Tomboy

“Comment tu t'appelle?”
(¿Cómo te llamas?)

Hay películas aparentemente sencillas y ligeras, que no lo son en absoluto.
Películas que plantean conflictos, con una historia simple que no requiere de la grandilocuencia, ni de los medios excesivos.
Historias banales, cuyo denominador común son la delicadeza y la finura.
Se apunta, se sugiere, y se sigue al personaje, empatizando con él.
Parte del cine independiente de los últimos años, se ha caracterizado por tratar temas que giran en torno a la sexualidad.
En concreto, son muchas las películas que han triunfado en festivales de toda índole, al enfocar los problemas de identidad sexual, la homosexualidad, o la transexualidad; incluso existen certámenes específicos para este tipo de cintas, como los de Torino, Filadelfia, o San Francisco.
Pero la imagen que parece dar esto, y esa misma sensación nos transmiten la mayoría de estas películas, es que estas cuestiones, siguen caracterizadas por su singularidad, me atrevería a decir que, por su marginalidad…
Y ello, pese a la liberación social, al reconocimiento de la diversidad, y a la legalización en cada vez más países del matrimonio gay, y de otras medidas afines; en otras palabras, su tratamiento en el cine, se presenta a menudo como algo especial, diferente, monopolizando el tema de la película en cuestión, y distinguiéndola del resto, o asemejándola a esas otras películas que apuestan por la misma narrativa.
El cine, sin duda, ha tocado temas referentes al género como condición humana, pero son pocos los films que aluden a condiciones de género en los niños, y en los adolescentes.
La niñez, a parte de la inocencia, también se caracteriza por la fragilidad.
Fragilidad, porque el niño es vulnerable.
El niño necesita de la gente adulta para protegerlo de los peligros que le esperan ahí fuera, y darle la autonomía suficiente, para ser como es, y enfrentarse a las nuevas situaciones.
“Vous êtes timide”
(Eres tímido)
Tomboy es un drama francés, del año 2011, escrito y dirigido por Céline Sciamma.
Protagonizado por Zoé Héran, Malonn Lévana, Jeanne Disson, Sophie Cattani, Mathieu Demy, Cheyenne Lainé, entre otros.
Tomboy nos presenta de manera tan natural, casi ingenua, los problemas de identidad sexual que sufre una niña; sobre la infancia y las relaciones entre los niños, y de cómo una niña insatisfecha por el rol que juega en la sociedad, decide hacerse pasar por niño, delante de todo el mundo.
La cineasta, Céline Sciamma, nos trae este drama sobre la infancia, y la confusión de sexo.
A destacare el término “tomboy” que hace referencia a las chicas que les gusta vestirse como chicos, y actuar como ellos, no es una forma de llamar la atención, sino que es fruto de un impulso natural; se podría traducir como “marimacho” en referencia a una chica poco femenina, pero puede ser algo peyorativo.
Tomboy habla de la identidad sexual en crisis, de la claustrofóbica existencia dentro de un cuerpo que no sientes tuyo, pero es sobre todo, un drama iniciático, que narra los caóticos esfuerzos de una niña, en una edad difícil por encontrar su sitio en el mundo, por proyectar sus emociones hacia fuera, de un modo armónico y satisfactorio.
Es un cine que derrocha sensibilidad y honestidad en cada uno de sus planos, que constituye uno de los acercamientos a la infancia, más lúcidos, poliédricos, y coherentes, que se haya propuesto en los últimos años.
Así pues, durante las vacaciones de verano, Laure (Zoé Héran) de 10 años, se muda junto a sus padres (Mathieu Demy y Sophie Cattani), y su hermana pequeña, Jeanne (Malonn Lévana) a un nuevo vecindario.
En este nuevo lugar, Laure tiene la oportunidad de empezar de cero, y cuando se presenta a los niños de su edad, dice que se llama Mickaël, debido a su aspecto, y al corte de pelo que lleva; que en un primer momento, es confundida por un niño.
Aquí empieza la mentira que su cuerpo, todavía longilineo, y sin aparente prisa por el cambio, que le permite convincentemente adoptar.
Así comienza su vida, en un lugar diferente.
En casa, es la hermana mayor de Jeanne, mientras que en la calle, se comporta y viste como un chico, que disfruta del fútbol, de los juegos y actividades al aire libre.
Ese verano, se convertirá en un gran parque infantil, donde Laure se convierte en Mickaël, un niño como cualquier otro.
Todos los niños lo acogen como a un muchacho más, y se acerca a Lisa (Jeanne Disson), su nueva amiga, que acaba besándole con la confusión y la felicidad que esto le provoca.
Pero el engaño de Laure tiene “las patas cortas”, y quien primero lo descubre, es su hermana Jeanne, pero establece una complicidad que le permite hablar en la mesa, y a sus padres de Michaël, contar sus proezas, como si se tratase de una tercera persona.
La pequeña, está contenta de contar con un hermano mayor, y lo prefiere a una hermana, porque así se siente más segura, y más protegida.
La complicidad de la niña, choca con la actitud de los padres, que parecen no reparar que tienen en casa a una niña, que se comporta y viste como un niño.
Pero la complicidad entre ellas, desborda un relato contado con tacto, siempre desde el punto de vista de Laure.
Una vez logrado todo esto, dando cuenta de algunos rebusques caseros, dará rienda suelta a la posibilidad de explorarse y buscar, en definitiva, su propia identidad.
Laure se aprovecha de ello, para divertirse con su nueva vida, pero el final del verano, y la vuelta al colegio, revelarán su inquietante secreto.
Tomboy narra sus experiencias, la relación con su hermana pequeña, con sus padres, y con sus nuevos amigos, que desconocen su secreto.
Nuestra protagonista, se verá inmersa en situaciones comprometidas, que descolocan y emocionan al espectador; porque siempre es una aventura, explorar lo que cada uno es.
Y la mentira, le traerá complicaciones, entre otras, la inesperada atracción que su nueva identidad, ha despertado en su vecina, impactada tal vez, por un niño distinto, delicado en su aspecto, pero a su vez, de llamativas cualidades para el ejercicio del deporte, y en la de asumir la defensa de su hermana.
Así, Tomboy es en parte, el aprendizaje de la crueldad:
Lo inusual resulta al presentar personajes muy jóvenes, que ya tienen perfectamente identificada su condición, y el hecho de que no les representa problema alguno, el problema se traslada a los demás, al contexto social, cuya incapacidad de aceptación y de tolerancia por las diferencias, deben constituir motivos de reflexión para el espectador.
Ello te hace entender, que es el aislamiento y la no aceptación a la gente diferente, ya que cuando descubren que es una chica en realidad, no le vuelven a hablar, y es más, la obligan a demostrarlo…
Y Tomboy es bastante triste en ese sentido.
¿Durante cuánto tiempo, podrá Mickaël hacer creer a los demás, que es en realidad Laure?
¿Cuáles serán las consecuencias, cuando se descubra su engaño?
Tomboy intenta responder esas preguntas, que nos hacemos casi desde nuestro nacimiento, quién soy, y los que se han atrevido a contestarse, puede continuar con la siguiente del cuestionario:
¿Cómo soy realmente?
“Que pensez-vous que vous faites?”
(¿Qué crees que estás haciendo?)
Tomboy es una propuesta arriesgada del cine francés, sobre la orientación y la crisis de identidad sexual, en el particular universo de los menores.
Sciamma, toca temas que podrían ser extraños para algunos, pero los toca con un punto de vista femenino, y real, que deja la boca abierta.
Notar que no hay en la propuesta, familias disfuncionales, ni infancias tortuosas, ni un contexto social incandescente, ni mucho menos.
La directora, no escatima metraje, registrando las rutinas de una infancia común, sabedora de que es la única forma de lograr, que el espectador adulto se sienta identificado con las preocupaciones de una preadolescente.
A Sciamma le interesa ese periodo de la vida, en la que las emociones ambiguas y la sensualidad, están vírgenes de los protocolos sociales que los padres se encargan, paulatinamente de imponer.
Una inocencia de duración escasa, que debería permitir la libertad de elegir su propia vida, su identidad, sin preocuparse de las obligaciones sociales.
Por eso, Tomboy adquiere su verdadera trascendencia, y donde se distingue de otras muchas películas, es en su inocencia, y sobre todo, en su tremenda sensibilidad.
Tal es la capacidad analítica y evocadora de Tomboy, que con ello consigue hacer grande una trama muy pequeña, reducida a lo esencial.
Céline aborda el tema empleando elementos de expresión cristalinos, utilizando disolvencias al inicio y al final de la historia, los cortes y los silencios abundan, los movimientos de la cámara son escasos, los planos cortos y en conjunto, son numerosos, permitiéndole al espectador, adentrarse en los sentimientos más íntimos de Laure/Mickaël.
Así pues, nos encontramos con una persona como es Laure, que no está de acuerdo con el sexo que tiene, con lo que se hace pasar por chico, con el nombre de Mickaël.
Los únicos conocedores de la verdad, son los padres y su hermana, posteriormente los espectadores, con lo que esa ocultación al resto de niños, es la única incógnita que nos falta por desvelar, en ese guión sencillo, pero a la vez complejo por el tema del que trata.
Tomboy está contada con mucha delicadeza, con los tiempos adecuados para contar la trama, apoyada en un ritmo lento, que te va descubriendo poco a poco los enigmas; parece una simple historia familiar en una pequeña localidad francesa, para descubrirnos en primer momento, al espectador, la sorpresa que será el hilo conductor de la trama, tras este descubrimiento, nos quedan por saber las reacciones del resto de los personajes, y esa ocultación para ellos, cómo y cuándo va a ser resuelto.
“En el cine actual, la tendencia es guardar la sorpresa hasta el final, pero yo prefiero algo que era más habitual en el cine clásico, y es descubrir al espectador esa sorpresa en la parte inicial, tal que, ante el desconocimiento de ello, por parte de los personajes de la película, el espectador se puede poner a pensar, que haría en cada caso, además de saber cuándo y cómo se enterarán el resto de personajes de esa sorpresa” dijo la realizadora.
Sciamma permite conectarte con Laure, permite entenderla, y hace querer protegerla de una inevitable caída.
La delicadeza con la que Laure intenta hacerse pasar por Mickaël, diseñando un órgano sexual masculino de plastilina, que guarda en una caja de los dientes que se le han caído, como una metáfora de un pene también caído; el momento en que nos enteramos de la sorpresa, cuando está bañándose con su hermana; y cuando tiene que orinar, apartado del resto, mientras juegan al futbol...
Tomboy no sería la notable película que es, sin la proverbial actuación de la pequeña Zoé Héran, que borda la ambigüedad identitaria de un personaje extraordinariamente complejo, con una interpretación de esas que te dejan con la boca abierta.
Héran desafía, sin alterarse, a quienes sostienen que los niños no pueden actuar.
A decir verdad, es difícil saber, hasta qué punto está interpretando, porque lo que a menudo sucede con la dirección de menores, es que se les introduce en un ambiente, y se les dan unas indicaciones que ellos reproducen, aunque no se correspondan con el significado real de la escena.
En cualquier caso, en Tomboy posee talento descomunal, y es digna de admiración, en gran parte, gracias a ella.
Que una niña de su edad sostenga este tema de identidad sexual, podría haber conducido a algo ridículo, y era ciertamente, una opción arriesgada, por lo que el resultado, tiene un doble mérito.
Zoé Héran derrocha talento.
No es usual que una niña de su edad, desarrolle con tanta propiedad, un rol semejante.
Por una parte, es Laure, una chica amorosa y cándida, que desea y necesita ser protegida.
Y por la otra, Mickaël, un niño que siempre está jugando al fútbol, o metido en peleas, como suelen hacer los muchachos de su edad.
Una ambigüedad que ella saca adelante, con una maestría digna de las grandes actrices.
El mérito de Tomboy es múltiple:
En primer lugar, el magnífico resultado, si tenemos en cuenta el escaso, en comparación con otras producciones, presupuesto de medio millón de euros, y los exiguos 20 días de rodaje utilizados.
También, cabe destacar la dificultad de rodar con niños, y la conexión intensa que se establece entre las 2 hermanas:
Las escenas íntimas de las 2, son de una naturalidad y capacidad de transmisión para recordar.
Finalmente, y como elemento central, hay que hacer mención de la delicadeza, el lenguaje gestual, y la empatía con las que se trata un tema extremadamente complejo, como es todo lo que rodea esta etapa trascendente y crítica, en la vida de una persona.
Sin embargo, Tomboy es ambiguo, pues no evidencia los verdaderos motivos que a Laure le impulsan a cambiar su identidad de género, reconocerse, y desear ser reconocido como Mickaël.
Estamos ante la presencia de una adolescente, en un universo que apenas se despliega, lo que justifica la confusión del despertar sexual, y la ambivalencia en el comportamiento de los padres.
Si los adultos enfrentan con temor su homosexualidad, en el caso de los adolescentes, y de los niños, resulta más difícil asumirla.
El espectador, tendrá que hacer sus propias conjeturas:
Si el cambio fue por gusto, de manera temporal, si fue a partir de su propia exploración y redescubrimiento sexual, o si es un verdadero deseo, que marcará su vida.
Pero lo importante en Tomboy, no es la orientación sexual del personaje, sino cómo enfrenta una realidad, que le resulta propia, y que le es difícil referir a los demás, incluidos los propios padres.
La escena final es contundente, al determinar la decisión de Laure, y lo maravilloso que debe resultar sentirse aceptado.
Al respecto, Céline Sciamma dijo:
“Tomboy es ambigua sobre los sentimientos de Mickaël para Lisa.
Se juega con la confusión.
Yo quería que fuera de esa manera”
Hace pensar entonces que, Tomboy no es la historia de un cuerpo, sino de un alma encerrada en un cuerpo.
Tomboy habla de la necesidad de eliminar los prejuicios, y las ideas preconcebidas que desde pequeños aplicamos a las diferentes posibilidades genéticas:
Ser hombre o mujer.
Es un error asociar el color azul a lo masculino, y el rosa a lo femenino; es un error distinguir unos juguetes para ellos, de otros para ellas; y es una tontería, que a cada sexo se le atribuyan unos comportamientos, modos de actuación, o formas de hablar.
La protagonista, tiene un desorden severo de personalidad, ya que quiere ser quien no es, y quiere pasar por ser quien en realidad, es obvio que no puede llegar a ser.
Vivir una mentira, es el comienzo de un severo desorden emocional y psíquico, y perder toda vinculación con la realidad, es demostración de quien “construye castillos en el aire”
Y eso es trágico, porque el dolor solo puede ir a más, y para peor, Tomboy lo soslaya y tergiversa, al crear una férrea complicidad infantil, con su atribulada protagonista.
No hay censura en el errático comportamiento de la protagonista.
No es que ella no pueda querer ser quien no es, sino que el mero enunciado de que vivir una mentira, es señal de que algo anda mal.
Es decir, la tan común de las manipulaciones, de que no porque un objetivo sea lícito, cualquier manifestación tenga que ser exonerada, o aprobada.
Se trata del retrato de una neurosis, cerrado en falso, y con visos de desembocar en un severo trastorno emocional.
Pero la protagonista es tan inocente, y tan sin maldad, que no podemos ver la realidad como es, sino como ella desea que sea.
Pura manipulación malsana y dolorosa si se ve con mucha frialdad.
Una obra llena de buenas intenciones, y pésima en complicidad emocional...
Podemos leer también, que Tomboy no es una película sobre transexualidad, sino sobre prejuicios, en el sentido más etimológico de la palabra, que cuestiona los roles tradicionalmente asignados, a chicos y chicas, comportamiento y aficiones, y sobre la presión social, y el deseo de sentirse cómodo, perteneciendo a un grupo, sin querer ser “raro”, que es mucho mayor en niños, que en adultos.
Igual que a Laure, eso le empuja a fingir que es un chico, seguramente porque piensa que así será aceptado en el grupo más fácilmente, que si dice que es una chica, por su aspecto.
A otros les empuja a esconder su ideología, aficiones, orígenes, o hasta su equipo de fútbol.
Y esto estoy seguro, de que todos nosotros lo hemos visto, o incluso sufrido, alguna vez en nuestros años en esta vida.
Tomboy no trata de una niña “que juega a ser niño” y eso se le escapa de las manos.
Hay más ahí:
Sé que el concepto “Tomboy” no implica lesbianismo, pero yo me atrevo a ver un germen de lesbianismo, de una homosexualidad insipiente.
A lo menos, podemos pensar, que hay en esos niños, algo de la indeterminación sexual que se posee a esa edad.
Pero lo cierto es que Laure, gusta de Lisa, y ellas se corresponden, bailan juntas, van a un riachuelo a besarse…
No es sólo Laure, quien manifiesta su sexualidad en su atuendo masculino, sino también Lisa, quien no puede ver sino a una muchacha cuando la maquilla...
Es decir, ambas se gustan.
Y Lisa gusta de Mikaël como mujer, pues un chico no se dejaría maquillar así porque así…
Se sabe, o intuye, que no es la primera vez que Laure se hace pasar por niño, lo sabemos por su entrañable hermana menor, y por la madre; por lo que es posible que el rechazo que se muestra a esta conducta, por parte de los padres, y el entorno, incluyendo los otros niños, sea lo que le ocurre a todas aquellas personas que presentan conductas homosexuales, en edad temprana.
Qué escena cuando “Laure” se levanta de la bañera, y nos desvela que en realidad es una niña.
Tan valiente como esa imagen de una menor desnuda, irreproducible en otra cinematografía que no sea la francesa, hubiera sido mantener el secreto hasta ese instante.
¡Y qué hermoso final, cuando Lisa le pregunta su nombre de nuevo!
Da la impresión que, después de todo, Lisa la acepta, o que también la quiere, por esa sonrisa cómplice que Laure al cerrar la escena.
El final, es una escena preciosa, ya que muestra cómo los niños hacen naturales ciertas situaciones que los padres, o adultos, podemos tomarnos a la tremenda, o exagerar hasta la preocupación.
Para ellas, esta preocupación no existe, ambas saben que pueden ser amigas, sin problemas, y así lo demuestran sencillamente.
El mensaje de la directora, es claro y rotundo:
La inclinación sexual, viene dada, y lo lógico es aceptar la que cada uno trae “de fábrica”
“Nous entendons vous êtes une fille.
Nous allons le vérifier”
(Escuchamos que eres una chica.
Vamos a comprobarlo)
Siempre me ha resultado difícil, entender la identidad de género.
¿Qué significa tener un cuerpo de hombre, y sentirse mujer; o al revés?
Es más, siento admiración por la valentía, al ser como son, enfrente de un mundo que no les entiende, y que puede llegar a ser muy cruel.
Tomboy nos presenta el tema de la identidad de género, desde la niñez, con una perspectiva espontánea, e inocente.
Cuando uno es niño, los prejuicios interiorizados, son casi inexistentes, ya que se está descubriendo, cómo funciona el mundo, a medida que se va experimentando.
El niño muestra de forma más sincera, lo que realmente siente, sin preocuparse demasiado por lo que puede pasar a su alrededor.
Como controversia, en el otoño de 2013, Tomboy revivió el debate sobre los estudios de género en Francia, incluyendo su enseñanza en las escuelas.
Tomboy está de hecho registrado desde septiembre de 2012, en el programa “Escuela y el cine” con el apoyo del Ministerio de Educación Nacional, y El Ministerio de Cultura del Gobierno de Jean-Marc Ayrault, que pretende introducir la cultura a los estudiantes por medio del cine.
La controversia se dio, al otro lado de la ciudad de Niort, donde una madre envió al maestro de su hijo, una carta en la que ella decía sentirse “bastante angustiada, al sugerir que los niños de 9 años, pueden cambiar sexo, y lo más importante, sin causarle daños”
En un contexto de renovadas manifestaciones contra el matrimonio homosexual, una petición titulada “No a la emisión de Tomboy en las escuelas” está en marcha desde finales de noviembre del 2013, mostrando 16,650 firmas.
Como dato, la satisfacción de los docentes que vieron Tomboy, en París, es en sí muy alta, el 79% de ellos la celebraron como “muy interesante”
Por su parte, un juez dictó al respecto, en su informe, que se debe “confiar en las habilidades analíticas de los estudiantes, y no para proyectar los miedos de los adultos, lo que la gente podría pensar de los niños”
Con motivo de su emisión de televisión en el canal franco-alemán Arte, el grupo fundamentalista católico, Civitas, lanzó una petición para detenerla.
Con casi 40,000 firmas en línea, la petición no tuvo ningún efecto:
Tomboy fue mostrado el 19 de febrero 2014, y tuvo 1,25 millones de espectadores, un 4,9% de la cuota del mercado, y fue una de mejores audiencias en la historia de la cadena.
Así las cosas, en cada ser humano, se producen impulsos que brotan de tan adentro de su alma, que resulta imposible contenerlos.
Su fuerza se anuda a la esencia, y por más que quieras rechazarlos, renacerán incansables, resurgirán con potencia… y no parece haber forma de luchar contra ellos, por más que te lo digan, te lo exijan, o te lo impongan.
Tus impulsos, serán aplaudidos, bendecidos, y aprobados, cuando se acomodan a los paradigmas de la cultura en que te mueves.
Pero, si tus impulsos conllevan sobrepasar lo permitido, te verás abocado a sufrir el rechazo, el repudio, y el maltrato, de aquellos que sienten que solo lo autorizado por los patrones sociales, es lo único aceptable, respetable, y verdadero.
En nuestras sociedades, pesa mucho el atraso, causa un eterno mal, la intolerancia, y se arruinan incontables vidas, como consecuencia de las restricciones que se imponen, por la decisión de unos cuantos que, difícilmente, podrían demostrar que son precisamente, los más claros, y los más justos.
No podemos llegar al punto de desconocer que, la tolerancia tiene un límite, y que este, tiene su sitio en el equilibrio social, en la garantía de la respetabilidad, y en el orden que permite que avancemos como seres corporales, inteligentes, y espirituales.
Y en el libre ejercicio de los impulsos, están los límites del no engañar, no abusar, y no dañar.

“Je m'appelle Laure”
(Mi nombre es Laure)



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