Project NiM

“He was attaching for dear life”

Hay una serie de preguntas interesantes sobre la naturaleza humana, la paternidad, la ética científica...
¿Cuánto reconocemos que sacrificamos de nuestra humanidad, cuando experimentamos con animales?
¿Qué tan distinto es llevarlo a una casa, que insertarle jeringas y tubos?
¿Qué responsabilidad tienen los científicos que lo usaron para sus experimentos, y luego lo abandonaron?
¿Si te llevas a un animal para criarlo como un hijo, es ético abandonarlo cuando se acaba el proyecto?
¿Acaso no adquieres una responsabilidad con él?
Y finalmente:
¿Qué tan lejos vamos a llegar para hacerlos parecidos a nosotros?
La evolución es inevitable, para cada especie es diferente, pero al final, siempre se llega a lo mismo.
¿Podemos como científicos, tratar de entender más al reino animal, pero como humanos, podemos ser los seres más destructores del planeta?
Es difícil de explicar, pero no es posible que nos demos el lujo de estar extinguiendo una especie, para que nosotros podamos sobrevivir.
Avram Noam Chomsky, es un lingüista, filósofo y activista estadounidense, profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y una de las figuras más destacadas de la lingüística del siglo XX.
Gracias a sus trabajos en teoría lingüística y ciencia cognitiva; teorizó que el lenguaje tal y como lo conocemos, es único de nuestra especie.
Él defendía que solo el cerebro humano, era capaz de entender nuestro idioma.
En los años 70, el mundo científico sería escenario de un fuerte debate entre Chomsky y sus seguidores, nucleados en el MIT, para quienes los animales, si bien pueden comunicarse entre sí, son absolutamente incapaces de desarrollar un lenguaje.
Y, del otro lado, el profesor Herbert Terrace, en la Universidad de Columbia, especializado en psicología del comportamiento, que considera que el lenguaje es aprendido, y no forma parte de ninguna estructura innata del cerebro.
La idea de Terrace, era enseñar a un chimpancé a reconocer y producir oraciones en el lenguaje de signos, es decir, a hacer, a cierto nivel, lo que hace cualquier hablante competente en términos “chomskianos”; y pretendía darle una bofetada científica al lingüista.
El destino del chimpancé, se convertiría en una tragedia desde el mismo momento en que planteó su hipótesis; y el experimento de Terrace, no había hecho más que comenzar.
El 19 de noviembre de 1973, en el Instituto para El Estudio de Los Primates (IPS), situado en Norman, Oklahoma, EEUU; comienza el día para un grupo de 40 chimpancés, que se preparan para su desayuno con un evento que, en otras circunstancias, hubiera  sido feliz.
Carolyn, un chimpancé hembra de 18 años, viene de dar a luz su séptimo bebé.
Su conducta, aunque curiosa,  tiene una explicación:
En efecto, ante la mirada inquisitiva del Director del IPS, William Lemmon, y de los otros investigadores, procura cubrir con su cuerpo al pequeño, porque recuerda que cada 1 de sus 6 crías precedentes, le ha sido sistemáticamente confiscada, arrebatada.
Con esta nueva cría, Carolyn tampoco tendrá suerte, y al cabo de 10 días, será nuevamente privada de la dulzura de la maternidad.
Como sucede con todos los chimpancés nacidos en el siniestro establecimiento, el “Numero 37”, como figurara en los archivos del IPS, tras ser retirado de la madre anestesiada al efecto con un dardo mientras amamanta su bebé, es enviado al Centro de Estudios de Lenguaje de Simios de la Universidad de Columbia, donde es recibido por el Profesor Terrace, ansioso por poner en marcha su experimento.
En un gesto de abierto desafío a la postura sustentada por Noam Chomsky, Terrace pretenderá demostrar, que un chimpancé bebé, criado por humanos, como un humano más, es capaz de aprender el lenguaje, y por ello lo bautiza, de manera irreverente:
Nim Chimpsky, en referencia a Noam y a su teoría, además “chimp”, significa chimpancé en inglés.
La idea de este experimento, trataba de mostrar que podía superarse una de las grandes barreras que separan a los humanos de los primates, el lenguaje.
Y que una vez aprendido el lenguaje de los signos, un chimpancé podía contar lo que estaba sintiendo.
Nacido en 1973, Nim Chimpsky fue educado para aprender el lenguaje de signos, y se crio en el seno de una familia estadounidense, normal y corriente.
Stephanie LaFarge, de 36 años, y licenciada en psicología, fue quien acogió al pequeño chimpancé en su hogar.
Siendo madre de 7 hijos, Nim se unió a la familia como si fuera uno de los suyos:
“Fue como una adopción real, tengo la intención de criarlo como a mi propio hijo.
¡Eran los 70!”, exclama justificando el experimento de meter una criatura virtualmente peligrosa en su casa.
Así pues, le pusieron pañales, le vistieron como a un bebé; y Stephanie se lanzó sin titubear a la tarea de amamantar al animal, olvidando que estaba dándole el pecho a un animal salvaje y poderoso, que podía herirla seriamente.
Terrace aparecía de tarde en tarde, y trataba de adoptar el papel de macho dominante, y, tratando de ir más allá en el proyecto, elige a Laura Ann Petitto, una estudiante para que le ayude en el proyecto, procediendo ella, a realizar un trabajo más profesional, para lo que lleva a Nim cada día a un aula en La Universidad de Columbia, donde empieza a progresar rápidamente en el aprendizaje de signos.
Pero Stephanie empieza a sentir que Laura quiere quitarle su papel como madre, y empieza a ponerle limitaciones a la entrada en su casa, por lo que Herbert decide sacarlo de allí, llevándolo en septiembre de 1975, a una gran finca en Riverdale.
Mientras, los investigadores llevaban una vida de ensueño en la mansión, se enamoraron entre ellos, y mantuvieron romances diversos…
¿Acaso, otro experimento?
Allí, Nim continúa con su aprendizaje, siendo cada vez más grande, por lo que es complicado que siga con pañales, por lo que se los quitan, consiguiendo que llegue a utilizar el baño, aprendiendo además otras tareas como vestirse o desvestirse.
Bill Tynan, otro colaborador, recuerda que Nim llegó a ser muy popular en los medios.
Entonces, él y Joyce fueron quienes se ocuparon de la educación de Nim, ya que Laura, y rota la relación sentimental que la unía con Herbert, Laura abandonó el proyecto.
Para hacer un experimento de su comportamiento, Nim fue enjaulado por primera vez junto a otros primates; pero el chimpancé no fue capaz de interpretar los códigos de comunicación que utilizaban sus compañeros, al igual que tampoco fue capaz de entender a los humanos, que no hablaban con lenguaje de signos, por lo que Nim fue pasando por distintas manos, hasta que el propio Herbert Terrace canceló el proyecto, publicó un artículo en la revista Science, descartando que estos animales puedan formar frases completas, y el chimpancé acabó aislado en un centro de primates primero, y en manos de una farmacéutica después.
Triste y solitario final para un animal que siempre había convivido rodeado de humanos.
Para entonces, Nim ya había crecido, y no era tan fácil dominarlo, debido a su enorme tamaño y su fuerza, volviéndose cada vez más agresivo, llegando a atacar a Renee, una de sus cuidadoras, que entró en el proyecto, debido a que era una intérprete de sordos diplomada.
Pero Nim le mordió en la cara, haciéndole una tremenda herida, por lo cual, y cuando tras curarse, observó que el chimpancé trataba de volver a atacarla, abandonó el proyecto.
Cada vez, era más difícil dominarlo, por lo que Herbert decidió dar por terminado el proyecto, devolviendo a Nim en septiembre de 1977 a Oklahoma, de donde le sacaron de bebé.
Para hacerle más fácil la transición, y antes de abandonarlo, puesto que nunca había visto a otros chimpancés, le asignaron a otro ejemplar no agresivo, para que trabara amistad con él.
El cambio de vida fue duro para Nim, que pasó a ser uno más entre otros simios, aunque el grupo de los más avanzados tenían una vida activa con sus nuevos cuidadores, conectando especialmente con Bob.
Herbert regresó un año más tarde, y fue recibido con gran alegría por Nim, aunque tras esa visita, no regresó nunca más.
Durante ese tiempo Nim, se hizo amigo de Lili, otra chimpancé, que tuvo un hijo suyo, pero debido a las dificultades económicas, los chimpancés fueron vendidos en 1982, a un laboratorio donde experimentaban vacunas contra la hepatitis, y aunque Bob trató de evitarlo, no consiguió nada hasta que un abogado, enterado de la situación, consiguiendo que saliera del laboratorio, siendo adquirido por Cleveland Amory, que poseía una granja de acogida de animales maltratados en Texas, aunque Nim allí estaba solo, y se sentía muy triste, recibiendo de forma hostil a Stephanie, cuando fue a visitarlo, y la atacó.
Mientras Bob tuvo prohibida la entrada hasta 10 años más tarde, en que volvió a visitarlo, comprobando que sus condiciones habían mejorado con los nuevos gestores del rancho, y aprovecharon el cierre de los laboratorios, para llevarle a 2 chimpancés más, con los que Nim vivió.
Cuando Nim permanecía en su jaula, continuó aferrándose a sus hábitos humanos.
Un día se escapó, y lo que hizo fue saquear la nevera, encender la televisión y coger libros con ilustraciones para niños de la casa más cercana que había.
“Nadie tiene un chimpancé después de que haya cumplido 5 años”, asegura Herbert Terrace, el científico para que el que Nim “trabajaba”
Una vez cumplida su misión para la ciencia, la cual era aportar datos, se decidió que Nim volviera al lugar donde nació, para vivir en una jaula.
Un paso que le llevó del supuesto paraíso… al infierno.
Después de 4 años de aprendizaje en una familia humana, el científico a cargo del proyecto, dijo que el chimpancé había desarrollado un vocabulario de más de 100 palabras.
Además, los investigadores pudieron comprobar, como el animal había logrado identificar 20.000 combinaciones expresadas en lenguaje de signos.
Bob Ingersoll, un amigo de Nim, aseguró que el signo favorito de Nim, significaba “jugar juntos”
En un experimento, Nim clasificó una serie de fotografías en 2 grupos:
Fotografías de chimpancés y fotografías de humanos.
Pero cuando le tocó clasificar su propia fotografía, la colocó en la pila de fotografías de humanos, lo que significa que no se reconoció como un mono.
Después de probar droga para fumar, Nim expresó su deseo de volver a fumar, con la combinación de signos “fumar” y “ahora”
En un principio, Terrace pensó que, en efecto, Nim había aprendido a comunicarse mediante el lenguaje de los signos; pero después de ver docenas de veces las imágenes grabadas del chimpancé hablando en el leguaje de los sordos, Terrace advirtió un día, que el uso que hacía Nim de los signos, era puramente funcional.
¿Qué significa eso?
Que los utilizaba para conseguir lo que quería, independientemente del significado real del signo.
Nim había aprendido, que antes de recibir un plátano, tenía que hacer un determinado gesto, y lo hacía.
Para Terrace, esto no es un uso “humano” del lenguaje.
Nim nunca comunicaba sus intenciones por medio de signos, sólo pedía cosas, o mejor dicho, sólo obtenía cosas por medio del lenguaje, igual que otros animales, como ratas o palomas; “había aprendido a obtenerlas en el laboratorio, accionando una palanca”
Aunque, en defensa de Nim, hay que decir que él había llegado a crear algunos signos por su cuenta, como “aplaudir” para decir que quería “jugar”
Herbert Terrace, terminó dándole la razón a Noam Chomsky.
Pero El Proyecto Nim no fue el primer experimento en esa línea.
Unos años antes, en 1966, una hembra de chimpancé llamada Washoe, fue “reclutada” para un experimento de las mismas características.
Los resultados no fueron concluyentes tampoco.
Y eso a pesar de que Washoe fue capaz de enseñar algunos de los signos que ella había aprendido a su hijo adoptivo, Loulis.
Después, siguieron otros primates no humanos, otros chimpancés, bonobos, un pariente muy cercano del chimpancé; gorilas y orangutanes, para “aportar” su granito de arena al tan controvertido tema de la comunicación animal.
Pero Nim, tras los hechos, siempre estaba deprimido, y así permaneció durante un año, hasta que le llevaron una compañera, Sally, gracias a lo cual, se animó un poco.
Sin embargo, Nim murió deprimido tras la muerte de Sally, al cumplir 26 años en el año 2000, debido a un ataque al corazón.
Sus restos, como los de Sally Jones, fueron incinerados, y reposan juntos en el santuario de Texas que cobijo su amistad; mientras su biografía se expande a 93 minutos de injusticia científica, que literalmente parte el alma, en el documental Project NiM.
Era evidente, que el ser humano y el simio, pese a compartir más del 98,9% del material genético, son bastante diferentes entre sí; y algunos científicos, como el primatólogo Roger Fouts, creían que un chimpancé criado en un entorno humano y adiestrado en el uso del lenguaje de los sordos, podría aportar datos sobre cómo los adquirimos, y usamos el lenguaje, la cualidad que se supone más humana.
Pero viendo las peripecias de Nim, no es difícil plantearse, que el uso del lenguaje, es una cualidad necesaria, pero no suficiente para ser considerado “humano”
De este modo, por el trato y la vida que llevó Nim a causa de ese experimento, el proyecto fue un fracaso, desde un punto de vista ético.
Y debido a la ejecución del mismo, mal preparado desde el principio, sin una metodología clara, y con unos resultados desastrosos que refutaban la hipótesis propuesta, no porque se demostrara falsa, sino porque la investigación carecía de toda seriedad; el experimento fue un fracaso epistemológico.
Por tanto, fue un rotundo fracaso científico, y una vergüenza para la especie humana.
“I don't know what was in his mind, but he just called”
Project NiM es un documental del año 2011, escrito y dirigido por James Marsh.
Protagonizado por Stephanie LaFarge, Herbert Terrace, Bob Ingersoll, Jenny Lee, Laura-Ann Petitto, Bill Tynan, Bob Angelini, Bern Cohen, Reagan Leonard, entre otros.
Proyecto NiM, se basa en el libro titulado “Nim Chimpsky, The Chimp Who Would Be Human” (2008) publicado por Elizabeth Hess; el cual fue necesario que transcurriera más de 40 años, para que la insólita  historia de Nim, que había estado oculta, saliera a la luz.
James Marsh, revive el caso, pero no sólo analiza la investigación que realizó en el pasado la Universidad de Columbia, sino que además, hace un detallado estudio sobre las relaciones entre la naturaleza y el ser humano; yendo mucho más allá de la exploración de la línea que separa la animalidad de la humanidad.
“Lo que más me sorprendió, es la profundidad del sentimiento y la convicción que todavía siente la gente que convivió con Nim”, aseguró el cineasta, James Marsh.
“Su conexión emocional con el chimpancé, era muy fuerte, y la intensidad de las emociones todavía está viva, después de 30 años”, aseguró.
El documental Project NiM, se basa en fotografías, vídeos caseros y entrevistas hechas a los protagonistas e involucrados en la vida de Nim.
Es de suponer, que se han tomado la libertad de rodar escenas con otros chimpancés, y de recrear partes de la historia, lo cual no deja de ser un vehículo para contar la trágica biografía del primate.
Y nos muestra a través de testimonios e imágenes de aquella época, que finalmente no fue el ser humano el que transformó a Nim, dotándole de cualidades humanas; sino más bien, según afirma su director, “fue el chimpancé el que cambió para siempre a los humanos que convivieron con él”
Así las cosas, Project NiM trata sobre el experimento que se realizó en los años 70, cuya finalidad era comprobar:
¿Qué pasaría si un chimpancé fuese criado y alimentado desde su nacimiento, como un auténtico ser humano?
El experimento, llamado “Proyecto Nim”, fue obra de un grupo de investigadores de la Universidad de Columbia, en la ciudad de New York, que estaba capitaneado por el psicólogo Herbert S. Terrace.
Él y su equipo, tenían la idea inicial, de que si los humanos y los primates eran criados y educados de forma similar al ser humano, podrían llegar a entender el lenguaje humano, y tener la capacidad de comunicarse con total libertad.
Para comprobarlo, acogieron a un pequeño chimpancé, al que pusieron el nombre de Nim Chimpsky.
El documental, posee abundantes entrevistas con las personas que participaron en el experimento.
Debido a que muchas de estas personas participaron durante un tiempo en el proyecto, Marsh nos presenta las entrevistas de una manera muy clara y simbólica, cuando la persona entra a formar parte de la historia, vemos que la cámara se acerca por un lado del entrevistado, mostrando su nombre, y parándose cuando ésta está en el centro de la pantalla.
De la misma manera, cuando la persona deja de estar en el proyecto, la cámara se aleja de ellos por el lado opuesto del que entró, cerrando así, un capitulo en la vida de Nim.
Y va más allá de la historia que ocurrió, intenta entrar en las relaciones con el chimpancé de todos lo que estuvieron con él.
En algunos, sorprende la frialdad; y en otros, el cariño.
Es interesante la historia del proyecto científico, que al fin y al cabo, es lo que fue.
A pesar de su cuestionable metodología, consigue articular una resonante denuncia contra el maltrato animal a manos de la ciencia y el ego humano, además de construir un interesante retrato de los EEUU post-hippy de los años 70.
Project NiM, refleja tanto la capacidad humana para la crueldad y el narcisismo, como para la compasión y el altruismo, en una historia que hace reflexionar de lo egoísta que somos, que no podemos ser tan egocéntricos, no tenemos derecho a intervenir en el hermoso reino animal, interrumpiendo sus vidas y emociones.
Somos realmente despreciables, y ver este documental, desgarra el alma, y nos hace preguntarnos si:
¿Es lícito sacar a un animal de su medio natural, criarle sin contacto con sus congéneres, intentando que aprenda costumbres “humanas”, y devolverle después a su vida anterior, con otros miembros de su especie, que ahora son unos compañeros extraños para él?
Ahí surge el dilema que intenta plantear Project NiM, más allá de los puros datos científicos.
“The fact that we could share language with an animal seemed like a very radical possibility at that time”
He aquí una película sobre la que parece que solo se pueda decir una cosa:
Una implacable requisitoria contra el comportamiento humano, respecto a los animales.
En efecto, Project NiM cuenta la historia del chimpancé del título, adoptado por una familia de “hippies ricos”, tal como se dice literalmente en un momento dado, con el fin de enseñarle a comunicarse con los humanos, y luego convertido en juguete roto, que pasa de mano en mano, de institución en institución, claramente perturbado por la experiencia.
Aquí, el director usa las emociones de los humanos que interactuaron con Nim, para presentar el compendio de personalidades, a las cuales el animal estuvo expuesto, y por consiguiente, imitó.
El director comienza con una recreación del momento en que el pequeño Nim es arrebatado de los brazos de su madre, para ser entregado a un grupo de científicos.
“Recrea” porque efectivamente ésa es la técnica que utiliza Marsh, ya que no existen registros fotográficos o audiovisuales de ese momento, pero el director sabe que es el acontecimiento que definirá la vida de Nim, y es por eso que apoyado de la narración de uno de los humanos que estuvo presente, transmite un momento terrorífico para nosotros.
Sinceramente, creo que esa secuencia pertenece a una película de terror.
A partir de ese momento, Nim quedó al cuidado de varias personas a lo largo de los años, cada una tratando de lidiar con un animal para el que no estaban preparados, e intentado realizar un experimento científico, sin pies ni cabeza.
Curioso es como el documental muestra el orgullo del monstruo que fue quien lo adoptó por primera vez:
Herbert Terrace, y se muestra vacío de humanidad cuando habla de Nim y toda su vida.
A pesar de que Marsh ha declarado que no quería mostrar a Terrace como el malo de la historia, este no sale muy bien parado.
Una vez acabado el experimento, Herbert se olvidó por completo de Nim, excepto en una fugaz visita, años después de fin del mismo; y cuando éste fue usado para experimentar vacunas en chimpancés, no se preocupó por Nim, ya que según el mismo dice en el documental en imágenes de archivo:
“Solo fue un chimpancé que le dejaron para un experimento, del que él no es propietario, y por tanto, no puede hacer nada”
Y parece que Herbert utilizó a Nim, más como experimento para acostarse con mujeres, que por temas de estudio relacionados con el chimpancé.
Siendo objetiva la muestra, pero no deja de ser irónica.
También, es ideal el escenario, para dar un vistazo a lo seco que puede ser el humano, cuando se trata de olvidar a alguien.
Primero, Nim pasa por una familia donde su adorabilidad de infante, da paso a rebeldía y territorialidad.
Por supuesto, las cosas no funcionan bien, y Herbert, la figura paterna en todo esto, se lleva a Nim a una hacienda gigante, donde aloja a Nim y otros científicos para poder conducir el experimento con mayor libertad.
Allí, el experimento logra tomar vuelo, anunciando un improbable éxito, a la vez que la convivencia de Nim con los humanos, se tornaba impredecible.
Finalmente, los resultados no son los esperados, y el proyecto entero es abandonado; y con ello, Nim.
Así podemos ver, tanto el lado bueno de Nim como el lado malo.
Como, a pesar de la educación que recibió, de la cantidad de palabras que aprendió para comunicarse, su naturaleza aparecía produciéndose todo tipo de ataques y mordiscos, tanto a otros animales, como a sus propios cuidadores:
Una de sus cuidadoras, fue mordida por Nim en la cara, abriéndole una herida que tardó más de 3 meses en curar, y que no pudo ser cosida, debido al gran riesgo de infección.
Estos y otros ataques, hicieron que varios de los colaboradores, decidieran dejar el proyecto, sobre todo las mujeres, pues los hombres fueron los que más resistieron.
Aquellos, quienes promovían la inteligencia y humanidad de Nim dentro del contexto científico, de repente se olvidaron de él, y no aparecen más en el documental.
Menos mal que no se olvidan de quien fue su principal defensor.
Aunque esto no sea claro para el espectador, es bastante obvio que el simio le da la importancia que se merece.
Y resulta muy emocionante, cuando las personas que participaron en el proyecto, recuerdan a Nim, y todo lo que les supuso compartir parte de sus vidas con él.
Especialmente emocionante resulta Bob Ingersoll, que reconoce abiertamente, que fumó marihuana y hachís con Nim, y le enseñó el concepto “stoned”, que se preocupó por Nim, e hizo todo lo posible para que después del experimento tuviera una vida justa, y no fuera usado para experimentar.
Realmente, todas estas entrevistas, se notan muy naturales y sinceras, y en más de un momento, los entrevistados se emocionan en pantalla, llegando incluso a llorar.
En resumen, la historia de Nim será contada por un reparto coral, por las personas que interactuaron con él durante toda su vida; luego, la estructura escogida, va más allá del documental, para entrar en el territorio del melodrama, con buenos y malos, de la historia del ascenso y caída del chimpancé, visto como un héroe trágico, condenado a la soledad y el abandono.
En realidad, Nim nunca fue un ser humano y, al final del experimento, de años y años de pruebas y errores, ya ni siquiera era ya un chimpancé:
Era un animal amargado, y apenas una fiera tras los barrotes.
A lo largo del metraje, Marsh acompaña las numerosas imágenes y videos de registro de la época, con entrevistas a los participantes de esos mismos registros, pero con la distancia emocional e intelectual que entregan los años.
Los protagonistas, las cabezas parlantes, son entrevistados en el presente, mientras que vemos con los registros de la época, a sus personas pasadas, 20 o 30 años atrás, interactuar con Nim, y definir su vida a través de sus propios logros y fracasos.
Lo que agrada es la forma en que el director aborda a las personas, y logra que ellas reflexionen sobre los acontecimientos en los que ellos mismos participaron, ya con la distancia que entregan los años, y reevalúen su comportamiento o decisiones de ese tiempo pasado.
Es más, algunos de ellos, incluso confiesan lo equivocados que estaban.
Y tras ese trasfondo de lírico melodrama animalista, hay bastante tela que cortar:
¿Que transcurre en los años 70?
Pues disfracémoslo de retrato de algunas de las más extravagantes utopías del periodo.
¿Que luego se adentra en épocas más oscuras de la historia de Estados Unidos?
Pues otorguémosle una tonalidad más sombría, y un aire de decadencia que contraste con la ligereza inicial.
Así, la aventura de Nim, podrá considerarse un retrato del país, de sus obsesiones y sus paranoias, como si el pobre chimpancé actuara a la manera de metáfora de más de 25 años de caída libre.
Y es que si bien todo esto arranca como si de una perorata hippie se tratara, tarda poco en dejar caer gotas amargas, que poco a poco van ganando terreno hasta que, a la postre, agrian el poso emocional del espectador.
Aunque no lo parezca, Project NiM es una película demoledora, profundamente crítica hacia la humanidad, y su autoimpuesta superioridad en relación al resto de animales.
Aflora en seguida, la hipocresía que se esconde tras los responsables del experimento, todo sonrisas, hasta que el desarrollo físico, emocional y hormonal del animal, emprende su ritmo natural; y tampoco tarda demasiado en extrapolar su discurso hacia la tortura que reciben los animales en laboratorios y similar.
Sin renunciar nunca al seguimiento del animal, de Nim, arma de diana segura para mantener en vilo al espectador, y llevarle de la mano por todos los estados emocionales que a Marsh le plazca.
De manera que Project NiM juega con habilidad en 2 frentes, fundiendo en el segundo, la baza del sufrimiento del chimpancé, psicológico, pero también físico, con la esperanza de un experimento que da muestras de progresar y que, en todo caso, sirve para establecer un intenso vínculo afectivo entre “dueños” y “mascota”; y  por extensión, entre película y espectador.
El punto más crucial, viene cuando Nim es apartado de su madre.
Aquí se desencadena el desastre.
A lo mejor, podríamos considerar que todo el proyecto tenía un propósito científico.
Pero:
¿Es tan difícil entender, que los humanos y animales somos personas que nos comunicamos por instinto, y porque necesitamos algo?
Nadie se comunica porque quiere comunicarse.
Todo tiene un propósito.
El proyecto del cual Nim formó parte durante una gran parte de su vida, consistía en descubrir la capacidad de un animal, por adquirir un lenguaje.
Nim realizó la mayoría de su aprendizaje, en un cuarto blanco de laboratorio de 8x 8 metros, con un espejo en una de las paredes, y era frecuentemente entrenado para hacer determinadas señas, sin la presencia del objeto referenciado.
Viviendo en este escenario, Nim no recibió el mismo nivel de nutrición, afecto y experiencias de vida, por lo que se puede sugerir, que esto perjudicó su desarrollo cognitivo, de la misma manera como sucede con los niños sometidos a este tipo de ambiente.
¿Pero aprendió Nim a hablar?
En 1979, Herbert Terrace publicó un artículo en Science, titulado “Can an Ape Create a Sentence?” donde admitía haber fracasado.
Nim, nunca consiguió aprender un lenguaje.
Su máximo logro fue repetir los gestos que sus cuidadores le enseñaban.
Sabía decir “jugar”, cuando quería jugar, cierto, pero no dominaba la gramática.
Nunca consiguió articular una sola frase.
Solo imitaba.
Herbert Terrace, acabó admitiendo que Chomsky, después de todo, tenía razón.
El lenguaje, dijo, parece ser un atributo exclusivamente humano.
El Profesor Terrace, que continúa con sus investigaciones en la Universidad del Columbia, por el contrario, afirmo que “dado que la gente come carne, tiene mascotas y cría caballos de raza”, nada de lo que se hizo con el chimpancé Nim, estaba reñido con la ética.
Una imagen tomada al inicio del experimento, con el joven Terrace junto a Stephanie LaFarge y el pequeño Nim, en una especie de “grupo de familia”, más que para entender su teoría, tal vez sirva para alguien que quiera animarse a desentrenar los arcanos de un alma tortuosa.
Más allá de las disputas teóricas entre Chomsky y Terrace, Nim había sido capaz de comprender, y de hacerse comprender no como un humano, sino como un chimpancé.
Y lo que la experiencia demostraría, es todo lo que los humanos ignoraban sobre el comportamiento animal.
Contrastando fuertemente con las imágenes de su “vida familiar”, cuando era un bebé que vivía en Manhattan con los LaFarge, o lavaba  la vajilla imitando a sus tutores, la expresión final de Nim en una celda, al promediar su vida, parece preguntar:
“¿Que estoy haciendo aquí?”
Sin poder encontrar ni obtener una respuesta.
Más que respuestas, Project NiM plantea un debate sobre la propia naturaleza humana, no la animal.
Los salvajes, somos nosotros.
Y no resulta un viaje muy agradable de contemplar.
“Como cineasta, procuro mantener un tono lo más al margen posible de juicios morales.
Pero en la mayor parte de los testimonios de quienes compartieron los distintos momentos de la vida de Nim, puedes apreciar la conciencia espoleando sus palabras:
Desde el profesor, hasta quienes le cometieron a experimentos de laboratorio, hasta las alumnas que participaron como madres subrogadas de Nim”, dijo el director.
El resultado del proyecto, fue descartado porque no fue posible desarrollar algo trascendental.
Nim fue la víctima, y nosotros no ganamos nada.
Nunca en el filme, nos dan un indicio de que los objetivos fueron alcanzados.
Todo lo contrario.
El hecho es que Nim conquistó al ser humano.
“Give orange me give eat orange me eat orange give me eat orange give me you”
A pesar de que la experimentación con animales suscita graves problemas éticos, sigue siendo una práctica muy habitual.
Lo cierto es que, lo que se hace con los animales de laboratorio, no suele ser conocido por el público.
Es más, ni siquiera suele ser conocido por el público especializado, que estudia los resultados del experimento, pero que rara vez conoce, cómo se trató al animal sobre el que se llevó a cabo.
Nuestro lugar en el mundo, la relación con los seres vivos que nos rodean, y nuestro hábitat, deja mucho que desear cuando afirmamos arrogantemente, que somos el ser vivo más evolucionado del planeta.
Que la especie humana es una lacra para todo lo que vive, y que arrastraremos en nuestro egoísmo e irresponsabilidad a la mayoría, antes de nuestra propia extinción, es algo tan evidente, como que todos los seres vivos comparten con nosotros los sentimientos elementales como dolor, amor, frustración, etc., llamémoslos como los llamemos, definámoslo como los definamos con las lógicas diferencias de especies.
Todas las especies, están dotadas de inteligencia, por mucho que queramos definir “inteligencia” como un término exclusivamente humano.
No somos más que ningún ser vivo; de hecho, en términos generales, cualquier insecto o bacteria, tiene mucha más capacidad de supervivencia que nosotros.
Existen desde hace mucho más tiempo, y existirán después de que desaparezcamos.
Somos unos recién llegados engreídos, que siempre hemos pensado que todo gira en torno nuestro, nuestros dioses y nuestros deseos.
Afortunadamente, algunos son capaces de extender y transformar nuestra inteligencia en el inmenso placer de dar y recibir, de compartir el amor por la vida con otras especies, y más si son tan próximas a la nuestra.
Pero es absolutamente imperdonable, la manipulación y el maltrato hacia los animales.
¿Acaso no son seres vivos al igual que nosotros?
¿Acaso no sienten y sufren como todos nosotros?
Desgraciadamente, el caso de Nim es un grano de arena en el gran océano de desprecio, maltrato y explotación con el que malvivimos con los animales y plantas.
Nim Chimpsky para los medios, fue un chimpancé que participó de varias historias y acontecimientos noticiosos durante su vida, y tuvo roles secundarios en la vida de varios humanos, todo gracias a su protagonismo en un mal concebido experimento científico.
Reaprendamos la lección:
La naturaleza, no es sobornable, y nosotros también estamos en ella.

“Chimps are truly wonderful animals.
They're very forgiving, the vast majority of them.
They'll forgive you”



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