Melancholia

“All I know is, life on earth is evil”

La obsesión de Occidente, por “El Final de Los Tiempos”, es quizás evidencia de un mundo enfermo, que en cierto sentido, está agotado, y que ya no sabe para dónde ir.
Hay una presencia constante del temor por un apocalipsis, que no se sabe cuándo llegará, pero del que se encuentran señales por todas partes.
Quizá nos parece que vamos demasiado de prisa, y que hay que detenerse de alguna manera, tal vez, acabando con el mundo, o dando el mundo por acabado.
Al dejar que nuestras ilusiones, nuestros sueños se agoten, dejamos que nuestro propio mundo se despedace.
Decía el novelista francés, Victor Hugo:
“La melancolía es la felicidad de estar triste”
Desde la época de La Antigua Grecia, la melancolía ha sido sujeto permanente de debate y reflexión, en la historia de nuestra civilización.
Estudiada por disciplinas de toda índole, desde la medicina, la astrología, o el arte, ha sido considerada, un tema intrínseco a la condición humana más universal y, al mismo tiempo, eminentemente personal.
¿Cómo reaccionar, cuando aquello que hemos concebido como seguro y normal, se resquebraja?
¿Qué ocurre cuando explotan los fundamentos de la realidad, y salpican las comisuras de nuestra propia existencia, dejándola hecha añicos?
¿Qué valor podemos dar a nuestras instituciones sociales, y a la proyección futura de nuestras aspiraciones, si la supervivencia de las mismas, está condicionada por factores abruptos e incontrolables, de transformación/destrucción?
¿Cómo responder ante lo real, que nos instiga hasta que perdemos el equilibrio ante el filo de lo que reconocíamos como nuestra identidad?
Pérdida de lo simbólico, y aparición de lo real no simbolizable, es decir, de aquello que nos aterra, y no queremos identificarlo, porque rompe con nuestro código de instituciones, lenguaje, estructuras, reconocimiento…
Inicialmente denominada “melancolía”, y frecuentemente confundida con ella, la depresión o abatimiento, es uno de los trastornos psiquiátricos, más antiguos de los que se tiene constancia.
A lo largo de la historia, se evidencia su presencia, a través de los escritos, y de las obras de arte, pero también, mucho antes del nacimiento de la especialidad médica de la psiquiatría, y es conocida y catalogada, por los principales tratados médicos de La Antigüedad.
El origen del término “melancolía” se encuentra, de hecho, en Hipócrates, y se mantiene en El Renacimiento, especialmente, en los años dorados de la melancolía en la cultura europea, entre 1575 y 1630.
Hay que esperar hasta el año 1725, para que el británico Sir Richard Blackmore, rebautice ese mal, con el término vigente de “depresión”
Hasta el nacimiento de la psiquiatría científica, en pleno siglo XIX, su origen y tratamientos, como el del resto de los trastornos mentales, basculan entre la magia, y una terapia ambientalista, de carácter empírico, como dietas, paseos, música...
Con el advenimiento de la biopsiquiatría, y el despegue de la farmacología, pasa a convertirse en una enfermedad más.
La medicina oficial moderna, considera cualquier trastorno del humor que disminuya el rendimiento en el trabajo, o límite la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea o no conocida, como un trastorno digno de atención médica, y susceptible de ser tratado, mediante farmacoterapia o psicoterapia.
“Hold my hand.
Close your eyes”
Melancholia es una película dramática, del año 2011, escrita y dirigida por Lars von Trier.
Protagonizada por Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Kiefer Sutherland, Charlotte Rampling, Alexander Skarsgård, Stellan Skarsgård, Udo Kier, John Hurt, Brady Corbet, Cameron Spurr, Jesper Christensen, entre otros.
Melancholia obtuvo el premio a La Mejor Actriz para Kirsten Dunst, en El Festival Internacional de Cine de Cannes, en 2011; el mismo Festival francés, en el que se declaró al cineasta “persona no grata”, con su consiguiente expulsión del certamen.
La polémica se desató, tras unos comentarios de signo pro-nazi, vertidos por Lars von Trier, en los que afirmó “comprender a Hitler”
Separando al von Trier director, del von Trier persona, ¿se puede?, es innegable su capacidad creativa, su modo personal de encarar sus obras, y sus nada indiferentes trabajos cinematográficos.
Y Melancholia no queda fuera de esta clasificación, resultando una película interesante, sugerente, controvertida, y atractiva para los sentidos, más que para la razón.
Melancholia se constituye, como una extraña y magnífica segunda parte, de un díptico sobre “El Apocalipsis” llamado “Depression Trilogy” anterior al film “Antichrist” (2009) que terminaría con “Nymph()maniac” (2013)
Ambas, las 2 primeras, optan por un fin del mundo intimista y salvaje, pero mientras que “Antichrist” lo hacía con estatus de exorcismo personal, aquí lo apocalíptico, se conjuga con la ciencia ficción libre, una metáfora de sentimientos, el melodrama con saña hacia la clase alta, y la elegancia límpida e hipnótica del “tableau vivant”
Melancholia aborda la inevitabilidad de la destrucción, y cómo la aceptamos, en 2 formas de afrontar el cataclismo, desde el punto de vista de un demiurgo, tan depresivo y cínico, como Lars von Trier.
Melancholia habla de la soledad, de la impotencia ante todo aquello que nos rodea, de lo frágil que es la existencia, y lo fútil que son los ornamentos sobre los que basamos nuestra felicidad.
Así, von Trier firma y filma, una auténticamente demoledora disección del espíritu humano, en cierto modo inesperado, a estas alturas, no nos vamos a sorprender con el trabajo del danés, guantazo anímico en su presentación de una radiografía social cínica, cáustica, y desolada, a partir de un cuadro de personajes de clase alta, plenos en lo material, pero totalmente destartalados en lo anímico, y absolutamente desequilibrados por encima de su descacharrante excentricidad.
El mundo se acaba, así lo presenta un precioso prólogo, mecido por la música operística, aunque en realidad, dentro de los protagonistas, y por ende, dentro de la raza humana, que nos proponen que se acabó hace ya tiempo.
Melancholia comienza, con una secuencia introductoria, que combina imágenes oníricas de los protagonistas, potentemente respaldadas con la música del Preludio de “Tristan und Isolde, WWV 90” de Richard Wagner, con imágenes del espacio, que muestran una colisión en la que La Tierra, es absorbida por un planeta mucho más grande.
A continuación, la trama se divide en 2 partes, llamadas:
Justine (Kirsten Dunst), y Claire (Charlotte Gainsbourg)
Justine, se centra en la desastrosa boda entre ella y Michael (Alexander Skarsgård), durante la cual, los divorciados padres de la novia, mantienen una discusión pública, poniendo en evidencia las miserias de la desestructurada familia.
Ella, que tiene cada vez más dudas sobre el matrimonio, es de temperamento melancólico, no se entiende con su hermana Claire, y se enfada con su jefe, Jack (Stellan Skarsgård), antes de acabar abandonando la fiesta.
En el patio, advierte una estrella que brilla con más fuerza que de costumbre.
John (Kiefer Sutherland), el marido de Claire, le explica que se trata de la brillante “Antares”, que más adelante desaparece de la constelación.
En el epílogo de la fiesta, el novio da a entender a Justine, que después de los incidentes ocurridos, no es posible continuar el matrimonio...
La segunda parte, Claire, se centra en la visita de Justine, que atraviesa por una depresión, a la mansión de su hermana y John, quienes tienen un pequeño hijo llamado Leo (Cameron Spurr)
Allí, Justine no tiene fuerzas para llevar a cabo las actividades cotidianas más elementales, como comer, o tomar un baño, para las que necesita la ayuda de su hermana.
Poco a poco, su estado va mejorando…
John, que es aficionado a la astronomía, descubre que la desaparición de “Antares” se debe a que la estrella, ha quedado eclipsada por un planeta interestelar, llamado “Melancholia” que, según la comunidad científica, pasará muy cerca de La Tierra, pero sin colisionar con ella.
Sin embargo, Claire entra en un estado de histeria, al estar convencida de que es inminente el fin del mundo, al encontrar dicha información, navegando por Internet.
Sin embargo, cuando el momento de la verdad llega, parece que las previsiones de John eran las correctas, ya que “Melancholia” pasa sin que los 2 planetas lleguen a tocarse.
Pero la alegría dura poco, pues el planeta regresa, dirigiéndose ahora, directamente contra La Tierra.
Al enterarse su esposo de los hechos, Claire encuentra el cadáver de John en el establo, que ha decidido suicidarse con pastillas, al descubrir la verdad.
Sin comunicar la muerte a Justine y Leo, Claire pretende salvar la vida de los 3, huyendo, pero Justine transmite calma e indiferencia, subrayando la inutilidad de la huida.
Así, una “cueva mágica” hecha por Justine y el pequeño Leo, a modo de tienda armada con palos, les servirá como lugar de espera.
El leitmotiv del Tristán wagneriano, con el que daba comienzo Melancholia, vuelve a apoderarse de la banda sonora.
En la última imagen, “Melancholia” impacta La Tierra, y la pantalla se llena de la luz, debido a la explosión.
Tanto Justine como Claire, son el mismo personaje, enfrentándose a los preludios de la destrucción, si bien cada hermana está condicionada por fuerzas distintas.
La parte de Justine, personaje de motores irracionalistas y telúricos, aborda la depresión autodestructiva; y la de Claire, contrapeso racionalista a Justine, ilustra la ansiedad ante lo que no se quiere, o no se puede reconocer, porque hemos estado entregados durante toda nuestra vida, a la convicción de la idea social de normalidad.
Así las cosas, Melancholia aparece trenzada, por la idea de la depresión, un estado anímico que, en última instancia, lleva a quien la sufre, al convencimiento de la inutilidad de cualquier esfuerzo, de la fatalidad intrínseca a que conduce la vida, de que la única verdad incontrovertible, es la de que nada tiene sentido y, por mucho que se esfuerce uno, sólo existe un final posible, el de la muerte, la destrucción, y la desaparición, sin dejar el menor rastro.
Y comenzamos a intuir que, al fin y al cabo, ese estado del alma, tiene un nombre.
En este caso, nombre de planeta, “Melancholia”
Con ellos, es conocido el gusto del danés, por provocar al espectador, y buscar su catarsis, por tratar de resquebrajar sus principios vitales, y dejarle el rejón bien metido en el alma.
Para el cofundador de Dogma 95, lo irracional y lo visceral, triunfan siempre sobre la mesura y la contención, y todos los sentimientos de sus personajes, son llevados al extremo, hasta que la misma existencia se hace imposible, y es preciso un nuevo mundo, una nueva civilización.
Quizás por eso, La Tierra viva sus últimos días, y nadie la echará de menos, pues un planeta llamado “Melancholia”, va a colisionar con ella, en una tragedia que es reflejo de otra incubada, en el seno de la familia protagonista.
El juego que nos propone Lars von Trier es el de reconocer el estoicismo que encierra la figura de cualquier depresivo, y la ansiedad que late tras aquél que se parapeta con la racionalidad.
Porque, a fin de cuentas:
¿Quién si no el depresivo, está mejor preparado ante la llegada del fin del mundo?
Quien siente que ya ha perdido sus objetos de afecto en este mundo, puede tener tiempo para aplaudir la función.
Lo que von Trier aquí nos trae, es una historia de resignación, no hay nadie tratando de evitarlo, simplemente hay esperanzas de que no pase, leves, pero alguna, y si tiene que pasar, pues sólo queda esperarlo, y afrontarlo, con valentía.
“You'd better be goddamn happy”
Alejado de esa estética Dogma 95, aquí, en “Melancholia”, uno de los puntos fuertes, es la calidad de imagen y sonido:
Esa fotografía y música, principalmente, se unen para generar sensaciones en el espectador; y Lars von Trier, con su habitual pesimismo, decide cargarse al planeta entero, y no dejar ser vivo sobre él.
Melancholia, que empieza con un prólogo de casi 10 minutos, a base de bellas imágenes rodadas en “slow-motion” mientras que de fondo suena Wagner…
Estas imágenes, bastante premonitorias, algo que obviamente aún no lo sabemos, nos hace temernos lo peor, y que el tono que vamos a ver, tenga bastante más de estos derroteros.
El choque entre 2 planetas, no es más que un “mcguffin”, una metáfora, para que Lars se meta en lo que viene siendo su salsa, e intente diseccionar, cómo reaccionan 2 personas, totalmente opuestas, ante lo que viene siendo el fin del mundo.
En las obras de Lars von Trier, el personaje principal femenino, siempre sufre la violencia de una comunidad que no puede, o no quiere cambiar unas reglas sociales que agreden al diferente.
En el caso de la protagonista de Melancholia, Justine se ve sujeta a un contexto, el día de su boda, y a un grupo social interesado en esgrimirle una suerte de forzada ortopedia, para que su comportamiento se adecue a lo esperado.
Es en la lucha de Justine, ante sí misma, y ante su comunidad, presente la disyuntiva entre aceptar su disfuncionalidad, o someterse a la dominación de lo social, donde se nos conmueve más.
Finalmente, Justine se desvincula, o es desvinculada de los códigos impuestos que nos determinan a ser “sujeto” entendamos sujeto como efecto de sujeción, a cambio de un reconocimiento personal y social.
Su mundo ha estallado.
Y con ello, su identidad, lo que la sitúa en el registro de lo psicótico.
Fundido en negro, inicia la segunda parte, con cambio de protagonista.
Con el paso a la historia de Claire, se incide más en la intriga, ante la posibilidad de “la destrucción de La Tierra” el hogar, amenaza exterior y grandilocuente donde las haya.
Claire es como Justine, un personaje agónico.
Su temple es obra de las ficciones que se van desbaratando, su existencia se va resquebrajando, hasta el punto de acabar interiorizando la muerte; la racionalidad que muestra durante el metraje, acaba por devenir en ansiedad.
El mundo de Claire, también estalla, pero lo hace porque llega “el fin del mundo”, la muerte de su esposo, para todo el planeta Tierra, ella misma.
Aniquilación para todos, ella, su hijo y Justine.
El final, es análogo al de todas las películas del director danés:
Los personajes son castigados, y en ese castigo, el espectador siente el aguijón de Lars von Trier.
Y es que sólo una mentalidad tan pesimista, como la de Lars, podía elegir uno de los días más alegres del ser humano, el día en que contrae matrimonio, junto al ser amado, como el preámbulo de la destrucción del mundo.
Pero no se equivoquen, aquí no hay alegría que valga, ni siquiera en una boda.
Por un lado tenemos a la novia, “bipolar” si se quiere, maniacodepresiva, y a saber qué más.
El novio, que de bueno pasa a tonto y patético.
El padre de la novia, mujeriego, y despreocupado.
La madre amargada perenne y aguafiestas.
La hermana de la novia, que tira del carro, todo lo que puede, a pesar de su nerviosismo.
Y el marido de ésta, podrido de dinero, y es lo único que le preocupa.
Sin olvidar la guinda del pastel, el jefe de la novia, el más cabrón de todos.
Con esta fauna, campando por la boda, Lars deja patente, su amor por la humanidad.
Y no le culpo, puesto que aunque parezca una exageración, gente así existe, y la ves a diario.
Yo interpreto Melancholia, como una muestra clara, de cómo se ve afectada la personalidad de la gente, ante una situación terrible, y que más terrible, que “el fin del mundo” personal, el que hace aflorar sus angustias y temores más profundos.
Algunos se matan, otros huyen, los más centrados, pierden la razón, y la melancólica de Melancholia, termina con las ideas más cuerdas que nadie, dejando en claro que, hay que asumir el desastre como tal.
Y es que Melancholia no es una película sobre “el fin del mundo” es una alegoría completa, una metáfora.
Este es solo el catalizador, una excusa para las historias de cada uno de los protagonistas, sobre todo, en la situación de las 2 mujeres, en que 2 hechos, las cambiarán completamente.
En la primera parte, el abismo interior, simbolizado por la boda, donde todo acaba mal.
En la segunda parte, el vacío exterior, metaforizado por “el fin del mundo”
La protagonista, enferma, va a casa de su hermana, allí le cuenta que ella ve y sabe cosas que los demás ignoran...
Por eso está tranquila al final, y también esa es la razón por la que siente que no tiene sentido esforzarse por un matrimonio que, como todo, tiene poco futuro.
Justine es melancolía pura, ese planeta gigantesco que se aproxima, algo más allá de nuestro entendimiento, el cerebro corporal, quien continuamente se casa con cualquier evento exterior, y además disfruta del entorno natural, y que continuamente necesita descanso, porque es energía.
La hermana de Justine, Claire, es La Tierra, el cerebro emocional, encargado de dirigir al cuerpo; ella presenta temores y dudas, que afectan al cuerpo, quien a veces actúa independiente, donde “el fin del mundo” para ella, es la muerte de su esposo, “El Sol” de su vida.
El astrologo, esposo de Claire es El Sol, el cerebro intelectual, la razón encargada de llevar tranquilidad falsa, ya que es quien sucumbe primero, a los otros cerebros, él está lleno de cálculos y datos, que de nada le sirven, pues la realidad al final le decepcionará.
El niño, Leo, es La Luna, lo más real y cercano en nosotros, lo que hay que proteger, la inocencia.
La madre de las hermanas, Gaby (Charlotte Rampling) es el planeta Marte, siempre en guerra; y el padre Dexter (John Hurt), es Venus, el encanto…
Melancholia hace de todo un manifiesto del Sistema Solar sentimental, de eminente catástrofe, que como todo, es “alfa & omega”, con ese “runrún” persistente, cuando los personajes salen al exterior, al espacio donde se ven unos y colisionan otros, en las imágenes de un cielo amenazador, que logra transmitir al espectador, la misma sensación de desamparo, que experimentan esos mismos personajes, como estrellas y planetas hay en el firmamento.
Así las cosas, Melancholia nos muestra la destrucción de cada persona, al no tener más propósitos que los planteados exteriormente, y que cada cerebro, al volcarse hacia afuera, presentan diferentes síntomas, que como consecuencia, atraen una catástrofe de ceguera y alejamiento con la fuente, no hay protección.
Melancholia plantea también, que el cuerpo físico como fabrica, posee el poder de crear un lugar seguro, interiormente para cualquier eventualidad, siempre y cuando, los demás cerebros se unan, donde el intelecto falso, debe estar ausente.
La destrucción no es planetaria, es de cada uno de nosotros.
Los factores que rigen nuestra vida, son externos a la propia voluntad.
Es algo que ya se preludia en la primera escena:
Cuando el coche donde viajan los recién casados, es demasiado grande para el camino de destino a la iglesia, por lo que no pueden avanzar, y se ven obligados a llegar tarde.
Al final, en nuestro final, bien podemos sustituir una mansión con caballos y carísimos aposentos, por una “cueva” formada por palos:
Mismo recurso para abordar nuestro desamparo, ante el designio de la existencia.
Esa es la lección que aprenden las protagonistas, teniendo cada una de ellas, una reacción, y un proceso de aprendizaje distinto:
No somos nada para el universo; las leyes naturales, acaban con las leyes sociales, puesto que éstas, son una pátina ante lo impotente de nuestra voluntad; el resultado de nuestras luchas, depende de fuerzas más allá de nuestro control.
El planeta “Melancholia”, acaba destruyendo, o absorbiendo a La Tierra, como la melancolía, acabará destruyéndonos a todos.
Hay una cosa que me trastocó mucho, y es que se remarca, sobre todo al principio, que hay 18 hoyos en el campo de golf, pero el único hoyo que sale, es el 19…
¿Qué significa?
Probablemente, es aquel donde Justine tuvo sexo con Tim (Brady Corbet)
¿Por qué el caballo de Justine, no quiere pasar por el puente, pero el caballo de su hermana si pasa?
Puede ser porque Justine está atrapada en su propio sistema planetario, del que no puede escapar…
¿O cuando cae granizo y llueve, no se mojan sus cabezas?
Creo que se debe a que es una proyección mental de lo que nos atemoriza…
Pareciera así, que el interés de Melancholia, no se orienta hacia lo racional, sino más a lo metafísico, o emocional, ofreciendo una buena cantidad de escenas, con características trascendentales, y de planos notables, significativos.
Eso sí, se vive cierta tensión de manera constante, sin advertir lo que está por venir, lo que hace disfrutable su visionado, y lo que llamo comúnmente:
“Experiencia Cinematográfica”
Hay que remarcar que, como espectadores, debemos ser algo concesivos, mientras transcurre el drama presentado, ya que semejante acontecimiento catastrófico, de un posible choque de planetas, seguramente debe estar siendo seguido a través de medios televisivos y gráficos, pero ninguna noticia llega a la mansión que los tiene aislados, por ello me da más certeza, que todo es simbólico.
A modo de curiosidad, comentar si acaso, que la gestación del proyecto, vino a raíz de la recuperación del director de una depresión que sufrió, y durante la cual, según sus propias palabras, consumió mucho alcohol.
Y en el apartado de agradecimientos, durante los créditos finales, aparece Penélope Cruz, no es una casualidad, pues el papel de Justine, lo tenía que haber hecho ella, pero al final, por problemas de agenda, no fue posible, gracias a Dios, porque la Dunst está enorme, más en esa entrega desnuda, hacia la fatalidad, totalmente resignada, nunca la melancolía tuvo rostro tan bello, como aquí.
Sin embargo, el director danés, quiso así agradecer las conversaciones que mantuvo con La Cruz, acerca del proyecto, y que según comentó, ayudaron a su desarrollo.
Con todo, la inspiración de Lars von Trier para Melancholia, también surgió de su percepción, que las personas deprimidas, son capaces de mantener la calma en situaciones estresantes.
Justamente la “calma que está más allá de la desesperación” y que se parece tanto a la indiferencia.
La necesidad de permanecer quietos, para salvarse del ritmo devastador de un planeta que vive al extremo en todos los sentidos.
Solo la quietud, podría salvarnos, cuando nada más puede hacerlo.
Curioso resulta la pintura “La Muerte de Ofelia” (1852) de John Everett Millais, a la vista de todos.
Una pieza pictórica, que retrata la bella e inocente Ofelia, personaje shakesperiano de la recurrente obra “Hamlet” y que ostenta un fuerte paralelismo con Justine.
Una mujer de vida corta, sin control alguno sobre su cuerpo, o relaciones personales, y que juntamente con El Príncipe Hamlet, es el único personaje noble y auténtico de toda la obra.
Todas las obras de Millais de este período, están realizadas con gran atención por los detalles, destacando a menudo, la belleza y complejidad del mundo natural.
En pinturas como “La Muerte de Ofelia” también llamada “Ofelia en el agua”, Millais creó superficies pictóricas, densamente elaboradas, basándose en la integración de elementos de la naturaleza.
Este procedimiento, ha sido descrito como una especie de “ecosistema pictórico”
Con esta memorable escena, el director danés, no solamente nos presenta a su peculiar Ofelia, también traba los hilos de esta alegórica, y sutil secuencia, mostrándonos las obras de Pieter Brueghel, “Los Cazadores en La Nieve” (1565) y “El País de Jauja” (1567), símbolos inequívocos de los defectos del ser humano, y de lo efímero de los bienes materiales.
En especial, con “El País de Jauja”, que también puede verse traducido como “El País de La Cucaña”, que es la representación de la locura de los hombres, de esta manera, se transmite la idea, de que las debilidades y los vicios, no entienden de clases.
Y el nombre del planeta “Melancholia”, representa otra peculiar distinción del director, un acierto que saca a relucir, la correlación astral medieval, entre el estado anímico, y la disposición de los planetas.
Una renovada versión de “La Teoría de Los 4 Temperamentos” de la antigüedad, donde cada uno de los 4 estados anímicos, llámese “optimista”, “irritable”, “impasible” y “melancólico”, viene determinado por su correspondiente astro.
Así, a medida que se acerca el día del insólito acontecimiento, se observa un claro cambio de papeles, entre las 2 hermanas.
Y como en las tragedias griegas, Lars von Trier, acaba aleccionando a sus personajes, con un castigo duro e irreversible, pero sin la existencia de dioses ni redenciones, ni juicios finales.
Melancholia, no puede terminar de ninguna otra forma, que con el impacto del planeta contra La Tierra, impasible con las vidas, e historias terrestres.
Un final que no escapa a la visión materialista, severa, y descreída del director.
Una visión de la existencia humana, muy parecida al existencialismo de Camus:
“Un absurdo, una intrascendencia para el cosmos, la nada más absoluta e insignificante”
Y es que los primeros minutos de Melancholia, son motivo suficiente para alzarse y aplaudir durante muchos minutos seguidos, suficiente para quedarse con “La Palme d’Or” y todo lo que se le proponga.
El mejor prólogo que he visto de toda la historia del cine, formado por una serie de imágenes, de una sublimidad y épica, que sólo pueden alcanzar la total perfección, acompañadas de Wagner, y su Preludio de “Tristan und Isolde”
Nunca jamás, volveré a escuchar esta obra de Wagner, sin las imágenes de Lars von Trier en mi mente, y eso no lo logra cualquiera.
La ubicua presencia de la música de Wagner, nos advierte que el cineasta, en todo momento, pretende pergeñar un film wagneriano, ya conocerán la consigna de Wagner sobre sus óperas, El Arte Total, al intentar romper con los tópicos del género de catástrofes, explotando la idea romántica de la belleza del caos.
Y así, el estallido sonoro y violento, con que culmina Melancholia, deviene el que no es más que el eco de la futilidad de la existencia humana, del sentido último y profundo del sentimiento melancólico:
La preparación en vida, de la propia muerte.
Un final nada abierto, ni sugerente, sino absoluto y categórico.
La visión personal de Lars von Trier, sobre la melancolía materializada en una película, materializada en una obra, que no sabemos si pasará a la historia, pero que indudablemente explora en ella, para comunicar todas las facetas de un sentimiento, el melancólico, vinculado a la creatividad, y al arte “saecula saeculorum”
Melancholia es el apocalipsis más maravilloso que puedas imaginar, más que dejarme con un sentimiento triste, me dejó con la sensación de un amor absoluto por el universo, y logra infundir esta sensación, desde una casa enorme lejos de la ciudad, donde los silencios y la soledad, son más evidentes, desde donde pueden verse millones de estrellas, muerte, depresión, y aceptación.
“The earth is evil.
We don't need to grieve for it”
Cuando no hacemos bien las cosas, es mejor destruir, para empezar nuevamente.
¿O no?
¿Es Melancholia, depresiva?
Que alergia hay, a la gestión emociones no positivas, aunque necesarias.
El historiador, político, y poeta francés, Alphonse de Lamartine, decía:
“Un sólo ser nos falta, y todo está despoblado”
Después de “Hamlet”, el otro danés melancólico que el mundo conoce, es el director de cine, Lars von Trier; que nos acerca a vivir la ficción, hasta las últimas consecuencias, aunque esta ficción esté alimentada de pura realidad.
La metáfora está clara:
La melancolía como una amenaza del mundo, interior o exterior, tal como lo conocemos.
Y, sin embargo, parece ser cierto, que el mundo se está acabando.
Ya no sabemos dónde están las cosas que importan.
Nuestras relaciones personales, han cambiado tanto, que ya poco y nada tienen de personales, anuladas por la conexión virtual, que es más una barrera, que un verdadero vínculo.
Nuestras familias, esclavizadas por valores tradicionales, se parecen demasiado a un conjunto de extraños, al que no nos vincula nada más que el parentesco.
Pensamos en el medio ambiente, como en una despensa inagotable de recursos naturales, de los que nos podemos servir como nos venga en gana, sin retribuir nada.
En definitiva, el mundo ya no nos sorprende.
Tenemos la ilusión de que todo está al alcance de la mano, y de que nada vale demasiado la pena, porque se puede sustituir con facilidad.
Cuando nada nos sorprende, somos presas fáciles de la melancolía…
No encontramos gusto ni diversión en nada.
Y Lars von Trier, sabe provocar a la gente con sus películas, aparte de a los periodistas con sus ruedas de prensa, y también sabe removerte por dentro, y causarte un cambio en tu estado de ánimo.
Simplemente por eso, y aunque sea un egocéntrico demente, bravo por él.
Seguiré esperando cada película que haga, porque sé que me va a ofrecer algo, que la mayoría de la industria cinematográfica no hace, ni ofrece.
A veces pienso, que en algunos círculos saben mucho más de la realidad, que lo que conocemos el resto de los mortales.
Solamente puede salvarnos, lo que podamos hacer por nosotros mismos.

“I smile, and I smile, and I smile”



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