El Ángel Exterminador

“Yo creo que la gente del pueblo, la gente baja, es menos sensible al dolor”

El “eterno retorno” es una concepción filosófica del tiempo, postulada en forma escrita, por primera vez en occidente, por el estoicismo, y que planteaba una repetición del mundo, en donde éste se extinguía para volver a crearse.
Bajo esta concepción, el mundo era vuelto a su origen, por medio de la conflagración, donde todo ardía en fuego.
Una vez quemado, se reconstruía para que los mismos actos ocurrieran una vez más en él.
La idea de “eterno retorno” se refiere a un concepto circular de la historia, o los acontecimientos.
La historia no sería lineal, sino cíclica.
Una vez cumplido un ciclo de hechos, estos vuelven a ocurrir con otras circunstancias, pero siendo, básicamente, semejantes.
El uróboros, por ejemplo, es un símbolo que muestra a un animal serpentiforme, que engulle su propia cola, y que conforma, con su cuerpo, una forma circular.
El uróboros, simboliza el ciclo eterno de las cosas, también, el esfuerzo eterno, la lucha eterna, o bien, el esfuerzo inútil, ya que el ciclo vuelve a comenzar a pesar de las acciones para impedirlo.
En su obra “Die Fröhliche Wissenschaft” o “La Gaya ciencia”, Friedrich Nietzsche plantea, que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos, e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.
Para Friedrich Nietzsche, el cristianismo inventó un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con el mundo real.
Definía el cristianismo, como una filosofía y una moral vulgar para personas débiles, y esclavos que proponen valores decadentes, que no dejan que las personas sean libres, y puedan hacer lo que quieran.
En esa obra, reivindicó el ateísmo, como única forma de alcanzar la fuerza, la libertad, y la independencia perdida, por culpa del cristianismo, y anunció la muerte de Dios; y con ella, se cierra el periodo “negativo” de destrucción de la metafísica cristiana; y se abre el periodo “afirmativo” de construcción de nuevos valores; en el que se destaca la obra “Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen”
En este libro, el protagonista descubre esta visión del tiempo, y queda desmayado por la impresión.
Zarathustra despierta después de 7 días de inconsciencia, y sus animales lo halagan, diciéndole que es “el maestro del eterno retorno de lo mismo”
Sólo a través de la realización de que el “eterno retorno” incluye tanto los fracasos como los éxitos, logra “despertar” del estado de trance en el que está, sabiendo que, aunque el hombre vuelva a ser mono, nuevamente Zarathustra aparecerá para predicar el “Übermensch” o “superhombre” o “suprahombre”, nuevamente se dará cuenta de lo que es el “eterno retorno” y nuevamente despertará.
El valor del concepto de “eterno retorno” ha sido tan discutido como poco entendido.
En general, se le considera, únicamente desde el punto de vista cronológico, en el sentido de repetición de lo sucedido.
Pocas veces es pensado como uno de los conceptos más poderosos de la filosofía moral de todos los tiempos:
Obra de modo que un horizonte de infinitos retornos no te intimide; elige de forma que si tuvieras que volver a vivir toda tu vida de nuevo, pudieras hacerlo sin temor.
Nietzsche, en su Teoría del Eterno Retorno, nos enseña sólo una cosa:
El ser humano logrará transformarse en el “Übermensch” cuando logre vivir sin miedo.
“Debo ser insensible, porque no me conmovió el dolor de aquellos infelices”
El Ángel Exterminador es un suspense surrealista mexicano, dirigido por Luis Buñuel, en el año 1962.
Protagonizado por Silvia Pinal, Enrique Rambal, Jacqueline Andere, José Baviera, Augusto Benedicto, Claudio Brook, César del Campo, Antonio Bravo, entre otros.
El guión es de Luis Buñuel y Luis Alcoriza.
Dice Buñuel que “el punto de partida del El Ángel Exterminador, era una historia que se me había ocurrido hacia 1940, en Nueva York, en la que un grupo de invitados a una cena elegante, se veía obligado a permanecer en la mansión, sin que hubiese una explicación lógica de por medio”
El título original de “Los Náufragos de La Calle Providencia” fue modificado gracias a una obra teatral que nunca se escribió.
Recuerda Buñuel:
“Durante el rodaje de “Viridiana” me encontré con el escritor José Bergamín, quien me dijo que se proponía escribir una obra de teatro, con el título de “El ángel Exterminador”
Yo le dije que era un título magnífico, y que si iba por la calle y lo veía anunciado, entraría a ver el espectáculo.
Como Bergamín jamás escribió la obra, le escribí pidiéndole los derechos del título.
Me respondió que no necesitaba pedírselos, puesto que esas palabras aparecían en El Apocalipsis”
El Ángel Exterminador se rodó en México, cosa que en algunas ocasiones lamentó Buñuel, pues padeció cierta pobreza de medios que suplió con mucho esfuerzo.
“Lo imaginaba más bien en París o en Londres, con actores europeos, y un cierto lujo en el vestuario, y los accesorios” dijo el realizador.
Buñuel, al presentar El Ángel Exterminador al público, advirtió:
“Si el film que van a ver les parece enigmático e incoherente, también la vida lo es.
Es repetitivo como la vida y, como la vida, sujeto a múltiples interpretaciones.
El autor declara, no haber querido jugar con los símbolos, al menos conscientemente.
Quizá la explicación de El Ángel Exterminador sea que, racionalmente, no hay ninguna”
Realizada en 1962, durante su período mexicano, según una novela de José Bergamín que Buñuel, junto con Alcoriza, adaptó libremente a su peculiar universo cinematográfico, su argumento le da pie, una vez más, para desarrollar una potente crítica de la alta burguesía, con un estilo seco y vigoroso, tremendamente corrosivo, arremetiendo contra una sociedad llena de lacras y vicios, egoísta y resentida.
El motor más fuerte de El Ángel Exterminador son las excentricidades:
Repeticiones innumerables, fauna insólita, comportamiento incoherente, diálogos desatinados, y tomas impensables… abundan y calan profundamente. Claustrofobia y paranoia, nunca fueron tan útilmente explotadas.
El hacinamiento de unos hombres en una habitación, en un lapso de tiempo amplio, desata cierto pavor.
Una parábola sobre la descomposición de una clase social ensimismada.
Así, Buñuel rompe esquemas sociales y universales de cualquier índole, con esta obra digna del más alto estatus cinematográfico.
Una ácida, inteligente, original y surrealista forma de criticar la burguesía reinante, que sirve como vehículo para salpicar a cualquier otra parte, y forma del mundo, y que Buñuel utilizó para desarrollar sus más altas cotas de imaginación y crítica, a través del absurdo, como insulto directo a la alta clase social.
La parábola del comportamiento humano que El Ángel Exterminador refleja, transformando las delicadas formas burguesas, hasta sus más primitivos actos, es una parábola de inclasificable definición, de una astucia genial.
Así pues, un grupo de burgueses de La Ciudad de México, es invitado a una cena en la mansión de Los Nóbile, después de asistir a la ópera.
Mientras, los sirvientes y los cocineros sienten deseos de abandonar la mansión, y se marchan.
Al terminar la cena, los invitados se dan cuenta de que no pueden salir de la habitación, por una razón que desconocen, aunque no hay aparentemente nada que lo impida.
A medida que van pasando los días, el alimento, y la bebida escasean, los personajes enferman, y la basura se acumula.
A partir de ese momento, las buenas costumbres, y la cordialidad, poco a poco se acaban perdiendo, y los burgueses se comportan como auténticos salvajes.
Así, cuando por fin pueden salir, tras haber curiosamente conseguido estar todos, y cada uno en la misma exacta postura en que comenzó la trágica encerrona, y tocar la misma sonata de Paradisi, que se interpretó en la recepción primera, van todos exultantes a una misa de “Te Deum” y al finalizar el rito, de nuevo, la inexplicable situación de que no pueden salir de la iglesia.
Pero ahora ya no son una decena, sino centenas, quienes están atrapados, y como antes Buñuel les permitió que llegaran corderos que, sacrificados, fueron un sabroso ternasco a su hambruna, ahora, y en el plano final, vemos zigzaguear en su auxilio, a todo un rebaño ovino, mientras que la policía reprime a balazos, unas manifestaciones de protesta, que casualmente, están sucediendo en el exterior, y la banda sonora emite campanadas, balazos, y esquilas, sobre la impresión de la palabra “Fin”
Al principio, parece algo divertido y espontáneo, pero después, se transforma en un calvario, y a pesar de estar desesperados, de tener sed, hambre, y de haber un cadáver en la estancia, simplemente no se van.
Lo que sucede después, es la descomposición humana:
Gente bien nacida, se culpa mutuamente, se increpa, acosa, enfrenta, y maldice; posteriormente viene la calma, producto del agotamiento, sucede el desalineo, y algunas alucinaciones.
Para redondear el concepto, la gente de fuera, tampoco se puede acercar a la casa, hay policías, militares, y familiares, pero nadie entra.
Al final, una repetición, es la encargada de salvar toda la desesperanza acumulada.
¿El que se aparta perece, y los serviles se salvan?
“Si te vieras en el espejo”
La afamada cinta de drama, surrealismo, y terror psicológico del director español exiliado, y luego nacionalizado mexicano, Luis Buñuel, hace una gran muestra de maestría cinematográfica, que puede tener diversas interpretaciones en el juego surrealista, sin decantarse por ninguno, su director.
Intolerancia, clasismo, envidias, adulterios, complots son la materia prima con que se elabora una cinta que nos habla de los pueblos y sus gobierno, los hombres y sus relaciones, la aristocracia y la oligarquía con sus valores asfixiantes, contradictorios, que tienen un efecto inmediato en los nuevos ricos, o la clase media alta que accede al poder, y se canibaliza a sí misma para mantenerse, aunque antes sean los borregos, las víctimas iniciales que representan al pueblo dominado por el pensamiento masa.
El Ángel Exterminador, puede ser la crónica de la oligarquía criolla, esto es, del burgués nuevo, que se impone sobre las clases altas, por su poder económico, cuando estas colapsan definitivamente en el siglo XIX, sin la etiqueta ni la “clase” para asumir su nuevo estatus, quedando encerrado en un sistema que los asfixia y degrada.
Lo que interesaba a Buñuel de este asunto, es la posibilidad de hacer una película de catástrofe, de naufragio, solo que en un lujoso interior burgués, con el comportamiento refinado de la aristocracia, llevado a sus más humillantes límites de degradación.
Pero también lo inexplicable de la desgracia, la lucha contra un impedimento desconocido y azaroso.
Se han propuesto explicaciones religiosas o marxistas de El Ángel Exterminador, pero en el caso de Buñuel, nunca crea mediante las figuras de la alegoría, o la metáfora, sino en todo caso, parte de la greguería de Ramón Gómez de la Serna, del ultraísmo o del surrealismo, los cuales rechazan de plano, interpretaciones alegóricas.
Lo que sí que vemos, es la degradación del comportamiento humano, ante situaciones límite, incluso en la clase social en que, presuntamente, las normas de cortesía, son más cultivadas.
Pero hay que tener en cuenta también, el humor y el esperpento.
Es evidente por qué Buñuel escoge a un grupo de burgueses como protagonistas de su encierro.
Como es sabido, es un tema recurrente en toda su filmografía, se merece la pena conocer más de cerca:
En primer lugar, los anfitriones, Edmundo Nóbile (Enrique Rambal) y Lucia Nóbile (Lucy Gallardo), el matrimonio responsable de la invitación a la cena.
El primero, de carácter aparentemente inocente y reconciliador.
La segunda, más enérgica y autoritaria, mantiene un affaire con otro de los invitados, Álvaro Aranda (César del Campo), un coronel desencantado, y sin ánimo de afrontar su profesión bélica.
Leticia (Silvia Pinal), apodada “La Walkiria” a causa de su virginidad; es un personaje enigmático, de pocas palabras, esencial en esta obra coral, tanto que en definitiva, viene a protagonizar, pues es ella la que, para frenar un fatal desbocamiento de la violencia, conjurará el encierro, y posibilitará a la comunidad, salir del salón.
El Dr. Carlos Conde (Augusto Benedico), es un personaje destacado del cautiverio, un modelo de racionalidad investigadora, un ansia de comprender científica y secularmente, la situación inexplicable.
Atiende a los enfermos, trata de atemperar las situaciones tensas, pero al tiempo, muestra una hipocresía peculiar, consistente en mentir, o en negar los síntomas de sus enfermos.
Esto ocurre de manera especial con otra de las invitadas:
Leonora (Bertha Moss), la cual, enamorada del doctor por un explícito proceso de “transferencia”, vive con un cáncer terminal, que el doctor nunca menciona a la enferma.
Ella, consciente de su fin, sólo añora poder salir de la casa, para visitar Lourdes, en acción de gracias.
Silvia (Rosa Elena Durgel), es la cantante de ópera, a la que el grupo ha escuchado y aplaudido antes de la cena, por su genial interpretación de Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti.
Blanca (Patricia de Morelos), es pianista, personaje depresivo, y algo obsesivo, y Ana Maynar (Nadia Haro Oliva), mujer de tendencias cabalísticas, invocadora del diablo en su delirio febril, y fuertemente perseguidora.
Una pareja de prometidos:
Eduardo (Xavier Massé) y Beatriz (Ofelia Montesco), tan sólo 5 días les separa de la boda, aunque ésta nunca se celebrará, pues ambos se suicidarán una noche del encierro.
Otra pareja:
Cristián Ugalde (Luis Beristáin) y su mujer Rita (Patricia Morán)
Ella, expresión de la indiferencia burguesa, y madre de 3 hijos, espera un 4º, del que se duda de la paternidad.
Su esposo le recrimina acerca del abate que cuida de los niños, acusándole de prácticas deshonestas.
Cristián es un personaje enfermizo, padece de úlcera, y pertenece a una logia masónica.
También, forma parte de la masonería, Alberto Roc (Enrique García Álvarez), director de orquesta, quien va acompañado de Alicia (Jacqueline Andere), mucho más joven que él, personaje delicado, y de poca importancia.
Juana (Ofelia Guilmáin) y Francisco Ávila (Xavier Loyá), son el ejemplo muy expresivo de hermanos posesivos.
Ella, defensora a ultranza de todos los deslices de Francisco, quien aparece como personaje altamente egoísta, nihilista, maniático, y algo seducido por la catástrofe.
Un personaje importante, es Raúl (Tito Junco), siempre acompañado de su bastón.
De su pasado nada sabemos, pero en el desarrollo de la trama, se muestra como el más acusador de los invitados, y uno de los más asociales, arroja fuera del salón, las píldoras que el señor Ugalde necesita para aliviar su úlcera, recrimina directamente al anfitrión del encierro, exigiendo su muerte.
Completa el grupo, Leandro Gómez (José Baviera), comerciante venido de los Estados Unidos, de aspecto obeso, y algo maleducado; y Sergio Russell, escritor de carácter muy serio, y enfermo del corazón.
Hay que incluir del mismo modo, a otro personaje esencial, Julio (Claudio Brook), el mayordomo, el único de los 7 sirvientes que queda en la casa.
Todos, menos él, la abandonan durante la cena de los burgueses.
Tras la primera noche, Julio entra con el carrito del desayuno al salón, del que ya no podrá salir.
Antiguo estudiante en los jesuitas, es ejemplo del no-burgués seducido por la burguesía:
“Un mayordomo es burgués de corazón”
La elección de burgueses, como clase social protagonista, está guiada por tanto, más por necesidades narrativas, que para mostrar la exclusividad del fenómeno.
En este sentido, hay que democratizar el encierro que, en lo esencial, es común al género humano o, al menos, tiende a serlo.
La propia estructura narrativa, la lógica circular que despliega, tiende a afirmar esto último.
Tras sufrir un enorme suplicio, los burgueses logran salir del salón…
En su recién adquirida libertad, cumplen lo prometido en su encierro:
Celebrar un solemne Te Deum, en acción de gracias.
Asisten casi todos a la ceremonia, y unas 200 personas más, ya de clase social, no tan elevada.
Al finalizar, el sacerdote y sus acólitos, sin saber por qué, no pueden entrar en la sacristía, y los fieles, no pueden salir por la puerta.
Nuevo cautiverio, esta vez mucho más multitudinario, de mayor elenco social, y de consecuencias, aún más terribles.
Si a su vez, lograran salir, quizá volvieran a quedar encerrados en mayor número, en una institución, o superficie mayor.
Del salón de una mansión residencial a una iglesia, y de ésta a quién sabe...
Quizás esta estructura circular de El Ángel Exterminador, en los créditos del principio, vemos el pórtico de una catedral, y escuchamos un Te Deum, como al final, sea en verdad, una estructura espiral y centrífuga, un cautiverio que tarde o temprano afecta a todos por igual, a los ricos y a los pobres:
“Una epidemia que se extiende hasta el infinito”
Lecturas varias de El Ángel Exterminador:
Es una mordaz sátira sobre el estamento burgués, que vive anclado en sus ridículas y frívolas convenciones, a modo de lectura social.
En otras palabras, El Ángel Exterminador hunde sus raíces en lo social, en la fragilidad de las convenciones sociales, con las que nos hemos dotado en pos de la convivencia; un maremágnum, en definitiva, al que se le abre las costuras en cuanto es agitado un poco.
Esa transformación de la gente refinada, al vulgar comportamiento de ratas:
“sálvese quien pueda”
En el fondo, ante situaciones límite, el ser humano se despoja de su piel, y de sus convenciones sociales, resurgiendo sus conductas más primitivas.
Los atavismos siguen en nuestro inconsciente, por mucho que evolucionemos en otros aspectos, a modo de lectura moral.
Cuando las sociedades viven catástrofes amenazadoras, momentos de caos inexplicable, guerras, terremotos, desastres, epidemias, surgen por doquier, los chivos expiatorios.
Entes llamados a encarnar todo lo malvado del momento.
En algunas ocasiones, cuando el desastre ha sido, sin que lo sepan los integrantes, provocado por ellos mismos, luchas rivales por ejemplo, la muerte del chivo, pacifica a todos.
Sus rencillas locales, han sido transferidas a un tercero.
Todos, por mímesis contagiosa, creen responsable de su propio desastre, a uno de los presentes.
En eso están de acuerdo.
Y eso puede llegar a reconciliarles.
Si realmente esto último sucede, la víctima encarnará también todo lo bendito, el regreso del orden, y de la libertad.
La intención de Buñuel de prolongar el cautiverio hasta llegar al canibalismo, ratifica esta idea.
Castigo divino a una clase social presa de su vanidad y ensimismamiento.
La música sacra de los títulos de crédito, el nombre de la calle en la que se ubica la mansión “Providencia” o el hecho de que todos los criados, a excepción de uno, se marchen antes del extraño suceso, refuerzan esta interpretación, a modo de lectura religiosa. Además, múltiples e impactantes imágenes, cobijan la trama.
Es frecuente observar a los invitados, atravesar puertas alrededor de la recámara, para entrar a pequeños armarios, con algunas vasijas...
Un oso ronda la casa, y sus alaridos son espeluznantes.
Una mujer almacena en su bolso, un par de patas de pollo.
Una mano cortada, camina sobre el suelo, e intenta ahorcar a una invitada…
Todo es insano y loco.
En todo el metraje, no se da ninguna explicación coherente, al hecho de que nadie puede salir, o entrar en esta sencilla casa.
Curioso resulta también, que el nombre de todos sea de personajes operísticos, de ahí deviene la tragedia.
El Ángel Exterminador, presenta uno de los temas favoritos de Buñuel:
El de las repeticiones.
“Creo haber sido el primero en emplearlas en el cine.
La entrada de los invitados en la lujosa mansión de Los Nóbile, y la subida por la escalera al piso superior, la repetí 2 veces consecutivas, sin otra variación que una toma en picado, y otra en contrapicado.
Cuando terminó de hacerse la copia, el fotógrafo Gabriel Figueroa, vino a verme alarmado, y me dijo:
“Oiga usted, la copia no está bien, una escena se repite”
Le dije:
“Pero Gabriel, el montaje lo hago siempre yo mismo.
Además, usted filmaba conmigo, y sabe que en la repetición, usamos otro encuadre.
Es una repetición voluntaria...”
“Ah, ya veo”, dijo, pero en verdad estaba asustado” contó Buñuel, que se jactaba incluso, de ser el primero en haberla utilizado en el cine, a modo del primer “Big Brother”, precursor de los “reality shows”
Además de la doble entrada de los invitados, en El Ángel Exterminador existen un gran número de situaciones duplicadas:
“La repetición me atrae, tiene un efecto hipnótico.
En El Ángel Exterminador hay como 20 repeticiones.
Unas se notan menos que otras” dijo el realizador.
El simbolismo en El Ángel Exterminador:
La crítica a la burguesía, es un elemento recurrente dentro de la filmografía de Buñuel, pero en ningún caso, podríamos decir que es el eje vertebrador de El Ángel Exterminador, al menos no el único.
Los animales/el buen salvaje:
Las ovejas, son una connotación religiosa del sacrificio; tanto las clases pudientes como el resto de la sociedad, simbolizados en el rebaño, han caído en las redes de la religión.
Es como si Buñuel pensara, que la religión paraliza a las masas, y evita la evolución de las sociedades.
Un trasfondo político por recurrir al oso, se argumenta que se trata de La Unión Soviética; que amenaza a las clases privilegiadas del mundo capitalista.
El oso puede simbolizar el lado más salvaje del ser humano, ese lado que los invitados creen que no poseen, o intentan ocultar a los demás.
Es su lado salvaje, que poco a poco va aflorando, dejando en evidencia su pretendida superioridad.
El tiempo/espacio:
No hay plazo que no se cumpla, el encierro está por terminar, para salir todos deberán “fingir” que están en la exacta posición que cuando entraron, simular que no ha pasado nada, y que todo seguirá igual, aunque todo ha cambiado, como sucedió con las políticas nazistas y fascistas del siglo pasado.
La iglesia/religión:
En otro lugar lejano tal vez, en una iglesia plagada de moralidad, y en primera fila, se vuelven a reunir los “iguales”, todos miran sin alegría, sin emoción de repetir el ciclo sin fin, los nuevos borregos se dirigen al matadero, y las banderas blancas se alzarán en duelo.
Aquí también llegó la peste.
El magnífico título, El Ángel Exterminador, también llamado “Ángel del Abismo” de Apocalipsis 9:11, pues proporciona a la obra, una mayor amplitud de alcance, al retrotraernos a uno de los libros más enigmáticos de La Biblia, y a cómo estas visiones escritas por San Juan, nos exhortan a los humanos a la autoevaluación.
Sobre las clases sociales:
El principio temático, es la degradación del comportamiento humano, condicionado a vicisitudes funestas.
Buñuel nos demuestra que, una clase alta de la burguesía en la que figuramos presuntamente cualidades sobre la dignidad, la cortesía, la educación, y el honor, sumida en una consternación circunstancial, es capaz de convertirse en lo más ruin, en lo que ellos mismos repudiaban.
Además, recordemos que la burguesía, y el capitalismo, se encuentran en una prisión.
La mirada que Buñuel dirige hacia los sirvientes, tampoco es muy benévola.
Por algo se le ha llamado a veces “el director más cruel del mundo”
Los sirvientes, ponen excusas, y se van de la casa.
Parece que intuyen que algo va a pasar, y se ausentan antes de que empiece la cena.
Podría interpretarse que, Buñuel ejerce una feroz crítica hacia los obreros que trabajan para las clases dominantes, mostrándolos como cobardes y mezquinos.
Pero no todos huyen, el jefe de camareros permanece junto a sus amos, y dice no poder abandonar tampoco la habitación.
¿Es su miedo real, o sólo lo hace para aparentar formar parte de una clase social superior?
¿Está dispuesto a morir, sólo por estar junto a sus amos?
¿Tal es su grado de servilismo?
Brutal escena de los cocineros, como la clase obrera, yéndose de la cocina, y esto a mi modo de ver, es el detonante del encierro, la clase burguesa no sabe cómo vivir, si no es explotando a la clase obrera.
Una vez que consiguen salir, las personas que se habían reunido en el exterior de la mansión, los agentes de la ley, curiosos... consiguen entrar en ella, y ambos grupos se encuentran en el centro de los polos que les han separado durante todo el metraje.
Entendemos esta escena, como una ilustración de las diferencias de clase:
La burguesa, que no sale de la mansión; y la popular, que no es capaz de entrar en ella.
Su encuentro en mitad del camino, puede expresar perfectamente el pensamiento igualitario del autor.
Elementos como la masonería, son bastante indicativos, si los usamos como referentes históricos, donde la falta de unidad, hace que el nuevo poder genere una dictadura que entrará en crisis, devorando a las masas, en sus intentos de sobrevivir.
O simplemente, todos estos elementos no significan nada, está ahí por puro capricho, o casualidad.
Así como se aprecia un micrófono en la cocina muy explícitamente, debajo de la mesa, justo antes que los cocineros se vayan…
Quizá la explicación de El ángel Exterminador sea que, racionalmente, no hay ninguna.
Pero quedan preguntas sin respuestas:
¿Cuál es la palabra “impronunciable” que dicen en la puerta?
¿Por qué compara las patas de pollo, con las llaves?
¿Por qué el título: El Ángel Exterminador?
Acerca del enigmático título, Buñuel comenta:
“Yo primero pensé, que el título tenía una relación subterránea con el argumento, aunque no sabía cuál.
A posteriori, lo he interpretado así:
Los hombres, cada vez se entienden menos entre sí.
Pero:
¿Por qué no se entienden?
¿Por qué no salen de esta situación?
En El Ángel Exterminador es lo mismo:
¿Por qué no llegan juntos a una solución, para salir de su encierro?”
En las palabras de Leticia, en cambio, se ruega una determinada acción colectiva, una reactualización del pasado, al modo presente, en infinidad de mitos y ritos.
Pero dicha escenificación, no ha de culminar en sacrificio, como tantos mitos y ritos, y como pretenden buena parte de los implicados; no ha de suponer un derramamiento de sangre, sino más bien, un acto de cooperación pacífica.
Por primera vez en el encierro, todos los asistentes aceptan repetir, como en una farsa, lo sucedido tiempo atrás.
Todos colaboran al propósito, como si se dieran cuenta de que el encierro, y su solución, es cosa de todos, incumbe a todos, y no a uno solo, en el que se vuelca todo el hambre de violencia.
Pero no es así en absoluto.
Tal concienciación, no se presenta a los burgueses.
La enseñanza no sacrificial está gestando, en verdad, una hecatombe.
Es aquí donde surge el profundo pesimismo del autor.
Algo ha logrado conjurar el sortilegio.
No ha sido la satisfacción del impulso expiatorio, sino una determinada colaboración ritual, que posibilita a los supervivientes, su anhelado deseo.
Su liberación, no pasa por la ejecución del anfitrión, sino por algo que requiere la cooperación de todos.
Atrás, como muestra de la ausencia de un acuerdo, han quedado 3 cadáveres.
Pero de nuevo, se adivina que sólo unos días después, un nuevo encierro, más numeroso, y por tanto, más catastrófico, sucede.
El glorioso Te Deum, es una nueva cárcel.
¿A qué atribuyen su liberación, una vez fuera?
La visión de Buñuel, se revela aquí, trágica cómo la ópera o la vida de Cristo.
La única reconciliación de una comunidad en crisis, es la ausencia de reconciliación.
El deseo que a todos une, es únicamente el de separarse, salir fuera, disolverse.
La única paz que resta al grupo, es dejar de ser grupo.
Pero he aquí que, tal comunidad, vuelve a juntarse en una iglesia.
Como anécdota de la producción, se puede señalar que Marilyn Monroe, visitó el set de rodaje en México,  y se fotografió con el reparto.
¿Qué sucede, cuando al hombre se le limita en sus necesidades más perentorias, cuando se le ahoga psicológicamente en un entorno claustrofóbico, obsesivo, rodeado de otros seres humanos en su misma situación?
¿Sirve de algo la cultura, la educación recibida, las “buenas intenciones”, el sentimiento fraterno?
Claramente, Buñuel nos dice que no.
“Lo que desde niño he odiado más... la grosería, la violencia, la suciedad, son ahora nuestras compañeras inseparables; es preferible la muerte, a esta abyecta promiscuidad”
Una de las teorías expuestas por filósofos, como Aristóteles o Hobbes, esa es la del “Estado de Naturaleza”
El ser humano, en estado de naturaleza, no se rige por ningún tipo de norma preestablecida por la sociedad, es decir, actúa acorde con sus propios deseos, sin tener miedo de ningún tipo de consecuencia.
Los promotores de la escuela contractualista, Tomás Hobbes, John Locke, Juan Jacobo Rousseau, y otros, denominaron “Estado de Naturaleza” a la primitiva etapa de la sociedad humana, en la cual, al decir del primero de ellos, la vida de los hombres, envuelta en una incesante guerra de todos contra todos, fue “solitaria, pobre, grosera, embrutecida, y corta”
Cuando los hombres tomaron conciencia de su precaria situación, convinieron a través de una suerte de contrato social, en despojarse de los irrestrictos “derechos” que cada uno tenía, sobre todo lo que le rodeaba, y en constituir una sociedad ordenada, cuyo gobierno se confiase a personas designadas por la comunidad.
Así quedarían asegurados, el orden y la paz, en la vida social.
La etapa originaria de violencia y atropello, fue el “estado de naturaleza”, del cual los hombres salieron, en virtud del contrato social, para ingresar a la etapa posterior, que recibe el nombre de “estado de sociedad” o “estado civil”
La representación del “estado natural” es diferente en cada filósofo.
Así, para Thomas Hobbes, el estado natural de los hombres, es un estado de guerra interminable, de guerra de todos contra todos.
La razón de que el “estado natural” sea así se explica, para Hobbes, fundamentalmente por 2 razones:
El hecho de que en el “estado natural” no haya aún normas intersubjetivamente válidas, y por el hecho de que los hombres obren por motivos egoístas.
Estas razones, quedan resumidas en 2 pasajes del “Leviatán”
En uno, Hobbes afirma que en “estado natural” cada individuo tiene un derecho natural a todo “incluso el cuerpo de los demás”; en el otro que lo que afirma que la primera inclinación natural de la humanidad, es un perpetuo e incansable deseo de conseguir poder tras poder, inclinación que sólo cesa con la muerte.
Dado, sostiene Hobbes, que el “estado natural” resulta ruinoso para todos, a los individuos les resulta más ventajoso salir de él, renunciando en consecuencia, a los intentos por perseguir sus deseos, mediante la depredación, el pillaje, y actos semejantes.
Por consiguiente, lo que Hobbes procura demostrar, por medio de la hipótesis del “estado natural” es que en una situación de anarquía, en la que todos persiguieran sus intereses, sin ninguna consideración por la integridad, o los derechos de los otros, resultaría ruinosa y desventajosa para todos; que en su lugar, resulta más conveniente acordar normas generales y universales, que impongan reglas formales a los individuos, en sus relaciones mutuas.
Como el razonamiento de Hobbes pone de manifiesto, la hipótesis del “estado natural” tiene por finalidad reconstruir las condiciones bajo las cuales, el establecimiento de las leyes, así como su contenido, resulta conveniente o justo, pues para Hobbes, la justicia no es sino una forma de preservar, y promover la propia conveniencia.
El uso que Hobbes hace de esta hipótesis es, por consiguiente, “mutatis mutandi”, aplicable a los demás autores contractualistas, como Locke, o Rousseau.
“El tránsito del “estado de naturaleza” al “estado civil” produce en el hombre, un cambio muy notable”, escribió Rousseau en su “Contrato Social”, “sustituyendo en su conducta, la justicia al instinto, y dando a sus acciones, la moralidad que antes les faltaba” dijo.
Y agregó:
“Aunque en este estado, se halle privado de muchas ventajas que da la naturaleza, adquiere por otro lado, algunas tan grandes, sus facultades se ejercen, y se desarrollan, sus ideas se ensanchan, se ennoblecen sus sentimientos, toda su alma se eleva hasta tal punto que, si los abusos de esta nueva condición no le degradasen a menudo, haciéndola inferior a aquella de que saliera, debería bendecir sin cesar, el dichoso instante en que la abrazó para siempre, y en que de un animal estúpido y limitado que era, se hizo un ser inteligente, y un hombre” concluye.
Los avances sociales que suponemos firmemente conquistados por la humanidad, que creemos ampliamente superados, son tan frágiles como la llama de una vela.
Con un soplido bien dirigido, basta para apagar su luz.

“Tengo hambre”



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