Jagten

“Se ind i mine øjne”
(Mírame a los ojos)

Decía el cineasta sueco, Ingmar Bergman que “ningún arte traspasa nuestra consciencia, de la misma forma que lo hace el cine, tocando directamente nuestras emociones, profundizando en los oscuros habitáculos de nuestras almas”
“¡El lobo!
¡Qué viene el lobo!”
Se dice que los niños nunca mienten…
Cuántas veces habrán utilizado ellos, la excusa de que:
“Les duele la cabeza, o la barriga” para librarse de ir al colegio.
Cuántas veces habrán imaginado historias, en las que “cabalgan a lomos de ponis rosas, sobrevolando el arcoíris”
Cuántas veces “habrán negado, haber realizado una mala acción, para no acarrear con las consecuencias”
Ante estos casos, los mayores hacemos oídos sordos, ya que al fin y al cabo, son cosas de niños.
Ahora bien, si las palabras que salen de la inocente boca de un niño, sirven para formular graves acusaciones hacia un adulto, las tomamos como irrefutables, y verdaderas, y la consecuencia, es la estigmatización automática y sistemática del acusado.
Porque en una sociedad, afortunadamente concienciada del drama que supone la pederastia, pero a su vez, tan proclive al linchamiento público, y a la búsqueda de cabecillas de turco, los niños siempre dicen la verdad, como si “Pedro el del cuento” nunca hubiese mentido, al avisar de que venía el lobo...
En Dinamarca, existe un dicho que dice que “solo los niños y los borrachos, dicen siempre la verdad”
¡Eso es mentira!
Cuántas veces no hemos gritado, y gritaremos:
“¡Culpable!”
“Bunch af svin!
Bunch af forpulede svin!”
(¡Manojo de hijos de puta!
¡Manojo de putos bastardos!)
Jagten es una película dramática danesa, del año 2012, dirigida por Thomas Vinterberg.
Protagonizada por Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Annika Wedderkopp, Alexandra Rapaport, Anne Louise Hassing, Lars Ranthe, Lasse Fogelstrøm, Susse Wold, Ole Dupont, Sebastian Bull Sarning, entre otros.
El guión es de Thomas Vinterberg y Tobias Lindholm; el cual está muy bien estructurado, y que sigue una clara línea narrativa, que avanza progresivamente, no sobre la investigación policial de la acusación, ya que no es el enfoque de Vinterberg, sino sobre la repercusión social, que algo así tiene sobre la persona acusada, en este caso, un respetado profesor amigo de todos, y enemigo de nadie. ”No cuestionamos el hecho que existen demasiados niños que son víctimas de la pedofilia.
El protagonista es un adulto inocente, víctima de una “caza de brujas”
Esta es la situación que hemos querido explicar” dijo el realizador.
Jagten, que se traduce en español como “Caza”, se sitúa en el microcosmos de un pueblo, donde la información circula muy rápidamente, como un virus.
Gracias a Internet, el mundo se ha convertido en un pequeño pueblo, donde los rumores se propagan a toda velocidad.
Pero lo más importante de Jagten, es el amor entre los personajes; quienes intentan acercarse a pesar de los malentendidos.
Jagten es un drama rural, en el que partiendo de la “hitchcockiana” premisa del “falso culpable” con implicaciones pedófilas en este caso, orquesta una gélida y, por momentos, intensa fábula, con la que trata de exponer, mediante una erupción de paranoia colectiva, algunos de los peligros que conlleva la difusión de rumores infundados.
Jagten deja en evidencia de lo vulnerables, y lo poco preparados que estamos, ante un caso de abuso a un menor, mucho más, si no tenemos la certeza de que el verdugo sea culpable, ya que es una mancha, que jamás podríamos borrar de su vida.
Jagten, que estuvo nominada al Oscar como mejor película extranjera; hizo que Vinterberg, junto a otros colegas daneses, se preocuparan por escarbar en las miserias de una raza humana que se cree civilizada, y adelantada a su tiempo, proponiendo un drama crudo, directo, frío e incómodo, según la postura de cada uno.
Jagten sigue a Lucas (Mads Mikkelsen) quien tiene 42 años, es atractivo y divorciado maestro, en un pequeñísimo pueblito en Dinamarca, donde se conocen todos.
Lucas acaba de ser abandonado por su esposa, quien se llevó a su hijo Marcus (Lasse Fogelstrøm), y no se sabe por qué…
Un día, lleva y trae a la hija de 5 años de su mejor amigo, Theo (Thomas Bo Larsen), llamada Klara (Annika Wedderkopp), hasta la guardería infantil donde él trabaja.
Allí está en contacto permanente con niños muy pequeños.
Un día, esta niña, Klara, lo acusa de haber abusado sexualmente de ella.
De una mentira o confusión “insignificante”, se extiende como un virus invisible, sembrando el estupor y la desconfianza, en una pequeña población.
La situación llega a ser tan terrible, que Lucas se ve obligado a luchar por salvar su vida, y su dignidad.
Así se nos presenta la trama de noviembre a diciembre, donde resonarán en nuestra memoria, las palabras iniciales de Theo a Lucas:
“Se nota cuando estás mintiendo, haces una cosa rara con el ojo, ¿sabes?
Es una especie de tic nervioso”
Y las palabras finales:
“Conozco a mi niña, no miente, nunca lo ha hecho.
¿Por qué iba a hacerlo ahora?”
De diciembre en adelante, nos veremos enfrentados al sufrimiento manipulado, de una víctima de abusos sexuales, de la hija de Theo; y al sufrimiento real, de la víctima del rechazo social, del hijo de Lucas, Marcus.
Dicen que el tiempo todo lo cura, pero:
¿Cuándo se trata de sanar una comunidad entera?
¿Qué podemos hacer, cuando planea la constante sombra de la sospecha?
Al fin y al cabo, nuestras retinas parecen más acostumbradas a la barbarie, y cada día, a todas horas, corroboramos que el mundo está lleno de maldad, y que estamos obligados a ponernos del lado de los más débiles.
Un año más tarde, y de vuelta a la naturaleza, entenderemos el doble sentido del título de Jagten:
“La caza”
Y recordaremos inevitablemente, aquella máxima latina:
“Homo homini lupus” o “el hombre es un lobo para el hombre”
Porque la gente, siempre da por sentado, que los niños dicen la verdad, y por desgracia, muy a menudo, la dicen.
Así las cosas, Jagten muestra las consecuencias de esta acusación para Lucas, Klara, para el padre de Klara, y la reacción de todos los pobladores.
Nadie escucha a Klara, como tampoco se muestra la investigación del caso, ni médicos, ni psicólogos, ni jueces, tal vez porque ese no es el objetivo del director, sino ponernos en los zapatos de un victimario inocente.
La pregunta que guía Jagten es:
¿Qué se hace ante una denuncia de abuso sexual infantil?
En Jagten, podemos apreciar lo verosímil que es la historia, de principio a fin, y es fácil trasladarlo a otros entornos menos específicos, e incluso, a otras mentiras menos controvertidas.
Esto trata de lo que es correcto, de la fuerza de la masa, frente a un individuo que se ve superado ante una injusticia, y no tiene forma de defenderse.
En resumen, trata del poder de la mentira, y su alcance.
La intención del director es, que el espectador dude en todo momento, y tome su propia conclusión, atendiendo a su juicio.
“Hele byen lytter”
(Todo el pueblo está escuchando)
Jagten estremece en sus primeros planos, y deja sin aliento en los últimos.
Una mentira puede destruir a un inocente, y así sucede, desde el momento en que Lucas es acusado de haber abusado sexualmente, de varios niños de la escuela en que trabaja.
De la noche a la mañana, su mundo se desmorona, cuando se le impide ver a un hijo, cuya custodia perdió tras el divorcio, cuando sus amigos le dan la espalda, y comienzan a evitarle, cuando sufre en el pueblo, un verdadero escrache, que llega a una crueldad extrema.
El espectador conoce en todo momento su inocencia, y también entiende los motivos que llevaron a la pequeña Klara, hija de su mejor amigo, a decir esa mentira, que se propagó como la pólvora, y que enturbiaría para siempre, el ambiente del lugar.
Resulta fácil ver la inocencia de esa pequeña, que solo busca la seguridad y el cariño que no encuentra en casa, y que repite lo que oye, y también, el desconcierto y desesperación de ese inocente culpable, al que nadie da crédito, y que sufre la soledad en silencio.
Más difícil es comprender a esos adultos, que son reflejo de una sociedad, patológicamente hipersensibilizada, en la que un gesto de cariño y atención a un niño, es visto con malicia, en la que se presume el principio de culpabilidad, ante la mínima sospecha o calumnia esparcida a los 4 vientos.
Porque una vez lanzada la piedra, la herida ya está hecha.
Llama nuestra atención, como espectadores, la belleza brutal de esos bosques otoñales daneses, plagados de silencios, en los que irrumpirá de pronto la violencia, a modo de ese cuento de “Pedro y El Lobo”
Esa fotografía, aunque bella, es inquietante, y el hecho de que muestre constantemente los bosques aledaños, y las casas y lugares comunes de la comunidad, hace que uno sienta que estamos en un lugar siniestro, por decirlo de alguna forma.
Aunque hay secuencias ancladas en La Navidad, donde ese espíritu festivo, choca con la tristeza de lo narrado, no hay lugar para el perdón, no estamos ante un film “capriano” ni optimista, sino ante un triste, paranoico, y desasosegante relato sobre la amistad, la convivencia, y la venganza.
No hay duda que en Jagten, hay trampa narrativa, pues el espectador sabe la verdad, y lo observa todo desde fuera, y también encontramos giros dramáticos, encaminados a la empatía emocional con su protagonista, como la muerte de Fanny, el perro.
En ese alejamiento y aproximación a lo que se nos cuenta, radica el éxito de Jagten.
El director, juega con la ambigüedad durante la mayor parte del metraje.
La propia composición del actor protagonista, te lleva a dudar si, realmente es o no culpable, su escasa disposición a defenderse, que puede ser por su carácter pusilánime, pero también da pie a que el espectador imagine que, si bien no abusó de Klara, puede que lo hiciera con otros niños…
Luego, está esa escena, hacia el final, con el padre entrando en la habitación de la hija, en penumbras, que aún retuerce más las posibilidades de que sea el padre el abusador y se haga llamar Lucas…
Y es que, cuando Lucas la lleva al jardín de niños, porque sus padres estaban peleando…
Se desconoce por qué peleaban…
¿Alguna sospecha de la madre, o por el alcoholismo del padre?
No se sabe…
Aparte, ese silencio incomodo, cuando Lucas le pregunta a Klara, si se encontraba bien, y ella no responde…
Ahí hay gato encerrado.
Y con un final, con mucha simbología:
“La del cazador cazado”
La que compara al inofensivo animal, víctima de un deporte que no conoce la piedad; con el hombre inocente, víctima de la ira de otros hombres; o la que nos anuncia que, de las calumnias, aunque se haya demostrado que lo eran, siempre queda algún rescoldo que nunca se apaga.
Y la comunidad, en especial los hombres, salen de caza tras lo más indefenso, Lucas.
Creo que el disparo del final, es una metáfora:
La presa ahora es Lucas, la caza la hace el resto de la comunidad.
Por lo que ocurre dentro de la caza, me da la impresión de que es el hermano de Klara, pero ni yo, ni el protagonista, podemos saberlo, porque no llega a vérsele la cara.
El disparo, pudo provenir de cualquiera, incluso de su propio hijo.
Fíjense que antes, se menciona la mala puntería que tenía su abuelo, además, era un tirador inexperto…
Quien podría haberse dado cuenta de la verdad, creo que estamos dejando escapar un detalle muy importante, y es el sótano.
Así pues, ese disparo final, es un aviso.
De hecho, el francotirador se queda viéndolo; si hubiera fallado, habría intentado otro tiro; ese quedarse mirando, es un diálogo en sí mismo:
“Te seguimos vigilando.
El juez no te encontró culpable, pero nosotros sí, pedófilo hijo de puta”
¿Y si fue Marcus quien disparó?
Porque si llega a ser su hijo, se da vuelta toda la trama…
Y tratándose de una cinta que juega con el realismo, no me parece verosímil la rapidez con que todos dan credibilidad a la niña, sin ninguna fisura, a sabiendas de que ello hunde en la miseria a Lucas, un miembro integrado de su comunidad.
A lo largo de la trama, Vinterberg hace reiterados llamamientos a la conciencia de sus personajes, y alienta sus remordimientos, ante la injusticia que se está cometiendo, hasta el clímax alcanzado en la iglesia, en Nochebuena, con una tensión que corta la respiración, y una crítica a la hipocresía puritana de la comunidad, pero no todos responden de la misma manera, porque la lucha entre la verdad y la libertad, no siempre se decanta hacia el mismo lado.
Y llama poderosamente, también la atención, las actuaciones contenidas de Lucas, encarnando esa “presunción de culpabilidad”, y la de Klara, encarnando esa “presunción de inocencia”
No por casualidad, Vinterberg nos indica, a través del comportamiento de la niña, que evita pisar las líneas del suelo al andar, y cuenta los barrotes de la terraza de su casa, que podría padecer un Trastorno Obsesivo-Compulsivo, además que es muy olvidadiza, pues se olvida del camino de regreso a su casa.
Cabe preguntarse:
¿Al final, cómo llegó a donde estaba parada... si no puede pisar el suelo por las rayas... alguien la llevo al sótano que se muestra atrás... y Lucas no pregunta, cómo llego ahí?
Curiosamente:
¿Dónde hemos visto un sótano, anteriormente?
Tampoco descartaría, que el que abusa de la niña, fuera el padrino del Marcus, ya que en una escena se ve como hay un montón de niños en su casa jugando, y además, tiene sótano, como se ve en la última escena...
Como fuera el caso, ello explicaría, al menos en parte, que tras un hecho frustrado, como el rechazo por parte de Lucas de la nota “amorosa” que Klara le entrega, ésta, decepcionada, dijese a la directora del parvulario, llamada Grethe (Susse Wold), haberle visto los genitales a su profesor.
Lo que ocurre tras, tan comprometida revelación, dista mucho de resultar creíble...
Puesto que sin pruebas sólidas y concluyentes, cuesta creer que se “condene” de antemano, a un hombre que siempre ha demostrado mantener una conducta intachable.
Como actor, conocido por sus gélidos y violentos personajes, Mads Mikkelsen impresiona aquí, como un hombre de buen corazón, que se encuentra atrapado en una situación, más allá de su control.
Desde su conmovedora interpretación, y el potente efectismo dramático de la puesta en escena, se consigue que fijemos nuestra atención, más en la inocencia del adulto, que en la de la niña, y más aún, en la negrura del corazón de unos vecinos, en un delito que nunca existió.
Por todo ello, Jagten estremece desde sus primeros planos, y deja sin aliento en los últimos, para hacernos ver la fragilidad de la vida, y la facilidad para hundir a alguien en la nada, así como una ligereza y locura colectiva, que no repara en el daño causado, cuando se duda de alguien, y se le ataca.
Por eso, duele el linchamiento moral y físico al que someten a Lucas, pero más aún, la ceguera de unos individuos que, ni se conocen a ellos mismos, ni conocen a sus niños.
Solo nos queda esperar que, para entrar en la edad adulta, no sea necesario recibir un rifle de regalo, como el hijo de Lucas, porque entonces, habrá que preocuparse y prepararse para vivir entre la crueldad y la inocencia.
Los pensamientos de la gente, ya han sido contaminados, el virus se extiende, y no hay cura posible.
El director, creo que insinúa que la niña puede sufrir abusos del hermano, y el amigo de éste.
Nótese que el hermano de Klara, y su amigo, al principio, se quiere mostrar al espectador, el daño que puede hacer a una niña, que no está preparada para ver imágenes sexualmente explicitas.
Varias escenas nos muestran al hermano, de una forma negativa; el hermano es el verdadero culpable de corromper la inocencia de Klara.
Y por tanto, quien disparó al final, podría ser él, tal vez porque piense que Lucas sospecha, y de hecho, fue quien ahorcó a Fanny, pues la perra solo se acercaba a conocidos…
Lo que es curioso, es que el padre de Klara, podía saber cuándo Lucas mentía, porque decía que le guiñaba un ojo al mentir, como se ve en una escena del principio; es por eso que el padre, en todo momento, sabe que Lucas no es culpable, de ahí su pasividad, que no acababa de entender.
La actuación de la niña es magistral, es una mini-me de “Femme Fatale”
Besa en la boca a Lucas, obviamente él, de una manera suave pero contundente, le llama la atención, y su reacción es la de una veterana mujer celosa, puesto que se siente rechazada, y de forma convincente, dice que lo odia, que es feo, y ha visto su pene apuntando hacia arriba… y aquí inicia el calvario...
La pequeña e inocente Klara, no habría empezado “la bola de nieve” porque no habría visto cosas que no debía ver, ni habría oído cosas que no debía oír, ni se habría formado una confusa película en su cabeza, que tenía que estallar por algún lado.
Y en quién iba a proyectar todo eso, si no era en su querido maestro, la figura por la que ella siente ese “enamoramiento” infantil e idealizado, que muchos pequeños sienten.
Y de esa manera, de una infantil desilusión momentánea, surgirá la calumnia que no es más que un pequeño desahogo, una secreta venganza, porque el ídolo no ha actuado como la niña quería, pero en oídos adultos, esa pataleta tomará unas proporciones desorbitadas, surgirá el monstruo de la duda, de la acusación, y la reacción enfurruñada de una niña, aún demasiado pequeña para medir todas las consecuencias de un enfado, que se le habrá pasado a los 5 minutos; puede destrozar a otro ser humano.
Y la actuación de Lasse Fogelstrøm, como el hijo Marcus es soberbia, que adolescente más... no tengo palabras.
Grande el momento del supermercado, grande la dolorosa venganza que se cobran los vecinos, grande Marcus, grande hasta su mejor amigo, Theo, el padre “más” afectado.
Y ese epílogo, que no se entiende, pues sucede un año después, en donde todos parecen tan amigos.
¿Qué ha pasado antes?
¿Se ha aclarado todo?
¿Ha recuperado Lucas su trabajo en la escuela?
¿Le han pedido perdón, por todo lo que le han hecho?
Fatal me resultó la entrevista entre la niña y el supuesto “psicólogo” con perlas como:
“¿Te enseñó el pito?”
“¿Se lo tocaste?”
“¿Salió algo blanco?”
Si a un niño no le das información de más, nunca va a poder inventarse algo que no ha visto jamás, sin embargo, si haces preguntas cerradas, la historia resultante puede ser tan depravada, como le ha dado por imaginar al entrevistador.
Y en la acera de enfrente, Lucas:
¿Qué clase de persona es acusada de abusos sexuales, y se queda tan tranquilo, sin contratar a un abogado, ni defenderse de ninguna manera?
¿Qué clase de persona recibe una paliza en un supermercado, le apedrean la casa, o le matan a su perro, y no lo denuncia?
Parece que el bueno de Lucas, no tiene sangre en las venas...
No cabe la menor duda de que Jagten, en manos de más de otro director, hubiera destilado sensacionalismo y populismo, en cada uno de sus fotogramas.
Lamentablemente, sociedades como la danesa, están muy por delante de la nuestra, en cuanto al tratamiento de problemáticas sociales, y el cine es una buena muestra de ello.
Tan civilizados, tan correctos, y a veces, tan lejos de lo humano.
En nuestro país, el protagonista hubiera sido probablemente culpable, y la afición al linchamiento público del pueblo, hubiera encontrado una canalización inmejorable, en la pluma del hipotético guionista de turno.
Pero los países nórdicos, son mucho más prácticos y eficientes que los latinos, a la hora de afrontar problemas, o ejercer la autocrítica, respecto a la no resolución de los mismos.
Hemos construido una sociedad en la que, un rumor, adquiere instantáneamente el valor de noticia contrastada; una sociedad en la que no nos molestamos en averiguar la verdad, si el suceso inventado es, lo suficientemente atractivo, como para monopolizar conversaciones de bar, incrementar la venta de ejemplares de prensa, o contaminar el silencio, con manipuladas tertulias de radio; una sociedad que confunde realidad y ficción, y es capaz de aplicar de forma ilegítima, los sabios consejos cinematográficos de John Ford:
“Entre la realidad y la leyenda, en este caso, el rumor, imprime la leyenda”
Thomas Vinterberg, es consciente de que las relaciones entre niños y adultos no viven su mejor momento, y realiza una película que invita al replanteamiento de determinadas cuestiones:
Es necesario perseguir delitos tan monstruosos, como la pederastia, pero hay que hacerlo desde el sentido común y la justicia.
Hemos llegado a un punto, en que se empieza a ver con malos ojos, el contacto físico entre niños y adultos, algo inherente a la naturaleza humana; en que la verdad pierde interés, en favor del rumor, si no es lo suficientemente llamativa.
El director danés expone esta preocupación, en una de las secuencias más estremecedoras de los últimos tiempos:
Un adulto y un niño se abrazan; jamás algo tan natural, debería ser observado como un momento de alta tensión.
“Hvad siger du?
Har du noget at sige mig?”
(¿Qué estás diciendo?
¿Tienes algo que decirme?)
Recuerden que en Salem, Nueva Inglaterra, no hace mucho, a finales del siglo XVII, se registró un episodio de histerismo colectivo, en el que decenas de personas fueron enviadas a la hoguera, por el simple hecho de ser acusadas por unas niñas del poblado, que decían que habían visto a dichas personas, “pactando con el diablo” y cometiendo actos impuros.
Los hechos causaron un gran revuelo, y la “Justicia” no tardó en aparecer.
Hubo gente que fue enviada a la hoguera, por el simple hecho de no saber recitar El Padre Nuestro en inglés, lógico, cuando la acusada era gaélica en origen, y porque toda la represión que aquella puritana sociedad había contenido, se había desembocado en unos personas, que no eran más que el cabeza de turco de una sociedad que vivía totalmente reprimida por el miedo.
El éxito de las niñas fue tan desmesurado, que visitaron otros poblados, ejerciendo sus poderes como “descubre-brujas”, donde enviaron a más inocentes al cadalso.
En literatura, la escena IV del acto I de “Hamlet”, El Príncipe de Dinamarca, cuando Horacio y Marcelo están siguiendo a La Sombra, éste último pronuncia la célebre réplica:
“Algo huele a podrido en Dinamarca”
Shakespeare ya lo había presentido, y 4 siglos después, Thomas Vinterberg lo confirma en Jagten.
Nuestra sociedad está enferma.
Ver hechos como los de La Maratón de Boston, atentados en nombre de la religión, los casos de pederastia de la iglesia católica, los numerosos casos de violencia doméstica... y todo por TV, desde la comodidad del hogar, creando violencia generacional.
Acciones oscuras y sin sentido, donde la psique humana coge caminos vergonzosos, y que por momentos, llegan a hacernos perder la esperanza en nuestra misma gente, a ser negativos, desconfiados, mirar a nuestro vecino por encima del hombro; dedicarle una sonrisa, para luego cuchichear en la seguridad del hogar, que secretos esconderá...
El afán de la no verificación, y esparcir “verdades” inventadas, es muy humano.
Por lo que Jagten es un llamado de atención brutal, para corregir la facilidad en que a veces entramos en delirios de persecución, solo por tener interiorizados algunos preceptos inamovibles… y la historia lo dice.
De cómo la mentira repetida sin cesar, se hace creíble, e impera la miseria humana.
Lo importante en este caso, son los acontecimientos que suceden a una falsa acusación, que nace de un maldito berrinche de una niña decepcionada de sí misma, por no ser suficiente.
Eso es lo que más da rabia, que un berrinche, escale en el atroz desprecio del cual Lucas es víctima.
Pero la situación completa es delicada.
¿En estos casos, los niños siempre dicen la verdad?
La respuesta generalizada, es que los niños nunca mienten, al menos cuando no se dan cuenta de los beneficios que una mentira puede tener, pero nunca me he creído ese cuento, de que los niños son todos “santos”
Pero claro, yo no soy padre, y ellos obviamente, tienen que proteger a sus hijos de los males del mundo.
¿Qué hay del acusado?
¿Vale la pena esperar a que se demuestre su culpabilidad?
¿O comenzamos de inmediato, con la violencia demencial? Lamentablemente, no se puede confiar en aquellos que perdieron la confianza en ti.
La confianza es algo que, cuando se pierde, no se vuelve a recuperar.
Aquella llamada “confianza restaurada” no es más que una vil mentira, que disfraza los juicios que los otros cobardemente esconden en sus patéticas palabras falsas.
Lamentablemente, el pasado nunca dejará de perseguirte, y el largo camino por el cual se intenta dejar algo, inevitablemente presente, es una cacería de la cual es muy difícil escapar del todo.

 ”Verden er fuld af ondskab, men hvis vi holder fast i hinanden, det går væk”
(El mundo está lleno del mal, pero si nos aferramos, el uno al otro, se va.)



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