Whale Rider

“In the old days the land felt a great emptiness.
It was waiting, waiting.
Waiting to be filled up.
Waiting for someone to love it.
Waiting for a leader.
And he came on the back of a whale, the man to Iead a new peopIe.
Our ancestor Paikea”

Los maoríes o maorís, “māori” en idioma maorí; son una etnia polinesia, que llegó a las islas de Nueva Zelanda, en el océano Pacífico sur, posiblemente de islas más al norte, como Rarotonga o Tongatapu.
La palabra “maorí” significa “común, normal”, en la lengua maorí, y también en otros idiomas de La Polinesia.
Maoli, en la lengua de Hawái, quiere decir “nativo, indígena, verdadero, real”
Según la mitología maorí, los ancestros de los maoríes, serían originarios de una mítica tierra llamada Hawaiki, que estaría situada al oeste.
Habría sido el lugar de partida, desde donde migraron los polinesios hacia las diferentes islas.
Según sus leyendas, los maoríes migraron desde Hawaiki a Aotearoa, con 7 barcas, que fundaron las 7 tribus originarias.
Igualmente se dice, que las almas de los muertos, salen desde el cabo Renga, situado al extremo noroeste de la isla del Norte, hacia Hawaiki…
Según la tradición maorí, Paikea es un antepasado de los Ngai Tahu, y Ngāti Porou, tribus maoríes de la Isla del Sur, y la costa este, de la Isla Norte de Nueva Zelanda.
“Paikea” es el nombre asumido por Kahutia-te-rangi, porque él fue asistido por las ballenas jorobadas, “Paikea” para sobrevivir a un atentado contra su vida, por parte de su medio hermano, Ruatapu.
Fue cuando Ruatapu, quedó ofendido por su padre Uenuku, al elevar a su medio hermano mayor. Kahutia-te-Rangi, más tarde conocido como “Paikea” por delante de suyo.
Cuando Ruatapu estaba a punto de usar un peine que pertenece a Kahutia-te-Rangi, Uenuku le reprendió, señalando que Kahutia-te-Rangi, era de alto rango, mientras Ruatapu, era de bajo nacimiento, porque su madre era una mujer esclava.
Enojado y avergonzado por los comentarios despectivos de su padre, Ruatapu construyó una canoa, o waka.
Cuando la terminó, se atrajo Kahutia-te-Rangi, y a un gran número de los otros hijos de Uenuku, todos ellos hombres jóvenes de alta cuna, a bordo de su canoa, y los llevó a la mar para ahogarlos.
Él había golpeado un agujero en el fondo de la canoa, tapándolo temporalmente con su talón.
Cuando estaban lejos en el mar, quitó el talón, y la canoa se hundió…
Ruatapu luego fue donde cada uno de los jóvenes, y los ahogó.
Sin embargo, Kahutia-te-rangi recitó un conjuro, invocando a las ballenas jorobadas del sur, las “paikea” en maorí, para llevarlo a tierra.
Kahutia-te-Rangi, era el único superviviente de los actos malos de su hermano, y tomó el nombre “Paikea” como un agradecimiento conmemorativo de la ayuda que recibió de las ballenas.
“One young girl dared to confront the past, change the present and determine the future”
Whale Rider es una película dramática, del año 2002, dirigida por Niki Caro.
Protagonizada por Keisha Castle-Hughes, Rawiri Paratene, Vicky Haughton, Cliff Curtis, Rawinia Clarke, Tammy Davis, Grant Roa, Mana Taumaunu, Rachel House, entre otros.
El guión es de Witi Ihimaera, basado en su novela homónima de 1986.
La directora, ha conseguido rodar una cinta de gran plasticidad, que a ratos, si no siempre, adquiere ese carácter de cuento mitológico, sobre un pueblo situado en el limbo del mundo; no tanto al borde del mar, como al borde del abismo de la globalización.
“Niki creó una maravillosa transformación”, comenta Witi Ihimaera.
“Modernizó la historia, para que fuera relevante más allá del año 2002, en que se rodó.
No es sólo sobre una comunidad enfrentada a un determinado problema de ascendencia, y sucesión, también es sobre las mujeres, y como ellas necesitan encontrar, y hacer su propio camino en la sociedad.
Pai se ha convertido en esta icónica jovencita, que desesperadamente trata de buscar su propia soberanía, y su destino en un mundo dominado por los hombres” dijo el escritor y guionista.
Destacar que Whale Rider, es el primer largometraje, producido con inversión del New Zealand Film Production Fund, establecido por el gobierno neozelandés, en el año 2000, para apoyar la producción de películas locales, de alto presupuesto.
“Whale Rider es un proyecto costoso para los estándares neozelandeses, y es una amalgama de fondos locales y extranjeros”, explica el productor John Barnett.
“El productor ejecutivo Bill Galvin, había tratado con Pandora anteriormente, y pudo incluirlos en el proyecto.
Su entusiasmo fue la clave, para reunir la financiación y acercar a Apollomedia.
Además del Film Fund, la New Zealand Film Commission, y NZ On Air, también contribuyeron” dijo.
Whale Rider es una historia que, sin ser trepidante o vertiginosa, está cargada de intensidad:
Habla de las costumbres, tradiciones, y convicciones a los que uno debe saber ajustar en una sociedad, cada vez más y más occidentalizada.
Whale Rider se desarrolla en una comunidad indígena, de una de las ramas de la etnia Maorí, pueblo originario de Nueva Zelanda, que hoy es el 15% de la población de ese país.
Su actriz principal, Keisha Castle-Hughes, estuvo nominada como Mejor Actriz al Premio Oscar, por su interpretación, convirtiéndose en la más joven actriz, jamás nominada en esa categoría, con 13 años en ese entonces.
Whale Rider fue filmada y localizada en Whangara, en la Costa del Este de la Isla Norte de Nueva Zelanda.
Y esa fue la dificultad final, decidir donde filmar:
“Esta novela, estaba ambientada en Whangara, y hubiera sido casi una herejía filmarla en cualquier otro lugar”, dice el productor John Barnett.
“Hay elementos físicos descriptos en el libro, como la curva de la bahía, la isla que parece una ballena, las casas de reunión, típicamente maoríes, y por supuesto, la gente cuya leyenda estábamos contando.
Si hubiéramos ido a otro sitio, y tratado de reconstruir el entorno y la atmósfera, entonces pienso que se hubiera notado” dijo tajantemente.
“Trabajar en Whangara, tuvo muchos beneficios, como la posibilidad de incluir a la gente local como actores de reparto y extras”, agrega el productor Tim Sanders.
“Muchas de las personas, en pequeños roles, y nuestros extras, eran realmente habitantes del lugar, sin entrenamiento pero, desde luego, muy familiarizados con la leyenda de Paikea, y con el entorno”
Todo eso hace de Whale Rider, una fábula reivindicativa sobre el rol de la mujer en una sociedad de ribetes tribales; pero también, la metáfora de una vida que se desenvuelve entre 2 mundos:
El de la tradición ancestral, y el de la modernidad.
La historia de esta “Whale Rider” se desarrolla en una pequeña aldea maorí, al borde del mar, donde todos son descendientes de Paikea, “el Whale Rider” o “Jinete de Ballenas”, cuyo linaje se remonta un poco más de 1,000 años en el pasado, cuando Paikea escapó de la muerte, montando a lomos de una ballena, tras volcar su canoa a punto de naufragar; y en el relato, ante la ausencia de un heredero varón, según cuenta la tradición, El Jefe de los Whangara.
Porourangi, (Cliff Curtis), es el primero en la línea de sucesión, desarraigado cultural, y emocionalmente de su responsabilidad ancestral, decide romper con ella, arrastrando consigo a Pai, su hija mayor (Keisha Castle-Hughes)
Sin embargo, ésta decide resistirse, y quedarse a velar no sólo por su abuelo, Koro (Rawiri Paratene), jefe del grupo, sino por todo su legado.
Aunque adora a su abuelo, se enfrentará a él, y a 1,000 años de tradición; y la lucha no será fácil para ella, sometida a las reglas patriarcales de su comunidad.
La adolescente protagonista de esta historia, lo tiene casi todo en contra.
Ha perdido a su madre, y a su hermano gemelo, tan solo al venir a este mundo.
Su padre, ha optado por otra realidad, Europa; y allí ha encontrado a otra mujer, de una cultura diferente, y por tanto, rechazada por Koro; que espera a un nuevo hijo.
Desplazada del afecto paternal, y entregada al cuidado de sus abuelos, la heroína en cuestión, es considerada además, “un ave de mal agüero” y por su condición de mujer, no apta para sostener el linaje al que pertenece, e incluso, por momentos, no merecedora siquiera, de su posición más tradicional.
A favor, Pai cuenta con su indomable carácter, con una abuela sabia, y comprensiva, a la que llama Nanny (Vicky Haughton), y uno que otro guía en prácticas ancestrales.
Por tanto, con ello, deberá buscar no sólo su lugar en ese mundo, su identidad, sino conseguir el respeto y afecto, de quien más la adversa.
Whale Rider, deja clara su propuesta de actualización y significación de los usos y costumbres de una etnia.
Las mejores características míticas e históricas de un pueblo originario, son “redescubiertas” por sus miembros, cuando uno o varios individuos, realizarán una acción relevante, e inusual.
Whale Rider exalta el amor a las tradiciones, la cultura, los valores, y el respeto por el conocimiento, transmitido por el pasado y los ancestros.
Es un relato maravilloso, que se desarrolla en el interior, y el entorno de una familia maorí neozelandesa, cuyo patriarca y líder de su tribu, espera que sus ancestros le envíen un profeta, que rescate a su pueblo del desaliento y desmoralización, en el que se encuentra sumido.
“There was no gladness when I was born”
Whale Rider es una película valiente, porque propone una solución, una salida concreta, a la tensa problemática entre usos y costumbres de las etnias indígenas, enfrentados a la modernidad occidental predominante.
Es una película sencilla y profunda, que bucea en el legado cultural de un pueblo primigenio, que como muchos otros, se ha visto arrinconado a los confines de su propio espacio, ante la voracidad de la trepidante “civilización”
A partir del original, Niki Caro ha construido un relato, donde los 2 personajes principales, se aferran a la protección y preservación de ese legado, pero va un poco más allá, al exigir la actualización de las reglas que lo rigen.
El guionista y realizadora, apuntan y conducen giros bastante transparentes, que ayudan a establecer la igualdad de la mujer, en una sociedad ancestral con leyes sacrosantas.
Lo hace a través de esta niña especial, casi perfecta, testaruda, enérgica, imbatible, y por si fuera poco, elegida por los dioses del océano.
Por esa “ballena madre” que asciende de las profundidades, para varar en la playa, y reclamar a aquél, aquélla en este caso; que la conduzca de nuevo a las aguas; y a través de este suceso mitológico, conseguir el convencimiento del patriarca, que aguarda por una señal divina, que le afirme quien será “El Mesías Salvador”, el que conducirá a su pueblo en el futuro.
Whale Rider es una experiencia emotiva, precisamente por eso, por tratarse de una historia sobre gente, no sobre maoríes místicos, ni heroínas feministas.
Se le pueden dar muchas lecturas, desde la ecológica, a la étnica, pasando por la diferencia de sexos, o el choque de la tradición, con los tiempos modernos, pero al final, lo que cuenta es el empeño y el talento de un personaje que lucha por tener lo que es suyo, estableciendo una lucha contra su abuelo, en la que nunca se llega a perder el respeto, ni el cariño.
“Necesitaba entender lo que es el liderazgo”, explica Caro.
“Y como el líder de Whale Rider, como directora, entiendo que liderazgo no es gritar y chillar.
Se trata de ser la persona que sirve al resto, y crea un ambiente en el que la gente se siente estimulada, para hacer su mejor trabajo” dijo.
Para exponer su solución al conflicto entre usos y costumbres indígenas, frente a la modernidad, que afecta doblemente a las mujeres y niñas, por ser precisamente mujeres y niñas, Caro inicia su film, con la exposición de uno de los mitos fundacionales de la etnia maorí:
El mito, La Leyenda de Paikea, el ancestro que fue “jinete de las ballenas”
Y tenemos una sociedad tribal, que debe adaptarse a los nuevos tiempos.
Dentro de sus tradiciones milenarias, hay de todo:
Uno de los valores de dicha sociedad primitiva, es que todavía sigue siendo muy machista.
Mientras el mito busca la continuidad del tiempo entre el pasado, el presente, y el futuro, sea en una concepción cíclica del tiempo, o una concepción temporal equilibrada de espiral en ascenso, la modernidad occidental propone el progreso, donde el presente es mejor que el pasado, y el futuro lo será aún más.
Desde su concepción más “conservadora” del tiempo, muchas etnias confrontan la idea temporal de Occidente.
La cineasta plantea el problema al intercortar el mito fundacional de Paikea, con el aquí y ahora de la rama Maorí, que es el personaje comunitario.
En la escena del parto, Porourangi, el heredero de la jefatura de la tribu, pierde a su esposa y a uno de sus hijos gemelos:
El niño primogénito, que heredaría el liderazgo Maorí en la actualidad.
El actual jefe, el abuelo Koro, ya encanecido, está profundamente decepcionado, y en crisis.
La línea de ancestros maoríes, que se remonta hasta el mítico Paikea, y desciende hasta él, se había mantenido de padre a hijo primogénito, y ahora está rota, porque el segundo gemelo… es una niña.
Koro, el abuelo, quiere convencer a su hijo, de que se case de nuevo, e intente tener otro varón.
El hijo se niega, y abandona la comunidad, para convertirse en un artista plástico, de esculturas, cuya obra tiene una profunda influencia maorí, y que tiene éxito en Europa, en particular, en Alemania.
Ambos personajes, representan los polos que desgarran a la comunidad indígena.
Por una parte, Koro es la preservación, hasta extremos irracionales de los usos y costumbres, como factores de identidad.
Por la otra, la asimilación a la cultura occidental predominante, donde sólo sobreviven algunas características artísticas originales, en el hijo artista.
Un hecho de la naturaleza, quien vive y quien muere en un parto, el hecho de que sobreviva una niña, y no un niño, se vuelve cultural con base en una sola interpretación del mito, ante otras posibles de la misma leyenda.
Y se rompe la continuidad en la comunidad:
En lugar de tener una líder, se presenta un “vacío”, cunde la incertidumbre, los usos y costumbres pierden significado social, las nuevas generaciones abandonan la tradición, y adoptan los modos occidentales, sin captar el sentido de la vida, ni de una, ni de los otros.
Whale Rider presenta también, la problemática de género:
La discriminación a mujeres y niñas, con roles férreamente predeterminados, basados en usos y costumbres que limitan su educación, las confinan al hogar, y a los hijos y, sobre todo, les impiden tener los mismos conocimientos que los hombres, así como el derecho de toda persona, a ejercer el poder en beneficio de la propia comunidad.
Sobre el casting, para el rol de Pai:
“No quería una niña actriz, quería una niña real”, recuerda Niki Caro.
“Sabía que no estaba buscando “una” niña que pudiera hacerlo, estaba buscando “la” niña.
Ella no tenía que tener una apariencia determinada, ni tenía que tener una edad determinada, aunque tenía que ser una preadolescente; estábamos buscando una criatura especial.
Diana Rowan fue la directora de casting, y una de las personas más importantes en Whale Rider.
Ella tiene una gran reputación en castings de chicos, siendo la selección de Anna Paquin en “The Piano” (1993), el ejemplo más representativo” dijo la directora.
“Rowan vio 10,000 niñas, de numerosas escuelas, antes de reducir la selección a 12; luego hicimos un workshop”, dice Caro.
Y Keisha Castle-Hughes, realmente brilló.
Es una actriz asombrosa.
Es el corazón de nuestro film, y un don.
No puedo imaginar tratar de hacerlo con alguien que no fuera ella” aseguró.
Esta voluntariosa y constante niña, está encarnada sin los aspavientos y falsedades acostumbrados en los actores de su edad, por Keisha Castle-Hughes, nominada al Oscar por este, su primer trabajo.
Hay que estar muerto por dentro, para no emocionarse con sus sollozos ahogados, mientras recita el discurso en honor a su abuelo...
Delgadísima y jovencísima adolescente de entonces, Castle-Hughes sostiene prácticamente el peso total de Whale Rider; con una capacidad interpretativa arrolladora y sorprendente, pocas veces, una nominación como la suya, estuvo tan merecida.
Fundida en su personaje, la Pai que la actriz ha construido, reboza gracia, sensibilidad, emoción, y coraje; a quien le sirven de contrapunto sereno y silencioso, los trabajos de un enorme Rawiri Paratene y Vicky Haughton.
Al querer aprender sus tradiciones étnicas siendo mujer, que están reservadas a los hombres, ella despierta a otros miembros de la comunidad, que se habían entregado a los “placeres” de la cultura occidental… como su tío Rawiri (Grant Roa), que se dedica a vagar, beber cerveza con sus amigotes, ver televisión, y jugar billar, como los jóvenes maoríes que sólo quieren escapar del pueblo, e irse a la gran ciudad, olvidar quienes son, y de dónde vienen, como Hemi (Mana Taumaunu)
La relación con Paikea, irá transformando a su tío, a los muchachos de su edad, y a los adultos, que finalmente retomarán sus raíces con nuevo vigor.
Reencontrarán su propia identidad, en la cultura de su etnia, que adquiere un nuevo significado en el mito fundacional renovado por ella.
El abuelo, no es un villano genérico... obviamente quiere mucho a su nieta, y su segregación no se origina en el odio, sino en una larga tradición que está tan arraigada en su mente, que es imposible pensar en una alternativa.
El padre, es la representación de la migración maorí a otros países, o ciudades grandes de Nueva Zelanda, en busca de oportunidades, pero también por la carencia o rechazo de sus raíces étnicas.
Es el polo que se asimila a la modernidad, aunque consciente de sus obligaciones.
La niña, entonces empieza a despertar a la comunidad, representada por su tío; y a renovar el mito y sus ritos.
De golpe, Rawiri reencuentra una parte de sí mismo que estaba perdida:
Ejecuta con gran habilidad una especie de “kata” con su lanza, e incluye gestos faciales agresivos, hasta terminar con sacar la lengua.
Ambos empiezan a entrenar y, con el tiempo, el tío renueva su autoestima en la tradición, a la que encuentra un nuevo sentido, al transmitirla a su sobrina.
Hemi, que tiene sus propios problemas personales con su padre, confronta a Paikea, y se enfrentan con la lanza.
El chico descubre, para su sorpresa, que la niña es más hábil, y lo derrota.
Porque para ella, la lanza no es sólo un “deporte” sino un elemento de identidad personal.
No sólo la pone en igualdad con los hombres, no sólo le da un lugar en la comunidad:
Significa algo más que romper las barreras de género.
No sólo su tío renueva su existencia, sino que Hemi, empieza a interesarse en sus tradiciones, y con él, contagia a los demás chicos.
Paikea, como niña-mujer que se empodera al modificar las costumbres, como renovadora cultural, impulsa así el cambio, el renacimiento de su propia etnia.
Los maoríes de Whale Rider, son menos cafres, y exhiben un sano sentido del humor.
Sus problemas sociales, no se nos muestran con tremendismo, ni directos a la mandíbula, sino que más bien, se sugieren:
El padre criminal de Hemi, amigo de Paikea; la dudosa vida profesional y social de su obeso tío; centrándose más el retrato en el natural desentendimiento de ritos y costumbres ancestrales, por parte de las nuevas generaciones.
La cotidianeidad maorí que presenta Whale Rider, se explica entonces, por la historia de esta etnia, un poco menos álgida que las de otras en el mundo.
De allí que muestre un aferramiento irracional a los usos y costumbres menos intenso, y una disponibilidad mayor, a aceptar ciertos beneficios de la modernidad occidental.
No hay un rechazo per se, de por ejemplo, la medicina, el transporte, la vivienda, el uso de herramientas, y utensilios de procedencia occidental, rechazo incuestionable en otras etnias… con resultados gravosos como, por ejemplo, en el trato discriminatorio que reciben sus mujeres y niñas, como participantes de segunda, o cuarta clase, en la vida de la comunidad.
La familia Apirana, no tiene problema en usar la televisión satelital, usar lanchas con motor fuera de borda, y otros objetos, acudir a la escuela, etc.
Saben que lo importante está en otro lado:
En la identidad real de la etnia, que se mantiene y renueva a través de la propia cultura.
Y como no, de gran importancia los otros protagonistas, las ballenas.
Todas ellas son Eubalaena, un género de cetáceos de la familia Balaenidae, conocidos comúnmente como “ballenas francas” debido a que nadan lentamente, y flotan después de muertas; es por esto que los balleneros las consideraban, las más fáciles o “francas” de cazar.
Presentan una cabeza roma, con enormes hileras de barbas, cuerpo grueso, azul oscuro, con manchas blancas en la parte ventral, y carecen de aleta dorsal.
Se alimentan de plancton, y tienen una cría cada 3 o 4 años.
Como dato, el varamiento de ballenas en Whale Rider, fue representado utilizando modelos a escala real, basados en los efectos visuales creados por Glasshammer.
Dentro del apartado técnico, mención especial merece el trabajo de fotografía, a cargo de Leon Narbey, quien con imágenes de una singular belleza, y cuidada composición, nos hace partícipes del paisaje exótico de Nueva Zelanda.
Curiosamente, a los maoríes y a la gente del Pacífico, les gustó el libro “Whale Rider”, porque tiene 2 historias:
Una a nivel humano, y la otra tiene que ver con las ballenas.
Eso es algo que no se ve reflejado en la película.
El libro cuenta la historia del abuelo con la nieta, y lo mismo ocurre con las ballenas mayores, que tratan de encontrar un futuro seguro para sus descendientes.
La historia de las ballenas, empieza en La Tierra del Fuego, con un recorrido que finaliza en Nueva Zelanda, pero eso no se pudo hacer en la película, porque era muy caro, y no había un gran presupuesto.
Fue muy difícil abreviar toda la parte humana que tenía el libro, en un guión apto para ser filmado.
En la novela, Kahu es el nombre del personaje llamado Pai en la película.
Kahu es nombrada después de Kahutia-te-rangi, el cual es un nombre alternativo para el ancestro Paikea.
El objeto recuperado del fondo del mar por Kahu, es una roca en el libro, en lugar de un diente de ballena.
En la novela, Kahu y Koro Apirana, no comparten una relación tan cercana como en la película...
Interesante resulta la escena, cuando la niña le pide que le explique a fondo, el mito de Paikea:
El abuelo está arreglando un motor fuera de borda, al que trata de arrancar con una cuerda.
Es allí cuando Koro, habla del linaje de los ancestros que se remonta a Paikea, y a la migración que encabezó desde Hawaiki, no confundir con el Hawaii real, pues se trata de un lugar legendario.
A partir de este punto, Niki Caro crea una escena simbólica, donde se expone el mito, que se rompe, y que sólo Paikea tiene los elementos para renovar.
Empieza con la explicación del abuelo, sobre la importancia de mantener unida a la comunidad.
Con las hebras que trenzan la cuerda en la mano, explica a la niña:
“Teje las hebras de Paikea, para que nuestro linaje siga siendo fuerte.
Cada una de esas hebras, es uno de tus antepasados, todos muy unidos y fuertes, todos hacia el pasado… hasta la ballena”
Pero cuando quiere encender el motor fuera de borda, con esa cuerda, se rompe.
Él es el que rompe la continuidad.
La niña repara la cuerda, y arranca el motor.
El abuelo ve la ruptura del tabú, la niña hace la labor reservada a un hombre, y de inmediato, repone el tabú:
Le prohíbe a la niña repetir el proceso.
“No quiero que lo hagas.
Es peligroso”, le dice.
La escena simbólica, es clara.
Y la escena de las ballenas varadas, nos dice:
“La ballena quiere morir, porque no tiene motivo para vivir”
Igual que su comunidad étnica, anclada en el obtuso continuismo radical.
Toda la comunidad se retira, impotente ante la catástrofe que no puede evitar.
Pero la niña se queda junto a la ballena, sube por su cabeza, se monta en su lomo, y le hinca los pies…
En un momento fílmico de “pensamiento salvaje” la ballena se activa, mueve su cola, da la vuelta con dificultad… y se adentra en el mar.
La comunidad ve lo que ocurre, y Koro ve a su nieta Paikea, que monta la ballena, y se sumerge con ella, hasta que la cubre el mar...
Los jóvenes entonan, por sí mismos, el canto ritual, con lo que se unen a la comunidad por convicción propia.
La abuela le regresa a Koro, el diente de la ballena que significa “liderazgo”, y que una vez arrojo al mar, en busca de un nuevo joven líder, de entre sus alumnos, cosa que ninguno logró.
Frente al hecho de que la ballena volviera al mar con Paikea montada en su lomo, la comunidad maorí lo interpreta, de acuerdo a sus parámetros culturales, sea de manera mítica y/o espiritual, o materialista.
Cualquiera que fuera la causa, o no causa, sino coincidencia sincrónica, la comunidad puede utilizar, una o ambas interpretaciones del hecho.
Donde el pensamiento de esta etnia maorí se unifica, es en interpretar el hecho como una característica del liderazgo de Paikea.
O la escena final, donde mujeres y hombres ocupan asientos en la canoa tradicional maorí en el mar, reservada antiguamente, sólo a hombres, cuando reman ritualmente.
Ese es el significado, y la fuerza que tienen los esfuerzos colectivos, sin importar si el líder es hombre o mujer, para conseguir las metas de la comunidad.
Como dato curioso, aunque Keisha Castle-Hughes no sabía nadar, como Niki Caro, y los productores estaban tan entusiasmados con su elección, al final, permitieron que la mayoría de las escenas en las que la actriz debía nadar, o bucear, fueran llevadas a cabo por una doble, la maorí, Waio Parata-Haua, a la que la propia Caro definió como “medio chica, medio pez”
Por último, la exquisita banda sonora, está compuesta por Lisa Gerrard, en la que se funden de manera perfecta, los cantos de las ballenas, con los cantos tradicionales de la cultura maorí, y constituyen el trasfondo perfecto, para esta bella historia.
“By being born I broke the line back to the ancient ones.
It wasn't anybody's fault, it just happened”
Además de introducirnos en las tradiciones y la cultura maorí, Whale Rider nos invita a reflexionar, en la importancia que significa luchar por la identidad de nuestros pueblos.
Uno de los aspectos que se están perdiendo en el cine contemporáneo, es la diversidad de culturas, e ideologías.
La prevaleciente necesidad de hacer películas comercialmente exitosas, obliga a que el contenido y los temas, tiendan a homogeneizarse, para atraer al mayor número posible de personas...
Afortunadamente, de vez en cuando, se cuela en los cines, una película que rompe con lo anterior, atreviéndose a mostrarnos un modo de vida distinto al “omni-occidentalismo”, por acuñar un término, en el que vivimos, ofreciendo una visión distinta del mundo, que podrá o no, coincidir con la nuestra, pero que definitivamente enriquecerá nuestra experiencia como humanos.
Whale Rider aporta mucho a esa matriz, al exponer el pensamiento maorí, y su relación mítica con sus ancestros, así como proponer una vía para renovar las costumbres de las etnias, e impulsar su identidad, que a su vez impulsa la participación decisiva de las niñas y las mujeres, en la comunidad.
Todo se unifica en beneficio de la etnia:
La actualización del mito de Paikea, modifica los usos y costumbres porque, al renovarse el significado del mito, también se renueva el significado de ciertos usos y costumbres.
A la vez que se ajustan a un nuevo presente, el mito encarnado en una niña, en una mujer líder, y no en un hombre, los usos y costumbres vigorizados, relanzan a la comunidad maorí hacia el futuro, con sus raíces culturales renovadas.
La acción concreta de la niña Paikea, al montar a la ballena, revive el mito ancestral y fundacional.
Lo reactualiza, porque la comunidad atestigua que “montar una ballena” sí es posible en la realidad.
Por tanto, el mito contiene elementos verdaderos, aunque no todo sea verdad.
Y se rompe el tabú de género, pues son las mujeres quienes tienen el poder, y la fortaleza para renovar mitos y costumbres de la etnia, entonces, se pueden romper también, otros usos y costumbres, que ya no responden a las nuevas vivencias, y son inoperantes, siempre y cuando se repartan equitativamente los beneficios en la comunidad, sin atentar contra la identidad.
La acción, ejecutada en la actualidad por una persona representativa de la comunidad, permite que todos sus miembros compartan el logro, y lo consideren propio.
Así, se retoman las costumbres que tienen vigencia actual, por las acciones reales, y se desvanecen las que no tienen soporte en la acción, por ser sólo ritos vacíos.
Y si lo valores religiosos occidentales evolucionaran, como el de estos personajes, otro gallo nos cantaría.

My name is Paikea Apirana and I come from a Iong Iine of chiefs stretching all the way back to the whale rider. I'm not a prophet, but I know that our peopIe will keep going forward all together, with all of our strength.



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