Nazarín

“¿Para qué sirve un santo, más que para divertir a los chiquillos de las calles?”

Benito María de los Dolores Pérez Galdós, conocido como Benito Pérez Galdós, fue un novelista, dramaturgo, cronista, y político español; se le considera uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX en España, y un narrador capital en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser reconocido por muchos, como “el mayor novelista español, después de Cervantes”
Galdós, transformó el panorama novelesco español de la época, apartándose de la corriente romanticista, en pos del realismo, y aportando a la narrativa, una gran expresividad.
En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano, y con “su intuición serena, profunda, y total de la realidad”, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, “artísticamente transformado”
De ahí que “desde Lope, ningún escritor fue tan popular, ninguno tan universal desde Cervantes”
Benito Pérez Galdós, poseedor de una memoria privilegiada, y una formación autodidacta, sustentada por su curiosidad incansable, su capacidad de observación, y su pasión por la lectura, acuñó un estilo narrativo personal, con las siguientes características:
Estilo, directo, sin artificios retóricos, siguiendo los postulados estéticos realistas; uso literario del lenguaje, tanto culto como callejero, siguiendo el modelo cervantino; dominio del diálogo de inspiración clásica; construcción del relato, en una línea abierta al humor y la ironía; habilidad para desnudar sus reflexiones, y su apabullante cultura de todo academicismo; y tratamiento coloquial del texto, recuperando recursos de la narrativa oral, o el discurso familiar.
Este ejercicio, que varios autores consideran, voluntario y meditado, y que le granjeó a Galdós, un puesto privilegiado entre las clases populares, fue considerado por algunos críticos y colegas contemporáneos, o de generaciones más jóvenes, como ridículo, infantil, y populachero.
Curiosamente, “Las Novelas Españolas Contemporáneas” es el nombre que el propio Benito Pérez Galdós, dio a las obras publicadas entre 1881 y 1889, y que en su mayoría, describen la sociedad madrileña, en la segunda mitad del siglo XIX.
Sin renunciar al espíritu progresista de sus novelas de tesis, escritas en la década de 1870, Pérez Galdós, supedita las ideologías, a la materia misma; ya no existen buenos y malos, los personajes, complejos y profundos, se convierten en seres humanos; la mutación, o el milagro, ocurren porque “el novelista recibe del público la primera materia, y Galdós se la devuelve artísticamente transformada”, utilizando las palabras dichas por el propio escritor, en su discurso de ingreso en la Academia.
De sus obras; “Nazarín” es una novela publicada en mayo de 1895, dentro del ciclo “espiritualista” de “Las Novelas Españolas Contemporáneas”; y narra las aventuras, y filosofía, del sacerdote visionario, Nazario Zaharín, el primero en “la trilogía de personajes-héroes, movidos por un cristianismo elemental y utópico”, junto a la Catalina de “Halma”, y la Benina de “Misericordia”, galería que puede completarse tras su conversión, con otra novela, “Ángel Guerra”
En 1959, fue adaptada por Luis Buñuel al cine, dentro de “la trilogía” del realizador aragonés, dedicada a Galdós, que complementaron:
“Viridiana” (1961) y “Tristana” (1970)
La mayoría de los críticos coinciden en relacionar esta novela, con la lectura atenta que de la obra de Tolstoi pudo hacer Galdós, en la última década del siglo XIX.
La interpretación que el escritor ruso hizo de los textos de los evangelistas, Mateo y Lucas, y que le valieron ser excomulgado por El Santo Sínodo, aparece asimilada ya, en 1893 y 1894, en 2 de las novelas de Torquemada.
El galdosista, Gustavo Correa, opina que por encima de Tolstoi y los Evangelios, pesó sobre Galdós, la tradición mística española, en especial, de Juan de la Cruz, y Teresa de Jesús, cuya vida y obra, parecen el modelo de contemplación-acción que mueve los actos de “Nazarín”
En “Nazarín”, su protagonista, el padre Nazario, un manchego oriundo de Miguelturra, abandona su cómoda vida sacerdotal en Madrid, para echarse a los caminos.
En su vagabundeo por los arrabales del sur de Madrid, lo acompañan 2 fieles discípulas:
Andara y Beatriz, personajes mezcla del Sancho Panza cervantino, son muy populares y malhabladas, con las Marta y María evangélicas.
Nace así, una mixtificación de Don Quijote, y Jesús de Nazaret:
Del primero, conserva “Nazarín” su idealismo, su nomadismo, y su incapacidad, o resistencia voluntaria para adaptarse a la realidad.
Del segundo, su misticismo, su pacifismo, su entrega al prójimo, e incluso, un cierto mesianismo.
Otros definen “la ideología” del misionero errante, como “una especie de comunismo cristiano”, sin industria, y opuesto a la propiedad privada, reivindicando la pobreza generalizada.
Apóstol de la resignación, “Nazarín”, entre la santidad y la locura, se ofrece como ejemplo, y precursor del nuevo sentimiento religioso, que acabará desenmascarando el engaño oculto en el ideal del progreso.
En el total de la obra de Galdós, componen un conjunto narrativo, sólo comparable a “Los Episodios Nacionales”, y también como en ellos, el escritor recurre a una colección de personajes, que van hilando las tramas individuales de cada una.
Ese cuadro de actores conductor, unido al decorado en el que se mueven, casi siempre la ciudad de Madrid, y su entorno, han permitido a algunos hispanistas y eruditos del legado literario galdosiano, establecer similitudes con “La Comedia Humana” de Balzac, si bien, en el caso francés, se trata de un proyecto de 137 novelas, que se quedaron en 85 obras completas.
Así las cosas, cabe preguntarse:
¿Cómo sería la vida de Jesús de Nazaret, si se encarnara en la actualidad?
¿Tendría cabida en la iglesia?
¿Provocaría un cisma?
¿Se condenaría de por vida?
¿Viviría apartado, excluido, humillado?
“Si puedo llevar su carga en la espalda, lo haré”
Nazarín es un drama mexicano, del año 1959, dirigido por Luis Buñuel.
Protagonizado por Francisco Rabal, Marga López, Rita Macedo, Ignacio López Tarso, Ofelia Guilmáin, Luis Aceves Castañeda, Noé Murayama, Rosenda Monteros, entre otros.
El guión es de Luis Buñuel & Julio Alejandro, basados en la novela homónima de Benito Pérez Galdós, acerca de un sacerdote poco mundano, que es Jesús encarnado en un sacerdote, inserto en un barrio popular de Madrid.
El proyecto, rondaba por la cabeza de Buñuel desde 1948, cuando el director trabajaba en la adaptación de “Doña Perfecta” (1950), otra obra de Pérez Galdós, de la cual Buñuel poseía los derechos.
Ya la novela de Galdós, publicada en 1885, incidía en este sentido, y se convertía en una denuncia del fracaso del sistema burgués, por crear una sociedad más igualitaria, y más cristiana.
Buñuel, respeta el original literario, si bien introduce algunos cambios significativos con respecto a éste.
En Nazarín, encontramos muestras de todo ello, desde el amor apasionado, la caridad, hasta poner en riesgo la propia vida, o la maldad gratuita.
Nazarín fue ganadora del Premio Internacional del Festival Internacional de Cine de Cannes, de 1959, lo cual, igualmente aseguran, hizo exclamar a Buñuel:
“Soy ateo por la gracia de Dios”
Y es Nazarín, una de las películas más religiosas del cineasta aragonés, que el mismo declaró:
“Pertenezco, y muy profundamente, a la civilización cristiana.
Soy cristiano por la cultura, sino por la fe”
De ahí su pasión por los temas, y la estética religiosa; siendo seleccionada como la entrada de México a Los Premios de La Academia de Hollywood, en su 32ª Edición, como Mejor Película Extranjera, pero no fue aceptada como candidata.
En 2015, Javier Espada, dirige la película documental “Tras Nazarín”, que recorre los lugares en los que Luis Buñuel filmó, y entrevista a los actores de la película:
Pilar Pellicer, Rosenda Monteros e Ignacio López Tarso, además de cineastas, fotógrafos, artistas, etc., relacionados con esta película, y con Buñuel.
Nazarín se rodó en México, en un plazo de tiempo, acorde con lo que Buñuel llamaba:
“La dictadura de las 3 semanas”
La acción tiene lugar en México, en torno a 1910.
El padre Nazario (Francisco Rabal), es un sacerdote que ejerce en México, en los primeros años del siglo XX, durante el gobierno de Porfirio Díaz.
Este personaje, expresa lo que Los Evangelios dicen que fue Jesús:
Un hombre libre, comprometido, misericordioso, y cercano a la gente.
Sus feligreses, son los pobres que viven cerca de él.
Conoce a Beatriz (Marga López), bondadosa y despechada, que deja al novio porque la quiere prostituir; y conoce a Andara (Rita Macedo), prostituta, peleona, y de buen corazón.
Pero al intentar proteger a una de ellas, que ha causado un incendio, tiene que huir, perseguido por la justicia.
En su huida, el padre Nazario se replanteará su propia fe, a la vista de los acontecimientos que sufre, y de los hechos que conoce.
Nazarín, constituye una fábula, sobre cómo sería la vida de Jesús de Nazaret, si se encarnara en la actualidad, los conflictos que crearía, el enfrentamiento que tendría con la iglesia, el rechazo que provocaría, y su condena a una vida de exclusión, humillación, y pasión.
La caridad de Nazarín, en lugar de provocar efectos positivos, levanta reacciones agresivas, airadas, y amenazadoras.
Su apego a la verdad, le indispone con las vecinas del mesón, que le insultan y humillan.
Más adelante, se ve enfrentado a La Jerarquía Eclesiástica, que le expulsa del sacerdocio, por conducta inmoral...
Su atención a los necesitados, ofende a los hipócritas y egoístas.
Su honradez, irrita a los hampones.
Las personas piadosas creen, que su conducta oculta una vida disoluta, y depravada.
Su humildad enfurece a los vanidosos, que le exigen muestras reiteradas de sumisión, y sometimiento.
El autor, se interroga sobre varias cuestiones:
La posibilidad de conjugar la piedad, con una organización religiosa; la debilidad del bien/pasivo, frente al mal/activo; la viabilidad de la virtud en el mundo actual, la conveniencia de transformar al bondadoso en revolucionario...
La reflexión sobre el último punto, contiene posiblemente, la clave del relato de un Buñuel soñador, político, e ideológico.
Nazarín, es un viaje a la desilusión, desde la más profunda verdad y bondad del padre Nazario, una bondad sin medida, comparable a la de Jesucristo, que conlleva su expulsión de la ciudad donde vive, por una Iglesia hipócrita, hasta su final como hombre con dudas, pero resignado.
Este viaje, lo hará en compañía de 2 mujeres:
Una despechada por su amante, y la otra, una prostituta digna de lástima, que Nazarín oculta a la policía, para practicar la caridad, y vivir El Evangelio.
Este modo de vida, lo convertirá involuntariamente, en la causa de un derramamiento de sangre, y cada nueva etapa en el viaje, serán mayores los sacrificios y sufrimientos, hasta terminar en la cárcel.
Las personas con las que se va cruzando el padre Nazario, son toscas, incluso sus compañeros eclesiásticos, poco comprensivos con él.
Su vagar por tierras mexicanas, sin rumbo fijo, pero esforzándose por seguir el camino correcto.
Buñuel, sin prejuzgar ni ironizar el personaje, deja al espectador, la última palabra.
“Por primera vez en mi vida, me resulta difícil perdonar, pero te perdono.
Es mi deber cristiano.
Pero también me desprecio; y me siento culpable, sin saber cómo separar el desprecio del perdón”
Nazarín fue dirigida en 1959, por el director de cine español, exiliado en México, Luis Buñuel, siendo la primera película, en que el actor español, Francisco Rabal, trabajó con Buñuel.
Curiosamente, es Luis Buñuel, alejado de La Iglesia Católica, quien lleva al cine, con una profunda percepción de Jesús, este tema, en donde mejor ahonda sobre su creencia de la imposibilidad de ser bueno, en un mundo de malos, valga la expresión un tanto pueril.
El mismo Buñuel reconoció, en diversas ocasiones, que esta era una de sus obras preferidas, si bien le sorprendía que la crítica hubiera resaltado demasiados simbolismos, y propuestas expresivas.
Todo lo cual, insistía, no son sino equívocos, que dificultan el acceso a lo que él pretendía transmitir.
Nazarín retoma lo que llamamos el “ius naturalismo”, es decir, el cómo nace la fuerza del derecho, desde la naturaleza humana, desde los valores que son cimiento de una sociedad.
La norma es así, un entramado que se basa fundamentalmente en, y para el hombre.
Sin embargo, Buñuel considera al hombre malo por naturaleza, y no tiene fe en él.
Nazarín está llena de simbolismos, tan del gusto de Buñuel, y está rodada con esa economía que le lleva a rodar con pocos planos, en los que no faltan sus habituales insertos:
Navajas, piernas de mujer, botines...
Todo tiene un diseño de producción, árido y cruel, que se respira en todos, y cada uno de sus planos.
A pesar de su ambientación en exteriores, la sensación continua es de claustrofobia, y de un aire malsano y miserable, que llega a olerse.
La novela homónima, le ofrecía abundantes materiales, con los que Buñuel podía desarrollar, lo que realmente le interesaba para afianzar su universo fílmico, especialmente, en lo que se refiere a la representación de la realidad, a partir del surrealismo.
Universo tejido en torno a las sarcásticas alusiones a la religión, a las creencias de las gentes, y una crítica feroz a las situaciones de miseria, en las que vivía la gente sencilla.
En definitiva, la novela de Galdós, le sirve a Buñuel, para desplegar un discurso fílmico poderoso, y eficaz visualmente.
Lo cual se hace patente en el poderío de los personajes, y las situaciones que deben afrontar, materiales a partir de los que logra construir un relato corrosivo, sobre cuestiones que para otros millones de conciudadanos suyos, eran “sagradas” y, por tanto, intocables.
En ella, el director introdujo importantes variaciones:
Empezando por la más evidente, pero no la más relevante, la ubicación:
En vez de situarla en la provincia de Madrid, tal y como se hace en la novela, la trama transcurre en México.
La historia trata de mostrarnos una representación del propio Cristo, a través del padre Nazario.
Tanto el escritor, como el director, tratan de responder a la pregunta, sobre la reacción de la sociedad contemporánea, si Cristo reapareciera.
Buñuel, que en alguna ocasión declaró ser “ateo, gracias a Dios”, moldea con sumo respeto a su personaje, sin hacerlo caer nunca en el fácil ridículo.
No obstante, se muestra contundente, a la hora de enfatizar su idea, de que resulta imposible, por absurdo, intentar aplicar a la vida contemporánea, de forma literal, las enseñanzas de Jesús.
La sobria y árida puesta en escena, se utiliza como reflejo de la concepción austera, que de la existencia tiene el protagonista:
Nada posee, y menos necesita, entregando, y haciendo todo, por el bien de los demás.
Y el cura, va viendo la inutilidad de su fe, y de su doctrina; de sus ganas de caridad.
Y eso obviamente, termina asustándole, y hacerle sentir solo.
La tragedia de Nazarín, es que es un hombre que trata de ser bueno, justo, caritativo, y no violento, y sólo recibe golpes, tanto de los altos estamentos, como de la gente humilde.
El bien pasivo que practica, sólo le acarrea problemas.
Tan sólo consigue que le sigan 2 mujeres, absolutamente marginales, pero con corazones grandes, y un “buen ladrón”, que le dice una verdad que quiebra la voluntad de Nazarín, le rompe:
“Usted en el lado bueno, y yo en el malo, ninguno de los 2, servimos para nada”
Si analizamos más profundamente Nazarín, vemos cómo los distintos episodios que va viviendo el padre, tienen similitudes con situaciones de la vida de Jesucristo:
Nazarín es un Jesús, en el siglo XX, que no comprende nada.
Tenía razón Buñuel, cuando decía que era un film optimista, porque partíamos de un cura, que para Buñuel no es un hombre, porque es alguien que abandona y desprecia a los hombres, en nombre de Dios, y la postura del director, es exactamente la contraria, tratar de buscar a Dios en los hombres, y al final, se ha transformado en un hombre.
Nazarín fracasa en todo lo que intenta:
Fracasa tratando de ayudar a Andara, cuando la recoge en su casa, y sólo consigue que todo el mundo crea, que además de encubrir a una criminal, él, un hombre consagrado a Dios, ha convivido con una prostituta…
Fracasa a la hora de tratar de salvar el alma de la mujer agonizante del pueblo, del pueblo de los apestados, que no solo se niega a recibir el consuelo espiritual del protagonista, sino que cuando llega su amante, la muchacha pide a Juan, que eche de allí a Nazarín…
Desolado, el cura confiesa a Beatriz, en el umbral de la casa, la magnitud de su fracaso.
Fracasa igualmente, en su intento de separar a Beatriz de Pinto (Noé Murayama), y en el desenlace, vemos como ambos se cruzan, pero no llegan siquiera a verse.
Así, Nazarín queda como el retrato de un hombre, bueno y piadoso, cristiano, que no encaja en ningún mundo, e incomoda en todas partes.
Un hombre que se va transformando en cada fotograma.
Ninguna de sus acciones, pues está solo acompañado de 2 mujeres que le siguen ciegamente, pero en el margen de la sociedad, sirve para nada, como bien le dice el hombre de la prisión, el único que se apiada de él en la celda, cuando todos empiezan a meterse con Nazarín.
Nada tiene que ver el cura, con sotana negra del principio, con el hombre vencido y roto, que acepta la piña, al final del metraje.
Todos los personajes, al final, están mucho peor que al comienzo, si exceptuamos a Nazarín, que se supone en el plano postrero, mientras de nuevo, los tambores de Calanda resuenan en nuestros oídos, ha conseguido que la duda se imponga en su mente, y que nazca un ser humano, donde antes sólo había un servidor de Dios.
Si nos detenemos en el plano material, Nazarín está preso, se la ha prohibido decir misa, y ha perdido su casa, sus botas, su libertad, y hasta las 2 mujeres que durante tanto tiempo le han acompañado.
Pero, además, todos los demás personajes, acusan las consecuencias de sus actos:
Andara se pudrirá en la cárcel sola, y Beatriz ha caído para siempre en los brazos de Pinto, a pesar de los esfuerzos del sacerdote por evitarlo.
El problema de Nazarín, como el de todos los servidores de Dios, estriba en que dice “amar a todos sus semejantes”, pero como le ocurrirá igualmente a Simón, “el amor a las cosas del cielo, le impide fijarse en la cosas de La Tierra”
Mientras Andara y Beatriz le están pidiendo ayuda, Nazarín únicamente es capaz de fijarse en un caracol.
Su incapacidad humana, le lleva a prestar más atención a un pobre caracol, que a las 2 mujeres, a la vez que asegura, que todas las cosas de La Tierra son depositarias de su amor.
La actuación central de Francisco Rabal, es perfecta, dándole un toque de misticismo, con su apariencia de español blanco, en medio del folklore mexicano, sus expresiones hacen recordar a las de cuadros de santos de La Edad Media, dispuesto a sacrificarlo todo por un ideal.
El “casting”, y la caracterización son sublimes, especialmente hablando de las fieles de Nazarín, una mujer abandonada e histérica, y otra prostituta y homicida:
Una buena y una mala.
Pero el estupendo trabajo interpretativo, hay que repartirlo:
Marga López, Rita Macedo, Ignacio López Tarso, Ofelia Guilmáin, y todo el conjunto, hacen un trabajo irreprochable, que demuestra, además, que Buñuel era un magnífico director de actores, y que sabía transmitir en cada momento.
A lo largo del metraje, encontramos algunos momentos, en los que se puede advertir el sugestivo surrealismo, característico de su autor; como la extraña visión del retrato de un Cristo que ríe a carcajadas, un sueño en el que aparece un beso cuasi vampírico, o el personaje del enano enamorado…
Hay una escena, no incluida en la novela, que resume la actitud extremadamente bondadosa, puede llegar a generar graves problemas, de manera excepcional:
Al pedir limosna a un capataz de una obra, éste le contesta, que no alimenta a vagos, que trabaje.
Nazarín se ofrece a trabajar a cambio, simplemente, de comida.
Con esta actitud, los demás trabajadores le ven como a un esquirol, y le amenazan.
El religioso, pacíficamente abandona el trabajo… el capataz se da cuenta de lo ocurrido, y enciende una pelea.
Mientras vemos a Nazarín, siguiendo su camino, escuchamos de fondo, tiros que provienen de la pelea que él ha suscitado…
Otro aspecto interesante en la obra, es el torrente de erotismo soterrado:
Nazarín, interpretado por el galán Paco Rabal, es adorado por las mujeres, mientras continúa siendo sacerdote, pero su caída en desgracia, provoca el rechazo de las mismas mujeres que antes le idolatraban y, de manera velada, le deseaban sexualmente.
Antes se hallaba provisto del erotismo de la santidad, lo que queda muy claro en la escena final:
Una de ellas, reconciliada con su amante, pasa en carro junto a él, mientras éste avanza pesadamente por la carretera, donde lo conducen preso.
Ella ni siquiera se vuelve para mirarle por última vez…
Erotismo y religión, fueron para Buñuel, conceptos relacionados desde su misma infancia, desde que éste, todavía un niño, se masturbaba en la iglesia, contemplando una imagen de la Virgen, dicho así en el primer capítulo de su libro de memorias, “Mi Último Suspiro”
Únicamente las mujeres, más míseras e infelices, prostitutas y maltratadas, tienen el corazón, lo bastante transparente, para percibir al buen hombre que desea ayudar.
Es destacable, el moderno retrato que hace de las mujeres, animadas por una pulsión carnal/sexual notable.
En las primeras escenas, vemos como una de ellas, se arquea voluptuosamente, y se auto magrea por todo el cuerpo, una vez que se produce la ruptura con su novio.
Nazarín, es muy incorrecta políticamente, las mujeres son muy fogosas, a pesar del maltrato que sufren, la mujer enferma, desprecia los cuidados de Nazarín, y solo anhela la presencia de su hombre…
Otras escenas:
Ese beso imaginado, de una de las mujeres protagonistas, Beatriz, la mujer abandonada y maltratada por su hombre, pero al que ama con pasión.
Ese beso, que termina en mordisco sangriento...
Esa prostituta, doliente y herida, que amanece por la mañana en la habitación de Nazarín, que la ha ayudado a esconderse, y tiene sed.
Sólo encuentra una palangana con su propia sangre, y la bebe…
También, esa misma prostituta, al despertar, mira una imagen de Jesucristo doliente, que se ríe a carcajadas en su cara, de impacto esa imagen...
O esa angustia que provoca ese Nazarín acosado por varias mujeres, que le piden un milagro.
Que cure a una pequeña enferma.
Y él sólo se ofrece a orar, pero las mujeres insisten, y le rodean.
Y rezan, y gritan, y se revuelven, y entran como en éxtasis…
También estremece esa mujer, a punto de agonizar, que rechaza la charla que le ofrece Nazarín, y su compañía cristiana… y prefiere estar al lado del hombre al que ama.
La estrecha relación religión/superstición, se pone de manifiesto en la escena de la sanación de la niña:
Desde el primer momento, Nazario apela a la ciencia/médico, y a la razón, él se ofrece simplemente, como apoyo moral a la familia, a través de la oración.
Sin embargo, la escena va derivando en un “in crescendo” magnifico, en su intensidad narrativa y formal, hacia una verdadera orgía de superstición, en la que la gente se tira por el suelo, se dan golpes de pecho, y profieren terribles alaridos, para estupefacción de Nazario.
Hago la lectura, de que la religión es una forma de superstición, y como tal, se confunde y mezcla con ella, pese a las barreras y distinciones que tratan de poner sus pastores.
Me ponen los pelos de punta, las caras de las beatas, casi alcanzando el orgasmo con su griterío histérico, que no creo se aleje mucho de cualquier ritual de vudú del África profunda, si es que perviven.
Otra escena memorable, es cuando destituyen al sacerdote, éste se va a pedir limosna, y los del pueblo vuelven a verlo descalzo, “como Jesucristo”, y le ruegan que haga milagros.
Más adelante, aparece errante, con cayado y túnica hebraica, como Moisés.
Así también, existen imágenes tiernas, como ese enano enamorado de la prostituta fea; o esa misma prostituta que llora, porque le dice a Nazarín, que no la ama a ella, ni a Beatriz.
Y como un Nazarín tierno, les dice que las quiere a las 2 por igual.
El final, cuando un federal lleva al padre Nazario como reo, una vendedora de frutas, le ofrece una piña como caridad, y él la rechaza asustado.
Pero luego reflexiona, la acepta, y sigue su camino, con semblante triste.
El enigmático final de Nazarín, tiene que ver con el tema de la película, y que se resume en la superficialidad de la caridad cristiana.
El padre Nazario, que practica, activa y pasivamente el principio de caridad, tras una serie de vivencias que niegan cualquier tipo de eficacia a su conducta, excepto en el paradójico episodio del involuntario milagro, demuestra una crisis de conciencia, al negarse a aceptar una limosna.
Inmediatamente, persevera en su fe, como demuestra el acto de aceptar la caridad que se le ofrece.
El camino, metáfora de profunda reminiscencia católica, y la bienaventuranza de dar de comer al hambriento.
Con el rostro, casi desencajado, el protagonista no se rinde, porque algo extraordinario, tal vez la fe, mantiene erguido su cuerpo, y el permite seguir.
Sin embargo, el desaliento provocado por esta última escena, es agónico.
De pronto se constata que “la caridad”, tampoco es la solución más adecuada para las desigualdades lacerantes, instaladas en las sociedades de entonces, como en las de ahora.
Cansado de ser vilipendiado, el sacerdote siente que vale de muy poco hacer el bien, en medio de un mal que lo devora todo.
El desconcierto que hay en su mirada, mientras camina errante, es el reflejo del ateísmo del director, ajeno a Las Bienaventuranzas.
No debería entenderse Nazarín, sólo como una visión de lo infructuosa que puede ser la caridad cristiana, como habitualmente se ha interpretado, sino del hecho de hacer el bien a los demás, con independencia del credo del benefactor.
Nazarín realiza un trayecto de lo divino a lo humano, mientras que en la novela, se acerca más a lo divino.
Así Galdós, finaliza su obra, de una manera muy distinta:
Cuando ya está muy enfermo, en un sueño real o ficticio, a libre interpretación; Jesús le habla, y le pide que descanse en el hospital en el que se encuentra, que nadie como él, se lo merece.
Por último, la banda sonora, escasa, reproduce una cautivadora partitura original de Rodolfo Halffter, a la que añade el vals “Dios nunca muere” de Macedonio Alcalá; y el redoble fúnebre de tambores de Calanda.
“Así es la muerte, alegre y triste.
Alegre porque nos libera de las cadenas de la vida.
Triste porque amamos nuestra carne, y nos duele separarnos de ella”
Luis Buñuel, hace una crítica en Nazarín, y da a entender, que el camino de la caridad cristiana, no es el correcto para solucionar la pobreza.
La caridad, es una de las 3 virtudes teologales, junto con la esperanza, y la fe.
Tanto El Diccionario de La Real Academia Española (DRAE), en su primera acepción como La Iglesia Católica consideran que la caridad, es aquella virtud teologal, por la cual se ama a Dios sobre todas las cosas, por Él mismo y al prójimo, como a nosotros mismos por amor de Dios.
La caridad, tiene por frutos, el gozo, la paz, y la misericordia.
Exige la práctica del bien, y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada, y generosa; es amistad, y comunión.
La caridad nace del amor de Dios a los hombres, y de la respuesta del hombre a ese amor.
De hecho, constituye el mandamiento principal de Jesús a los apóstoles, y discípulos:
“Amaos los unos a los otros”
“La caridad es paciente, es amable, la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.
Todo lo excusa.
Todo lo cree.
Todo lo espera.
Todo lo soporta” 1 Corintios 13,4-7.
Destacar finalmente, que la caridad es la virtud teologal más importante, y es superior a cualquier otra virtud.
Para San Basilio, la condición de hijos del Padre, era adquirida cuando entendida como la búsqueda del bien:
“O nos apartamos del mal por temor del castigo, y estamos en la disposición del esclavo; o buscamos el incentivo de la recompensa, y nos parecemos a mercenarios; o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda... y entonces, estamos en la disposición de hijos”
Considerada una virtud cristiana, opuesta a la envidia y a la animadversión, El DRAE la define además, en su acepción tercera, como “limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados”
La Iglesia Católica considera la limosna, hecha a los pobres, como uno de los principales testimonios de la caridad fraterna, pero también, una práctica de justicia.
La caridad, tiene por frutos, el gozo, la paz, y la misericordia:
“La culminación de todas nuestras obras, es el amor.
Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos”; San Agustín, In epistulam Ioannis tractatus.
La Encíclica Deus Caritas Est, del papa Benedicto XVI, profundiza más en la virtud de la caridad cristiana.
Nazarín es un manifiesto puro, que todo buen sacerdote debería regir, y tal como están los días hoy, es una película, que seguro que al Papa Francisco le encantaría, e incluso, podría tomar ejemplo muchos de esos infieles, que se hacen llamar “Padres y Hermanos”, y no son más que ejemplos de la decadencia de la iglesia, no por la modernidad, sino por la moralidad, física y espiritual.
Quiero dejar claro, que siento admiración por aquellos que dedican su vida a los demás, que son capaces de dejar su casa, su patria, su familia, y marcharse a un lugar, donde poder ayudar a los más desfavorecidos.
La cuestión es, si la caridad es o no inútil.
Eso es lo que Buñuel nos plantea, y aprovecha para enseñarnos la miseria humana, la imposibilidad de la bondad, frente al fariseísmo de un mundo dominado por el poder y la avaricia.
Es una denuncia de la burguesía falsaria, incapaz de hacer la sociedad burguesa más igualitaria.
Y trasladándola a nuestros tiempos actuales, da vergüenza, es una radiografía de una sociedad hipócrita, sustentada por la iglesia, el paternalismo falso-progresista de todos los partidos políticos, y el gobierno.
Nazarín duele, porque es verdad, entre los pobres hay de todo, gente buena y gente mala, no por estar rodeado de miseria, el ser humano acepta de buen grado una limosna, de hecho, según Buñuel, no hay lugar para el altruismo, y ese ser humano empobrecido, si puede, carga contra el misericordioso sin complejos.
No hay lugar para la bondad, la niega, la pisotea, y le escupe.
Y se ríe, se descojona, y se mofa de los curas como Nazarín.
No cabe duda, de que Buñuel fue un ateo practicante.
Buñuel duele, cuando muestra la pobreza y la miseria.
Cuando presenta a los olvidados; a los marginales.
Porque presenta lo peor, y lo mejor del ser humano, sin máscaras.
Lo más duro y lo más tierno.
Los sentimientos más extremos.
Sin caretas, con dolor, con un realismo que quiebra…
El mensaje de Buñuel, es totalmente negativo, y en su concepción personal, y en su cine, no podía ser de otra manera:
Pretender hacer algo bueno, en este antro de sanguijuelas, es como arrojar margaritas a los cerdos.
Es inútil malgastar palabras de consuelo, socorrer a los necesitados, apelar a una justicia, y a una benevolencia divina.
La condición humana, no tolera las actitudes elevadas en los demás, ni la humildad ajena que destapa la vileza propia.
Un padre Nazario, es para la mala conciencia de la mayoría, un indeseable que les recuerda su bajeza.
Por eso lo insultan, se mofan, lo maltratan.
También, es peligroso para los poderes establecidos de la iglesia, porque queda en entredicho, la soberbia de la encumbrada posición, de una institución que a menudo, hace precisamente lo contrario de lo que predicaba su inspirador, Jesucristo.
El padre Nazario, es fiel reflejo del Evangelio, llevado a la práctica, con humildad y sencillez.
La caridad, el perdón, o el amor al prójimo, acompañan en su ingrato viaje, a un personaje bien construido, sobre el que abundan las referencias cristológicas, y que encarna aquellas palabras que El Señor dijo a los apóstoles, durante La Última Cena:
“…como no sois del mundo, pues yo os elegí, y os saqué del mundo, por eso el mundo os odia” Jn 15,19.
Es un hecho que Nazarín es una crítica feroz contra La Iglesia Católica, o contra la religión degenerada, no lo es más que Los Evangelios, contra la institucionalización religiosa de su tiempo, y la posterior, que de contemplar a la religión como servidora del ser humano, resultaba en gran medida, que se había transmutado en un proyecto, donde el ser humano debía obligatoriamente servirla a ella.
O sea, Nazarín no es más crítico que Los Evangelios contra los hipócritas de todos los tiempos, contra la religión convertida en un negocio, contra el orden viciado, o el clericalismo vano; pero no por ello, el clero instalado, o La Iglesia Católica por ser la más representativa de la citada degeneración, dejan de evangelizar, de leer Los Evangelios, de examinarse con referencia a ellos, de reverenciarlos constantemente, de proclamarlos, y extender su contenido, memoria soliviantadora, sal, y salvación; es crítica contra la sociedad, contra los pobres, contra el bien y el mal, contra la realidad en general, de la que formamos parte.
Nazarín es la historia de un hombre, que quiere ser bueno, pero que tal vez, no sabe gestionar su bondad.
O tal vez no ha aprendido, que la bondad pura, no puede sobrevivir en este mundo.
Que la época de los mártires y santos, ya pasó.
Que nadie comprende ya, a la gente que quiere ser buena.

“Usted en el lado bueno, y yo en el malo, ninguno de los 2, servimos para nada”



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