Point Break

“100% Pure Adrenaline”

Destreza física, equilibrio cuerpo-mente, conexión con la naturaleza... la mística del surf, va mucho más allá del deporte, y para los más apasionados, incluso más allá del verano.
Iniciarse en el surf es tan duro, como emocionante.
El primer desafío claro, es aprender a pararte en una tabla, con las olas en movimiento.
No es fácil, pero con práctica, dedicación, y sobre todo pasión, puedes lograrlo, y la sensación es realmente incomparable.
Pero ese es sólo el principio, de esta increíble aventura que es surfear.
Tienes que elegir una tabla, que una vez en el mar, será como la extensión de tu cuerpo; por eso, se trata de una elección muy importante.
Existen muchas variables a tener en cuenta, más allá del diseño, que obviamente debe representarte:
El primero es “el rocker”, es decir, la curvatura de la tabla, desde la punta hasta la cola.
Una tabla con mucho “rocker” es recomendable para olas muy poderosas, mientras que para las más tranquilas, y también en caso de ser novato, se recomienda una tabla más plana, con menos “rocker”
Otros componentes de la tabla, son los cantos, o bordes; la cola, que puede ser cuadrada, redondeada, combinada, puntiaguda o “fish”; el “bottom” o parte de abajo…
El verdadero surfista, se levanta a las 4 de la mañana a preparar sus cosas.
A las 5:30 está yendo a la playa a buscar olas.
Hoy con Internet, se puede saber si va a haber viento, pero entonces, uno tenía que estar olfateando, registrando los atardeceres anteriores, anticipar las tormentas, hacer toda una lectura de la naturaleza.
Para el surfista, hay un momento que es místico:
Llegar a la playa a las 6 de la mañana, cuando no hay nadie, no hay ruido, solo el cielo, las gaviotas, la playa, la arena, las olas.
Es como un sentimiento religioso, pero sin una liturgia oficial.
Hay una unión muy fuerte con lo natural.
“If you want the ultimate, you've got to be willing to pay the ultimate price.
It's not tragic to die doing what you love”
Point Break es una película de acción, del año 1991, dirigida por Kathryn Bigelow.
Protagonizada por Keanu Reeves, Patrick Swayze, Gary Busey, Lori Petty, James LeGros, John Philbin, John C. McGinley, Lee Tergesen, Tom Sizemore, entre otros.
El guión es de Peter Iliff; y en las labores de producción, James Cameron, que por esas fechas, era esposo de la directora del film, Kathryn Bigelow.
Pero La Bigelow, que tuvo un romance con Keanu Reeves mientras rodaban Point Break, tiene una sensibilidad diferente en el cine de acción, que no encuentro entre los colegas hombres que practican ese género.
El título “Point Break” hace alusión al término de surf “point break” o punto de quiebra, que tiene que ver con el momento en que la ola se rompe.
Un punto de quiebra se refiere, específicamente, al lugar donde las olas alcanzaron un punto de tierra, o roca que sobresale de la línea de costa.
Bells Beach en Australia, y Jardim do Mar en Madeira, Portugal, son ejemplos de puntos de quiebra.
Point Break sigue Johnny Utah (Keanu Reeves), un joven agente novato del FBI, que es destinado a Los Angeles, para investigar un caso de robos a bancos, protagonizados por una banda de delincuentes, que se hacen llamar “Los Ex-Presidentes”, dado que asaltan los bancos, cubriéndose la cara con máscaras de los anteriores presidentes del país:
Ronald Reagan, Richard Nixon, Lyndon B. Johnson, y Jimmy Carter.
El compañero de Johnny, Angelo Pappas (Gary Busey), sospecha que los delincuentes, son una banda de surfistas, teoría que se demuestra al encontrar varias pruebas que apuntan directamente a esa posibilidad.
Para ello, Johnny se hace pasar por un surfista novato, y se encuentra con Tyler Endicott  (Lori Petty), una surfista que acaba enseñándole a Johnny, los fundamentos del surf, para poder ser aceptado en la comunidad surfista, y poder así, empezar a investigar.
De esta manera, Utah conoce a Bodhi (Patrick Swayze), un hombre que vive al límite, con un estilo de vida basado en la adrenalina, y con una forma de vivir la vida “poco convencional”, aunque muy atractiva.
Poco a poco, Johnny va siendo cautivado por la forma de pensar de Bodhi, lo que más adelante pondrá en peligro su misión.
Durante el transcurso, Johnny acaba comprendiendo quienes son los atracadores:
Bodhi y su grupo.
Éstos atracan bancos, para poder financiar su estilo de vida, yendo de un lugar del mundo a otro, año tras año, en busca de olas, y emociones fuertes.
Al final de la historia, Johnny va persiguiendo a Bodhi por toda Oceanía, hasta que se encuentra con él en Bells Beach, esperando su ola, en un gran temporal.
Después de una corta pelea, Johnny deja libre a Bodhi, para que cabalgue sus olas, en medio de un temporal inmenso, para poder así, cumplir el sueño de su vida, morir al ser aplastado por una ola gigantesca.
En Bodhi, el espiritualismo coexiste con la violencia, y la adrenalina propia de su naturaleza:
Roba bancos, se lanza de aviones sin paracaídas, y es un experto en artes marciales, pero ama el mar, y su espiritualidad.
Desprecia a los que practican el surf, porque no sienten la espiritualidad del océano, y no lo respetan.
Así pues, el líder de una comunidad que vive la vida entre las olas, el sexo libre, las drogas, y los más arriesgados deportes extremos, como el paracaidismo en caída libre, adopta a Utah.
“Tú eres como nosotros, lo veo en tus ojos.
No tienes miedo” le dice.
Como un Jesucristo y sus apóstoles, Bodhi acepta a un futuro Judas, como Utah, que lo traicionará en nombre de la ley y el orden.
Acepta que conquistara a su exnovia, y le da preferencia en el grupo, incluso, le perdona la vida cuando descubre que es policía.
Bodhi/Reagan sabe, que sus horas están contadas, pero espera cumplir su sueño:
Montarse a la ola más grande del planeta, en el horario indicado, en el océano indicado, en la playa Bells Beach, donde habrá un tsunami, y lo trepará con su tabla hasta la muerte.
¿Dejará Utah, que un surfista asesino, cumpla su sueño?
Todo eso hace de Point Break, una trepidante cinta de acción, persecuciones, y unas tomas del mar, espectaculares.
“You're sayin' the FBI's gonna pay me to learn to surf?”
El hecho de hacernos entender el surf, más como una filosofía, o forma de vida, que como un mero deporte, dota de un gran atractivo a esta historia que, sin ser nada del otro mundo, consigue enganchar al espectador, gracias a sus curiosos personajes, y a la forma de contar la historia.
Point Break puede considerarse, testimonio de una época, y precursor de la estética, y modo de vida, basados en los deportes, y actividades extremas.
Todo aderezado con una particular filosofía de la vida, de unos muy particulares atracadores de bancos.
Las interpretaciones están muy bien, y la pareja Bodhi-Utah es muy peculiar, existe una química especial entre los 2 protagonistas, que muy pocas veces se consigue en el cine, y sin esa química, Point Break no sería la misma.
Bodhi, a pesar de que sea acusado de egocéntrico e irritante, es una estrella del rock, se le entiende, se transmite puro.
Además, el mejor Utah, que es el policía, ya con melenas, que surfea a diario y deja libre a Bodhi; el que termina tirando la placa con un “no va a volver”, ese Utah es completamente Bodhi, un aprendiz de la mística surf.
En Point Break, se vive el típico dilema ético y moral, cuando el personaje se da cuenta de la verdadera motivación de los asaltantes, y comprende su modo de pensar, y estilo de vida.
Debe decidir entre hacer lo “políticamente correcto” como agente policial, o como amigo y camarada de sus nuevos “colegas”, aunque esto signifique poner en peligro su vida personal, profesional, y la de su nueva enamorada.
La idea es que, las propias decisiones de Bodhi, le llevan hasta su propia muerte.
Al pretender, por ejemplo, robar bancos, pero “sin dañar a nadie”, llegará un momento en que algo salga mal, y entonces tendrá que matar.
En esta línea, la cara de Bodhi cuando va a matar al policía en el atraco, es reveladora, pues se ve obligado a hacer aquello que en el fondo detesta.
Igualmente, la búsqueda de emociones fuertes, les lleva a una carrera desenfrenada, que acaba en su propia muerte.
Por ejemplo, el chico en la fogata comenta con satisfacción “me moriré antes de los 30”
O el propio Bodhi, diciendo algo así como que “hay que conseguir lo que quieras, aún al precio de la muerte”
Point Break tiene bastantes secuencias interesantes, como una muy bien ejecutada persecución a pie, la escena del robo, la del paracaídas, etc.
Las escenas de surf, que plagan Point Break están muy bien filmadas debo decir, Kathryn Bigelow hizo un buen trabajo.
Pero Point Break tiene sus fallas, por ejemplo:
Un par de escenas ridículas, como cuando Johnny Utah se aparece en las oficinas del FBI, cargando su tabla de surf porque “no cabía en su auto”
O el hecho de tirar un Pitbull a la cara, “en el momento preciso” que es extremadamente ingenioso como divertido y ridículo…
No comprendo cómo, en una misión, el protagonista policía, tenga tanta amistad con el rufián, como para no dispararle o detenerle, cuando solo le conocía desde hacía un par de semanas, es un poco irreal, o ¿hay romance ahí?
Eso sí, Point Break consigue retratar a la perfección, la sociedad surfista, un mundo muy peculiar, donde hay que seguir ciertas reglas, pero donde al mismo tiempo, se puede ser libre, e independiente.
“27 banks in 3 years, anything to catch the perfect wave!”
Viendo Point Break, piensas en cuantas aventuras pueden haber ahí afuera, esperando a que rompamos con nuestras aburridas rutinas, que nos hagan descubrir el mundo, y cambiarnos la vida.
Y es que se suele asociar al surf, automáticamente con las playas de Malibú, o de Hawaii, y con las costas de Australia, con playas de arena blanca, y cuerpos esbeltos.
También, con una juventud que se niega a madurar, y aspira a una adolescencia eterna, cuyo símbolo bien podría ser, la imagen de un surfista deslizándose sobre la cresta de una ola.
En este sentido, el surf podría considerarse, un compendio plástico de la actitud hedonista del hombre occidental ante la vida.
Sin embargo, es bien sabido que el surf posee también, una dimensión espiritual.
En su origen, cuando fue inventado hace siglos por los polinesios, el surf constituía una actividad sagrada.
Cabalgar sobre las olas, significaba adentrarse en el océano de la divinidad, ya que, para los habitantes de las islas del Pacífico, el mar era el lugar de la felicidad, y del encuentro con el universo divino.
Todavía hoy, incluso en El Occidente desacralizado de nuestros días, adentrarse nadando en alta mar, una mañana solitaria y silenciosa de verano, proporciona al espíritu, unas resonancias que transcienden el plano habitual de la vida humana, y que nos asoman a la intuición de un universo eterno de paz y libertad.
El surfista Jock Serong,  ha recalcado que los rituales, son parte de la vida de los surfistas, en un modo que no parece ser tan evidente, en el caso de otros deportes:
“Se trata de que el surfista, no deja de ser surfista cuando sale del agua, incluso cuando tuvo un día malo, porque, aunque parezca un deporte solitario, nunca se puede estar completamente a solas, cuando se entra en el mar.
Es por eso que si una improbable religión surfer tuviera santos, tal vez seguirían el ejemplo de surfers como Eddie Aikau, quien se ahogó en 1978, en la bahía de Waimea, tratando de rescatar a sus amigos del mismo destino que él tuvo”
Esa religión no promovería mártires, sino amigos:
“Alguien semejante a nosotros, pero cuya supervivencia también puede depender de la nuestra.
Cuando uno muere, los amigos se reúnen en un círculo en medio del mar, donde sentados en sus tablas, se toman de las manos, y dejan caer ofrendas de flores y cenizas, sin que la estructura del ritual sea excluyente de ninguna fe:
Cada quien habla desde su pena, y desde su pérdida, y si no hablan, su presencia como parte del círculo, es más que suficiente” dijo.
Se trata de una práctica espiritual, donde el dios y la práctica no están diferenciados:
“No hay necesidad de religión como la conocemos, porque todo lo que el adepto necesita, es entrar al mar para estar en contacto con lo divino, sin intermediarios de ningún tipo, sin nada que fiscalice el contacto entre el creyente y su dios”
Como escribe Serong:
“Cuando salgo del agua, tengo una sensación profundamente asentada, de que he comulgado con algo.
No puedo articularlo, pero a medida que el agua escurre por el borde de mis bañadores, siento que he forcejeado con las obras de un dios, que no puedo describir, un dios sin género, sin brazos ni piernas, o incluso una barba.
Un dios que existe como parte de las vueltas azarosas del océano en movimiento”
Existe una profunda verdad en esta visión del surf, como actividad sagrada.
Sólo hay un modo correcto de vivir la religión:
Como una experiencia de juego y libertad, como el acceso a un mundo superior, liberado de todo servilismo, y cálculo utilitario.
Muchos hombres entienden la religión, como una limitación de la libertad.
Y, al hacerlo, cometen un tremendo error:
La religión es precisamente liberación, ingravidez, “gracia”, desvinculación de toda pesantez, procedente de los determinismos cósmicos de todo tipo.
Dejarse abrazar por el amor de Dios, es como deslizarse sobre el océano en una tabla de surf, sintiendo soplar a nuestro alrededor, el viento divino del Espíritu.

“In California, you can Party, Have Sex and surf, before it's time to go to work”



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