Neruda
“Señor Presidente de esta Cámara de mierda”
La Ley 8987, de Defensa Permanente de La Democracia fue una ley chilena publicada en El Diario Oficial, el 3 de septiembre de 1948, conocida también como “La Ley Maldita”, que tuvo por finalidad, proscribir la participación política del Partido Comunista de Chile (PCCh)
Esta fue una modificación a la ley 6026 de 1937, la cual había sido promulgada en el gobierno de Arturo Alessandri, y a pesar de su impopularidad, esta ley siguió siendo utilizada hasta 1958, hacia el final del periodo presidencial de Carlos Ibáñez del Campo.
Esta ley dispuso la cancelación de la inscripción del Partido Progresista Nacional, asimismo, el borrado del registro electoral de sus militantes y de las personas sospechosas de participar en dicha organización.
Esto significó, que los regidores, alcaldes, diputados y senadores electos, serían inhabilitados y despojados de sus cargos.
Similares sanciones se aplicaban para la administración pública, en las municipalidades y la educación primaria, secundaria y universitaria en la designación, contratación de sus empleados, además de prohibir toda organización, propaganda y toda asociación similar.
Se sancionaban todas las reuniones o actos que interrumpieran el normal desarrollo de las actividades productivas, y se permitió el derecho a huelga, sólo en el sector privado.
También sancionaba a quienes cooperaran o efectuaran actos contrarios a la misma; muchos de los cuales, debieron exiliarse como el poeta Pablo Neruda.
Neruda se transforma entonces, en el más fuerte antagonista del Presidente, dictando discursos en El Senado, y publicando artículos contra el gobierno en el extranjero, ya que el diario comunista El Siglo, estaba bajo censura.
Neruda criticó fuertemente a Gabriel González Videla, a quien llamó “rata”, lo acusó de ser amigo de los nazis durante sus años de embajador en París, a quienes invitaba a elegantes cenas a la embajada chilena, de vender el país a empresas estadounidenses, e incluso menciona a su esposa, Rosa Markmann, de ocultar sus orígenes judíos mientras vivieron en Europa durante La Segunda Guerra Mundial, y de enriquecerse comprando diamantes a europeos empobrecidos, y casando a su descendencia con las familias más ricas de América del Sur.
Famoso es su artículo “La Crisis Democrática de Chile”, es una advertencia dramática para nuestro continente, que más tarde fue conocido como “Carta Íntima para Millones de Hombres”, publicado en el diario El Nacional de Caracas.
Esto provocó la petición del gobierno a los tribunales, de un desafuero del Senador Neruda, por “denigrar a Chile en el exterior, y por calumnias e injurias al Primer Mandatario”, y posteriormente se dictó una orden de detención contra él, forzándolo primero a la clandestinidad en su propio país, y luego al exilio.
Neruda, realiza la travesía para escapar de una persecución política durante el otoño de 1949; y por ello, vive meses en la clandestinidad entre Santiago, Valdivia y la comuna de Futrono, en el lago Huishue, cruza por el paso de Lilpela hacia Argentina montado a caballo; donde estuvo a punto de ahogarse mientras cruzaba el río Curringue.
A mediados de abril, llega de incógnito a París, y protegido por varios amigos, entre ellos Pablo Picasso, logra regularizar su situación.
En realidad, Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, no era un político cualquiera, porque se le conocía más por su nombre artístico como escritor, Pablo Neruda, y aquella no fue una cacería más.
El gobierno iba contra el alma de la izquierda chilena, contra un miembro prominente del Partido Comunista, prohibido el otoño anterior, y contra uno de los mejores poetas de la historia, Premio Nobel en 1971, y que durante esos meses escribió su mejor obra:
“Canto General”
El gran amigo de Pablo Neruda, Federico García Lorca, le definió como un poeta “más cerca de la sangre que de la tinta”
“Hace 3 años que acabó La Segunda Guerra Mundial y aquí, en esta casa alegre, está a punto de comenzar una persecución memorable”
Neruda es un drama chileno, del año 2016, dirigido por Pablo Larraín.
Protagonizado por Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Alfredo Castro, Pablo Derqui, Marcelo Alonso, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Jaime Vadell, Diego Muñoz, Francisco Reyes, Michael Silva, Víctor Montero, entre otros.
El guión es de Guillermo Calderón, basado en la persecución política que el poeta y entonces senador comunista, Pablo Neruda, experimentó durante el gobierno de Gabriel González Videla.
Calderón, rinde tributo a Pablo Neruda, al convertirlo en un personaje de una de esas novelas policíacas que tanto amaba, en una de esas figuras centrales huidizas que podrían aparecer en el universo de Hammett, Chandler o Himes; el estilo de escritura de Calderón, además de invadir los diálogos del parlamento, circunscribe las actuaciones de los intérpretes y las opciones argumentales, por un poeta obsesionado consigo mismo y con su identidad.
Sobre las consecuencias y la falta de libertad de expresión que derivaron de ese período, pivota la filmografía de Pablo Larraín.
El temor de la dictadura de Pinochet en “Tony Manero” (2008), El Golpe de Estado en “Post Mortem” (2010) y el plebiscito chileno de 1988 en “No” (2012), conforman “la trilogía de la memoria”
De esta manera, Pablo Larraín se ha convertido en un historiador sobre la dictadura pinochetista, tras traer a la vida, una época cuyos recuerdos han sido borrados por la sociedad chilena, y se acerca al gran cronista del tiempo anterior a su trilogía:
Pablo Neruda.
“Ha sido un proceso muy largo, de 5 años, en el que al final me he dado cuenta de que he hecho un filme sobre Neruda, sino sobre lo “nerudiano”, sobre lo que nos produce a nosotros, su figura, su trabajo y su poesía.
Hemos entrado en un juego de ilusiones.
Todo se rodó controlado, con un estupendo guión, pero el cine es un accidente, pasan cosas, no sabes hacia dónde te lleva, y aquí el acertijo se resolvió en el montaje.
Es un ejercicio imaginario.
Es un juego de ilusión, que intenta absorber tanto su poesía como su figura”, dijo el realizador.
Para Larraín, no hay que sacar conclusiones:
“De verdad, no hay ajustes de cuentas ni miradas crueles, yo estoy enamorado del personaje.
Poner a un hombre en esas circunstancias, no es corrosivo, al revés, creo que le humaniza.
Queremos ver a un Neruda jugando, viajando, amando, comiendo.
No sé cuánto se parece ese Neruda al real.
Y nunca lo sabremos.
Pero insisto en que fue un poeta sumamente peligroso, amante de lo político.
En “Canto General”, hay poemas furiosos contra líderes políticos.
Describió su país y Latinoamérica desde la poesía, tal vez porque Chile es un país de poetas e historiadores”, aseguró.
La película, plasma un Neruda de múltiples caras, juguetón, mujeriego, soberbio, valiente, sensible, inteligente, inmerso en una trama de cine negro ágil, sin fisuras, con un montaje rápido, y una música que crea atmósfera, y acentúa algunos momentos de seriedad y belleza.
Neruda fue presentada por Chile, como candidata a la categoría de mejor película de habla no inglesa, en los premios Oscar, pero no fue seleccionada entre las nominadas.
El filme se ha rodado en distintas localizaciones de Buenos Aires, Argentina; Santiago, Chile; Valparaíso en la Región de la Araucanía en Chile, y finalmente en París, Francia.
La acción comienza en 1948, El Senador y escritor, Pablo Neruda (Luis Gnecco) acusa al gobierno chileno del presidente Gabriel González Videla (Alfredo Castro), de traicionar a los comunistas en El Congreso.
El presidente, por su parte, lo desafuera y ordena su captura, por lo que el poeta emprende la huida del país, junto a su compañera, la artista grabadora y pintora argentino-chilena, Delia del Carril (Mercedes Morán)
Mientras es perseguido por el prefecto de la policía, Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal), se van creando asociaciones alegóricas entre ambos, Neruda comienza a escribir “Canto General”, y se convierte en símbolo de la libertad y leyenda literaria.
Rodeado además de un humor no apto para “graves”, el filme pone a Pablo Neruda en una vereda diferente a la que estamos acostumbrados.
Sí, es el poeta; sí, es El Senador y sí, es el hombre de ideología marxista, pero también es hedonista y ególatra:
“Yo soy el artista”, le discute a su compañera Delia, y su status tanto en la política como en las artes, es superior al de muchos, pues hasta Pablo Picasso lo defiende desde Francia, lo que lo instala incluso muy por sobre sus camaradas y las mismas órdenes irrefutables del partido.
Neruda es una propuesta nada convencional, que retrata a Pablo Neruda como nunca antes se le había conocido, su vida entre las mujeres, la poesía y la huida.
Ficción y realidad, se igualan y se retroalimentan, y se establece así una provechosa fricción en el plano diegético, que dinamiza además una acertada tensión en torno a las contradicciones del artista comprometido.
“Pero, ¿seremos iguales a mí o a usted?”
Desde el principio de su carrera, Pablo Larraín se ha convertido en el gran cronista de la compleja identidad histórica chilena.
Por eso, el 5º largometraje de Larraín, no se parece en absoluto a un “biopic” al uso, por mucho que use el apellido de su objeto de estudio a modo de título.
Descrita por él mismo como “más bien una película nerudiana”, que una sobre Neruda, se trata esencialmente de una fantasía increíblemente ingeniosa y deslumbrantemente irreverente, que envuelve un puñado de sucesos en la vida del poeta y político.
A la hora de realizar una película sobre uno de los artistas más influyentes del siglo XX, lo más importante que debe planear el realizador, es el mensaje que quiere transmitir:
“Siempre estoy escribiendo” dice en un momento el personaje, y escucho al director susurrarme que es él quien mueve los hilos.
Cuando las intenciones se destapan, los entes ficticios cuestionan su propia ficción, habla de un autor y donde se dice Neruda, suena impersonal, genérico, y ambiguo.
Neruda no ha inventado a nadie, Neruda es un elemento ficticio más de este juego de espejos, y ese es quizá el gran acierto de la película, que proponiéndose ser un análisis sobre la realidad y la ficción, sobre el acto de inventar, inventa a su vez una ficción, y lo hace en torno a un personaje real y sus circunstancias reales, con un recorrido sobre la Chile del momento.
La vida de Ricardo Neftalí Reyes, está llena de acontecimientos apasionantes, y su obra es inabarcable.
Por tanto, con tal compleja tarea, Larraín decide tomar riesgos desde la raíz del proyecto.
No va a hacer un filme objetivo sobre Neruda, sino que el espíritu del poeta va a apoderarse de la cinta.
Para una idea tan ambiciosa, se recurre al año 1948, cuando comienza una persecución política, tras acusar al Presidente Gabriel González Videla, de traicionar al Partido Comunista.
Desde la clandestinidad, El Senador y poeta escribirá “Canto General”; a la vez que es perseguido por un detective.
Situación que convierte a Neruda, en un símbolo de la libertad, y agiganta su leyenda.
Evitando los caminos sencillos, las palabras que escribió en ese tiempo, marcan el alma del filme, lo que resulta en una mezcla de géneros que únicamente se puede calificar como “gran cine”
Se puede apreciar el género biográfico en las menciones a Pinochet o Picasso, al igual que algunos lugares comunes del antinerudismo, como las calificaciones de comunista burgués.
También está muy presente el género policíaco, pues la incesante persecución acaba calando como una obsesión para sus detractores.
Esta amalgama de direcciones, tiene una explicación muy simple:
El carácter literario de la cinta.
Las palabras que expresó Neruda, se leen en todas las casas; por consiguiente, se persigue a un fantasma arraigado a una tierra.
Al final, todos los recursos cinematográficos, se combinan para componer la esencia de un personaje con múltiples capas.
Pablo Larraín, no entiende de géneros, sino de mensajes, y Neruda abraza las 2 voces del protagonista:
La de poeta, y la de mortal.
En concreto, toma como punto de referencia la persecución que Neruda sufrió después de que en 1948, El Presidente chileno, González Videla, traicionara sus raíces progresistas, prohibiendo el Partido Comunista, del que él era miembro, y al que representaba en calidad de Senador, y de que se ordenara su detención.
De repente, el hombre que había ejercido de Embajador de Chile en todo el mundo, se vio obligado a esconderse de su gente, primero moviéndose de un lugar a otro dentro del país, y luego saliendo de él, a caballo hacia Argentina, y de ahí a Francia, y la libertad.
Fantástica dirección de Larraín, con una hermosa fotografía y un elenco de lujo.
Neruda no cuenta una historia.
En lugar de eso, toma pedazos y retazos de la vida y la personalidad y la identidad política de su protagonista, y los arroja a un frenesí visual y narrativo, que bosqueja un retrato de una figura cultural icónica, al tiempo que lo confirma como alguien enigmático, y casi imposible de conocer.
Para ello, Larraín, en buena medida, se sirve de un inspector de policía ficticio llamado Óscar Peluchonneau, determinado a cazar al fugitivo.
La narración de una figura, a través de su proyección opuesta, la de un policía acomplejado, rencoroso y triste, como narrador poco confiable de la película, el detective se ve a sí mismo, como parte de una tradición de grandes investigadores, el supuesto hijo del jefe de la policía, aunque lo único que realmente se sabe con certeza aquí, es que su madre era una prostituta, que es un adicto a las novelas de misterio, y que sus delirios de grandeza, son percibidos como patéticos por cualquiera que no sea él mismo.
Las dudas de un Pablo Neruda que se debate entre su labor literaria o política, y su militancia comunista, ceden a la intimidad, y a la preponderancia injustificada de un rol menor, y enteramente ficticio:
El del policía Óscar Peluchonneau, el de su búsqueda existencia y personal, confundida con la huida espectacular, legendaria, propagandística y mentirosa, del poeta, quien arrancaba de las garras “traicioneras”, del Presidente radical, Gabriel González Videla, y de Ley Maldita, el que había llegado a la primera magistratura, con el apoyo del PC.
Cuando comienza la persecución “legal”, y Neruda corre hacia el sur, paso por La Cordillera de Los Andes, incluido, por la zona de la Araucanía, el filme deviene en una de las tantas piezas teatrales de Calderón:
Monólogos y reflexiones enfrentadas al cinismo de sus personajes, en compañía de lo esperpéntico de una coyuntura política siniestra, cruel e irónica.
Óscar Peluchonneau, y su identidad de ascendencia bastarda.
El poeta y sus máscaras, sus fantasmas, traumas, la negativa a ser padre, y embarazar a Delia del Carril.
En otro guiño al artificio detrás de la narrativa fílmica, es Neruda el que le va dejando a Peluchonneau, las novelas detectivescas en base a las que el hombre de ley, moldeará su personalidad.
Otra de las posibles digresiones, del riesgo artístico que toma Larraín, está en si Neruda, mostrado aquí como un creador, pero también como un amante de las mujeres, un vividor asiduo de prostíbulos, estuvo realmente en peligro durante esa persecución que acabó con el poeta en París.
“Neruda nace de la absoluta libertad de crear ese accidente que es una película.
El cine es misterio, mis actores son misteriosos, y permiten que el espectador viaje a través de ellos.
Al final, he hecho un filme sobre un solo personaje:
Porque tanto poeta como policía, devienen en uno”, reveló Larraín.
El poeta, parece decidido a disfrutar de la emoción de la huida.
Comprende las inmensas posibilidades artísticas que la persecución de la que es objeto, posee en tanto que le permite inventar un Neruda que la gente de Chile jamás olvidará.
Por su parte, Peluchonneau resulta entrañablemente patético, por el modo en que insiste en darse aires de importancia al tiempo que exhibe una torpeza empedernida.
Él es el narrador de la historia, pero uno muy poco fiable, que constantemente contradice lo que vemos en la pantalla, y poco a poco nos damos cuenta de que él mismo quizás sea una ficción literaria, una creación del hombre al que persigue, un mero personaje secundario.
En el proceso, se revela como la figura más trágica y conmovedora de la película.
Eso sin duda ayuda a explicar que, para cuando culmina en las nevadas montañas, la persecución haya adquirido una dimensión gloriosa y épica.
El mayor acierto de la postura de Larraín es, sin duda, el de enfocar la historia del escritor como un metarrelato que los personajes se esfuerzan en escribir a su manera, saltándose todo realismo.
Así, Pablo Neruda, siendo el retratado, parece, por su genio, escribir la historia a su antojo, yendo siempre un paso por delante de su perseguidor.
Sin embargo, nuestro narrador es el antagonista, el propio Peluchonneau, un detective de libro, nunca mejor dicho, que se esfuerza en capturar al poeta para, literalmente, convertirse en el personaje principal del relato.
Su miedo a quedarse como secundario, quedarse fuera de la leyenda de esta historia, que un cineasta nos está contando casi 80 años después de los hechos, sería su verdadera muerte.
La explotación por parte de Larraín del género policial, para narrar la caza de brujas particular chilena, se convierte así en un relato profundamente cinéfilo, que desafía de forma estimulante, las cuadriculadas reglas de su esencia, y nos enseña a mirar la historia de otra manera.
Queda patente, sin embargo que, pese a que el relato de Larraín narra lo importante, y se encarga de dejar muy clara su identidad de fantasía, de delirio y de cuento, esta decisión y las características que conlleva, pueden hacer caer a la obra, fácilmente, en la indiferencia histórica y política, dada su aparentemente escasa credibilidad.
La narración, poética a ratos surreal y de cine negro, no podía ser de otra manera para honrar a uno de los más grandes artistas de Latinoamérica y el mundo entero, sobre su lucha por la libertad de expresión, y la persecución sufrida por evidenciar los atropellos del gobierno.
En sus primeros compases, la película funciona a la manera de un “thriller” político, con toques “noir”, pero a medida que el juego entre el gato y el ratón avanza, las cosas se van enrareciendo, y Neruda va adoptando los modos de una nueva forma de poesía cinematográfica, que guarda cierta simetría imperfecta con los versos de los que se nutre.
Larraín, convierte la relación entre perseguidor y perseguido, en algo parecido a un onírico romance imposible, lleno de perspectivas surrealistas, rabia política, humor mordaz, pasión ardiente, y jocosa sensualidad.
Destaca nuevamente el estilo visual algo sucio y avejentado de Larraín, que sin embargo, consigue imágenes preciosas, tanto de espacios cerrados e íntimos, como de los magníficos y usualmente desaprovechados paisajes naturales chilenos.
La fotografía de Sergio Armstrong, y la dirección de arte de Estefanía Larraín, nunca fueron mejores en sus detalles y fabricaciones sensoriales.
Los planos característicos en los que una luz tenue atraviesa las ventanas sin fuerza, son de una belleza cautivadora.
Así como la decisión de intentar ser realista con las características del medio en 1948.
El uso de distintos encuadres, con algunas sombras y manejo de la luz, aquí podemos vislumbrar el cine clásico en la utilización del croma en los viajes en automóvil; además de ayudar a la excelente ambientación, nos da el carácter mítico del poeta, con variados puntos de vista para contar lo que se nos narra, usando diálogos lapidarios propios del autor.
Resulta particularmente estimulante, ver una película de tintes biográficos que no solo reniega de convenciones narrativas, sino sobre todo que no deifica a su objeto de estudio.
El Neruda de Neruda, es un idealista influyente, y un poeta experto, pero también un egoísta y un esnob, un comunista de boquilla, entregado al champán y los burdeles, y a otros decadentes placeres burgueses, y convencido de merecer la adoración que recibe.
Larraín, asimismo, muestra un interés prácticamente nulo en el talento literario de su protagonista, o en los románticos pormenores del proceso creativo, y de hecho, casi los desdeña:
Los poemas que escribió en la clandestinidad, parecen materializarse de forma casual, casi descuidada.
Pero, de verdad, no importa.
De los actores, Luis Gnecco está inmenso como el poeta, encarna el arte del hombre, no sólo en el papel, su poesía vuelve a la vida por hacer un espectáculo las letras de los poemas, poesías que adquieren ritmo con la narrativa, y que a su vez, son exquisitamente presentadas en los excesos del poeta.
Vino, mujeres y sexo, son la perfecta compañía para su prosa rebelde y transgresora.
En su encarnación del poeta, Neruda ofrece uno de sus puntos más provocativos:
Por un lado, la cinta destaca la importancia de la figura y obra del Neruda histórico, en especial, como fuente de inspiración para una clase trabajadora oprimida y sin voz propia, en especial, un cameo del gran Roberto Farías es devastador en su ilustración sobre el impacto de Neruda en la gente común.
Sin embargo, la película tampoco le hace el quite al hecho de que los lujos, vicios, y poder, que rodean al hombre, lo alejan de estas mismas personas.
El concepto de leyenda, se da vuelta, y el poeta resulta ser inesperadamente humano.
No así Gael García Bernal, muy probablemente por su matiz teatral.
García Bernal, personifica la obsesión de algunos de dar caza a las ideas del Senador Neruda.
Lo que no entiende el torpe detective, es que sus palabras vivirán eternamente, siendo una misión en vano.
La mezcla de envidia, rencor y atracción que transmite Peluchonneau, hace recordar a películas como “Amadeus” (1984) de Milos Forman o “Catch Me If You Can” (2002) de Steven Spielberg, una relación de obsesión/admiración.
De los demás actores:
Alfredo Castro destila desdén autoritario durante sus breves apariciones como González Videla; mientras que Jaime Vadell hace de Arturo Alessandri, una figura de una pasividad siniestra, en tan solo una escena con Neruda, una de las mejores secuencias de la película.
Arturo Fortunato Alessandri Palma, era un abogado y político chileno, patriarca de la familia Alessandri, de ascendencia italiana; que ocupó el cargo de Presidente de La República en los periodos 1920-1925, y 1932-1938; siendo considerado uno de los políticos más influyentes en el Chile del siglo XX, entre otras cosas, por una serie de reformas, incluida La Constitución de 1925, que marcó el fin del Régimen Parlamentario, y la instauración del Presidencialismo en Chile.
Más memorable aún, es el aporte fundamental de Mercedes Morán como Delia Del Carril, la pareja del poeta, que hace lo posible por mantenerse como una fuente de apoyo, pese a entender que no formará parte de la vida del hombre, al final del camino.
Delia, conoció al poeta chileno Pablo Neruda, e iniciaron rápidamente un romance que perduró por 20 años.
Ella tenía 50 años, y él 30, pero la diferencia de edad era mitigada por la inteligencia, vitalidad y belleza de Delia.
Su tema como pintora y grabadora recurrente, fueron enormes caballos, que le recordaban su feliz infancia.
Además de la obvia crítica política a la intolerancia de la derecha chilena, en Neruda hay una crítica todavía más fuerte a las cúpulas de izquierda, en especie de lo que muchos conocen como el “red set”
En una notable escena, donde Neruda está en otras de sus fiestas, ahora clandestinas, presentando su “Canto General”, una persona del partido, Amparo Noguera, integrante de sus bases, le pregunta si el día que los comunistas lleguen al poder, “serán como ellos, la izquierda grandilocuente, ostentosa y “aristócrata”, o serán como ella, trabajadores explotados por un sistema que los tiene de rodillas frente a los poderosos”
Una dura crítica al personaje de Gnecco, que va de la mano con la que le realizaría luego su guardaespaldas, Jarita (Michael Silva), quien le reprocharía las irresponsabilidades que Neruda cometería constantemente, incapaz de seguir las instrucciones que su propio partido le entregaría para su seguridad.
Mientras muchos compañeros sufrirán en Campos de Concentración, donde vemos rápidamente la figura de Augusto Pinochet; en el exilio, o simplemente no vivirán para contarlo.
Pues Neruda pasará su tiempo en burdeles, tomando whisky y champaña, y escribiendo sus poemas, hasta que tarde o temprano se vea obligado a abrir los ojos.
Mismo camino pero inverso recorrerá Peluchonneau, quien descubrirá que en su víctima, encuentra mucho más de lo que encuentra en su mandante, el impersonal Presidente González Videla, porque Neruda le terminará haciendo uno de los regalos más hermoso que alguien podría soñar recibir:
La inmortalidad.
No como un personaje secundario, para nada.
No un “huacho” chileno, aspiracional, arribista y complaciente, quien buscaba ser reconocido como el hijo que no era de un prócer de la policía.
No, ser inmortal como un verdadero detective, rodeado de misticismo, que muere casi al atrapar a su presa, con un fondo blanco, y bajo la inexpugnable Cordillera de Los Andes…
¡Poéticamente!
Neruda posee detalles que, por muy sutiles que parezcan, resultan agradables al ojo de quien observa; lo mismo pasa con algunos efectos cuya obviedad no molesta, y grandilocuencias que incluso se agradecen.
Además, se toma el tiempo de dejar abierta la posibilidad a interrogantes como:
¿Será real la figura de Peluchonneau, o se tratará de un personaje imaginario y secundario en la gran historia protagonizada por El Nobel de Literatura?
Cuando el policía “descubre”, en esa conversación deslumbrante, que él es ficción, “más extraño que la ficción”, nada más y nada menos, que todos lo somos, que es un invento del poeta, “Cómo ser Pablo Neruda”, que su vida entera son palabras imaginadas por otro, que es alter ego, su reflejo de género, a partir de ese momento, todo lo que pasa es más, mucho más que una simple película, o una biografía novelada, es algo muy hermoso, juguetón e inesperado, que crece y se extiende hasta ese final perfecto.
Es una gran broma, un artefacto prodigioso, sin manual de instrucciones, modelo para armar, el cuento era Neruda, él nos contaba, y se contaba, no lo observábamos durante ese rato, era algo mucho mejor, un mágico regalo, fuimos él por unos minutos, le vivimos un tiempo, y ahora, tal vez, algo más le entendemos y queremos, y odiamos y repudiamos, y perdonamos y admiramos. De “Canto General”, y el proceso creativo que llevó a Pablo Neruda a darle vida, no se sabe mucho más.
Tampoco se develan más antecedentes reales de la biografía del escritor, por lo que definitivamente la película no tiene fin histórico alguno; al contrario, su creación tuvo como objetivo, convertirse en un producto lúdico, del cual se disfruta de principio a fin, y que pone a Pablo Larraín, dentro de los realizadores latinoamericanos más sobresalientes del último tiempo.
“Otro niño triste, otra juventud perdida, un espía furioso, despreciando ideas y palabras que nunca entenderá.
Impotente.
Guardián de una frontera imaginaria”
La abrumadora personalidad de este hombre de credo comunista, resuelta y tozuda hasta el sacrificio, por todo aquello en lo que creía, estalla en su obra, con un aliento vital que apenas deja entrever las muchas tribulaciones y las muchas horas sombrías que hubo de atravesar.
Para algunos que lo conocieron, especialmente para aquéllos que compartieron con él la lucha contra la miseria y la opresión de los pueblos.
Pablo Neruda está considerado entre los mejores y más influyentes artistas de su siglo; “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, según Gabriel García Márquez.
Si bien, Neruda nunca aclaró el origen de su nombre artístico, nunca desmintió, e incluso apoyó, la conjetura de que lo habría escogido en honor al escritor checo Jan Neruda, del cual leyó un cuento por esos años que le causó una honda impresión.
En lugar de esto, su apodo se presume que esté inspirado más bien en un personaje de la novela de Arthur Conan Doyle de 1887 titulada “Estudio Escarlata”, donde en el capítulo IV, el personaje Sherlock Holmes, dice ir a escuchar un concierto de Norman-Neruda, una famosa violinista, Guillermina María Francisca Neruda, casada con el músico sueco, Ludwig Norman, conociéndosela entonces como Wilma Norman-Neruda.
Como sea, en la cúspide de la fama y del reconocimiento, también lo esperaban horas amargas.
La famosa Ley de Defensa Permanente de La Democracia, que lo exilió, fue derogada por ley 12927, sobre Seguridad del Estado, de 6 de agosto de 1958.
Esta ley, además le costó la carrera política a Gabriel González Videla, relegándolo a la impopularidad, especialmente por personajes de gran influencia, y sectores de índole izquierdista, que fueron afectados por dicha ley.
No existe acuerdo entre los historiadores, sobre las razones que impulsaron al gobierno de Gabriel González Videla, a impulsar una ley de esta naturaleza.
Una de las tesis plantea que El Partido Comunista no supo establecer una relación fluida entre su nueva posición de partido gobernante, y su tradicional política de agitación social.
Esta dicotomía, llevaba a que frecuentemente funcionarios del gobierno, militantes comunistas, aprobaran alzas de precios que posteriormente el partido rechazaba a través de violentas protestas callejeras, las cuales se fueron radicalizando aún más, al entrar en escena las disputas entre comunistas y socialistas por el control del movimiento sindical.
Otra teoría, centran los orígenes de La Ley Maldita en la conformación de La Guerra Fría, y el traspaso de dicho conflicto a Chile.
Por otra parte, es posible observar que la razón de fondo contiene tintes de ambas tesis.
El 11 de septiembre de 1973, se produce un Golpe de Estado en Chile, que acaba con el gobierno y la vida del Presidente de La República, Salvador Allende.
Y 12 días después, muere Pablo Neruda, víctima de un paro cardíaco.
Ese mes de septiembre, cambió para siempre la historia de un país.
El mundo, no tardó en enterarse, entre la indignación, el estupor y la impotencia, debido a que la casa de Neruda en Santiago, fue saqueada después del golpe encabezado por El General Augusto Pinochet, y sus libros, incendiados.
El funeral del poeta, fue realizado en El Cementerio General y, aunque los asistentes estaban rodeados de soldados armados de ametralladoras, se escuchaban desafiantes gritos de homenaje a él, y a Salvador Allende, junto a la entonación de La Internacional.
El 11 de diciembre de 1992, los restos de Pablo Neruda y su esposa, Matilde Urrutia, son exhumados y llevados para un velatorio ceremonial en El Salón de Honor del ex Congreso Nacional.
Al día siguiente, se da cumplimiento al deseo del poeta:
“Que sus restos fuesen enterrados en su casa de Isla Negra”
Ese lugar, y todas las demás pertenencias, son ahora museos administrados por La Fundación Neruda.
Las palabras de Neruda, están en todas partes, en el mundo, así como su presencia en Chile, “están en el aire, el agua, la sangre, el sudor”
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche...
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”
La Ley 8987, de Defensa Permanente de La Democracia fue una ley chilena publicada en El Diario Oficial, el 3 de septiembre de 1948, conocida también como “La Ley Maldita”, que tuvo por finalidad, proscribir la participación política del Partido Comunista de Chile (PCCh)
Esta fue una modificación a la ley 6026 de 1937, la cual había sido promulgada en el gobierno de Arturo Alessandri, y a pesar de su impopularidad, esta ley siguió siendo utilizada hasta 1958, hacia el final del periodo presidencial de Carlos Ibáñez del Campo.
Esta ley dispuso la cancelación de la inscripción del Partido Progresista Nacional, asimismo, el borrado del registro electoral de sus militantes y de las personas sospechosas de participar en dicha organización.
Esto significó, que los regidores, alcaldes, diputados y senadores electos, serían inhabilitados y despojados de sus cargos.
Similares sanciones se aplicaban para la administración pública, en las municipalidades y la educación primaria, secundaria y universitaria en la designación, contratación de sus empleados, además de prohibir toda organización, propaganda y toda asociación similar.
Se sancionaban todas las reuniones o actos que interrumpieran el normal desarrollo de las actividades productivas, y se permitió el derecho a huelga, sólo en el sector privado.
También sancionaba a quienes cooperaran o efectuaran actos contrarios a la misma; muchos de los cuales, debieron exiliarse como el poeta Pablo Neruda.
Neruda se transforma entonces, en el más fuerte antagonista del Presidente, dictando discursos en El Senado, y publicando artículos contra el gobierno en el extranjero, ya que el diario comunista El Siglo, estaba bajo censura.
Neruda criticó fuertemente a Gabriel González Videla, a quien llamó “rata”, lo acusó de ser amigo de los nazis durante sus años de embajador en París, a quienes invitaba a elegantes cenas a la embajada chilena, de vender el país a empresas estadounidenses, e incluso menciona a su esposa, Rosa Markmann, de ocultar sus orígenes judíos mientras vivieron en Europa durante La Segunda Guerra Mundial, y de enriquecerse comprando diamantes a europeos empobrecidos, y casando a su descendencia con las familias más ricas de América del Sur.
Famoso es su artículo “La Crisis Democrática de Chile”, es una advertencia dramática para nuestro continente, que más tarde fue conocido como “Carta Íntima para Millones de Hombres”, publicado en el diario El Nacional de Caracas.
Esto provocó la petición del gobierno a los tribunales, de un desafuero del Senador Neruda, por “denigrar a Chile en el exterior, y por calumnias e injurias al Primer Mandatario”, y posteriormente se dictó una orden de detención contra él, forzándolo primero a la clandestinidad en su propio país, y luego al exilio.
Neruda, realiza la travesía para escapar de una persecución política durante el otoño de 1949; y por ello, vive meses en la clandestinidad entre Santiago, Valdivia y la comuna de Futrono, en el lago Huishue, cruza por el paso de Lilpela hacia Argentina montado a caballo; donde estuvo a punto de ahogarse mientras cruzaba el río Curringue.
A mediados de abril, llega de incógnito a París, y protegido por varios amigos, entre ellos Pablo Picasso, logra regularizar su situación.
En realidad, Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, no era un político cualquiera, porque se le conocía más por su nombre artístico como escritor, Pablo Neruda, y aquella no fue una cacería más.
El gobierno iba contra el alma de la izquierda chilena, contra un miembro prominente del Partido Comunista, prohibido el otoño anterior, y contra uno de los mejores poetas de la historia, Premio Nobel en 1971, y que durante esos meses escribió su mejor obra:
“Canto General”
El gran amigo de Pablo Neruda, Federico García Lorca, le definió como un poeta “más cerca de la sangre que de la tinta”
“Hace 3 años que acabó La Segunda Guerra Mundial y aquí, en esta casa alegre, está a punto de comenzar una persecución memorable”
Neruda es un drama chileno, del año 2016, dirigido por Pablo Larraín.
Protagonizado por Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Alfredo Castro, Pablo Derqui, Marcelo Alonso, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Jaime Vadell, Diego Muñoz, Francisco Reyes, Michael Silva, Víctor Montero, entre otros.
El guión es de Guillermo Calderón, basado en la persecución política que el poeta y entonces senador comunista, Pablo Neruda, experimentó durante el gobierno de Gabriel González Videla.
Calderón, rinde tributo a Pablo Neruda, al convertirlo en un personaje de una de esas novelas policíacas que tanto amaba, en una de esas figuras centrales huidizas que podrían aparecer en el universo de Hammett, Chandler o Himes; el estilo de escritura de Calderón, además de invadir los diálogos del parlamento, circunscribe las actuaciones de los intérpretes y las opciones argumentales, por un poeta obsesionado consigo mismo y con su identidad.
Sobre las consecuencias y la falta de libertad de expresión que derivaron de ese período, pivota la filmografía de Pablo Larraín.
El temor de la dictadura de Pinochet en “Tony Manero” (2008), El Golpe de Estado en “Post Mortem” (2010) y el plebiscito chileno de 1988 en “No” (2012), conforman “la trilogía de la memoria”
De esta manera, Pablo Larraín se ha convertido en un historiador sobre la dictadura pinochetista, tras traer a la vida, una época cuyos recuerdos han sido borrados por la sociedad chilena, y se acerca al gran cronista del tiempo anterior a su trilogía:
Pablo Neruda.
“Ha sido un proceso muy largo, de 5 años, en el que al final me he dado cuenta de que he hecho un filme sobre Neruda, sino sobre lo “nerudiano”, sobre lo que nos produce a nosotros, su figura, su trabajo y su poesía.
Hemos entrado en un juego de ilusiones.
Todo se rodó controlado, con un estupendo guión, pero el cine es un accidente, pasan cosas, no sabes hacia dónde te lleva, y aquí el acertijo se resolvió en el montaje.
Es un ejercicio imaginario.
Es un juego de ilusión, que intenta absorber tanto su poesía como su figura”, dijo el realizador.
Para Larraín, no hay que sacar conclusiones:
“De verdad, no hay ajustes de cuentas ni miradas crueles, yo estoy enamorado del personaje.
Poner a un hombre en esas circunstancias, no es corrosivo, al revés, creo que le humaniza.
Queremos ver a un Neruda jugando, viajando, amando, comiendo.
No sé cuánto se parece ese Neruda al real.
Y nunca lo sabremos.
Pero insisto en que fue un poeta sumamente peligroso, amante de lo político.
En “Canto General”, hay poemas furiosos contra líderes políticos.
Describió su país y Latinoamérica desde la poesía, tal vez porque Chile es un país de poetas e historiadores”, aseguró.
La película, plasma un Neruda de múltiples caras, juguetón, mujeriego, soberbio, valiente, sensible, inteligente, inmerso en una trama de cine negro ágil, sin fisuras, con un montaje rápido, y una música que crea atmósfera, y acentúa algunos momentos de seriedad y belleza.
Neruda fue presentada por Chile, como candidata a la categoría de mejor película de habla no inglesa, en los premios Oscar, pero no fue seleccionada entre las nominadas.
El filme se ha rodado en distintas localizaciones de Buenos Aires, Argentina; Santiago, Chile; Valparaíso en la Región de la Araucanía en Chile, y finalmente en París, Francia.
La acción comienza en 1948, El Senador y escritor, Pablo Neruda (Luis Gnecco) acusa al gobierno chileno del presidente Gabriel González Videla (Alfredo Castro), de traicionar a los comunistas en El Congreso.
El presidente, por su parte, lo desafuera y ordena su captura, por lo que el poeta emprende la huida del país, junto a su compañera, la artista grabadora y pintora argentino-chilena, Delia del Carril (Mercedes Morán)
Mientras es perseguido por el prefecto de la policía, Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal), se van creando asociaciones alegóricas entre ambos, Neruda comienza a escribir “Canto General”, y se convierte en símbolo de la libertad y leyenda literaria.
Rodeado además de un humor no apto para “graves”, el filme pone a Pablo Neruda en una vereda diferente a la que estamos acostumbrados.
Sí, es el poeta; sí, es El Senador y sí, es el hombre de ideología marxista, pero también es hedonista y ególatra:
“Yo soy el artista”, le discute a su compañera Delia, y su status tanto en la política como en las artes, es superior al de muchos, pues hasta Pablo Picasso lo defiende desde Francia, lo que lo instala incluso muy por sobre sus camaradas y las mismas órdenes irrefutables del partido.
Neruda es una propuesta nada convencional, que retrata a Pablo Neruda como nunca antes se le había conocido, su vida entre las mujeres, la poesía y la huida.
Ficción y realidad, se igualan y se retroalimentan, y se establece así una provechosa fricción en el plano diegético, que dinamiza además una acertada tensión en torno a las contradicciones del artista comprometido.
“Pero, ¿seremos iguales a mí o a usted?”
Desde el principio de su carrera, Pablo Larraín se ha convertido en el gran cronista de la compleja identidad histórica chilena.
Por eso, el 5º largometraje de Larraín, no se parece en absoluto a un “biopic” al uso, por mucho que use el apellido de su objeto de estudio a modo de título.
Descrita por él mismo como “más bien una película nerudiana”, que una sobre Neruda, se trata esencialmente de una fantasía increíblemente ingeniosa y deslumbrantemente irreverente, que envuelve un puñado de sucesos en la vida del poeta y político.
A la hora de realizar una película sobre uno de los artistas más influyentes del siglo XX, lo más importante que debe planear el realizador, es el mensaje que quiere transmitir:
“Siempre estoy escribiendo” dice en un momento el personaje, y escucho al director susurrarme que es él quien mueve los hilos.
Cuando las intenciones se destapan, los entes ficticios cuestionan su propia ficción, habla de un autor y donde se dice Neruda, suena impersonal, genérico, y ambiguo.
Neruda no ha inventado a nadie, Neruda es un elemento ficticio más de este juego de espejos, y ese es quizá el gran acierto de la película, que proponiéndose ser un análisis sobre la realidad y la ficción, sobre el acto de inventar, inventa a su vez una ficción, y lo hace en torno a un personaje real y sus circunstancias reales, con un recorrido sobre la Chile del momento.
La vida de Ricardo Neftalí Reyes, está llena de acontecimientos apasionantes, y su obra es inabarcable.
Por tanto, con tal compleja tarea, Larraín decide tomar riesgos desde la raíz del proyecto.
No va a hacer un filme objetivo sobre Neruda, sino que el espíritu del poeta va a apoderarse de la cinta.
Para una idea tan ambiciosa, se recurre al año 1948, cuando comienza una persecución política, tras acusar al Presidente Gabriel González Videla, de traicionar al Partido Comunista.
Desde la clandestinidad, El Senador y poeta escribirá “Canto General”; a la vez que es perseguido por un detective.
Situación que convierte a Neruda, en un símbolo de la libertad, y agiganta su leyenda.
Evitando los caminos sencillos, las palabras que escribió en ese tiempo, marcan el alma del filme, lo que resulta en una mezcla de géneros que únicamente se puede calificar como “gran cine”
Se puede apreciar el género biográfico en las menciones a Pinochet o Picasso, al igual que algunos lugares comunes del antinerudismo, como las calificaciones de comunista burgués.
También está muy presente el género policíaco, pues la incesante persecución acaba calando como una obsesión para sus detractores.
Esta amalgama de direcciones, tiene una explicación muy simple:
El carácter literario de la cinta.
Las palabras que expresó Neruda, se leen en todas las casas; por consiguiente, se persigue a un fantasma arraigado a una tierra.
Al final, todos los recursos cinematográficos, se combinan para componer la esencia de un personaje con múltiples capas.
Pablo Larraín, no entiende de géneros, sino de mensajes, y Neruda abraza las 2 voces del protagonista:
La de poeta, y la de mortal.
En concreto, toma como punto de referencia la persecución que Neruda sufrió después de que en 1948, El Presidente chileno, González Videla, traicionara sus raíces progresistas, prohibiendo el Partido Comunista, del que él era miembro, y al que representaba en calidad de Senador, y de que se ordenara su detención.
De repente, el hombre que había ejercido de Embajador de Chile en todo el mundo, se vio obligado a esconderse de su gente, primero moviéndose de un lugar a otro dentro del país, y luego saliendo de él, a caballo hacia Argentina, y de ahí a Francia, y la libertad.
Fantástica dirección de Larraín, con una hermosa fotografía y un elenco de lujo.
Neruda no cuenta una historia.
En lugar de eso, toma pedazos y retazos de la vida y la personalidad y la identidad política de su protagonista, y los arroja a un frenesí visual y narrativo, que bosqueja un retrato de una figura cultural icónica, al tiempo que lo confirma como alguien enigmático, y casi imposible de conocer.
Para ello, Larraín, en buena medida, se sirve de un inspector de policía ficticio llamado Óscar Peluchonneau, determinado a cazar al fugitivo.
La narración de una figura, a través de su proyección opuesta, la de un policía acomplejado, rencoroso y triste, como narrador poco confiable de la película, el detective se ve a sí mismo, como parte de una tradición de grandes investigadores, el supuesto hijo del jefe de la policía, aunque lo único que realmente se sabe con certeza aquí, es que su madre era una prostituta, que es un adicto a las novelas de misterio, y que sus delirios de grandeza, son percibidos como patéticos por cualquiera que no sea él mismo.
Las dudas de un Pablo Neruda que se debate entre su labor literaria o política, y su militancia comunista, ceden a la intimidad, y a la preponderancia injustificada de un rol menor, y enteramente ficticio:
El del policía Óscar Peluchonneau, el de su búsqueda existencia y personal, confundida con la huida espectacular, legendaria, propagandística y mentirosa, del poeta, quien arrancaba de las garras “traicioneras”, del Presidente radical, Gabriel González Videla, y de Ley Maldita, el que había llegado a la primera magistratura, con el apoyo del PC.
Cuando comienza la persecución “legal”, y Neruda corre hacia el sur, paso por La Cordillera de Los Andes, incluido, por la zona de la Araucanía, el filme deviene en una de las tantas piezas teatrales de Calderón:
Monólogos y reflexiones enfrentadas al cinismo de sus personajes, en compañía de lo esperpéntico de una coyuntura política siniestra, cruel e irónica.
Óscar Peluchonneau, y su identidad de ascendencia bastarda.
El poeta y sus máscaras, sus fantasmas, traumas, la negativa a ser padre, y embarazar a Delia del Carril.
En otro guiño al artificio detrás de la narrativa fílmica, es Neruda el que le va dejando a Peluchonneau, las novelas detectivescas en base a las que el hombre de ley, moldeará su personalidad.
Otra de las posibles digresiones, del riesgo artístico que toma Larraín, está en si Neruda, mostrado aquí como un creador, pero también como un amante de las mujeres, un vividor asiduo de prostíbulos, estuvo realmente en peligro durante esa persecución que acabó con el poeta en París.
“Neruda nace de la absoluta libertad de crear ese accidente que es una película.
El cine es misterio, mis actores son misteriosos, y permiten que el espectador viaje a través de ellos.
Al final, he hecho un filme sobre un solo personaje:
Porque tanto poeta como policía, devienen en uno”, reveló Larraín.
El poeta, parece decidido a disfrutar de la emoción de la huida.
Comprende las inmensas posibilidades artísticas que la persecución de la que es objeto, posee en tanto que le permite inventar un Neruda que la gente de Chile jamás olvidará.
Por su parte, Peluchonneau resulta entrañablemente patético, por el modo en que insiste en darse aires de importancia al tiempo que exhibe una torpeza empedernida.
Él es el narrador de la historia, pero uno muy poco fiable, que constantemente contradice lo que vemos en la pantalla, y poco a poco nos damos cuenta de que él mismo quizás sea una ficción literaria, una creación del hombre al que persigue, un mero personaje secundario.
En el proceso, se revela como la figura más trágica y conmovedora de la película.
Eso sin duda ayuda a explicar que, para cuando culmina en las nevadas montañas, la persecución haya adquirido una dimensión gloriosa y épica.
El mayor acierto de la postura de Larraín es, sin duda, el de enfocar la historia del escritor como un metarrelato que los personajes se esfuerzan en escribir a su manera, saltándose todo realismo.
Así, Pablo Neruda, siendo el retratado, parece, por su genio, escribir la historia a su antojo, yendo siempre un paso por delante de su perseguidor.
Sin embargo, nuestro narrador es el antagonista, el propio Peluchonneau, un detective de libro, nunca mejor dicho, que se esfuerza en capturar al poeta para, literalmente, convertirse en el personaje principal del relato.
Su miedo a quedarse como secundario, quedarse fuera de la leyenda de esta historia, que un cineasta nos está contando casi 80 años después de los hechos, sería su verdadera muerte.
La explotación por parte de Larraín del género policial, para narrar la caza de brujas particular chilena, se convierte así en un relato profundamente cinéfilo, que desafía de forma estimulante, las cuadriculadas reglas de su esencia, y nos enseña a mirar la historia de otra manera.
Queda patente, sin embargo que, pese a que el relato de Larraín narra lo importante, y se encarga de dejar muy clara su identidad de fantasía, de delirio y de cuento, esta decisión y las características que conlleva, pueden hacer caer a la obra, fácilmente, en la indiferencia histórica y política, dada su aparentemente escasa credibilidad.
La narración, poética a ratos surreal y de cine negro, no podía ser de otra manera para honrar a uno de los más grandes artistas de Latinoamérica y el mundo entero, sobre su lucha por la libertad de expresión, y la persecución sufrida por evidenciar los atropellos del gobierno.
En sus primeros compases, la película funciona a la manera de un “thriller” político, con toques “noir”, pero a medida que el juego entre el gato y el ratón avanza, las cosas se van enrareciendo, y Neruda va adoptando los modos de una nueva forma de poesía cinematográfica, que guarda cierta simetría imperfecta con los versos de los que se nutre.
Larraín, convierte la relación entre perseguidor y perseguido, en algo parecido a un onírico romance imposible, lleno de perspectivas surrealistas, rabia política, humor mordaz, pasión ardiente, y jocosa sensualidad.
Destaca nuevamente el estilo visual algo sucio y avejentado de Larraín, que sin embargo, consigue imágenes preciosas, tanto de espacios cerrados e íntimos, como de los magníficos y usualmente desaprovechados paisajes naturales chilenos.
La fotografía de Sergio Armstrong, y la dirección de arte de Estefanía Larraín, nunca fueron mejores en sus detalles y fabricaciones sensoriales.
Los planos característicos en los que una luz tenue atraviesa las ventanas sin fuerza, son de una belleza cautivadora.
Así como la decisión de intentar ser realista con las características del medio en 1948.
El uso de distintos encuadres, con algunas sombras y manejo de la luz, aquí podemos vislumbrar el cine clásico en la utilización del croma en los viajes en automóvil; además de ayudar a la excelente ambientación, nos da el carácter mítico del poeta, con variados puntos de vista para contar lo que se nos narra, usando diálogos lapidarios propios del autor.
Resulta particularmente estimulante, ver una película de tintes biográficos que no solo reniega de convenciones narrativas, sino sobre todo que no deifica a su objeto de estudio.
El Neruda de Neruda, es un idealista influyente, y un poeta experto, pero también un egoísta y un esnob, un comunista de boquilla, entregado al champán y los burdeles, y a otros decadentes placeres burgueses, y convencido de merecer la adoración que recibe.
Larraín, asimismo, muestra un interés prácticamente nulo en el talento literario de su protagonista, o en los románticos pormenores del proceso creativo, y de hecho, casi los desdeña:
Los poemas que escribió en la clandestinidad, parecen materializarse de forma casual, casi descuidada.
Pero, de verdad, no importa.
De los actores, Luis Gnecco está inmenso como el poeta, encarna el arte del hombre, no sólo en el papel, su poesía vuelve a la vida por hacer un espectáculo las letras de los poemas, poesías que adquieren ritmo con la narrativa, y que a su vez, son exquisitamente presentadas en los excesos del poeta.
Vino, mujeres y sexo, son la perfecta compañía para su prosa rebelde y transgresora.
En su encarnación del poeta, Neruda ofrece uno de sus puntos más provocativos:
Por un lado, la cinta destaca la importancia de la figura y obra del Neruda histórico, en especial, como fuente de inspiración para una clase trabajadora oprimida y sin voz propia, en especial, un cameo del gran Roberto Farías es devastador en su ilustración sobre el impacto de Neruda en la gente común.
Sin embargo, la película tampoco le hace el quite al hecho de que los lujos, vicios, y poder, que rodean al hombre, lo alejan de estas mismas personas.
El concepto de leyenda, se da vuelta, y el poeta resulta ser inesperadamente humano.
No así Gael García Bernal, muy probablemente por su matiz teatral.
García Bernal, personifica la obsesión de algunos de dar caza a las ideas del Senador Neruda.
Lo que no entiende el torpe detective, es que sus palabras vivirán eternamente, siendo una misión en vano.
La mezcla de envidia, rencor y atracción que transmite Peluchonneau, hace recordar a películas como “Amadeus” (1984) de Milos Forman o “Catch Me If You Can” (2002) de Steven Spielberg, una relación de obsesión/admiración.
De los demás actores:
Alfredo Castro destila desdén autoritario durante sus breves apariciones como González Videla; mientras que Jaime Vadell hace de Arturo Alessandri, una figura de una pasividad siniestra, en tan solo una escena con Neruda, una de las mejores secuencias de la película.
Arturo Fortunato Alessandri Palma, era un abogado y político chileno, patriarca de la familia Alessandri, de ascendencia italiana; que ocupó el cargo de Presidente de La República en los periodos 1920-1925, y 1932-1938; siendo considerado uno de los políticos más influyentes en el Chile del siglo XX, entre otras cosas, por una serie de reformas, incluida La Constitución de 1925, que marcó el fin del Régimen Parlamentario, y la instauración del Presidencialismo en Chile.
Más memorable aún, es el aporte fundamental de Mercedes Morán como Delia Del Carril, la pareja del poeta, que hace lo posible por mantenerse como una fuente de apoyo, pese a entender que no formará parte de la vida del hombre, al final del camino.
Delia, conoció al poeta chileno Pablo Neruda, e iniciaron rápidamente un romance que perduró por 20 años.
Ella tenía 50 años, y él 30, pero la diferencia de edad era mitigada por la inteligencia, vitalidad y belleza de Delia.
Su tema como pintora y grabadora recurrente, fueron enormes caballos, que le recordaban su feliz infancia.
Además de la obvia crítica política a la intolerancia de la derecha chilena, en Neruda hay una crítica todavía más fuerte a las cúpulas de izquierda, en especie de lo que muchos conocen como el “red set”
En una notable escena, donde Neruda está en otras de sus fiestas, ahora clandestinas, presentando su “Canto General”, una persona del partido, Amparo Noguera, integrante de sus bases, le pregunta si el día que los comunistas lleguen al poder, “serán como ellos, la izquierda grandilocuente, ostentosa y “aristócrata”, o serán como ella, trabajadores explotados por un sistema que los tiene de rodillas frente a los poderosos”
Una dura crítica al personaje de Gnecco, que va de la mano con la que le realizaría luego su guardaespaldas, Jarita (Michael Silva), quien le reprocharía las irresponsabilidades que Neruda cometería constantemente, incapaz de seguir las instrucciones que su propio partido le entregaría para su seguridad.
Mientras muchos compañeros sufrirán en Campos de Concentración, donde vemos rápidamente la figura de Augusto Pinochet; en el exilio, o simplemente no vivirán para contarlo.
Pues Neruda pasará su tiempo en burdeles, tomando whisky y champaña, y escribiendo sus poemas, hasta que tarde o temprano se vea obligado a abrir los ojos.
Mismo camino pero inverso recorrerá Peluchonneau, quien descubrirá que en su víctima, encuentra mucho más de lo que encuentra en su mandante, el impersonal Presidente González Videla, porque Neruda le terminará haciendo uno de los regalos más hermoso que alguien podría soñar recibir:
La inmortalidad.
No como un personaje secundario, para nada.
No un “huacho” chileno, aspiracional, arribista y complaciente, quien buscaba ser reconocido como el hijo que no era de un prócer de la policía.
No, ser inmortal como un verdadero detective, rodeado de misticismo, que muere casi al atrapar a su presa, con un fondo blanco, y bajo la inexpugnable Cordillera de Los Andes…
¡Poéticamente!
Neruda posee detalles que, por muy sutiles que parezcan, resultan agradables al ojo de quien observa; lo mismo pasa con algunos efectos cuya obviedad no molesta, y grandilocuencias que incluso se agradecen.
Además, se toma el tiempo de dejar abierta la posibilidad a interrogantes como:
¿Será real la figura de Peluchonneau, o se tratará de un personaje imaginario y secundario en la gran historia protagonizada por El Nobel de Literatura?
Cuando el policía “descubre”, en esa conversación deslumbrante, que él es ficción, “más extraño que la ficción”, nada más y nada menos, que todos lo somos, que es un invento del poeta, “Cómo ser Pablo Neruda”, que su vida entera son palabras imaginadas por otro, que es alter ego, su reflejo de género, a partir de ese momento, todo lo que pasa es más, mucho más que una simple película, o una biografía novelada, es algo muy hermoso, juguetón e inesperado, que crece y se extiende hasta ese final perfecto.
Es una gran broma, un artefacto prodigioso, sin manual de instrucciones, modelo para armar, el cuento era Neruda, él nos contaba, y se contaba, no lo observábamos durante ese rato, era algo mucho mejor, un mágico regalo, fuimos él por unos minutos, le vivimos un tiempo, y ahora, tal vez, algo más le entendemos y queremos, y odiamos y repudiamos, y perdonamos y admiramos. De “Canto General”, y el proceso creativo que llevó a Pablo Neruda a darle vida, no se sabe mucho más.
Tampoco se develan más antecedentes reales de la biografía del escritor, por lo que definitivamente la película no tiene fin histórico alguno; al contrario, su creación tuvo como objetivo, convertirse en un producto lúdico, del cual se disfruta de principio a fin, y que pone a Pablo Larraín, dentro de los realizadores latinoamericanos más sobresalientes del último tiempo.
“Otro niño triste, otra juventud perdida, un espía furioso, despreciando ideas y palabras que nunca entenderá.
Impotente.
Guardián de una frontera imaginaria”
La abrumadora personalidad de este hombre de credo comunista, resuelta y tozuda hasta el sacrificio, por todo aquello en lo que creía, estalla en su obra, con un aliento vital que apenas deja entrever las muchas tribulaciones y las muchas horas sombrías que hubo de atravesar.
Para algunos que lo conocieron, especialmente para aquéllos que compartieron con él la lucha contra la miseria y la opresión de los pueblos.
Pablo Neruda está considerado entre los mejores y más influyentes artistas de su siglo; “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, según Gabriel García Márquez.
Si bien, Neruda nunca aclaró el origen de su nombre artístico, nunca desmintió, e incluso apoyó, la conjetura de que lo habría escogido en honor al escritor checo Jan Neruda, del cual leyó un cuento por esos años que le causó una honda impresión.
En lugar de esto, su apodo se presume que esté inspirado más bien en un personaje de la novela de Arthur Conan Doyle de 1887 titulada “Estudio Escarlata”, donde en el capítulo IV, el personaje Sherlock Holmes, dice ir a escuchar un concierto de Norman-Neruda, una famosa violinista, Guillermina María Francisca Neruda, casada con el músico sueco, Ludwig Norman, conociéndosela entonces como Wilma Norman-Neruda.
Como sea, en la cúspide de la fama y del reconocimiento, también lo esperaban horas amargas.
La famosa Ley de Defensa Permanente de La Democracia, que lo exilió, fue derogada por ley 12927, sobre Seguridad del Estado, de 6 de agosto de 1958.
Esta ley, además le costó la carrera política a Gabriel González Videla, relegándolo a la impopularidad, especialmente por personajes de gran influencia, y sectores de índole izquierdista, que fueron afectados por dicha ley.
No existe acuerdo entre los historiadores, sobre las razones que impulsaron al gobierno de Gabriel González Videla, a impulsar una ley de esta naturaleza.
Una de las tesis plantea que El Partido Comunista no supo establecer una relación fluida entre su nueva posición de partido gobernante, y su tradicional política de agitación social.
Esta dicotomía, llevaba a que frecuentemente funcionarios del gobierno, militantes comunistas, aprobaran alzas de precios que posteriormente el partido rechazaba a través de violentas protestas callejeras, las cuales se fueron radicalizando aún más, al entrar en escena las disputas entre comunistas y socialistas por el control del movimiento sindical.
Otra teoría, centran los orígenes de La Ley Maldita en la conformación de La Guerra Fría, y el traspaso de dicho conflicto a Chile.
Por otra parte, es posible observar que la razón de fondo contiene tintes de ambas tesis.
El 11 de septiembre de 1973, se produce un Golpe de Estado en Chile, que acaba con el gobierno y la vida del Presidente de La República, Salvador Allende.
Y 12 días después, muere Pablo Neruda, víctima de un paro cardíaco.
Ese mes de septiembre, cambió para siempre la historia de un país.
El mundo, no tardó en enterarse, entre la indignación, el estupor y la impotencia, debido a que la casa de Neruda en Santiago, fue saqueada después del golpe encabezado por El General Augusto Pinochet, y sus libros, incendiados.
El funeral del poeta, fue realizado en El Cementerio General y, aunque los asistentes estaban rodeados de soldados armados de ametralladoras, se escuchaban desafiantes gritos de homenaje a él, y a Salvador Allende, junto a la entonación de La Internacional.
El 11 de diciembre de 1992, los restos de Pablo Neruda y su esposa, Matilde Urrutia, son exhumados y llevados para un velatorio ceremonial en El Salón de Honor del ex Congreso Nacional.
Al día siguiente, se da cumplimiento al deseo del poeta:
“Que sus restos fuesen enterrados en su casa de Isla Negra”
Ese lugar, y todas las demás pertenencias, son ahora museos administrados por La Fundación Neruda.
Las palabras de Neruda, están en todas partes, en el mundo, así como su presencia en Chile, “están en el aire, el agua, la sangre, el sudor”
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche...
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”
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