Elephant

“So foul and fair a day I have not seen”

El 20 de Abril de 1999, en el condado de Jefferson, Colorado, EEUU; tuvo lugar una de las mayores matanzas de Estados Unidos.
Los protagonistas fueron Eric Harris de 18 años de edad, y Dylan Klebold de 17 años de edad, entraron en la escuela, de donde eran alumnos, armados con escopetas de caza de doble cañón, rifles semiautomáticos, y pistolas, 30 granadas caseras de mano, bombas llenas de clavos, y un tanque de propano, equipado con explosivos, disparando indiscriminadamente en la cafetería y pasillos de la escuela.
El resultado, fue la muerte de 13 estudiantes adolescentes, un profesor, y el suicidio de los autores de la matanza, entre múltiples heridos, graves aún a día de hoy.
Los motivos, aunque incongruentes, fueron por una clara situación de “bullying” o maltrato excesivo, humillación, e intolerancia a estos, por parte del alumnado y la escuela, durante más de 10 años, como:
Agresiones, insultos, marginación, y todo tipo de maltrato físico y psicológico, llevado a su mayor escala.
La rabia reprimida durante más de 10 años, hizo que prepararan un astuto, y a la vez macabro plan, para aniquilar a todo el instituto, y que a pesar de las víctimas que se llevó el ataque, fracasó; porque la idea era matar a más de 520 personas, con explosivos que habían alojado estratégicamente, alrededor del instituto, explosivos que, milagrosamente, fallaron durante la contienda.
La matanza, que terminó con el suicidio de los 2 agresores, fue la mayor masacre acontecida en un instituto, en toda la historia de los Estados Unidos, hasta la masacre de la Universidad de Virginia, llevada a cabo del surcoreano Cho Seung-Hui.
Columbine creó un inmenso debate a nivel nacional e internacional, sobre la posesión de armas, el “bullying”, y la violencia en los “mass-media”; y es que la matanza de Columbine, es la primera matanza que se realiza, basada en unos fundamentos culturales e ideológicos, que si bien es cierto, que no justifican en absoluto los actos, lo ha convertido en un modelo global, en una inspiración universal, gracias a la publicidad masiva de este tipo de hechos y, sobre todo, a que el problema de raíz, sigue ahí, e incluso se ha agravado:
La cultura juvenil de humillación entre compañeros, y una feroz competitividad ambiental.
¿Por qué?
EEUU se lleva haciendo esa pregunta desde hace 10 años.
Nadie sabe qué, aparte de una enfermedad mental, puede convertir a 2 adolescentes en asesinos, y suicidas.
Pero lo que sí parece, es que la enloquecida educación secundaria de EEUU, tuvo un papel destacado.
Ésa es una de las muchas diferencias culturales, que separan a EEUU de Europa.
Y para darse cuenta, sólo hay que ver esos telefilmes horrorosos de adolescentes, cuyos diálogos giran en torno a 3 palabras:
“Popular, Perdedor y Sexo”
Súmese a ello, la dureza de la vida familiar de EEUU, un país en el que la “familia extendida” latina de primos, abuelos, tíos, no existe, y en el que incluso, la familia nuclear es muy diferente, véase la oscarizada película “American Beauty” (1999), para asimilar cómo es la vida en un suburbio, y mucho más desintegrado que en, por ejemplo, Latinoamérica.
Y, finalmente, añádase la facilidad para conseguir armas de fuego muy sofisticadas, como demuestra el hecho de que incluso hoy, el dueño de la tienda de armas del centro de Littleton, venda munición sin exigir al comprador, un documento de identidad, como exige la ley.
¿Cómo mostrar lo inimaginable?
¿Cómo expresar un punto de vista con el espanto, como fundir una imagen con ello?
Dicen que la muerte y el sexo, no se pueden filmar… pero de una u otra forma, se han filmado.
“Most importantly, have fun”
Elephant es una película dramática, escrita y dirigida por Gus Van Sant, en el año 2003.
Protagonizada por Alex Frost, Eric Deulen, John Robinson, Elias McConnell, Jordan Taylor, Carrie Finklea, Nicole George, Alicia Miles, Timothy Bottoms, Matt Malloy, entre otros.
Elephant obtuvo La Palme d’Or, y el premio a La Mejor Dirección, en El Festival Internacional de Cine de Cannes.
Elephant, es la 2ª película de Van Sant de “Death Trilogy”; el primer film fue “Gerry” (2002) y el 3º “Last Days” (2005), en el que los 3 se basan en hechos reales.
Elephant, fue polémica por su temática, y la posible influencia en adolescentes imitadores, como los hechos de en Red Lake High School, en 2005, donde se culpó a Elephant, ya que fue vista por el autor, un hombre armado, Jeffrey James “Jeff” Weise, de 16 años; unos 17 días antes del tiroteo.
Un amigo de Weise dijo, que él trajo Elephant a la casa de un amigo, y puso las escenas que mostraban a 2 estudiantes, planificar y llevar a cabo una masacre en una escuela.
Aunque se habló de Elephant después, se dijo que Weise no quería, hacer que cualquier persona sospechara lo que estaba planeando…
Elephant, está basada en la matanza ocurrida en el Instituto de Columbine.
La vida cotidiana de los alumnos, se esboza desde diferentes ángulos, los que terminan enlazándose, al estallar la tragedia.
Se trata de una reconstrucción de la tragedia, que conmocionó a la sociedad estadounidense.
Elephant se rodó a lo largo de 20 días, de noviembre de 2002, en el norte de Portland, Oregon, concretamente en un centro escolar real, ya que el productor pudo conseguir el permiso para rodar en un instituto, recientemente decomisado, por lo que el mobiliario estaba, prácticamente intacto.
El título “Elephant” se refiere a la frase en inglés:
“Elephant in the room” o “Elefante en la habitación” que es una expresión metafórica, que hace referencia a una verdad evidente, que es ignorada, o pasa desapercibida; también aplica a un problema o riesgo obvio, que nadie quiere discutir.
Por lo que Elephant se basa en la idea, de que sería imposible pasar por alto, la presencia de un elefante en una habitación; entonces, las personas en la habitación, que fingen que el elefante no está ahí, han elegido evitar lidiar con el enorme problema que implica.
Gus Van Sant, indagó en horrores parecidos:
La locura por la locura, la sangre por la sangre, la bestialidad como algo cotidiano, infernal, inexpugnable, impenetrable; y escribió y dirigió esta historia coral, ambientada en un instituto, y se aventura, sin vuelta atrás, en pesadillas similares a aquéllas, pero que ahora aparecen en los telediarios, como si tal cosa.
Sus acciones, derivadas de sucesos previos reales, ocurridos en parecidos contextos, significan la violencia entre una juventud, que convierte un juego en tragedia sin sentido moral, la falta de seguridad en los edificios públicos, y la facilidad de la venta de armas, en algunos lugares de los Estados Unidos.
Gus Van Sant es claro, a la hora de lanzar su crítica a la sociedad estadounidense, la frialdad con la que se viven hechos, y la facilidad de cometer actos ilegales.
Real muy real, cercano a nosotros, solo nos separa uno kilómetros, y una cultura muy diferente, en la que las armas se consiguen tan fácilmente, como pulsar un botón en una página de Internet.
Fotografías bajo los árboles, cotilleos en el comedor, bulimia en los baños, debates de homosexualidad con un grupo de jóvenes, problemas de vestuario... un día normal en un instituto de EEUU, un día normal; como un día cualquiera de otoño, y todos los estudiantes hacen su vida rutinaria:
Eli (Elias McConnell), camino de clase, convence a una pareja de rockeros para hacerles unas fotos.
Nate (Nathan Tyson) termina su entrenamiento de fútbol, y queda con su novia Carrie (Carrie Finklea) para comer.
John McFarland (John Robinson) deja las llaves del coche de su padre en la conserjería del instituto, para que las recoja su hermano.
En la cafetería, Brittany (Brittany Mountain), Jordan (Jordan Taylor) y Nicole (Nicole George), cotillean y critican a sus madres.
Michelle (Kristen Hicks) va corriendo a la biblioteca, mientras que Eli saca fotos a John en el vestíbulo.
John sale del instituto, y se dirige a los jardines; y ve a Alex (Alex Frost) un consumado pianista pero frustrado, y buen dibujante junto a Eric (Eric Deulen) un vago, menos inteligente que Alex, y Alex es obviamente consciente de ello...
Pero ese día, no será como los demás...
Las vidas de 5 adolescentes, se van entrelazando, y un mismo hecho, es interpretado de 5 diversas puntos de vista, de manera que si indagamos un poco en nuestra memoria, recordaremos aquella leyenda africana, donde 5 ciegos intentan describir al “elefante” que tienen delante; cada uno de ellos, explicando lo que este “ser” le produce, pero ninguno es realmente capaz de ser realista en su explicación.
A través de la mirada de diversos adolescentes, Elephant relata la terrible masacre acaecida en 1999, en el instituto Columbine, llevada a cabo por 2 jóvenes estudiantes.
Gus Van Sant ofrece así, un personalísimo enfoque del drama, haciendo una minuciosa y ficticia reconstrucción de los hechos.
No hay mejor manera de acercarse a esta joya, que presentándola tal como es:
Su visión es la de la normalidad.
Elephant nos presenta la normalidad de un instituto, la normalidad de los adolescentes.
Es la calma de lo cotidiano.
De una manera sencilla, nos habla de las pequeñas historias que viven los adolescentes:
Sus problemas con los padres, la amistad, el noviazgo, los complejos, la anorexia y la bulimia, las burlas de los más torpes, etc.
De esta manera, nos presenta también ese mundo, con sus grandes preocupaciones que, a los ojos de los adultos, no son nada.
Lo que hace de Elephant, la película más real que he visto, que relata con gran atino, como hubo un cambio radical en la vida de ese pequeño normal instituto.
Como reales se vuelven sus pasillos y paredes; reales y fantasmagóricos, opresivos hasta un punto insoportable.
Y es que para Van Sant, los institutos son lugares extraños, en los que la sonrisa y la libertad parecen proscritos, y sus criaturas, deambulan perdidas…
“Get the fuck out and don't come back!
Some heavy shit's going down!”
Elephant exprime en sus poco más de 80 minutos, un collage de rostros, movimientos, gestos, voces, y miradas que se erige, en sí mismo, como una sinfonía, verdadero cine-música, en el que cada plano no existe, sino como compañero fluido de otros planos, como eslabón perfectamente incrustado en un todo.
Con ella, Gus Van Sant alcanza el techo de la genialidad, nos estremece hasta la última célula de nuestro cuerpo, y nos hipnotiza con una puesta en escena luminosa, de muy compleja elaboración, pero de ejecución transparente.
Van Sant no ha intentado manifestar su opinión, ni mucho menos manipular al espectador, sino que de forma imparcial, se ha limitado a mostrar los hechos para suscitar la difícil pregunta:
¿Por qué lo hicieron?
Y Elephant nos muestra, las idas y venidas de los personajes, desde un punto de vista que nos permite verlos, tal y como son.
Para cada alumno que conocemos, el instituto es una experiencia diferente:
Estimulante, traumática, solitaria, dura, agradable…
Las narraciones de los sucesos que envuelven el fatídico día, están elaborados de una manera tan simétrica, que da hasta cierto escalofrío presentar en el desenlace, que de por sí, es de los más poéticos y tristes, vistos en el cine.
Van Sant sin embargo, se limita a mostrar, cómo era la vida en el instituto, justo antes de la matanza, e intenta reflejar el vacío que en ése, y en tantos otros, se ejerce sobre determinados problemas, como la violencia, los abusos, o la discriminación.
Mientras unos alumnos dedican horas semanales a debatir alegremente, sobre el sentido y la posibilidad de diferenciar a gays y lesbianas por la calle, todos miran hacia otro lado, cuando el típico “quarterback” le arrea a otro estudiante, o cuando el grupo de bulímicas, se va a saludar a la taza del inodoro...
Durante la mayor parte de Elephant, asistimos a la monótona, frívola, e incluso aburrida vida cotidiana de los estudiantes, que pasean sin rumbo, por los vacíos e interminables pasillos del instituto, que hablan de banalidades, y que no parecen aspirar a nada en la vida.
No es casualidad que los actores, no profesionales, sean en realidad estudiantes, que hacen de ellos mismos, para demostrarnos cómo son los adolescentes de hoy;  y la cámara los sigue, en planos largos, lentos, y hasta poéticos.
Sus secuencias, nos remiten a un universo poblado de adolescentes de clase acomodada, a los que rodea un evidente sentimiento de alienación, bajo diferentes aspectos.
Desde las 3 jóvenes de evidente superficialidad, hasta otra caracterizada por su incomodidad, de aspecto claramente masculino, pasando por una serie de chicos ataviados y fotografiados con evidente complacencia, no soy el primero en señalar, el alcance homoerótico de Elephant...
Por otro lado, señalar que el mundo del instituto, está lleno de espacios luminosos, pero vacíos.
Quizá con ello, buscara la familiarización del espectador, con unas estancias frías y desapasionadas, que aparentemente están destinadas para la cultura y el aprendizaje, pero en donde se da cita la superficialidad y se da cobijo, de forma imperceptible, las raíces de lo peor de la sociedad estadounidense.
Por ello, el final, no por conocido menos sorprendente, impacta por el sinsentido de su aparición.
No hay emociones, no hay casi palabras, no hay explicación.
Es sólo la realidad.
Ése es el objetivo de Van Sant, nada pretencioso, y por esa misma razón, poco evidente.
Su propuesta, erróneamente comparada con el documental “Bowling For Columbine” (2002) de Michael Moore, puede dejar indiferente a más de uno, cuando en realidad, su enfoque del tema, tiene como resultado, una denuncia mucho más cruda y eficaz.
Elephant se beneficia de una atractiva disposición visual con rasgos líricos; ya que está narrado con una estructura no lineal, que hace converger a varios personajes en mismas acciones, pero con distintas perspectivas.
Hay que tener las ideas muy claras, las convicciones muy férreas, y la mirada muy afilada, para hacer un filme así, y para Van Sant, la masacre de Columbine, instituto en el que en 1999, 13 personas fueron asesinadas a manos de 2 adolescentes, podría haber sido una excusa para presentarnos, una vez más, a sus muchachos, tan bellos que parecen muchachas, a los institutos de su Portland natal, pero hay mucho más…
En un principio, Van Sant planeaba un documental para televisión, sobre el mismo Columbine, pero poco a poco, fue naciendo en él, la necesidad de una representación poética, personal, de los acontecimientos, más que un acercamiento periodístico, porque él sentía que así se acercaría mucho más al enigma que encierra tanto dolor, y tanta locura.
Por lo que escribió un guión abierto y, durante los ensayos y el rodaje, instó al equipo de actores a que, de forma libre y espontánea, llenaran los huecos, y los diálogos, con sus reacciones más libres.
El casting, atrajo a unos 3000 adolescentes, y a los seleccionados, se les animó a separar su papel de su vida real, y a integrar en Elephant sus propias historias y experiencias.
No había un guión a seguir, y los jóvenes improvisaban los diálogos, aunque a veces, Van Sant sugería que se incluyeran historias o conversaciones, que les había oído en alguna ocasión anterior.
El director de casting, Mali Finn, conoció a los estudiantes, y habló con ellos sobre sus vidas.
El tema de la violencia en los colegios, apareció directamente, dice Van Sant:
“Mali es muy bueno, consiguiendo que la gente hable de sus vidas.
Solíamos hacerles preguntas como:
¿Te sientes seguro en el instituto?
¿Crees que esto ocurre en realidad?
¿Cómo es tu vida?
Estos chicos, son conscientes de este tipo de violencia, porque todavía están en la escuela, así que creo que existe mucha ansiedad, y mucha opinión propia.
Y son realmente buenos.
Para algunos, es realmente difícil estar en la escuela, es como un infierno.
A menudo usan esta palabra, “infierno”
Para otros, la escuela es estupenda.
Creo que no es muy diferente de cuando yo iba al instituto” dice el director.
Y es que en todo el reparto, solo hay 3 actores profesionales, todos ellos en papeles de adultos:
Timothy Bottoms, como Mr. McFarland, padre de un alumno; Matt Malloy como el director, Mr. Luce; y Ellis E. Williams, como el líder de La Alianza Gay.
Y es interesante, en contraste con su tramo final, la captura de cotidianeidad con retazos de conversaciones banales, sobre tópicos adolescentes, o el intrigante uso de silencios, en largos paseos por pasillos tranquilos, con personajes tomando fotografías, o luciendo camiseta con el toro de Osborne...
Y choca comprobar, que los asesinos son jóvenes normales y sanos, con saludables hobbies, como tocar el piano, leer libros… jugar a videojuegos de cuestionable moralidad…
Son aparentemente, los típicos adolescentes, e incluso se diría que, empuñando sus respectivas armas de fuego, son “la mar de naturales”
Ni el más leve indicio que pueda explicar la atrocidad que están llevando a cabo.
Quizás podríamos pensar, en un desasosegante vacío existencial, causado por un mar de continuas banalidades, frustraciones, y abandono, de una sociedad experta en dar la espalda.
No creo que Gus Van Sant intente hallar algo de racionalidad en todo lo sucedido.
Su misión aquí, es relatar de la forma más fría, la terrorífica matanza de Columbine, y lo consigue, no hay duda.
En efecto, no hace falta dar, ni tampoco encontrar, alguna explicación… porqué a veces, las imágenes hablan por sí solas.
Y no hay más que preguntas sin respuestas:
Observamos a 2 jóvenes, aparentemente normales, con unos padres simplemente ausentes, familiarizados con el mundo de las armas, y atraídos por la ideología nazi.
Juegan a matar con su ordenador, en uno de tantos juegos al uso, en lo que será una anticipación virtual del horror real.
Consiguen sofisticadas armas por Internet, con la misma facilidad que se puede comprar pizzas.
Todavía no estaba la muerte, pero se hacían presentes todos sus ingredientes.
Educados sin referencia, abandonados a su mundo paralelo y letal, crecen en un juego inofensivo, de alcance real y mortal.
Curioso es escuchar la “Bagatelle No. 25 in A minor, “Für Elise” WoO 59 y Bia 515” que es el signo de la desconexión.
Los dedos que pulsarán el gatillo, tocan piezas clásicas de amor.
Lo mismo que hacen sonar las teclas del piano, sembrarán de muerte su centro escolar.
Sus vidas, están vacías y marcadas por una rabia difusa en su interior.
Pero sobre todo, hay una pérdida de realidad, matarán y se matarán como en un juego.
La violencia, el mal, y el asesinato, están ahí, ligeramente sumergidos.
La fragilidad del hombre, está ocultamente presente, adolescentemente inconsciente, pero mortal.
Pero la propuesta de Van Sant, no cae en la fácil demonización de los jóvenes.
Hay jóvenes vulnerables como Michelle, apenas niños, que serán los primeros que mueran.
También, hay jóvenes como Benny (Bennie Dixon) con el pelo peinado en “crops” que procurarán ayudar a los otros a escapar, incluso a costa de su propia vida.
También tenemos a John, forjado en el sufrimiento; que acompaña y cuida de su padre alcohólico, que llora mirando al cielo, como si rezara para que las cosas cambiaran para bien.
Y que a pesar de todo, es capaz de avisar a sus compañeros, viendo venir lo que va a pasar; y que además, busca a su padre, para sacarlo del peligro.
La presencia de estos jóvenes, nos muestra la presencia de una bondad original, natural, y sencilla.
Nos recuerdan que no hay una constitución genética hacia el mal, que no todo está perdido.
Que hay asesinos, víctimas, y “ángeles” que ayudan, que en medio del desastre, no todo es el mal.
También, la bondad está ahí, junto al mal, inseparablemente cercanas.
El cielo, es un elemento simbólico esencial en Elephant, introducido al principio y al final, intercalado en los momentos cruciales.
Su presencia, nos plantea una serie de preguntas:
¿Qué dice el cielo sobre el mal?
¿Y más ante el mal inconsciente y lúdico?
Varias miradas al cielo, en distintos momentos, son significativas:
Michelle va corriendo con varias compañeras, en un momento dado, se detiene, mira al cielo, en una mirada abierta, y esboza una leve sonrisa.
La cámara está en un contrapicado suave, el plano es americano.
Vuelve a mirar al cielo, deslumbrada fuerza la mirada, respira hondo, sonríe, y sigue adelante.
La cámara está quieta, pero tras su salida, se ralentiza, al fondo, las voces de sus compañeros.
Michelle mira al cielo, y ve su belleza.
No sabe que está cerca de su muerte, o es tal vez, premonitorio de que pronto pasará a una vida mejor, maravillosa para ella… aunque de una manera terrible.
John, también mira hacia el cielo.
En un momento de soledad, eleva su mirada brevemente, y junta sus manos en una aparente y silenciosa oración, como si el ángel rubio se dirigiera a Dios…
Llora, y el beso de una compañera, viene en su ayuda.
Bajo este cielo, ocurren las cosas.
Allí debajo está la muerte, los asesinos, los inocentes, y los soñadores, los luchadores, y los que sufren, todos bajo el mismo cielo.
Alex en la cafetería, mira también al cielo, y es atormentado, presumo por un Dios omnipresente, que le reclama lo que está a punto de cometer…
Una señal es clara.
El cielo avisa, ya que se está oscureciendo.
Suenan ruidos de tormenta, como si Dios avisara a los hombres del peligro, pero casi nadie se da cuenta...
Todos ven el elefante, pero nadie se cuestiona nada…
¿Qué llevó a esos adolescentes a cometer tal barbarie?
¿Acaso una homosexualidad no asumida?
¿Algún atropello por parte de sus compañeros?
Todo queda a juicio del espectador, casi como en la vida misma.
Si acaso, se le puede echar en cara algo a Elephant, es el estereotipo moralizador que les carga a los jóvenes homicidas, que peca de lugares comunes:
Echar culpas de forma un tanto superficial a los juegos de video, la ausencia de padres, y una relación homosexual, que no venía al caso, así como el personaje del joven negro de playera amarilla, que solo camina por los pasillos, para ser asesinado, cuya presencia nunca me queda del todo clara, pero me resulta un tanto inquietante.
Lo malo tal vez es, porque quita peso a las motivaciones sanguinarias de estas personas, que fueron realmente asesinos, y de cuyas personalidades, existen documentos como grabaciones caseras reales, en las cuales no precisamente tocaban el piano bellamente, sino todo lo contrario:
Apaliaban a los punks en su barrio, mientras les insultaban, y se preparaban durante meses, con gritos de guerra y armas, que no obtuvieron de la noche a la mañana...
Elephant, no es reclamo del antifascismo, sino que tacha a esos asesinos, cuya violencia fue mayoritariamente volcada en estudiantes de origen latino, de color, o deportistas, de “abogar” por “cierto analfabetismo” reflejado en documentales que aparecen siendo visionados por los personajes de Elephant; bajo la afirmación de que “Hitler odiaba la cultura” y de que por ello, hacían arder libros en las hogueras, que dista mucho de hablar claramente de la dictadura, y de cómo afectaba a la población, la manipulación de ideales que, ni tan siquiera son nombrados…
Bajo estos puntos que Elephant trata de “endulzar” por no sé qué causa… el resultado es que da la sensación de que 2 personajes son “de repente asesinos”
Al contrario de lo que en Elephant parece “un plan secreto”, los adolescentes criminales, no temieron en la realidad, presumir de su intención, ya que nadie les creyó, y por tanto, nadie estuvo preparado.
Más impactante que ver la sangre, a la que tan acostumbrados nos tiene el cine, es ver la vida que alimentaba esa sangre.
Esto es lo que hace Gus Van Sant, en un ejercicio de estilo, en el que sabe transmitir la normalidad de un día de instituto, presentando la matanza, como otro elemento más, de un día normal de la semana.
Aunque no consigue que nos acerquemos a los personajes, que nos sintamos identificados, que sintamos algo por ellos…
Al haber elegido los mismos personajes estereotipados de institutos estadounidenses; de mostrarnos la inocencia de las víctimas, también nos enseña que la culpa, no es de los agresores, sino de la sociedad que les pone el arma en la mano, y les incita a usarla, de la familia, la marginación...
Gus Van Sant no pretende realizar una película de denuncia con Elephant, sólo nos muestra una sociedad vacía, donde los valores han perdido su sustancia.
Una sociedad individualista, en la que no hay espacio para la discusión y, mucho menos, para la reflexión.
Una sociedad en la que la muerte, es una especie de diversión.
Los jóvenes que realizarán la masacre, pasan sus horas de ocio, manipulando sus joysticks frente al monitor, en juegos de francotiradores.
Aunque no haya en Elephant, un discurso condenatorio, en los planos que le dedica a los futuros asesinos, se intuye cierto llamado de atención.
Los chicos juegan por horas frente al ordenador, la madre, en un plano donde su rostro es expresamente mutilado, se va al trabajo, y deja a los chicos en casa, en manos de su juego preferido.
Allí, les llegarán las armas por correo.
Y desde esta escena a la final, donde se llevará a cabo la masacre, sólo hay unas líneas de diálogo, que descolocan al espectador, cuando uno al otro se desean diversión, antes de matar, y morir.
Es decir, estos chicos no saben distinguir entre un videojuego y la vida real.
Las distintas “vidas” que les otorga el juego, no les permite ver que, en la realidad, no hay tal oportunidad.
Si algún mensaje moral o ideológico hay en Elephant, creo que se halla en esta reflexión.
No en la violencia, como necesidad de cambio de estructuras sociales anquilosadas, no la violencia como venganza, no la violencia como locura... sino la violencia, como extensión de la virtualidad en la realidad; como la certeza de que la vida no vale nada, y que hay conciencia de que se está vivo, cuando se muere.
Y el único que se salva, en ese laberinto que es el Instituto, es quien logra ver el elefante:
La preocupación por el otro, la necesidad de velar como hijo por un padre alcohólico que no es responsable de sus actos.
Probablemente, lo más fuerte sean los 15 minutos finales, cuando los asesinos comienzan la masacre, una secuencia impactante, y dura de ver, teniendo en cuenta que todo esto sucedió, hace solo un par de años.
Como curiosidades:
Cuando los 2 tipos están en los pasillos, y por llegar a la librería hay una persona, creo yo de producción que los ve, y sale de cuadro discretamente.
Si fuera un estudiante, y hubiera visto a 2 personas armadas, no sé ustedes, pero yo correría como alama que lleva el diablo.
¿Habrá sido el director, en un breve cameo?
Cuando el negro de playera amarilla, va a ver qué está pasando, hay 3 estudiantes que suben las escaleras rápidamente…
¿Por qué suben las escaleras, cuando precisamente junto a esas escaleras, hay una salida?
¿No sería mejor salir del edificio, en lugar de subir?
El título de “Elephant” viene de un póster, y una manta de la casa de uno de los asesinos…
A diferencia de los hechos reales:
Eric Harris y Dylan Klebold no eran gays; pero aquí, quiere hacer contrastar al espectador, con el taller contra la homofobia, escena en la que se discutía el apasionante y ridículo tema, de si los homosexuales podían ser “desenmascarados” a golpe de vista; lo mismo decir que si a los violentos se les puede identificas…
Eric y Dylan, mataron a 13 personas, y aquí creo que matan más...
Alex mato a Eric; mientras en Columbine, se suicidaron.
En Elephant, la escuela no se llama Columbine; y los asesinos tienen diferentes armas a las usadas realmente, además, los nombres son diferentes.
A Dylan y Eric, les exploto solo 1 bomba, y aquí no les exploto ninguna...
Lo mejor:
Todo el metraje, y el impactante final; y se le puede achacar algunos pasajes un tanto lentos, como por ejemplo, los paseos de los protagonistas, aunque ahí radique su verosimilitud y su naturalidad; lo terrible es mostrar el hecho tal cual es, en su cotidianeidad, lo que hace que Elephant no sea para todo público por ser un ejercicio de estilo.
Una escena en particular, cuando pilla Eric a su profesor en el suelo, y le recrimina que, cuando un alumno le diga que no puede más con el acoso, que le haga más caso...ufff, la piel de gallina, ¡¡TERROR!!
Y es que es ENORME, la puesta en escena de Van Sant, con larguísimos planos sin corte, en los que sus personajes caminan sin cesar, o la cámara se detiene y examina, siempre con gran profundidad de campo, es de una belleza, y un ascetismo envidiable para cualquiera.
El mundo estético que ofrece Elephant, me atrevería a definirlo como una especie de “zoom” a los infiernos de la juventud de una sociedad, entremezclado de imperturbabilidad británica, y estética metrosexual.
La estética, muestra varios grupos de la pirámide social:
Los punks que posan para la foto; las 3 amigas inseparables hasta la bulimia; el escalafón del personaje marginado, de apariencia andrógina o lésbica, que trabaja en biblioteca; el personaje medio, albino, que es capaz de ser besado por una compañera; el entregado a sus aficiones, y con facilidad para interactuar y fotografiar; el top deportista, con novia formal; y la desafortunada representación del estudiante de color, que muere de una forma surrealista, que se puso a tiro, tras ayudar a personas que escapaban, sorprendentemente sin prisa, seguramente en shock, por desgracia en la realidad, estas personas no tuvieron tiempo de pasearse así, y pasaron horas retenidas tratando de salvar vidas de heridos…
Pero:
¿Cuándo los asesinos matan con motivos en Elephant?
En una escena, uno de los asesinos mata a su compañero imprevisiblemente.
Esta escena refuerza la idea de ausencia de razones para matar.
Van Sant logra recrear en el espectador, la misma reacción que la sorpresa de Columbine, en el público de EEUU.
El mal, descrito en Elephant, cae en esta esfera de la cotidianidad, convirtiéndose además, en algo que no necesita razones para justificarse...
sobre el tema de la homosexualidad, como un recurso estético durante la conversación de un debate en clase, y recurre a ella como un tema experimental sobre “besar antes de morir” sin descubrir la orientación sexual de los personajes, es importante de reflexionar.
En lo técnico, con el uso de una excelente fotografía de Harris Savides, en casi cuadrado formato 1.37:1; habitual de Van Sant, el exiguo presupuesto Elephant, se emplea hasta el último céntimo en actores, cámara, y registro de sonido.
El sentido visual de Van Sant hace el resto, y el poema alcanza la categoría de conquista del futuro del cine, despojado de trama y de retórica visual, reinventando el suspense, y la secuencia; no hay palabras en el logro técnico revolucionario.
Y es que sin duda, estamos ante un film diferente, revolucionario en cuanto a puesta en escena.
La utilización del llamado “travelling objetivo” esa cámara que sigue al personaje, alcanza aquí, su máxima esplendor
Su Palme d’Or, fue una forma de confirmar que Gus Van Sant, había llegado lo más lejos posible, en la representación artística del Infierno en La Tierra.
Y su premio al Mejor Director en dicho festival, es la forma de decir del prestigioso festival, que Van Sant había aportado muchísimo a la evolución del cine como arte, en sus formas, antes que en su temática.
Muchos sentirán rechazo, cuando no indiferencia, hacia las imágenes de Elephant.
Otros la vemos como una sinfonía de las tinieblas, que el ser humano se empeña en imponer sobre este mundo, pero también de la esperanza, de que ese ser humano sea capaz de dejar atrás todo esto, alguna vez.
Tiene Van Sant la mirada dolorida y dura, pero también serena y conciliadora.
Y ni qué decir de la banda sonora utilizada con piezas de los genios:
Ludwig van Beethoven y Wolfgang Amadeus Mozart.
“Eeney...
Meeney...
Meiny...
Moe...
Catch a...
Tiger...
By its...
Toe...”
Acercarse desde una película, a unos hechos que conmocionaron el mundo entero, es quizá una oportunidad para reflexionar sobra la vida, y nuestra misión en el mundo.
Desde esta cruda realidad, es fácil cuestionarse, sobre los motivos y las razones que llevaron a 2 chicos adolescentes, a matar 13 compañeros en su instituto de Columbine, en EEUU, en una mañana, de un otoño cualquiera.
Creo que el hecho en sí, es una pregunta provocadora.
Y Elephant habla sobre cómo un día normal y común, puede terminar de la manera más terrible posible; retrata a una sociedad juvenil, envuelta en su mundo, un mundo que se cae a pedazos, y que es invisible para los adultos.
Donde la violencia, es un hecho tan fácil de ignorar, como un elefante en el salón.
Elephant aborda una reflexión profunda y significativa, sobre el origen de la violencia y el mal, como generadores de muerte.
El absurdo de matar al otro, nos persigue.
La soledad, o el silencio.
Un pasillo por el que retumban los pasos de la nueva generación de estadounidenses, que marcarán, guste o no guste, las tendencias ideológicas y emocionales de los próximos años.
Una maraña de etnias que, por no entender, no entienden ni siquiera que están vivas.
Entre los laberintos de la tristeza, los laberintos del silencio, los laberintos que días después, justificaron una legión de padres indignados con pancartas contra la National Rifle Association (NRA), o contra la venta de armas sin control...
La sociedad que llega, vomita en los lavabos de los institutos para perder kilos.
Ni siquiera llora, extraña secuencia poética de Van Sant, porque llorar es un precio demasiado caro, que ya entraña conciencia.
Y la conciencia, o la entraña es al final, donde observamos impávidos los acontecimientos.
Los niños que fuimos, han aprendido a manejar un 9 mm.
No es traicionar a “Peter Pan” es tomar conciencia del absoluto poder de la tristeza.
La violencia no nos abandona.
Es inherente al ser humano, y lo que es peor, es así desde muy jóvenes.
Podemos buscar excusas:
La televisión, el cine, la música, la venta libre de armas… pero nada cambia.
No se ponen remedios, ni parece importar.
Sólo unos minutos cuando sucede, y después nada ocurre...
La educación está perdiendo el partido.
Sólo hay que mirar a nuestro alrededor, no hay que irse tan lejos.
Porque nadie parece preocuparse, nadie ve al elefante.

“Well this is it.
We're gonna die today.
I've never even kissed anyone before, have you?”



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