Celda 211

“Me sobran huevos para sacarte las tripas aquí mismo”

Se ha puesto de moda, el mostrar el lado más oscuro, corrupto, y egoísta de la ley, donde la policía ejerce su poder, como herramienta de entretenimiento, para abusar de su uso de autoridad.
No hay muestra de compañerismo, y de cooperación entre ellos, pero existe una enorme brutalidad, con el disfrute y deleite de maltratar a sus presos, y en descuidar los requisitos mínimos que deberían tener las instalaciones de un centro penitenciario, que se cae a pedazos.
Sin embargo, hay cooperación, y valores tan honestos como el valor, la amistad, la ayuda, y el honor, pero no por parte de la ley, sino que viene de los presos de la cárcel, que no tienen nada que perder, y desean unas mejores condiciones de vida, motivo por el cual, se levanta esa rebelión.
Las historias de cárceles, tienen siempre un “no sé qué” que nos llama la atención.
Puede que se trate de ese componente de rebeldía, desafío hacia una autoridad, la mayoría de las veces más perversa que los propios presos, o por la claustrofobia sana que nos provoca, el ver a gente encerrada en lóbregos cubículos, de los que la esperanza, hace tiempo que partió.
Por las cárceles, han pasado nombres célebres de la historia del cine, que siempre encontraban nuevos retos, a la hora de interpretar a estos proscritos, por un lado, o guardianes incesantes de los primeros, por otro.
Hubo quienes en ella, encontraron la paz que el mundo exterior se empeñaba en arrebatarles.
También quienes descubrieron que los milagros existían.
Hubo otros que, gracias a una cuchara y una perseverancia extremas, lograron avivar la tenue llama de la esperanza, en corazones ajenos.
Intentar escapar siempre, era una prioridad, que algunos, armados de ingenio lograron, o quizás no.
La tensión y la emoción, estaban presentes en la construcción del túnel en un campo de concentración que supondría la libertad para tantos desdichados, sentimientos sin embargo, que no todos compartían, abandonándose al infierno de una prisión turca, en la que la palabra “derechos” no se hablaba.
Incluso, la pequeña pantalla se atrevió a tratar este género, con una serie que nos dio bastantes alegrías en su primera etapa.
Sea como fuere, parece que las cárceles, siempre han estado presentes en la intensa historia del Séptimo Arte.
“A ver si no nos tocamos los huevos, que sino, suelto los cabestros, y comienzan los sanfermines”
Celda 211 es una película dramática española, dirigida por Daniel Monzón, en el año 2009.
Protagonizada por Luis Tosar, Alberto Ammann, Antonio Resines, Carlos Bardem, Marta Etura, Vicente Romero, Manuel Morón, Manolo Solo, Fernando Soto, Luis Zahera, Patxi Bisquert, Félix Cubero, Josean Bengoetxea, Juan Carlos Mangas, Jesús Carroza, entre otros.
El guión es de Daniel Monzón y Jorge Guerricaechevarría; y es una adaptación de la novela homónima del periodista Francisco Pérez Gandul, publicada en 2004.
Este relato, pertenece al género carcelario, y la acción se desarrolla en la prisión Sevilla-2, en la que se produce un motín, del que son protagonistas principales:
Un funcionario de prisiones, y un líder carcelario, que utilizan a varios internos pertenecientes a La Organización Terrorista ETA, para negociar ciertos derechos.
Celda 211 es un título duro, polémico, y desgraciadamente, muy de actualidad; es una invitación a reflexionar sobre algunos ángulos oscuros de los entresijos políticos, y las consecuencias que estos tienen, sobre grupos que permanecen en el anonimato.
Celda 211, habla de supervivencia, lealtad, y coraje.
Habla de mentiras, embustes, y miseria humana.
Es una demostración de cómo, en situaciones extremas, uno puede dar lo mejor, o lo peor de sí mismo.
Monzón consigue, de forma magistral, una comunión perfecta entre el espectador y sus personajes.
Convierte a los “malos” en “buenos” sin dejar de lado, la credibilidad de un título prácticamente redondo.
En 2010, Celda 211 fue preseleccionada para representar a España, en los Oscar, junto a:
“Lope” de Andrucha Waddington, y “También La Lluvia” de Icíar Bollaín; al final esta última fue elegida por La Academia de Cine
La acción de Celda 211, se sitúa en la cárcel de Zamora; cuando Juan Oliver, apodado después como “Calzones” (Alberto Ammann), es contratado como funcionario de prisiones, y acude a su puesto de trabajo, un día antes para conocer las instalaciones, y el ambiente de la cárcel.
Una vez allí, y debido a las malas condiciones en que se encuentra el viejo edificio, recibe un golpe en la cabeza, y queda inconsciente.
En ese mismo instante, los presos inician un motín…
Los compañeros de Juan, sin saber qué hacer para salvar sus vidas, le abandonan en la celda 211, y huyen.
Cuando despierta, y descubre lo ocurrido decide, para poder salir de allí con vida, se hace pasar por un preso más, y se inventa una historia:
Está allí por cometer un asesinato de primer grado, y tiene una condena de 19 años.
Un preso le presenta a Malamadre (Luis Tosar), que parece ser el líder, y ve en él, a un buen aliado.
Mientras tanto, en la comisaría descubren que en la cárcel, hay miembros de ETA, a los que Malamadre utiliza para recibir atención.
Por otra parte, Elena (Marta Etura), la mujer embarazada de Juan, se dirige hacia allí, al enterarse de la noticia.
Pero El Jefe de Servicio, Utrilla (Antonio Resines), mientras, desempeña la función de antidisturbios, golpea a Elena, dejándola malherida.
Los funcionarios hacen creer a Juan, que su mujer ha fallecido, a consecuencia de la actuación de los antidisturbios, para que Malamadre lo deje salir.
Y entonces, Utrilla entra en la cárcel, para hablar con los presos, donde cae en una trampa.
Finalmente, Ultrilla muere asesinado por Juan, que le raja el cuello al enterarse que fue él quien vapuleó a su esposa embarazada, muriendo ambos, horas después.
En venganza por lo ocurrido, los policías deciden contar a Malamadre la verdad:
Juan no es ningún preso, sino un funcionario de prisiones, que se ha visto encerrado por azar.
Así pues, según avanza la trama, Celda 211 va ganando en intensidad:
Más acción, más drama, mejores interpretaciones…
Y sin que decaiga el interés en ningún momento.
Lo que comienza como una cinta de acción corriente, rodeado de malos, acaba convirtiéndose en un producto oscuro, donde todos son “ángeles y demonios” al mismo tiempo, y donde los instintos triunfan sobre los valores morales.
Celda 211 posee un comienzo que atrapa al espectador, y un final que nos llevan a cuestionar el modo de proceder con los presos, el abuso de autoridad, o la negociación improcedente, cuando median intereses políticos, como una crítica al gobierno nacional, y al nacionalista español.
Celda 211 es un paisaje dantesco de hormigón, metal, y cristales rotos.
Un panorama extremo, donde sólo sobreviven las personas más extremas.
Es una visión de la realidad carcelaria, y de la política penitenciaria y terrorista, concretamente.
“De Malamadre no se ríe ni Dios”
Aquí no hay Síndrome de Estocolmo.
Aquí hay lucha por los derechos.
Aquí hay venganza.
Hay crítica al sistema carcelario.
Hay crítica a la situación política.
Hay crítica a la injusticia.
Celda 211 se apoya en su casi inquebrantable realismo, para inyectar en el patio de butacas, terror y adrenalina en estado puro, te atrapa desde su escena inicial, no apta para sensibles, te sumerge en el infierno de la cárcel, mediante un guión bien hilvanado, y unos personajes poderosos, y no te suelta hasta que aparecen en pantalla los títulos de crédito.
El guión nos mete de lleno en las circunstancias que se desenvuelven en un momento determinado de nuestros días, entre los muros de la antigua prisión de Zamora, los personajes ayudan a creernos lo que está sucediendo entre los pasillos carcelarios, por los exteriores de la prisión, o incluso, por cada una de sus mentes.
Los guionistas nos trasladan la imagen de un Estado que, a través de una Administración torpe, burocratizada, desmotivada, e ineficaz, basa su funcionamiento en el engaño, la manipulación, la traición a sus funcionarios, la represión violenta y, de ser necesario, la tortura, y el asesinato.
El uso de las cámaras de vigilancia, y de las imágenes de móvil o televisión, actúan como elementos virtuales, capaces de “matar la vida, o desencadenar la muerte”, mientras que esa delgada línea que separa a los individuos honrados, de los asesinos, queda traspasada cuando Juan, un policía intachable, está rodeado por lobos hambrientos, y pasa a ser parte de la manada… por haber sido tratado como alguien sin valor personal, e individual.
Es la consumación de la tragedia, más allá de la historia concreta, que convierte al hombre, en una pieza del tablero político, y al que se le despoja de su dignidad.
Al final, Malamadre y Calzones/Tosar y Ammann, forman una pareja a la altura de las circunstancias:
Son 2 grandes actuaciones, para representar el mal, y el bien, enfrentados a modo de “ying y yang”
Luis Tosar, llena la pantalla cada vez que la cámara capta su presencia, incluso, nos da una clase magistral de “mimetismo”, ocultándose detrás de la voz cortante, a la par que ronca, la cual dicen, que casi se queda sin voz, poniendo ese tono; y el cuerpo gigante e inquietante del personaje “Malamadre”
Él es el monstruo, el que bajo su aparentemente imprevisible agresividad, esconde infinitas estrategias para seguir siendo “El Rey”
Rey de la jungla de asfalto, de un infierno poblado por “machos alfa”, siempre dispuestos a apuñalarse por la espalda, los unos a los otros.
Pero en el fondo, Malamadre es un buen tipo, y posee un honor, un sentido de la amistad, un valor, y una honestidad, que para sí quisieran todos los funcionarios y negociadores que salen en Celda 211, que no dudan a la hora de vender al joven funcionario atrapado, si de ese modo consiguen conservar su puesto, o salvar su pellejo.
Cómo a medida que avanza la trama, y curiosamente, Calzones se va quitando prendas de ropa, descubrimos el buen actor que esconde Alberto Ammann.
Eso sí es una transformación.
Si Malamadre representa al líder carismático, que logra fácilmente el apoyo de sus correligionarios; Juan es el líder verdadero, que mueve los hilos en la sombra, mediante su privilegiada relación con el líder carismático; y como contrapunto, Apache (Carlos Bardem), el líder frustrado, cuya única ambición es, imponerse por el medio que sea.
Antonio Resines, genial como Utrilla.
Apache, el compinche pero rival de Malamadre, cambia también el modo de hablar, y hace que lleguemos a creer, que en realidad es de Colombia.
Marta Etura, como Elena Vásquez, esposa de Juan, que sale poco, pero lo poco que sale, gusta; ella es el componente romántico y el motivo o motor de Juan para salir de la cárcel.
Manolo Solo como Armando Nieto, haciendo de Alcaide, al que le viene grande el puesto; entre otros, dan forma a un film, en el que no se sabe quién es tan malo, ni quién es tan bueno como parecía.
A destacar, el asunto de los etarras, “nuestros amigos del norte” como los llama Malamadre; que al gobierno le interesa más su bienestar, que lo que pueda ocurrirle al protagonista, o a los demás presos.
Claro que Celda 211, tiene debilidades:
El hecho de que Malamadre confíe tanto en Juan, para considerarle “su mano derecha”, siendo un recluso recién llegado, es poco verosímil.
Que los funcionarios de la prisión no corten la señal de televisión a los amotinados, hasta la mitad del metraje, también; y las pequeñas trampas del guión, para que empaticemos con Malamadre, se hacen éticamente, demasiado incómodas.
Además, la manera de que siempre estén pendientes de lo que le pasa a Elena, cuando los demás presos, también tienen familiares en las afueras, y tienen el mismo derecho a salir, o comunicarse con ellos.
¿Desde cuándo, la policía carga a lo bestia contra civiles desarmados, que lo único que hacen es protestar?
Y un enigma, que es en verdad otra grave falta de realismo:
Juan Oliver, cuando los convence de que es un recluso más:
¿Quién le manda a él decir, lo que tienen, y lo que no tienen que hacer para salir “airosos” con el motín?
En vez de esconderse en la multitud, como uno más, en pasividad.
Solo consigue hacerse destacar, y hacer mantener las sospechas de su verdadera condición, y tener que convencerlos de manera cada vez más cruda.
Y la última escena, en la celda 211 propiamente dicha, está escrito:
“Aquí murió Calzones”
Lo que es un error, pues lo escribe en la celda, en la que el anterior preso se cortó las venas, pero Juan murió en el pasillo, no en la celda.
Por otro lado, soy yo o la prisión es muy pequeña, pues se limita a solo 2 o 3 espacios, y por la poca cantidad de presos, lo hace un reducto, bastante pequeño.
“Se hace lo que se puede y más”
Celda 211, ha reabierto el debate sobre la realidad de las cárceles en España, totalmente alejada de estos supuestos principios recogidos en La Constitución.
Por lo que Celda 211, está contribuyendo a romper el tabú, sobre la situación y las prácticas comunes, dentro de las cárceles a día de hoy, concretamente, sobre las del régimen especial de los presos, Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES), muy desconocido hasta ahora para muchos.
También, quedan reflejados temas como:
El carácter político de los presos de ETA, dentro de las prisiones; las lamentables condiciones sanitarias, el nivel de suicidios entre presos, y los maltratos a los que son sometidos.
Todo ello sin endulzar, ni idealizar la propia brutalidad de muchos de los presos, asesinos, ladrones, traficantes... es decir, parte de lo que genera la sociedad capitalista, y su sistema violento que condena a la marginalidad, a una capa importante de la sociedad.
Curiosamente, España es el país pionero en represión penal, pero asombrosamente, es el país con menor tasa de delincuencia de Europa.
“Las cárceles españolas, distan mucho de la imagen que de ellas se ha formado la población.
El mundo de la prisión, no es como Celda 211.
Hay incidentes, pero de forma excepcional, y no son graves” dice un funcionario español de cárceles.
Por lo que Celda 211 adolece de claros desajustes normativos, y presenta exclusivamente, de cara al gran público, el lado más oscuro y truculento, al que podría llegar la realidad carcelaria.
El gran problema y peligro de esa presentación, desde un punto de vista, es que puedan desarrollarse generalizaciones injustificadas en el imaginario colectivo, visiones sesgadas del mundo de la prisión, y, en definitiva, una apreciación de la ejecución de las penas privativas de libertad, donde sólo tienen cabida el enfrentamiento, la violencia, y los comportamientos agresivos e inadecuados, y no por el contrario, como debe ser y es, en la inmensa mayoría de las ocasiones, el respeto escrupuloso a la legalidad penitenciaria vigente.
Como por ejemplo:
Los encargados de mantener la seguridad exterior de los establecimientos penitenciarios, son los miembros de Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE), y no los funcionarios de Las Instituciones Penitenciarias.
Al hilo de lo que se afirma en Celda 211, con relación al uso de armas por parte de funcionarios de prisiones, se dice que sólo pueden utilizarse cuando un compañero esté en peligro, es necesario aclarar que, los empleados públicos penitenciarios, tienen absolutamente vedada, la utilización de armas de fuego en el ejercicio de sus funciones.
Con respecto al FIES, éste se presenta en Celda 211, como un régimen carcelario inhumano; de hecho, en el tramo final, la principal reivindicación de los presos amotinados, es la desaparición de ese sistema de vida.
Frente a ello, conviene aclarar que, actualmente, el FIES no es ningún régimen carcelario, sino una base de datos de carácter administrativo, en la que están incluidos, determinados reclusos por sus características criminológicas, o penitenciarias; se trata pues, de grupos de internos de alta peligrosidad, en atención a la gravedad de su historial delictivo, o a su trayectoria penitenciaria; o bien, que están necesitados de protección especial.
Es un instrumento que recibe, almacena, y trata información relevante, que está referida a la situación penal, procesal, y penitenciaria, considerándose por tanto, y en este sentido, una prolongación del expediente, y del protocolo penitenciario del interno, que garantiza y asegura, una rápida localización de cualquier dato, sin que, en ningún caso, prejuzgue su clasificación, vede su derecho al tratamiento, ni suponga la fijación de un sistema de vida distinto a aquél que reglamentariamente les venga determinado.
En suma, la regulación actual del FIES, no vulnera ningún derecho de los internos que en él están incluidos, estando avalada esta conclusión, por múltiples resoluciones judiciales españolas.
Así pues, entre realidad y ficción, más que una película de género, Celda 211, es una tragedia en toda regla.
En el sentido más clásico:
La tragedia que cualquiera de nosotros viviría, en una situación tan extrema como la que sufre Juan Oliver.
Una historia del “fatum”, de lo que es inexorable, de cómo girar una esquina, en lugar de otra, puede cambiar tu vida para siempre.
Aunque el corazón de Celda 211, es la relación de amistad, al borde del precipicio, entre Juan y Malamadre, 2 hombres que no podrían habitar puntos más alejados de la existencia, pero que el giro del destino hermana, en apenas un puñado de horas.
Y les golpea como un huracán:
Juan descubre que estar en un lado, o en el opuesto, no es tanto una elección moral, como una mera conjunción de circunstancias.
Y que todo es relativo, el hecho de haber matado, no está reñido con la integridad, y actuar como un guardián de la ley, no está reñido con ser un “hijo de perra”
El viaje de Juan lo hace el espectador.
Y el motivo por el que conmueve, es porque hurga en una llaga que duele como pocas, la que nos habla de la fragilidad, de que en la vida, pendes de un hilo.

“A veces la vida te la mete por detrás, y ni te das cuenta”



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