Fuocoammare
“Le navi hanno sparato razzi e in mare, era come...
Era come se ci fosse il fuoco in mare”
(Los barcos dispararon cohetes y en el mar, era como...
Era como si hubiera fuego en el mar)
En La Era de La Sobreinformación, nos preguntamos constantemente, hasta qué punto mostrar una tragedia nos hace más permeables a ella; hasta qué punto la repetición o sobreexposición a la crudeza de ciertas imágenes, está más cerca de la pornografía del horror, o sirve para concienciarnos de lo que está ocurriendo más allá de nuestra zona de confort.
La Crisis Migratoria en Europa, también conocida como Crisis Migratoria en El Mediterráneo, o Crisis de Refugiados en Europa, es una situación humanitaria crítica, que se agudizó en 2015, por el incremento del flujo descontrolado de refugiados, solicitantes de asilo, emigrantes económicos, y otros migrantes en condición de vulnerabilidad, que en conjunto, comparten las vías de desplazamiento irregular hacia países de La Unión Europea.
A fecha de 21 de diciembre de 2015, más de 1 millón de personas habían entrado en Europa, de las cuales, más de 900 mil habían solicitado asilo político.
Por otra parte, más de 3 mil personas habían muerto en el intento.
La crisis surgió como consecuencia del creciente número de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes económicos que llegan, o intentan llegar a Los Estados miembros de La Unión Europea, a través de peligrosas travesías en El Mar Mediterráneo, y el sudeste de Europa, procedentes de países de Oriente Medio, África, los Balcanes Occidentales y Asia del Sur.
La mayoría de estos movimientos de población, se caracterizan por una migración forzada de víctimas de conflictos armados, persecuciones, pobreza, cambio climático o violaciones masivas de los derechos humanos; y por la acción de redes delictivas transnacionales de tráfico ilícito de inmigrantes, que los expone al transporte en condiciones peligrosas o degradantes; y de trata de personas, con el propósito de explotación de los migrantes vulnerables, principalmente mujeres y niños, en su mayoría provenientes de:
Siria, Afganistán, Eritrea, Nigeria, Albania, Pakistán, Somalia, Irak, Sudán, Gambia Egipto, Marruecos, India, Nepal, Butan, Sri Lanka y Bangladés.
Se trata entonces, de la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa, después de La Segunda Guerra Mundial; y según El Vicepresidente de La Comisión Europea, Frans Timmermans, es “una crisis mundial, que necesita una respuesta europea”
El Alto Comisionado de Las Naciones Unidas para Los Refugiados (ACNUR), declaró que Europa está frente a una “de las mayores afluencias de refugiados en décadas”, y enfatizó que se trata de “una crisis de refugiados, y no solo un fenómeno migratorio”
Las proyecciones del ACNUR, indican que la cantidad de refugiados y migrantes que realizan la travesía por El Mar Mediterráneo hasta Europa, llegaría a los 450 mil o más, en 2016; es decir, que en 2 años al menos, 850 mil personas cruzarán El Mediterráneo en busca de refugio.
Y según un informe del mismo ACNUR, en 2016, más de 3 mil inmigrantes han muerto o desaparecido, y esperan que ese año sea el más mortífero de lo que lleva de crisis.
La Isla de Lampedusa, era hasta hace relativamente poco, una isla desconocida para el común de los mortales.
A día de hoy, se ha convertido en un símbolo de la llegada de inmigrantes a las costas europeas.
En italiano, Isola di Lampedusa; o en siciliano, Isula di Lampidusa, es la mayor de las islas del archipiélago de Las Pelagias en El Mar Mediterráneo; y se encuentra a 205km de Sicilia, y a 113km de Túnez, siendo el territorio italiano ubicado más al sur; política y administrativamente, pertenece a Italia, pero geográficamente pertenece a África, puesto que el lecho marino entre ambos, no excede los 120 metros de profundidad.
Su población, de 5500 personas, subsiste gracias a la pesca, la agricultura y el turismo; y recientemente, Lampedusa ha tenido un impacto en las noticias internacionales, como uno de los principales puntos de entrada para los inmigrantes indocumentados que buscan ingresar al espacio “Schengen” de La Unión Europea, desde África, el Medio Oriente y Asia.
La cercanía del continente africano, hace que el lugar se haya convertido en puerto de destino de miles de desesperados africanos y asiáticos que huyen del hambre y de las guerras, y que emprenden un peligrosísimo viaje en barcas muy rudimentarias, intentando llegar a la “Europa de la libre circulación de personas”, circulación cada vez menos libre, a raíz de las restricciones que imponen algunos países del “espacio Schengen”
Además de las amenazas del mar abierto, deben enfrentar a los mafiosos de la trata de personas, en sus países de origen, y en los de destino; y la discriminación cada vez más violenta de los xenófobos locales.
Acuerdos recientes entre las autoridades libias e italianas, contemplan la deportación de muchos inmigrantes indocumentados, desde Lampedusa a Libia.
Así pues, nuestras vidas se mueven entre el sobresalto del PIB y el IPC, mientras las de millones lo hacen entre las balas, él hambre y el mar como arma mortal.
“Please, please help us, we are sinking!”
Fuocoammare es un drama documental italiano, del año 2016, escrito y dirigido por Gianfranco Rosi.
Protagonizado por Pietro Bartolo, Samuele Caruana, Samuele Pucillo, Mattias Cucina, Maria Costa, Maria Signorello, Francesco Mannino, Giuseppe Fragapane, Francesco Paterna, entre otros.
La idea inicial del director Gianfranco Rosi, era el de realizar un cortometraje de 10 minutos, pero cuando fue a Lampedusa en persona, y empezó a conocer a las personas, y ver la realidad existente allí, y sobre todo, tras hablar con el médico de la isla que lleva muchos años ocupándose de todos los inmigrantes que llegan a las costas en malas condiciones, se dio cuenta que tenía que realizar un largometraje.
Por lo que fue directo al corazón de una gran comunidad fantasma, que se asoma en la puerta de Occidente, en el confín más simbólico de Europa; y se instaló durante más de 1 año en Lampedusa, para describir la llegada masiva de refugiados a la isla, documentar el dispositivo desplegado por las autoridades para acogerlos, y también mostrar las vidas de los autóctonos.
En palabras del director:
“Desde 1991, desde el primer bote que llegó, he visto demasiados niños muertos, mujeres que fueron violadas, decenas de cadáveres escondidos en una bodega del bote, sangre…
A menudo me vienen pesadillas.
Se me hace un agujero en el estómago hablar de ello, pero a la vez sé que tengo que hablar; por eso espero que esta película sensibilice.
Que alguien que pueda hacer algo más que nosotros, lo haga.
Viviendo allí, me percaté de que el concepto de emergencia carece de sentido.
Cada día allí, es una emergencia.
Cada día sucede algo.
Y para comprender el verdadero sentido de la tragedia, necesitas estar cerca de ella, y tener contacto continuo.
Solo de este modo fui capaz de comprender el sentimiento de los isleños, quienes han estado viendo esta constante tragedia de los inmigrantes, repetida una y otra vez, durante más de 20 años.
Sin embargo, dentro de la tragedia que rodea al lugar, la vida de un niño, dejará entre el público más de unas sonrisas:
Su inocencia, y sus divertidos comentarios, dan a Fuocoammare, la calma necesaria entre la tempestad latente”
Sin cifras o posturas oficiales, el director se acerca al epicentro del drama migratorio, desde la zozobra y la resignación triste, en una película que evita premeditadamente todo sensacionalismo al acercarse al tema, y documenta de manera comprometida, sin hacerlo bandera.
Fuocoammare ganó el premio más prestigioso en El Festival de Berlín:
El Oso de Oro, como “cine urgente, imaginativo y necesario”
Así sentenció Meryl Streep, Presidenta del Jurado del Berlinale.
Y fue la conclusión lógica a 10 días de cine politizado y comprometido con los distintos males que atizan el planeta.
“Dedico este premio a su gente, siempre acogedora, y con el corazón abierto a otros pueblos”, expresó Rosi al recoger el premio, acompañado de uno de sus protagonistas, el doctor Pietro Bartolo, que forma parte del personal sanitario que examina a los refugiados.
“Cuando le pregunté:
¿Por qué Lampedusa es un lugar tan generoso?
Me respondió que es una isla de pescadores, y que los pescadores siempre aceptan todo lo que llega por el mar.
Esa es una gran lección que aprender”, añadió el director, quien esperó que Fuocoammare contribuya a franquear “las barreras mentales” que observa en el continente.
“No es aceptable que haya personas que mueran cruzando el mar”, concluyó.
Meryl Streep dijo ver en la película “una posición política, pero también arte y matices”, además de demostrar “lo que un documental es capaz de hacer:
Exigir un lugar ante nuestros ojos”
Fuocoammare toma prestado su título, a una canción de marineros, y el concepto de “fuego en el mar”, proviene de cómo se referían los isleños, al color rojizo que adquiría el mar en los bombardeos entre fragatas durante el periodo de guerra.
Ahora, ese fuego en forma de seres humanos que quema la superficie salada del mar, está llamando a nuestras puertas de nuevo.
El director, enfrenta 2 realidades que se rozan sin tocarse, además de otorgar un protagonismo a un pintoresco hijo de pescador, personaje seductor y casi neorrealista.
A los propios inmigrantes, en cambio, nunca se les oye hablar…
Durante La Segunda Guerra Mundial, los barcos pesqueros de la isla de Lampedusa, temían aquel “fuego de mar” generado por los navíos de guerra que iluminaban la noche con sus cohetes.
Y 70 años después, hay otro fuego en el mar, residuos heridos de otras guerras, los emigrantes procedentes de diferentes países, que intentan cruzar el mar desde África.
Hay otras llamas, que causan quemaduras en los cuerpos de algunos emigrantes, cuando se vierte gasolina en las lanchas motoras que les trasladan desde los botes que son interceptados.
Algunos, simplemente se hunden...
Las voces de socorro, se extravían en la noche, ignorantes de cuáles son sus coordenadas para poder ser rescatados.
Miles de cuerpos perecen en las profundidades de ese mar, sin alcanzar la costa, quizás después de haber recorrido cientos de kilómetros, de haber superado un desierto en el que debieron beber su propia orina para sobrevivir.
Algunos cuerpos, han superados todas y cada una de esas etapas de padecimiento, para poder huir de una circunstancia desesperada, sea Costa de Marfil, Somalia, Eritrea, Nigeria, Siria…
Algunos alcanzan la costa de una nueva etapa, en la que intentan olvidar su desesperación, disfrutando de un partido de fútbol entre representantes de diferentes países en el campo de recogida, como si el pasado y el futuro fueran extirpados, y aún el presente pudiera propagarse como una mecha que encienda la ilusión de que su vida no es sólo huida.
En ese mar, en el que habrá cadáveres que sean recuperados de sus profundidades, hay otros que se sumergen para simplemente bucear, para disfrutar del paseo en ese otro universo en el que habitan criaturas diferentes de los humanos.
Mientras que para los habitantes de Lampedusa, el mar representa no el espacio que cruzar para alcanzar la meta de otra etapa, sino el escenario habitual de su realidad, el de una vida entregada y dedicada a la pesca.
Una vida en la que han dependido de las condiciones meteorológicas para poder realizar las rutinas de una nueva salida a la mar, para conseguir el preciado pescado que suministra sustento a su vida.
Una vida sacrificada, áspera, en la que quizás debían permanecer durante 10 meses en un barco, sin ver tierra, ni a las personas que amaban.
Samuel, vive en la isla, tiene 12 años, va a la escuela, le gusta tirar con la honda e ir de caza.
Le gustan los juegos de tierra, pese a que todo a su alrededor, habla del mar y de los hombres, mujeres y niños que intentan cruzarlo para llegar allí.
Samuele, hijo de pescador, que aún se marea y vomita cuando navega, que aún no sabe dominar con sus remos un bote, y que ignora las vicisitudes de los emigrantes que se trasladan en otros barcos, en los que también hay categorías de pasajeros, por lo que los que menos pagan, van apelotonados en la bodega con riesgo de que pierdan la vida por asfixia…
Samuel vive con la mirada hacia dentro, hacia tierra, hacia sí mismo, porque es un niño, en principio, que elabora su particular resortera para matar pájaros, y como no lo consigue, se dedica a jugar al tiro al blanco con cactus que desfigura con la navaja y petardos, o a hacer que dispara con una metralleta o un subfusil.
Es una mirada que se forma, aún borrosa, inconsciente.
Es una mirada que necesita graduarse, “una mirada de ojo vago” que debe recuperar el enfoque.
Es metafóricamente, la mirada de muchos europeos que no son conscientes, ni pretenden serlo, miradas que prefieren vivir en la ignorancia, o considerar a aquellos emigrantes como intrusos, bultos indiferenciados que no sienten, figuras borrosas tras un plástico, o espectros cubiertos con la sabana de aluminio que les protege del frío, más que preocuparse de lo que han padecido en ese pretérito del que huyen, o que padecen en su intento de atravesar ese mar de llamas invisibles, que quieren cruzar para alcanzar algo que se asemeje a un refugio en el que puedan encontrar un mínimo sustento, y quizás, incluso, como en la isla de Lampedusa, escuchar la música que dedican a las personas que aman.
El niño, no dispara a más pájaros, incluso acaricia a uno, pero sigue jugando a que dispara al cielo.
Aún, la mirada necesita enfocarse más, para que deje de ser del todo “un ojo vago”
Los preciosos paisajes de la isla, los desfiladeros con ese mar revuelto, enfadado, golpeando contra las rocas y su cielo gris, hacen que Lampedusa parezca triste, fría, y casi desértica, muy diferente de la época veraniega, donde el turismo arrasa completamente el ambiente apacible de la isla.
Allí vemos vagar a varios personajes que contribuyen en el día a día laborioso de Lampedusa, y Gianfranco Rosi acierta a intercalar entre ellos, a otros personajes, no tan afortunados, intentando apenas sobrevivir.
Varios testimonios, por ambas partes, intentan explicar cada cual a su manera, la tragedia de luchar contra la naturaleza rebelde del mar.
Apenas hay más diálogos, no son necesarios, una visión gráfica de lo que ocurre, es más que suficiente.
Serán 2 visiones diferentes, 2 maneras diferentes de utilizar el mar para sobrevivir, 2 maneras diferentes de vivir un día cualquiera en la preciosa isla de Lampedusa.
Pero también aquí hay héroes, rescatistas hastiados, como si no fuesen hombres, mujeres y niños, sino una marea endemoniada la que trae el mar.
Y la radio del lugar, y Pietro Bartolo, ese médico hermoso a quien sus colegas le dicen que ya debería acostumbrarse a los cadáveres:
“¿Cómo acostumbrarte a ver niños muertos?”, pregunta y responde este hombre que también es médico de Samuele.
Así es la vida en Lampedusa, silencio que aturde en ese campo de batalla sin bombas ni fuego en el mar.
Acostumbrados a la historia fácil, en la que todos los datos son anunciados sin rodeos, y hasta ilustrados con gráficos, será un bello paso para el documental “mainstream” el que Fuocoammare da; y no deja de ser documental por tener menos datos, ni por ser silencioso, ni por dejarle al espectador, la tarea de pensar lo que quiera.
Todo lo que hace Rosi, es mostrar lo que está pasando, algo que cada uno interpretará a su manera.
“Domenica Felice a tutti, eccoci di nuovo con il nostro segmento di notizie quotidiane”
(Feliz domingo a todos, aquí estamos de nuevo con nuestro segmento de noticias diarias)
La línea divisoria entre el documental y el cine de ficción, se presenta como cada vez más difusa.
Se pueden diferenciar aquellas películas en las que el director permanece lo más alejado posible del objeto que pretende filmar, de aquellas otras en las que intervine activamente, ya sea a través de preguntas “en off” o de los actores.
Entre ambas opciones, existe una gran gama de posibilidades; y Fuocoammare de Giancarlo Rosi, es de nuevo, como ya es habitual en su cine, una lectura minimalista y extremadamente precisa de, como decía Machado, “la emoción de las cosas”
En Lampedusa, una isla varada en mitad del Mediterráneo, y de la literatura universal, han quedado cerca de 15 mil vidas en los últimos 20 años.
La emigración, la terca estupidez de las fronteras, y la arrogancia privilegiada de no haber nacido al otro lado del mar, se cobran diariamente su cuenta.
Y lo hacen en carne propia.
La cámara del italiano, se limita a enfrentar la tosca obstinación de unos pescadores condenados a ser sólo eso, pescadores, con la brutalidad de unos hombres y mujeres cada vez más sentenciados a no ser nada.
Un niño va a la escuela, “mal aprende” inglés, come espaguetis, caza pájaros, y se siente deprimido.
Todo tan trivial, tan divertido, tan común...
Mientras, miles de hombres y mujeres se ahogan muy cerca de él.
¿Puede ser la realidad, una metáfora de la propia realidad?
Rosi está convencido de que sí; y le creemos.
Técnicamente, el director utilizó por primera vez una cámara ARRI Amira que, según dijo, “le permitía rodar en ambientes oscuros:
A veces parecía que teníamos una cantidad increíble de luz.
La tecnología me ayudó mucho a ser capaz de trabajar con esta pequeña cámara por mí mismo; fue una herramienta increíble”
Para el director:
“Durante el montaje, siempre mantuve la separación de 3 momentos:
Primero está el retrato de la isla, su rostro, y el de los personajes que elegí al principio, como compañeros de esta aventura.
Quise convertir la isla, en un elemento en sí mismo, porque es así:
Hay una separación real entre la vida cotidiana de la gente, y el mundo de los inmigrantes.
Después está el centro de acogida, al que tuve libre acceso.
Y por último estaban los desembarcos, los viajes en el navío Fulgosi, donde vi la tragedia.
En total, acabé con 80 horas de metraje; y cuando empezamos con el montaje, sabía que el elemento clave, era la historia de Samuele, que en su “ojo perezoso” había una metáfora de la mirada perezosa que los occidentales tienen con los inmigrantes.
Y en relación a mis anteriores películas, aquí hay un arco narrativo más largo:
Vemos cómo un personaje atraviesa diferentes fases, y los cambios de Samuele, también fueron los míos a la hora de retratar Lampedusa”
Y agregó:
“Ahora la frontera ha cambiado de lugar.
Las embarcaciones se interceptan en mar abierto.
Así empezó una nueva fase para Lampedusa, y se creó una distancia entre los isleños y los inmigrantes.
Están el desembarco en el muelle, la acogida y el autobús que los lleva al centro, pero ningún intercambio con los habitantes”
Fuocoammare cuenta con 3 distinciones objetivas, que contribuyen en gran medida a la calidad y cualidades del trabajo.
En una primera instancia, la excelsa fotografía que es del mismo Gianfranco Rosi; la segunda, atañe a la bilateralidad geométrica narrativa, además de comparativa; y tercero, el contenido que va dirigido a las autoridades italianas involucradas.
La narración, se construye desde el vacío; y así hasta alcanzar el corazón de lo otro que, en efecto, somos todos.
Quizás, puestos a matizar, Fuocoammare vive demasiado asustada del miedo de no escandalizar.
Sólo tal vez… sea como sea, lo que importa es la cruda herida de los que mantiene ahogados en el sinsentido de todo esto.
Por lo que Gianfranco Rosi nos muestra 2 formas diferentes de vida cotidiana en la isla:
Una la protagoniza Samuel, un niño de 12 años, cuya familia se dedica prácticamente a vivir del mar, algo que él no admira en demasía; y los inmigrantes que deciden lanzarse a ese mar, en busca de una oportunidad de huir de la guerra y de la miseria, de seguir viviendo lejos de su tierra, de sus costumbres y en su mayoría a veces, de sus familiares.
La controversia está servida.
Lampedusa, como reza el lacónico y despiadado cartel con que arranca Fuocoammare, “es una isla en mitad de Mediterráneo, de apenas 20 kilómetros cuadrados, y 6.000 habitantes.
Dista 113km de África y 205 de Sicilia.
En 20 años, han intentado desembarcar en sus playas, 400.000 inmigrantes.
15.000 murieron en el intento”
Y abre con Samuele, mientras construye una resortera con una rama de pino marítimo, que sobresale de un terreno áspero y rocoso.
La naturaleza de la isla, será un elemento dominante:
Las rocas puntiagudas sobre el mar, las olas amenazantes sobre un agua purísima y profunda, las imprevisibles borrascas anunciadas por truenos, un cielo azulísimo que se vuelve negro…
Tras haber presentado al pequeño protagonista, Rosi nos asesta el primer puñetazo en el estómago, y lo hace sin recurrir a imágenes:
En la radio de un navío de La Marina italiana, un hombre grita desesperadamente por ayuda.
A lo largo del metraje, veremos cómo Rosi opta a menudo por mediar entre la mirada y los hechos, dejándonos observar a través de monitores militares, espejos, portillas bañadas con sal incrustada… hasta que en los últimos minutos no nos ahorra una visión totalizadora y dolorosa de la muerte en la bodega de una embarcación.
En tierra transcurre mientras tanto, un plan narrativo paralelo:
La anciana tía Maria, dicta sus dedicaciones al DJ de una estación radiofónica local; un pescador se sumerge en el agua para pescar erizos y lapas.
Maria, la abuela de Samuele, es costurera, y le cuenta al nieto viejas historias de mar.
Los inmigrantes, los que lo consiguieron y se encuentran a la espera, organizan torneos de fútbol:
Siria contra Eritrea, porque Somalia y Libia, ya cayeron eliminadas…
Cualquiera diría que se trata de otro “perfect day”
Samuele va a la escuela, juega, no entra en ningún momento en contacto con ese mundo de desesperación que le pasa por el lado.
Entonces:
¿De dónde viene esta inesperada dificultad para respirar que, de cuando en cuando, lo obliga a ir al médico?
El médico doctor, Pietro Bartolo, es el que lleva 20 años curando las quemaduras químicas, producto de los carburantes a los inmigrantes, la deshidratación, el que hace nacer a los niños de las mujeres africanas que acaban de desembarcar, el que a menudo se ve obligado a sepultar a los niños…
“Odio hacer las autopsias.
He hecho demasiadas.
Tengo pesadillas”, confiesa.
“Pero es el deber de cualquier hombre, ayudar a esta gente”, sentencia en algún momento.
Y es ese doctor, que trata día a día con los isleños, el que atiende con paciencia a ese niño llamado Samuele, que a pesar de estar en un mundo de nuevas tecnologías… tiene como juguete favorito, una resortera de fabricación propia… quien cuenta, cómo tiene pesadillas muchas noches por lo que tiene que ver en su día a día, por las condiciones en las que llegan hombres, mujeres y niños…
Ese mismo doctor, narra también cómo se distribuyen en los barcos, para venir en malas condiciones, pues también hay clases sociales; y cuáles son las tarifas que tienen que pagar, para arriesgar su vida, y alcanzar una tierra que promete un bienestar que no tienen en sus países de origen.
El locutor de radio, por su parte, dedica viejas canciones italianas, y escucha las peticiones de sus oyentes, pero también da las noticias y las tragedias del mar.
El “fuego en el mar” se ha convertido en algo cotidiano…
Y es ese niño, Samuele, niño de tierra que se marea en la mar, quien con su problema óptico, deja otra metáfora:
Esa Europa nuestra con “el ojo vago”, que sabe lo que ocurre, pero no mira.
Y la cámara de Rosi se convierte en ese ojo sano, que se esfuerza por mirar una realidad que necesita una respuesta.
La gravedad del material, y el exceso de dudas del director, deja por momentos sin aliento, una historia que habría merecido quizá más claridad, menos confusión, más compromiso; lo importante es la vibración de un relato que juega a la extrañeza.
Y es que la idea del director, no es presentar un documental, que de manera específica, describa la hambruna, sufrimiento y mortandad entre los argonautas de manera directa, sino una exhortación a los gobiernos aludidos, para diseñar e implementar urgentes programas eficaces para la ayuda que se les pueda aportar a los migrantes.
También se le preguntó:
¿Qué fue lo que le impactó más durante la producción?
“Pasé más de 40 días en el mar, lo que más me impactó fue ver aquellos cuerpos agonizantes frente a mí, y oír el rumor de su respiración.
Cuando la tragedia se manifestó en la bodega, sentí el deber de entrar a documentar, pero no fue una elección fácil.
Después de aquel momento, decidí que había que cerrar la película, y montarla con lo que ya tenía.
No tenía más fuerzas para seguir filmando”, respondió.
Así como también se le preguntó:
¿Qué opina del cierre de las fronteras?
“Creo que es algo trágico, pero lo que más miedo me da, es el cierre mental, y eso lo siento mucho en la gente.
Acabar con la idea de “Schengen” es algo espantoso porque, además, nada puede parar a estas personas que escapan de la muerte.
Yo pregunté al grupo de nigerianos:
¿Qué les llevaba a embarcarse?
Les dije “you might die”…
Y ellos me respondieron, que la llave estaba justamente en ese “might”:
Partían a la posibilidad de una muerte que, en cambio, en su lugar de origen, constituye una certeza.
Gianfranco Rosi, construye así un discurso, pero a base de imágenes, realidad y metáforas visuales, bien por contraste, por la fuerza de ciertas imágenes, o bien por los rostros que cuentan historias.
Lampedusa, con sus habitantes en tierra, parece un lugar donde el tiempo se ha parado, la modernidad se intuye o se palpa en algunos objetos, pero no es evidente.
Y es que Fuocoammare es pura y dura metáfora de una realidad.
Así se lo cuenta una abuela a su nieto:
“En La Segunda Guerra Mundial, cuando los barcos tiraban bengalas… decían que parecía que había “fuego en el mar”
Cuando el mar era un campo de batalla.
Pero ahora, en el siglo XXI, ese fuego en el mar no se ha extinguido, y en sus aguas navegan y se hunden miles de sueños de personas que solo buscan un futuro mejor.
Trata ambos hilos narrativos, la tragedia y lo cotidiano de la vida del personaje del niño, con absoluta contención, y sin empapar su cámara de sensacionalismo o de impacto visual.
El problema es que acaba prestando menos atención a los inmigrantes, que a las apacibles vidas de algunos habitantes de la isla.
¿No es esa una forma involuntaria de instrumentalizar su tragedia?
Samuele, el niño de 12 años, protagonista del documental, y su natural inocencia infantil, ignorante de los dramas ajenos, simboliza la actitud mayoritaria de los habitantes de Lampedusa, y del total de la sociedad europea sobre la crisis de los refugiados.
Samuele dispara con su resortera, piedras contra enemigos imaginarios; mientras perdidos en la noche, una barcaza con 250 personas lanza una súplica desesperada de auxilio al centro de rescate marino, que el ejército italiano estableció en la isla.
Su padre le cuenta lo dura que es la vida en el mar, siempre lejos de casa…
En el caso del pequeño, más que de una elección, se trata de un hecho involuntario, fruto de su corta edad.
Sin embargo, la interpelación al espectador adulto, es más directa, y al pasar de la torpeza de Samuele en clase de inglés, a los cuerpos inertes amontonados de aquellos que no han podido sobrevivir a la travesía en el casco del barco, uno se da cuenta de esta dicotomía constante en la que vivimos; de cómo somos capaces cada noche de digerir el telediario, para ver a continuación el “talent show” o la serie de turno.
“En la vida, es arriesgado no arriesgarse, porque la vida misma es un riesgo”, apunta uno de los supervivientes, una vez que está a salvo en tierra firme.
Es el riesgo de enfrentarse al mar; un riesgo distinto en ojos de los habitantes de la isla.
Por su parte, el director Gianfranco Rosi, consiguió permiso para rodar un rescate que efectuó el buque Fulgosi, de la marina militar italiana.
La piel negra de los inmigrantes, contrasta con los trajes y máscaras blancas de los militares y de los médicos:
Hombres, mujeres y niños extenuados, son transportados en silencio, a centros de reconocimiento médico.
“Uno de ellos, mira un instante a la cámara, y en su gesto advertimos el mapa de sus desgracias:
Es la mirada más triste que recuerdo haber visto en mucho tiempo.
Desalojados los vivos, toca lo peor, recoger los cadáveres, trasladarlos a la morgue, e intentar identificarlos”, dijo el director.
La aparición del doctor Pietro Bartolo, que ha seguido el movimiento de refugiados desde 1991, aporta una mirada amable, reflexiva, de sincera humanidad:
“Es la actitud de cualquier ser humano, que no puede permanecer al margen de la realidad trágica de vive esa pobre gente”, dijo.
En una secuencia, el doctor explica detalladamente ante una fotografía de una barca de inmigrantes, cómo se distribuyen en su interior, dependiendo del dinero que paguen:
Los de proa, 1500 euros; los de popa 1000; y 800 los de bodega.
Un detalle que llama la atención, que sin duda Gianfranco Rosi intenta hacer que todo el mundo conozca, es resaltar sobre todo a los equipos de salvamento y rescate, a los médicos, a todo el personal implicado en recuperar esas pobres almas de los brazos del mar, testigos silenciosos que presencian todo ese horror desde cerca, no se necesita mucha imaginación para entender que tiene que ser tremendamente duro convivir con ello cada día, y sentir una impotencia descomunal.
La principal característica de Fuocoammare, es que apenas tiene connotación política, con lo que consigue hacer del problema de Lampedusa, un problema internacional y global, que requiere de solidaridad.
Es impresionante la escena donde se recuperan decenas cadáveres de una frágil embarcación.
Son personas que murieron deshidratados en alta mar.
El rescate existió verdaderamente, y el director se encontraba con la cámara a bordo.
Hay otra secuencia de gran poderío, cuando un africano ofrece un testimonio, mientras se realiza una especie de canto, es una brutalidad.
Resulta interesante ver, lo que significa el mar para unos y otros:
Para los isleños es, principalmente, su medio de subsistencia; y para los inmigrantes su última esperanza.
Esta doble estructura dramática, que transcurre siempre en paralelo, sin mezclarse, dota al documental de una originalidad propia de un autor que no entiende de formalismos, y busca su propio discurso fílmico.
Este atípico documental, resulta en cualquier caso, una forma original de acercarse a tan delicado tema, del cual se podría haber exigido quizá un poco más de compromiso y claridad, pues parece quedarse incompleta en el enfoque de su temática.
Sustentado en poderosas y poéticas imágenes, se podría argumentar que Fuocoammare no llega a ninguna conclusión, y deja al espectador tomar las suyas propias, pues no hay debate, no hay sermones, no hay confusiones semánticas entre inmigrante y refugiado para distraer de la importante cuestión que nos ocupa:
Mostrar los cuerpos deshidratados, desnutridos, castigados y moribundos que llegan a la costa italiana, y lo que después les espera, confinados en hangares, burocratizados por un sistema que no sabe cómo afrontar y resolver el problema.
Pero se trata en cualquier caso, de un poderoso e interesante film de recomendable visionado, que no deja al espectador indiferente.
“The sea is not the place to dye.
Life itself is a risk.
If we cannot dye in Lybian prison, we cannot dye in the sea”
“Después del Holocausto, esta es una de las tragedias más grandes que estamos viviendo.
Por primera vez en la historia, somos testigos de una catástrofe humanitaria.
Cuando mueren personas delante de nuestros ojos, no deberíamos alejar la mirada”, critica el director de Fuocoammare, Gianfranco Rosi.
Y es que los líderes europeos, son incapaces de encontrar soluciones políticas, sociales, ni tan siquiera humanitarias, y han optado por establecer medidas disuasorias, levantando muros y alambradas por toda la geografía europea.
Pero los muros más altos, son los que crecen, amparados en un miedo irracional, en la mente de los ciudadanos europeos.
La Presidencia del Consejo de La Unión Europea, que ejerce Luxemburgo, convocó para el 14 de septiembre de 2015, una reunión extraordinaria de los ministros de Justicia e Interior de los 28 Estados miembros, destacando que la situación migratoria “ha adquirido recientemente, proporciones sin precedentes”
Desde 2001, millones de personas han huido de conflictos bélicos internos e internacionales, principalmente de la guerra contra el terrorismo, campaña militar de Estados Unidos, apoyada por miembros de La OTAN y otros aliados; La Guerra de Afganistán, la insurgencia en el Magreb desde 2002, la insurgencia islamista en Nigeria desde 2002, La Invasión de Irak de 2003, La Guerra de Irak y la acción de la guerrilla iraquí de 2003 a 2011; la insurgencia iraquí posterior al retiro de las tropas de EEUU, desde 2011; la insurgencia de Al-Qaeda en Yemen desde 2003, la guerra en el noroeste de Pakistán desde 2004, La Guerra Civil de Somalia y otros conflictos en El Cuerno de África; La Guerra Civil Sudanesa, La Primavera Árabe de 2010 a 2013; la guerra, intervención militar e insurgencia miliciana en Libia desde 2011; La Guerra Civil de Siria desde 2011; La Guerra Civil Sur sudanesa desde 2013, y más recientemente, La Segunda Guerra Civil de Libia y La Guerra contra El Estado Islámico desde 2014.
Según El ACNUR, el número de personas desplazadas forzosamente en todo el mundo, llegó a 59,5 millones a finales de 2014, el nivel más alto desde La Segunda Guerra Mundial, con un aumento del 40% desde 2011.
De estos 59,5 millones, 19,5 millones son refugiados, que representa 2,7 millones más que a finales de 2013, + 23%; 38,2 millones, son desplazados internos; y 1,8 millones, son solicitantes de asilo humanitario.
Los refugiados sirios, se convirtieron en el grupo más grande en 2014, con 3,9 millones; 1,55 millones más que el año anterior; superando a los refugiados afganos, con 2,6 millones; que habían sido el grupo de refugiados más grande durante 3 décadas.
Aunque la mayoría de los refugiados de Siria, fueron acogidos por países vecinos como Turquía, Líbano y Jordania, el número de ciudadanos sirios que solicitan asilo en Europa, aumentó de forma constante entre 2011 y 2015, totalizando más de 350 mil en julio de 2015.
Para finales del año 2014, en los principales países de origen de los refugiados a nivel mundial:
Siria, Afganistán y Somalia, representan el 53% del total; mientras que Sudán, Sudán del Sur, La República Democrática del Congo, Birmania, La República Centroafricana, Irak y Eritrea, representan el 24%; mientras que los principales países de acogida de refugiados eran:
Turquía, Pakistán, Líbano, Irán, Etiopía, Jordania, Kenia, Chad, Uganda y China, que comprenden el 57% del total de refugiados en el mundo, de acuerdo a los datos del ACNUR.
En realidad, de acuerdo con Alireza Salehi-Nejad:
“La mayoría de los inmigrantes en Europa, no son refugiados, sino simplemente inmigrantes económicos, que buscan una vida mejor.
Esta distinción es importante, porque según La Convención de Refugiados de Ginebra de 1951, bajo el mandato de La ONU, tras la destrucción que produjo La Segunda Guerra Mundial, y que dejó a millones de evacuados y deportados vagando por una Europa devastada por la guerra, y en correlación con las leyes de La UE; se exige a los países europeos, que ofrezcan refugio u otro tipo de protección a las personas que huyan de una zona de guerra o persecución”
Para septiembre de 2016, los medios de comunicación anunciaron, que El Reino Unido y Francia, han comenzado a levantar un muro en Calais, con el objetivo de intentar detener el acceso de los inmigrantes a la zona portuaria, desde donde salen los barcos que conectan el norte de Francia con el sur de Inglaterra.
Se estima que el coste de la obra, se ubica en torno a 2,7 millones de euros.
El muro será de hormigón resbaladizo, y la parte interior, estará decorada con flores y plantas…
¡Todo un detalle!
Y es que en el fondo, nadie quiere dejar su país de origen, y toda su vida atrás.
Los valientes que lo hacen, lo hacen básicamente por desesperación y desesperanza, y se juegan sus vidas por alcanzar las fronteras, en busca de una vida mejor que no pueden encontrar en su país.
Gianfranco Rosi dijo en la rueda de prensa, precisamente en esta dirección, que “lo que deberíamos de procurar, es encontrar una posible solución en los países de origen de estos inmigrantes, para que no tengan dicha necesidad de huir de allí”
Fuocoammare es la vergüenza de la que todos somos testigos.
Ese cementerio líquido, que a unos les sirve de descanso estival, y a muchos de descanso eterno.
¡Surreal!
“Sai cosa un occhio pigro è?
Si tratta di un occhio che non funziona, è pigro.
Così, il vostro cervello non ricevere immagini da l'occhio sinistro, quindi dobbiamo forzarlo ad utilizzare l'occhio sinistro, quindi, per un più o meno breve periodo faremo indossare un cerotto sul buon occhio”
(¿Sabes lo que es un ojo perezoso?
Es un ojo que no funciona, es perezoso.
Por tanto, su cerebro no recibe imágenes del ojo izquierdo, por lo que tenemos que obligarlo a utilizar el ojo izquierdo; por tanto, durante un período más o menos breve, vamos a usar un parche en el ojo bueno)
Era come se ci fosse il fuoco in mare”
(Los barcos dispararon cohetes y en el mar, era como...
Era como si hubiera fuego en el mar)
En La Era de La Sobreinformación, nos preguntamos constantemente, hasta qué punto mostrar una tragedia nos hace más permeables a ella; hasta qué punto la repetición o sobreexposición a la crudeza de ciertas imágenes, está más cerca de la pornografía del horror, o sirve para concienciarnos de lo que está ocurriendo más allá de nuestra zona de confort.
La Crisis Migratoria en Europa, también conocida como Crisis Migratoria en El Mediterráneo, o Crisis de Refugiados en Europa, es una situación humanitaria crítica, que se agudizó en 2015, por el incremento del flujo descontrolado de refugiados, solicitantes de asilo, emigrantes económicos, y otros migrantes en condición de vulnerabilidad, que en conjunto, comparten las vías de desplazamiento irregular hacia países de La Unión Europea.
A fecha de 21 de diciembre de 2015, más de 1 millón de personas habían entrado en Europa, de las cuales, más de 900 mil habían solicitado asilo político.
Por otra parte, más de 3 mil personas habían muerto en el intento.
La crisis surgió como consecuencia del creciente número de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes económicos que llegan, o intentan llegar a Los Estados miembros de La Unión Europea, a través de peligrosas travesías en El Mar Mediterráneo, y el sudeste de Europa, procedentes de países de Oriente Medio, África, los Balcanes Occidentales y Asia del Sur.
La mayoría de estos movimientos de población, se caracterizan por una migración forzada de víctimas de conflictos armados, persecuciones, pobreza, cambio climático o violaciones masivas de los derechos humanos; y por la acción de redes delictivas transnacionales de tráfico ilícito de inmigrantes, que los expone al transporte en condiciones peligrosas o degradantes; y de trata de personas, con el propósito de explotación de los migrantes vulnerables, principalmente mujeres y niños, en su mayoría provenientes de:
Siria, Afganistán, Eritrea, Nigeria, Albania, Pakistán, Somalia, Irak, Sudán, Gambia Egipto, Marruecos, India, Nepal, Butan, Sri Lanka y Bangladés.
Se trata entonces, de la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa, después de La Segunda Guerra Mundial; y según El Vicepresidente de La Comisión Europea, Frans Timmermans, es “una crisis mundial, que necesita una respuesta europea”
El Alto Comisionado de Las Naciones Unidas para Los Refugiados (ACNUR), declaró que Europa está frente a una “de las mayores afluencias de refugiados en décadas”, y enfatizó que se trata de “una crisis de refugiados, y no solo un fenómeno migratorio”
Las proyecciones del ACNUR, indican que la cantidad de refugiados y migrantes que realizan la travesía por El Mar Mediterráneo hasta Europa, llegaría a los 450 mil o más, en 2016; es decir, que en 2 años al menos, 850 mil personas cruzarán El Mediterráneo en busca de refugio.
Y según un informe del mismo ACNUR, en 2016, más de 3 mil inmigrantes han muerto o desaparecido, y esperan que ese año sea el más mortífero de lo que lleva de crisis.
La Isla de Lampedusa, era hasta hace relativamente poco, una isla desconocida para el común de los mortales.
A día de hoy, se ha convertido en un símbolo de la llegada de inmigrantes a las costas europeas.
En italiano, Isola di Lampedusa; o en siciliano, Isula di Lampidusa, es la mayor de las islas del archipiélago de Las Pelagias en El Mar Mediterráneo; y se encuentra a 205km de Sicilia, y a 113km de Túnez, siendo el territorio italiano ubicado más al sur; política y administrativamente, pertenece a Italia, pero geográficamente pertenece a África, puesto que el lecho marino entre ambos, no excede los 120 metros de profundidad.
Su población, de 5500 personas, subsiste gracias a la pesca, la agricultura y el turismo; y recientemente, Lampedusa ha tenido un impacto en las noticias internacionales, como uno de los principales puntos de entrada para los inmigrantes indocumentados que buscan ingresar al espacio “Schengen” de La Unión Europea, desde África, el Medio Oriente y Asia.
La cercanía del continente africano, hace que el lugar se haya convertido en puerto de destino de miles de desesperados africanos y asiáticos que huyen del hambre y de las guerras, y que emprenden un peligrosísimo viaje en barcas muy rudimentarias, intentando llegar a la “Europa de la libre circulación de personas”, circulación cada vez menos libre, a raíz de las restricciones que imponen algunos países del “espacio Schengen”
Además de las amenazas del mar abierto, deben enfrentar a los mafiosos de la trata de personas, en sus países de origen, y en los de destino; y la discriminación cada vez más violenta de los xenófobos locales.
Acuerdos recientes entre las autoridades libias e italianas, contemplan la deportación de muchos inmigrantes indocumentados, desde Lampedusa a Libia.
Así pues, nuestras vidas se mueven entre el sobresalto del PIB y el IPC, mientras las de millones lo hacen entre las balas, él hambre y el mar como arma mortal.
“Please, please help us, we are sinking!”
Fuocoammare es un drama documental italiano, del año 2016, escrito y dirigido por Gianfranco Rosi.
Protagonizado por Pietro Bartolo, Samuele Caruana, Samuele Pucillo, Mattias Cucina, Maria Costa, Maria Signorello, Francesco Mannino, Giuseppe Fragapane, Francesco Paterna, entre otros.
La idea inicial del director Gianfranco Rosi, era el de realizar un cortometraje de 10 minutos, pero cuando fue a Lampedusa en persona, y empezó a conocer a las personas, y ver la realidad existente allí, y sobre todo, tras hablar con el médico de la isla que lleva muchos años ocupándose de todos los inmigrantes que llegan a las costas en malas condiciones, se dio cuenta que tenía que realizar un largometraje.
Por lo que fue directo al corazón de una gran comunidad fantasma, que se asoma en la puerta de Occidente, en el confín más simbólico de Europa; y se instaló durante más de 1 año en Lampedusa, para describir la llegada masiva de refugiados a la isla, documentar el dispositivo desplegado por las autoridades para acogerlos, y también mostrar las vidas de los autóctonos.
En palabras del director:
“Desde 1991, desde el primer bote que llegó, he visto demasiados niños muertos, mujeres que fueron violadas, decenas de cadáveres escondidos en una bodega del bote, sangre…
A menudo me vienen pesadillas.
Se me hace un agujero en el estómago hablar de ello, pero a la vez sé que tengo que hablar; por eso espero que esta película sensibilice.
Que alguien que pueda hacer algo más que nosotros, lo haga.
Viviendo allí, me percaté de que el concepto de emergencia carece de sentido.
Cada día allí, es una emergencia.
Cada día sucede algo.
Y para comprender el verdadero sentido de la tragedia, necesitas estar cerca de ella, y tener contacto continuo.
Solo de este modo fui capaz de comprender el sentimiento de los isleños, quienes han estado viendo esta constante tragedia de los inmigrantes, repetida una y otra vez, durante más de 20 años.
Sin embargo, dentro de la tragedia que rodea al lugar, la vida de un niño, dejará entre el público más de unas sonrisas:
Su inocencia, y sus divertidos comentarios, dan a Fuocoammare, la calma necesaria entre la tempestad latente”
Sin cifras o posturas oficiales, el director se acerca al epicentro del drama migratorio, desde la zozobra y la resignación triste, en una película que evita premeditadamente todo sensacionalismo al acercarse al tema, y documenta de manera comprometida, sin hacerlo bandera.
Fuocoammare ganó el premio más prestigioso en El Festival de Berlín:
El Oso de Oro, como “cine urgente, imaginativo y necesario”
Así sentenció Meryl Streep, Presidenta del Jurado del Berlinale.
Y fue la conclusión lógica a 10 días de cine politizado y comprometido con los distintos males que atizan el planeta.
“Dedico este premio a su gente, siempre acogedora, y con el corazón abierto a otros pueblos”, expresó Rosi al recoger el premio, acompañado de uno de sus protagonistas, el doctor Pietro Bartolo, que forma parte del personal sanitario que examina a los refugiados.
“Cuando le pregunté:
¿Por qué Lampedusa es un lugar tan generoso?
Me respondió que es una isla de pescadores, y que los pescadores siempre aceptan todo lo que llega por el mar.
Esa es una gran lección que aprender”, añadió el director, quien esperó que Fuocoammare contribuya a franquear “las barreras mentales” que observa en el continente.
“No es aceptable que haya personas que mueran cruzando el mar”, concluyó.
Meryl Streep dijo ver en la película “una posición política, pero también arte y matices”, además de demostrar “lo que un documental es capaz de hacer:
Exigir un lugar ante nuestros ojos”
Fuocoammare toma prestado su título, a una canción de marineros, y el concepto de “fuego en el mar”, proviene de cómo se referían los isleños, al color rojizo que adquiría el mar en los bombardeos entre fragatas durante el periodo de guerra.
Ahora, ese fuego en forma de seres humanos que quema la superficie salada del mar, está llamando a nuestras puertas de nuevo.
El director, enfrenta 2 realidades que se rozan sin tocarse, además de otorgar un protagonismo a un pintoresco hijo de pescador, personaje seductor y casi neorrealista.
A los propios inmigrantes, en cambio, nunca se les oye hablar…
Durante La Segunda Guerra Mundial, los barcos pesqueros de la isla de Lampedusa, temían aquel “fuego de mar” generado por los navíos de guerra que iluminaban la noche con sus cohetes.
Y 70 años después, hay otro fuego en el mar, residuos heridos de otras guerras, los emigrantes procedentes de diferentes países, que intentan cruzar el mar desde África.
Hay otras llamas, que causan quemaduras en los cuerpos de algunos emigrantes, cuando se vierte gasolina en las lanchas motoras que les trasladan desde los botes que son interceptados.
Algunos, simplemente se hunden...
Las voces de socorro, se extravían en la noche, ignorantes de cuáles son sus coordenadas para poder ser rescatados.
Miles de cuerpos perecen en las profundidades de ese mar, sin alcanzar la costa, quizás después de haber recorrido cientos de kilómetros, de haber superado un desierto en el que debieron beber su propia orina para sobrevivir.
Algunos cuerpos, han superados todas y cada una de esas etapas de padecimiento, para poder huir de una circunstancia desesperada, sea Costa de Marfil, Somalia, Eritrea, Nigeria, Siria…
Algunos alcanzan la costa de una nueva etapa, en la que intentan olvidar su desesperación, disfrutando de un partido de fútbol entre representantes de diferentes países en el campo de recogida, como si el pasado y el futuro fueran extirpados, y aún el presente pudiera propagarse como una mecha que encienda la ilusión de que su vida no es sólo huida.
En ese mar, en el que habrá cadáveres que sean recuperados de sus profundidades, hay otros que se sumergen para simplemente bucear, para disfrutar del paseo en ese otro universo en el que habitan criaturas diferentes de los humanos.
Mientras que para los habitantes de Lampedusa, el mar representa no el espacio que cruzar para alcanzar la meta de otra etapa, sino el escenario habitual de su realidad, el de una vida entregada y dedicada a la pesca.
Una vida en la que han dependido de las condiciones meteorológicas para poder realizar las rutinas de una nueva salida a la mar, para conseguir el preciado pescado que suministra sustento a su vida.
Una vida sacrificada, áspera, en la que quizás debían permanecer durante 10 meses en un barco, sin ver tierra, ni a las personas que amaban.
Samuel, vive en la isla, tiene 12 años, va a la escuela, le gusta tirar con la honda e ir de caza.
Le gustan los juegos de tierra, pese a que todo a su alrededor, habla del mar y de los hombres, mujeres y niños que intentan cruzarlo para llegar allí.
Samuele, hijo de pescador, que aún se marea y vomita cuando navega, que aún no sabe dominar con sus remos un bote, y que ignora las vicisitudes de los emigrantes que se trasladan en otros barcos, en los que también hay categorías de pasajeros, por lo que los que menos pagan, van apelotonados en la bodega con riesgo de que pierdan la vida por asfixia…
Samuel vive con la mirada hacia dentro, hacia tierra, hacia sí mismo, porque es un niño, en principio, que elabora su particular resortera para matar pájaros, y como no lo consigue, se dedica a jugar al tiro al blanco con cactus que desfigura con la navaja y petardos, o a hacer que dispara con una metralleta o un subfusil.
Es una mirada que se forma, aún borrosa, inconsciente.
Es una mirada que necesita graduarse, “una mirada de ojo vago” que debe recuperar el enfoque.
Es metafóricamente, la mirada de muchos europeos que no son conscientes, ni pretenden serlo, miradas que prefieren vivir en la ignorancia, o considerar a aquellos emigrantes como intrusos, bultos indiferenciados que no sienten, figuras borrosas tras un plástico, o espectros cubiertos con la sabana de aluminio que les protege del frío, más que preocuparse de lo que han padecido en ese pretérito del que huyen, o que padecen en su intento de atravesar ese mar de llamas invisibles, que quieren cruzar para alcanzar algo que se asemeje a un refugio en el que puedan encontrar un mínimo sustento, y quizás, incluso, como en la isla de Lampedusa, escuchar la música que dedican a las personas que aman.
El niño, no dispara a más pájaros, incluso acaricia a uno, pero sigue jugando a que dispara al cielo.
Aún, la mirada necesita enfocarse más, para que deje de ser del todo “un ojo vago”
Los preciosos paisajes de la isla, los desfiladeros con ese mar revuelto, enfadado, golpeando contra las rocas y su cielo gris, hacen que Lampedusa parezca triste, fría, y casi desértica, muy diferente de la época veraniega, donde el turismo arrasa completamente el ambiente apacible de la isla.
Allí vemos vagar a varios personajes que contribuyen en el día a día laborioso de Lampedusa, y Gianfranco Rosi acierta a intercalar entre ellos, a otros personajes, no tan afortunados, intentando apenas sobrevivir.
Varios testimonios, por ambas partes, intentan explicar cada cual a su manera, la tragedia de luchar contra la naturaleza rebelde del mar.
Apenas hay más diálogos, no son necesarios, una visión gráfica de lo que ocurre, es más que suficiente.
Serán 2 visiones diferentes, 2 maneras diferentes de utilizar el mar para sobrevivir, 2 maneras diferentes de vivir un día cualquiera en la preciosa isla de Lampedusa.
Pero también aquí hay héroes, rescatistas hastiados, como si no fuesen hombres, mujeres y niños, sino una marea endemoniada la que trae el mar.
Y la radio del lugar, y Pietro Bartolo, ese médico hermoso a quien sus colegas le dicen que ya debería acostumbrarse a los cadáveres:
“¿Cómo acostumbrarte a ver niños muertos?”, pregunta y responde este hombre que también es médico de Samuele.
Así es la vida en Lampedusa, silencio que aturde en ese campo de batalla sin bombas ni fuego en el mar.
Acostumbrados a la historia fácil, en la que todos los datos son anunciados sin rodeos, y hasta ilustrados con gráficos, será un bello paso para el documental “mainstream” el que Fuocoammare da; y no deja de ser documental por tener menos datos, ni por ser silencioso, ni por dejarle al espectador, la tarea de pensar lo que quiera.
Todo lo que hace Rosi, es mostrar lo que está pasando, algo que cada uno interpretará a su manera.
“Domenica Felice a tutti, eccoci di nuovo con il nostro segmento di notizie quotidiane”
(Feliz domingo a todos, aquí estamos de nuevo con nuestro segmento de noticias diarias)
La línea divisoria entre el documental y el cine de ficción, se presenta como cada vez más difusa.
Se pueden diferenciar aquellas películas en las que el director permanece lo más alejado posible del objeto que pretende filmar, de aquellas otras en las que intervine activamente, ya sea a través de preguntas “en off” o de los actores.
Entre ambas opciones, existe una gran gama de posibilidades; y Fuocoammare de Giancarlo Rosi, es de nuevo, como ya es habitual en su cine, una lectura minimalista y extremadamente precisa de, como decía Machado, “la emoción de las cosas”
En Lampedusa, una isla varada en mitad del Mediterráneo, y de la literatura universal, han quedado cerca de 15 mil vidas en los últimos 20 años.
La emigración, la terca estupidez de las fronteras, y la arrogancia privilegiada de no haber nacido al otro lado del mar, se cobran diariamente su cuenta.
Y lo hacen en carne propia.
La cámara del italiano, se limita a enfrentar la tosca obstinación de unos pescadores condenados a ser sólo eso, pescadores, con la brutalidad de unos hombres y mujeres cada vez más sentenciados a no ser nada.
Un niño va a la escuela, “mal aprende” inglés, come espaguetis, caza pájaros, y se siente deprimido.
Todo tan trivial, tan divertido, tan común...
Mientras, miles de hombres y mujeres se ahogan muy cerca de él.
¿Puede ser la realidad, una metáfora de la propia realidad?
Rosi está convencido de que sí; y le creemos.
Técnicamente, el director utilizó por primera vez una cámara ARRI Amira que, según dijo, “le permitía rodar en ambientes oscuros:
A veces parecía que teníamos una cantidad increíble de luz.
La tecnología me ayudó mucho a ser capaz de trabajar con esta pequeña cámara por mí mismo; fue una herramienta increíble”
Para el director:
“Durante el montaje, siempre mantuve la separación de 3 momentos:
Primero está el retrato de la isla, su rostro, y el de los personajes que elegí al principio, como compañeros de esta aventura.
Quise convertir la isla, en un elemento en sí mismo, porque es así:
Hay una separación real entre la vida cotidiana de la gente, y el mundo de los inmigrantes.
Después está el centro de acogida, al que tuve libre acceso.
Y por último estaban los desembarcos, los viajes en el navío Fulgosi, donde vi la tragedia.
En total, acabé con 80 horas de metraje; y cuando empezamos con el montaje, sabía que el elemento clave, era la historia de Samuele, que en su “ojo perezoso” había una metáfora de la mirada perezosa que los occidentales tienen con los inmigrantes.
Y en relación a mis anteriores películas, aquí hay un arco narrativo más largo:
Vemos cómo un personaje atraviesa diferentes fases, y los cambios de Samuele, también fueron los míos a la hora de retratar Lampedusa”
Y agregó:
“Ahora la frontera ha cambiado de lugar.
Las embarcaciones se interceptan en mar abierto.
Así empezó una nueva fase para Lampedusa, y se creó una distancia entre los isleños y los inmigrantes.
Están el desembarco en el muelle, la acogida y el autobús que los lleva al centro, pero ningún intercambio con los habitantes”
Fuocoammare cuenta con 3 distinciones objetivas, que contribuyen en gran medida a la calidad y cualidades del trabajo.
En una primera instancia, la excelsa fotografía que es del mismo Gianfranco Rosi; la segunda, atañe a la bilateralidad geométrica narrativa, además de comparativa; y tercero, el contenido que va dirigido a las autoridades italianas involucradas.
La narración, se construye desde el vacío; y así hasta alcanzar el corazón de lo otro que, en efecto, somos todos.
Quizás, puestos a matizar, Fuocoammare vive demasiado asustada del miedo de no escandalizar.
Sólo tal vez… sea como sea, lo que importa es la cruda herida de los que mantiene ahogados en el sinsentido de todo esto.
Por lo que Gianfranco Rosi nos muestra 2 formas diferentes de vida cotidiana en la isla:
Una la protagoniza Samuel, un niño de 12 años, cuya familia se dedica prácticamente a vivir del mar, algo que él no admira en demasía; y los inmigrantes que deciden lanzarse a ese mar, en busca de una oportunidad de huir de la guerra y de la miseria, de seguir viviendo lejos de su tierra, de sus costumbres y en su mayoría a veces, de sus familiares.
La controversia está servida.
Lampedusa, como reza el lacónico y despiadado cartel con que arranca Fuocoammare, “es una isla en mitad de Mediterráneo, de apenas 20 kilómetros cuadrados, y 6.000 habitantes.
Dista 113km de África y 205 de Sicilia.
En 20 años, han intentado desembarcar en sus playas, 400.000 inmigrantes.
15.000 murieron en el intento”
Y abre con Samuele, mientras construye una resortera con una rama de pino marítimo, que sobresale de un terreno áspero y rocoso.
La naturaleza de la isla, será un elemento dominante:
Las rocas puntiagudas sobre el mar, las olas amenazantes sobre un agua purísima y profunda, las imprevisibles borrascas anunciadas por truenos, un cielo azulísimo que se vuelve negro…
Tras haber presentado al pequeño protagonista, Rosi nos asesta el primer puñetazo en el estómago, y lo hace sin recurrir a imágenes:
En la radio de un navío de La Marina italiana, un hombre grita desesperadamente por ayuda.
A lo largo del metraje, veremos cómo Rosi opta a menudo por mediar entre la mirada y los hechos, dejándonos observar a través de monitores militares, espejos, portillas bañadas con sal incrustada… hasta que en los últimos minutos no nos ahorra una visión totalizadora y dolorosa de la muerte en la bodega de una embarcación.
En tierra transcurre mientras tanto, un plan narrativo paralelo:
La anciana tía Maria, dicta sus dedicaciones al DJ de una estación radiofónica local; un pescador se sumerge en el agua para pescar erizos y lapas.
Maria, la abuela de Samuele, es costurera, y le cuenta al nieto viejas historias de mar.
Los inmigrantes, los que lo consiguieron y se encuentran a la espera, organizan torneos de fútbol:
Siria contra Eritrea, porque Somalia y Libia, ya cayeron eliminadas…
Cualquiera diría que se trata de otro “perfect day”
Samuele va a la escuela, juega, no entra en ningún momento en contacto con ese mundo de desesperación que le pasa por el lado.
Entonces:
¿De dónde viene esta inesperada dificultad para respirar que, de cuando en cuando, lo obliga a ir al médico?
El médico doctor, Pietro Bartolo, es el que lleva 20 años curando las quemaduras químicas, producto de los carburantes a los inmigrantes, la deshidratación, el que hace nacer a los niños de las mujeres africanas que acaban de desembarcar, el que a menudo se ve obligado a sepultar a los niños…
“Odio hacer las autopsias.
He hecho demasiadas.
Tengo pesadillas”, confiesa.
“Pero es el deber de cualquier hombre, ayudar a esta gente”, sentencia en algún momento.
Y es ese doctor, que trata día a día con los isleños, el que atiende con paciencia a ese niño llamado Samuele, que a pesar de estar en un mundo de nuevas tecnologías… tiene como juguete favorito, una resortera de fabricación propia… quien cuenta, cómo tiene pesadillas muchas noches por lo que tiene que ver en su día a día, por las condiciones en las que llegan hombres, mujeres y niños…
Ese mismo doctor, narra también cómo se distribuyen en los barcos, para venir en malas condiciones, pues también hay clases sociales; y cuáles son las tarifas que tienen que pagar, para arriesgar su vida, y alcanzar una tierra que promete un bienestar que no tienen en sus países de origen.
El locutor de radio, por su parte, dedica viejas canciones italianas, y escucha las peticiones de sus oyentes, pero también da las noticias y las tragedias del mar.
El “fuego en el mar” se ha convertido en algo cotidiano…
Y es ese niño, Samuele, niño de tierra que se marea en la mar, quien con su problema óptico, deja otra metáfora:
Esa Europa nuestra con “el ojo vago”, que sabe lo que ocurre, pero no mira.
Y la cámara de Rosi se convierte en ese ojo sano, que se esfuerza por mirar una realidad que necesita una respuesta.
La gravedad del material, y el exceso de dudas del director, deja por momentos sin aliento, una historia que habría merecido quizá más claridad, menos confusión, más compromiso; lo importante es la vibración de un relato que juega a la extrañeza.
Y es que la idea del director, no es presentar un documental, que de manera específica, describa la hambruna, sufrimiento y mortandad entre los argonautas de manera directa, sino una exhortación a los gobiernos aludidos, para diseñar e implementar urgentes programas eficaces para la ayuda que se les pueda aportar a los migrantes.
También se le preguntó:
¿Qué fue lo que le impactó más durante la producción?
“Pasé más de 40 días en el mar, lo que más me impactó fue ver aquellos cuerpos agonizantes frente a mí, y oír el rumor de su respiración.
Cuando la tragedia se manifestó en la bodega, sentí el deber de entrar a documentar, pero no fue una elección fácil.
Después de aquel momento, decidí que había que cerrar la película, y montarla con lo que ya tenía.
No tenía más fuerzas para seguir filmando”, respondió.
Así como también se le preguntó:
¿Qué opina del cierre de las fronteras?
“Creo que es algo trágico, pero lo que más miedo me da, es el cierre mental, y eso lo siento mucho en la gente.
Acabar con la idea de “Schengen” es algo espantoso porque, además, nada puede parar a estas personas que escapan de la muerte.
Yo pregunté al grupo de nigerianos:
¿Qué les llevaba a embarcarse?
Les dije “you might die”…
Y ellos me respondieron, que la llave estaba justamente en ese “might”:
Partían a la posibilidad de una muerte que, en cambio, en su lugar de origen, constituye una certeza.
Gianfranco Rosi, construye así un discurso, pero a base de imágenes, realidad y metáforas visuales, bien por contraste, por la fuerza de ciertas imágenes, o bien por los rostros que cuentan historias.
Lampedusa, con sus habitantes en tierra, parece un lugar donde el tiempo se ha parado, la modernidad se intuye o se palpa en algunos objetos, pero no es evidente.
Y es que Fuocoammare es pura y dura metáfora de una realidad.
Así se lo cuenta una abuela a su nieto:
“En La Segunda Guerra Mundial, cuando los barcos tiraban bengalas… decían que parecía que había “fuego en el mar”
Cuando el mar era un campo de batalla.
Pero ahora, en el siglo XXI, ese fuego en el mar no se ha extinguido, y en sus aguas navegan y se hunden miles de sueños de personas que solo buscan un futuro mejor.
Trata ambos hilos narrativos, la tragedia y lo cotidiano de la vida del personaje del niño, con absoluta contención, y sin empapar su cámara de sensacionalismo o de impacto visual.
El problema es que acaba prestando menos atención a los inmigrantes, que a las apacibles vidas de algunos habitantes de la isla.
¿No es esa una forma involuntaria de instrumentalizar su tragedia?
Samuele, el niño de 12 años, protagonista del documental, y su natural inocencia infantil, ignorante de los dramas ajenos, simboliza la actitud mayoritaria de los habitantes de Lampedusa, y del total de la sociedad europea sobre la crisis de los refugiados.
Samuele dispara con su resortera, piedras contra enemigos imaginarios; mientras perdidos en la noche, una barcaza con 250 personas lanza una súplica desesperada de auxilio al centro de rescate marino, que el ejército italiano estableció en la isla.
Su padre le cuenta lo dura que es la vida en el mar, siempre lejos de casa…
En el caso del pequeño, más que de una elección, se trata de un hecho involuntario, fruto de su corta edad.
Sin embargo, la interpelación al espectador adulto, es más directa, y al pasar de la torpeza de Samuele en clase de inglés, a los cuerpos inertes amontonados de aquellos que no han podido sobrevivir a la travesía en el casco del barco, uno se da cuenta de esta dicotomía constante en la que vivimos; de cómo somos capaces cada noche de digerir el telediario, para ver a continuación el “talent show” o la serie de turno.
“En la vida, es arriesgado no arriesgarse, porque la vida misma es un riesgo”, apunta uno de los supervivientes, una vez que está a salvo en tierra firme.
Es el riesgo de enfrentarse al mar; un riesgo distinto en ojos de los habitantes de la isla.
Por su parte, el director Gianfranco Rosi, consiguió permiso para rodar un rescate que efectuó el buque Fulgosi, de la marina militar italiana.
La piel negra de los inmigrantes, contrasta con los trajes y máscaras blancas de los militares y de los médicos:
Hombres, mujeres y niños extenuados, son transportados en silencio, a centros de reconocimiento médico.
“Uno de ellos, mira un instante a la cámara, y en su gesto advertimos el mapa de sus desgracias:
Es la mirada más triste que recuerdo haber visto en mucho tiempo.
Desalojados los vivos, toca lo peor, recoger los cadáveres, trasladarlos a la morgue, e intentar identificarlos”, dijo el director.
La aparición del doctor Pietro Bartolo, que ha seguido el movimiento de refugiados desde 1991, aporta una mirada amable, reflexiva, de sincera humanidad:
“Es la actitud de cualquier ser humano, que no puede permanecer al margen de la realidad trágica de vive esa pobre gente”, dijo.
En una secuencia, el doctor explica detalladamente ante una fotografía de una barca de inmigrantes, cómo se distribuyen en su interior, dependiendo del dinero que paguen:
Los de proa, 1500 euros; los de popa 1000; y 800 los de bodega.
Un detalle que llama la atención, que sin duda Gianfranco Rosi intenta hacer que todo el mundo conozca, es resaltar sobre todo a los equipos de salvamento y rescate, a los médicos, a todo el personal implicado en recuperar esas pobres almas de los brazos del mar, testigos silenciosos que presencian todo ese horror desde cerca, no se necesita mucha imaginación para entender que tiene que ser tremendamente duro convivir con ello cada día, y sentir una impotencia descomunal.
La principal característica de Fuocoammare, es que apenas tiene connotación política, con lo que consigue hacer del problema de Lampedusa, un problema internacional y global, que requiere de solidaridad.
Es impresionante la escena donde se recuperan decenas cadáveres de una frágil embarcación.
Son personas que murieron deshidratados en alta mar.
El rescate existió verdaderamente, y el director se encontraba con la cámara a bordo.
Hay otra secuencia de gran poderío, cuando un africano ofrece un testimonio, mientras se realiza una especie de canto, es una brutalidad.
Resulta interesante ver, lo que significa el mar para unos y otros:
Para los isleños es, principalmente, su medio de subsistencia; y para los inmigrantes su última esperanza.
Esta doble estructura dramática, que transcurre siempre en paralelo, sin mezclarse, dota al documental de una originalidad propia de un autor que no entiende de formalismos, y busca su propio discurso fílmico.
Este atípico documental, resulta en cualquier caso, una forma original de acercarse a tan delicado tema, del cual se podría haber exigido quizá un poco más de compromiso y claridad, pues parece quedarse incompleta en el enfoque de su temática.
Sustentado en poderosas y poéticas imágenes, se podría argumentar que Fuocoammare no llega a ninguna conclusión, y deja al espectador tomar las suyas propias, pues no hay debate, no hay sermones, no hay confusiones semánticas entre inmigrante y refugiado para distraer de la importante cuestión que nos ocupa:
Mostrar los cuerpos deshidratados, desnutridos, castigados y moribundos que llegan a la costa italiana, y lo que después les espera, confinados en hangares, burocratizados por un sistema que no sabe cómo afrontar y resolver el problema.
Pero se trata en cualquier caso, de un poderoso e interesante film de recomendable visionado, que no deja al espectador indiferente.
“The sea is not the place to dye.
Life itself is a risk.
If we cannot dye in Lybian prison, we cannot dye in the sea”
“Después del Holocausto, esta es una de las tragedias más grandes que estamos viviendo.
Por primera vez en la historia, somos testigos de una catástrofe humanitaria.
Cuando mueren personas delante de nuestros ojos, no deberíamos alejar la mirada”, critica el director de Fuocoammare, Gianfranco Rosi.
Y es que los líderes europeos, son incapaces de encontrar soluciones políticas, sociales, ni tan siquiera humanitarias, y han optado por establecer medidas disuasorias, levantando muros y alambradas por toda la geografía europea.
Pero los muros más altos, son los que crecen, amparados en un miedo irracional, en la mente de los ciudadanos europeos.
La Presidencia del Consejo de La Unión Europea, que ejerce Luxemburgo, convocó para el 14 de septiembre de 2015, una reunión extraordinaria de los ministros de Justicia e Interior de los 28 Estados miembros, destacando que la situación migratoria “ha adquirido recientemente, proporciones sin precedentes”
Desde 2001, millones de personas han huido de conflictos bélicos internos e internacionales, principalmente de la guerra contra el terrorismo, campaña militar de Estados Unidos, apoyada por miembros de La OTAN y otros aliados; La Guerra de Afganistán, la insurgencia en el Magreb desde 2002, la insurgencia islamista en Nigeria desde 2002, La Invasión de Irak de 2003, La Guerra de Irak y la acción de la guerrilla iraquí de 2003 a 2011; la insurgencia iraquí posterior al retiro de las tropas de EEUU, desde 2011; la insurgencia de Al-Qaeda en Yemen desde 2003, la guerra en el noroeste de Pakistán desde 2004, La Guerra Civil de Somalia y otros conflictos en El Cuerno de África; La Guerra Civil Sudanesa, La Primavera Árabe de 2010 a 2013; la guerra, intervención militar e insurgencia miliciana en Libia desde 2011; La Guerra Civil de Siria desde 2011; La Guerra Civil Sur sudanesa desde 2013, y más recientemente, La Segunda Guerra Civil de Libia y La Guerra contra El Estado Islámico desde 2014.
Según El ACNUR, el número de personas desplazadas forzosamente en todo el mundo, llegó a 59,5 millones a finales de 2014, el nivel más alto desde La Segunda Guerra Mundial, con un aumento del 40% desde 2011.
De estos 59,5 millones, 19,5 millones son refugiados, que representa 2,7 millones más que a finales de 2013, + 23%; 38,2 millones, son desplazados internos; y 1,8 millones, son solicitantes de asilo humanitario.
Los refugiados sirios, se convirtieron en el grupo más grande en 2014, con 3,9 millones; 1,55 millones más que el año anterior; superando a los refugiados afganos, con 2,6 millones; que habían sido el grupo de refugiados más grande durante 3 décadas.
Aunque la mayoría de los refugiados de Siria, fueron acogidos por países vecinos como Turquía, Líbano y Jordania, el número de ciudadanos sirios que solicitan asilo en Europa, aumentó de forma constante entre 2011 y 2015, totalizando más de 350 mil en julio de 2015.
Para finales del año 2014, en los principales países de origen de los refugiados a nivel mundial:
Siria, Afganistán y Somalia, representan el 53% del total; mientras que Sudán, Sudán del Sur, La República Democrática del Congo, Birmania, La República Centroafricana, Irak y Eritrea, representan el 24%; mientras que los principales países de acogida de refugiados eran:
Turquía, Pakistán, Líbano, Irán, Etiopía, Jordania, Kenia, Chad, Uganda y China, que comprenden el 57% del total de refugiados en el mundo, de acuerdo a los datos del ACNUR.
En realidad, de acuerdo con Alireza Salehi-Nejad:
“La mayoría de los inmigrantes en Europa, no son refugiados, sino simplemente inmigrantes económicos, que buscan una vida mejor.
Esta distinción es importante, porque según La Convención de Refugiados de Ginebra de 1951, bajo el mandato de La ONU, tras la destrucción que produjo La Segunda Guerra Mundial, y que dejó a millones de evacuados y deportados vagando por una Europa devastada por la guerra, y en correlación con las leyes de La UE; se exige a los países europeos, que ofrezcan refugio u otro tipo de protección a las personas que huyan de una zona de guerra o persecución”
Para septiembre de 2016, los medios de comunicación anunciaron, que El Reino Unido y Francia, han comenzado a levantar un muro en Calais, con el objetivo de intentar detener el acceso de los inmigrantes a la zona portuaria, desde donde salen los barcos que conectan el norte de Francia con el sur de Inglaterra.
Se estima que el coste de la obra, se ubica en torno a 2,7 millones de euros.
El muro será de hormigón resbaladizo, y la parte interior, estará decorada con flores y plantas…
¡Todo un detalle!
Y es que en el fondo, nadie quiere dejar su país de origen, y toda su vida atrás.
Los valientes que lo hacen, lo hacen básicamente por desesperación y desesperanza, y se juegan sus vidas por alcanzar las fronteras, en busca de una vida mejor que no pueden encontrar en su país.
Gianfranco Rosi dijo en la rueda de prensa, precisamente en esta dirección, que “lo que deberíamos de procurar, es encontrar una posible solución en los países de origen de estos inmigrantes, para que no tengan dicha necesidad de huir de allí”
Fuocoammare es la vergüenza de la que todos somos testigos.
Ese cementerio líquido, que a unos les sirve de descanso estival, y a muchos de descanso eterno.
¡Surreal!
“Sai cosa un occhio pigro è?
Si tratta di un occhio che non funziona, è pigro.
Così, il vostro cervello non ricevere immagini da l'occhio sinistro, quindi dobbiamo forzarlo ad utilizzare l'occhio sinistro, quindi, per un più o meno breve periodo faremo indossare un cerotto sul buon occhio”
(¿Sabes lo que es un ojo perezoso?
Es un ojo que no funciona, es perezoso.
Por tanto, su cerebro no recibe imágenes del ojo izquierdo, por lo que tenemos que obligarlo a utilizar el ojo izquierdo; por tanto, durante un período más o menos breve, vamos a usar un parche en el ojo bueno)
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