Cidade de Deus

“Você precisa mais do que armas para ser um bom gangster, você precisa de idéias”

Las grandes ciudades, son un reclamo para millones de personas que buscan una mejor vida.
Todo el mundo ha oído hablar, de los barrios marginales que hay en todas las ciudades del mundo, y son famosos aquellos que son temidos por su alta delincuencia.
Los niños de ayer, son hoy adolescentes y jóvenes que se han formado en ese ambiente, del que es, a veces, imposible escapar.
El barrio es en ocasiones “la familia”, que dota de significación a la persona, y lo integra en un grupo.
Pero también, se contraen “obligaciones y normas” para pertenecer al grupo, que en ocasiones, son de difícil disolución.
La mayoría de esas historias, muestran los problemas de adaptación social de los jóvenes de los suburbios urbanos cercanos, pero no integrados, a una sociedad capitalista que les incita al consumo, a través de la publicidad y los medios de comunicación, pero que no les da participación en el mundo económico.
El grupo, banda, o tribu; el enfrentamiento con la familia y las instituciones, y los problemas cotidianos, enmarcan el difícil aprendizaje de esos jóvenes, que se mueven en el peligroso filo que separa el delito, de la supervivencia.
Más allá de algunos de sus íconos más representativos, otra de las postales de la ciudad de Rio de Janeiro, en Brasil; son sus asentamientos irregulares, conocidos en Brasil como “favelas”, muchas de ellas, están ubicadas en plena zona turística.
Algunas de las favelas más conocidas de Rio de Janeiro son:
Rocinha, Pavão-Pavãozinho, Vidigal y Dona Marta, en la Zona Sur de la ciudad, así como Cidade de Deus, en la Zona Oeste.
Ese es el Brasil no turístico.
El Brasil no carnavalero.
El Brasil más real, y el mayoritario.
La Cidade de Deus, es también conocida como “CDD” entre sus habitantes.
El barrio, fue fundado en 1960, planificado y ejecutado por el gobierno del Estado de Guanabara, como parte de la política para eliminar sistemáticamente, las favelas del centro de Rio de Janeiro, y la solución de sus habitantes en las afueras.
En 2011, una moneda local llamada “CDD” fue creada para uso exclusivamente en Cidade de Deus, para alentar a los habitantes, a pasar más a nivel local, impulsando así, la economía local.
La moneda está subvencionada, su valor está indexado a un 20% más alto que la moneda nacional, el real brasileño.
¿Es la pobreza un caldo de cultivo para la delincuencia?
¿Hay más opciones que trabajar explotado, o ser un forajido, en un contexto de desigualdades extremas?
¿Es acaso una cuestión de carácter, lo que determina la inclinación a la violencia; o se trata de una cuestión de supervivencia?
“Lute e você nunca vai sobreviver...
Run e você nunca vai escapar”
Cidade de Deus es una película brasileña, de acción y drama, dirigida por Fernando Meirelles y Kátia Lund, en el año 2002.
Protagonizada por Alexandre Rodrigues, Leandro Firmino, Phellipe Haagensen, Douglas Silva, Seu Jorge, Jonathan Haagensen, Matheus Nachtergaele, Jefechander  Suplino, Alice Braga, Emerson Gomes, Luis Otávio, Babu Santana, Gero Camilo, entre otros.
El guión es de Braulio Mantovani, basado en la novela homónima de 1997, escrita por Paulo Lins, que cuenta con más de 300 personajes, y 100 historias, a lo largo de sus 600 páginas.
Lins, quien creció en la favela “Cidade de Deus”, de alguna forma logró vencer a su destino:
Escapó, y se tomó 8 años en escribir este libro.
Parte de la historia, está basada en la vida de Wilson Rodriguez, un fotógrafo brasileño.
Cidade de Deus, es una película fidedigna de la realidad tercermundista, recorre sin miramientos, muchas de las problemáticas actuales de algunos países latinoamericanos, como:
Los asentamientos humanos de forma irregular, la inseguridad, el desempleo, el analfabetismo, el narcotráfico, el enfrentamiento de bandas delictivas, la delincuencia juvenil, la proliferación de sicarios a corta edad, la venganza, y los móviles que incentivan las alineaciones criminales.
Cidade de Deus fue candidata de Brasil, al Premio de La Academia a La Mejor Película Extranjera, pero no fue nominado.
Sin embargo obtuvo otras 4 nominaciones al Oscar:
Mejor director, fotografía, montaje, y guión adaptado.
El director brasileño, muestra la cruda realidad interna de las favelas de Brasil, donde ser miembro de una banda, es la única forma para sobrevivir…
Cidade de Deus se enfoca en la guerra entre Zé Pequeno (Leandro Firmino da Hora) y Mané Galinha (Seu Jorge), desarrollada en una favela de Rio de Janeiro llamada “Cidade de Deus”
La frase que identificó a la película fue:
“Lucha y nunca sobrevivirás... Corre y nunca escaparás...”
Muchos de los actores, fueron residentes de favelas, como por ejemplo Vidigal, en la misma Cidade de Deus.
La obra es contada de una forma no lineal, utilizando diferentes técnicas de edición, y tomas de cámaras.
Cidade de Deus es dura y real, donde la infancia se desangra, y se pierde, convirtiendo a los niños en hombres por la vía rápida, por un atajo que les hace desprenderse de la inocencia, sustituyendo los balones por pistolas.
Odio que genera odio, para volver a un punto de no retorno.
Cidade de Deus fue rodada en las peligrosas favelas de Rio de Janeiro, conocidas como “Cidade de Deus”, y para poder filmar allí, se tuvo que conseguir el permiso de los narcotraficantes de la zona.
Basada en hechos reales, este es un relato del incremento del crimen organizado en Cidade de Deus, un suburbio de Rio de Janeiro, desde finales de los años 60 hasta el comienzo de los 80, cuando el tráfico de drogas y la violencia, impusieron su ley en las favelas.
Arranca la historia, presentándonos la matanza de unas gallinas, a las que se les corta el gaznate, y arrancan las plumas.
Una de ellas se rebela, y se cuela entre las piernas de sus ejecutores.
Una voz de alerta, y una legión de chiquillos, que se lanzan a la captura del pobre animal.
¿Podrá escapar?
La gallina cuenta con una agilidad extrema, 2 veloces patas, y 2 alas que le permiten sobrevolar escalones sin tropiezos.
Los niños disponen de revólveres, pistolas, y altas dosis de crueldad.
Pero todo comienza a finales de los 60, cuando Buscapé (Luis Otávio/Alexandre Rodrigues) tiene 11 años, y es sólo un niño más en Cidade de Deus.
Tímido y delicado, observa a los niños duros de su barrio, sus robos, sus peleas, sus enfrentamientos diarios con la policía.
Ya sabe lo que quiere ser, si consigue sobrevivir:
Fotógrafo.
Dadinho (Douglas Silva/Leandro Firmino da Hora), es un niño de su misma edad, que se traslada al barrio.
Sueña con ser el criminal más peligroso de Rio de Janeiro, y empieza su aprendizaje haciendo recados para los delincuentes locales, y se hace amigo de Bené (Michel de Souza/Phellipe Haagensen)
Dadinho admira a Cabeleira (Jonathan Haagensen) y su pandilla, “Trio Ternura”:
Marreco (Renato de Souza) y Alicate (Jefechander Suplino), con quienes se dedica a atracar los camiones del gas, y hacen otros pequeños robos armados.
Un día, Cabeleira da a Dadinho, la oportunidad de cometer su primer atraco, que termina en masacre...
Ya en los años 70, en Cidade de Deus, los antiguos amigos forman ideas distintas sobre la dirección de sus vidas.
El lugar, es un sitio en el que el tráfico de cocaína, los asesinatos, la delincuencia juvenil, y el soborno policial, son algo cotidiano.
Tan real que, aún hay partes de este mundo, donde la ley del más fuerte es la que prima.
Donde la tranquilidad de las noches, depende de la cantidad de balas que tengan los niños y jóvenes, dueños del territorio.
No deja de ser irónico que, dicha parte del mundo, sea la Cidade de Deus.
“As pessoas se acostumaram a viver no Vietnã, e mais e mais voluntários se inscreveram para morrer”
Con una colorista, pero a la vez oscura estética cercana al videoclip, el director crea una atmósfera que envuelve y asfixia al mismo tiempo.
Parece que en ella, se ha captado a la perfección, la esencia de la vida en las favelas, un lugar que como bien define el protagonista:
“Queda muy lejos de la típica postal de Río”
Quizás, el gran triunfo de Meirelles, es el de conseguir, que no nos perdamos en medio del caos que supone la trama que envuelve a Cidade de Deus.
Tratar durante más de 2 horas, con tantos personajes y situaciones distintas, y no “morir” en el intento, es todo un logro.
El interés no decae nunca, ya sea gracias a la brutalidad de la historia, ya sea por su humor negro, ya sea gracias al dinamismo que imprime el director, en toda y cada una de las escenas.
Cidade de Deus es un retrato violento y convulso, del surgimiento y la consolidación del crimen organizado en Rio de Janeiro, en un degradado suburbio que se rige por su propio orden, al margen de la ley.
Meirelles, no quiso hablar de la escuela de futbol, o las escuelas de samba, o la iglesia...
Eso sería otra película.
Aunque es de suponer, dada la extensión del libro, inabarcable en una sola entrega, que se ha prescindido de un importante número de pasajes y personajes secundarios, el resultado de esta adaptación, reducida a poco más de 2 horas de duración, es plenamente satisfactorio, y en ella se ha respetado tanto su estructura, marcada por las 3 etapas temporales, como la recreación ajustada del ambiente en que se desarrolla la acción.
Su mismo rodaje, estuvo condicionado por las relaciones de poder que vertebran este submundo:
Los realizadores, tuvieron que pedir la colaboración del jefe de una favela para poder filmar en su zona, y disponer así de las condiciones de seguridad adecuadas para poder realizar la filmación.
El jefe autorizó la realización de Cidade de Deus, con la condición de que se contratara a la mayoría de los actores y extras, entre la misma gente de la favela, la gran mayoría de los personajes, fueron de ahí mismo, lo que contribuye también a dar mayor credibilidad a la historia.
El ritmo acelerado con el que se ha realizado, facilita la atención de un público joven, a pesar de su larga duración, y la diversidad de personajes e historias entrecruzadas.
Cidade de Deus se caracteriza por una puesta en escena frenética, que recuerda el montaje de un videoclip agresivo y entrecortado, estética “sucia”, una fuerte carga emocional, e imágenes impactantes.
Se respira gran autenticidad en sus actuaciones, y en muchos momentos, sobre todo entre los más pequeños, da la sensación de que no distinguen por completo, cuándo están “jugando a hacer ver que...” ante una cámara; o cuándo se están conduciendo como es su costumbre, al margen del rodaje…
Varios son los caracteres destacados que introduce Cidade de Deus a través de la mirada, y el verbo de Buscapé, un niño que no se deja arrastrar por la marginalidad que le rodea, y que posteriormente acabará convertido en fotógrafo de esa misma realidad.
Pero el auténtico protagonista de esta historia, es la propia “Cidade de Deus”, marco geográfico y social, germen y testigo del crecimiento y la ascensión de jóvenes cabecillas, como el despiadado Zé Pequeno desde su infancia; su socio y mejor amigo Bené, que se lleva bien con todos, sea cual sea su procedencia; Sandro “Cenoura” (Matheus Nachtergaele), la competencia en el negocio de la droga; o Mané Galinha (Seu Jorge), un cobrador de autobús, que por trágicas circunstancias, se ve empujado a entablar la guerra con Zé Pequeno, aliándose con sus enemigos.
Es curioso que Buscapé, queriendo seguir los cánones de la violencia como única arma para sobreponerse, intenta varias veces, cometer un acto delictivo, pero retrasa el momento de actuar, no por una cobardía “hamletiana”, sino por una conciencia superior de justicia, que no le deja traicionar sus principios.
En cambio, el personaje que empieza a matar para vengarse de pequeño, representa la disolución de los principios morales, ante la sed de sangre.
Especialmente interesante, es el personaje de Dadinho… o más bien dicho, Zé Pequeno.
Es la reinvención del mal en su estado más puro.
La imagen del niño, que creció entre disparo y disparo, con una sonrisa de oreja a oreja, es simplemente una de las más espantosas que haya visto jamás.
El aterrador Zé Pequeno, siembra el pánico por allí donde pasa, cegado por el deseo de poseer cuanto ve, sin importarle el camino que tenga que coger para llegar a dicho fin.
Un monstruo que si nos paramos a reflexionar, ha sido creado por el sistema… o siendo más justos, el sistema ha permitido su existencia.
Lo que más llama la atención de Cidade de Deus, es su marcada estructuración, compuesta de 3 partes bien diferenciadas, tanto a nivel argumental como formal, que a su vez, se inscriben en una línea circular, que se acaba cerrando, llegado su tramo final.
Las 3 funcionan bien de forma autónoma, a pesar de que están relacionadas entre sí, por el devenir de los acontecimientos, y la progresión de los personajes en el tiempo.
Cada uno de estos capítulos, años 60, 70 y 80, poseen su propia trama independiente, presentación, nudo y desenlace, focaliza su atención en un personaje según su relevancia en ese determinado momento, y, lo que es más importante todavía, cada uno de ellos, presenta un acercamiento conceptual propio, lo que se traduce en un tratamiento estético distinto en cada caso, aquí entran en juego tanto la fotografía y la iluminación, como el montaje y la dirección, acompañándose, según corresponda, por unos u otros ritmos musicales.
El gran tema de Cidade de Deus es la venganza, no desde la perspectiva “hamletiana” sino cercana a la rebelión interna de “La vida es un sueño”
Los protagonistas, al igual que Segismundo, han sido encerrados, sin tener ninguna culpa, en una cárcel común, donde no pueden sino vivir envueltos en un sueño, para escapar a sus propias miserias.
Este sueño de libertad, se trasforma en batallas a campo abierto, para imponerse sobre las fantasías de los demás, hasta asomarse al inmenso caos, producto sólo de los deseos de venganza que sienten los habitantes, ante esta realidad injusta.
Otro tema desarrollado, es la fugacidad del poder.
Un barrio como Cidade de Deus, se convierte en metáfora perfecta de la selva capitalista, en que el dominio se consigue mediante una guerra continua sin reglas, en donde hay que comer a los demás, para no ser devorado, y tener un ojo en cada esquina, o en la espalda.
También, es interesante la reflexión naturalista, sobre la transformación y la corrupción progresiva del hombre, debido al entorno.
Ese arranque metafórico espectacular, de la comedera de gallina y zanahoria; es una forma de humanizar al animal, y ofrecer al que visiona, un terror que no tardará en formar parte de las vidas de los protagonistas, quienes nos contarán, cómo se ha llegado a ese “inicio”, y el porqué de ese banquete.
La banda sonora es de Antônio Pinto y Ed Côrtes, también dividida en 3 fases, al igual que la película, en 3 épocas:
Comienza con ritmos de samba tradicional, mezclado con el jazz de los años 60, manejando un compás alegre.
Continúa con el jazz más setentero, y con la canción más espiritual, acercándonos a una época llena de contrastes socioculturales, que se vivieron en los años 70.
Finaliza con una verdadera explosión de ritmos, entre la música brasileña, el jazz, el funky, dentro de un tono tenso y sombrío, aunque las cadencias de Brasil más joviales, dominan en todo momento.
En su conjunto, es una verdadera obra maestra, al igual que el filme que arropa.
“Onde você quer tomar o tiro?
Na mão ou no pé?”
¿Acaso alguien ignora las muertes que se producen a diario en Rio de Janeiro, la masacre que sistemáticamente, se comete en Brasil, con los niños más desprotegidos y abandonados, en una situación caótica, y sin salida?
Me extraña que en un mundo globalizado, a alguien se sorprenda, y acabe de descubrirlo a través de Cidade de Deus.
Cidade de Deus es una mirada personal y fulgurante, a uno de los principales problemas de los países en vías de desarrollo:
La sobrepoblación, y la creación de barriadas adyacentes de los campesinos desamparados, ante la inviabilidad del sector primario a pequeña escala en la actualidad.
Curiosamente, los directores Cavi Borges y Luciano Vidigal, acaban de hacer estrenar el documental “Cidade de Deus - 10 Anos Depois” que repasa las vidas actuales, de los  niños actores que protagonizaron Cidade de Deus; la cual según los directores:
“Es una película sobre la transformación de los actores.
No hice una película sobre el filme de Fernando Meirelles, sino cómo una película que tuvo tanto éxito, que transformó la vida de los favelistas que eran los actores” dijeron.
“Cidade de Deus tuvo un impacto muy fuerte sobre sus vidas.
Tras vivir en la pobreza, de un día para otro, todo cambió:
Ganaron dinero, salieron en televisión...
Pero 2 años después, Cidade de Deus pasó, y los actores tuvieron que continuar sus vidas.
Algunos lo consiguieron haciendo carreras de actores.
Otros fueron a fondo del pozo; y no supieron lidiar con los sucesos.
No tenían estructura familiar, ni conocimientos.
Acabaron metidos en la droga, como delincuentes y traficantes”
De los 200 actores que trabajaron en Cidade de Deus, 5 de cada 6, siguen en la misma favela.
Muchos ahora viven en otra favela, Vidigal, donde hay una escuela de teatro.
Leandro Firmino, que interpreta al traficante Zé Pequeno, sigue siendo actor, y sigue viviendo en Cidade de Deus.
No se mudó, y ha trabajado en varias películas.
El problema es que son películas de traficantes de bandidos, o delincuentes.
Es preso de un estereotipo.
Siempre pasa lo mismo con los actores negros en Brasil.
Siempre acaban con papeles de “bandidos”, delincuentes, traficantes, o cantantes de funky.
Los actores dicen eso.
Pasa lo mismo en la televisión.
Son casi todos, actores blancos en Rede Globo.
En Cidade de Deus, la película tuvo un impacto, positivo y negativo.
El negativo es que todo el mundo lo ve, como un lugar violento.
Hay 200.000 residentes en la favela.
¿Cómo pueden 50 delincuentes, crear una imagen para todos?
Cidade de Deus mostró el lado violento, y no el lado “bonito” que existe, sin duda.
Pero lo positivo es que después de la película, Cidade de Deus pasa a ser vista; sale de la invisibilidad:
El gobierno aprobó obras de urbanización.
Un reverendo en Inglaterra, vio la película, y abrió una iglesia en la favela para ayudar.
Llegaron muchas organizaciones con proyectos sociales, escuelas de arte…
Todo gracias a la película.
Pero Rio de Janeiro, ahora es de las ciudades más caras del mundo.
Hay una enorme transformación urbana, ahora con nuevos estadios…
Pero no hay mejora de infraestructura de escuelas, sanidad, etc.
Del mucho dinero que se ha invertido, mucho ha sido robado.
El presupuesto está saliendo por 10 veces más de lo que cuesta de verdad.
En muchos aspectos, es una operación de imagen para gringos y turistas…
Y para quienes viven en Rio, que se las apañen a como puedan.
No importa cuántas veces pidamos que, al final, no aparezcan las palabras mágicas “basada en un hecho real”
Porque en efecto, Cidade de Deus es una película tan real, como la vida misma.
¿O acaso hay alguna duda?

“Gangsters nunca param, eles simplesmente fazer uma pausa”



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