ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir)

“האם אי פעם יש פלאשבקים מלבנון”
(¿Alguna vez tuviste recuerdos del Líbano?)

La inestabilidad político-social en la que se encontraba inmerso Líbano desde su independencia de Francia en 1943, estalla de forma definitiva en 1975; y más aún, con La Guerra del Líbano de 1982, denominada por Israel “Operación Paz para Galilea”, y también a veces conocida como “Primera Guerra del Líbano”, el cual fue un conflicto armado, que dio inicio el 6 de junio de 1982, cuando Las Fuerzas de Defensa de Israel, invadieron el sur del Líbano, con el objetivo de expulsar a La Organización para La Liberación de Palestina (OLP), de dicho país.
El Gobierno de Israel, ordenó la invasión como respuesta al intento de asesinato del embajador israelí en el Reino Unido, Shlomo Argov, por parte del grupo de Abu Nidal.
Para no perder el control en la zona, el por entonces Ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, decide ocupar el Beirut occidental, con sus fuerzas armadas.
Su premisa es clara:
Mantener el control, y tratar de eliminar cualquier resquicio de fuerzas de liberación palestina, en territorio libanés.
En un principio, La Guerra del Líbano tenía por objeto, que Israel se apoderase de una franja de seguridad en el sur, que le pusiese a salvo de los ataques terroristas.
Posteriormente, la operación se amplía, e incluye facilitar el acceso al poder de Bashir Gemayel.
Sin embargo, éste fallece en un brutal atentado, que acaba con la vida de una veintena de personas.
El resultado, en poco más de 48 horas, la venganza falangista se cobra un número indeterminado de víctimas, que va desde 800 hasta 3,500 personas.
En ningún momento intervienen directamente las tropas israelíes, a pesar de contemplar la masacre; siendo un acto que convierte a Israel, en una suerte de “Poncio Pilato”
La Masacre de Sabra y Shatila, fue una matanza de palestinos, en los campos de refugiados, situados en esos pueblos, en Beirut Oeste, durante La Guerra del Líbano de 1982, a manos de La Falange Libanesa, de origen cristiano, en su mayoría pertenecientes a La Iglesia Maronita, en respuesta a La Masacre de Damour, en la cual, palestinos pertenecientes a la OLP, habían asesinado a 582 personas, y profanado el cementerio cristiano.
Parte de su población, fue asesinada en la batalla, o masacrados después, y el resto se vieron obligados a huir.
El 14 de septiembre de 1982, el líder maronita, y mandatario electo libanés, Bashir Gemayel, fue asesinado junto a cuarenta personas más, en la destrucción con explosivos de la sede central de Las Fuerzas Libanesas en Beirut, hecho cometido por facciones pro-sirias, y pro-palestinas.
Bashir Gemayel, fue un político libanés, alto mandatario del partido Falange Libanesa, y Comandante de La Milicia Fuerzas Libanesas, durante los primeros años de La Guerra Civil; y elegido Presidente, mientras el país era víctima de la guerra, y ocupado por Israel y Siria.
Todo comenzó cuando Israel invadió Líbano en 1982; El Ministro de Defensa de Israel, Ariel Sharon, se reunió con Bashir, diciéndole que Las Fuerzas de Defensa de Israel, estaban planeando una invasión para expulsar del Líbano a La OLP, una seria amenaza para ellos.
Este apoyo militar y político a Las Fuerzas de Israel en el Líbano, enojó a muchos libaneses.
La OLP, fue expulsada del Líbano, en agosto de 1982.
Entonces, Bashir anunció su candidatura a La Presidencia, siendo respaldado por Estados Unidos, que envió tropas de mantenimiento de la paz, para supervisar la retirada de La OLP del Líbano.
Por lo que Bashir pidió que se quedaran más tiempo, para mantener la estabilidad en el Líbano, pero su solicitud fue denegada.
El 23 de agosto de 1982, siendo el único candidato, Bashir Gemayel, fue elegido Presidente.
El 3 de septiembre de 1982, 2 semanas antes de su asesinato, Bashir de 35 años, se reunió con El Primer Ministro israelí, Menachem Begin, en Nahariya, y acordó iniciar el proceso de establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y el Líbano, desde el momento en que tomase posesión de su cargo.
Pero ocurrió el atentado terrorista, que fue atribuido al agente sirio, Habib Tanious Shartouni, que aunque no reveló la organización a la que pertenecía, fue vinculado por El FBI, al Partido Nacional Socialista Sirio.
Tras la muerte de Bashir, milicianos de Las Fuerzas Libanesas, al mando de Elie Hobeika, perpetraron 2 días después como venganza, La Masacre de Sabra y Shatila.
Fuerzas israelíes, rodearon los campamentos de refugiados palestinos, mientras los falangistas asesinaron a un número indeterminado, entre 350 y 3,500 palestinos. También, a las órdenes de Hobeika, el padre, la madre, y un tío de Shartouni, fueron asesinados por Las Fuerzas Libanesas como represalia.
Para preservar su estrategia en el Líbano, en peligro por el ataque, 2 divisiones del Tsahal, al mando del Ministro de Defensa Ariel Sharon, ocupan el oeste de Beirut al día siguiente.
Esta acción israelí, viola su acuerdo con Estados Unidos, de no ocupar Beirut occidental.
Para el mediodía del 15 de septiembre, Las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), habían rodeado por completo el campamento de refugiados de Sabra y Shatila, y controlaban todas las entradas y salidas del campo.
Asimismo, Las FDI, ocuparon un buen número de edificios, como puestos de observación.
Ariel Sharon, y El Jefe de Estado Mayor, Rafael Eitan, se reunieron con las unidades de la milicia cristiano-falangista libanesa, para incitarlos a entrar en los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila.
En el marco del plan israelí, los soldados israelíes, tenían que controlar el perímetro de los campamentos de refugiados, y prestar apoyo logístico, mientras que los milicianos falangistas, debían entrar a los campamentos, encontrar combatientes de La OLP, y entregarlos a Las Fuerzas Israelíes.
La reunión terminó las 3:00 de la tarde del 16 de septiembre; una hora más tarde, 1,500 milicianos cristianos, se reunieron en El Aeropuerto Internacional de Beirut, ocupado por Israel, bajo el mando de Elie Hobeika, sucesor de Gemayel.
La primera unidad de 150 falangistas, armados con pistolas, cuchillos, y hachas, entró a las 6:00hs, en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, situados en las afueras de Beirut.
Cometieron una masacre, asesinando a palestinos, la inmensa mayoría ancianos, mujeres, y niños, todos ellos civiles indefensos, y que se prolongó durante más de 30hrs.
Aparte de las ejecuciones, también cometieron violaciones, torturas, y mutilaciones.
Durante la noche, Las Fuerzas Israelíes, dispararon bengalas, iluminando los campamentos.
Según una enfermera neerlandesa, el campamento estuvo tan brillante como “un estadio deportivo durante un partido de fútbol”
A las 11:00, se envió un informe a La Sede de Las Fuerzas de Defensa Israelíes, en el este de Beirut, informando del asesinato de 14 personas, incluidos civiles.
El informe, se remitió a La Sede en Tel Aviv, y Jerusalén, donde fue visto por más de 20 altos oficiales israelíes.
Nuevos informes de estos asesinatos, fueron enviados durante toda la noche.
Algunos de estos informes, fueron transmitidos al Gobierno de Israel en Jerusalén, y fueron vistos por una serie de altos funcionarios israelíes.
Así pues, durante las siguientes 36 a 48 horas, los falangistas libaneses, masacraron a los habitantes de los campamentos de refugiados palestinos, sin que las fuerzas israelíes lo impidieran.
El gobierno lo sabía desde la noche del jueves, y no movió un dedo, ni hizo nada para impedirlo.
La cifra precisa de muertos, ha sido siempre objeto de disputas, y oscila entre “varios centenares”, 12 a 14, a manos de libaneses, en un conflicto interno, según fuentes cristiano-libanesas, israelíes, y árabes; por su parte, La Cruz Roja maneja la cifra de, por lo menos, 2,400 víctimas.
El hecho produjo un gran escándalo internacional, como la lucha interna entre libaneses cristianos y musulmanes, conmovió a la opinión pública israelí, produciendo una profunda crisis política.
Una semana después de la tragedia, el 25 de septiembre, unas 400,000 personas se manifestaron en Tel Aviv, siendo la manifestación más grande en la historia del país, convocadas por El Movimiento Pacifista Shalom Ahshav, y por la oposición israelí.
Exigían responsabilidades, dimisiones, y una investigación independiente, que aclarase lo sucedido.
Como responsable, Habib Shartouni, un cristiano maronita del Partido Nacional Socialista de Siria, fue arrestado por el asesinato de Bashir.
Más tarde confesó, diciendo que lo había hecho, porque “Bashir había vendido el país a Israel”
Fue encarcelado 8 años, hasta que las tropas sirias ocuparon el Líbano, al final de la guerra, y le liberaron el 13 de octubre de 1990.
Las condenas por la masacre llegaron de todo el mundo, incluyendo al Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.
Reagan era uno de los mandatarios, que más confiaba en Bashir, llegando a decir que “este prometedor joven líder, había traído la luz de esperanza para el Líbano”
Esta masacre, mereció la calificación de “acto de genocidio” por parte de La Asamblea General de Naciones Unidas, a través de su resolución 37/123.
Según una comisión interna israelí, La Comisión Kahan, Las Fuerzas de Defensa de Israel, apostadas en el Líbano, fueron indirectamente responsables de los hechos, por no evitar las matanzas.
La Guerra Civil en Líbano, no finalizó hasta Los Acuerdos de Taif, el 22 de octubre de 1989.
¿Cómo se compensan tantas pérdidas?
Y sobre todo:
¿Cómo aprenderemos a soportarlo?
“לאחר פלישת 1982 לבנון, איבדתי את הזיכרון שלי”
(Después de la invasión al Líbano de 1982, perdí mi memoria)
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) es una película de animación documental bélica, escrita y dirigida por Ari Folman, en el año 2008.
Protagonizado por Ari Folman, Miki Leon, Ori Sivan, Yehezkel Lazarov, Ronny Dayag, Shmuel Frenkel, Zahava Solomon, Ron Ben-Yishai, Dror Harazi, entre otros.
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) es un documental animado, sobre la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Shatila, Líbano, en 1982.
En palabras del director:
“Es mi historia personal.
Empieza el día que descubrí, que algunas partes de mi vida, se habían borrado de mi memoria.
Los 4 años que trabajé en ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), me provocaron un violento trastorno psicológico.
Descubrí cosas muy duras de mi pasado y, sin embargo, durante esos 4 años, nacieron mis 3 hijos.
Puede que lo haya hecho para mis hijos.
Para que, cuando crezcan y vean la película, les ayude a saber escoger, a no participar en ninguna guerra…
Si fuera un loco de la psicoterapia, diría que realizar ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) me ha transformado profundamente”
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) analiza un hecho histórico, sus consecuencias, y los que participaron directa, e indirectamente del mismo, para una gran reflexión sobre el proceder de Israel hasta nuestros días, que pareciera haber olvidado el propio sufrimiento judío bajo la Alemania Nazi, perpetrando, e instigando los mismos actos ruines, que tanto condenan y persiguen.
Los nombres del documental son reales, no se inventan nada, en muchos aspectos, parecería producto de técnicas de “rotoscopia”, aunque hay mucha animación 3D detrás, y animación vectorial.
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) ganó El Globo De Oro A La Mejor Película En Lengua No Inglesa, y fue nominada al Oscar en la misma categoría; pero no tuvo suerte; además, las reglas de La Academia de Hollywood, impidieron que sea seleccionada en las categorías de Mejor Película de Animación, y Mejor Documental.
Al menos, ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), fue la primera película animada, que compitió en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa.
Así pues, es el año 1982, Ari Folman, de 19 años, es soldado de infantería en Las Fuerzas de Defensa de Israel.
Años después, en 2006, se reúne con un amigo que hizo en su período de servicio militar, quien le cuenta que sufre numerosas pesadillas, que parecen estar relacionadas con algo que sucedió en La Guerra del Líbano de 1982.
Folman, que también participó en dicha guerra, se sorprende de no recordar nada de ese período.
Al cabo de unas horas, le viene un “flash”, sobre la noche de La Masacre de Sabra y Shatila, siendo la primera imagen que logra ver, aunque duda sobre la veracidad de la misma.
Dicha imagen, empezará a volver a su cabeza, cada vez con más frecuencia, sin poder a llegar a descifrarla, donde aparece él y sus amigos de la unidad, bañándose en la orilla del mar en Beirut, mientras caen bengalas suavemente, iluminando la oscura noche, dejando a la vista los edificios destrozados, cercanos a la playa.
Después, Folman se apresura a reunirse con otro amigo suyo, con quien sirvió en el Líbano, quien le aconseja que investigue lo que pasó, hablando con sus antiguos compañeros, para ver si puede recuperar su memoria, sobre los hechos allí ocurridos.
Así las cosas, ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) habla sobre la recuperación de la memoria histórica, reflexiona sobre las responsabilidades, los recuerdos borrados, el sentimiento de culpa, la pasividad, la violencia, la crueldad, la masacre, el horror…
Que el escenario sea Beirut, Stalingrado, o Auschwitz, poco importa.
“ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) se encarga de establecer hábilmente, las suficientes conexiones, como para que su discurso vaya más allá de barbaries locales, y remita a las atrocidades.
Y es que hay muchos más genocidios, que los de La Segunda Guerra Mundial, hay muchos holocaustos olvidados, que contienen historias que merecen ser rescatadas, y es de aplaudir, que alguien tenga las suficientes agallas de plasmar en imágenes, un conflicto que no por actual, es menos importante que cualquiera de los pasados.
“עכשיו על מנת לזכור, אני מחפש למי שלעולם לא תוכל לשכוח”
(Ahora, para recordar, estoy en busca de lo que nunca se puede olvidar)
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) es al mismo tiempo, un profundo relato sobre el sinsentido de la guerra, y un ejemplo sobresaliente de investigación histórica.
Desde la producción, es inusual que un largometraje documental, sea realizado casi completamente, por medios de animación, protagonizado por su propio director, donde relataba, o al menos intentaba relatar, su experiencia como miembro de Las Fuerzas de Defensa Israelí, durante La Guerra del Líbano en 1982.
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) combina la música clásica, con música de los años 1980; y gráficos realistas, con escenas surrealistas, además de contar con ilustraciones similares a los comics.
Mediante animaciones en “Flash”, y 3D CGI, Ari Folman hace una impresionante gama de reflexiones, sobre su experiencia en la guerra, con decenas de momentos que ganan mucho con este formato animado, en vez de uno formal.
La única parte, que no se hizo por medio de la animación, es un segmento corto, al final, que muestra los resultados reales de la masacre de Sabra y Shatila, con grabaciones originales.
La animación, única con sus tonos oscuros, que representan el sentir general de la obra, utiliza un estilo único, inventado por Yoni Goodman, en el Bridgit Folman Film Gangen Israel.
La técnica usada, a menudo se confunde con el “rotoscopio”, pero en realidad se trata de una combinación de “Flash”, cortes clásicos de animación, y 3D; que engancha desde su primer fotograma, con esa persecución onírica de los perros salvajes, recorriendo y arrasando todo a su paso, por las calles de una ciudad.
Porque no se trata de una cinta histórica, que busque explicar, por qué Israel invadió el Líbano en 1982, no.
Muy al contrario, parte de que la audiencia conoce ya, unos hechos de los que el protagonista ofrece, más que su testimonio, su recuerdo.
Dicho recuerdo, es perseguido a lo largo del metraje, escondido en algún pliegue de una memoria que lo ha sepultado para poder vivir en paz, y que debe ser reconstruido, a partir de pequeñas piezas aportadas en conversaciones con compañeros, testigos, o periodistas, que recomponen la cadena de trágicos hechos, que desembocaron en la terrible matanza de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila.
Los personajes son todos veteranos de La Guerra del Líbano de 1982:
Ari Folman como él mismo; es un cineasta israelí, que recientemente terminó su servicio militar de reserva.
El protagonista, tiene los rasgos y la voz del director, y es que todos los personajes están sacados de la realidad, de ahí que se trate de una “rara avis”, un documental de animación.
Miki Leon como Booz Rein-Buskila, padece pesadillas.
Ori Sivan, como él mismo, es un cineasta israelí, que anteriormente codirigió 2 películas con Folman, y es su amigo desde hace mucho tiempo.
Yehezkel Lazarov, como Carmi Cna'an, y compañero de Folman, que vive en Los Países Bajos.
Ronny Dayag, como él mismo.
Shmuel Frenkel como él mismo, durante la guerra, fue Comandante de una unidad de infantería.
Zahava Solomon como ella misma, israelita psicóloga e investigadora en el campo de los traumas psicológicos.
Ron Ben-Yishai como él mismo, es un periodista israelí, que fue el primero en cubrir la masacre de Sabra y Shatila.
Dror Harazi como él mismo.
Durante esta guerra, comandó una brigada de tanques, estacionados fuera del campamento de refugiados de Shatila.
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) recoge testimonios del periodista Ron Ben-Yishai, y del militar Dror Harazi, que permiten pensar, que las élites políticas israelíes, estaban al corriente de los hechos.
En varias escenas, aparece El Primer Ministro, Menahem Begin, y El Ministro de Defensa, Ariel Sharon en televisión, o manteniendo conversaciones telefónicas, lo que les sitúa como unos “cerebros grises”, que manejan los hilos de los acontecimientos, en los que personajes colectivos, tanto israelíes como palestinos, serían unas víctimas, más o menos equivalentes.
Esta perspectiva, junto con la visión maniquea de las milicias cristianas, enfocadas esencialmente en su fanatismo y crueldad, no sólo es la constatación de una investigación, sino una necesidad metafísica del director.
Perteneciente a una familia afectada por el holocausto, afirma sentirse aterrado al considerarse posible ejecutor de un genocidio.
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) sorprende por su capacidad para crear una belleza extraña, estática, que uno creería incompatible con una película sobre la guerra, y que parece entablar hilos invisibles, con un título aparentemente tan ajeno.
Más allá de la denuncia, del revulsivo, de la necesidad de plantear un debate, Ari Folman, ha tenido la maestría de conseguir una obra hermosa que, quizá por eso mismo, abre una ventana por la que asomarse al horror.
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) toma el título de una escena de la misma, en la que el Shmuel Frenkel, El Comandante de La Unidad de Infantería, coge una ametralladora MAG, y baila disparando contra los francotiradores que habían rodeado a su unidad, en una calle llena de carteles del político libanés, Bashir Gemayel.
El título proviene de la entrevista con Frenkel.
La pieza clásica:
“Vals en Do menor sostenido, Op. 64, Número 2” dedicada a Madame Nathaniel de Rothschild, por Frédéric Chopin, hace el resto.
Folman, nos presenta desde su perspectiva, a Bashir, que no fue más que la excusa, el fantasma que planea el relato, el líder carismático, mancillado por sus propios seguidores.
Y el vals, es la locura del pueblo, el sinsentido de la violencia.
La importancia dada al subconsciente, incide en presentar la guerra, como un acontecimiento antihumano y demencial, con un gran potencial desequilibrante.
El vehículo para transmitir este enfoque, es la imagen.
Los dibujos animados, permiten una reconstrucción, a la vez irreal, y tremendamente realista, no sólo de los acontecimientos, sino especialmente de las percepciones, las alucinaciones, los recuerdos, y las pesadillas.
Será el medio más adecuado, para expresar los profundos temores, esperanzas, etc., de toda una generación, marcada por la guerra.
Los perros del sueño, por ejemplo, son los perros que Boaz mató en La Guerra del Líbano, cuando entraban en las aldeas, para impedir que los rebeldes huyeran.
Agresión que 20 años atrás, llevara a cabo durante la guerra, agresión que se vuelve hacia sí mismo, a través del mecanismo de la deformación, por inversión o trasformación en lo contrario, y que Freud desarrolla ampliamente, al abordar la epigénesis del sueño del Hombre de los lobos:
Perros asesinos, lobos, maravillosas coincidencias.
Agresión que en última instancia, es el foco de atención, que encauza el texto de ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir)
Por otro lado, la escena en que los jóvenes abandonan su desnudez, es su inocencia, y se visten como soldados; mecanismos deshumanizados, institucionalizados, y numerados, obligados a hacer la guerra.
El mensaje es claro:
Como El Síndrome de La Guerra de Golfo, Folman y mucho de sus compañeros, fueron capaces de crear una coraza, que les impedía ver lo que hicieron, pese a que el reproche que podríamos hacerles al terminar el film, es bajo:
Niños de 19 años, con órdenes del alto mando, presionados por una sociedad violenta, etc.
Un ejemplo grotesco de ello, es la escena donde recuerdan, cómo fueron emboscados en una calle de Beirut, bajo fuego cruzado.
La distorsión es tal, que Folman recuerda haber visto a su compañero Shmuel Frenkel, escapar de las balas, bailando vals por las calles, mientras un periodista caminaba como “Superman”, de una forma que ustedes, o nosotros lo haríamos por un parque.
Nadie en su sano juicio, creerá que esto es verdad, y así el nombre de la película, es una caricatura de la vergüenza, que la genera el nivel de distorsión al que llegaron.
Esta segunda explicación del título, sin duda es la que más convence.
A veces, como reconoce Folman, el cine puede ser terapéutico.
En los libros de historia, u organizaciones gubernamentales, quedará la discusión, si estuvimos ante un acto de genocidio, o qué responsabilidad le cabe al estado israelí, como cómplices pasivos de la masacre, en especial a Ariel Sharon.
Pero el mensaje es claro:
Había una forma de cerrar el ciclo, y era perdonándose.
Porque muchas veces, no basta ser perdonado, si internamente no hay perdón.
Y en Folman, había una herida que sangraba, día a día, pues sus bengalas mataron tanto como las balas.
Folman necesitaba gritar a los 4 vientos, perdón; ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) es su expiación.
No sólo Ari Folman puede, por fin, estar dentro del recuerdo de su entrada a Sabra y Shatila, después de la matanza, por fin sabe, cuánto dolor, y cuánta culpa habían estado sellando sus recuerdos, para que no pudiera habitar en ellos, y habían puesto en su lugar, un fantasma; sino que también nosotros, espectadores, podemos recuperar, después de tantos noticieros y periódicos, después de tanta indolencia, y de tanta anestesia, nuestra propia mirada.
Sólo para saber, durante poco más de un minuto de metraje cinematográfico, gracias a la imagen, antigua y gastada, repetida y descolorida, traducida por el ojo de la cámara, que podemos estar por una vez al menos, en ese lugar imposible, que podemos estar ante el dolor de los demás.
Posteriormente, Ari Folman ha tenido que agradecer, en multitud de ocasiones, los galardones recibidos, y su discurso invariablemente ha sido este:
“Dedicamos ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) a los niños, hijos de los miembros de nuestro equipo, que nacieron durante la realización.
Esperamos que cuando crezcan, no conozcan el significado de la palabra guerra”
Una dedicatoria un tanto tibia, haciéndose en medio de los cruentos ataques del ejército israelí, a la población civil palestina, en La Franja de Gaza, pero lo suficientemente significativa, viniendo de un director de cine israelí, que acaba de realizar una película sobre los devastadores efectos de la guerra.
¿Y quién es Bashir?
Bashir no fue más que la excusa, el fantasma que planea el relato, el líder carismático mancillado por sus propios seguidores.
¿Y el vals?
El vals es la locura del pueblo, el sin sentido de la violencia.
¿Y el resto?
¿Qué es el resto?
El resto es historia, historia de Oriente Próximo, del cine, y memoria de la humanidad.
Tras el estreno de ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), las críticas se dividieron entre quienes la consideraron una obra de arte imprescindible; los que vieron tras su realización, un intento por blanquear la imagen de Israel; o los que por el contrario, la consideraron atentatoria contra los valores del pueblo judío, sobre todo en una escena, donde uno de los personajes, compara los campos de refugiados palestinos, con los campos de concentración nazi, y ya sabemos cuán sensibles son las autoridades israelíes a este asunto.
Es esta aparente contradictoria recepción, que radica en su ambigüedad semántica, la que la hace una película, aun cuando terrible, extremadamente interesante, y rica en significados.
Porque Ari Folman, lleva al espectador, por el horror de la contienda, tocando numerosos asuntos:
Desde las tristemente “clásicas” cuestiones de la intolerancia, del odio, y de las luchas religiosas y/o raciales, hasta la del conflicto puramente económico, encubierto, pasando por la locura, que la propia guerra introduce en las mentes de los soldados, o por la “negligencia” o “el mirar para otro lado” de los organismos que, supuestamente, deben luchar para conseguir la paz, y de sus miembros.
En esa comparación con Vietnam en lo visual, y con la barbarie de La Segunda Guerra Mundial, en los campos de exterminio, aporta su visión de ese casi niño con metralleta que fue en La Guerra del Líbano, y su lucha continua, a lo largo de los años, respecto su verdadera responsabilidad en los actos cometidos, un tema espinoso y complejo.
Y también denuncian, cómo los responsables, políticos pensantes, y los altos mandos militares, aquellos que sí podían tomar decisiones, tuvieron 2 vías de actuación:
Permitieron el asedio, y luego frenaron la masacre, cuando ya era demasiado tarde.
Y lo horrible es que, como casi siempre, sabían lo que estaba ocurriendo.
ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), es entonces, un grito desesperado, que nace de la necesidad imperiosa, de querer recordar lo que ya no se puede ver.
Otro asunto destaca, además, e incluso se posiciona por encima de todos:
El de la culpa.
El propio Folman, se reconoce uno de los testigos presenciales de aquel cruel acto, y él mismo, en un intento tal vez de redimirse, o de dejar de lado todo aquello, y pasar página, hace especial hincapié, en que no pudo hacer nada para evitarlo, y en la desprotección que también sufre “el soldado raso”, enviado a la guerra por los políticos de su propio país, que le utiliza como carne de cañón joven, y sacrificable.
Esta postura presente en el documental, no ha estado exenta de críticas, algunas bastante duras.
Al final, esa escena de tomas reales, es la reconstrucción de la memoria, el llamado de los fantasmas, humaniza aquellos esquemas despersonalizados, y persecutorios del sueño, que reclamaban de forma apremiante, con sus terribles lamentos, cuanto menos la condescendencia de una narración ficticia, para que su experiencia no cayera en el olvido, en el síntoma histórico que el propio enunciador padecía, a título personal, y que ahora se rescata.
Aquel día, trajeron El Infierno a La Tierra, con su danza diabólica, con su vals…
Así pues, pasamos de lo hipotético/ la animación, a lo concreto/la realidad.
A día de hoy, ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) sigue prohibida en varios países árabes, entre ellos, el Líbano.
Un movimiento Blogger, consiguió que varios críticos libaneses, vieran ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), como desafío al gobierno.
Y se proyectó en Beirut, ante 90 personas, sucediéndose algunas proyecciones más.
La única forma de conseguirla en el Líbano, es mediante copias pirata.
Por su parte, Ari Folman declaró, que el día más feliz de su vida, llegaría cuando fuese capaz de presentar ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir) en Beirut, capital del Líbano.
Como nota final, sólo decir que ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), ha abierto una nueva tendencia en el cine israelí, en el sentido de profundizar en la crítica de la acción exterior de su país, y de la gestión de sus gobernantes.
La banda sonora original, fue compuesta por el músico electrónico alemán, Max Richter, mientras que las canciones principales son:
“Enola Gay”, “This is not a love song”, “Good morning Lebanon”, “Incubator”, y la versión de “I Bombed Korea”, reescrita como “I bombed Lebanon”
Varios críticos, han remarcado el importante papel que tiene la música en ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), describiendo las escenas, como un comentarista más de los eventos sucedidos en la guerra.
“למה אתה לא אומר לנו מה לעשות”
(¿Por qué no nos dices qué hacer?)
El ser humano, puede llegar a crear mecanismos, aparentemente muy inteligentes, en situaciones extremas.
Es lo que ocurre con los protagonistas de ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), y lo que puede ocurrir en muchos casos de ex-combatientes en general, y de personas que han sufrido, o presenciado accidentes, catástrofes, ataques personales, o malos tratos.
Se bloquean recuerdos, hasta conseguir olvidar momentos importantes.
Realmente, no es un olvido, por falta de neurotransmisores, sino que la historia, la situamos en otra parte del cerebro, inaccesible, amnesias selectivas.
Al poco tiempo del hecho dramático, esto puede suponer un alivio, por su efecto protector, pero a largo plazo estamos impidiendo la expresión emocional.
A partir de los veteranos de La Guerra de Vietnam, estos hechos se empezaron a estudiar, y nominar como el conocido “Trastorno por Estrés Postraumático”, que sufre aproximadamente, el 30% de los ex-combatientes de alguna guerra.
Aún con ese “olvido”, los afectados viven perseguidos por pensamientos, y recuerdos persistentes y aterradores.
Si nos empeñamos, consciente o inconscientemente en soterrarlos, tendrán que salir por algún lado:
Los sueños, causados en este caso, por un contacto duradero con la guerra, de forma que deja huella en las transmisiones neuronales.
Respecto a los hechos históricos tratados en ואלס עם באשיר (Vals Im Bashir), existen diversas teorías, en cuanto a las partes implicadas en el asesinato de Bashir.
Muchos señalaron al gobierno sirio, y el entonces presidente, Hafez al-Assad, como responsables del asesinato.
Otros afirmaron, que fue Israel, quien secretamente ordenó el asesinato, al presentir que Bashir iba a retrasar el proceso de paz entre el Líbano e Israel.
Para muchos, El Informe de La Comisión Kahan, hecho público en febrero de 1983, que concluyó que la matanza había sido realizada, única y exclusivamente por las falanges cristianas libanesas, al mando de Elie Hobeika, si bien consideraba a Israel, indirectamente responsable, por no haber previsto lo que iba a suceder, y actuar en consecuencia.
De igual manera, criticaba duramente la indiferencia, e imprudencia de algunos ministros, y mandos militares israelíes, calificaba de “negligencia grave”, la conducta del Jefe del Estado Mayor, El General Rafael Eitan y, especialmente, consideraba, que el por aquel entonces Ministro de Defensa, Ariel Sharon, “faltó a sus obligaciones”, por lo que recomendaba su destitución; más, el cese de Sharon, y su abandono de la política, no fue suficiente.
Sectores pro-palestinos, han seguido insistiendo durante años, en acusar a Ariel Sharon, de autor o instigador de la matanza, algo que arreció, en forma de procesos judiciales en Europa, cuando éste regresó a la política, al ser elegido Primer Ministro de Israel, en 2001.
Así, la justicia belga admitió a trámite, una demanda contra Sharon, en 2001, en aplicación de una ley de jurisdicción universal, para casos de violaciones de Los Derechos Humanos, usada en 1993, para procesar a los acusados del Genocidio De Ruanda.
Por su parte, Israel no lo tomó en consideración, y adujo que se trataba de un proceso, basado en motivaciones políticas.
Esta ley, fue luego invocada para iniciar causas contra:
George W. Bush, Tony Blair, Donald Rumsfeld, Colin Powell, y Condoleezza Rice, y sirvió asimismo como modelo, para presentar querellas contra otros líderes, por Crímenes contra Los Derechos Humanos, como Fidel Castro en España, acusación que fue finalmente desestimada, o el propio Yasser Arafat, en Francia.
A diferencia de Sharon, el falangista libanés, Elie Hobeika, considerado el responsable material de la matanza, nunca fue acusado en un tribunal, ni en su país, ni en Europa, ni se le siguió asociando a Sabra y Shatila, lo cual le permitió ocupar el puesto de Ministro, en el gobierno libanés, en la década de 1990, hasta que un atentado con coche bomba en Beirut, del que se desconocen sus autores, y motivaciones, le costó la vida, en enero de 2002.
Algunos sostuvieron, que se preparaba para testificar en el tribunal belga de Crímenes de Guerra.
Michael Nassar, ex-falangista que se hizo millonario con la venta de armas, propiedad de Las Fuerzas Libanesas, fue asesinado junto con su esposa, en São Paulo, Brasil, donde había estado viviendo desde que huyeron del Líbano, en 1996.
Ariel Sharon, continuó su carrera política, pese a su renuncia tras el informe de La Comisión Kahan.
Sharon murió en la impunidad, el 11 de enero de 2014.
Según Henry Kissinger, “La Comisión Kahan, fue un gran tributo a la democracia israelí...
Hay muy pocos gobiernos en el mundo, que hagan una investigación pública, de un episodio tan difícil y vergonzoso”
Por último, la viuda de Bashir, Solange Gemayel, trabaja para mantener vivo su legado, a través de La Fundación Bashir Gemayel, una organización política e informativa.

“אנו עשויים לשכוח את העבר, אבל העבר לא ישכח אותנו”
(Podemos olvidar el pasado, pero el pasado no nos olvida)



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