Aquarius
“Hei! Vem cá que eu quero te mostrar
Hei! A minha cidade, o meu lugar
Hei! Recife tem um coração
Hei! Tem muito calor, muita emoção”
Se conoce como “especulación inmobiliaria” a la compraventa de terrenos y/o bienes inmuebles.
Las dinámicas economicistas que se desarrollan en determinadas zonas de las ciudades modernas, convierten estos elementos de reproducción, la vivienda, en medio de producción de plusvalías, perdiendo en ocasiones su utilidad original, y dedicándose por completo a este nuevo uso.
El valor de cambio de estas mercancías, acaba actuando de forma independiente a su valor de uso, de hecho:
El espacio urbano, la ciudad toda, adquiere un valor de cambio, más importante y por encima de su valor de uso.
Así, en ocasiones, en el valor de uso no influye la finalidad que se le da a la mercancía, como es el caso de las casas abandonadas o desocupadas por largos periodos de tiempo con fines especulativos.
Sin embargo, el valor de uso, influye determinantemente en el proceso de “gentrificación”, siendo el factor de atracción fundamental para la invasión-sucesión de una zona, por parte de los nuevos grupos sociales.
En Brasil, el déficit habitacional no es un problema marginal, pues se calcula en 6 millones de viviendas; donde un 70% de la población, no tiene acceso al mercado inmobiliario.
Los trabajadores, incluso los que tienen un salario fijo, aun profesionales como maestros o policías, no pueden aspirar a una vivienda digna, si no es con un subsidio público.
A muchos, no les queda más opción que la ocupación ilegal.
“Las favelas se multiplican, porque son el único modo de acceso a la vivienda para amplias franjas de la población”, escribe el profesor de la UFRJ, Cristovão Fernandes.
La consecuencia ha sido una creciente periferización y favelización de las ciudades en las últimas décadas.
Resulta complejo indicar fielmente, qué porcentaje de la población brasileña vive en favelas, pero algunas estimaciones sostienen que existen entre 900 y 1.000 favelas, solo en Río de Janeiro, donde habita casi 1/3 de los 6 millones de cariocas, mientras que en San Pablo, la cifra alcanzaría las 1.500 favelas.
“Las transformaciones necesarias para albergar Río 2016, han sido empleadas por el ayuntamiento, y estado de Río de Janeiro, como excusa para lanzar proyectos de especulación inmobiliaria a gran escala, en estrecha cooperación con grandes consorcios de la construcción.
Las mismas empresas que financiaron con grandes sumas, campañas políticas”, señaló el arquitecto y coautor del libro “SMH: Desalojos en el Río de Janeiro Olímpico”, Lucas Faulhaber.
Y es que Recife es conocida como la “Venecia brasileña”, atravesada por canales y puentes que cruzan los ríos Beberibe y Capibaribe, en ella conviven rascacielos y modernas avenidas, con edificios coloniales y callejones tradicionales.
Lo que no era más que una aldea de pescadores cuando las tropas neerlandesas ocuparon Pernambuco, y más tarde, la mayor parte del noreste de Brasil, allá por 1630; se ha convertido en un destino turístico en el que pasado y presente se mezclan, y donde el arte y la cultura, impregnan la vida en general.
Urbanizada a lo largo de la avenida de la costa, destaca la playa de Boa Viagem, de 7 kilómetros de extensión, la más popular y frecuentada por sus aguas tranquilas y piscinas naturales, formadas entre la arena y los arrecifes.
Esta zona, concentra la mayor parte de hoteles, restaurantes y bares de Recife.
Y allí converge la historia de 2 edificios, que encuentran la resistencia contra las olas de la modernidad, que amenazaba con destruirlos, pues en 2003, el creciente desarrollo de la construcción en la ciudad, comenzó la compra de apartamentos, y ejerció una fuerte presión a otros propietarios para que vendan.
Sin embargo, algunos residentes, más notablemente, Aronita Rosemblat, pensaban de manera diferente, y decidieron resistir.
Por un lado, el edificio Caiçara, que está justo al lado del edificio Oceanía, fue demolido este año, a pesar de las protestas basadas en nociones de patrimonio histórico de la armonía urbana.
Por el contrario, el edificio Oceanía, tiene características tipológicas de una transición desde el residencial multifamiliar, en este caso, más cerca de las casas tradicionales de la arquitectura de los edificios construidos en las décadas siguientes; está localizado en el borde de Pina, zona sur de Recife; y llama la atención de los transeúntes, por el nostálgico encanto de su arquitectura, símbolo de la resistencia a la especulación inmobiliaria en la Avenida Boa Viagem, postal de la ciudad.
Construido en 1952, el Oceanía cuenta con 18 apartamentos, divididos en 3 bloques, con 2 viviendas por planta, la mayoría de ellos ocupados por sus propietarios, y viene con un formato de “L”, con un gran patio interior y una separación frontal que recuerda a las casas típicas de jardín, con apartamentos de planta baja, asegurando un ambiente súper peculiar.
El Oceanía ya cuenta con 4 apartamentos vendidos a una gran construcción de la ciudad.
Según los residentes, la propuesta sería el intercambio de un apartamento por otro construido en la misma zona.
El nuevo apartamento, fue valorado previamente en $1 millón; además del “intercambio”, la compañía tendría que pagar un alquiler de alrededor de R$1,5 mil millones para cada residente, mientras el nuevo edificio se está construyendo.
Para uno de los residentes, la identidad histórica del edificio, se ha perdido después de las reformas realizadas en la fachada.
“No hay casi nada del siglo pasado, que podría representar una cultura”, dice uno de los residentes.
Y es que el vuelco por parar el desarrollo urbano, desarrollado por el arquitecto Milton Botler en 2003, fue debido al cumplimiento por el entonces Presidente del Patrimonio Histórico y Artístico de La Fundación Pernambuco (FUNDARPE), Paulo Souto Maior.
“Pai, mãe
Razoes da minha vida, minha força, minha inspiração
Luz do meu caminho, que me guia e me dá direção
Abraço que ampara e acalma o meu coração”
Aquarius es un drama brasileño, del año 2016, escrito y dirigido por Kleber Mendonça Filho.
Protagonizado por Sonia Braga, Jeff Rosick, Irandhir Santos, Maeve Jinkings, Julia Bernat, Carla Ribas, Fernando Teixeira, Rubens Santos, Humberto Carrão, entre otros.
Producido por Emilie Lesclaux, de Producciones Cinemascope, con la coproducción de Saïd Ben Saïd, SBS Productions, Videofilmes y Globo Filmes Brasil; se llevó parte de su financiamiento a través de La Ley Audiovisual, que establece que el sector privado, puede patrocinar proyectos, y luego deducir una parte del importe de su impuesto sobre la renta.
El propio director, dice que Aquarius es “acerca de la memoria y de la historia, que no son muy apreciados en nuestra cultura”
Él quería hacer una película “sobre los archivos personales”, la relación de cada uno con su pasado, presente y futuro.
La idea para el guión, llegó a una etapa en que recibió muchas llamadas de empresas que ofrecían servicios en lo que vio como “el mercado con ganas de entrar en su vida”
No obstante, Aquarius se vio envuelto en polémica, después de que el crítico Marcos Petrucelli, que formaba parte del Comité de Selección Especial, encargado de elegir la candidatura de Brasil para la carrera del Oscar en 2017, hizo comentarios sesgados en las redes sociales sobre la política del director Kleber Mendonça Filho.
Como un intento de mantenerla para representar potencialmente al país en la ceremonia; esto resultó en un ultraje, donde algunos renunciaron al Comité de Selección, y los directores retiraron sus películas del proceso de la sumisión, en protesta a la política local, que interfiere con la capacidad de elegir justamente a su candidato, tales como:
Gabriel Mascaro con “Boi Neon” (2015), Anna Muylaert con “Mãe só há uma” (2016), y Aly Muritiba con “Para Minha Amada Morta” (2015)
Por su parte, El Ministerio de Cultura de Brasil, permaneció en silencio sobre el asunto, y poco después, el filme “Pequeno Segredo” (2016), fue anunciado oficialmente, como la presentación del país al Oscar, elegido entre otros 16 candidatos.
También, Aquarius suscitó controversia, luego de recibir una calificación de “18+” del Ministerio de Justicia de Brasil, por “sexo explícito y drogas”, aunque la censura -que restringe las audiencias de la película a personas mayores de 18 años, es extremadamente rara en el país, y sugiere que “puede que no se basara únicamente en el contenido de la película”
Muchos, clasificaron el movimiento como un sabotaje, y un juego sucio del gobierno contra la película, en un intento de dañar sus perspectivas comerciales, en represalia por la protesta de la película en El Festival Internacional de Cine de Cannes; por cuya apelación, Aquarius fue reevaluada “a mayores de 16”
Y es que Aquarius fue la única película de América Latina, entre las 21 aspirantes a La Palme d’Or en Cannes.
Durante el estreno, el elenco y el equipo de producción, organizó una protesta contra la destitución ilegítima del entonces Presidente, Dilma Rousseff.
Ellos tenían en la alfombra roja, letreros que decían:
“Um golpe está acontecendo no Brasil”, “54 milhões de votos foram queimados” y “Dilma, vamos resistir com você”
“Fue algo casi espontáneo, decidido el día anterior, porque la semana antes, El Senado de Brasil, había votado por suspender a Dilma de sus funciones, mientras enfrentaba el juicio político, y entre nosotros pensamos, que no podíamos fingir que no estaba sucediendo nada grave en Brasil.
Creíamos que sería un acto mínimo, pero la repercusión fue gigantesca, creo que tocó un nervio”, indicó el director, Kleber Mendonça Filho.
Uno de los miembros del equipo, también lucía, bajo el esmoquin, una camiseta roja con el lema “Súper Dilma”
Mientras en el interior de la sala, otros miembros del equipo, sostenían en sus manos mensajes similares, así como una gran pancarta que incitaba a “detener el golpe en Brasil”
La mayoría de espectadores, han acompañado la protesta con grandes aplausos, pues se consideró un acto valiente y polémico.
En una entrevista concedida a The New York Times, el director se expresó sobre el “impeachment” a Rousseff:
“Lo que está sucediendo, es un golpe de Estado, pero uno muy moderno y cínico”, dijo Mendonça Filho, nacido en Recife en 1968, y que había sido crítico cinematográfico durante décadas, antes de debutar en el cine con “O Som ao Redor” en 2012.
Por su parte, en su cuenta oficial de twitter, Rousseff agradeció el apoyo de todos:
“Gracias, Kleber Mendonça Filho, Sonia Braga y Maeve Jinkings, el talento del Brasil en Cannes.
Al elenco extraordinario de la película Aquarius, un beso en nombre de la democracia”
La protesta causó controversia inmediata en las redes sociales, y algunos internautas a favor de la destitución, llegaron a organizar un boicot de Aquarius; y desde entonces, Aquarius se volvió casi un manifiesto “anti-impeachment”
Rodada en escenarios reales en varios barrios de Recife, como en la Praia dos Carneiros, a 80 km de la capital pernambucana; la acción sigue a Clara (Bárbara Colen/Sonia Braga), una ex-crítica musical de Recife, de 65 años, y madre de 3 hijos adultos, que vive retirada en un edificio particular:
Aquarius, construido en la década de 1950, sobre la chic Avenida Boa Viagem, que bordea el océano donde ha pasado toda su vida.
Ella es la última inquilina del predio; y se ha convertido en la matriarca de la familia, guardiana de su historia, almacenándola en forma de libros, fotos, vinilos y muebles; objetos que para ella son como “mensajes embotellados”, y su casa es un museo.
Pero un importante promotor inmobiliario, ha comprado todos los apartamentos, pero ella se niega a vender el suyo, y emprende una “Guerra Fría” contra la empresa que la acosa, representada por Diego (Humberto Carrão)
La estresante situación, le perturba y le lleva a pensar en su vida, en su pasado, en sus seres queridos.
Ella no ve ninguna razón para irse, y comienza a sufrir diversas formas de acoso, y a recibir ofertas que no le interesan, sobre todo de parte de Diego, responsable del nuevo proyecto de construcción.
Más allá de este conflicto, vemos el día a día de la protagonista, en sus momentos más íntimos y triviales.
Ella parece coquetear con el salvavidas Roberval (Irandhir Santos); ella tiene una relación difícil con su hija, Ana Paula (Maeve Jinkings), que quiere que vender el apartamento; y es particularmente cercana a su sobrino, Thomas (Pedro Queiroz)
Clara descubre, que La Constructora Bonfim tiene colonias de termitas en los otros pisos vacíos, con el fin de debilitar la estructura del edificio; y con la ayuda de amigos periodistas, que recibe información antigua de registros, pondrá en peligro a La Constructora, para luego enfrentarse a los ejecutivos de la misma, con un final de extremos abiertos.
Aquarius, borda a lo largo de sus 2 horas 30 minutos, que se pasan volando, muchísimo más de lo que se menciona.
Recorre los últimos 30 años de Doña Clara y, por extensión, del Brasil que le ha tocado vivir; son 3 décadas en la existencia de una mujer marcada por la terrible y, a la par, vivificadora experiencia de una enfermedad que dejó atrás.
Por lo que Aquarius es tanto un estudio de personajes, como una inteligente reflexión sobre la superflua transitoriedad del lugar, y la manera en la que el espacio físico elude nuestra identidad.
Si bien, no se evoca a reflexionar sobre la vejez, hace ofrenda al pasado, al valor de la nostalgia, lo que luce vigente, aunque parezca frágil ante el tiempo.
Es como la misma apertura del filme:
En un tiempo pasado, se le rinde homenaje a una tía de Clara (Thaia Perez); mientras sus sobrinos repasan la crónica de sus logros, como si estuvieran hablando de la historia de Brasil; la tía mira de reojo una mesita de luz, y recuerda todo el sexo que tuvo sobre ella, y agrega al currículum “la revolución sexual”
Hay un pasado tras un pasado.
El recuerdo, o lo que representa ese recuerdo de la tía, como un mueble, se verá intacto en el presente, con el mismo edificio, donde aquí, los muertos vuelven a la vida, gracias al recuerdo.
“Não mais que mulheres como ela”
La revista francesa, “Cahiers du Cinema”, consideró Aquarius, una de las más esperadas del año 2016.
Y es que en los últimos años, el cine brasileño ha apostado por una serie de películas que dialogan sobre la marcada frontera socioeconómica que existe en dicho país.
El director, Kleber Mendonça Filho, en Aquarius toma como protagonistas principales, a los residentes de los chalets en Recife, quienes sin darse cuenta, entre la comodidad y fastuosidad de sus edificios, viven acondicionados a lo que se sitúa a su alrededor.
Es el miedo a esa sociedad distinta y embarrada por el prejuicio de la inseguridad y la violencia.
Hay un ejercicio de la alerta demencial, donde en un principio, vemos a lo ajeno, filtrándose en sus casas, hasta trepar el terreno de lo mental; y divide la historia en 3 capítulos:
“O cabelo de Clara”
Donde se establece el apego al edificio, y un poco de su actualidad, y tiene lugar a principios de los años 80.
Estamos en una celebración familiar, y descubrimos a una mujer joven, con pelo muy corto, en pleno proceso de lucha contra un cáncer de mama. Un “flashforward” nos lleva 30 años después, cuando encontramos a una mujer de unos 60 años, con una larga y hermosa melena.
Ella es Clara, quien está siendo entrevistada como figura importante dentro de la crítica musical.
“O amor de Clara”
Donde se ahonda más en su contexto, y donde obviamente se toca el tema del amor, pasado y presente; y está referido a las secuelas emotivas y sentimentales que el cáncer ha dejado en ella.
Conocemos de cerca, cómo es su vida, sus amistades, sus hijos y nietos, sus flirteos amorosos, sus preocupaciones, y en qué consiste su filosofía de vida para haberse mantenido como una mujer de fuertes convicciones, libre e independiente.
Hasta que aparece en escena una constructora, que le ofrece una gran cantidad de dinero por su apartamento.
Y finalmente:
“O câncer de Clara”
Como fulminante cierre del conflicto; está referido por entero, a la segunda contienda a la que Clara tiene que hacer frente, y que nada tiene que ver con el cáncer, aunque no directamente, sino metafóricamente.
Como luchadora nata, se mantiene en la resistencia, dentro de su pequeño apartamento, su microcosmos, donde ha vivido toda su vida, junto a su marido e hijos.
Pero que ahora vive sola, y ve amenazado su hogar, por esa gran empresa inmobiliaria, que ha comprado todos los apartamentos del edificio donde ella vive.
A pesar del crecimiento de la inseguridad en el lugar, y la presión de sus hijos, preocupados por la situación, ella se niega a abandonar su casa.
Y es que Clara luchó de joven contra un cáncer de mama, y lo ganó, y así se convirtió en una mujer ya mayor, pero indudablemente atractiva y sexy, culta y enamorada de la vida.
En Aquarius, se pueden observar 2 argumentos:
Uno, es la historia de Clara.
De ella conoceremos su rutina como académica retirada, su pasión por la música, su amistad con su sobrino y un salvavidas, su salida con viejas amistades…
La segunda historia, es la de Clara enfrentándose a los empresarios, a sus familiares y comentarios de amistades y desconocidos, respecto a su decisión de no desalojar el departamento que por años ha sido de su adquisición.
Ambas historias, responden a los temas que le interesa exponer a Mendonça Filho.
Para Clara, la preservación del pasado es vital.
Su vida está sujeta a la custodia del pasado, desde lo superfluo hasta lo más elemental.
Son sus discos de vinilo, hasta la ama de casa, quien es un miembro más de la familia.
Su misma corporalidad, la marca de una “sobrevivencia”, es también representación simbólica de esa obsesión.
A dónde se dirija Clara, la memoria influye y sostiene su presente.
A partir de esto, se comprende la obstinación del personaje, quien anda en una continua confrontación.
¿Qué gesta esto?
Un brote de paranoia, aquella que por momentos parece engañosa.
El personaje de Sonia Braga, circunstancialmente se siente en la necesidad de asumir una postura defensiva ante cualquier actitud o eventualidad.
Esto no causa mella a su inminente decisión, aunque la situación no deja de inquietarla.
La conciencia no se alertará, sin embargo, existen secuencias en que el inconsciente le pone trampas.
Aquarius tiene muchas de esas trampas o apariencias que además de incentivar lo alucinatorio, estimula esas otras premisas que le interesan a su director.
Al ser su protagonista, un personaje ceñido por su estimación a lo pretérito, se expresan las curiosas posturas sobre los conceptos de la posmodernidad:
“Es viejo o es vintage”
Una armadura expuesta en un restaurante de arquitectura contemporánea, alguien tomando una foto a la foto de un álbum desde su dispositivo celular, una periodista sobrevalorando el mp3, una joven al borde de las lágrimas por el sonido terroso de una vieja canción que suena desde un tocadiscos...
Sutilmente, Aquarius va desmembrando esos fantasmas de la división social.
El concepto ético sobre lo reemplazable o mejorable, no es más que una máscara o velo que separa o dibuja los prejuicios sociales territoriales.
Es curioso ver, cómo una mujer de más de 6 décadas, que figura como “anticuada”, esté abierta a todo concepto de modernidad, salvo los que repriman a los desprotegidos.
Clara se presenta como un personaje femenino fuerte, independiente.
Mendonça Filho, siempre tuvo en cuenta que el trabajo se lleva a cabo por una mujer, porque él dijo que “los aspectos sociopolíticos presentes en Aquarius, que no tiene el mismo peso, si el personaje central era un hombre”
Es Sonia Braga, quien le da vida y energía a este personaje que no tiene miedo, y no está dispuesta a dejarse vencer en sus luchas.
Su presencia es imprescindible, y es quien lleva la película, a donde su personaje quiere.
Clara se casó, tuvo hijos, pero hoy ellos ya se fueron de su casa, y su marido murió hace ya largos años.
Vive sola en el último departamento de un condominio que quieren derrumbar para un nuevo negocio que les convendrá a ellos, y no muchos más.
Pero Clara no sólo se siente cómoda con ese lugar, su hogar, aquel que guarda mil recuerdos de ella y de su familia, donde escucha su incansable colección de discos, baila sola, toma té y escribe en su Moleskine.
Su única compañía fija, es la mujer que la ayuda, fiel a la señora.
El guión de Kleber Mendonça Filho, es más complejo que una exploración por la vida diaria de esta mujer sesentera.
El logro principal, es que Clara no es solo ella por quién es, y lo ha hecho de su vida.
Clara existe por su relación con el entorno:
Con su viejo edificio, con su empleada, con su familia, con sus amigas, y hasta con el guardacostas.
Es esa persona de clase acomodada, que se relaciona con la servidumbre hasta para ir a sus fiestas, es esa que cría a sus hijos diciendo siempre la realidad de las cosas, es esa que disfruta de una noche alocada de sexo, solo por tener ganas de satisfacerse; es esa que rechaza al potencial amante, así como es rechazada, es aquella que sueña y tiene temores, pero los afronta a la cara.
Clara muestra un poco de todos; y la identificación con el personaje brota sola y sin esfuerzo.
Pero Clara también es como el edificio, que con los años se vuelve un lugar abandonado por sus ocupantes, tanto como ella es descuidada por su familia, que le faltan partes, así como ella ha ido sufrido fisuras emocionales y físicas, o algo que será modificado, por otro más moderno, como son modificadas sus costumbres, de ejemplo, la música que se ha digitalizado, y ella aún conserva sus vinilos.
Clara rompe los esquemas tradicionales de un adulto mayor:
Va todos los días a nadar, usa el pelo largo, se dedica al arte, maneja, no tiene miedo de quedarse sola, no quiere que sus hijos se entrometan en su vida, no le importa que uno de ellos sea gay, escucha música hasta altas horas, toma vino y es capaz de levantarse a un veterano viudo en un baile, y hasta de contratar a un “taxi boy” para tener sexo asegurado.
Pero es una mujer apegada a lo sentimental, que tan sólo valoriza lo material cuando tiene una historia, como bien comprobamos en una escena con un vinilo de John Lennon.
Una filosofía heredada de su tía, la rebelde de la familia, a quien vemos evadirse al principio del relato, cuando comienza a recordar su juventud, al mirar una cómoda en su salón...
Sin embargo, Clara se ve puesta en entredicho, cuando en plena batalla contra el gigante inmobiliario, descubrimos que su posición privilegiada, también se debe a los trapicheos de su familia, y al sacrificio de la baja clase social, los sirvientes que trabajan para la clase media brasileña, también retratados en Aquarius.
Un sistema creado de manera que el ascenso a los privilegios, se debe al sufrimiento de los demás, por muy honesto que sea cada quién en su día a día.
A través de Clara, y de su edificio, Mendonça Filho ha retratado por completo los lazos familiares, la corrupción de la sociedad, y el paso del tiempo.
Además, esta mujer testaruda, que se opone a todo su entorno para mantener el apartamento, es la representación del latino, con amplias convicciones, pero anclado a sus viejas raíces y tradiciones.
Durante más de 2 horas de película, el director va retratando a este personaje femenino y fuerte, a través de su cotidianeidad en un principio, y luego a través de cómo reacciona ante cada adversidad que le van poniendo en su camino, para poder quedarse con ese terreno que para ella es impagable.
Con humor y mucho corazón, y un uso hermoso, y una presencia funcional importante de la música, donde pueden sonar cantautores brasileros, pero también extranjeros como Queen.
No obstante, Aquarius funciona como crítica de un gobierno corrupto, y de ahí la polémica que desde su proyección en Cannes ha generado, siendo impedida de ser enviada como representante de su país para los premios Oscar.
Empezando que Aquarius construye cierto simbolismo en toda su narrativa; toma nota de que el pelo de la protagonista aparece corto al principio de la trama, debido a la quimioterapia, sólo para ser presentado después, ya largo, y a menudo suelto, convirtiéndose en una extensión de la representación de su viaje para deshacerse de la enfermedad, y su lucha.
La situación del personaje, para resistir el acoso y la opresión de una empresa de construcción, también fue señalado por la crítica, como una conectividad paralela a la situación del entonces Presidenta, Dilma Rousseff, en el momento en que se introdujo su destitución, aunque el guión de Aquarius estaba escrito 2 años antes del evento, y la situación política entonces, era diferente.
Su trama, además de tejerse a lo interno del relato, también se puede explorar de acuerdo a las situaciones sociales de Brasil, y por qué no, de todo el mundo.
Claramente, lo más visible es esta fiera lucha contra un sistema poderoso, un sistema opresor y sin escrúpulos, que buscará de cualquier forma salirse con la suya, en este caso la adquisición del inmueble.
Esto con la finalidad de construir un gigantesco complejo, como los que se encuentran a lo largo de toda la costa de Recife.
Lugares exclusivos para las personas de alto rango social, como una expresa crítica social entre los que tienen y los que no, los que no pueden ni siquiera clamar justicia por ser pobres, frente a los que se encuentran mejor posicionados y tienen todo a favor.
Clara, es el fiel reflejo del alma que al país de Dilma Rousseff, actualmente apartada del poder, le falta.
Una esencia necesaria que Kleber Mendonça Filho construye desde una imponente factura formal, desde un montaje que ante todo se siente ágil y armónico, y desde un sentido del humor que se antoja tan audaz e inteligente, como definitivamente valiente.
Uno de los temas centrales, es la resistencia, que se muestra en el choque entre Clara y La Constructora Bonfim.
A través de ella, Mendonça Filho aborda la cuestión de la realidad urbana de Recife, donde cada vez hay más distritos verticalizados, que sirven a las familias de altos ingresos, a expensas de un modelo anterior de una o dos casas, o incluso, la construcción de varias plantas.
El barrio donde vive Clara, Boa Viagem, fue uno de los más afectados por este movimiento especulativo.
La reclamación de los bienes raíces, y la falta de leyes que regularan la actividad, generaron el caso notorio de la construcción de 2 torres gemelas en el muelle de Santa Rita, en un área protegida por El Patrimonio Histórico, que hace referencia con el tono negativo, en Aquarius, en la toma de aire de la ciudad, en el que las torres fueron sumariamente “borradas”
Pero Mendonça no se queda en la denuncia aislada y maniquea, también juega con las formas de los edificios, actores principales del drama, retrata espacios con unos vigorosos “zooms in” y “zoom out”, asimila el retrato de lo pequeño, y lo extrapola para describir a una sociedad brasileña en plena mutación de valores y objetivos.
Del reparto, incomparable Sonia Braga, sosteniendo todo el peso del film.
La brasileña conmueve y divierte con un gesto, con una mirada, con la enorme fuerza de su interior.
Un homenaje a la misma Sonia Braga, La Gran Dama del cine brasileño, cuya formidable actuación se siente como una fuerza de la naturaleza.
Ella domina la película, le imprime su personalidad, y la dota de pasión y calor; y es menester decir que interpreta a Clara, no como una rara heroína, sino como una mujer común y corriente.
Tiene un gran monólogo, en el que reprocha a su hija, que la antigüedad para los jóvenes es “vintage” o “vieja”, según les guste o no; pero la película no trata a Clara de loca fetichista, simplemente como una persona a quien le toca defender un modo de vida, donde el dinero no es lo más valioso.
Sistema de creencias sin duda facilitado gracias a tener mucho dinero, la lucha de Clara pierde tensión, cuando nos enteramos que tiene otros 4 apartamentos por si el de Recife cae; pero en ningún momento dudamos que sus principios preceden su patrimonio, y los sobrevivirán siempre.
Aquarius se deja disfrutar, es amena, tierna y contiene escenas magníficas:
Como una discusión con los hijos de Clara, que resuelve con éxito, el cliché de referenciar “Sonata de Otoño”
El hijo que guarda con rencor el abandono de su madre, más dedicada a la música que a la familia.
El cumpleaños de la sirvienta, besando el retrato de su hijo fallecido; o las escenas sexuales explícitas, que para nada son gratuitas…
Nada de lo realmente molesto de tener departamentos vacíos alrededor, sucede.
No se pinchan los caños de arriba, o de al lado, provocando humedades imposibles de sacar, no despiden al jardinero y al portero, no deciden cortar las plantas de la entrada, teniendo la mayoría; pintar el frente de negro o votar una reforma inútil y carísima que no le sirva de nada a Clara, lo que serían decisiones de ley, que podría tomar el inversor con la mayoría de los votos de La Asamblea del Consorcio.
Decisiones mucho más lógicas, y que crean mucho mayor malestar que las que toma en la película, que son estrafalarias.
Sin embargo, ella sí decide pintar el frente de blanco, un costo altísimo e inútil a su cuenta y cargo, y quedarse cuando al ser la única que no vende, está perjudicando a sus vecinos, que canjearon metros cuadros viejos, por los mismo, en el nuevo edificio a construir.
¿Es Aquarius, una metáfora de lo inútil de la resistencia al cambio de esa generación?
¿Del egoísmo con que muchas veces se actuó, sin tomar en cuenta la problemática real de la gente, pidiendo y haciendo sacrificios inútiles?
Finalmente, un desenlace abierto, y “externo”, pone fin a esta guerra.
Clara consigue unos papeles de registro que comprometen a la constructora, y detiene la trampa desde afuera, desde la casualidad, y usando un arma vil:
El chantaje.
¿Ese es el broche de oro de la heroica resistencia?
Hacerse este tipo de preguntas, con un buen film, y con Sonia Braga en escena, bien valen el éxito que pueda tener en Brasil y en Latinoamérica.
En octubre de 2016, El Consejo para La Preservación del Patrimonio Cultural de Pernambuco (SCLC-PE), decidió por unanimidad, volver a evaluar una solicitud de registro del edificio Oceanía, lugar principal del rodaje de Aquarius.
La solicitud original, fue realizada en 2003, y fue negada en 2006; por lo que esta decisión de reapertura, satisface una solicitud de Milton Botler, arquitecto que utilizó la función, como una de la reapertura de los argumentos de la conservación del edificio.
Por su parte, el director Kleber Mendonça Filho, dijo:
“Me acuerdo de una cosa, al final del estreno de Aquarius, el cine São Luiz, en Recife, el 20 de agosto, El Secretario de Cultura de Pernambuco, Marcelino Granja, se volvió hacia mí, todavía mientras los créditos pasaban, y me dijo:
Esta película acabará por hace caer el Oceanía”
Por otra parte, debido a la popularidad de la película, el edificio se ha convertido en un símbolo de la ciudad de Recife.
Para Luiz Amorim, arquitecto y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, para poner el edificio como “actor” de la película de Kleber Mendonça Filho, reverbera un conflicto común de las ciudades brasileñas actuales:
“Los enfrentamientos entre el poder económico, y la conservación del patrimonio”
Según Amorim, la película “ayuda a fortalecer las batallas diarias por el derecho a la ciudad”
Al tiempo que el director nos permite palpar la vida brasileña, marcada por su paso del tiempo, a través de una banda sonora de mucha calidad.
“Another One Bites The Dust”
¿Cómo están envejeciendo los jóvenes revolucionarios de los 70, en Brasil?
Esa podría ser la pregunta que intenta responde Aquarius, el clima, en que se desarrolla, y el principal atractivo que justifica ir a verla.
En Aquarius, el director hace mucho más evidente su preocupación por estos cambios en la economía de su país, y sus implicaciones sociales.
Y es que la turbulencia política en Brasil, tras la destitución de Dilma Rousseff, y la asunción del nuevo presidente, Michel Temer, Aquarius está en boca de todo el mundo; y no sólo por tratarse del regreso a la pantalla grande brasileña de Sonia Braga, quien magistralmente encarna a su protagonista, sino porque a pesar de no ser un film político, se ha convertido en una suerte de metáfora sobre lo que sucede en los círculos del poder en Brasilia.
“Hay una cuestión de “espíritu de la época” muy fuerte, que está ocurriendo con Aquarius.
Es impresionante, jamás habíamos imaginado que habría tantos puntos de contacto con la actualidad política, y ese proceso de “impeachment” que era imprevisible.
Sirve como un film catártico, en un momento político, en el que una parte de la sociedad brasileña, necesita un cierto tipo de liberación de energía, porque siente una frustración muy grande por cómo las cosas se dieron”, señaló el director.
“Aquarius para mí siempre fue un pequeño “thriller” sobre la historia, sobre la alteración del paisaje urbano con demoliciones, sobre nuestras casas, y, de cierta manera, sobre cómo sobrevivir en Brasil.
Pero la realidad política hizo que adquiriera otras facetas por los puntos de contacto entre la historia de Clara y la de Dilma.
Ambas son sobrevivientes de un cáncer, con un pasado de compromiso social, y que ahora luchan contra personas más poderosas, que buscan desalojarlas del lugar que se ganaron”, explicó el director.
Este hecho, podría quedar en mera anécdota, si no fuese porque Kleber Mendonça Filho, en su corta pero importante filmografía, ha mostrado una gran preocupación por la transformación que viene experimentando Brasil, debido a la política llevada a cabo tras la intromisión del capitalismo más voraz, dando paso, entre una larga lista de perjuicios sociales, algo que el realizador brasileño ha reflejado en su cine, desde su primera película:
La era de la expansión acelerada del mercado inmobiliario.
“Aquarius ha generado un ánimo fantástico.
Al principio, las trabas que le pusieron, me inquietaban, pero por suerte, todos los intentos por opacarla, fracasaron.
Yo nunca escondí mis opiniones sobre El Gobierno de Temer, pero todavía vivimos en una democracia, y es importante que la gente se sienta con libertad para decir y hacer las cosas que quiera, no dejarnos intimidar por quien tiene el poder”, apuntó el director.
En definitiva, Aquarius lanza una potente reflexión sobre la interrelación entre la identidad y la conservación de nuestras raíces, con el espacio físico y el entorno.
Algo de suma importancia, que el dinero no debería poder corromper.
“Oh you gonna take me home tonight
Oh down beside that red fire light
Oh you gonna let it all hang out
Fat bottomed girls you make the rocking world go round”
Hei! A minha cidade, o meu lugar
Hei! Recife tem um coração
Hei! Tem muito calor, muita emoção”
Se conoce como “especulación inmobiliaria” a la compraventa de terrenos y/o bienes inmuebles.
Las dinámicas economicistas que se desarrollan en determinadas zonas de las ciudades modernas, convierten estos elementos de reproducción, la vivienda, en medio de producción de plusvalías, perdiendo en ocasiones su utilidad original, y dedicándose por completo a este nuevo uso.
El valor de cambio de estas mercancías, acaba actuando de forma independiente a su valor de uso, de hecho:
El espacio urbano, la ciudad toda, adquiere un valor de cambio, más importante y por encima de su valor de uso.
Así, en ocasiones, en el valor de uso no influye la finalidad que se le da a la mercancía, como es el caso de las casas abandonadas o desocupadas por largos periodos de tiempo con fines especulativos.
Sin embargo, el valor de uso, influye determinantemente en el proceso de “gentrificación”, siendo el factor de atracción fundamental para la invasión-sucesión de una zona, por parte de los nuevos grupos sociales.
En Brasil, el déficit habitacional no es un problema marginal, pues se calcula en 6 millones de viviendas; donde un 70% de la población, no tiene acceso al mercado inmobiliario.
Los trabajadores, incluso los que tienen un salario fijo, aun profesionales como maestros o policías, no pueden aspirar a una vivienda digna, si no es con un subsidio público.
A muchos, no les queda más opción que la ocupación ilegal.
“Las favelas se multiplican, porque son el único modo de acceso a la vivienda para amplias franjas de la población”, escribe el profesor de la UFRJ, Cristovão Fernandes.
La consecuencia ha sido una creciente periferización y favelización de las ciudades en las últimas décadas.
Resulta complejo indicar fielmente, qué porcentaje de la población brasileña vive en favelas, pero algunas estimaciones sostienen que existen entre 900 y 1.000 favelas, solo en Río de Janeiro, donde habita casi 1/3 de los 6 millones de cariocas, mientras que en San Pablo, la cifra alcanzaría las 1.500 favelas.
“Las transformaciones necesarias para albergar Río 2016, han sido empleadas por el ayuntamiento, y estado de Río de Janeiro, como excusa para lanzar proyectos de especulación inmobiliaria a gran escala, en estrecha cooperación con grandes consorcios de la construcción.
Las mismas empresas que financiaron con grandes sumas, campañas políticas”, señaló el arquitecto y coautor del libro “SMH: Desalojos en el Río de Janeiro Olímpico”, Lucas Faulhaber.
Y es que Recife es conocida como la “Venecia brasileña”, atravesada por canales y puentes que cruzan los ríos Beberibe y Capibaribe, en ella conviven rascacielos y modernas avenidas, con edificios coloniales y callejones tradicionales.
Lo que no era más que una aldea de pescadores cuando las tropas neerlandesas ocuparon Pernambuco, y más tarde, la mayor parte del noreste de Brasil, allá por 1630; se ha convertido en un destino turístico en el que pasado y presente se mezclan, y donde el arte y la cultura, impregnan la vida en general.
Urbanizada a lo largo de la avenida de la costa, destaca la playa de Boa Viagem, de 7 kilómetros de extensión, la más popular y frecuentada por sus aguas tranquilas y piscinas naturales, formadas entre la arena y los arrecifes.
Esta zona, concentra la mayor parte de hoteles, restaurantes y bares de Recife.
Y allí converge la historia de 2 edificios, que encuentran la resistencia contra las olas de la modernidad, que amenazaba con destruirlos, pues en 2003, el creciente desarrollo de la construcción en la ciudad, comenzó la compra de apartamentos, y ejerció una fuerte presión a otros propietarios para que vendan.
Sin embargo, algunos residentes, más notablemente, Aronita Rosemblat, pensaban de manera diferente, y decidieron resistir.
Por un lado, el edificio Caiçara, que está justo al lado del edificio Oceanía, fue demolido este año, a pesar de las protestas basadas en nociones de patrimonio histórico de la armonía urbana.
Por el contrario, el edificio Oceanía, tiene características tipológicas de una transición desde el residencial multifamiliar, en este caso, más cerca de las casas tradicionales de la arquitectura de los edificios construidos en las décadas siguientes; está localizado en el borde de Pina, zona sur de Recife; y llama la atención de los transeúntes, por el nostálgico encanto de su arquitectura, símbolo de la resistencia a la especulación inmobiliaria en la Avenida Boa Viagem, postal de la ciudad.
Construido en 1952, el Oceanía cuenta con 18 apartamentos, divididos en 3 bloques, con 2 viviendas por planta, la mayoría de ellos ocupados por sus propietarios, y viene con un formato de “L”, con un gran patio interior y una separación frontal que recuerda a las casas típicas de jardín, con apartamentos de planta baja, asegurando un ambiente súper peculiar.
El Oceanía ya cuenta con 4 apartamentos vendidos a una gran construcción de la ciudad.
Según los residentes, la propuesta sería el intercambio de un apartamento por otro construido en la misma zona.
El nuevo apartamento, fue valorado previamente en $1 millón; además del “intercambio”, la compañía tendría que pagar un alquiler de alrededor de R$1,5 mil millones para cada residente, mientras el nuevo edificio se está construyendo.
Para uno de los residentes, la identidad histórica del edificio, se ha perdido después de las reformas realizadas en la fachada.
“No hay casi nada del siglo pasado, que podría representar una cultura”, dice uno de los residentes.
Y es que el vuelco por parar el desarrollo urbano, desarrollado por el arquitecto Milton Botler en 2003, fue debido al cumplimiento por el entonces Presidente del Patrimonio Histórico y Artístico de La Fundación Pernambuco (FUNDARPE), Paulo Souto Maior.
“Pai, mãe
Razoes da minha vida, minha força, minha inspiração
Luz do meu caminho, que me guia e me dá direção
Abraço que ampara e acalma o meu coração”
Aquarius es un drama brasileño, del año 2016, escrito y dirigido por Kleber Mendonça Filho.
Protagonizado por Sonia Braga, Jeff Rosick, Irandhir Santos, Maeve Jinkings, Julia Bernat, Carla Ribas, Fernando Teixeira, Rubens Santos, Humberto Carrão, entre otros.
Producido por Emilie Lesclaux, de Producciones Cinemascope, con la coproducción de Saïd Ben Saïd, SBS Productions, Videofilmes y Globo Filmes Brasil; se llevó parte de su financiamiento a través de La Ley Audiovisual, que establece que el sector privado, puede patrocinar proyectos, y luego deducir una parte del importe de su impuesto sobre la renta.
El propio director, dice que Aquarius es “acerca de la memoria y de la historia, que no son muy apreciados en nuestra cultura”
Él quería hacer una película “sobre los archivos personales”, la relación de cada uno con su pasado, presente y futuro.
La idea para el guión, llegó a una etapa en que recibió muchas llamadas de empresas que ofrecían servicios en lo que vio como “el mercado con ganas de entrar en su vida”
No obstante, Aquarius se vio envuelto en polémica, después de que el crítico Marcos Petrucelli, que formaba parte del Comité de Selección Especial, encargado de elegir la candidatura de Brasil para la carrera del Oscar en 2017, hizo comentarios sesgados en las redes sociales sobre la política del director Kleber Mendonça Filho.
Como un intento de mantenerla para representar potencialmente al país en la ceremonia; esto resultó en un ultraje, donde algunos renunciaron al Comité de Selección, y los directores retiraron sus películas del proceso de la sumisión, en protesta a la política local, que interfiere con la capacidad de elegir justamente a su candidato, tales como:
Gabriel Mascaro con “Boi Neon” (2015), Anna Muylaert con “Mãe só há uma” (2016), y Aly Muritiba con “Para Minha Amada Morta” (2015)
Por su parte, El Ministerio de Cultura de Brasil, permaneció en silencio sobre el asunto, y poco después, el filme “Pequeno Segredo” (2016), fue anunciado oficialmente, como la presentación del país al Oscar, elegido entre otros 16 candidatos.
También, Aquarius suscitó controversia, luego de recibir una calificación de “18+” del Ministerio de Justicia de Brasil, por “sexo explícito y drogas”, aunque la censura -que restringe las audiencias de la película a personas mayores de 18 años, es extremadamente rara en el país, y sugiere que “puede que no se basara únicamente en el contenido de la película”
Muchos, clasificaron el movimiento como un sabotaje, y un juego sucio del gobierno contra la película, en un intento de dañar sus perspectivas comerciales, en represalia por la protesta de la película en El Festival Internacional de Cine de Cannes; por cuya apelación, Aquarius fue reevaluada “a mayores de 16”
Y es que Aquarius fue la única película de América Latina, entre las 21 aspirantes a La Palme d’Or en Cannes.
Durante el estreno, el elenco y el equipo de producción, organizó una protesta contra la destitución ilegítima del entonces Presidente, Dilma Rousseff.
Ellos tenían en la alfombra roja, letreros que decían:
“Um golpe está acontecendo no Brasil”, “54 milhões de votos foram queimados” y “Dilma, vamos resistir com você”
“Fue algo casi espontáneo, decidido el día anterior, porque la semana antes, El Senado de Brasil, había votado por suspender a Dilma de sus funciones, mientras enfrentaba el juicio político, y entre nosotros pensamos, que no podíamos fingir que no estaba sucediendo nada grave en Brasil.
Creíamos que sería un acto mínimo, pero la repercusión fue gigantesca, creo que tocó un nervio”, indicó el director, Kleber Mendonça Filho.
Uno de los miembros del equipo, también lucía, bajo el esmoquin, una camiseta roja con el lema “Súper Dilma”
Mientras en el interior de la sala, otros miembros del equipo, sostenían en sus manos mensajes similares, así como una gran pancarta que incitaba a “detener el golpe en Brasil”
La mayoría de espectadores, han acompañado la protesta con grandes aplausos, pues se consideró un acto valiente y polémico.
En una entrevista concedida a The New York Times, el director se expresó sobre el “impeachment” a Rousseff:
“Lo que está sucediendo, es un golpe de Estado, pero uno muy moderno y cínico”, dijo Mendonça Filho, nacido en Recife en 1968, y que había sido crítico cinematográfico durante décadas, antes de debutar en el cine con “O Som ao Redor” en 2012.
Por su parte, en su cuenta oficial de twitter, Rousseff agradeció el apoyo de todos:
“Gracias, Kleber Mendonça Filho, Sonia Braga y Maeve Jinkings, el talento del Brasil en Cannes.
Al elenco extraordinario de la película Aquarius, un beso en nombre de la democracia”
La protesta causó controversia inmediata en las redes sociales, y algunos internautas a favor de la destitución, llegaron a organizar un boicot de Aquarius; y desde entonces, Aquarius se volvió casi un manifiesto “anti-impeachment”
Rodada en escenarios reales en varios barrios de Recife, como en la Praia dos Carneiros, a 80 km de la capital pernambucana; la acción sigue a Clara (Bárbara Colen/Sonia Braga), una ex-crítica musical de Recife, de 65 años, y madre de 3 hijos adultos, que vive retirada en un edificio particular:
Aquarius, construido en la década de 1950, sobre la chic Avenida Boa Viagem, que bordea el océano donde ha pasado toda su vida.
Ella es la última inquilina del predio; y se ha convertido en la matriarca de la familia, guardiana de su historia, almacenándola en forma de libros, fotos, vinilos y muebles; objetos que para ella son como “mensajes embotellados”, y su casa es un museo.
Pero un importante promotor inmobiliario, ha comprado todos los apartamentos, pero ella se niega a vender el suyo, y emprende una “Guerra Fría” contra la empresa que la acosa, representada por Diego (Humberto Carrão)
La estresante situación, le perturba y le lleva a pensar en su vida, en su pasado, en sus seres queridos.
Ella no ve ninguna razón para irse, y comienza a sufrir diversas formas de acoso, y a recibir ofertas que no le interesan, sobre todo de parte de Diego, responsable del nuevo proyecto de construcción.
Más allá de este conflicto, vemos el día a día de la protagonista, en sus momentos más íntimos y triviales.
Ella parece coquetear con el salvavidas Roberval (Irandhir Santos); ella tiene una relación difícil con su hija, Ana Paula (Maeve Jinkings), que quiere que vender el apartamento; y es particularmente cercana a su sobrino, Thomas (Pedro Queiroz)
Clara descubre, que La Constructora Bonfim tiene colonias de termitas en los otros pisos vacíos, con el fin de debilitar la estructura del edificio; y con la ayuda de amigos periodistas, que recibe información antigua de registros, pondrá en peligro a La Constructora, para luego enfrentarse a los ejecutivos de la misma, con un final de extremos abiertos.
Aquarius, borda a lo largo de sus 2 horas 30 minutos, que se pasan volando, muchísimo más de lo que se menciona.
Recorre los últimos 30 años de Doña Clara y, por extensión, del Brasil que le ha tocado vivir; son 3 décadas en la existencia de una mujer marcada por la terrible y, a la par, vivificadora experiencia de una enfermedad que dejó atrás.
Por lo que Aquarius es tanto un estudio de personajes, como una inteligente reflexión sobre la superflua transitoriedad del lugar, y la manera en la que el espacio físico elude nuestra identidad.
Si bien, no se evoca a reflexionar sobre la vejez, hace ofrenda al pasado, al valor de la nostalgia, lo que luce vigente, aunque parezca frágil ante el tiempo.
Es como la misma apertura del filme:
En un tiempo pasado, se le rinde homenaje a una tía de Clara (Thaia Perez); mientras sus sobrinos repasan la crónica de sus logros, como si estuvieran hablando de la historia de Brasil; la tía mira de reojo una mesita de luz, y recuerda todo el sexo que tuvo sobre ella, y agrega al currículum “la revolución sexual”
Hay un pasado tras un pasado.
El recuerdo, o lo que representa ese recuerdo de la tía, como un mueble, se verá intacto en el presente, con el mismo edificio, donde aquí, los muertos vuelven a la vida, gracias al recuerdo.
“Não mais que mulheres como ela”
La revista francesa, “Cahiers du Cinema”, consideró Aquarius, una de las más esperadas del año 2016.
Y es que en los últimos años, el cine brasileño ha apostado por una serie de películas que dialogan sobre la marcada frontera socioeconómica que existe en dicho país.
El director, Kleber Mendonça Filho, en Aquarius toma como protagonistas principales, a los residentes de los chalets en Recife, quienes sin darse cuenta, entre la comodidad y fastuosidad de sus edificios, viven acondicionados a lo que se sitúa a su alrededor.
Es el miedo a esa sociedad distinta y embarrada por el prejuicio de la inseguridad y la violencia.
Hay un ejercicio de la alerta demencial, donde en un principio, vemos a lo ajeno, filtrándose en sus casas, hasta trepar el terreno de lo mental; y divide la historia en 3 capítulos:
“O cabelo de Clara”
Donde se establece el apego al edificio, y un poco de su actualidad, y tiene lugar a principios de los años 80.
Estamos en una celebración familiar, y descubrimos a una mujer joven, con pelo muy corto, en pleno proceso de lucha contra un cáncer de mama. Un “flashforward” nos lleva 30 años después, cuando encontramos a una mujer de unos 60 años, con una larga y hermosa melena.
Ella es Clara, quien está siendo entrevistada como figura importante dentro de la crítica musical.
“O amor de Clara”
Donde se ahonda más en su contexto, y donde obviamente se toca el tema del amor, pasado y presente; y está referido a las secuelas emotivas y sentimentales que el cáncer ha dejado en ella.
Conocemos de cerca, cómo es su vida, sus amistades, sus hijos y nietos, sus flirteos amorosos, sus preocupaciones, y en qué consiste su filosofía de vida para haberse mantenido como una mujer de fuertes convicciones, libre e independiente.
Hasta que aparece en escena una constructora, que le ofrece una gran cantidad de dinero por su apartamento.
Y finalmente:
“O câncer de Clara”
Como fulminante cierre del conflicto; está referido por entero, a la segunda contienda a la que Clara tiene que hacer frente, y que nada tiene que ver con el cáncer, aunque no directamente, sino metafóricamente.
Como luchadora nata, se mantiene en la resistencia, dentro de su pequeño apartamento, su microcosmos, donde ha vivido toda su vida, junto a su marido e hijos.
Pero que ahora vive sola, y ve amenazado su hogar, por esa gran empresa inmobiliaria, que ha comprado todos los apartamentos del edificio donde ella vive.
A pesar del crecimiento de la inseguridad en el lugar, y la presión de sus hijos, preocupados por la situación, ella se niega a abandonar su casa.
Y es que Clara luchó de joven contra un cáncer de mama, y lo ganó, y así se convirtió en una mujer ya mayor, pero indudablemente atractiva y sexy, culta y enamorada de la vida.
En Aquarius, se pueden observar 2 argumentos:
Uno, es la historia de Clara.
De ella conoceremos su rutina como académica retirada, su pasión por la música, su amistad con su sobrino y un salvavidas, su salida con viejas amistades…
La segunda historia, es la de Clara enfrentándose a los empresarios, a sus familiares y comentarios de amistades y desconocidos, respecto a su decisión de no desalojar el departamento que por años ha sido de su adquisición.
Ambas historias, responden a los temas que le interesa exponer a Mendonça Filho.
Para Clara, la preservación del pasado es vital.
Su vida está sujeta a la custodia del pasado, desde lo superfluo hasta lo más elemental.
Son sus discos de vinilo, hasta la ama de casa, quien es un miembro más de la familia.
Su misma corporalidad, la marca de una “sobrevivencia”, es también representación simbólica de esa obsesión.
A dónde se dirija Clara, la memoria influye y sostiene su presente.
A partir de esto, se comprende la obstinación del personaje, quien anda en una continua confrontación.
¿Qué gesta esto?
Un brote de paranoia, aquella que por momentos parece engañosa.
El personaje de Sonia Braga, circunstancialmente se siente en la necesidad de asumir una postura defensiva ante cualquier actitud o eventualidad.
Esto no causa mella a su inminente decisión, aunque la situación no deja de inquietarla.
La conciencia no se alertará, sin embargo, existen secuencias en que el inconsciente le pone trampas.
Aquarius tiene muchas de esas trampas o apariencias que además de incentivar lo alucinatorio, estimula esas otras premisas que le interesan a su director.
Al ser su protagonista, un personaje ceñido por su estimación a lo pretérito, se expresan las curiosas posturas sobre los conceptos de la posmodernidad:
“Es viejo o es vintage”
Una armadura expuesta en un restaurante de arquitectura contemporánea, alguien tomando una foto a la foto de un álbum desde su dispositivo celular, una periodista sobrevalorando el mp3, una joven al borde de las lágrimas por el sonido terroso de una vieja canción que suena desde un tocadiscos...
Sutilmente, Aquarius va desmembrando esos fantasmas de la división social.
El concepto ético sobre lo reemplazable o mejorable, no es más que una máscara o velo que separa o dibuja los prejuicios sociales territoriales.
Es curioso ver, cómo una mujer de más de 6 décadas, que figura como “anticuada”, esté abierta a todo concepto de modernidad, salvo los que repriman a los desprotegidos.
Clara se presenta como un personaje femenino fuerte, independiente.
Mendonça Filho, siempre tuvo en cuenta que el trabajo se lleva a cabo por una mujer, porque él dijo que “los aspectos sociopolíticos presentes en Aquarius, que no tiene el mismo peso, si el personaje central era un hombre”
Es Sonia Braga, quien le da vida y energía a este personaje que no tiene miedo, y no está dispuesta a dejarse vencer en sus luchas.
Su presencia es imprescindible, y es quien lleva la película, a donde su personaje quiere.
Clara se casó, tuvo hijos, pero hoy ellos ya se fueron de su casa, y su marido murió hace ya largos años.
Vive sola en el último departamento de un condominio que quieren derrumbar para un nuevo negocio que les convendrá a ellos, y no muchos más.
Pero Clara no sólo se siente cómoda con ese lugar, su hogar, aquel que guarda mil recuerdos de ella y de su familia, donde escucha su incansable colección de discos, baila sola, toma té y escribe en su Moleskine.
Su única compañía fija, es la mujer que la ayuda, fiel a la señora.
El guión de Kleber Mendonça Filho, es más complejo que una exploración por la vida diaria de esta mujer sesentera.
El logro principal, es que Clara no es solo ella por quién es, y lo ha hecho de su vida.
Clara existe por su relación con el entorno:
Con su viejo edificio, con su empleada, con su familia, con sus amigas, y hasta con el guardacostas.
Es esa persona de clase acomodada, que se relaciona con la servidumbre hasta para ir a sus fiestas, es esa que cría a sus hijos diciendo siempre la realidad de las cosas, es esa que disfruta de una noche alocada de sexo, solo por tener ganas de satisfacerse; es esa que rechaza al potencial amante, así como es rechazada, es aquella que sueña y tiene temores, pero los afronta a la cara.
Clara muestra un poco de todos; y la identificación con el personaje brota sola y sin esfuerzo.
Pero Clara también es como el edificio, que con los años se vuelve un lugar abandonado por sus ocupantes, tanto como ella es descuidada por su familia, que le faltan partes, así como ella ha ido sufrido fisuras emocionales y físicas, o algo que será modificado, por otro más moderno, como son modificadas sus costumbres, de ejemplo, la música que se ha digitalizado, y ella aún conserva sus vinilos.
Clara rompe los esquemas tradicionales de un adulto mayor:
Va todos los días a nadar, usa el pelo largo, se dedica al arte, maneja, no tiene miedo de quedarse sola, no quiere que sus hijos se entrometan en su vida, no le importa que uno de ellos sea gay, escucha música hasta altas horas, toma vino y es capaz de levantarse a un veterano viudo en un baile, y hasta de contratar a un “taxi boy” para tener sexo asegurado.
Pero es una mujer apegada a lo sentimental, que tan sólo valoriza lo material cuando tiene una historia, como bien comprobamos en una escena con un vinilo de John Lennon.
Una filosofía heredada de su tía, la rebelde de la familia, a quien vemos evadirse al principio del relato, cuando comienza a recordar su juventud, al mirar una cómoda en su salón...
Sin embargo, Clara se ve puesta en entredicho, cuando en plena batalla contra el gigante inmobiliario, descubrimos que su posición privilegiada, también se debe a los trapicheos de su familia, y al sacrificio de la baja clase social, los sirvientes que trabajan para la clase media brasileña, también retratados en Aquarius.
Un sistema creado de manera que el ascenso a los privilegios, se debe al sufrimiento de los demás, por muy honesto que sea cada quién en su día a día.
A través de Clara, y de su edificio, Mendonça Filho ha retratado por completo los lazos familiares, la corrupción de la sociedad, y el paso del tiempo.
Además, esta mujer testaruda, que se opone a todo su entorno para mantener el apartamento, es la representación del latino, con amplias convicciones, pero anclado a sus viejas raíces y tradiciones.
Durante más de 2 horas de película, el director va retratando a este personaje femenino y fuerte, a través de su cotidianeidad en un principio, y luego a través de cómo reacciona ante cada adversidad que le van poniendo en su camino, para poder quedarse con ese terreno que para ella es impagable.
Con humor y mucho corazón, y un uso hermoso, y una presencia funcional importante de la música, donde pueden sonar cantautores brasileros, pero también extranjeros como Queen.
No obstante, Aquarius funciona como crítica de un gobierno corrupto, y de ahí la polémica que desde su proyección en Cannes ha generado, siendo impedida de ser enviada como representante de su país para los premios Oscar.
Empezando que Aquarius construye cierto simbolismo en toda su narrativa; toma nota de que el pelo de la protagonista aparece corto al principio de la trama, debido a la quimioterapia, sólo para ser presentado después, ya largo, y a menudo suelto, convirtiéndose en una extensión de la representación de su viaje para deshacerse de la enfermedad, y su lucha.
La situación del personaje, para resistir el acoso y la opresión de una empresa de construcción, también fue señalado por la crítica, como una conectividad paralela a la situación del entonces Presidenta, Dilma Rousseff, en el momento en que se introdujo su destitución, aunque el guión de Aquarius estaba escrito 2 años antes del evento, y la situación política entonces, era diferente.
Su trama, además de tejerse a lo interno del relato, también se puede explorar de acuerdo a las situaciones sociales de Brasil, y por qué no, de todo el mundo.
Claramente, lo más visible es esta fiera lucha contra un sistema poderoso, un sistema opresor y sin escrúpulos, que buscará de cualquier forma salirse con la suya, en este caso la adquisición del inmueble.
Esto con la finalidad de construir un gigantesco complejo, como los que se encuentran a lo largo de toda la costa de Recife.
Lugares exclusivos para las personas de alto rango social, como una expresa crítica social entre los que tienen y los que no, los que no pueden ni siquiera clamar justicia por ser pobres, frente a los que se encuentran mejor posicionados y tienen todo a favor.
Clara, es el fiel reflejo del alma que al país de Dilma Rousseff, actualmente apartada del poder, le falta.
Una esencia necesaria que Kleber Mendonça Filho construye desde una imponente factura formal, desde un montaje que ante todo se siente ágil y armónico, y desde un sentido del humor que se antoja tan audaz e inteligente, como definitivamente valiente.
Uno de los temas centrales, es la resistencia, que se muestra en el choque entre Clara y La Constructora Bonfim.
A través de ella, Mendonça Filho aborda la cuestión de la realidad urbana de Recife, donde cada vez hay más distritos verticalizados, que sirven a las familias de altos ingresos, a expensas de un modelo anterior de una o dos casas, o incluso, la construcción de varias plantas.
El barrio donde vive Clara, Boa Viagem, fue uno de los más afectados por este movimiento especulativo.
La reclamación de los bienes raíces, y la falta de leyes que regularan la actividad, generaron el caso notorio de la construcción de 2 torres gemelas en el muelle de Santa Rita, en un área protegida por El Patrimonio Histórico, que hace referencia con el tono negativo, en Aquarius, en la toma de aire de la ciudad, en el que las torres fueron sumariamente “borradas”
Pero Mendonça no se queda en la denuncia aislada y maniquea, también juega con las formas de los edificios, actores principales del drama, retrata espacios con unos vigorosos “zooms in” y “zoom out”, asimila el retrato de lo pequeño, y lo extrapola para describir a una sociedad brasileña en plena mutación de valores y objetivos.
Del reparto, incomparable Sonia Braga, sosteniendo todo el peso del film.
La brasileña conmueve y divierte con un gesto, con una mirada, con la enorme fuerza de su interior.
Un homenaje a la misma Sonia Braga, La Gran Dama del cine brasileño, cuya formidable actuación se siente como una fuerza de la naturaleza.
Ella domina la película, le imprime su personalidad, y la dota de pasión y calor; y es menester decir que interpreta a Clara, no como una rara heroína, sino como una mujer común y corriente.
Tiene un gran monólogo, en el que reprocha a su hija, que la antigüedad para los jóvenes es “vintage” o “vieja”, según les guste o no; pero la película no trata a Clara de loca fetichista, simplemente como una persona a quien le toca defender un modo de vida, donde el dinero no es lo más valioso.
Sistema de creencias sin duda facilitado gracias a tener mucho dinero, la lucha de Clara pierde tensión, cuando nos enteramos que tiene otros 4 apartamentos por si el de Recife cae; pero en ningún momento dudamos que sus principios preceden su patrimonio, y los sobrevivirán siempre.
Aquarius se deja disfrutar, es amena, tierna y contiene escenas magníficas:
Como una discusión con los hijos de Clara, que resuelve con éxito, el cliché de referenciar “Sonata de Otoño”
El hijo que guarda con rencor el abandono de su madre, más dedicada a la música que a la familia.
El cumpleaños de la sirvienta, besando el retrato de su hijo fallecido; o las escenas sexuales explícitas, que para nada son gratuitas…
Nada de lo realmente molesto de tener departamentos vacíos alrededor, sucede.
No se pinchan los caños de arriba, o de al lado, provocando humedades imposibles de sacar, no despiden al jardinero y al portero, no deciden cortar las plantas de la entrada, teniendo la mayoría; pintar el frente de negro o votar una reforma inútil y carísima que no le sirva de nada a Clara, lo que serían decisiones de ley, que podría tomar el inversor con la mayoría de los votos de La Asamblea del Consorcio.
Decisiones mucho más lógicas, y que crean mucho mayor malestar que las que toma en la película, que son estrafalarias.
Sin embargo, ella sí decide pintar el frente de blanco, un costo altísimo e inútil a su cuenta y cargo, y quedarse cuando al ser la única que no vende, está perjudicando a sus vecinos, que canjearon metros cuadros viejos, por los mismo, en el nuevo edificio a construir.
¿Es Aquarius, una metáfora de lo inútil de la resistencia al cambio de esa generación?
¿Del egoísmo con que muchas veces se actuó, sin tomar en cuenta la problemática real de la gente, pidiendo y haciendo sacrificios inútiles?
Finalmente, un desenlace abierto, y “externo”, pone fin a esta guerra.
Clara consigue unos papeles de registro que comprometen a la constructora, y detiene la trampa desde afuera, desde la casualidad, y usando un arma vil:
El chantaje.
¿Ese es el broche de oro de la heroica resistencia?
Hacerse este tipo de preguntas, con un buen film, y con Sonia Braga en escena, bien valen el éxito que pueda tener en Brasil y en Latinoamérica.
En octubre de 2016, El Consejo para La Preservación del Patrimonio Cultural de Pernambuco (SCLC-PE), decidió por unanimidad, volver a evaluar una solicitud de registro del edificio Oceanía, lugar principal del rodaje de Aquarius.
La solicitud original, fue realizada en 2003, y fue negada en 2006; por lo que esta decisión de reapertura, satisface una solicitud de Milton Botler, arquitecto que utilizó la función, como una de la reapertura de los argumentos de la conservación del edificio.
Por su parte, el director Kleber Mendonça Filho, dijo:
“Me acuerdo de una cosa, al final del estreno de Aquarius, el cine São Luiz, en Recife, el 20 de agosto, El Secretario de Cultura de Pernambuco, Marcelino Granja, se volvió hacia mí, todavía mientras los créditos pasaban, y me dijo:
Esta película acabará por hace caer el Oceanía”
Por otra parte, debido a la popularidad de la película, el edificio se ha convertido en un símbolo de la ciudad de Recife.
Para Luiz Amorim, arquitecto y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, para poner el edificio como “actor” de la película de Kleber Mendonça Filho, reverbera un conflicto común de las ciudades brasileñas actuales:
“Los enfrentamientos entre el poder económico, y la conservación del patrimonio”
Según Amorim, la película “ayuda a fortalecer las batallas diarias por el derecho a la ciudad”
Al tiempo que el director nos permite palpar la vida brasileña, marcada por su paso del tiempo, a través de una banda sonora de mucha calidad.
“Another One Bites The Dust”
¿Cómo están envejeciendo los jóvenes revolucionarios de los 70, en Brasil?
Esa podría ser la pregunta que intenta responde Aquarius, el clima, en que se desarrolla, y el principal atractivo que justifica ir a verla.
En Aquarius, el director hace mucho más evidente su preocupación por estos cambios en la economía de su país, y sus implicaciones sociales.
Y es que la turbulencia política en Brasil, tras la destitución de Dilma Rousseff, y la asunción del nuevo presidente, Michel Temer, Aquarius está en boca de todo el mundo; y no sólo por tratarse del regreso a la pantalla grande brasileña de Sonia Braga, quien magistralmente encarna a su protagonista, sino porque a pesar de no ser un film político, se ha convertido en una suerte de metáfora sobre lo que sucede en los círculos del poder en Brasilia.
“Hay una cuestión de “espíritu de la época” muy fuerte, que está ocurriendo con Aquarius.
Es impresionante, jamás habíamos imaginado que habría tantos puntos de contacto con la actualidad política, y ese proceso de “impeachment” que era imprevisible.
Sirve como un film catártico, en un momento político, en el que una parte de la sociedad brasileña, necesita un cierto tipo de liberación de energía, porque siente una frustración muy grande por cómo las cosas se dieron”, señaló el director.
“Aquarius para mí siempre fue un pequeño “thriller” sobre la historia, sobre la alteración del paisaje urbano con demoliciones, sobre nuestras casas, y, de cierta manera, sobre cómo sobrevivir en Brasil.
Pero la realidad política hizo que adquiriera otras facetas por los puntos de contacto entre la historia de Clara y la de Dilma.
Ambas son sobrevivientes de un cáncer, con un pasado de compromiso social, y que ahora luchan contra personas más poderosas, que buscan desalojarlas del lugar que se ganaron”, explicó el director.
Este hecho, podría quedar en mera anécdota, si no fuese porque Kleber Mendonça Filho, en su corta pero importante filmografía, ha mostrado una gran preocupación por la transformación que viene experimentando Brasil, debido a la política llevada a cabo tras la intromisión del capitalismo más voraz, dando paso, entre una larga lista de perjuicios sociales, algo que el realizador brasileño ha reflejado en su cine, desde su primera película:
La era de la expansión acelerada del mercado inmobiliario.
“Aquarius ha generado un ánimo fantástico.
Al principio, las trabas que le pusieron, me inquietaban, pero por suerte, todos los intentos por opacarla, fracasaron.
Yo nunca escondí mis opiniones sobre El Gobierno de Temer, pero todavía vivimos en una democracia, y es importante que la gente se sienta con libertad para decir y hacer las cosas que quiera, no dejarnos intimidar por quien tiene el poder”, apuntó el director.
En definitiva, Aquarius lanza una potente reflexión sobre la interrelación entre la identidad y la conservación de nuestras raíces, con el espacio físico y el entorno.
Algo de suma importancia, que el dinero no debería poder corromper.
“Oh you gonna take me home tonight
Oh down beside that red fire light
Oh you gonna let it all hang out
Fat bottomed girls you make the rocking world go round”
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