delatado, se abre este debate interior.
De él depende que los campesinos cristianos sean martirizados… o liberados.
El inquisidor, aspira a derrotar la fe del Padre Rodrigues, haciéndole ver que lo que le mueve es solo soberbia, y que Cristo pisaría la imagen religiosa, porque amaría a los hombres, y no permitiría que sufrieran.
Pero El Padre Rodrigues siente “el silencio de Dios”, y la angustia de Cristo en el huerto de Getsemaní.
El debate con la imagen de Cristo, es de lo mejor de la película.
En la forma, Silence respeta la estructura epistolar del texto original del autor, mostrando los puntos de vista, las razones y sinrazones de 2 culturas tan diferentes, que resulta casi imposible conjugar.
Y la película, de escasa trama y ritmo “ajaponesado”, consta de una introducción, 2 partes y un epílogo, obviando los cánones del cine más comercial, para optar por una narración densa e introspectiva, en la que abundan la simbología religiosa e imágenes de enorme poderío visual, como las de la espeluznante secuencia de la crucifixión de los campesinos cristianos frente al mar, los famosos Kakure Kirishitan, o “cristianos ocultos”
En el fondo, Silence es una película sobre la fe.
Sobre la fe religiosa, y cómo conservarla frente al más categórico de los horrores, y sobre la fe en el cine y su poder a la hora de convertir en imágenes un doble relato:
El físico; o cómo el sinsentido humano derivado del fervor religioso, acaba convirtiéndose en tortura y asesinato; y el místico, a través de la transmutación del soldado religioso en un Nuevo Mesías, martirizado hasta la extremaunción, la tautología que refleja el rostro de Jesucristo en las aguas de un riachuelo con el del sufrido protagonista, es tremendamente clara al respecto.
Técnicamente, no es lo mejor de Scorsese, pero está bellamente filmada, en parajes hermosos, y alguno que otro encuadre destacable.
Como era de esperar, en un proyecto que sabemos tan personal, Scorsese pone todo su esfuerzo en hacer de Silence una obra maestra, una joya de su filmografía.
El ansia de perfección del realizador, abarca la fotografía de Rodrigo Prieto, que evoca sin rebozo, a aquel otro gran film sobre las misiones jesuíticas, “The Mission” (1986)
En la misma línea, el guión resulta extremadamente sólido, con momentos de cariz científico en lo teológico y en lo histórico.
Y el trabajo de dirección, se aprecia meticuloso, ordenado, y brillante.
Del reparto, me sigue sin despertar algo Andrew Garfield, un actor malo, y acá se mantiene tan pulcro y estilizado, mostrado entre hippie de clase alta, y un Jesús moderno.
Mientras Adam Driver está más convincente, en un papel castigado, pues entra, sale y vuelve a entrar en la historia, a conveniencia del autor, sin olvidar que todo está narrado desde la perspectiva de Garfield, como personaje principal.
Como dato, Driver perdió 50 libras por el papel:
30 libras antes de filmar, y 20 durante la filmación; mientras Liam Neeson perdió 20 libras por su papel.
Neeson nunca defrauda cuando se sale de sus papeles de héroe, y acá ordena la casa, pone todas las piezas en su lugar, destacable labor.
Yōsuke Kubozuka, en el personaje de Kichijiro, es un personaje interesante, retratado como “el gran cobarde”, pero lo más interesante es su contradictoria actitud, de siempre buscar el perdón y la confesión, aún después de apostatar tantas veces, y más chocante, después de traicionar al sacerdote.
Pero no es contradictorio de veras, pues la cobardía de Kichijiro, llega a tal punto que tiene miedo del castigo final, de no poder entrar en “El Paraíso” prometido, ojo al gran engaño… y ese temor le lleva a buscar siempre el comodín del perdón.
Una interesante reflexión cristiana, sobre cómo el perdón final, borra todos los pecados, si uno se arrepiente.
¿Se arrepiente Kichijiro?
Claro que sí, y siempre.
Creo que es el personaje con quien más se puede identificar el espectador, porque está en la condición humana, el equivocarse, pero al final, todos o la mayoría nos arrepentimos de nuestros errores, y nos damos nuevas oportunidades para hacerlo bien.
Me ha gustado mucho este personaje, por lo que representa, también es una prueba de fuego constante para el misionero, que tiene que perdonarlo cada vez que lo busca y traiciona, pero quizás queda demasiado cómico conforme va avanzando la película, y pierde un poco de fuerza.
Y bueno, que decir de los pueblerinos japoneses... al final son los protagonistas de la película, los que dan una lección de humildad a los misioneros, que llevan detrás el ego de creerse los “salvadores” de esta gente, que son incluso más creyentes que ellos.
Por último, los japoneses son los que quedan mal parados, como los salvajes, pasivos y autoritarios, en especial, la figura patética y sobreactuada de Issey Ogata como Inoue Masashige, El Inquisidor.
Silence parece poner en raya lo buenos que eran los jesuitas, y lo malos que eran los budistas…
Pero esto no es una lucha entre religiones, de hecho, hay una crítica clara a la imbecilidad de los extremismos religiosos, condenados a llevar el odio allá donde ponen el pie, es un combate entre el ser humano y el ente divino, en la lucha existente en el ser terrenal por aprehender la divinidad desde la bondad y la humildad más pura y, finalmente, una confrontación con sus propios miedos y demonios, al descubrir que todo el amor del mundo, no va a poder jamás derrotar a aquellos que usan el odio irracional y la violencia salvaje como estilo de vida.
Y luego, claro está, “el silencio del Dios” al que se reza.
Un silencio que también es pura barbarie, y que acababa por no dar respuesta a la mayoría de los dilemas éticos que plantea la película.
Silence es una reflexión profunda sobre la eterna puja entre la fe y la razón, sobre la manipulación y el dominio que históricamente se ejerce a través de la religión, por parte de los estados, sobre las atrocidades que se cometen en nombre del dios que corresponda, y sobre la interpretación personalista y personalizada, a gusto del consumidor que cada uno hace de esa religión.
Como punto muy negativo, tenemos la contemplación… probablemente esa sea también su virtud, pues es el silencio, mostrado en el “no actuar” que planea sobre sus casi 3 horas de duración, es decir, excesivo metraje para el tema que quiere tocar, casi llegando al convencimiento para el más obtuso.
Eso sí, impacta conocer otra versión de La Invasión Cristiana a otros mundos.
Quedan en Silence, las imágenes que fluyen cruzando la barbarie más expeditiva con los paisajes más idílicos, al mismo tiempo que el ultraviolento corpus dramático interior va arrasando al espectador.
Y es que Silence, más que una película desesperada, es una película que pone en escena, la desesperación misma.
Sin agarraderos a los que sujetarse, sin ningún cobijo donde resguardarse, el sinsentido humano y divino, castiga al protagonista, un hombre bueno, al fin y al cabo, y al espectador por igual:
La sucia, cruel y extrema realidad, no tiene conmiseración a la hora de escupir en los valores más importantes con los que tratamos de dar forma al alma humana.
Un detalle hermoso sucede después de que el personaje de Andrew Garfield, aposta, mientras un gallo puede ser escuchado cantar 3 veces.
En La Biblia, después de que Pedro niega a Jesús, está escrito que un gallo cantó 3 veces.
Los sonidos de la Naturaleza, sí que acompañarán la acción, pero no dejando así de transmitir soledad, en la selva, en el mar… el silencio, tiene una gran potencia sonora, y es capaz de transmitir tanto como la banda sonora de Kim Allen y Kathryn Kluge.
“They would never compare themselves to Jesus.
Do you have the right to make them suffer?
I heard the cries of suffering in this same cell.
And I acted”
En la actualidad, tan sólo el 0,5% de la población japonesa, profesa la fe católica.
Apenas unos 500.000 fieles de un conjunto que supera los 126 millones de habitantes, en su mayoría, budistas.
La apostasía, no constituyen a solas, un acto formal de defección, si no son concretizados externamente, y si no son manifestados en la debida manera a la autoridad eclesiástica; y la apostasía manifestada debidamente por ese acto formal, tampoco constituye una exclusión de La Iglesia.
Esa misma comunicación, 10279/2006 del Vaticano, afirma en su punto 6, que la apostasía será anotada mediante la expresión “defectio ab Ecclesia catholica actu formali” en el libro de bautismos, cfr. can. 535, § 2.
En el punto siguiente aclara:
“Queda claro, en cualquier caso, que el vínculo sacramental... de pertenencia a la Iglesia... es una unión ontológica permanente, y no se pierde con motivo de ningún acto o hecho de defección.
Hoy en día, la apostasía es reclamada por la ciudadanía como un derecho, como parte integrante del derecho a la libertad de conciencia, y a la libertad de culto.
Estas personas, piden constar como apóstata, o que se elimine todo registro de pertenencia a un determinado grupo de creyentes, y que deje de incluírseles, a los efectos pertinentes, como miembros del grupo, sobre todo en aquellos casos en que la adscripción se produjo sin tomar en cuenta su opinión.
Las nuevas leyes sobre protección de datos, han supuesto la única vía legal para que se pudiera hacer efectiva la apostasía frente a las religiones.
Se calcula que durante el inicio del siglo XVII, al menos 5.500 cristianos fueron asesinados; y 2 siglos y medio después de la ejecución, cuando los misioneros cristianos regresaron a Japón, encontraron una comunidad de cristianos japoneses, que había sobrevivido escondiéndose.
Algunos regresaron oficialmente a La Iglesia Católica; otros se quedaron fuera de La Iglesia, y han quedado como “Kakure Kirishitan”, conservando sus propias creencias tradicionales, y sus descendientes afirman que mantienen la religión de sus antepasados.
Cuando El Papa Juan Pablo II visitó Nagasaki, en 1981, bautizó a algunos jóvenes de familias “Kakure Kirishitan”, siendo esto un fenómeno poco frecuente.
El 24 de noviembre de 2008, fueron canonizados 188 mártires, asesinados entre 1606 a 1639, en la ciudad de Nagasaki; donde 30.000 personas asistieron al evento presidido por El Cardenal José Saraiva Martins.
Con medio millón de japoneses nativos perteneciendo a La Iglesia, el número de católicos asciende a poco más de 1 millón, si se cuentan los inmigrantes de países católicos, como Filipinas.
Hoy, los católicos, gozan de la más amplia libertad y protección por parte del Gobierno del Japón; y muchos teólogos piensan, que el rol del “fumie” para los cristianos nipones, fue un signo del amor y perdón de Jesucristo.
“You may trample.
You may trample.
I more than anyone know of the pain in your foot.
You may trample.
It was to be trampled on by men that I was born into this world.
It was to share men's pain that I carried my cross”
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