La Historia Oficial

“No fueron pocos los que participaron, o dieron su consentimiento a la ejecución de estos crímenes.
Multitudes fueron los indiferentes”

Las desventuras y masacres encubiertas de las dictaduras latinoamericanas, han dado fruto a algunos de los documentos fílmicos, más desgarradores y emotivos.
Entre estos regímenes militares, provocados en su mayoría por la CIA, para evitar el avance del socialismo durante La Guerra Fría, se encuentra el argentino, que vivió varios períodos.
La dictadura militar de Jorge Rafael Videla, impuesta el 24 de marzo de 1976, fue un claro ejemplo de terrorismo de Estado, como nunca antes se había vivido en Argentina.
Más de 30 mil muertos y desaparecidos, y cientos de miles de personas exiliadas, y de presos políticos, en adición al oscurantismo, y a la falta de libertad artística, y de expresión.
Los centros clandestinos de detención, a cargo de las fuerzas armadas, no eran oficialmente admitidos ni públicos, y la deuda externa aumentó 7 veces.
En ese entonces, Argentina era aliada de Estados Unidos, el cual bajo la presidencia de Ronald Reagan, jugó un importante rol en Centroamérica, apoyando a las dictaduras pro-estadounidenses de Nicaragua, El Salvador, Honduras, y otros.
La invasión de Las Islas Malvinas, y la guerra contra Gran Bretaña, apoyada por EEUU, y la OTAN, tuvieron como único objetivo, salvar a la dictadura militar de la crítica popular.
Así, Videla asumió La Presidencia de Argentina, desde 1976, hasta ser reemplazado por Roberto Eduardo Viola, en 1981, luego de cumplir el período presidencial de 5 años, establecido por La Junta Militar.
Finalmente, la dictadura se rindió el 14 de junio de 1982, y los militares convocaron a elecciones, el 30 de octubre de 1983, las cuales fueron ganadas por Raúl Alfonsín, candidato radical, que derrotó por primera vez a los peronistas, en elecciones libres.
El gobierno de facto argentino de Videla, secuestró, torturó, y ejecutó clandestinamente, a miles de personas, que luego serían denominadas “Los Desaparecidos”, unas sospechosas de ser guerrilleros, y otras simples, activistas civiles, sin relación con las organizaciones armadas; en centros clandestinos de detención, establecidos al efecto.
Gran cantidad de ellos, fueron asesinados, y enterrados en fosas comunes, o arrojados al mar, desde aviones militares.
El término, “Detenido Desaparecido” (DD.DD.) es el apelativo que comúnmente se emplea en los países de América Latina, para referirse a las víctimas de crímenes de desaparición forzada, generalmente, opositores políticos, cometidos por diversos regímenes militares autoritarios, durante las décadas de 1970 y 1980, y reconocidos oficialmente, entre otros, por los gobiernos de Argentina (1984) y Chile (1991)
Los autores e ideólogos del golpe, decidieron autodenominarse como “Proceso de Reorganización Nacional”, aludiendo de ese modo, a 2 conceptos fundamentales de la dictadura:
a) Que se trataba de un “proceso” y que como tal, “no tenía plazos sino objetivos”
b) Que había que “reorganizar” radicalmente al país, implementando reformas que modificaran profundamente la economía, las relaciones laborales, el sistema político, y la cultura nacional.
Esta búsqueda de “homogeneidad de la sociedad” dejaba al costado, las minorías, tomando en cuenta, por ejemplo, sus raíces como los judíos, descendientes de los pueblos originarios, etc., así como su orientación sexual, y su identidad de género, sean homosexuales, lesbianas, transexuales, etc.; o por sus creencias religiosas, llámese ateos, Testigos de Jehová, etc.
Estas minorías, fueron tratadas con especial ferocidad por los represores, creándose incluso, comandos especiales con dedicación exclusiva, como es el caso del Comando Cóndor, dedicado a perseguir personas homosexuales.
Ese 24 de Marzo de 1976, un nuevo golpe militar sacudió la sociedad Argentina.
A partir de esa fecha, el aparato represivo, a partir de atroces procedimientos, detentó en sus manos, la totalidad del poder público.
El Estado Terrorista, surgió entonces en su todo su esplendor, llevando a su máxima expresión, La Doctrina de La Seguridad Nacional.
Ni los niños se salvaron de ese apocalipsis.
También formaron parte de la extensa procesión de víctimas.
Si sus padres fueron los rehenes, ellos se convirtieron en botín de guerra.
Hay testimonios de secuestrados, que afirman haber escuchado los gritos de sus propios hijos, mientras eran torturados, lo cual era una estrategia de tortura psicológica hacia los padres, con el objetivo de desmoronarlos moralmente.
En el caso de las mujeres embarazadas, el régimen de exclusión, se volvía algo menos severo, pero la mujer no recibía prácticamente, ninguna atención médica, incluso en el momento del parto, el cual podía realizarse en el suelo de su celda, el piso de una cocina, etc.
Las mujeres daban a luz, normalmente en soledad, o auxiliadas por otro secuestrado, y hay testimonios que certifican que, inmediatamente después del parto, las mismas madres, debían limpiar los restos de sangre, placenta, etc., que habían quedado desperdigados.
En el centro clandestino de detención, las detenidas también fueron violadas sistemáticamente.
Las mujeres seleccionadas para el “mini staff” fueron utilizadas también como esclavas sexuales.
Ellas eran percibidas por el resto de los prisioneros, como “amantes” de los integrantes del “Grupo de Tareas” y “traidoras”
Años más tarde, algunas de las que lograron sobrevivir, testimoniaron en los juicios, y relataron como eran brutalmente violadas por los oficiales, y suboficiales.
Y los niños… ser asesinados durante acciones represivas, ser masacrados en el vientre de sus madres, ser torturados antes, o después del nacimiento; ver la luz en condiciones infrahumanas, ser testigos del avasallamiento sufrido por sus seres más queridos, ser relegados como si fueran animales, ser vendidos como objeto de consumo, ser adoptados enfermizamente, por los mismos que habían destruido a sus progenitores; ser arrojados a la soledad de los asilos, y de los hospitales; ser convertidos en esclavos, desprovistos de identidad y libertad; tal es el destino que le tenían reservado los uniformados argentinos.
Por otra parte, durante la época de represión, la dictadura había ejercido un estricto control sobre el cine nacional, lo que motivó al exilio de algunos actores, y directores.
Los realizadores, debían presentar primero el guión que planeaban filmar, ante El Ente de Calificaciones, para que aprobara la producción; además de esto, había solo un laboratorio para procesar el material.
En ese entonces, las películas argentinas, eran en su mayoría comedias y musicales, y solo habían 2 productoras nacionales:
La Productora General Belgrano, de Enrique Carreras; y Aries Cinematográfica de Ayala y Olivera.
Pero tras la caída de la dictadura, se inició un proceso de democratización, después de más de 50 años de golpes de Estado recurrentes, que implicó los juicios a Las Juntas Militares en 1985, por crímenes de lesa humanidad, y la condena de Rafael Videla, a cadena perpetua.
Un largo derrotero judicial y político, ha permitido condenar a parte de los responsables en juicios, con el tipo penal de “crímenes contra la humanidad” que aún continúan su curso.
El 5 de julio de 2012, Jorge Rafael Videla, Presidente de Facto de Argentina, entre 1976 y 1981, fue condenado a 50 años en prisión, por encontrársele responsable penalmente, por el secuestro sistemático de neonatos y niños, durante la última dictadura cívico-militar en Argentina.
Finalmente, falleció el viernes 17 de mayo de 2013, a las 8:30 de la mañana, siendo encontrado sin pulso ni respiración, en el penal de Marcos Paz, donde cumplía condena, por crímenes de lesa humanidad.
Hasta el día de su muerte, Videla justificó el terrorismo de Estado que impuso en Argentina, durante su dictadura.
Su fallecimiento, provocó una importante cobertura periodística, en medios de comunicación, de casi todo el mundo.
Otra versión acerca de la muerte de Videla, es que fue abandonado en su celda para acelerar su muerte.
El artículo de Nelson Castro, en el diario Perfil, el 26 de mayo de 2013, indica que Videla sufrió varias fracturas, y no recibió la atención adecuada.
Se dice que:
“La historia siempre está escrita por los vencedores, y no por los perdedores”
En este periodo histórico en particular, “la historia está escrita por los asesinos”
Ya que el número exacto de desaparecidos, no ha sido establecido.
Los organismos de Derechos Humanos, estiman la cantidad en unos 30,000; y hasta 2007, La Subsecretaría de Derechos Humanos, tenía registradas aproximadamente, 15,000 víctimas.
La Comisión Nacional sobre La Desaparición de Personas (CONADEP) documentó 8,961 casos.
Dentro de las listas de víctimas, figuran también cientos de ciudadanos extranjeros, de nacionalidad alemana, española, italiana, griega, sueca, francesa, entre otras.
Entre los desaparecidos, se encuentra un número de niños, que se estiman entre 250 y 500, los cuales fueron adoptados ilegalmente, luego de que nacieran en los centros clandestinos de detención.
La búsqueda y recuperación de los niños secuestrados-desaparecidos, fue una de las tareas más importantes de Las Organizaciones de Derechos Humanos, y de La Democracia, una vez establecida en 1983.
Con ese fin, desde los primeros años del gobierno militar, se organizó La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, con el fin específico de buscar a los niños secuestrados-desaparecidos, y apoyarlos una vez recuperados.
El comienzo del reclamo nació, como una iniciativa de madres de detenidos y desaparecidos, el 30 de abril de 1977, en Buenos Aires.
Su objetivo inicial, era poder tener una audiencia con El Presidente de Facto argentino, Jorge Rafael Videla.
Para ello, se reunieron en La Plaza de Mayo, y efectuaron una manifestación pública pacífica, pidiendo saber el paradero de sus hijos.
La elección de La Plaza de Mayo, se debe a que está situada frente a La Casa Rosada, sede de La Presidencia de La República, y lugar donde tradicionalmente, se han efectuado manifestaciones políticas.
Para reconocerse, comenzaron a usar un pañuelo blanco en la cabeza, hecho en un principio con tela de los pañales que se usaban para bebés, representando así a los hijos.
Ese pañuelo, se convirtió en su símbolo.
Las madres, intentaron dar a conocer sus dramas, y así participaron de marchas religiosas, numerosas y populares, en las cuales era conveniente que pudieran reconocerse.
Las madres continuaron la lucha, hasta hacerse reconocibles durante la realización del Mundial de Fútbol de 1978, en la Argentina, cuando periodistas internacionales, empezaron a entrevistarlas, y dieron a conocer su movimiento.
Esta idea, expresada primero por Jorge Rafael Videla en un reportaje, diciendo que no hay muertos, hay “desaparecidos”, fue tomada por las madres en su lucha, de modo que gracias a esta idea, y la no aceptación de la muerte de los desaparecidos, se pudo juzgar a muchos represores, porque los crímenes no prescribían, al no aparecer los cuerpos, al no confirmarse la muerte de las víctimas.
Hasta agosto de 2014, han sido recuperados 115 nietos, a quienes se les había suprimido la identidad durante la dictadura militar, sobre un total estimado de 500 niños.
Las Abuelas de La Plaza de Mayo, han sido nominadas en 5 ocasiones, al Premio Nobel de la Paz, entre el 2008, y el 2012.
“Es necesario que haya gente que se niegue a creer, aun cuando todo pase frente a sus ojos, es necesaria esa complicidad para que todo funcione”
La Historia Oficial es una película argentina dramática, dirigida por Luis Puenzo, en el año de 1985.
Protagonizada por Héctor Alterio, Norma Aleandro, Chela Ruiz, Chunchuna Villafañe, Hugo Arana, Patricio Contreras, Guillermo Battaglia, Leal Rey, entre otros.
El guion es de Puenzo y Aída Bortnik, esta última, era una escritora que fue prohibida durante El Proceso de Reorganización Nacional.
La Historia Oficial, fue ganadora de muchos premios nacionales e internacionales, entre ellos, El Premio Oscar a La Mejor Película de Habla No Inglesa, por primera vez en la historia del país, y el segundo Globo De Oro, a La Mejor Película en Lengua No Inglesa, siendo la única película argentina, que obtuvo ambos galardones; y uno de los 3 filmes producidos en América Latina, que recibieron el Oscar al Mejor Filme Extranjero, junto con la brasileña “Orfeu Negro” (1959) y la argentina, “El Secreto de Sus Ojos” (2009)
Además, La Historia Oficial obtuvo una nominación más al Oscar como mejor guion original, algo complicado de conseguir, para una cinta extranjera en Hollywood.
Como dato, La Historia Oficial fue estrenada en 1985, luego de que en 1983, cayera el régimen militar en Argentina, y concluyera el terrorismo de Estado; por lo que, aunque los personajes y la trama son ficticios, actualmente se le considera un documento o testimonio de aquella época, que le sirvió de contexto dramático para la narración; pues tras la llegada de la democracia en 1983, se produjo un auge del Cine Argentino.
En 1984, se derogó El Ente de Calificación Cinematográfica, que existía desde 1968.
A partir de entonces, El Instituto Nacional de Cinematografía, comenzó a calificar las películas por edades, y no por su contenido político.
El Cine Argentino, ya no era controlado por el gobierno, pero la producción nacional, seguía dependiendo del apoyo estatal, a través de subsidios.
La crisis económica, provocó una abrupta caída de la producción cinematográfica, y no fue hasta los años 90, con la creación del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) de La Secretaría de Cultura y Medios de Comunicación del gobierno argentino, que se recuperó la autonomía del cine nacional.
Pero lo más importante es que, entre 1984 y 1989, numerosos directores se dedicaron a hacer un cine político, por encima de lo estético, y sumamente comprometido con la causa que el país había atravesado años atrás.
Así las cosas, para La Historia Oficial, se cumplían 10 años, desde el comienzo de la etapa más oscura del país; 10 años desde aquella fecha significativa, y dueña de una innumerable serie de recuerdos y vivencias dolorosas, e imborrables.
Es probablemente que, los miembros de La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, no se habían percatado de esa singular coincidencia, cuando decidieron que ese día, la película argentina La Historia Oficial, recibiera el premio Oscar a La Mejor Película en Idioma Extranjero, ese lunes 24 de marzo de 1985.
Luego de la obtención del premio, muchos se inclinaron a creer, que ese reconocimiento tenía un fuerte sesgo político, quizás en desmedro del valor artístico del film en sí.
La producción de Luis Puenzo, se había estrenado el 3 de abril de 1985, y su repercusión en el público, no había sido excepcional, ni mucho menos.
Pero es necesario reconocerlo, La Historia Oficial es un film excelente, profundamente emotivo, y al mismo tiempo, propietario de una visión analítica y reflexiva del tema tratado, apoyado sobre la base fundamental de un guión perfectamente estructurado, magníficamente puesto en escena, gracias a las actuaciones excepcionales, como las de Héctor Alterio y sobre todo, la de Norma Aleandro.
Y es que La Historia Oficial, fue el primer film argentino, pos dictadura, en tratar con éxito, la problemática política del país.
Dicho de otro modo, La Historia Oficial fue la primera gran película albiceleste, que mostraba abiertamente, contradicciones, secuestros, y el ambiente represivo de la dictadura militar del General Videla, durante la cual, se produjeron desapariciones, violaciones de derechos humanos, y asesinatos de miles de personas, contrarias al régimen.
El empeño de la producción, era de una enorme valentía, pues aún estaban calientes los rescoldos de la recién extinta dictadura, y muchos de los elementos y temas retratados, todavía eran, más que memoria viva, objeto de dura polémica, que se sustanciaba en los más diversos foros, desde los periodísticos, hasta los políticos, y judiciales.
Todo hizo de La Historia Oficial, una propuesta valiente, que recorre el mundo, mostrando la realidad de una Argentina en dictadura, marcando un antes y un después, del Cine Latinoamericano.
Solidaridad y traición, son las caras de un pacto siniestro, firmado por generales, financistas corruptos, civiles comprometidos, y sacerdotes, llamados a silencio, que deja en claro que, solo la “colaboración generosa” de todos ellos, podía garantizar que “El Proceso” no se resquebrajara.
Así las cosas, en la última dictadura cívico-militar argentina, entre 1976 y 1983, años en que fue gobernado por juntas Militares, integradas por los más altos representantes del Ejército, La Armada, y La Fuerza Aérea, autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional”, y durante la instauración del régimen de facto, detuvieron a hombres y mujeres.
Muchas de ellas, en estado prenatal, dieron a luz durante su detención.
Esos niños, fueron vendidos a quienes querían adoptarlos, y podían pagar a las corruptas autoridades.
En ese ambiente encontramos a Alicia Marnet de Ibáñez (Norma Aleandro), una profesora de Historia, y su marido, Roberto (Héctor Alterio), un empresario que hace negocios con los militares, quienes adoptan una niña a la que llaman Gaby (Analía Castro)
Años después, al regresar la democracia en 1983, regresa también una amiga exiliada de Alicia, llamada Ana (Chunchuna Villafañe)
Este hecho, sumado al descubrimiento que realiza Alicia, sobre los turbios negocios de Roberto, y la aparición de Sara (Chela Ruiz) una Abuela de La Plaza de Mayo, que busca a su nieta; dan un vuelco por completo a la vida de la pareja.
Alicia comienza a tomar conciencia política, y pronto sospecha que su niña es en realidad, hija de desaparecidos.
Decidida a entender mejor lo ocurrido en su país durante la dictadura, y la verdad sobre el origen de Gaby, Alicia deberá primero, enfrentarse a Roberto.
Los planteamientos de La Historia Oficial, que son varios, y nos hacen reflexionar sobre una de las dictaduras más férreas y genocidas, que ha padecido el continente, la lucha heroica de las mujeres, clamando por sus hijos desaparecidos; la fortuna de los niños nacidos en cautiverio, de las mujeres embarazadas que fueran detenidas; y la búsqueda de la verdad, como acicate para lograr el sosiego ante la amenazante ansiedad existencial.
Como otras películas sobre niños robados, el dilema es tan fuerte, y cualquier salida se convierte en un sufrimiento insoportable para casi todos, incluido el propio niño, y las madres y padres, o abuela en este caso, que tiene que constatar definitivamente, la confirmación de las víctimas desaparecidas, como muertas…
En un momento de la trama se dice que “la historia es la memoria de los pueblos”, pero no nos quedemos con “la historia oficial” siempre, porque bajo de ella, hay un cementerio de cadáveres, un arsenal de interrogantes, un carrusel de verdades como montañas que harían añicos “la historia oficial”, la que quieren, y les interesa que oigamos, leamos, o sintamos.
“Dejá de pensar, dejá de pensar”
La Historia Oficial es una estremecedora película, sobre la historia de una niña robada de la dictadura argentina, que es adoptada por una pareja, en la que ella desconoce todo lo que ha estado pasando, en relación a la represión y desapariciones durante la dictadura, y un marido cómplice, que negocia con los militares, y se aprovecha de esa condición, para ser un “ganador”
Como madre, Alicia va entrando en un proceso de metamorfosis, por el que pasa de ser una señora instalada en su estatus burgués, católico, conservador, cuya única pena es que es estéril, y esto le obligó a adoptar.
Y poco a poco se transforma, al ir tomando conciencia a través de sus alumnos que la cuestionan, de su mejor amiga Ana, que fue una víctima de las torturas y que tuvo que huir a Venezuela, y del contacto con un profesor represaliado de apellido Benítez (Patricio Contreras), y las madres y abuelas de La Plaza de Mayo, que acaban de abrirle los ojos.
Es indignante, el modo en que Alicia, siendo profesora de Historia, manifiesta un desconocimiento absoluto de la tragedia que vive la sociedad argentina, o la desconfianza que muestra, respecto de los relatos que escucha sobre los desaparecidos.
Es el personaje de Ana, una exiliada política que regresa al país en 1983, quien en una noche de reencuentro, después de varios años, le cuenta la experiencia personal como víctima de torturas, submarinos, y violaciones.
Le muestra el drama atroz, del robo de bebés, y la inmoral connivencia de las familias que los compraban sin preguntar de dónde venían, como había hecho Alicia.
Este será el detonante de la historia; es esta revelación de Ana, la que va a impulsar a Alicia, a investigar sobre el origen de su hija Gaby.
Es emocionante ver, cómo se genera la duda en esta madre, y cómo teme perder a su hija, como temía perder a sus padres, y sentía que había sido abandonada; cuando realmente le mintieron sobre su muerte en un accidente, y le hacían creer que volverían…
Ella quiere encontrar la verdad, y esta búsqueda incesante, le lleva a encontrarse con su destino de cómplice, de una crimen horrendo, perpetrado por los correligionarios de su marido, pero que la hacen tan cómplice como él.
Cuanto dolor, y cuanto sufrimiento, visto desde el punto de vista de las mujeres que sufrieron esta represión, y estas torturas, asesinatos, y desapariciones... la historia es totalmente verdadera.
En lo plenamente cinematográfico, la ambientación, la fotografía, y el sonido de La Historia Oficial son de primera; y las actuaciones de todo el reparto, son impagables.
Comenzando que La Historia Oficial, expone diversas facetas de la complicidad civil con la dictadura, desde la complicidad empresarial, motivada por un interés económico, inherente al mundo de grandes negocios entre funcionarios, militares, y ejecutivos extranjeros, por el que se mueve Roberto, hasta el comportamiento cómplice de la iglesia.
Y también, la complicidad como negación social...
De hecho, la colaboración de Roberto con la dictadura, se pone de manifiesto muy pronto, no sólo por el hecho de que se relacione con altos cargos militares y empresarios, sino porque además, está al tanto del destino sufrido por Ana, la amiga de Alicia.
Más tarde descubriremos, que él fue quien la delató.
Si había algo Alicia, que no se podía aducir en ese momento, era el desconocimiento.
Los coches sin placas de identificación, con sirenas, y hombres que hacían ostentación de armas, recorrían todas las ciudades; las personas desaparecían en procedimientos espectaculares, muchas veces, en la vía pública.
Casi todos los sobrevivientes relatan haber sido secuestrados, en presencia de testigos.
Decenas de cadáveres mutilados de personas no reconocidas, eran arrojados a las calles y plazas.
Los periódicos, de gran circulación en Argentina, no hablaban de los campos de concentración, pero sí de personas que desaparecían, cadáveres no identificados, enfrentamientos que arrojaban muchos muertos “guerrilleros” y ningún militar, cuerpos destrozados con cargas explosivas, calcinados, ahogados, y muchísimos tiroteos...
Con ese ambiente en las calles, y esta información en los periódicos, nadie podía aducir desconocimiento.
Frente a lo que pasaba, y se veía que pasaba, hubo por parte de un sector de la sociedad, un “hacer como que no se sabía”
Este fue uno de los niveles en los que operó la complicidad social.
En realidad, no es que Alicia “nunca supo nada”
El personaje de Alicia, es una encarnación perfecta de la complicidad social como negación:
“Hace como que no sabe”, prefiere no pensar, pasa por alto los indicios, les resta importancia, hace la vista gorda, en resumen, se desentiende.
La toma de conciencia de Alicia, tiene lugar después de varios años, de haber hecho a un lado sus sospechas sobre el origen de su hija; la complicidad está en ese tiempo de “haber hecho como que no pasaba nada”, en el silencio como negación.
El personaje de Norma Aleandro, presenta una curva evolutiva que va del desconocimiento, la incredulidad, y la debilidad, a la plenitud del saber, la verdad, y la fortaleza.
De ahí que, el punto más alto de La Historia Oficial, viene de su interpretación, quien en todas las escenas, puede mimetizarse con una facilidad increíble, considerando lo difícil que debe haber resultado hacer la película.
La actriz, está a la orden de una emoción, que no demuestra con tanta expresión, pero tampoco hace falta.
Ella, con su mirada intensa, nos muestra que adentro siente algo, y no muchas actrices pueden lograr eso.
Es una mujer audaz, pero humana, y al final, cuando debe aceptar lo inaceptable, se desploma ante lo ético de la situación.
Una escena admirable, pero también tan fuerte, que se torna difícil de ver.
El final perfecto, para una película perturbadora.
Como anécdota, Analía Castro, que interpretó magistralmente a Gaby, La Historia Oficial, que impactó por su realismo y valentía, dijo recientemente:
“Yo estaba trabajando en “Amada” una novela, y me eligieron para La Historia Oficial, entonces, tenía 4 años.
Gran parte de La Historia Oficial, la filmamos a escondidas.
Nos iban a buscar a la madrugada, y volvíamos tarde, para poder filmar tranquilos.
Una vez, recuerdo que vi las figuras de 3 hombres con escopetas Itakas, amenazas que sufrimos como una bomba que le pusieron en la puerta de la casa a Norma Aleandro.
A mí mamá, después le garantizaron mi seguridad, y seguimos filmando.
Mi mamá vivió la dictadura, y para ella era muy importante La Historia Oficial también”, reveló Analía, con motivo del 38º Aniversario del último golpe militar.
“Cuando veo las imágenes de La Historia Oficial, no lo puedo creer.
No puedo creer que esa, haya sido yo.
Para mí era normal, y no percibí situaciones difíciles, salvo la de las armas que ocurrió afuera de mi casa.
Sólo eso recuerdo.
Después era todo tan natural.
Son todos tan grandes actores, que me ayudaban a que sea todo como un juego”, reveló quien interpretó a la tierna Gaby.
Y es que La Historia Oficial, deja abierta a la libre especulación del espectador, la suerte posterior de Gaby.
En rigor, estos niños deberían haber sido entregados a los familiares de los detenidos, pero eso habría significado, que las autoridades conocían el paradero de dichos detenidos; de manera que tuvieron que darlos/venderlos en adopción, para respaldar su excusa, de que no sabían quienes estaban detenidos, ni dónde estaban, si es que estaban detenidos.
Lo más destacado, fuera de lo puramente cinematográfico, fue la colaboración de la organización de Las Abuelas de La Plaza de Mayo en La Historia Oficial, a las que les hace un homenaje, convirtiéndolas en uno de sus ejes sobre los que se basa.
Esta asociación argentina, se ha dedicado durante décadas, a buscar y a reclamar judicialmente, a los nietos e hijos de estas mujeres, niños cuyos padres, habían sido secuestrados y asesinados por la dictadura, y dados a otras familias mejor situadas.
Algunas escenas fuertes, van desde la intensidad emocional con el canto del Himno Nacional argentino, a la metafórica secuencia de los niños jugando con ametralladoras, irrumpiendo en la habitación de Gaby, que juguetea con su muñeca bebé.
La confesión sacramental, donde se ve claramente, la complicidad del poder religioso, que acalla conciencias.
La emotiva y alegórica canción “En el país del nomeacuerdo” de María Elena Walsh, cantada por Gaby; y que indudablemente, nos deja reflexionando sobre el desconfiar sobre la historia escrita por los vencedores, y sobre el claro mensaje de “NUNCA MÁS” declarar vía libre a la impunidad, y al avasallamiento de los derechos humanos.
Impagable el simbolismo del regalo de cumpleaños, esa muñeca extremadamente realista, lo cual, de algún modo, sería un intento de Luis Puenzo, por destacar hasta qué punto, la vida humana se convirtió en una suerte de moneda de cambio, de la cual, la dictadura podía disponer a su antojo, o sea, los niños dados en adopción o desaparecidos.
Y el final, cuando el marido tilda de loca a Alicia, e incluso la maltrata a golpes...
Alicia llora, y grita; después se serena, y se seca las lágrimas.
Coge un pequeño bolso, y se dirige a la puerta.
Su marido intenta retenerla, esta vez de forma suave.
Ella lo rechaza, abre la puerta, mira por última vez su casa, como queriendo dejar el pasado atrás, un pasado doloroso, y cruel.
Es tiempo de cerrar heridas.
Y cerrarlas significa asumirlas, ya que si no, nunca dejarán de sangrar...
Por último, una banda sonora de Atilio Stampone, atinada y elegante como pocas.
“La literatura y la historia, siempre se encuentran”
Sobre el régimen de Videla y sus secuaces, se ha escrito mucho, y no hace falta ahondar más en ello.
Basta con saber que fueron unos asesinos, y que luego de instalarse en el poder, llegaron a aberraciones tan bizarras, como prohibir la llamada “matemática moderna”
Son cosas que están más allá del entendimiento de quienes abrazamos la razón como elemento vital para la negociación, y la posterior concertación entre las partes enfrentadas.
Quienes somos foráneos a Argentina, hemos percibido la lucha de Las Madres de La Plaza de Mayo, así como de Las Abuelas, como un ícono contra los regímenes dictatoriales.
Es extraordinariamente laudable, lo que estas damas hicieron todos esos años, y seguramente aún hacen, por ubicar a sus hijos y nietos desaparecidos, y reclamar al régimen, sus crímenes.
Llama la atención, eso sí, que fueron las mujeres las que abanderaron esa lucha, a sabiendas que el régimen asesinaba sin piedad, tanto a hombres como a mujeres, con el mínimo requisito de que resultasen sospechosos de profesar ideas contrarias a las de los déspotas.
Eso lo hace aún más meritorio, y digno de la mayor admiración.
Sobre el título “La Historia Oficial” es en sí mismo una mentira, para que luego lo reafirme.
Efectivamente, la historia de la dictadura argentina, fue escrita y difundida como “La Historia Oficial”
Sufrir para creer, no ver para creer, ése es el estigma de la sociedad argentina.

“En el país de Nomeacuerdo, doy 3 pasitos y me pierdo.
Un pasito para aquí, no recuerdo si lo di.
Un pasito para allá.
¡Hay que miedo que me da!
Un pasito para atrás, y no doy ninguno más.
Porque ya, ya me olvidé, donde puse el otro pie”



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