Becket

“In the year 1066, William The Conqueror crossed from France with his Norman army and conquered the Saxons of Britain at the Battle of Hastings.
Henry II, his great grandson, continued to rule over the oppressed Saxon peasants, backed by the swords of his Barons and by the power of his imported Norman clergy”

Al igual que Thomas Moro supuso un quebradero de cabeza para Henry VIII, por su obstinación en no darle la razón en el conflicto matrimonial, entre éste con Catalina de Aragón, y el Papa; siglos antes, también en Inglaterra, hubo otros tocayos de aquéllos, en este caso, Thomas Becket y Henry II, donde el poder real, también fue cuestionado por un hombre de La Iglesia Católica.
Santo Thomas Becket de Canterbury, fue un Arzobispo y Lord Canciller de Inglaterra, venerado como santo y mártir por La Iglesia Católica y La Iglesia Anglicana, desde 1173, por El Papa Alexander III.
Hombre de profundos principios, su devenir vital, representa un caso paradigmático de las tensas relaciones mantenidas en la Europa medieval, entre la jerarquía eclesiástica, y estamento regio.
A su vez, la imagen piadosa de Thomas Becket, ha prevalecido como ejemplo de obediencia a los preceptos de la iglesia, a lo que ayudó sobremanera, su precoz canonización, en 1173, apenas transcurridos 2 años de su fallecimiento.
Su festividad, que cuenta con una riquísima tradición en tierras anglosajonas, se celebra el 29 de diciembre.
Becket nació en el seno de una familia burguesa, originaria de Ruan, en Normandía.
El Rey Geoffrey Plantagenet, Conde de Anjou, envió a su hijo, Henry II Plantagenet, a vivir en la casa de Becket, tal y como se acostumbraba a hacer con los niños de la nobleza.
Más tarde, ésta sería una de las razones por las cuales, Henry se enfrentaría a su padre, al estar afectivamente ligado a su tutor, Becket.
A los 10 años, Becket realizó sus primeros estudios de leyes civiles y canónicas, en la abadía de los monjes de Merton, en Surrey.
Estudió teología en París y Bolonia.
De regreso a Inglaterra, entró al servicio del Arzobispo de Canterbury, Teobaldo, que, impresionado por su capacidad y sagacidad, le encargó varias misiones en Roma.
En 1154, fue nombrado Arcediano de Canterbury, y Preboste de Beverley y, al año siguiente, Canciller del reino.
Posteriormente, Henry II, como Rey de Inglaterra, Duque de Normandía y Aquitania, y Conde D’Anjou, primer Rey de La Dinastía Plantagenet, como todos los reyes normandos, quería ser el soberano absoluto, tanto de su reino, como de la iglesia, basándose en las costumbres ancestrales de sus antepasados; quería eliminar los privilegios adquiridos por el clero inglés, que consideraba, disminuían su autoridad.
Becket, le pareció la persona idónea para defender sus intereses; el joven canciller, se convirtió no sólo en un fiel servidor de Henry II, sino también, en un excelente compañero de caza y diversiones, manteniendo, no obstante, con mucha diplomacia, su renuncia a las pretensiones del Rey.
El Arzobispo Teobaldo, falleció el 18 de abril de 1161, y el capítulo acogió con cierta indignación, el hecho de que el Rey impusiera a Thomas Becket, como sucesor en La Sede Arzobispal de Canterbury.
La elección, tuvo lugar en mayo, y Becket fue consagrado, el 3 de junio de 1163.
Desde el momento en que fue consagrado, una transformación radical se operó en el nuevo Primado, ante la estupefacción general de todo el reino.
El cortesano, alegre y amante de los placeres, dio paso a un prelado austero, con ropas de monje, y dispuesto a sostener hasta la muerte, la causa de la jerarquía eclesiástica.
Ante el cisma que dividía a la Iglesia, Becket se inclinó a favor del Papa Alexander III, que sustentaba los mismos principios jerárquicos, y recibió el palium, o estola de Alexander, en El Concilio de Tours.
De regreso a Inglaterra, Becket empezó a poner en práctica, el proyecto que había preparado:
Liberar a la Iglesia de Inglaterra, de las limitaciones que él mismo había consentido aplicar.
Su objetivo era doble:
Abolición completa de toda jurisdicción civil sobre la Iglesia, con el control no compartido por el clero; libertad de elección de sus prelados, y la adquisición y seguridad de la propiedad, como un fondo independiente.
El Rey, comprendió rápidamente el resultado inevitable, que esta actitud del Arzobispo comportaba, y convocó al clero en Westminster, el 11 de octubre de 1163, exigiendo la derogación de todas las demandas de excepción jurídica civil, y reconociendo la igualdad de todos los individuos ante la ley.
La alta prelatura, se hallaba dispuesta a admitir las peticiones del Rey, a lo que se negó, firmemente, El Arzobispo.
Henry, no estaba dispuesto a mantener una disputa abierta, y propuso un acuerdo, apelando a las costumbres del pasado.
Thomas aceptó este compromiso, aunque con ciertas reservas, respecto a la salvaguarda de los derechos de la Iglesia; no hubo consenso, y la cuestión quedó sin resolver.
Henry II, insatisfecho, abandonó Londres...
El Rey, convocó otra asamblea en Clarendon, el 30 de enero de 1164, en la que presentó sus demandas expuestas en 16 puntos.
Sus peticiones, implicaban el abandono de la independencia del clero, y su dependencia de Roma.
Aparentemente, obtuvo la aprobación del clero, pero no la de su Primado.
Becket, trata de llegar a un acuerdo, mediante la discusión de los puntos expuestos por El Rey, pero ante la obstinación del mismo, se niega a firmar el tratado.
Esto significó la guerra abierta, entre los 2 poderes en cuestión.
Henry trata de deshacerse de Becket por la vía judicial, y le convoca ante el gran consejo de Northampton, el 8 de octubre de 1164, para responder a la acusación que se le hace:
Oposición a la autoridad real, y abuso de su cargo de canciller.
Por lo que Becket niega el derecho de la asamblea para juzgarle, y recurre al Papa; pero, dándose cuenta del peligro que corre, se exilia voluntariamente, el 2 de noviembre, refugiándose en Francia.
Se dirige a Sens, donde se encontrará con El Papa Alexander III, que recibe asimismo, a unos enviados del Rey que solicitan, en su nombre, que tome medidas contra Becket, y envíe un legado a Inglaterra, con autoridad plenaria para resolver el problema.
El Papa Alexander III, se niega a tales pretensiones, y presta su apoyo a Becket.
Por su parte, Henry persigue al Arzobispo fugitivo, dictando una serie de decretos contra Becket, aplicables a todos sus amigos y partidarios; pero Louis VII de Francia le acoge, y le ofrece su protección.
Becket permanece 2 años en la abadía cisterciense de Pontigny, hasta que las amenazas de Henry, le obligan a regresar a Sens.
Becket, en plena posesión de sus prerrogativas, quería que su posición fuera mantenida por medio de la excomunión, y la prohibición, pero aunque Alexander III simpatizaba con las ideas de Becket, prefería contemporizar y atemperar para lograr sus propósitos.
Las diferencias entre El Papa y El Arzobispo, se hicieron patentes, y empeoraron cuando, en 1167, unos legados fueron enviados a Inglaterra, con autoridad para arbitrar en la cuestión.
Obviando esta limitación sobre su jurisdicción, y persistiendo en sus principios, Becket pacta con los legados, y se somete a las condiciones del Rey, a cambio de que éste respete los derechos de su orden.
Su firmeza parece recompensada cuando, en 1170, El Papa está a punto de cumplir sus amenazas de excomulgar al Rey.
Henry, inquieto ante esta eventualidad, trata de llegar a un acuerdo, que permita el regreso de Thomas a Inglaterra, y dejarle continuar con su ministerio.
Ambas partes, siguieron irreconciliables, y Henry, apoyado por sus partidarios, se niega a devolver las propiedades eclesiásticas que había invadido.
Así las cosas, Thomas prepara la sanción contra todos aquellos que habían privado a la Iglesia de sus bienes, y contra los obispos que la habían secundado.
Thomas, ya había sido enviado a Inglaterra para su promulgación, y desembarcó en Sandwich, el 3 de diciembre de 1170 y, 2 días después, entró en Canterbury.
La tensión existente entre ambas partes, imposibilitaba una salida satisfactoria, y la catástrofe se veía venir.
Fueron 2 frases del Rey, exasperado:
“¿No habrá nadie capaz de librarme de este cura turbulento?”, y “Es conveniente que Becket desaparezca”; es posible que las frases fueran apócrifas; según la tradición, fueron dichas en un ataque de ira; las que fueron interpretadas como una orden para 4 caballeros anglo-normandos:
Reginald Fitzurse, Hugh de Morville, William de Tracy, y Richard de Brito, que de inmediato, proyectaron el asesinato del Arzobispo, que llevaron a cabo el martes 29 de diciembre de 1170, en el atrio de La Catedral de Canterbury, mientras Becket asistía a vísperas con la comunidad monástica; y que más tarde, tras su asesinato, los 4 invadieron El Palacio Arzobispal, saqueando bulas papales y cartas, oro, plata, ornamentos, libros, y utensilios empleados por los servicios de la iglesia.
Los 4 Sires, irrumpieron en el coro de La Catedral de Canterbury, vestidos con armaduras y espadas, llevando decidida, la captura o asesinato de Becket.
Fitzurse, que parecía ser su líder, dio el primer golpe, pero no mortal a la cabeza de Becket; y los otros caballeros, siguieron su ejemplo, hasta que Becket murió.
De Brito se dice, que fue quien rompió la espada, al cortar la cabeza de Becket.
La cristiandad, se sintió ultrajada, y El Rey se llenó de remordimientos.
Los 4 caballeros, inicialmente escaparon a Escocia, y de allí, al castillo de Knaresborough; siendo excomulgados por El Papa, el día de Pascua, Jueves Santo, el 25 de marzo 1171, y se les ordenó realizar una peregrinación penitencial hacia La Tierra Santa; donde se cree, que ninguno regresó.
Se especula que Tracy, no llegó a La Tierra Santa, y que murió en 1174, de lepra, en Cosenza, en el sur de Italia.
Otros dicen que Tracy se retiró a una ermita allí...
Otra tradición cuenta que los cuerpos de los caballeros, fueron devueltos a la isla de Brean Down, frente a las costas de Weston-super-Mare, y enterrado allí.
Este hecho, provocó la excomunión de Henry II, que obtuvo su rehabilitación, gracias a los esfuerzos de Roberto de Torigny, abad de Mont-Saint-Michel.
Como parte de su penitencia por la muerte de Becket, Henry II debió hacer una peregrinación, vestido con un saco, a la tumba de Becket, y acceder a enviar dinero a los estados cruzados en Palestina, el cual sería guardado por Los Caballeros Hospitalarios, o Los Caballeros Templarios, hasta la llegada de Henry II, para hacer uso de él, en peregrinaciones o cruzadas.
Posteriormente, el 21 de mayo de 1172, El Rey Henry II, fue azotado en público, desnudo, ante la puerta de La Catedral de Avranches, que era la capital de Normandía.
Henry II, pospuso su cruzada varios años, y finalmente nunca la llevó a cabo, a pesar de una visita que le hizo el patriarca, Heraclio de Jerusalén, en 1184, ofreciéndole La Corona del Reino de Jerusalén.
El año 1188, El Rey impuso el “Diezmo Saladino”, para pagar una nueva cruzada, el clérigo, Geraldo de Gales, sugirió que la muerte del Rey, en 1189, fue un castigo divino por la imposición del diezmo, instituido para recolectar fondos para una cruzada para recapturar Jerusalén, que pasó a manos de Saladino, en 1187.
Honor is a private matter within; it's an idea, and every man has his own version of it.
Becket es un drama británico, del año 1964, dirigido por Peter Glenville.
Protagonizado por Richard Burton, Peter O'Toole, John Gielgud, Donald Wolfit, Martita Hunt, Pamela Brown, Siân Phillips, Felix Aylmer, Gino Cervi, Paolo Stoppa, David Weston, entre otros.
El guión es de Edward Anhalt, y es una adaptación de la obra teatral “Becket ou l'Honneur de Dieu” (1959) de Jean Anouilh, que trata de una representación del conflicto entre Thomas Becket, y El Rey Henry II de Inglaterra, que conduce al asesinato de Becket, en 1170, que sin embargo, contiene muchas inexactitudes históricas, que el autor ha reconocido.
Cabe señalar, que el guión de Becket, posee escenas adicionales, que fueron escritas por Edward Anhalt, expresamente para la película.
La interpretación de Anouilh, del relato histórico, aunque a menudo irónico, es más sencillo que el drama histórico de T. S. Eliot, sobre el mismo tema expuesto en:
“Murder In The Cathedral”, que fue concebido principalmente, bajo un tratamiento religioso.
Sin embargo, hay algunas similitudes en la interpretación.
La obra da para trascender la epidermis de sus gloriosos personajes, y permea el alma, presiente el corazón, y teje un hecho “histórico”, que merece recordarse para siempre.
Becket obtuvo un Premio Oscar al Mejor Guion Basado en Otro Medio; y 11 nominaciones:
Mejor película, director, actores (Richard Burton y Peter O'Toole), actor secundario (John Gielgud), sonido, montaje, fotografía en color, dirección artística en color, banda sonora, y vestuario en color.
Se rueda entre mayo y septiembre de 1963, en escenarios naturales de Bamburg Beach, Bamburg Castle, y Alnwich Castle, en Inglaterra, y en los Shepperton Studios, en Shepperton, Inglaterra.
La acción dramática, tiene lugar en Inglaterra y en Normandía, y otras localidades francesas, entre 1155 y 1170 del siglo XII.
Se vive una época de confrontación, entre los Normandos, quienes detentan el poder con un régimen de opresión harto excluyente; y los Sajones, pueblo de origen germánico, que se estableció en Inglaterra desde el siglo V; que repelen, sin mayores recursos, a un Rey que es “un eterno adolescente, atento sólo a sus placeres”
Pero, cuando el poder pretende jugar con la voluntad de los seres humanos, llegará el momento indefectible, en que se llevará las más extrañas, e inesperadas sorpresas.
Thomas Becket (Richard Burton), es El Canciller, y amigo cercano del Rey Henry II de Inglaterra (Peter O'Toole); y El Rey lo promueve al cargo de Arzobispo de Canterbury, a la muerte de éste.
Becket, se siente entonces imbuido en su nueva religiosidad, lo que lo lleva a convertirse en un rival del Rey.
La relación que se da entre él y su amigo, Canciller, y luego su Arzobispo de Canterbury, Thomas Becket, contiene el más notable, conmovedor, y entreverado conflicto de emociones, que hayamos visto por mucho tiempo, en una obra cinematográfica.
Lo que resplandece en Becket, son 2 seres humanos, con todas sus contradicciones, sus matices, y su capacidad de enfrentar al mundo, para defender una amistad que, en el ejercicio de lo que es justo, quizás encuentre sus propios límites.
Mientras que El Rey es retratado como un hombre caprichoso, juerguista, y mujeriego, pero al tiempo, celoso de su poder, y sensible a la verdadera amistad; Becket se nos presenta como un hombre íntegro, con principios, y predispuesto siempre, a la búsqueda de la lucidez existencial, sólo le debe lealtad a Dios, al amor, y a la verdad.
Pero, un Rey, aferrado a los privilegios del poder y del vasallaje, sólo le deberá lealtad al sostenimiento de su trono, a como dé lugar, pues cuando se cae en la trampa de la “superioridad”, es más fácil traicionarlo todo, que renunciar a la “grandeza”
Así, ambos personajes tienen clara, cuál es su misión, su deber, y el concepto del honor del que están imbuidos, les impide dar marcha atrás, o transigir en exceso.
El enfrentamiento, permanente entre los protagonistas, se da acompañado de una amalgama de enfrentamientos adicionales:
El Rey y su familia; La Corona y La Iglesia; Inglaterra y Francia; Los Barones y El Rey; el anciano Obispo de Canterbury y La Corona; la jurisdicción real y la eclesiástica; El Papa y Los Cardenales, etc.
Algunas contraposiciones, se muestran encadenadas, y relacionadas entre sí:
La guerra con Francia, el aumento de impuestos, y la oposición de la Iglesia, etc.
“He'll be much more use to God than he ever was to me”
La historia que nos presenta este drama histórico, es una de las maravillas más preciosas del mundo:
Un hombre, Thomas Becket, se enfrenta a sí mismo, por escoger entre su amor a su Rey, o su amor a Dios.
Espléndida muestra de cine histórico, que adapta la pieza teatral del autor francés, Jean Anouilh; con una estructura consistente en un largo “flashback”, que se inicia en La Catedral de Canterbury, adonde acude El Rey, a hacer penitencia ante la tumba del Obispo muerto, Thomas Becket.
Lo más sorprendente de esta historia verídica, es la transformación operada en Becket, cuando se consumó el nombramiento:
De repente, el juerguista Becket, se transformó en un hombre pío, defensor de los derechos de la iglesia, y se enemistó con su Rey, hasta el punto de poner en peligro, la misma supervivencia del estado.
Becket nos retrotrae al inicio de la segunda mitad del siglo XII, en una Inglaterra dominada por los normandos, sobre los sajones, y en la que reina el caprichoso e irascible Henry II.
Rodeado de una corte de aduladores, e intentado ser dominado por la Iglesia, este se amparará en los consejos, y la inseparable compañía del sajón, Thomas Becket.
Una relación de amistad y dependencia, que poco a poco irá revelando unos complejos matices, que van del encuentro de una extrema agudeza e inteligencia por parte del monarca hacia Becket, y que en un momento dado, irá descubriendo su raíz homosexual.
Iniciada en un tono de comedia, en la que no faltará el enfrentamiento del Rey con el poder fáctico que interpondrán los representantes de la Iglesia, renuentes a participar o financiar los proyectos de invasión de Henry, en terrenos franceses; poco a poco, el universo ingenioso y cercano a lo festivo, con el que se inicia este notable film de Peter Glenville, irá adquiriendo una creciente severidad, acentuada a partir del nombramiento de Thomas Becket, como Arzobispo de Canterbury, en detrimento del candidato natural, Gilbert Foliot (Donald Wolfit)
Lo que para el monarca se había establecido como una previsible jugada maestra, para lograr el dominio del clero, en realidad, Becket era diácono, y para asumir el cargo, tendrá que ser nombrado sacerdote de manera apresurada, se tornará en un momento dado, en un auténtico drama para el hombre brillante e ingenioso, diletante, y al mismo tiempo, reflexivo, en que se ha convertido el sajón investido de poder, a partir de ofrecerse a él, la denuncia sobre la injerencia de una actitud criminal, contra un clérigo que ha sido asesinado por un noble civil, al que no dudará en excomulgar, ya que el juicio sobre dicho sacerdote, debiera haber recaído sobre los poderes religiosos.
Esos 2 anillos, que Becket lucirá en su misma mano, se erigirán en un símbolo sobre la imposibilidad de conciliar los poderes de La Tierra, y los de Dios.
“Nadie puede servir a 2 amos, porque odiará a uno, y amará al otro”; Mt 6,24.
Esto queda muy patente en Becket, que tras haber servido fielmente a Henry II, no tuvo más remedio que elegir, entre satisfacer a Dios, o a su amigo.
Están representadas en Becket, las dificultades entre Iglesia y Estado:
Henry II, pretendió disminuir los derechos de la Iglesia, e invadir sus competencias, para así tener un completo control del poder.
En las altas posiciones de la jerarquía eclesial, como la que ocupaba Becket, no basta con una vida espiritual intensa, y la predicación del Evangelio, que no es poco, sino que además, se requiere de las cualidades necesarias para defender los derechos de la Iglesia; y Becket refleja de manera magistral estos hechos.
A partir de ese momento, y ayudado por la memorable interpretación de Richard Burton, bastante por encima de la más exterior brindada por el siempre excesivo Peter O’Toole; Becket se va erigiendo, en la crónica de una muerte anunciada, forjada en la rebelión del supuesto discípulo inteligente, contra ese maestro revestido de poder, y escasa sesera, que en el fondo, dominará unas extrañas relaciones, en las que se irá adivinando un deseo caracterizado por lo que la propia madre de Henry, denominará, “algo antinatural”
Ese deseo de dominio, acompañado por una secreta, y nada oculta veneración, será el eje sobre el que pivotará este viaje por las entrañas del medievo inglés, en donde los recelos, entre normándoos y sajones, tendrán su exponente más significativo, en la figura del joven Hermano John (David Weston)
Se tratará de un fraile, que en una primera instancia atacará a Becket, acusándolo de traidor a sus orígenes, pero que en un momento determinado, modificará por completo su actitud hacia él.
Todo ello sucederá en una secuencia memorable, la más hermosa del relato, en la que el muchacho contemplará a escondidas, la meditación hacia Dios de ese hombre, que hasta entonces ha detestado, en busca de la nobleza, y el auténtico camino de su comportamiento, quedando conmovido del mismo, y besándole a continuación la mano, al postrarse de rodillas ante él, iniciando un sendero de servidumbre hacia este.
Una vocación que llegará hasta la muerte de ambos, en el episodio sombrío, y casi premonitorio, celebrado en La Abadía de Westminster, en donde uno y otro, esperarán casi sin otra salida, la llegada de la muerte, aunque para el joven John, esta intente llegar, no sin antes, poner de nuevo de manifiesto, de manera infructuosa, su condición sajona, en contra de los invasores normandos.
Todo el jugo que se pueda extraer a la personalidad de Henry II, es poco.
Es alguien que tiene celos de Dios, siendo él, una de las personas con más poder en La Tierra.
¿Y su enfermiza amistad con Becket?
¿Y su dolor interior, por tener que enfrentarse a su mejor amigo, la única persona que ha apreciado sinceramente en su vida?
No lo escribiría nunca, las veces que lo merece:
Inmenso Peter O'Toole, capaz de transmitir su dolor, capaz de que el espectador sienta rabia, y sin embargo, es posible comprenderlo.
Ante todo, hay que destacar la perfecta elección de los 2 actores principales, que sostienen todo el peso de la trama:
Un Peter O’Toole que acaba de interpretar a “Lawrence Of Arabia”, nos hace totalmente creíble, a un Henry II apasionado por el poder, y a la vez, temeroso y lleno de furia por la traición de su amigo.
Por otra parte, un contenido Richard Burton, sale airoso en el difícil papel de Becket, un hombre dividido entre la lealtad a su Rey, y a Dios, en el que se opera un gran cambio, al llegar a la mitad del metraje.
Becket al final, se convirtió en un santo, todavía venerado.
Y es que Burton, es todo lo contrario, sutilidad, matizado, contenido pero desprendiendo majestuosidad, hidalguía e integridad, los 2 juntos paren un duelo magnífico.
Si bien es cierto, muchas de las escenas de Becket, parecen concebidas directamente para el teatro, pero están realizadas con un gran lujo de medios, y una perfecta ambientación, logrando que el espectador, se sienta atrapado durante 2 horas 30 minutos, por unos diálogos llenos de fuerza, acerca de problemas que en realidad son intemporales.
“Becket is the only intelligent man in my kingdom, and he's against me!”
Desde el mismo momento de su muerte, El Arzobispo de Canterbury, Thomas Becket, se convirtió en uno de los más venerados santos de todo la Europa cristiana occidental.
En este sentido, enumerar las múltiples manifestaciones espirituales, artísticas, o literarias, creadas alrededor de su figura, serían imposibles, por la cantidad y calidad de ellas.
Sin embargo, la valoración que puede hacerse alrededor de Thomas Becket, es realmente contradictoria.
Su primera imagen, la de ambicioso canciller, la de valeroso militar, que no dudaba en encabezar las tropas, y la de reformista impositivo sin escrúpulos, no se contrapone, en efecto, a la vía espiritual que finalizó con su martirio.
El cambio operado en Becket, a raíz de su designación como Arzobispo de Canterbury, ha sido tradicionalmente visto por los historiadores, como el momento culminante de su vida.
Las múltiples explicaciones, realizadas para descubrir el trasfondo de esta acción, varían desde una supuesta ambición del prelado, totalmente dispuesto a gobernar Inglaterra, con la ayuda del Papa, hasta una simple y llana evolución vital, desde un período de juventud, marcado por la soberbia, hasta la plena consciencia, y total madurez, acerca de que en el servicio a Dios, y en la lucha por la fe, el Becket creyente, necesitaba abandonar las antiguas formas cortesanas del Becket Canciller.
A su muerte, Becket fue reverenciado por los fieles de toda Europa, que lo consideraron un mártir.
Apenas unos años después, en 1173, fue canonizado por El Papa Alexander III.
El 12 de julio de 1174, El Rey Henry II, tuvo que hacer penitencia públicamente, ante la tumba de su enemigo, que se convirtió en uno de los lugares de peregrinaje, más populares de Inglaterra, hasta que fue destruida durante la disolución de los monasterios, entre 1538 y 1541.
Desde este momento, Becket pasó a ser una figura alabada por los católicos, y denostada por los protestantes anglicanos, de ahí que los juicios de valor, vertidos por los historiadores británicos, hagan prácticamente imposible discernir objetivamente, qué representó El Arzobispo, para la historia inglesa.
En 1220, los restos de Becket fueron trasladados desde su primera tumba, a un relicario en la recién terminada Capilla Trinity.
El suelo, sobre el que descansaba ese relicario, es aún señalado con una vela encendida.
Lo que sí ha de destacarse con claridad, es el tremendo valor de Becket, en calidad de reformador de La Iglesia Británica, tanto en su primera etapa de colaboración con Henry II, como una vez posesor del Arzobispado de Canterbury.
La Reforma Gregoriana, que tantos enfrentamientos derivó en la Europa continental, entre Papado e Imperio, fue impuesta por Becket en Inglaterra, contribuyendo decisivamente con ello, a la recuperación moral del clero, y a poner la primera piedra en la modernización de la estructura eclesiástica británica.
Más adelante, sobre todo en los siglos XIV y XV, Santo Thomas, fue utilizado como el estereotipo de figura piadosa, en contra del ansia de los reyes.
Hoy día, los arzobispos celebran la eucaristía en La Capilla Trinity, para conmemorar el martirio de Becket, y el traslado de su cuerpo a ese emplazamiento.
Apenas, a los 5 años de su muerte, y 2 de su canonización, existía ya una Iglesia en Salamanca, dedicada al culto de Thomas Becket.
Otra capilla dedicada a Thomas Becket, se encuentra en Tarrasa, Barcelona, en La Iglesia de Santa María, del conjunto episcopal de Egara, con un magnífico fresco realizado sobre 1180.

“Is the honor of God washed clean enough?
Are you satisfied now, Thomas?”



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