Agnes of God

“Nobody is interested in sending a nun to prison”

Como buen espejo de la naturaleza humana, el cine ha dedicado un buen número de películas, a explorar los entresijos de la fe religiosa:
La idea del “milagro”, La Pasión de Cristo, Los Mandamientos, el papel de la iglesia… todos estos, han sido temas recurrentes del Séptimo Arte.
Sin embargo, al mismo tiempo que “la fe mueve montañas” no es menos cierto que la fe puede generar dudas…
Sus enigmas son numerosos, y su fuerza surge de un lugar tan frágil, como la voluntad humana.
Existen muchas criaturas en el mundo, a las cuales se les puede inducir un nacimiento “virgen”, y otras que lo generan naturalmente.
El único caso humano conocido de partenogénesis, que es una forma de reproducción, basada en el desarrollo de células sexuales femeninas no fecundadas, que se da con cierta frecuencia en:
Platelmintos, rotíferos, tardígrados, crustáceos, insectos, anfibios, y reptiles, más raramente en algunos peces, y excepcionalmente, en aves; se dio en 1944, cuando una joven embarazada de una niña, aseguraba que era virgen.
En esa oportunidad, nadie le creyó, pero años después, analizaron a la madre y a la hija, y descubrieron que tenían más características genéticas de hermanas gemelas, o sea, que la madre dio a luz a su hermana tiempo después, de cualquier forma, el caso es extraño.
¿Pero qué pasa con una “Inmaculada Concepción”, o alguien aprovechándose de una joven monja?
¿Están sus acciones prendadas de locura, o de un poder divino?
“What unspeakable crime took place behind the third floor window?
Only Agnes knows”
Agnes of God es una película de suspense, del año 1985, dirigida por Norman Jewison.
Protagonizada por Jane Fonda, Anne Bancroft, Meg Tilly, Anne Pitoniak, Winston Rekert, Gratien Gélinas, Guy Hoffman, Gabriel Arcand, entre otros.
El guión es de John Pielmeier, y está basado en su pieza teatral homónima, escrita en 1979, y estrenada en Broadway, en 1982.
El título “Agnes of God”, es un juego de palabras con la frase latina “Agnus Dei” que significa “Cordero de Dios”
Agnes of God entremezcla drama, suspense, y crítica social, pero todo ello bajo un halo de misterio sobrenatural.
La obra, ha gozado de un renacimiento entre los grupos de mujeres no católicas, que creen que examina importantes cuestiones morales y espirituales, que las mujeres deben enfrentar.
Agnes of God obtuvo 3 candidaturas al Oscar:
Mejor actriz principal (Anne Bancroft), actriz de reparto (Meg Tilly), y banda sonora.
Fue rodada en las ciudades canadienses de Montreal, Rockwood, y Toronto.
En un convento católico romano, cercano a Montreal, pare la hermana Agnes (Meg Tilly), que afirma haber sido visitada por Dios, y que después quedó embarazada, y el niño muere.
La psiquiatra doctora, Martha Livingston (Jane Fonda), acude al convento para conocer de cerca los hechos, y ayudar a la monja.
Al mismo tiempo, conocerá otros aspectos extraños de la vida dentro de ese convento:
Milagros, divinas concepciones, una por momentos muy hostigadora beatería, inundan a la psiquiatra, que termina poniendo a prueba su propia fe y principios, además de una muy fuerte autoridad religiosas en el convento, y una joven y atormentada monja.
Desde lo religioso, lo que Agnes of God plantea, es el hecho de encontrar a alguien que pueda sufrir como un mártir, como un santo de la antigüedad, o como el mismísimo Jesucristo... alguien puro, en pleno Siglo XX, que pueda purgar los pecados de la humanidad.
Desde lo científico, el tema es la llamada “neurosis de conversión”, es decir, la clase peculiar de psicosis, que se traduce en una psicomatización, en este caso, los estigmas, y “el nacimiento virginal”; y Agnes of God lo hace con honestidad y hondura, sin rehuir su carácter de fenómeno, perfectamente estudiado por la ciencia, en este caso la psiquiatría, al revés de otros filmes que explotan el temor supersticioso hacia los fenómenos de la neurosis de conversión para asustar.
“Agnes, how do you feel about babies?”
Norman Jewison, es un director atrevido, y en ocasiones polémico.
Esto se debe en gran parte, a la fuerte carga política que ha incluido en su brillante carrera como cineasta.
Pero en está ocasión, toca una temática arriesgada:
La Religión Católica.
Cuestionar la fe de las personas, y como deben llevar sus vidas, alrededor de sus creencias, es un tema interesante, pero también controvertido.
Es complicado hablar de una película, donde fe y escepticismo combaten duramente por aclarar un crimen inesperado, en un lugar inadecuado.
Lo que no acaba de quedar todo claro, al 100%, pues la idea es sacar sus propias conclusiones, y de los que deja una especie de halo místico y extraño... que te dejan dando vueltas a la cabeza, y queriendo ver de nuevo la película.
La obra de teatro, contiene mucho más diálogo que la película, y se basa únicamente en los 3 personajes principales:
Martha, la psiquiatra; La Madre Superiora; y Agnes, la novicia.
No hay otros personajes en escena.
Las 3 actuaciones, se consideran exigentes para las actrices que las interpretan:
Martha, cubre toda la gama de emociones durante la obra, desde que nutre a la protagonista, desde la psiquiatría, y como atea/curandera en la búsqueda de la verdad.
Ella está siempre en el escenario, y tiene sólo 3 pequeños monólogos o diálogos; mientras Agnes y La Madre Superiora, muestran en “flashbacks” los eventos del convento.
La Madre Superiora, debe exponer las posibilidades de milagros, sin dejar de reconocer las realidades del mundo de hoy.
Agnes, es un alma hermosa, pero atormentada, cuya infancia de abusos, ha afectado su capacidad de pensar racionalmente.
La historia de la película, comienza cuando se encuentran a monja ensangrentada, junto a su bebé muerto, en el propio convento donde reside.
La noticia se esparce como el humo, y la prensa sensacionalista se frota las manos con el homicidio.
Una periodista de investigación, es enviada al lugar de los hechos, para aclarar el crimen, y por qué sucedió.
Al final, en una sesión hipnótica, los estigmas en las manos de Agnes aparecen delante de Miriam y Livingston, mientras afirma que devolvió el hijo a Dios…
Acepta que mató al vástago, pero es declarada inocente en un juicio, por demente, y se la llevan a un sanatorio, mientras la psiquiatra se queda, siempre escéptica de lo que sucedió.
En Agnes, se encarna toda la confrontación, la duda, la interrogante, una niña casi, ajena al mundo exterior, supuestamente “poseída” por Dios, llega incluso a acusar a su creador, de ser el causante, lo odia, afirma; y lo hace debajo del crucifijo, en lo que puede ser la imagen más atractiva, por el simbolismo.
Lo más interesante, la disyuntiva tiene su punto álgido en la propia religiosa.
Con dosis de sobrehumana actividad, los estigmas, el dilema que jamás es esclarecido, de cómo es que se embarazó Agnes, Agnes of God está repleta de tibias tentativas de milagros, divinas concepciones, y termina finalmente ahogándose en su propio y dilatado intento de misterio, o intriga, tan fracasado e infructífero, como la investigación casi policiaca de la doctora, que nunca llega a ningún lado, pues es un desesperante y desquiciante caso, en el que nadie es capaz de responder sencillamente:
¿Quién la embarazó?
El inconveniente de Agnes of God, es como puedes tomarte su argumento:
Si eres creyente, agnóstico, escéptico, o simplemente la ves como lo que es y nada más, todo ello dependerá para la conclusión que finalmente puedas obtener.
En mi caso, quede invadido por las dudas, el misterio sobrenatural que nunca se manifiesta.
Por eso mismo, todo es cuestión de ideología, y será tan fácil como aceptar o no los acontecimientos que vivirá Agnes.
Agnes padece estigmas; además, ve o escucha a su fallecida madre, pero eso no es todo...
Siente que Dios Mismo le ha violado, quizás indirectamente…
Para la psicología, debe ser un caso de locura, si es que ha sido real...
Agnes of God es también una impresionante crítica hacia La Iglesia Católica:
La forma cuestionable, en que tratan a sus monjas, y cómo la institución religiosa se lava las manos de la situación, prefiriendo que se condene a la desdichada, y siempre, siempre ocultando la verdad, temerosa de lo mediático, de la luz de la publicidad sensacionalista, todo experimentado desde la perspectiva científica, y atizado por el dedo inquisidor del pragmatismo.
Los personajes no son mostrados como los villanos, ni como un nido de conspiradores, tratando de encubrir la verdad; sino como una organización con intereses creados, que utiliza los canales habituales para maquillar los problemas con mano moral, léase:
Conversaciones de pasillo con funcionarios judiciales, y cosas así.
O sea, se los muestra como una entidad bien terrenal y asentada, ni la más honesta, ni tampoco particularmente malvada.
Una visión realista, que se llama.
Así mismo, el espectador debe llegar a develar el mensaje oculto, va a seguir con atención la investigación de la doctora, en la búsqueda de la verdad perdida en el alma de la novicia, entre los fantasmas de la fe, el miedo, y las ilusiones de la mente.
El mensaje de Dios, y su comunicación con los humanos, es un tema que se entremezcla continuamente en los diálogos.
Un poco molestamente para la razón, obtiene finalmente su lugar, aunque siga siendo ambiguo y misterioso.
El choque de ideas, entre el conservadurismo católico, representado por La Madre Superiora, Miriam Ruth; y el realismo y la lógica de la búsqueda de la verdad, representado por Martha Livingston; es un enfrentamiento verbal, que goza de unos diálogos sublimes.
Se habla mucho del duelo interpretativo entre esos 2 grandes pesos pesados, como Jane Fonda y Anne Bancroft.
Y es así, pero sin duda, Meg Tilly, realiza la mejor interpretación de todo el reparto.
Ella es quien da vida a la monja “inmaculada”, y todo gira alrededor de ella.
La forma en que interpreta su papel es sublime, es capaz de hacer que captes sus emociones, de forma que lo vives en tu propia carne.
En cualquier caso, Jane Fonda y Anne Bancroft, también hacen un excelente trabajo, y resulta emocionante verlas actuar, por la enorme química que desprenden juntas.
El personaje de Jane Fonda, chirría un poco, porque es escéptica y atea, sus emociones son falsarias, que rozan el histerismo.
No gusta la forma que tiene de mirar a los demás por encima del hombro, como si no valieran nada.
Ann Bancroft, creyente y equilibrada, es una monja reprimida y fumadora, y por momentos gótica.
Y Meg Tilly, joven, mística, creyente, pura, inocente y hasta con trastorno mental.
Todas las 3 mujeres, tienen problemas con sus madres:
Las 3 han tenido hijos, en donde Fonda ha abortado, Tilly ha matado al suyo, y los de Anne Bancroft, la tienen por muerta.
En general, la controversia de Agnes of God, viene de tratar un tema escabroso que todos hemos oído comentar alguna vez:
Los infanticidios en conventos de monjas, sobre todo en los países regidos por El Reino Unido, en donde un tiempo se dio que toda aquella joven que mantuviera “contacto pecaminoso” o estuviera en cinta, sin estar casada, era recluida en conventos, para dar su hijo en adopción, y vivir en la pobreza como expiación de su pecado…
Desde una postura laica, Norman Jewison nos plantea una película inquietante, donde todo puede ser posible:
La santidad y la locura, el asesinato y el amor por la vida, el milagro, o la impostura...
Todo puede ser posible.
Y lo que más aterra:
Lo de aquel asesinato por obra y gracia de la fe... o del éxtasis.
¿Locura, santidad, histeria?
Los puntos están tan cerca, unos de otros, que se tocan, y uno se queda apabullado; con la sensación de haber sido timado con una buena película sin armaduras religiosas.
La premisa, y la tensión dramática, giran en torno a algo que, a pesar de estar disfrazado de encuesta psiquiátrica, es en realidad, una verdadera investigación policial.
Sin embargo, el suspenso no sale a partir de un baile de sospechosos, ni hay malos malosos, tratando de eliminar a los testigos a punta de pistola, ni nada por el estilo, y bien mirado, ni siquiera hay un misterio demasiado grande, sino que la tensión se resuelve a partir de la peculiar condición psiquiátrica de Agnes, en cuyo interior, se encuentran en realidad, las respuestas a lo que ocurrió verdaderamente la noche de infanticidio, aunque tamizado por su peculiar psicosis.
Dicho en cristiano:
Agnes of God es una película policial, que consigue tensionar sin utilizar ninguno de los tópicos y clichés clásicos del cine policial.
Todo un logro.
Una parte esencial de Agnes of God, reside en la ambientación del convento:
Hay que entender el tipo de film que se está presenciando, una de esas películas que no es de terror, pero que si se uno se da cuenta, posee un horror mucho más macabro que cualquier otra película de género.
Pero también, la escalofriante y conmovedora banda sonora.
Agnes of God, fue la 2ª película de claros matices religiosos, para la que trabajó Georges Delerue.
Trata el tema de la religión, y por tanto de la fe, desde puntos de vista bastante comprometidos.
El “score” fue concebido por Delerue, bajo el mismo prisma, y teniendo como principal objetivo, el otorgar ese halo de misticismo necesario que requiere todas estas películas de temas religiosos.
El comienzo de Agnes of God, no puede ser más brillante:
Una amplia masa coral, nos invita a sumergirnos en el mundo de la religión, y en el del convento en el que se desarrolla la historia.
Tras este preludio, de apenas 2 minutos de duración, aparece al tema principal, utilizado también para cerrar el disco:
Una hermosa melodía, de clara estética “delerueiana”, que constituye uno de los momentos cumbres de su obra.
Flauta, cuerdas compensadas con el arpa, y los coros, aquí mucho más contenidos que en el tema anterior, son los elementos utilizados para presentar un tema, cuyas notas parecen que flotan al mismo tiempo que fluyen con toda naturalidad.
El resto del “score” se desarrolla bajo estos mismos parámetros, teniendo siempre como base los coros, y como recurso el tema central, siempre presente en toda la partitura.
Agnes of God sería su 4ª y última nominación al Premio Oscar, tras haberlo ganado en 1979 con “A Little Romance”; y 7 años después nos dejaría, sin embargo, su música sigue viva...
“I feel as if I've eaten glass”
Unos años antes de que la obra “Agnes of God” fuera escrita, un incidente similar, ocurrió en un convento en Brighton, New York, a las afueras de los límites de la ciudad de Rochester.
La Hermana, Maureen Murphy, una profesora Montessori de 36 años de edad, se encontró sangrando en su habitación, por las otras hermanas del convento, después de que ella no bajara para las comidas.
La Hermana Maureen, negó haber dado a luz.
Cuando fue examinada por personal médico, ella dijo que no podía recordar haber estado embarazada.
Ella había encubierto el embarazo, con el uso de hábito de la monja tradicional.
El bebé, fue encontrado muerto en su pequeña habitación del convento, en un cesto de basura, asfixiado.
La policía, encontró talones de boletos, y demás información, en la habitación de la monja, que indica que precisamente, 9 meses antes, había viajado fuera del estado, a una conferencia educativa…
Durante el juicio, el padre del bebé nunca fue nombrado…
Nunca se sugirió, que la monja había sido violada por un sacerdote…
En el juicio, La Hermana Maureen renunció a su derecho a un jurado.
El juicio, terminó 10 después, y El Juez encontró a la monja, no culpable de todos los cargos, por razones de demencia, en marzo de 1977.
El convento donde ocurrió el incidente, se encuentra junto a la parroquia suburbana, que aún funciona, y la escuela.
El convento, se utiliza para albergar a los estudiantes de posgrado de la Universidad de Rochester.
La escuela secundaria de la niña, Santa Inés, donde algunas de las monjas enseñaron, está cerrada.
Desde la ciencia, “el trastorno de conversión” es un término que describe lo que anteriormente se llamaba “histeria”, o también llamados “trastornos disociativos”, fue un diagnóstico especialmente popular a fines del siglo XIX.
Se refiere a los síntomas que afectan al comportamiento, y que se asemejan a una enfermedad neurológica, pero que no proceden de ninguna enfermedad física conocida, ni se pueden explicar por ella.
El psicoanálisis define “el trastorno de conversión”, o “histeria de conversión”, como una “forma de histeria, que se caracteriza por el predominio de los síntomas de conversión”
Antes, la gran mayoría de personas diagnosticadas, eran mujeres, y se supone que lo padecieron, por estar más oprimidas y reprimidas que los hombres.
Esta histórica “disparidad sexual”, suele explicarse en términos sociológicos, al igual que la drástica caída del índice del síndrome.
Todavía, de vez en cuando se emplea este término, pero generalmente sin referencia a ningún mecanismo subyacente específico.
En un principio se pensó, que la histeria sólo era una patología femenina, debido a su etimología; pues además, procede de “Hystéra”, palabra griega que significa “útero”
Sigmund Freud, teorizó que “el trastorno de conversión” proviene de una emoción internada de cólera, repugnancia, o conflicto sin resolver.
De principio, se utilizaba la hipnosis, para tratar este trastorno.
Luego fue reemplazado por “El Método de Apremio”, estos 2 no lograban la curación del paciente, solo una descarga de los conflictos acumulados.
Más tarde, comenzó a aplicarse “El Método de Asociación Libre”, que resuelve las dificultades procedentes de este trastorno, al permitir la identificación de las razones claves del conflicto emocional en la persona.
Actualmente, el eje del concepto “trastorno disociativo” se basa en la pérdida en el control de la integración normal, entre ciertos recuerdos del pasado, la conciencia, ciertas sensaciones inmediatas, la propia identidad, y el control de movimientos corporales.
Los estados disociativos, surgen por la repentina emergencia del estado consciente de impulsos destructivos primarios; esos estados se presentan con cierta frecuencia, después de que los pacientes han cometido un acto violento, y llegan a constituir problemas en el juicio.
Así las cosas, la fe no conoce otra ley, que el beneficio de lo que cree verdadero.
Siendo absolutamente sagrado para ella, el objeto que persigue, no tendrá ningún escrúpulo en invocar “falsos” argumentos para su tesis, cuando no consiga nada con los correctos.
Si tal demostración no es sólida, existen tantas otras que lo son...
Si tal prodigio no es real, existen tantos otros que lo han sido...
¿Cuántos han sido los estigmatizados, convulsos, posesos de convento, que han sido arrastrados, por la influencia del mundo en que vivían, y por su propia creencia, a actos fingidos, ya sea por no permanecer por debajo de los demás, ya sea para salvar la causa en peligro?
Todas las grandes cosas, se hacen gracias al pueblo, pero no se conduce al pueblo, si no es prestándose a sus ideas.
Así que aquel que admite la humanidad con sus ilusiones, y trata de actuar sobre ella, y con ella, no debe ser censurado.
Para nosotros, es fácil llamar “mentira” a todo esto, y maltratar a los héroes que han aceptado, en otras condiciones, la lucha de la vida.
Cuando hayamos hecho con nuestros escrúpulos, lo que ellos hicieron con sus mentiras, tendremos derecho a ser severos con ellos.
Al menos es preciso distanciarnos, y distinguir entre nuestras sutilezas preñadas de espíritu crítico, y las ingenuas y crédulas sociedades donde nacieron las creencias que han dominado los siglos.
No hay gran creación que no repose sobre una leyenda.
Y, en semejante caso, la única culpable es la humanidad, que quiere ser engañada.

“I don't know the meaning behind the song she sang.
Perhaps it was a song of seduction, and the father was a field hand.
Perhaps the song was simply a lullaby she remembered from many years ago, and the father was hope, and love, and desire and a belief in miracles.
I want to believe that she was blessed.
And I do miss her.
And I hope she's left something; some little part of herself with me.
That would be miracle enough, wouldn't it?”


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