Brief Encounter

“If you'd die, you'd forget me.
I want to be remembered”

En la vida pasan muchos trenes, y las personas se atreven a subirse a muy pocos, o a ninguno, muchas cogen trenes que terminan en sentido contrario, pero aunque a decir verdad, apenas se conozcan, la pasión puede surgir en cualquier parada, y provocar profundas reflexiones, el desvanecimiento, la inspiración, en definitiva, un breve encuentro, puede modificar el camino de los sentimientos, en el hogar no se pueden contar, pero podrían ser entendidos, o por lo menos escuchados, éste es el planteamiento sobre gente corriente, a las que le ocurren cosas corrientes.
La mayoría de las grandes historias de amor del cine, son infidelidades.
Cuando los convencionalismos están más arraigados, y cuentan con más credibilidad que la propia felicidad.
Cuando el “qué dirán” se posa en nuestros hombros para recriminarnos, con insistencia, el que hayamos anidado en un rincón de nuestra mente, pecaminosos pensamientos, teniendo en casa a una persona que nos quiere.
Cuando puede más el arrepentimiento por lo que no hemos hecho, que la adrenalina vivificante de la aventura.
Cuando el amor tiene más inconvenientes que ventajas...
Puedes vivir una vida sencilla, seguir la misma rutina día tras día, ir al trabajo, cuidar de los tuyos…
Una vida sin altibajos, en la que no parece faltar nada, y en la que no hay excusa válida para no ser feliz.
Pero:
¿Y si el azar hace que te cruces con tu alma gemela?
¿Y si te enamoras de otra persona?
¿Debemos coger ese tren con destino desconocido, pero que a su vez, nos reporta tanta ilusión y felicidad?
¿Cómo sabemos que al llegar a ese destino tan ansiado, no desearemos regresar?
¿Debemos quedarnos en nuestro cómodo tren, cuyo trayecto conocemos bien, y cuyo desenlace intuimos?
¿Todo vale en el amor?
Felicidad, sí.
¿Pero a cualquier precio?
¿Merece la pena dejarlo todo por alguien que conoces hace poco?
“I do love you, so very much.
I love you with all my heart and soul”
Brief Encounter es una película dramática, dirigida en el año 1945, por David Lean.
Protagonizada por Celia Johnson, Trevor Howard, Stanley Holloway, Joyce Carey, Cyril Raymond, Everley Gregg, Valentine Dyall, entre otros.
El guion es de Noël Coward, David Lean, y Anthony Havelock Allan, inspirados en la novela homónima que había escrito Noël Coward, que era una ampliación de su obra de teatro en un solo acto, llamada “Still Life”, de 1936.
Considerada una de las mejores películas británicas de todos los tiempos, Brief Encounter es uno de los mayores exponentes del drama romántico.
Se rodó en Carnforth, Lancashire, Inglaterra, y en estudio; con un presupuesto ajustado, propio de tiempos de La Segunda Guerra Mundial, motivo por el que se descartó Londres para elegir, finalmente, la estación de Carnforth, al noreste de la capital.
Se puede decir que Brief Encounter, es la última película de la primera etapa del director David Lean, durante la que estableció una colaboración muy fructífera con el dramaturgo Noël Coward, siendo esta una de las 4 películas que Lean hizo basadas en obras de teatro de Coward.
Brief Encounter ganó La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, y obtuvo 3 nominaciones a los Oscar:
Mejor director, actriz, y guión adaptado.
Brief Encounter es una crónica intimista y delicada de un adulterio no consumado, que destaca en la aguda capacidad para la observación cotidiana.
Su principal virtud, reside en equilibrar perfectamente, lo vulgar con lo sublime; todo un clásico del género, un filme intenso, pero que nunca cae en lo melodramático.
La acción principal, tiene lugar en el bar de la estación ficticia de Milford Junction entre 1944 y 1945, a lo largo de unos 8 meses.
Un médico llamado Alec Harvey (Trevor Howard), y una respetable mujer casada, llamada Laura Jesson (Celia Johnson), se encuentran por casualidad, en la estación del tren de “Milford Junction”
Su inicial amistad, pronto se convertirá en un amor tan intenso, como prohibido.
Laura y Alec se enamoran perdidamente, desean únicamente estar el uno con el otro.
Pero ambos están casados, ambos tienen familia, ambos tienen una buena vida... pero han descubierto una nueva, en ellos mismos, y aun así, no pueden hacerles eso a sus familias.
El dilema que se han de plantear está claro, aunque la decisión no es fácil:
Seguir juntos, y romper sus respectivos matrimonios... o dejar de verse para siempre.
Como contraste, y complemento, tenemos la otra historia, de la encargada de la cantina; la de la amiga de Laura; del amigo de Alec, que le cede su piso; la riqueza del entorno de los viajeros; el ambiente gris o nublado de las calles, con ese organillo tocando “Deja que el mundo gire”
Y sus carreras para subir al tren, que están como un presentimiento, en andenes enfrentados…
¿Crisis de pareja?
El amor, se ha convertido en rutina, aburrimiento; sobre todo cuando se convive bajo el mismo techo, y los alicientes que les unieron, se han tornado tedio y cansancio.
Así están ambos cuando se miran, se sienten, en el bar de la estación del ferrocarril, cuyos trenes les llevan a sus trabajos, y los devuelven a sus hogares.
La historia, es narrada desde la perspectiva de Laura, a modo de “flashbacks”, por lo que se desconoce la vida familiar y personal de Alec.
Por lo que desde el inicio, ya se anticipa el final, más no las situaciones que lo ocasionan, y es precisamente esto, lo que provoca verla.
La voz de Laura narra la historia, desde su inicio hasta su triste final; porque es una historia real, posible, y cercana.
Es una historia con la que podemos identificarnos.
La presentación de los personajes, junto al buen haber de los actores, posibilita la cercanía a la historia, y el que compartamos sus sentimientos.
“I love you.
I love your wide eyes, the way you smile, your shyness, and the way you laugh at my jokes”
Brief Encounter está narrada en “flashback”, haciendo que uno sepa el final de la historia desde el principio.
Pero:
¿Cómo comenzó todo?
¿Qué les ocurre para tomar la decisión que toman?
Ante todo, Brief Encounter es un ejercicio de exquisita honestidad.
No se le ofrece al espectador, la más leve excusa o justificación, el matrimonio de Laura, es presentado en un entorno de plácida felicidad rutinaria.
Es precisamente esta gris cotidianidad, la que remarca la pasión ingobernable que domina a los protagonistas.
Con brillantez y elegancia, se muestra cómo van construyendo su pequeño mundo particular de los jueves, que es relatado con una cierta impronta onírica, que contrasta con el tratamiento más formal de la realidad que les rodea; y cómo la toma de decisiones, los impulsos, su felicidad en definitiva, van siendo mediatizados por la presión de unos códigos preestablecidos, que atenazan sus voluntades, hasta hacerles sentirse infames, y degradados.
Brief Encounter habla del adulterio sin tapujos moralistas, sin tachar nada, ni a nadie como bueno o malo, solo planteándonos la complicada realidad de los sentimientos humanos, imposibles de encasillar, como a los núcleos conservadores que tratan de dirigir nuestras vidas.
Así, David Lean es un maestro, y en pequeñas obras como esta, lo demuestra especialmente; porque muestra el proceso de enamoramiento, de manera tan sencilla y concisa, que consigue que nos identifiquemos plenamente con la historia.
Esta historia, este juego de soledades compartidas, esta breve pero eterna obra maestra, puedo asegurar, que no es sólo un proyecto del Séptimo Arte, sino que tiene vida propia.
Su honestidad, la verdad que destila, junto con la emoción desbordante, la vuelven un proyecto digno de admirar y apreciar hasta el cansancio.
Nos encontramos ante una película de gestos, de reveladoras miradas, de besos, y abrazos furtivos, y de palabras que aspiran a la caricia y el consuelo, en los momentos en los que todo parece perdido.
Su visionado, invita a reflexionar acerca de la relativa importancia del tiempo, subordinado al eterno recuerdo de un paseo en barca, una tarde en el cine, o una mano que se posa sobre nuestro hombro, antes de emprender el vuelo definitivo.
Con la colaboración en la fotografía de Robert Krasker, Lean consigue una impresionante fotografía en blanco y negro, que dan pie a unos primeros planos maravillosos, a los rostros de sus protagonistas.
La protagonista, vive sumida en las trabas que los prejuicios que la época le impone, pero sus pasiones, y su forma de tomar sus propias decisiones, y establecer su propia moral, se presentan con una naturalidad y realismo, muy de agradecer.
La valentía de David Lean, o su creatividad, consiste en proponer un papel femenino, en el que la mujer no es solamente la bella carcasa que vehicula las acciones de un protagonista masculino, ni madre incólume, ni puta perversa, y fatal.
Se trata de un personaje coherente con la realidad social de una época, en que la mujer comenzaba a reclamar cotas de independencia, antes jamás imaginadas, sobre todo, a raíz de su participación activa en La Segunda Guerra Mundial, y que tal vez, a muchos hombres, les hizo preguntarse, como al marido de Laura al final, qué tipo de sueños tenían sus mujeres…
Algo interesante, es que al inicio, cuando los amantes se están diciendo adiós, la camarera también despacha a su pretendiente...
Y así, las situaciones de esta pareja, podrían ir comparándose con las que viven los protagonistas, claro que con sentimientos más superficiales a los de Laura y Alec.
En cuanto a la naturaleza humana, se puede ver una crítica a la facilidad que tenemos para mentir, sea la causa que sea.
Cuando Laura le miente por primera vez a su esposo, Fred Jesson (Cyril Raymond), lo hace con bastante facilidad, a pesar de ser una inexperta en el tema.
Además, tiene la capacidad de asegurarse, que no la vayan a delatar, llamando a su amiga...
En este punto, se revela una gran verdad, una mentira acarreará otra.
Más tarde, cuando lo llama por teléfono, y le vuelve a mentir; confiesa, en su narración, sentirse culpable, y aún más, porque sabe que le creen, que no sospechan de ella.
Al mismo tiempo que muestra el dilema que representa, elegir entre lo que debemos hacer, y lo que añoramos hacer.
Y cómo la sociedad castiga a aquellos que osan ir contra sus principios.
Al final, los amantes, ni siquiera logran darse un último beso…
Su amor es inesperado, repentino, casi una ilusión.
Laura es feliz, pero no tiene más remedio, que ocultar esa felicidad para no levantar sospechas.
El conflicto que vive Laura, también se refleja mediante la magnífica fotografía y la composición de planos.
Los momentos en los que se siente fuera de lugar, en los que piensa en Alec, ella es el centro de atención, su mirada se pierde, el foco se centra solo en ella.
Aunque hay gente alrededor, ella se siente sola.
La protagonista se aísla, pero ese aislamiento, también es formal.
Hay un plano que refleja los sentimientos de Laura, de manera brillante:
El plano en el vagón del tren.
El reflejo de Laura feliz en la ventana del vagón, mientras intenta guardar la compostura, y no mostrar su sonrisa enamoradiza.
Esa felicidad que desde el principio sabe, y sabemos, que es un reflejo, una ilusión…
También, deja patente que eso que a veces llamamos “responsabilidad” es otra manera de denominar a la cobardía; y que vive, esa supuesta virtud, en el mismo saco que otros reptiles, como la hipocresía, y el acomodamiento burgués.
Con todo, David Lean logra mantener viva la narración, gracias a unos precisos y cuidados diálogos, y a un tratamiento intimista reforzado por “El Concierto Nº 2 para Piano & Orquesta” de Serguei Rachmaninov, ejecutado por Eileen Joyce, presente a lo largo de todo el metraje.
También, hay una escena en un salón de té, donde una orquesta de salón juega “La Danza Española N° 5, Bolero” de Moritz Moszkowski.
Además, hay un poema, cuando Fred le pregunta Laura que le ayude, es de John Keats.
La cita real dice:
“Cuando contemplo en el rostro de la noche estrellada, enormes símbolos nublados de un gran romance”
Por otro lado, lo que hace que la historia no sea una historia normal, ya contada hasta la saciedad, son las escenas, lo que puede dar de sí, algo tan molesto como que se meta algo en el ojo, en las manos adecuadas; la iluminación, el ambiente, los diálogos, la música, la forma en que está contada, aun tratándose de una “voz en off”
Este “breve encuentro”, también nos sitúa en un ambiente claustrofóbico, de industrialización ferroviaria, estos trenes que van y vienen con su ruidoso partir, marcando los momentos de reunión, marcando los tiempos de unión escondida, la cafetería como lugar de cobijamiento, nunca totalmente consumado de nuestra pareja, repito, nunca demasiado desconsiderados ambos para con sus respectivas vidas.
Este espacio claroscuro, bañado por la bruma humeante sumada a la sensación de clandestinidad, el de una espacialidad, pocas veces diferente, solo cuando nos encontrábamos en el lago y en el puente, se quiebra en este submundo lúgubre y tristemente regido por el ruido, y el tiempo limitado.
En Brief Encounter, el tren y su entorno, es utilizado como un símbolo, y una metáfora ante la situación que viven los protagonistas; 2 personas desconocidas, en las que surge el amor, pero ambas casadas, y que deben tomar la decisión de coger ese tren, o dejarlo pasar.
David Lean, siempre ha tenido especial predilección por los trenes, y él mismo hablaba sobre este tema, en el libro que le dedicó Stephen Silverman:
“No sé por qué, pero hay trenes en la mayoría de mis películas.
Supongo que es por el niño que hay en mí, he tenido trenes de juguete desde pequeño.
Igual se trata de algo particularmente inglés, pero no lo creo.
Aunque también, Celia Johnson tenía el mismo sentimiento por los trenes”
A nivel de guión, Brief Encounter tiene una cierta contradicción:
¿Qué hace una mujer madura, paseando cada tanto en una ciudad que no es la suya, comiendo en restaurantes, yendo al cine, y regresando en tren de noche a su hogar, en donde le esperan sus hijos y su marido desatendidos?
Es un detalle muy poco lógico, en las coordenadas mentales de la sociedad en la que tiene lugar el presente romance.
Pero además:
¿Qué impulsa a Laura y a Alec, a verse durante unas escasas horas, cada cierto tiempo, a pesar de estar condenados a la infelicidad?
No tenemos la respuesta, pero sí podemos disfrutar de su sufrimiento.
Porque en eso consiste la naturaleza del drama, en la catarsis que supone, meternos en la piel de unos personajes, con los que podemos empatizar, sin llegar a implicarnos del todo, personalmente.
Amor prohibido por las circunstancias, pero:
¿Y si hubieran dado el paso?
Los momentos inolvidables:
Las semanas que transcurren a la espera de otro jueves mágico, en el que se cifran todas las esperanzas...
Y el inevitable sufrimiento de los remordimientos, de la clandestinidad, de la doble vida, que apenas ha comenzado a esbozarse, pero que arrastra sin remedio, y que se acerca a su final...
El final, un solo plano, una sola frase, bastan para que la pareja de Laura, ese marido bonachón que parece no enterarse de nada, se transforme en el más inteligente, el más comprensivo, y a la postre, el personaje más romántico y entregado de la función.
Y como no, la primera vez que vemos juntos a Laura y a Alec, al inicio, una conocida de la protagonista, interrumpe su “momento”
Una “intrusa” que al principio resulta irritante, pero que al final, cuando volvemos a esa misma escena, resulta odiosa.
Ese es su acierto narrativo, su comienzo, que en realidad es el final de la historia, y que nos será desgranado de manera circular, para que podamos entender el comportamiento de sus personajes, en ese momento.
Por otro lado, lo ajeno al propio enamoramiento, parece grotesco:
Los personajes de la estación, las impertinentes amigas de Laura; el cínico y perverso amigo, que le presta el piso a Alec; o los aburridos y desmotivadores crucigramas del esposo.
Como dato, más de una década después del estreno de Brief Encounter, el director Billy Wilder, y el guionista I.A.L. Diamond, se inspiraron en el personaje secundario, ese amigo que les presta la llave de su apartamento, para que los personajes puedan tener intimidad, o breves encuentros amorosos; para crear la trama de “The Apartment” (1960)
Si no fuera por la versión de Wilder, pude haber hecho una lectura, de que Alec y su amigo del apartamento, eran amantes… cosas de mente ociosa…
Como curiosidad, André Previn adaptó en 2009, una ópera basada en el film de Lean, con gran éxito.
Por último, lo único que podría criticársele a Brief Encounter, es que este ejercicio del celuloide, si se mira desde otra perspectiva, trata sobre la tentación del adulterio, y su superación, a través del sacrificio de un olvido obligado por las circunstancias.
Todo ello debido fundamentalmente, a una escala de valores comúnmente aceptada, y a una sociedad demasiado aprisionada en dichos valores, y en prejuicios banales, para una vida que es demasiado corta.
“I had no thoughts at all, only an overwhelming desire not to feel anything ever again”
El cine romántico, ha bebido mucho de Brief Encounter, alimentándose de su magia y su pasión; haciendo que tomaran como patrón su historia, para hacer las numerosas variantes que conocemos hoy en día.
Y es que las historias de amor, pueden ser contadas de manera adulta, sin idealizar ese sentimiento, y al mismo tiempo, se puede reflexionar sobre él, alejándose de cuentos irreales y perfectos.
Muchas preguntas surgen, cuando nos vemos de frente al amor, pero simplemente jamás encontraremos las respuestas, porque el enamoramiento es algo misterioso, y nos sorprende, cuando menos lo esperamos.
Eso es lo que suele pasar:
El presente está dando siempre pasos hacia el futuro; como un tren que va siempre hacia adelante.
No es de otra manera, aunque románticamente sí podemos cambiar los tiempos, las sensaciones, los sentimientos, las apetencias.
Y también, hasta pueden aparcarse las crisis, asumirlas, o resolverlas.
Se comprende, todo depende de la voluntad de cada cual para entenderse, satisfacerse a sí mismo, y respetar a los demás.
Y es que Brief Encounter es después de todo, una crítica al sentimiento de dependencia que profesamos hacia la sociedad, respecto a nuestras relaciones, siendo capaces de abandonar las oportunidades de nuestras vidas, por ser simplemente correctos.

“This can't last.
This misery can't last.
I must remember that and try to control myself.
Nothing lasts really.
Neither happiness nor despair.
Not even life lasts very long.
They'll come a time in the future when I shan't mind about this anymore.
But I can look back and say quite peacefully and cheerfully how silly I was.
No, no I don't want that time to come hither.
I want to remember every minute, always, always to the end of my days”



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