Disconnect

“Everything you do, someone out there can see”

No podemos imaginar, hoy en día, cómo podríamos llevar a cabo muchas de las tareas que realizamos, sin las ventajas que nos ofrece Internet:
El correo electrónico, las redes sociales, y otras herramientas de “democratización social”
Cada vez que pensamos en Internet, lo vemos como un horizonte sin límites, del cual, casi a diario, podemos obtener múltiples alternativas para trabajo, diversión, interacción con amigos, y otras actividades que ponen al alcance de nuestras manos, el mundo entero.
El grado de dependencia, que la sociedad actual manifiesta a ciertos dispositivos tecnológicos, está llevando a lo que algunos entienden como “la deshumanización de las relaciones interpersonales”
La famosa vida “2.0”; pues nuestra vida pasa por el software.
Vivimos en la era de Internet, donde la gente está constantemente comunicada a través de los chats, las redes sociales, o la telefonía móvil, sin pensar en las amenazas que se esconden en este amplio mundo cibernético, especialmente para los adolescentes, menos conscientes de que tras un perfil social, puede esconderse cualquier tipo de persona, y que nuestros datos personales, o cuentas bancarias, pueden ser fácilmente sustraídos por algún experto informático.
El “software”, es solo un intermediario, pero está ahí, presente, latente.
Y es que hacemos las cosas que siempre hacíamos:
Comunicarnos, dormir, comer, interesarnos por nuestros amigos, por nuestras aficiones, por nuestros objetivos, por nuestros estudios, nuestros trabajos… pero lo hacemos de una manera diferente.
Lo hacemos a través de:
Whatsapp, Facebook, Twitter, Space, de apps para nuestros dispositivos móviles.
Por eso, no podemos obviar el “software”, y cómo este está modificando nuestras vidas; siendo el comienzo de una nueva existencia y, en efecto, de una nueva era, la de la información, marcada por la autonomía de la cultura, frente a las bases materiales de nuestra existencia.
Pero no es necesariamente un momento de regocijo, porque, solos al fin en nuestro mundo humano, habremos de mirarnos en el espejo de la realidad histórica; y quizás, no nos guste lo que veamos
“Look Up”
Disconnect es una película de suspense, del año 2012, dirigida Henry Alex Rubin.
Protagonizada por Jason Bateman, Hope Davis, Frank Grillo, Paula Patton, Andrea Riseborough, Alexander Skarsgård, Michael Nyqvist, Max Thieriot, Jonah Bobo, Colin Ford, Marc Jacobs, entre otros.
El guión es de Andrew Stern y trata sobre la incomunicación, centrada en un grupo de personas, en busca de conexiones humanas, en el interconectado mundo de hoy, de las redes sociales.
En palabras del director:
“Quería hacer un “thriller” emocionante, que realmente no tuviera ninguna respuesta.
Esa era mi meta.
No tenía un mensaje claro, en realidad, no intentaba sermonear.
Estaba interesado en la exploración de estas historias, y la manera con la cual interactuamos, entre unos y otros, y la tecnología”
Disconnect, inicia con una graciosa y atrevida escena, donde la periodista, Nina Dunham (Andrea Riseborough), ingresa a un portal de contenido sexual, para obtener un primer acercamiento con Kyle (Max Thieriot), un menor de edad, que trabaja para una red de pornografía cibernética, y así intentar conseguir una gran nota que, seguramente, la llevará al éxito.
Al mismo tiempo, en alguna otra parte de la ciudad, Derek Hull (Alexander Skarsgård), y su esposa Cindy (Paula Patton), buscan consuelo por separado, tras la muerte de su pequeño hijo:
Ella se desahoga en una sala de chat de duelo, hablando con un desconocido; y él, apostando en juegos de línea.
Pronto, su identidad será robada, y todos sus ahorros gastados.
La pareja se verá obligada a contratar a un detective privado, llamado Mike Dixon (Frank Grillo), quien les revelará sus “secretos” en la web.
Finalmente, Rich Boyd (Jason Bateman), un abogado adicto al trabajo, y dependiente de su celular, y su esposa Lydia (Hope Davis), deben lidiar con el intento de suicidio de su hijo adolescente, Ben (Jonah Bobo), tras ser víctima de “cyberbullying” por parte de 2 compañeros de la escuela; uno de ellos, Jason (Colin Ford), es hijo del detective Dixon.
Disconnect, pretende reflexionar, sobre el hecho de que la gente viva en un mundo, altamente conectado, donde la tecnología, lejos de servir para unir a las personas, las distancia aún más.
Por ello, Disconnect narra 3 historias, vagamente conectadas:
Una sobre la intimidación “online”; otra sobre el robo de identidad, y la última sobre una reportera, que trata de salvar a un joven que ofrece sexo vía “webcam”; y enfatiza sobre los diferentes usos que se le pueden dar a Internet, y los diferentes recursos que hay en ella:
Redes sociales, vídeo “online”, chat, etc.
Muestra un poco también, “la cara fea” de como el mal uso de dichos recursos, pueden llegar a afectar la vida de una persona, significativamente.
Que dicha afectación sea buena o mala, depende de nuestras acciones.
Disconnect es un filme con historias fuertes, sinceras, y realistas… de esos que a mitad del metraje son tan reales, que te hacen preguntarte:
“¿Por qué a veces el mundo es tan cruel?”, y que te dejará reflexionando muchísimo, acerca del cómo te encuentras inmerso en este mundo virtual, ya que vivimos en unos tiempos, donde es raro que no exista un ordenador personal en cada hogar.
Así pues, la tecnología, como cualquier otra herramienta, puede tener sus peligros, si está enfocada para hacer daño, y aquí está Disconnect, para avisarnos de ello.
“You don't wanna see me jack off or play with these toys or anything?
You really just wanna... you just wanna chat?”
Disconnect se centra en los peligros de Internet, y de “la vida 2.0”, huyendo de la erótica de las manzanas mordidas, y del caché de los “smartphones”
De hecho, se narran varias historias paralelas, en las que las infinitas vías de la comunicación virtual, van a ir a parar al más oscuro callejón sin salida:
El engaño, la traición, la prostitución, el robo, o el acoso, son tan antiguos como el hombre, pero vistos con la inmediatez, y la impunidad que otorga la red de redes, el resultado se amplifica, y resulta aún más aterrador.
Disconnect es un drama inspirado en tiempos modernos, que trata acerca de cómo nuestra sociedad, se va insertando, más y más en la tecnología, en las redes sociales… y su efecto negativo en el uso de estas:
El “cyberbullying”, las estafas electrónicas, el aumento de la comunicación virtual, y la disminución de la comunicación frente a frente, son algunos de los temas que trata, de forma cruda, como:
El perdón, la culpa, el descuido de los adultos de sus responsabilidades como padres, por el exceso de trabajo; la incomunicación en las parejas, o la prostitución adolescente, están elegantemente tratados, por lo que su complejidad y robustez argumental, están fuera de toda duda.
Lo que hace Rubin en Disconnect, es relatar un cuento, seguramente con exceso de buenas intenciones, sobre la peligrosa dependencia tecnológica de la sociedad actual, y el reverso tenebroso, por expresarlo de algún modo, del universo 2.0:
El robo de identidad, el acoso, el difícil equilibrio entre adolescencia, e Internet, etc.
Y lo mejor que tiene, es que Disconnect se va contando casi por sí sola, sin dramatizar  más de lo necesario, mostrando como somos cautivos de Internet, y como sobredimensionamos el vínculo con otras personas, que en el fondo no conocemos, y de las que solo nos podemos hacer una visión en nuestra cabeza por lo que nos escriben, o deciden mostrarnos.
Las suplantaciones de identidad por Internet, están al orden del día.
Todos conocemos a alguien, que se ha quejado de eso, “el ciber acoso” escolar también, el robo de identidad, etc.
Uno de los logros más importantes de Rubin, es poder captar el lado humano de los personajes, a pesar de que en la mayoría de las escenas, los actores se encuentran sumergidos en sus celulares, iPads o laptops.
Rubin lo logra, creando escenas donde los personajes chatean en línea, y los espectadores podemos ver en pantalla los mensajes en tiempo real, incluso con sus nombres de usuarios, y realizando las tomas en primeros planos de los personajes, logrando captar cada expresión, cada muestra de alegría, cada señal de dolor.
Uno de los mejores momentos, es cuando Rich chatea con quien, sin saberlo, realizó el acoso cibernético a su hijo.
La culpa y el remordimiento captados en el rostro de ambos personajes, logran una escena realmente emotiva.
El efecto que ha conseguido Rubin, es totalmente realista, el espectador puede sentir en carne propia, cómo el mundo de cada personaje, parece detenerse por instantes, cada vez que mandan un mensaje, y sobre todo, los segundos de espera para conseguir una respuesta.
Esa es la triste manera, en que actualmente nos comunicamos.
Por otra parte, en este tipo de películas, siempre se corre el riesgo de que algunas historias resulten más interesantes, y terminen engullendo al resto, pero Disconnect se muestra especialmente hábil en este aspecto, y cada una de las tramas paralelas, está dotada de la suficiente entidad, para mantener al espectador enganchado durante todo el metraje.
Se nota que Henry Alex Rubin, procede del documental, pues Disconnect es una película que, tratando de ser ficción, resulta bastante realista y verosímil; que deja un par de mensajes aplicables para la misma vida real:
Uno didáctico, como son los riesgos de las redes sociales; el otro más emocional, que gira sobre la frialdad de las relaciones humanas, en perjuicio del uso de estas nuevas tecnologías.
Esto último, se ve reflejado en la incapacidad de comunicarse de todos los protagonistas, con sus seres más cercanos.
Me ha gustado, que Disconnect no sea una crítica feroz y loca hacia las nuevas tecnologías, tal y como podría parecer, sino que también nos aporta un punto de vista conciliador; las nuevas maneras de tener relaciones sociales, tienen partes positivas y negativas.
Negativas como el abuso de le dan los medios de comunicación, enriqueciéndose de terribles historias, sin que la fuente goce de los réditos.
Eso sí, muchas de las soluciones visuales son brillantes, y la dirección de actores es excelente:
Jason Bateman, que por primera vez deja totalmente sus habituales personajes cómicos; pasando por Alexander Skarsgård, que ha logrado matar la duda de su capacidad actoral, frente a su atractivo físico, hasta el grupo de jóvenes actores, que participan, que sin lugar a dudas, en muchas ocasiones, se roban el film, como lo son:
Un muy crecido y admirable Max Thieriot, y Colin Ford muy interesante por resultar comedido y natural.
La anécdota de Disconnect, la protagoniza el mismísimo Marc Jacobs, diseñador metido a actor, por su amistad con Rubin, y que resuelve sus secuencias con sorprendente seguridad.
Pero no todo es oropel, al parecer, Disconnect armó un debate entre críticos, pues algunos lo tildan como “anti-tecnológico”, y otros como “una película que retrata, fielmente, los problemas de los medios sociales, como un hecho de vida actual”
Personalmente, me inclino por el 2º grupo.
Al terminar de verla, no pensé en lo peligroso que puede llegar a ser Internet, pensé en lo temibles que podemos ser los humanos, cuando nos aprovechamos de las ventajas de la red, y tan solo la transformamos en nuestra única forma de conexión con el mundo.
Además, en otros círculos, Disconnect ha sido criticada, por tener el mismo concepto de la película ganadora del Oscar en 2006, “Crash” de Paul Haggis.
Pues ambas cuentan historias diferentes, interconectadas por personajes, o conflictos.
Sin embargo, Disconnect no presenta aquel momento culminante, en el que los relatos alcanzan algún tipo de conexión.
Aquí se retratan las historias, acerca de cómo la tecnología ha afectado la conexión entre las personas, para bien o para mal, con una pequeña superposición entre ellas:
2 personajes de 2 de las historias, tienen un pequeño roce con otro de los relatos, pero esos encuentros no son cruciales, ni forman parte fundamental de las historias.
Algunas escenas, contienen grandes cargas de violencia psicológica, y otras escenifican, de excelente forma, la soledad, y frustración que conlleva la agitada y “moderna” vida del ser humano de hoy.
El ritmo de los últimos minutos, es altamente grato, así como el desenlace de alguna de las historias.
Sobre todo, hay una escena a destacar, dada la intensidad emocional de los protagonistas, y por supuesto, sumándole su increíble música, en los casi 4 minutos que dura, ni parpadeé, y es la rodada en “slow motion”, que resultó impagable.
Disconnect, nos deja sin respuestas…
No sabemos qué depara a los personajes, no obtenemos el final feliz que quisiéramos.
A pesar de no ser las intenciones del director, te hará pensar en la manera en que intentarás conectarte de vuelta con el mundo; y nos hace reflexionar, sobre el hecho de que, pasar mucho tiempo en las redes sociales, podría restarnos tiempo para relacionarnos con nuestra familia y amigos, a tal punto que una familia nuclear, podría tornarse en un grupo de extraños, que solo conviven en la misma casa, ignorando los detalles de la vida de cada uno, y en el caso de los padres, no dar el suficiente apoyo a los hijos.
Pienso que Disconnect es excelente en este sentido, porque nos hace reflexionar sobre el peligro potencial de perder el contacto humano, por la necesidad de aumentar los contactos virtuales, y a la larga, sentirnos “desconectados”
“I knew there was something wrong with that kid”
¿Qué nos está pasando?
En cuanto afloran nuestras debilidades, necesitamos echar mano del “auto consuelo online”, porque no somos capaces de hacer que a nadie “offline” le importe…
¿Por qué tenemos la necesidad de tratar de sentirnos superiores, a base de humillar a otras personas mucho más débiles que nosotros, y además, usamos la red para hacerlo, puesto que a la cara, jamás seríamos capaces de hacerlo?
¿Qué límites ético-morales-cívicos, estamos dispuestos a sobrepasar, para acabar saliéndonos con nuestros objetivos, ayudados además por los ordenadores, o los móviles?
¿De cuántas personas estamos dispuestos a aprovecharnos, y a dañar, con tal de salir nosotros beneficiados de cualquier manera?
¿Es éste, el uso que debemos darle a la tecnología?
Se suponía que estaba para ayudarnos, ¿no?
O quizás Internet acabe siendo el gran testamento de la raza humana, de las telecomunicaciones, y en definitiva, el nuevo modo de vida, que viene acompañado de ellas, el principal motivo por los cuáles, los años y la época que estamos viviendo actualmente, se acerquen cada vez más a la conocida “Era del Aborregamiento Colectivo” para que sea cada vez mayor.
Tanto, que acabe por repercutir en nuestras propias relaciones sociales.
¿O quién ya parece, que no pasa ya más tiempo hablando por su teléfono, vía redes sociales que en persona, ya sea por motivos de trabajo, o afición?
Disconnect se muestra como una fuerte crítica a los niveles de incidencia que la tecnología, especialmente la Internet, ha llegado a influenciar en la sociedad de hoy, bajo 2 puntos de vista:
Uno pesimista, sobre lo que puede suponer someterse, y creer fielmente en las nuevas tecnologías, muy superiores al entendimiento natural del hombre, y que todavía no controlamos, y que nunca llegaremos, ni a nivel usuario, ni experto a controlar, ya que la demanda de avance tecnológico es infinita, y este avance convierte al hombre en iletrado e indefenso, obligándolo al sometimiento a las tecnologías controladoras, como ejemplo, un botón, para:
Administraciones Públicas, Bancas Electrónicas, Campus Universitarios, E-Sexo, “Ciber Citas”, cuernos digitales, etc.
Y otro “optimista”, que nos muestra que todo es cíclico, y circular.
La línea recta que supone el avance tecnológico, tendente al infinito, en realidad tiende a curvarse antes de tiempo, como no podría ser de otra manera, y el desarrollo tecnológico, ese que te hará disfrutar, experimentar, vivir, sentir, te llevará a las caverna de la cual procedemos, al menos, para solventar todos tus “ciber problemas” a garrotazos, o en el mejor de los casos, a puñetazos.
Disconnect, trata sobre dramas que todos hemos podido vivir en un momento de nuestras vidas, dramas que podemos reconocer, porque nuestros familiares y amigos, los han podido vivir, y nos cuenta estas historias, utilizando herramientas narrativas de la actualidad:
Internet, iPad, Facebook…
Son elementos que conforman nuestras vidas, que las moldean en cierto modo, que hacen que seamos más débiles, más frágiles, y más fuertes en otros sentidos.
Forman ya parte de nuestras vidas:
Parejas que se conocieron hace más de una década por Internet, familias que se comunican por Whatsapp, compañeros de clase, que viralizan fotografías de otros compañeros a través de Facebook…
Ya no podemos escapar de esta realidad, que hemos ido confeccionando, y quizá obviando reflexiones necesarias a lo largo de estos últimos años, a través de la tecnología.
Nuestros dramas, ocurren ahora no solo por los canales “normales”, de toda la vida, ahora también ocurren a través de nuevos canales tecnológicos, de más alcance, más rapidez, y más efectividad:
Sino, comparemos la carta postal con el Whatsapp, por ejemplo.
Con todo lo que eso conlleva…
Este fenómeno, no tiene más de 30 años, pero en este corto tiempo, ha logrado un acelerado avance.
Cada día vemos, cómo transforma nuestra forma de socializar.
En muchos casos, ni siquiera sabemos la fuente de donde se generó la información, donde hay carencia de legislación, y simplemente le damos compartir, sin pensar en los perjuicios que nos puede causar esa acción, o en los que se les puede causar a las personas implicadas en el hecho…
Así pues:
Si hoy publica algo en redes sociales, y lo elimina mañana, creyendo que lo borró de Internet...
¿No cree usted, que alguno de los restantes 1,4 billones de perfiles inscritos, ya guardó esa información?

“Everything I love is in this room”



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