The Cove

“Shallow Water.
Deep Secret”

Plutarco decía:
“Sólo en el delfín nos ofrece la naturaleza lo que han buscado los grandes filósofos:
La amistad desinteresada.
Aunque no necesita la ayuda del hombre, es su gran amigo, y siempre ha ayudado a la humanidad”
A mayor nivel de inteligencia, mayor nivel de sufrimiento.
¿Sería ético el tener en mejor estima a los seres vivos con mayor intelecto?
Los delfines, mamíferos cetáceos como las ballenas, han habitado en el planeta durante unos 55 millones de años.
Los antepasados de los delfines, vivieron en La Tierra y posteriormente, regresaron al mar.
Existen 32 especies marinas de delfines, y 4 fluviales.
Ciertas teorías científicas proponen, que los delfines necesitan cerebros muy grandes para utilizar su sofisticado sónar, que les permite “ver” con el sonido.
Es un sentido tan potente, que puede detectar diferencias sutiles en distintas monedas de metal desde grandes distancias, o incluso a una mujer embarazada.
Los delfines que viven en cautividad, pueden aprender unas 90 órdenes en el lenguaje de signos estadounidense… pero los seres humanos no comprenden el lenguaje de los delfines.
Al igual que ocurre con los seres humanos, el estrés tiene consecuencias graves para la salud de los delfines.
Los observadores de delfines han advertido, que estos animales expresan una amplia gama de emociones, como la compasión y el humor.
Por tanto, el principal enemigo de los delfines, es el hombre.
Resulta difícil pasar por alto que, en muchos aspectos se parecen a nosotros.
Al igual que éstos, los delfines viven en grupos sociales muy unidos, y cuidan de su progenie con gran cariño y dedicación de tiempo.
Cada delfín, tiene una voz distintiva que lo identifica, y entre ellos se comunican mediante un sofisticado sistema de chasquidos y silbidos, que parece actuar como un lenguaje.
Son expertos en el uso de herramientas, una habilidad que antes se consideraba exclusiva de los seres humanos, y los científicos han descubierto, que las personas y los delfines, comparten una sorprendente cantidad de rasgos genéticos.
Dadas todas estas afinidades, no sorprende que los delfines hayan intrigado a los humanos de un modo tan especial, desde tiempos remotos.
Abundan las historias antiguas sobre navegantes protegidos y guiados por delfines.
Los griegos antiguos, consideraban un buen augurio de los dioses, la aparición de delfines, y el filósofo Aristóteles, estudió de cerca su comportamiento.
En monedas romanas, puede verse la representación de un niño a lomos de un delfín, y los maoríes de Nueva Zelanda, llamaban a los delfines:
“Los humanos del mar”
Hasta nuestros días, el delfín sigue siendo el único animal salvaje que se sabe que ha rescatado repetidas veces a seres humanos.
Sin embargo, la caza de delfines es tan antigua, como la admiración y el respeto que sienten los humanos por los ellos.
La caza anual de delfines en Taiji, Japón, tiene lugar cada año, entre los meses de septiembre a abril.
Según La Agencia de Investigación de Pesca Japonesa, 1.623 delfines fueron capturados en La Prefectura de Wakayama en el año 2007, para el consumo humano o la reventa de delfinarios.
La mayoría de ellos, fueron capturados en el Taiji.
Las especies de delfines y cetáceos que son el objeto de esta matanza/cacerías, incluyen:
Delfín listado (Stenella coeruleoalba), Tursiops o “delfines nariz de botella”, Delfín manchado tropical (Stenella attenuata), Delfín gris (Grampus griseus), Calderones o ballenas piloto (Globicephala), Delfín de hocico estrecho o de dientes rugosos (Steno bredanensis), Falsa orca u Orca negra (Pseudorca crassidens), Delfín del Pacífico de lados blancos (Lagenorhynchus obliquidens), Zifio de Baird (Berardius bairdii), y Marsopa de Dall (Phocoenoides dalli)
La captura de delfines, es realizada por aproximadamente 26 pescadores.
Ellos matan a los delfines atrapados, con autorización de permisos concedidos de su gobierno.
Alrededor de otras 2 docenas de personal, ayudan con la matanza en la playa, faenando la carne, y distribuyendo la carne.
La mayoría de las personas de la aldea de Taiji, no tienen nada que ver con la caza.
Además, la gran mayoría de la gente en Japón, desconoce la matanza anual de delfines, autorizada por su gobierno.
La caza anual de delfines, es una fuente de ingresos para los residentes locales, pero ha recibido una condena mundial, tanto para la crueldad de la matanza de delfines, como por los altos niveles de mercurio de la carne de delfín.
En el año 2011, según La Agencia de Investigación de Pesca del Gobierno del Japón, unos 19.300 permisos fueron extendidos para realizar la matanza de delfines, marsopas y otros cetáceos pequeños, a lo largo del Japón.
En el momento de realizarse la filmación del documental estadounidense “The Cove”, el número anual de permisos emitidos, superaba 23.000 permisos.
La cantidad de la matanza en el Japón, varía de año en año.
Los residentes de Taiji, han refinado las técnicas de caza de ballenas, y han tenido importantes operaciones en esta actividad, desde el siglo XVII.
Llegó a ser conocido como “un centro de caza de ballenas” en 1675.
La caza de delfines, con fines comerciales en Taiji, continúa en la actualidad.
En 2008, 1.484 delfines y las ballenas, fueron capturadas; este número se eleva en torno a 2.400 según estimaciones para el año 2009.
Los pescadores de Taiji, han desarrollado una metodología altamente eficaz para localizar, atrapar, para luego erradicar a los delfines, a veces hasta 100 o más cetáceos en un sólo día.
Antes del amanecer, alrededor de 26 pescadores abordan sus pequeñas embarcaciones motorizadas, y salen a las aguas profundas donde migran los delfines.
Los delfines, han estado utilizando estas rutas migratorias durante miles, y hasta quizás, millones de años, y los cazadores saben exactamente, dónde encontrarlos.
Cuando un cardumen de delfines nada en su entorno, los pescadores posicionan sus embarcaciones, colocándose uno detrás de la otra, y con espacios perfectamente determinados.
Luego introducen al agua varios postes de acero inoxidable, uno en cada lado de cada barco.
Los postes tienen una especie de campana en su extremidad, la misma que amplifica los sonidos producidos por los cazadores cuando éstos, en forma repetida, golpean los postes con un martillo.
Esta bulla crea una barrera de sonidos debajo de la superficie del agua, y los delfines, sensibles al sonido, de repente se encuentran atrapados entre esta barrera de sonido y la ribera del mar.
Procurando escaparse y alejarse del sonido, los delfines nadan en la dirección contraria hacia la ribera; entran en pánico, y pierden su sentido de navegación; y de esta manera permiten que los pescadores los arrean hacia la pequeña ensenada escondida cerca del puerto de Taiji.
Allí, los pescadores sellan la entrada de la ensenada con varias redes, y los delfines y cetáceos quedan atrapados.
Un buen motivo para que los pescadores lleven a cabo su “baño de sangre” al día siguiente de la captura, en horas de la madrugada, es que las aguas de la ensenada de matanza, se tornan color rojo de la sangre derramada durante la masacre.
Posteriormente, demora un buen tiempo para que esta sangre salga de la ensenada al mar; pues por la tarde, muchos turistas japoneses vienen a la ensenada para disfrutar el paisaje bello, sin darse cuenta que es ahí mismo donde se asesinan a miles y miles de delfines en un baño de sangre horripilante, y poco imaginable.
Poco antes del amanecer, los pescadores arrean a los delfines atrapados hacia las aguas con poca profundidad, cerca de la playa rocosa.
Allí, asesinan a los delfines con lanzas largas y puntiagudas.
Frecuentemente, simplemente acuchillan a los delfines con los garfios de pesca afilados, y luego arrastran al delfín aún vivo, metiéndolo en su barco, para luego matarlos.
La matanza es extremadamente cruel.
En la embarcación, el delfín se revuelca en su propia sangre, y el medio ambiente se llena de sus gritos y gemidos.
Oficialmente, el propósito principal de la cacería de delfines, es para proveer carne de delfín para el pueblo japonés…
Pero solamente una pequeña minoría de personas en el Japón, efectivamente come esta carne.
Pruebas de ADN realizadas en las carnes rotuladas como “carne de ballena” en los mercados japoneses, han revelado que dicha carne, de hecho es carne de delfín, falsamente rotulada.
Se vende la carne de ballena, por mucho más dinero que la carne de delfín, por tanto, el consumidor japonés, está engañado al comprar carne de delfín, falsamente rotulada como “carne de ballena”
Por otro lado argumentan, que ellos realizan la matanza de los delfines “como una forma de control de plagas”
Los delfines, desde la perspectiva de los pescadores, comen demasiados peces, y los pescadores simplemente están matando, o reduciendo la competencia.
Esta es la primera vez que los cazadores japoneses de delfines, tan abiertamente han admitido haber ejecutado un control de plagas, con respecto a los delfines.
La sobrepesca de los océanos, es un problema serio a nivel global, y los pescadores japoneses, con el apoyo de su gobierno, están apuntando, en forma equivocada, que los delfines son el motivo de este agotamiento.
El Gobierno del Japón, está tomando el mismo falso argumento, frente a La Comisión Ballenera Internacional, que las ballenas comen demasiados peces, y por tanto, precisan ser controladas a través de su matanza.
El deseo y anhelo de mantener la población de delfines baja, es un motivo principal que El Gobierno del Japón está tan dispuesto a extender, por medio de los permisos para estas cacerías.
En realidad, no es una cuestión de provisión de carne para el pueblo japonés…
Tampoco es una cuestión, como los pescadores en forma repetida, hacen referencia, de mantener sus “tradiciones” o “cultura”
Más bien es una cuestión de erradicar cuantos más delfines posible, con el fin de hacer que los peces de los océanos estén disponibles para los pescadores mismos.
Se sabe que en varias áreas del Japón, donde las poblaciones locales de delfines han decaído a tal nivel, o han sido erradicadas por esta mentalidad, con el pleno apoyo del Gobierno del Japón.
Pero enhorabuena, el número de la masacre de delfines, ha estado decayendo, debido en parte a los esfuerzos exitosos, efectuados por La Campaña Japonesa de Salvar a Los Delfines, y de otras organizaciones anticaza de delfines, con el fin de reducir las ventas de carne de delfín y de ballenas en los mercados del Japón.
Otros motivos de la reducción del índice de matanza, se debe a que los pescadores japoneses, están haciendo desaparecer los delfines, y por tanto, muy lamentablemente... simplemente ya no hay la misma cantidad para matar.
Pero por dicha, todavía hay héroes, como lo puede ser usted también:
En 1979, el ambientalista Hardy Jones, viajó por primera vez a Taiji, para intentar liberar a 200 delfines cabeza de melón, que habían sido capturados por los pescadores para la alimentación de los leones en el zoológico Shirahama.
En 2003, 2 activistas que liberaron a unas ballenas piloto, fueron detenidos por obstrucción a la fuerza de las empresas, y de los daños a la propiedad, pasaron 23 días en la cárcel, y fueron puestos en libertad, después de pagar multas de $5.000 y $3.000 cada uno.
Ric O'Barry, o Richard “Ric” O'Barry, nacido en 1941; se dio a conocer por capturar y entrenar a delfines.
Poco después, O'Barry cambió de entrenar a delfines en cautividad, a combatir firmemente contra la cautividad de animales.
Tras dejar La Armada, O'Barry comenzó a entrenar delfines en los 60, con el Seaquarium de Miami.
Al mismo tiempo, fue contratado para la serie “Flipper” de la TV.
“Capturé a los 5 delfines que actuaban el papel de Flipper.
Los entrené a todos, desde el primer capítulo hasta el último.
Vivía con ellos en el Seaquarium.
Los viernes por la noche, a las 19h30, cogía la televisión con un alargador para llevarla hasta el fin del borde, para que Flipper pueda mirar la serie en la televisión.
Es lo que me permitió entender, que los delfines son conscientes de ellos mismos.
Podía decir, cuando se reconocían.
Por ejemplo, Cathy reconocía las escenas en las cuales actuaba.
Suzy reconocía las suyas, etc.”, dijo O’Barry.
Aunque O'Barry admite, que era consciente de la admirable inteligencia de los mamíferos con los que trabajaba, también atestiguar que lo ignoraba en comparación con la gran fortuna que estaba adquiriendo gracias a la serie.
En sus propias palabras:
“Era joven, tenía un trabajo glamoroso, conducía un Porsche, todo era fácil”
La serie promovió la captura de delfines para su uso comercial, lo que motivó que O'Barry se convirtiera en un activista defensor de la vida marina.
“El éxito de esta serie, tiene que ver mucho con los tráficos actuales de los delfines, y la imagen que nos hacemos de ellos.
La imagen proyectada por la industria de los delfinarios, en lugares como El Parque Astérix, Marineland de Antibes, o SeaWorld, etc., es la de un payaso.
Y pienso que eso hace mucho daño a los delfines y a la naturaleza en general.
Los delfines, son unos animales salvajes, al mismo título que los leones, los tigres, los elefantes, etc.
Es esta imagen que deberían tener y guardar.
Desgraciadamente, por culpa de la industria de los delfinarios, el gran público los ve hoy como unos payasos acróbatas, una criatura amistosa que está allí para divertirnos, para hacernos reír”, sentenció firmemente.
Pero personalmente, fue tras la muerte de unos de sus delfines, un delfín mular llamado Cathy, no pudo negar más lo que él veía como una severa y fatal consecuencia de la cautividad que él había ayudado a crear.
O'Barry afirma, que Cathy se había suicidado, apoyándose en el hecho universal que los cetáceos son animales que respiran voluntariamente.
A diferencia de los humanos, los cetáceos eligen cuando respirar, y cuando no.
Según O'Barry, tras unas semanas de depresión, Cathy nadó hacía sus brazos, inhalo aire a través de su orificio nasal, y no volvió a tomar otro, esto es debido a que los delfines no respiran de manera automática como los humanos, cada inhalación de aire, supone un esfuerzo para el mamífero.
Este hecho lo marcó para siempre, tanto que O’Barry creó Dolphin Project, una organización internacional, dedicada a la liberación en un medio natural de todos los delfines y ballenas en cautividad.
Y dice que cuando se entera de un delfín en cautiverio, y en malas condiciones de vida, “su teléfono comenzará a sonar…
La palabra “inteligencia”… es un concepto creado por el hombre.
Por ejemplo, del punto de vista de una mariposa, no tengo nada de alguien inteligente.
No puedo hacer nada de lo que hace una mariposa, porque… la inteligencia es un concepto humano.
Existen muchas historias de delfines, que han salvado a gente en el mar.
Datan de La Grecia Antigua, y poseemos hoy una documentación amplia acerca de delfines salvando la vida de personas en peligro en el mar, que han sido realmente salvadas por delfines.
Es esto la comunicación para mí, y pienso que se trata de una forma altruista de comunicación”, afirmó el activista.
Durante los últimos 40 años, Ric O'Barry ha hablado sobre los efectos nocivos del cautiverio en delfines en conferencias en todo el mundo.
“Me siento en parte responsable de la creación de esa industria multimillonaria que explota a los delfines en cautividad, pues ahora estoy firmemente determinado a contribuir a la interrupción de los tráficos de delfines cautivos.
Mi verdadero trabajo comenzó el día en que Flipper se murió, el día antes del primer Earth Day, en 1970.
Desde ese día, intento educar al público sobre el tratamiento y la condición de los delfines, en los delfinarios, esperando que sean sensibles a eso, y dejar de comprar entradas para estos espectáculos”
En 1991, en reconocimiento a su contribución a la protección de los delfines, O'Barry recibió El Premio al Logro Ambiental, presentado por El Comité de Los Estados Unidos para El Programa Ambiental de Las Naciones Unidas.
En 2007, Ric y Helene O'Barry, se convirtieron en consultores para El Proyecto Internacional de Mamíferos Marinos del Instituto Earth Island.
Pero O'Barry renunció a su puesto en el Earth Island Institute, en septiembre de 2014, debido a los desacuerdos con su gestión, con respecto a la aceptación de los fondos de la industria del atún, y su uso de dispositivos de agregación de pescado.
Trabajando con El Proyecto de Delfines de Ric O'Barry, se lidera un esfuerzo internacional para detener la matanza de delfines, poner fin al tráfico de delfines vivos a parques temáticos y atracciones de natación con delfines en cautiverio, y sigue hablando y hablando contra el cautiverio industrial.
¿Es compatible el espectáculo, con el compromiso?
Los delfinarios que adquieren delfines de los asesinos de delfines, comentarán que ellos están “salvando y protegiendo” los delfines de las masacres...
Esto es considerado como si fuera nada más que una perspectiva propagandista, dirigida para esconder el hecho que estas instituciones están fomentando la cacería de delfines, al convertir esta actividad con grandes utilidades y rentabilidad.
Trabajando lado a lado, los entrenadores de delfines y los pescadores, obligan pues a los delfines, a ingresar y quedarse atrapados en aguas de poca profundidad, luego arrastran a los delfines a la playa, donde son seleccionados.
Posteriormente, los entrenadores realizan una inspección de los delfines, uno por uno, eligiendo solamente aquellos individuos que consideran útiles para usar en sus espectáculos de delfines, o en sus programas de “natación con delfines”, donde emplean delfines en cautiverio.
Típicamente, buscan delfines jóvenes, y sin ninguna marca o desperfecto.
Ellos “salvan y protegen”, solamente aquellos animales que puedan ser explotados comercial y económicamente en su industria.
A su criterio, los otros individuos que son demasiado viejos, o demasiado inmaduros, o que tienen el género equivocado, o que tienen demasiados desperfectos o marcas, no son dignos de “salvar ni proteger”, por tanto, permiten que los pescadores les asesinen.
Al establecer una relación comercial con los asesinos de delfines, estas instituciones están fomentando y ayudando a mantener viva y activa la cacería por arreado de delfín.
Un delfín vivo vendido a un delfinario, trae una mayor rentabilidad que un delfín muerto, vendido como carne.
Este último, trae ingresos de aproximadamente $600.
En la comunidad de Taiji, los delfines de nariz de botella vivos, han sido vendidos por una suma de hasta $300.000, cada uno.
Las masacres de delfines en el Japón, probablemente continuarán siempre y cuando los integrantes de la industria internacional del cautiverio, continúen premiando a los pescadores con miles y miles de dólares por atrapar a estos animales para la explotación económica y comercial de delfines en cautiverio.
Y usted, querido lector, participe con su entrada para los espectáculos…
Aquellos delfinarios que trabajan en conjunto con los asesinos japoneses de delfines, son el móvil principal de las masacres de delfines, que aún siguen en vigor.
“Todos los delfines en cautividad, son controlados por el alimento.
Si no tuvieran recompensa, los delfines no cooperarían, y no dejarían a la gente ir al agua, para darles unos besos, ni nadar con ellos, ni alguna de estas cosas absurdas que les hacen hacer.
Solamente trabajé con los delfines, pero es solo porque tengo una relación especial con ellos.
No pienso que los delfines sean más o menos importantes que los tiburones por ejemplo.
Sabe, el tiburón es al océano, lo que el león es a las llanuras del Serengeti en África.
Sin tiburón en el océano, el delfín ni siquiera existiría, porque todo está conectado.
Resulta que trabajé con los delfines, pero los delfines no son más importantes que los tiburones, o que cualquier otro animal...
Desafortunadamente, nuestra relación con los delfines, parece basarse exclusivamente en lo que los delfines pueden hacer para nosotros.
La inmensa mayoría de la gente que se interesa por los delfines, lo hace preguntándose, lo que los delfines pueden hacer para ellos.
Es siempre una relación utilitarista que mantenemos con los delfines”, dijo O’Barry.
En una ocasión, Jacques Cousteau dijo:
“Los beneficios educativos que pueden obtenerse estudiando a los delfines en cautividad, son los mismos que se obtendrían estudiando a la humanidad con la mera observación de reclusos incomunicados”
Oficiales y funcionarios gubernamentales en el Japón, están tratando de convertir el tema de la matanza y la masacre de delfines, en una cuestión de imperialismo cultural.
La mayoría de las personas en el Japón, no tienen la mínima idea de la masacre de delfines que se está llevando a cabo; y tampoco tienen la mínima idea que la carne de delfín que se sirven a sus hijos en los programas de alimentación en sus colegios, es carne contaminada y envenenada con mercurio.
Pues el delfín posee gran concentración de ese elemento, debido a la contaminación humana de los mares.
El pueblo Japonés, por lo menos tiene el derecho de conocer, por qué el resto del mundo está molesto con ellos.
El Articulo 21 de La Constitución Política del Japón, les garantiza ese derecho.
Aún más importante, el pueblo Japonés, tiene el derecho de formar sus propias opiniones con respecto a su propia cultura alimentaría, en vez de que su gobierno y unos cuantos pescadores, les dicten lo que su “cultura” debe ser.
Existen muchos documentales sobre la destrucción de la paz planetaria a cargo del ser humano.
The Cove es uno de los mejores.
“We have something to teach them or control them, and perhaps we ought to be looking at what they can give to us”
The Cove es un documental del año 2009, dirigido por Louie Psihoyos.
Protagonizado por Ric O'Barry, Louie Psihoyos, Hayden Panettiere, Isabel Lucas, John Potter, Mandy-Rae Cruickshank, Paul Watson, Scott Baker, Joe Chisholm, Charles Hambleton, Simon Hutchins, Kirk Krack, Roger Payne, Dave Rastovich, entre otros.
El guión es de Mark Monroe.
Cuenta el director Louie Psihoyos, que empezó a preparar The Cove, su primer film, hace 10 años, cuando durante una conferencia sobre temas marinos, alguien le contó el origen del lucrativo negocio que gira en torno a los delfines.
Se sorprendió al descubrir, que no tenía ni idea del asunto, y que los demás que estaban con él, tampoco sabían nada.
¿Por qué algo tan escandaloso, era tan poco conocido?
Es una gran cuestión que el director expone y responde perfectamente en su trabajo.
La gran meta era, mostrar algo que no quieren que veamos, porque es demasiado terrible, como para asumir que está sucediendo.
Psihoyos quiere informar, concienciar, quiere que abramos los ojos, y también que actuemos, en la medida de nuestras posibilidades, pero entiende que para lograr eso, tiene que llegar al corazón de la gente.
Y lo hace con las armas del cine, para dotar a The Cove, de una potencia irresistible, convirtiéndolo casi en un “thriller” de imágenes tan contundentes, que llegan a provocar todo tipo de emociones; es más, es un relato tan impactante, que hace sufrir.
Sé que suena exagerado, pero hay que verlo, y no creo que ningún ser humano pueda hacerlo, sin sentirse además realmente indignado, alterado en lo más profundo de su ser, de una manera indescriptible... enojado.
Porque estamos conectados con estos animales, y nuestra naturaleza no puede soportar estas atrocidades.
Y es que Louie Psihoyos, es uno de los fotógrafos más solicitados del mundo, y uno de los fundadores de la Ocean Preservation Society; que conoció, o mejor dicho, no conoció a Ric O’Barry, en un congreso de ciencias marinas, en cuya jornada inaugural, O’Barry iba a ser uno de los conferenciantes principales.
La historia de éste tipo, nos muestra una de esas paradojas increíbles, que a veces tiene la vida, y es que Ric fue el encargado años atrás, de capturar y entrenar a los 5 delfines, que posteriormente darían vida al conocido “Flipper” de la TV.
En conocimiento de causa, en el último momento, SeaWorld, patrocinador del congreso, vetó a O’Barry, lo cual despertó la curiosidad de Psihoyos.
Lo que no sabía, es que esa curiosidad le llevaría a ir en busca de O’Barry, y a emprender una increíble aventura cinematográfica.
The Cove, fue dirigido por este ex fotógrafo de National Geographic, pues su trabajo se caracteriza por la humanidad y el ingenio con los que ilustra complicados temas científicos; impulsado por su pasión por el submarinismo y la fotografía subacuática, ha mostrado al mundo, el deterioro del recurso clave de nuestro planeta, el agua.
Mientras que el Ocean Preservation Society, es una organización sin ánimo de lucro, que ofrece al público y a los medios, una óptica excepcional, tanto de la belleza como de la destrucción de los océanos, con la intención de promover cambios positivos.
Cabe destacar, que porciones de la película, fueron filmadas en secreto durante 2007, utilizando micrófonos submarinos, y cámaras de alta definición, disfrazadas de rocas.
Entre los retos enfrentados por el equipo de producción, estuvieron la estricta seguridad e inaccesibilidad de la ensenada donde asesinan a los delfines.
Para enfrentar algunos de estos problemas, KernerFX, anteriormente parte de Industrial Light & Magic, contribuyó con cámaras especiales de alta definición camufladas, que fueron diseñadas para parecer rocas.
Estas cámaras escondidas, ayudaron a captar imágenes para el filme, y estaban tan bien camufladas que, según Louie Psihoyos, al equipo se le hizo muy difícil encontrarlas de nuevo.
“Indudablemente, The Cove no es la típica producción cinematográfica.
La mayor parte del trabajo, se llevó a cabo en plena noche, de forma encubierta, y nuestro principal reto fue, tratar de evitar que nos mataran, o que nos detuvieran y nos encarcelaran durante meses.
Nos enfrentamos también a otros problemas.
Justo después de crear nuestra productora sin ánimo de lucro, conocí a Steven Spielberg, que me aconsejó, a raíz de su experiencia en “JAWS” (1975), que nunca trabajara en embarcaciones o con animales, porque es muy impredecible, y supone un elevado coste.
Pues bien, en The Cove, utilizamos muchas embarcaciones y tuvimos que trabajar con un montón de animales de gran tamaño, poco dispuestos a colaborar.
Fue la pesadilla de un director primerizo”, dijo Psihoyos.
The Cove, se cuenta desde un punto de vista del conservacionista del océano; y argumenta que la caza de delfines practicada en Japón, es innecesaria y cruel.
Como premio a ese esfuerzo, The Cove ganó El Oscar como Mejor Documental.
A la vez que Hollywood premiaba una cinta incómoda, que cuestiona entre otros aspectos, la política del país nipón, la realización de la ceremonia de entrega de los Oscar, esquivó durante la emisión a O’Barry y su cartel en defensa de los delfines…
Penosa contradicción.
Pues en Japón está prohibida la proyección pública de The Cove, y ha sido censurada por las tremendas verdades que devela, tanto que han tenido que sentar como puñetazos en las altas esferas.
Pero The Cove es un documental excepcionalmente logrado, que se desenlaza como un buen suspenso de espías, a modo de una de las operaciones más audaces y arriesgadas en la historia del movimiento conservacionista.
Un documental que muestra la matanza de miles de delfines en una cala en Taiji, Wakayama, Japón.
Impresionante trabajo logístico, para hacer de conocimiento público, el holocausto de delfines en Japón, el secretismo del gobierno en cuanto a la salud de las personas, y el comercio de peces; así como la corrupción y la ignorancia de todo un pueblo.
Pero hay personas comprometidas con la naturaleza, con la fauna marina y la humanidad.
Héroes que arriesgan la vida para denunciar el exterminio indiscriminado de delfines… que bien se puede extender a cualquier otro animal que habite el planeta.
Toda la actividad de la producción, siempre estuvo protegida por la policía y autoridades japonesas, que en todo momento tratan de impedir, incluso empleando la fuerza y amenazas, cualquier acceso al conocimiento de las además crueles y sangrientas, arpones manuales, artes de pesca que se utilizan.
Y demostró además, de una manera rotunda, el consumo de carne de delfín, amparado por las autoridades, etiquetado como “carne de ballena”, con el gran peligro de ingerir una carne altamente tóxica, por contener gran concentración de mercurio, debido a que el delfín se encuentra en la cima de la cadena trófica alimenticia, acumulando los metales tóxicos vertidos por el hombre en los mares.
Igualmente mostró el cinismo y las maniobras ilegales, y sin ética de La Delegación de Japón en La Comisión Ballenera Internacional (CBI), con el objetivo de seguir cazando ballenas, escudándose en una supuesta cultura y costumbre de su pueblo, hoy inexistente como tal.
Para ello compraban los votos de países muy pequeños, que ni siquiera tienen hábitat de cetáceos en sus territorios.
Todo ello, bajo el nombre de caza científica.
The Cove generó gran polémica en el mundo, especialmente en La CBI.
Según el film, se estima que alrededor de 23.000 delfines mueren cada año en Taiji, en contraste a las 1.600 capturas según La Agencia de Investigación de Pesca japonesa.
Todo ello hace de The Cove, un documental necesario, divulgativo, con bases sólidas, cuyo objetivo es levantarse y actuar para decir:
¡No Más!
Hay que detener la caza, el comercio, y el consumo de delfines, inclusive aquellos destinados para el entretenimiento.
Confieso que tras haberme recuperado emocionalmente, hasta el llanto, el documental me dejó muy enojado, por mi ignorancia del tema, y mi inactividad al respecto; sin embargo, reafirmó más mi conciencia como militante en la preservación natural de las especies.
The Cove es la prueba de un crimen vergonzoso, cruel e intolerable, cuya víctima no son solamente miles de animales, también lo es nuestra dignidad como seres humanos, y nuestro propio futuro en un planeta, cada día más castigado.
Es imposible no preguntarse, mientras se está viendo The Cove:
¿Cómo es posible que haya personas capaces de cometer semejante brutalidad, sin inmutarse, cómo pueden reírse y bromear, mientras el agua se va tiñendo de sangre a su alrededor, y cómo es posible que, aún hoy se siga tapando, ocultando y manipulando, unos hechos tan monstruosos?
“As a human being, when I see a dolphin looking at me and his eyes tracking me and I lock eyes with that animal, there's a human response that makes it undeniable that I'm connecting with an intelligent being”
The Cove, gira en torno a la misteriosa relación, en ocasiones afectuosa y en ocasiones violenta, del hombre con los delfines, que a lo largo de la historia, ha fluctuado entre la profunda curiosidad, la reverencia mística, y la matanza sistemática e indiscriminada.
El documental, The Cove, presenta la historia del Sr. Ric O’Barry, Director del Dolphin Project, así como de la campaña “Dolphin Project Cove Monitors”; y sus esfuerzos a nivel mundial, de proteger estas especies y otros cetáceos.
O’Barry, que no se dejó intimidar, hizo causa común con el cineasta Louie Psihoyos y la Ocean Preservation Society (OPS), con el fin de descubrir, qué está ocurriendo realmente en la cala, y por qué afecta a todos los habitantes del planeta.
Aun con el jefe de la policía local siguiéndoles la pista, y con fornidos pescadores acechándoles, consiguieron formar un equipo al más puro estilo “Ocean’s Eleven” (2001), constituido por expertos en cámaras y equipos de sonido submarinos, artistas de efectos especiales, exploradores marinos, adictos a la adrenalina, y especialistas de talla mundial en buceo libre.
Su misión secreta:
Filmar la cala prohibida.
Esto dio lugar a un juego del gato y el ratón, con aquellos que desearían verles entre rejas.
El resultado, es una provocadora mezcla de periodismo de investigación, ecoaventura, y fascinantes imágenes que constituye un apremiante llamamiento a la esperanza.
“El Holocausto de Flipper”, que bien podría llamarse este documental, fue realizado con inteligencia, sentimiento, pasión, y razón.
La originalidad de este documental, y su puesta en escena está, aparte de/en la magnitud y barbarie de los hechos a denunciar, en las excepcionales circunstancias que lo rodean, y que motivan todo el entramado.
La matanza de delfines, tiene lugar en una fortaleza natural, la cala del título, cuyo acceso es muy complicado, además de restringido por la vigilancia de pescadores que impiden cualquier tipo de filmación, a la que se suma el control policial al que son acosados, y las dificultades burocráticas que encuentran por parte de la administración.
A lo largo del metraje, todos estos antecedentes, empiezan a sorprendernos y a extrañarnos, envolviéndonos en un aura de misterio…
Así, The Cove reseña el viaje del ex entrenador de delfines, Ric O'Barry para documentar las operaciones de cacería de delfines en Taiji, Wakayama, Japón.
Luego de reunirse con O'Barry, Psihoyos y su equipo, viajaron al pequeño pueblo de Taiji, un poblado que parece ser devoto a la maravilla de los delfines y ballenas que nadan junto a las costas del lugar.
Sin embargo, en una ensenada cercana y aislada, rodeada de alambrados y avisos de “No Pase”, toma lugar una actividad que la gente del lugar intenta esconder del público.
En la ensenada, un grupo de pescadores de Taiji, se embarcan en una cacería de delfines.
Para Psihoyos:
“El pueblo parecía sacado de una novela de Steven King:
Externamente todo el pueblo mostraba un profundo respeto y amor por los delfines y las ballenas, pero lo que estaba ocurriendo en la cala secreta, componía otra historia que yo estaba decidido a desentrañar.
La cala secreta, es una fortaleza natural.
Está protegida por 3 lados, por abruptos acantilados.
La entrada que hay en un lado, está cercada por altas rejas puntiagudas con alambre de espino, y hay otros 2 accesos por túnel, que están custodiados por guardias y perros.
La cala, por extraño que parezca, está en medio de un Parque Nacional que se encuentra justo en el centro del pueblo, entre el ayuntamiento y El Museo de Las Ballenas.
Richard me dijo, que para entrar en la cala secreta, se necesitaría un cuerpo de élite de La Armada estadounidense, y en cierto modo lo conseguí, pero mi cuadrilla era más bien un equipo del tipo “Ocean’s Eleven” (2001); y recluté a mis amigos:
Simon Hutchins, ex militar que se encargó de construir unas formas artificiales semejantes a rocas de mar, donde esconder cámaras de alta definición e hidrófobos.
Joe Chisholm, organizador de conciertos de rock, que se encargó de la logística, por ejemplo, introduciendo en Japón cierto material imprescindible para rodar este documental, que de otro modo no habría podido cruzar fronteras.
Y Mandy-Rae Cruickshank, y Kirk Krack, ambos submarinistas de gran experiencia en buceo de pulmón libre, de hecho, Mandy-Rae, ha ganado 8 campeonatos del mundo en esta especialidad deportiva, marcando un record de 90 metros de profundidad en bajada, con una sola inhalación; mientras su marido, Kirk, es también un experto en buceo libre.
Cruickshank y Krack, nos ayudaron a instalar cámaras submarinas e hidrófonos.
Un ex ayudante de fotografía mío, había pasado a ser el jefe de producción de moldes en ILM, Industrial Light and Magic, en el departamento 3D de Lucas, y nos ayudaron a crear rocas falsas, que nos permitieran esconder cámaras de alta definición y micrófonos.
Un experto en electrónica, que había formado parte de Las Fuerzas Aéreas Canadienses, nos ayudó a modificar las cámaras dotadas de disco duro, para equiparlas con discos duros de mayor capacidad, y alimentarlas con baterías especiales, como las que se utilizan en las expediciones al Everest.
También nos ayudó a construir vehículos aéreos no tripulados, para poder contar con imágenes y cobertura aéreas:
Un helicóptero teledirigido con una cámara de alta definición giro-estabilizada debajo, y un Zeppelin con cámara teledirigida.
Unos amigos piratas de las islas, me ayudaron a colocar las cámaras, y muchas noches, estuvimos escondidos con ropa de camuflaje y la cara pintada.
En muchas ocasiones, burlamos a los guardias y a la policía, gracias al uso de cámaras térmicas militares de alta definición, que nos permitían detectar movimiento en las colinas, y de toda una serie de estrategias de diversión”, dijo el director de The Cove; que describe así, la caza anual de delfines en El Parque Nacional de Taiji, Wakayama, en Japón; desde el punto de vista de activistas anti-caza de delfines.
Y resalta que la cantidad de delfines matados en la cacería de delfines en Taiji, es varias veces mayor que el número de ballenas cazadas en La Antártida, y reporta que 23.000 delfines y marsopas, son matados en Japón cada año en la industria ballenera nacional.
Los delfines migratorios, son conducidos hacia una ensenada escondida, donde son atrapados con redes, para darles muerte por medio de lanzas y cuchillos, junto a pequeños barcos pesqueros.
De acuerdo al Ministro de Agricultura, Forestal y Pesca de Japón, el progreso más reciente, reporta 1.569 cetáceos en Taiji, que fueron matados durante la temporada de 2007, incluyendo otros métodos aparte de la cacería.
El Ministro afirma, que sólo 1.239 cetáceos fueron matados por la cacería, y que un total de 13.080 cetáceos, fueron matados en todo Japón en 2007.
The Cove establece que la cacería de delfines es, en gran parte, motivada por los enormes ingresos generados al pueblo por la venta de algunos delfines capturados a acuarios y parques marinos.
Los delfines que no son vendidos al cautiverio, son masacrados en la ensenada por los pescadores, y la carne es vendida a los supermercados.
De acuerdo a evidencias anecdóticas presentadas en la película, la mayoría de los japoneses, no están al tanto de la cacería o del mercadeo de carne de delfín.
La película afirma, que la carne de delfín, peligrosamente contiene altos niveles de mercurio, y señala a los políticos locales, que han legislado, por esa razón, por la eliminación de la carne de delfín de los menús escolares locales.
Intentos de ver o filmar la matanza selectiva de delfines en la ensenada, son físicamente bloqueados por voluntarios locales, quienes tratan a los visitantes con abierta intimidación, escarnio e ira.
Los extranjeros que vienen a Taiji, incluyendo el equipo de filmación de The Cove, son abordados e interrogados por la policía local.
En respuesta, junto con La Sociedad de Preservación de Los Océanos, Psihoyos, O'Barry, y el equipo, utilizaron tecnología y tácticas especiales, para filmar de manera encubierta, lo que se lleva a cabo en la ensenada.
El filme, también reporta sobre la supuesta compra de votos de Japón en La Comisión Ballenera Internacional (CBI); y señala que mientras Dominica se ha retirado de La CBI, Japón ha reclutado a las siguientes naciones en su agenda ballenera:
Camboya, Ecuador, Eritrea, Guinea-Bissau, Kiribati, Laos y La República de las Islas Marshall...
Al final, O'Barry marcha hacia una reunión de La Comisión llevando un televisor donde muestra imágenes de la masacre de delfines en Taiji que ellos mismos han provocado, y que el equipo de producción grabó.
O'Barry camina alrededor de la repleta sala de reuniones, mostrando las imágenes, hasta que es expulsado.
Hay varias escenas en The Cove que quiero, por gusto, recordar aquí:
“¿Cuantas veces te han arrestado?”
O’Barry responde:
“Mmm...
¿Este año?”
El Ministro japonés diciendo:
“Nos es imposible tomar en serio esa presentación en PowerPoint...”
La grabación de la cámara situada en el fondo del mar, que graba cómo se va tiñendo el agua de rojo, es brutal; y las 3 escenas finales, en la que preguntan a los representantes de algún país pobre, preguntas básicas a más no poder, sobre las ballenas en su país, y lo eluden de una forma patética, casi tanto como el científico al enseñarle el vídeo en el móvil:
“¿Cuándo y dónde lo grabaron?”, le pregunta al verlo; justo después de prometer que los animales no sufren durante los asesinatos y, por supuesto, la escena en la que O’Barry entra con la televisión en el pecho, mostrando las horripilantes imágenes en el momento en el que El Ministro promete lo mismo que el científico, ante decenas de personas...
Finalmente vemos a nuestro héroe, Ric O’Barry en el centro de Tokio, con su televisor mostrando las imágenes espantosas del holocausto a la gente que pasa, sin detenerse… pero antes que la pantalla se oscureciese, vemos algunos japoneses detenidos para ver el horror.
¡Hay esperanza!
Sin embargo, hubo algo de controversia sobre la representación del pueblo japonés en la película; frente al cuestionamiento, el director Louie Psihoyos, predicó su simpatía por el pueblo japonés, muchos de los cuales no están al tanto de la situación en la ensenada:
“Para mí, es una carta de amor.
Les estoy dando la información que el gobierno no les dará”
Mientras que los activistas sostienen, que aparentemente, The Cove está teniendo un impacto en la forma en que los pescadores japoneses normalmente conducen la cacería de delfines.
El 23 de marzo de 2010, el gobierno japonés afirmó que “la cacería de delfines, es parte de la pesca tradicional de este país, y ha sido llevada legalmente”
O'Barry afirmó, que estaba planeando llevar varias estrellas de Hollywood a Taiji, en septiembre de 2010, en un intento por detener la cacería de ese año.
Inspirado en The Cove, Jennifer Aniston, Paul Rudd, Woody Harrelson, Ben Stiller, Robin Williams, Courtney Cox, Mariska Hargitay, James Gandolfini, John Leguizamo, Russell Simmons, y otros actores de Hollywood, se unieron en un video, para ayudar a salvar a los delfines de Japón.
Sin embargo, el documental no deja de ser divulgativo.
Con una estructura clara y directa, nos muestra la sorprendente inteligencia y conciencia de los delfines, y su alucinante conexión con el ser humano, consiguiendo que nuestra empatía sea mayor.
Pero también, las vergonzosas medidas medioambientales, defendidas por el gobierno japonés, y los entresijos políticos para aprobarlas, circunstancias que nos hace reflexionar sobre la utilidad, función e intereses de las organizaciones internacionales.
Así como, evidenciar el ejemplo de un hombre, Rick O'Barry, alma mater del proyecto, con una absoluta voluntad para asumir su responsabilidad del pasado, y actuar ante los hechos.
The Cove tiene algunos momentos realmente chocantes y emotivos, que captan la atención del espectador.
Destacando, especialmente, el tramo final de la película, con la trepidante secuencia en la que se lleva a cabo la última misión del operativo, conocida como “La Gran Orquesta”, y en la que participan todos los miembros del equipo, grabada con cámaras de alta definición de visión nocturna.
Los resultados de dicha misión, proporcionan las imágenes más impactantes de todo el trabajo, convirtiéndose en las pruebas más fidedignas de la brutalidad de las acciones que se producen en la cala.
Lo peor:
Es la indignación que produce el gobierno japonés en temas como estos, y la compra de silencios.
Japón, como señalaría un superficial psicoanálisis político, es el capitalismo en su versión no reprimida, el capitalismo inhumano, hecho explícito.
En esta insensatez; en esta rabia justamente reside lo más impactante de la película, ya que hay que interpretarla como el fruto de la desesperación por no poder hallar sentido alguno a lo que sucede cada año en Taiji.
Al fin y al cabo, la maldad no atiende a razones, simplemente existe.
La canción “Heroes” de David Bowie, se puede escuchar durante los créditos finales, precioso final para cerrar este documental.
“Every cetacean known to man is endangered just by going anywhere near Japan”
Como bien reza The Cove:
“Si no podemos parar algo tan sencillo como esto, no podremos abordar los grandes problemas del mundo”
El documental, abre un halo de esperanza, hay mucho horror en el mundo, pero hay gente que lo sabe, lo intenta cambiar, y nos regala una muestra de ese horror para intentar cambiar a los espectadores.
Lo mejor, la valentía de este grupo de personas, que bien puede ser usted mismo, por retratar la verdad que hay detrás de la sonrisa de los delfines, y el que espectadores ajenos a situaciones de desagravio para con el mundo animal, comiencen a concienciarse.
Pero eso no es todo.
Desde el año 2000, investigadores japoneses como Tetsuya Endo, profesor de la Universidad de Ciencias de la Salud de Hokkaido, ha encontrado altas concentraciones de mercurio, que puede causar intoxicación, en la carne de ballenas y delfines, vendida por todo Japón.
En sus estudios, residentes de Taiji que comen carne de ballena/delfín, tenían altos niveles de mercurio en su cabello.
La carne de ballena contaminada con mercurio, es comúnmente consumida en el pueblo, y se ha descubierto que sus residentes tienen 10 veces más de mercurio en su cabello, comparado con los ciudadanos japoneses promedio.
En junio de 2008, AERA, un semanario japonés, reportó que la carne de ballenas y delfines, vendida en Taiji, contenía un nivel de mercurio, 160 veces más alto de lo normal, y que el cabello de una muestra local de 8 hombres y mujeres, tenía niveles de mercurio, 40 veces más altos, basados en una investigación conducida por el Instituto Nacional para La Enfermedad de Minamata (NIMD)
La Enfermedad de Minamata, es un síndrome neurológico grave y permanente, causado por un envenenamiento por mercurio.
Los síntomas incluyen ataxia, alteración sensorial en manos y pies, deterioro de los sentidos de la vista y el oído, debilidad y, en casos extremos, parálisis y muerte.
La Enfermedad de Minamata, se denomina así, porque la ciudad de Minamata, Japón, fue el centro de un brote de envenenamiento por metilmercurio en la década de los años 50.
Madres que no presentaban ningún síntoma, dieron a luz niños gravemente afectados.
Así, 2 concejales de Taiji, cuya entrevista publicada en Japan Times en 2007, aparecieron en The Cove, para señalar el peligro de tener carne de delfín en el programa alimenticio escolar, debido al riesgo de envenenamiento por mercurio, que es particularmente dañina para los niños y embarazadas.
El programa en Taiji, utiliza carne de ballena del ballenero de investigación del Atlántico, pero 150kg de carne de delfín, fueron donados por los pescadores locales, y servidos en las escuelas en octubre de 2006.
Finalmente, la carne de delfín, no fue servida antes.
Sin embargo, los concejales continúan apoyando la caza de delfines, y uno de ellos dijo “es muy molesto ser usado en esa película, con intenciones de detener la cacería”, y agrega “pienso que fuimos abusados”
En 2010, muestras de cabello de 1137 residentes de Taiji, fueron sometidas a pruebas de mercurio por el Instituto Nacional para la Enfermedad de Minamata.
La cantidad promedio de mercurio metilo encontrada en las muestras, era de 11,0 partes por millón en los hombres, y 6,63 ppm en las mujeres; comparado con el promedio de 2,47 ppm en los hombres, y 1,64 ppm en las mujeres, en pruebas realizadas en otras 14 locaciones de Japón.
Así, 182 residentes de Taiji, que mostraron niveles de mercurio extremadamente altos, luego se sometieron a exámenes médicos para revisar síntomas del envenenamiento por mercurio.
Sin embargo, ninguno de los residentes de Taiji, mostraba alguno de los síntomas tradicionales del envenenamiento por mercurio, según el Instituto.
Empero, el Instituto Nacional de Población e Investigación de la Seguridad Social de Japón, reporta que la tasa de mortalidad en Taiji, y la vecina Koazagawa, donde la carne de delfín también se consume, es 50% más alta que el promedio para poblados de similar tamaño en Japón.
En 2016, el activista estadounidense, Richard O’Barry, estuvo retenido en un centro de reclusión en Japón:
“Soy un preso político”
Las autoridades de Japón, denegaron la entrada al país al activista, cuando este llegó al Aeropuerto Internacional Narita de Tokio, el pasado 18 enero.
El activista defensor de los delfines, se enfrenta a la posibilidad de no poder entrar en el país durante 5 años.
Según cuenta su hijo, Lincoln O'Barry, el departamento de inmigración de Japón, le acusó de haber mentido sobre el propósito de su visita, en un viaje anterior en el que participó en una protesta en El Día de Los Delfines contra la caza de estos animales en Taiji.
Sin embargo, su hijo asegura, que solo se trata de una maniobra de las autoridades de Japón, para echarle del país, pues cada vez que lo visita, vuelve a poner la controversia de los delfines en la mira global.
“Él es un símbolo de todo este movimiento.
Esta matanza de delfines, es un escándalo para todo el mundo, pero el gobierno le culpa a él”, asegura Lincoln acerca de su padre.
“Creen que si se deshacen de él, se deshacen de parte del problema”
Para O’Barry:
“Hay una distancia natural entre los seres humanos y los animales salvajes. Cuando va a la selva, o al África, o al océano, los animales salvajes naturalmente evitan a los hombres, se ocultan.
Es una forma de comunicación, nos dicen algo, pero no escuchamos.
Estamos demasiado ocupados a intentar obtener lo que queremos.
Debemos aprender a respetar la naturaleza.
Pensamos que debemos acercarnos a ellos, tocarlos y darles besos, pero el problema es exactamente esto.
¿Por qué simplemente no podemos dejarlos tranquilos?
Lo mejor que podríamos hacer para los delfines, es dejarlos en paz.
Parece que no somos capaces de eso; y es sin embargo, la mejor cosa que se pueda hacer”
¿Cabe preguntarse entonces, cómo se espera que influya The Cove en los espectadores?
El director respondió:
“En primer lugar, espero que la gente deje de llevar a sus hijos a delfinarios y parques marinos, donde hay espectáculos de delfines, y se ofrece la posibilidad de nadar con ellos:
Hacer que unos animales tan sensibles e inteligentes, realicen piruetas estúpidas para divertirnos, no es precisamente la mejor manera de educar a nuestros hijos.
En segundo lugar, espero que los japoneses dejen de matar delfines para consumir su carne.
Dejando de lado los motivos éticos, toda la carne de delfín es tóxica, y no es adecuada para el consumo humano o animal.
En tercer lugar, si los delfines y las ballenas están contaminados, es principalmente debido al vertido al mar de productos tóxicos derivados de la actividad humana.
El uso de combustibles fósiles, en particular, el carbón, es una de las principales causas de la acumulación de mercurio en el entorno, de modo que es importante buscar alternativas al carbón, si queremos salvar los océanos”
The Cove, finalmente, se convierte en un documental que ofrece la verdad, y nos dice, con Godard:
“No es rojo, es sangre”

“If you aren't an activist you're an inactivist”



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