La La Land

“Here's to the fools who Dream”

La nostalgia tiene música y mucho baile; es un sentimiento potente, y se encuentra en alza por estos días; en particular, como recurso creativo en cine y TV.
¿O deberíamos decir como nueva estrategia de consumo?
También en la música, la moda y hasta la literatura, parecemos estar viviendo un pico de consumo nostálgico.
¿Por qué?
Es probable que el cine y la TV sean los espacios en donde más se nota esta pulsión de rescate, gracias al aceleramiento y al acortamiento en los ciclos de consumo, “binge watching” mediante.
Otra explicación posible considera que los acontecimientos políticos y económicos recientes en los Estados Unidos, podrían estar también de extrañas e incomprensibles maneras, “reversionando” décadas pasadas:
Recesión económica, viraje a posturas políticas conservadoras, guerra sin fin a la vista…
De allí que las ficciones vuelvan la mirada hacia atrás, ejercicio que es consecuencia de un desplazamiento cultural y retroceso, se entiende, macro.
Del resurgimiento de la comedia musical, se suele hablar en una estrategia de “marketing” de la que ya deberíamos librarnos, con una frecuencia quinquenal.
Hay quienes exageran incluso hablando cada 5 o 6 años de “resurrección” cuando esa condición ha aplicado, se sabe, para una sola persona, y nunca para un movimiento, género o revolución.
Esa clase de especulaciones, no cabe utilizarlas, está clarísimo a los géneros que están vivos pero, vamos que tampoco a los que están muertos.
En 2006, comenzó el éxito de la saga “High School Musical”, un musical modesto para televisión, con actores talentosos y canciones pop, que cosechó tal éxito, que Disney continuo con 2 secuelas, la última de ellas, trasladada al cine con gran éxito; dicha saga, revalorizó el género musical para el público adolescente.
Y es que a Hollywood le encanta revivir el espíritu de sus géneros más míticos.
No es la primera vez que sucede un fenómeno parecido.
Destaca en 1996, una vuelta al musical clásico de la mano de Alan Parker con “Evita”, un musical de época, enteramente cantado, protagonizado por Madonna y Antonio Banderas.
En 2002, “Chicago”, en la que planeaba la sombra del mítico Bob Fosse, y su estilo inconfundible a la hora de abordar los números musicales; se convirtió en la gran triunfadora de los Premios Oscar, hoy en día, considerado uno de los mayores musicales de la historia del género, que recupera el encanto, frescura e inteligencia de los musicales clásicos, tales como “Cabaret” (1972), del que claramente está inspirado.
El mismo director, Rob Marshall, intentó repetir la jugada más tarde, primero con “Nine” (2009), esta vez invocando el fantasma de Fellini y los años de “La Dolce Vita”, como si se tratara de un show burlesque; y después con “Into The Woods” (2014), en la que recreaba la atmósfera de los cuentos de hadas.
En realidad, muchos de estos proyectos, se encuentran enfocados a intentar capturar la esencia de los musicales de Broadway, y trasladar el éxito conseguido en las tablas, a la gran pantalla.
Es el caso de “The Phantom Of The Opera” (2004) o “Les Misérables” (2012), propuestas de corte más clásico y acomodaticio, o de otras más extravagantes como “Sweeney Todd: The Demon Barber Of Fleet Street” (2007), teñida por el genio inclasificable de Tim Burton.
También las hay más locas y desinhibidas, como “Hairspray” (2007), que no bebía tanto de su fuente original, la película de John Waters del mismo título, como de su montaje teatral posterior.
Baz Luhrmann, intentó dotar de un nuevo impulso al género con “Moulin Rouge!” (2001), irresistible delirio kitsch, a modo de pastiche saturado de barroquismo escénico y herencia folletinesca, que contaba con una banda sonora a ritmo de pegadizo “medley pop” que emanaba puro zumo de posmodernidad.
En el ámbito más alternativo, Todd Haynes en “Velvet Goldmine” (1998), tiñó de purpurina y ambigüedad sexual, el auge y caída de un ídolo del “glam rock” con reminiscencias a David Bowie, a través de una imaginería neo-psicodélica, salpicada con canciones de Roxy Music o Lou Reed.
Más tarde, el mismo autor configuraría un experimento, casi de carácter metalingüístico, alrededor de la figura de Bob Dylan en “I'm Not There.” (2007), y también muy intertextual fue la adaptación de “The Singing Detective” (2003), creada por Denis Potter, en la que se mezcla la novela negra, con evocaciones freudianas y excéntricas coreografías retro.
Y en la misma senda que “Velvet Goldmine” (1998), también se encuentra otra cinta de culto:
“Hedwig and The Angry Inch” (2001), en la que John Cameron Mitchell, se acercaba a arrolladora vida de un transexual, en un rabioso y desesperado canto a la aceptación de la identidad.
Así, también en 2006, triunfó el clásico de Broadway trasladado al cine:
“Dreamgirls” que consiguió múltiples premios y gran taquilla.
Más tarde llegaría el turno en 2007, a 2 grandes musicales modernos:
“Hairspray” de Adam Shankman, que resultó ser un grandísimo éxito entre el público y la crítica, sobre todo gracias a su gran banda sonora, llena de temas de diversos estilos como el Jazz, R&B, Gospel, etc., y a su gran reparto.
Y “Across The Universe”, que por fin trae al cine musical, la mítica música del grupo inglés, The Beatles.
Más “light” y naíf, son las aproximaciones al cine musical de John Carney en “Once” (2007), y la reciente “Sing Street” (2016), en las que lo importante es el poder redentor de las canciones.
Una óptica opuesta a la de Lars von Trier en “Dancer In The Dark” (2000), en la que sumergía a Björk en un melodrama desgarrador, salpicado por números musicales de carácter onírico, en los que confrontaba los postulados austeros del Dogma-95, a la estética del videoclip contemporáneo.
Y Disney, desde que produjera su gran éxito:
“The Little Mermaid (1989)”, desde entonces, sus producciones son musicales puros, donde la música ilustra argumentos de ensueño.
Los musicales volvieron a atraer grandes masas de público, para ver un musical de acción real; el musical cinematográfico, es el camino por el que nosotros hemos llegado al teatro musical, y así lo conocemos más si cabe.
Es todo un ejercicio de estilo, que demuestra que les gusta a todos o casi.
Tanto que se pide a gritos su vuelta, para que sea espacio de nuestra memoria.
Quizás tengan razón, cuando dicen que “hoy las cosas no son como eran entonces”
Cierto, incluso aciertan cuando dicen que “los actores actuales tienen una escasa capacidad para hacer coreografía, y su voz es bastante magra”
Bueno, pero tienen muchos de ellos buenas intenciones al hacer homenajes cuando hacen cine como el de antes.
Otros lo que hacen es el cine de ahora, con la gente, los músicos y los coreógrafos de ahora.
Eso es lo interesante y destacable.
Esto es lo que hace que este género esté vivo, y haciendo películas que se comerán el mundo.
“It's pretty strange that we keep running into each other”
La La Land es un musical del año 2016, escrito y dirigido por Damien Chazelle.
Protagonizado por Ryan Gosling, Emma Stone, J.K. Simmons, Rosemarie De Witt, John Legend, Finn Wittrock, Sonoya Mizuno, Jessica Rothe, Jason Fuchs,Tom Everett Scott, Callie Hernandez, Trevor Lissauer, Phillip E. Walker, Hemky Madera, Kaye L. Morris, entre otros.
Durante años, el director Damien Chazelle, no pudo producir La La Land, su proyecto soñado.
Esto le llevó a escribir “Whiplash” (2014), por pura frustración, un filme con un concepto más fácil de vender, y con menos riesgo financiero.
Pero con “Whiplash”, Chazelle obtuvo gran éxito y multitud de premios, entre ellos, 3 premios Oscar:
Mejor Montaje, Mejor Sonido, y Mejor Actor de Reparto para J.K. Simmons.
Finalmente, el director estrena la película por la que ha estado luchando durante una década; y curiosamente, todo lo que ha dirigido Damien Chazelle, han sido 3 películas y un cortometraje, que tienen como temática la música, teniendo especial predilección por el género jazz.
Estamos pues, ante una metódica, a ratos fascinante recuperación de la alquimia formal del musical clásico, que se afana en negar esa posmodernidad de sala de edición omnipresente en el género desde hace un tiempo.
La La Land es una versión moderna del musical hollywoodense, en relación al género musical, y en concreto, a los musicales clásicos.
El director Damien Chazelle, ha comentado:
“Hay una razón por la que los musicales antiguos son atemporales.
Se justifican de forma emocional, es eso lo que dicta las canciones.
Eso sí, a la vez, genera una gran responsabilidad sobre el director durante todo el filme.
Mi idea fue tomar el viejo género musical, pero fundarlo en la vida real, donde las cosas no siempre funcionan exactamente.
Hay algo muy poético en la ciudad, creo.
Fue construida por gente con sueños poco realistas, y que hacía todo para lograrlos”
Desde el principio, Chazelle quería números musicales de la película, que se filme de “pies a cabeza”, utilizando diversos estilos, pantalla ancha “CinemaScope”, y llevaron a cabo en una sola toma, como los de las obras de Ginger Rogers y Fred Astaire.
Así se presenta, en CinemaScope, con el logo original de 20th Century Fox de 1953, y la relación de aspecto es de 2,55: 1; la misma relación de aspecto de las primeras características de CinemaScope, que solo tenía una banda sonora magnética de 4 pistas.
Esto cambió más tarde a 2.35: 1; y 2.39: 1; cuando se añadió una pista de copia de seguridad óptica.
Cuando se proyecta en una pantalla en una proporción de 2,39: 1; esta característica tiene pequeñas barras negras en la parte superior e inferior.
Chazelle y su amigo, encargado de la banda sonora, Justin Hurwitz, tuvieron que luchar contra su desconocida trayectoria, para lograr que los estudios tomaran en cuenta el proyecto de La La Land.
Como se trataba de un musical contemporáneo, no habían canciones “conocidas”, y estaba la duda en torno a la popularidad del género en el nuevo siglo.
Y es el riesgo y la bondad de La La Land, que van de la mano:
Es un musical con canciones originales, no apela a un repertorio de “standards” conocidos, ni es tampoco la adaptación de un musical de Broadway.
La banda sonora, tan maravillosa y autentica, la compuso Justin Hurwitz; y las melodías las interpretan los protagonistas, Ryan Gosling y Emma Stone.
Si nadie se sabe las canciones, y no hay cantantes profesionales, el reto iba a ser, obviamente mayor.
Dependían de la calidad de la música, de lo “pegajosos” que fueran los temas, y de que la historia fuera lo suficientemente envolvente, como para que no pensáramos si los actores están cantando y bailando adecuadamente.
Pero si todo esto no fuera ya difícil, requería también que el espectador fuera sensible o romántico, o por lo menos se comportara como tal, dejando momentáneamente el cinismo existencial y los prejuicios, hacia el musical a la entrada del teatro.
Además del fondo:
Esta es una historia de sueños, ilusiones… y profundas decepciones.
Los personajes son unos perdedores, una aspirante a actriz y un nostálgico músico de jazz, que están esperando una oportunidad.
Y la ciudad, claro, en este caso Los Angeles, es el testigo silencioso de aquellos que lo intentan y lo intentan, pero jamás logran triunfar.
Estas historias de perdedores, pocas veces se ven en la pantalla, dedicada casi que exclusivamente a exaltar a los ganadores.
Así pues, fueron demasiadas las condiciones…
Demasiadas.
Los orígenes del título, se deben a 2 razones:
En primer lugar, la ciudad de la película se establece en Los Angeles, o en forma corta: LA.
Por tanto, la ciudad es evidente en el título “La La Land”
En segundo lugar, la película desafía la visión estereotipada de Hollywood por etiquetar un sueño.
Esto también se ve a través de la cinematografía abstracta.
En los premios Globo de Oro, La La Land ganó las 7 categorías a las que estaba nominada, sin precedentes:
Mejor Película Comedia/Musical, Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Actriz de Comedia/Musical, Mejor Guión, Mejor Banda Sonora, y Mejor Canción Original: “City Of Stars”; convirtiéndola en la película más premiada de la historia de los Globo de Oro, superando a “One Flew Over The Cuckoo's Nest” quien logró llevarse 6 premios en 1975.
Tras ganar El Globo de Oro de Mejor Director, La La Land se convirtió en la primera película musical, en ganar el premio desde “My Fair Lady” (1964); así como la primera película de comedia, después de “Prizzi's Honor” 1985)
La La Land, es también la primera película musical en la historia de HFPA en ganar El Globo de Oro al Mejor Guión.
Su misma existencia, es un triunfo, teniendo en cuenta que un descarado musical de clase A podría no haber sido fácil de vender, incluso para alguien que viene de ese significativo mundo.
Para Chazelle, ser capaz de sacar esto adelante, de la forma que lo ha hecho, es algo muy cercano a lo extraordinario.
El rodaje se realizó en 42 días, entre agosto y septiembre de 2015; y se centró en más de 60 locaciones de Los Angeles.
Chazelle, pasó casi 1 año editando la cinta, hasta presentarla oficialmente en El Festival de Venecia, comentando que “hay algo muy poético sobre la ciudad en mi opinión, de una ciudad que se construye por las personas, con estos sueños pocos realistas, y las personas que de alguna manera sólo tienen que poner todo en la línea del éxito”
La La Land muestra el paso del tiempo con tarjetas de pantalla que indican las estaciones: Primavera, Verano, Otoño e Invierno; aunque Los Angeles es en su mayoría cálido y soleado durante todo el año.
La acción sigue a Mia Dolan (Emma Stone), una de las muchas aspirantes a ser actriz que viven en Los Angeles, en busca del sueño hollywoodense.
Se gana la vida como camarera, mientras se presenta a varias pruebas de “casting” para finalmente trabajar.
Sebastian Wilder (Ryan Gosling), es un pianista que trabaja en bares de mala muerte, y su sueño es poder tener su propio club, donde se le pueda rendir tributo al jazz más puro.
Los destinos de Mia y Sebastian, se cruzarán, y la pareja descubrirá el amor, un vínculo que hará florecer, y luego poner en jaque las aspiraciones de ambos.
En una competencia constante por buscar un hueco en el mundo del espectáculo, la pareja descubrirá que el equilibrio entre el amor y el arte, puede ser el mayor obstáculo de todos.
El director Damien Chazelle, da nuevos bríos al género con una encendida y enérgica reivindicación de la pasión, la melancolía y, finalmente, el deseo.
Es un paseo de euforia, ardiente y llena de sentimiento, pasión, así como también exquisitamente controlada; y gran homenaje a Hollywood, en especial a los filmes:
“Top Hat” (1935), “Swing Time” (1936), “Casablanca” (1942), “An American In Paris” (1951), “Singin' In The Rain” (1952), “The Band Wagon” (1953), “West Side Story” (1961), “Les Parapluies de Cherbourg” (1964), “Les Demoiselles de Rochefort” (1967), y “8 ½” (1963); así como a sus protagonistas, en especial a Humphrey Bogart, y una obsesión especial hacia Ingrid Bergman, que la vemos en varios planos; pero ante todo, La La Land es la búsqueda de ese sueño, contra todo pronóstico, sobre ese encuentro casual que puede cambiarnos la vida para siempre, y que no tenemos idea que pueda representar el comienzo de nuestra vida.
La La Land hace de lo viejo, algo nuevo.
Según Damien Chazelle:
“Ahora más que nunca, necesitamos esperanza y romanticismo en las películas.
Son el lenguaje de los sueños, porque la realidad, a menudo no está a la altura de nuestras fantasías”
“People love what other people are passionate about”
Los géneros en desuso como el musical y el western, tienden a retroalimentarse constantemente, en un acto reflejo de carácter referencial, conscientes de que se han convertido en un cine para “conocedores”
Así, entre otras cosas, el título español de “La La Land”, hace referencia a esa “Ciudad de Las Estrellas”, La Meca del Cine, La Fábrica de Ilusiones:
¡Hollywood!
Chazelle escribió esta cinta en 2010, durante un período en su vida, en el que pensaba que no lograría éxito en la industria cinematográfica.
Mientras estudiaba cine en El Departamento de Estudios Visuales y Ambientales de La Universidad de Harvard, el estadounidense, junto a su compañero Justin Hurwitz, realizaron su tesis que relataba la historia de un musical de bajo presupuesto, sobre un músico de jazz de Boston.
Años después, Chazelle y Hurwitz volvieron a la idea, pero cambiaron la locación, de Boston a Los Angeles.
Y no fue un giro casual:
El cineasta quiso explorar la ciudad con sus cualidades y elementos que la hacen distintiva, como el tráfico, su extensión y el cielo.
Así, la protagonista femenina, es una aspirante a actriz, que trabaja como camarera; mientras él, es un pianista  de carácter duro, y defensor de la música que, según su opinión, está muriendo:
El jazz.
Ambos viven en la ciudad “que rinde culto a todo, y que no valora nada”, la ciudad de los sueños que rompe corazones, llena de luces y de estrellas:
Los Angeles.
Ambos colisionan, se encuentran, se aman, se apoyan para realizar sus aspiraciones, posiblemente a costa de consumir el amor que los adorna, amor que los llevara a cantar la más dulce de las canciones, a saborear cada beso.
Pero dicho amor, viene acompañado de sacrificios, de lágrimas amargas, dudas y melodías tristes.
La dicotomía entre Sebastian, que representa la nostalgia de una época pasada, pero que perpetúa el amor por el arte; y Mia, que representa al soñador que está consciente de que el tiempo, es cruel y no perdona.
Ambos personajes, magistralmente creados, durante todo el metraje van dando el discurso de cómo piensan, pero van más allá...
Sus acciones van orientadas a eso, no es simplemente explicar verbalmente la idiosincrasia de ellos, es que eso que escuchamos, se va materializando mientras la historia avanza, con un ritmo suave, sin tomar bandos.
El espectador, se va a enamorar de este amor, se va entristecer con ellos.
Seremos testigos de que las decisiones tomadas al final, son las correctas, y ese posible sin sabor, se convertirá en una sonrisa que les durará para toda la vida como la nostalgia.
La nostalgia de La La Land”, en definitiva, es un romance sin ningún cinismo o sarcasmo, es de una pureza de antaño, y un fetiche que sólo los que conocen el romance, han saboreado.
Es una historia de amor, que nos habla sobre el difícil camino a recorrer para cumplir nuestras metas, y los sacrificios que estamos dispuestos a realizar es pos de ello, pero que además exalta la vida y el presente, en tanto acontecimiento digno de recorrer, sin importar los resultados obtenidos.
Aquí, los personajes se cuestionarán las decisiones que han tomado, tanto en lo profesional como en lo sentimental, poniendo todo en la balanza con la mira puesta siempre en el futuro.
La La Land recibe al espectador, con un par de explosivos números musicales, que devolverían la fe en la magia de Hollywood y Broadway, al más cínico de los misántropos.
Damien Chazelle, deja a un lado los efectismos de montaje de “Whiplash”, y abraza la ley del plano secuencia:
Aquella que exige el máximo de unos actores que no tienen más que su sentido del ritmo para brillar en la pantalla.
Técnicamente, el director nos brinda hermosos planos, decorados, el uso especial del color, una edición maravillosa, que se puede apreciar muy bien en los segmentos sonoros, como de bailes.
La ambientación de la película, es pretendidamente anacrónica, y rodea a Emma Stone y Ryan Gosling, de trajes de los años 50, y bares de jazz.
En su abordaje caleidoscópico a los sueños, cómo hallarlos, perseguirlos, renunciar a ellos, vivirlos… La La Land transita desde el musical más explosivo, hasta las mansas aguas del drama sentimental.
En un momento, el personaje de Gosling discute con un jefe despótico, Bill (J.K. Simmons), la manera en la que la realidad de Los Angeles coarta los sueños de la gente:
“En esta ciudad, es una para ti, y una para ellos”, apunta hastiado el protagonista, empleando una frase habitual entre los directores de Hollywood, artistas que deben hacer de tanto en cuando, un film de corte industrial, para luego encarar proyectos más personales.
En el caso de La La Land, pese a todo el brillo formal, y el homenaje al jazz, se tiene la sensación de estar viendo la película “para ellos”, para la industria, de Chazelle; y funciona como una especie de carta de amor al Hollywood clásico, y una celebración del cine en su más pura forma; y de alguna manera, La La Land se las arregla para evitar la imitación, no como un mero pastiche, y esto es un gran elogio para el director.
Aquí juegan un rol fundamental, las escenas coreográficas, en donde la fantasía se toma la pantalla con hermosos cuadros que dan cuenta de la relación entre los protagonistas, además de mostrar la ciudad de L.A., como un escenario perfecto para el amor, lejos de la imagen pecaminosa que existe alrededor de “La Ciudad de Las Estrellas”
Del reparto, Gosling y Stone vuelven a repetir la enorme química que ya tuvieron en “Crazy Stupid Love” (2011), y la convierte en la pareja en pantalla del momento.
El director dijo que Gosling y Stone:
“Se siente como lo más parecido que tenemos en estos momentos, a una antigua pareja de Hollywood, similar a Spencer Tracy y Katharine Hepburn, Fred Astaire y Ginger Rogers, Myrna Loy y William Powell”
La película marcó la 3ª colaboración entre Gosling y Stone, después del film del 2011, y “Gangster Squad” (2013)
Como dato, Emma Watson rechazó el papel de Mia, debido a los conflictos de programación con “Beauty and The Beast” (2017); mientras que Ryan Gosling rechazó el papel de The Beast en esa película, para aparecer en ésta.
Coincidentemente, ambos son musicales.
Chazelle pidió a los 2 actores, acerca de sus desastres que hicieron en la audición, cuando ambos estaban tratando de hacerlo.
Ambos aprendieron a cantar y bailar durante los 6 temas originales de la película.
Por lo que sus personajes tienen diferentes maneras de mirar el arte:
Sebastian cree que si es grande, no importa si alguien le gusta o no; mientras que Mia cree que ella es el arte, y solo necesita una audiencia.
La combinación actoral, resulta perfecta:
Gosling, clásico, alimenta la nostalgia de una película que da carpetazo a la posmodernidad, para reencontrarse con ese tipo de musical “democrático”, que encarnó como nadie Gene Kelly:
Una película protagonizada por gente común, que invita a bailar, amar y soñar.
Por su parte, Stone, contemporánea, conecta la película a una cierta esencia urbanita.
Así, La La Land se mantiene apegada a ras de suelo, pese a sus ansias de volar.
Ryan Gosling se luce en el piano, y en algunas escenas cómicas, como de baile, y lo hacen un actor muy versátil, nunca defrauda; explota con estilo y sentido del “timing” su aura de galán del Hollywood clásico, con un punto cómico, y un halo melancólico, capaz de evocar el magnetismo de Marlon Brando y James Dean, para luego romper la baraja con un gag a la medida de Cary Grant.
Según el compositor, Justin Hurwitz, toda la actuación pianística presentada en la película, fue grabada por primera vez, por el pianista Randy Kerber durante la preproducción.
Ryan Gosling, pasó 2 horas al día, 6 días a la semana en clases de piano, aprendiendo la música de memoria.
Para el momento en que la filmación había comenzado, Gosling fue capaz de tocar todas las secuencias de piano visto en la película, sin el uso de un doble de mano, o CGI.
Un dato curioso, es que en la película, el personaje de Ryan Gosling es referido por otros personajes famosos pero difuntos en 2016, en 2 ocasiones:
Al principio de la película, su hermana lo llama “Ali”, una referencia a Muhammad Ali, que murió a principios de junio de 2016.
Más tarde, Mia le grita, llamándolo George Michael, que murió poco después del lanzamiento de la película, El Día de Navidad del 2016.
Mientras Emma Stone, está increíble en todos sus fotogramas, y en todos los registros dramáticos y musicales.
Stone comenta su amor por las películas musicales desde que tenía 8 años, además, su película favorita es la de Charlie Chaplin, de comedia romántica en 1931.
Stone, estudio ballet desde pequeña, asistía a varios cursos de enseñanzas, y se traslada finalmente a Hollywood a la edad de 15 años con su madre.
Ella y su madre, debieron de luchar constantemente para poder conseguir al menos una audición, pero a menudo fueron rechazadas después de cantar o decir alguna línea.
Stone, había pasado por muchas experiencias en su vida real, esto la llevo a una gran interpretación similar al de su personaje en La La Land, pues algunas de esas experiencias, fueron añadidas al metraje.
La actriz ha afinado y sofisticado su encanto natural hasta límites insospechados; y es posible echar de menos la espontaneidad de sus inicios, pero su dominio, a veces armónico, a veces espástico, de cada uno de sus gestos, resulta abrumador.
Y por si fuera poco, su voz temblorosa, siempre al borde del traspié afónico, convierte a Stone, en una figura terrenalmente imperfecta, necesaria para dar ese toque de realidad a La La Land.
“Nuestra coreógrafa, Mandy Moore, comenzó a trabajar con Ryan y Emma en los números musicales, 3 meses antes de empezar a filmar la película”, el director.
“Ellos comenzaron a desarrollar la coreografía, y a ensayar en un estudio de baile.
Pero eventualmente necesitaron transferirse a la locación real.
Ese fue parte del desafío con esta película:
Hacer las cosas que en otros tiempos se hacían en estudios de grabación, o en un set de filmación; aquí lo hicimos en las locaciones reales, con los elementos.
Hacer esta película, implicó adaptar una coreografía que se había desarrollado en un estudio, a una carretera inclinada llena de baches y suciedad.
Una vez que llegamos a la ubicación, lo que realmente necesitábamos filmar era la cámara.
Creo que el tercer bailarín en este número, que no ves en pantalla, es precisamente la cámara”, dijo Chazelle.
Un dato curioso, es que la escena de la audición, en la que el director de “casting” interrumpe el rendimiento emocional de Mia, para recibir una llamada telefónica, se inspiró en una de las audiciones de Ryan Gosling en la vida real.
Otro, es que Emma Stone, interpretó “Audition (The Fools Who Dream)” en directo.
Ella decidiría, cuándo cambiar de diálogo a cantar.
No había ninguna pista pregrabada, a la que se sincronizara los labios; por lo que Justin Hurwitz, el compositor de la canción, estaba en otra habitación, tocando el piano en su oído.
El director Damien Chazelle, dijo que esto se hizo “para que Emma pudiera tener más control de la escena”
Según la actriz, Emma Stone, y en relación a su papel en esta película:
“Si quieres conocer a alguien de verdad, tienes que aprender a bailar con él”
Aunque el género musical se está usando cada vez menos, los fanáticos de dicho género, son incondicionales a cualquier presentación, y aún más, si esta presentación exalta una Época Dorada de Hollywood.
La La Land, sin duda, llega con ganas de complacer.
En ningún momento, trata de esconderse en discursos rimbombantes mal colocados, o con grandilocuencia; y empieza con tal éxtasis de alegría, y termina con ese glorioso agridulce broche de oro, que no puedes culparla por decaer un poco a la mitad.
De la historia, fantástica en la primera hora, propia para mostrar la belleza de lo que la producción puede ofrecer; tras el primer giro, hay un bajón de ritmo, difícil de creer, pero necesario para mostrar la madurez de la relación… hasta llegar al final:
¡Y qué final!
Uno puede pensar que si… y no.
Aquí me recordó esa obra maestra con Deneuve & Castelnuovo, y es ahí donde le puedo achacar algo:
Algún encuadre, me recuerda a algo ya visto.
Además, pareciera que la relación terminó muy mal, pues no se entiende nada de lo ocurrido después de ese “5 años después”
¿No hay redes sociales donde estos 2 puedan seguir en contacto, si se les ve usando el iPhone todo el día?
¿En serio, ella no sabe que él tiene un club?
Simplemente hay demasiadas cosas que no encajan en este final precipitado...
Pero igual se hace entretenida y emocionante, sentimentalmente hablando, como el momento “Rebel Without a Cause” (1955) una de las películas de Nicholas Ray, que mejor empleo hicieron del formato CinemaScope.
Al respecto, aunque la producción fue capaz de filmar las exposiciones interiores en el Griffith Park Observatory, no se les permitió filmar en el planetario, por lo que el planetario fue recreado en un set.
El proyector Minolta de la vendimia en el centro del planetario, fue alquilado al Museo de Ciencia de Proyectores, en Big Bear Lake, California, para completar el set.
En la secuencia de apertura, fue rodada en un único plano secuencia, está todo el espíritu lúdico del cine musical; y se pueden notar algunas abolladuras en los carros, propias de las prácticas hechas para el corte final.
La referencia para esta secuencia, en la que los conductores atrapados en un monumental atasco, en una de las autovías de Los Angeles, que salen de sus coches y se ponen a bailar; no es de ningún filme mítico de Hollywood, sino un momento muy similar de “Les Demoiselles de Rochefort”, el musical que dirigió Jacques Demy en 1967, contando en su reparto con Gene Kelly, uno de los cuerpos emblemáticos del musical hollywoodiense.
Cuando Mia le da a Sebastian, un paseo por el Studio de Warner, le muestra una ventana que se usó en “Casablanca” (1942)
Mucho más tarde, cerca del final, cuando Mia y su marido van al club de Sebastian, y él se sorprende al verlos, es un claro homenaje a la famosa escena de “Casablanca” (1942), cuando Ingrid Bergman y Paul Henried, van al Rick's Café Americain, y Bogey queda atónito al ver a Bergman.
Uno de los edificios en el lote de estudio, se llama “Parapluies”, una referencia al musical “Les Parapluies de Cherbourg” (1964), que tiene una trama similar a La La Land, inclusive en el uso del color.
En la última secuencia de baile, cuando Sebastian y Mia están fantaseando acerca de una vida que podría haber sido, Mia es vista sosteniendo un montón de globos como modelo en una sesión de fotos en París.
Esto hace referencia directa a una escena en “Funny Face” (1957), donde Audrey Hepburn hace exactamente lo mismo.
O bien, en la escena de la salida con las chicas, en clara referencia a “West Side Story” (1961) y así muchos guiños, que serán del gusto de los cinéfilos, ir descifrándolos en el transcurso del metraje.
Pero Stone le gana a Gosling:
Ella quiere ser un nuevo astro en el firmamento cinematográfico, y aprende de todo lo que ve; y él desea que todo el mundo vuelva a tocar como lo hacían Coltrane, Monk, Mingus, y Davis.
Esa es una realidad, con la aparición de John Legend, como icono de una modernidad pop que reniega del purismo del jazz, o también algunos escenarios nocturnos y sombríos, que parecen guiñarle el ojo a la pintura de Edward Hopper.
En un momento crucial para la trama, los personajes de Gosling y Legend, discuten sobre la contraposición entre tradicionalismo y revolución en relación al jazz.
Con La La Land, Chazelle parece querer reconciliar ambos conceptos, apuntando que el clasicismo puede ser una revolución en sí misma en estos tiempos de agitación pop.
Por último, la banda sonora es de colección, da en la diana a todo megalómano que se aprecie.
La banda sonora fue grabada en el mismo estudio en el que “Singin' In The Rain” (1952), “The Wizard Of Oz” (1939), y muchos otros musicales de MGM.
La canción “City Of Stars”, no se olvidará fácilmente; porque la música habla por sí sola.
El gran trabajo de Justin Hurwitz, se hace notar, y de qué manera:
Cada verso de cada canción, cobra un significado en relación a la trama, y logra transmitir de forma muy directa, las emociones que la encauzan.
Un dato es que la canción “When I Wake”, fue presentada por primera vez en la película “Whiplash”, con los 2 personajes principales escuchando la canción, mientras tienen una reunión.
Lo mismo sucede en La La Land, ya que la canción aparece en el fondo, mientras Sebastian y Mia están hablando de jazz, exactamente el mismo tema que estaban discutiendo los 2 personajes de Whiplash.
Nos queda que la música de calidad, como el jazz; o los filmes clásicos y musicales, jamás hay que dejarlos morir, como ese cine cerrado, en clara alusión al paso del tiempo, que muy curiosamente, la tecnología usada aquí fue el CinemaScope, para hacernos recordar su belleza, y lo que se puede hacer con ese sistema.
La La Land es la razón por la que me gusta el cine:
Te hace sentir lo que los personajes sienten, te conduce a través de su historia, y al final, te la llevas en el corazón.
“How are you gonna be a revolutionary if you're such a traditionalist?
You hold onto the past, but jazz is about the future”
La gente quiere ver buenas historias, que estén bien contadas, y que lo hagan a uno sentirse identificado.
Una historia de amor, una historia de sueños y desilusiones, de la locura y el crecimiento, una historia que, como esos locos momentos de la vida, realizará un “zoom” hasta el espacio, para pretender contar la historia de 2 personas, una ciudad, música, cine, arte, lo imaginario.
Y por supuesto, la nostalgia.
La La Land les da vida a aquellos que tuvieron que aceptar que hay otras formas de triunfar y ser felices, incluso lejos de quienes supusimos, nos acompañarían en el camino.
En conclusión, estamos ante un clásico instantáneo.
Una obra de las que sientan cátedra, de las que transmiten, y nos hacen creer de nuevo en esto que llamamos cine.
Porque a pesar de las ilusiones perdidas, “La Ciudad de Las Estrellas” siempre estará ahí, para volver a hacernos soñar.
La La Land sirve entonces, para recordarnos que las películas aún pueden ser mágicas, y que todavía pueden proporcionar la clave para ver magia en el mundo que nos rodea.

“I guess I'll see you in the movies”



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