Napola – Elite für den Führer

“Als kindisch, wie es klingt, die Winterzeit und der Anblick des frisch gefallenen Schnee erfüllen uns immer mit unerklärlichen Freude”
(Tan pueril como suena, el invierno y la vista de la nieve recién caída, siempre nos llenan de una alegría inexplicable)

En los últimos años, los cineastas alemanes, están muy interesados en tratar temas de su historia, y su pasado, teniendo por supuesto el nazismo, un peso especial.
El horror del régimen nazi, es algo que hoy en día no se nos escapa a ninguno.
Entre muchas de las brutalidades que componen las páginas más negras de la historia de la humanidad, las Napolas, o escuelas de educación nazi, son uno de los innumerables datos necesarios, para entender, o al menos intentarlo, el alcance de esta ideología.
Cuando El Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP), llegó al poder, el Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, cayó en la cuenta, de que a medida que aumentaran los voluntarios en sus filas, sería necesario mantener la pureza racial, y una sangre limpia, priorizando educar desde muy pequeños a los niños, en una élite germánica, que garantizase la preservación de la raza.
Por este motivo, las SS inauguraron los Nationalpolitische Erziehungsanstalte (NPEA), más conocidos como Napolas.
Hitler consideraba, que serían necesarias 2 generaciones para lograr el “hombre nuevo” que soñaba para Alemania.
Los Institutos Político-Nacionales de Educación, o Napolas, fueron creados en 1933, concretamente el 20 de abril, en el día del cumpleaños del Führer.
Las Napolas, fueron internados de segunda enseñanza de las Juventudes Hitlerianas, que desde 1933, actuaron como “centros de educación para la sociedad”
La definición denotativa de “Napola” es “Escuela de Nacionalidad y Política”
El asistir a esta escuela, permitía un ingreso posterior en la universidad.
Eran similares a las escuelas Adolf Hitler Schulen (AHS), y las SS-Junkerschulen, escuelas de élite, para la formación de los futuros líderes nacionalsocialistas.
En total, hubo 38 Napolas para jóvenes varones, y 43 en total, las otras para eran para mujeres.
Así pues, en 1936, la SS se hacen con el control de las Napolas, tras haber ido ganando influencia en ellas, progresivamente.
Usualmente las Napolas se situaban en lugares junto a la naturaleza, como castillos antiguos, o monasterios, “para que los alumnos respirasen aire puro”
Habían 19 centros, de los cuales, 17 estaban en Alemania, uno en Holanda, y otro en Bélgica, en la parte de Flandes.
Para 1945, había 40 Napolas, y se proyectaba la creación de 100 más, para el período posterior a la “victoria final” del Reich.
Una de las novedades de las Napolas, es que tuvieron centros femeninos.
La primera inaugurada, fue la Napola de Achern, en Baden, en la cual, admitían exclusivamente a niñas.
Pero a partir de entonces, se empezaron a abrir otras Napolas, para más chicas.
Una vez que las jóvenes se graduaban, podían luego enrolarse en la sección femenina de las SS, sin ningún problema.
Los métodos que utilizaban los profesores, era la degradación total de los alumnos, para que pudieran ser manipulados, en todas las circunstancias, por sus jefes.
Allí, les lavaban el cerebro, inculcándoles una historia exagerada y desproporcionada de la historia de Alemania, y el odio a los diferentes, sin lugar para los débiles, y los intelectuales.
A los jóvenes estudiantes, se les entrenaba también militarmente, y debían llevar uniformes.
Como queda dicho, el objetivo principal era la transmisión de la ideología nazi.
Hitler pensaba, que la construcción del “hombre nuevo” le iba a llevar 2 generaciones; sin embargo, este método no duró siquiera una; pues al cabo de 12 años, el “Reich Milenario” estaba liquidado.
Los chicos que ingresaban en las Napolas, tenían que tener entre 10 y 18 años.
La selección era muy estricta, ya que solamente se elegía a 1 de cada 4 niños que se presentaban con sus ingresos de matrícula.
Los alumnos que se inscribían, podían ser de todas las condiciones sociales, de esta manera, si los padres no podían pagar la matrícula, les salía gratis, porque el Estado ponía el dinero.
De hecho, normalmente nadie pagaba la matrícula, excepto aquellos que voluntariamente querían aportar alguna donación.
En las Napolas, sólo se aceptaba a los “mejores”, o sea, los más capaces física y/o intelectualmente.
Y durante un periodo de 9 años, se trataba de eliminar lo que se consideraban “defectos del carácter”, como la compasión, o el libre pensamiento, un lavado de cerebro en toda regla.
En su calidad de centros para la educación nacional-política comunitaria, las Napolas tenían la misión de conseguir hombres disponibles para el pueblo alemán, que hubiesen crecido en un clima de sacrificio y exigencia, capaces de ser la generación rectora, en un futuro inmediato.
Para cumplir esa función, precisaban tales centros, de un plantel de aspirantes sanos, racialmente puros, de buen carácter, y muy dotados en cuanto a condiciones anímicas.
Las asignaturas que tenían que estudiar los jóvenes eran, principalmente:
Biología, historia, geografía, química, física, alemán, inglés, latín, matemáticas, música, canto, y dibujo, combinadas con otras materias de extraña naturaleza, como por ejemplo:
Weltanschauliche Schulung, una especie de adiestramiento para “la visión del mundo”, concepto altamente relevante en la doctrina hitleriana.
Los programas de asignaturas, como biología e historia, estaban totalmente invadidos por conceptos y consideraciones racistas, socio darwinistas, y ultranacionalistas.
Si bien los judíos eran un tema principal, los homosexuales eran el otro asunto básico, y grupo de gente al que se les enseñaba a odiar, bajo la única explicación de que eran “anormales”
En general, el programa escolar era amplio.
No obstante, los pequeños podían navegar, montar a caballo, en moto, o incluso en avión.
Pero pese a que se cultivaban todo tipo de disciplinas, la educación física era la base del adoctrinamiento.
Al entrenamiento físico se le concedió especial importancia dentro del sistema, disciplinas como:
Remo, boxeo, esgrima, natación, vuelo sin motor, tiro, hípica, y conducción de motocicletas y automóviles, se consideraban necesarias; todo tipo de actividades que fomentara el ejercicio, y el culto al cuerpo.
Todo lo que hiciera falta para inculcar a los niños desde pequeños, la conciencia de “caballero de armas” que todo lo puede.
Además, existían otros aspectos complementarios en la formación:
Los viajes, y el trabajo.
Una vez que el niño entraba en la aventura, aprendía el lema de las Napolas:
“Sé modesto, pero destaca siempre”
La característica más destacable de las Napolas, era el trabajo que tenían que realizar los niños, para que comprobaran lo duro que era este, y así aprender a ser fuertes en la vida.
Los chicos de menor edad, trabajaban de 6 a 8 semanas en granjas rurales, mientras que los más mayores, lo hacían en minas, o fábricas.
La religión que se impartió en las Napolas, fue la espiritualidad neopagana europea, practicando los alumnos, todos sus ritos, y asistiendo a los solsticios anuales de verano e invierno.
También, de vez en cuando se hacían charlas sobre la identidad racial, o se enseñaban los valores personales, como el cumplimiento de los deberes y obligaciones.
Cuando los chicos terminaban en las Napolas, a los 18 años, podían estudiar en la universidad, con un apoyo financiero, muy elevado, que aportaba El Estado.
Los que no querían seguir estudiando, eran muy reclamados por El Ejército Alemán, la Wehrmacht, que los buscaba, porque prometían muy buenos requisitos para los mandos.
Sin embargo, la mayoría seguía trabajando en las SS, donde tenía unas posibilidades laborales y económicas en la vida, muy favorables.
Pero algo falló, y El Tercer Reich cayó, y con él, toda su estructura del horror.
Los niños salieron de las Napolas, e intentaron buscar un rincón en un mundo extraño, diferente, y desconocido, en el que la generación Hitler, no tenía lugar alguno; y eso que la consigna siempre era, en sus palabras:
“Levantaremos una generación que hará temblar al mundo.
Quiero jóvenes excepcionales, intrépidos, despiadados, y salvajes.
También serán fuertes y guapos.
Aprenderán a pensar sólo en Alemania, y a actuar para Alemania.
Y así será como yo daré vida a un hombre nuevo”
Que mentira, pues muchos de ellos, cuando la guerra se fue perdiendo, fueron los que entraron en filas para defender la Alemania Nazi, muchos de ellos, murieron.
“Ich habe immer mir vorstellen, den Helden, Drachen, Jungfrauen gerettet getötet und befreit die Welt von dem Bösen.
Wie wir gestern ging, um die Gefangenen zu finden, fühlte ich mich wie der kleine Junge, der die Welt retten wollte”
(Siempre me imagino a mí mismo, como el héroe que mató a los dragones, que rescató doncellas, y liberó al mundo del mal.
Como fuimos ayer, para encontrar a los prisioneros, me sentía como aquel niño que quería salvar al mundo)
Napola – Elite für den Führer es una película alemana, dramática con tintes bélicos, del año 2004, dirigida por Dennis Gansel.
Protagonizada por Max Riemelt, Tom Schilling, Jonas Jägermeyr, Leon A. Kersten, Thomas Drechsel, Martin Goeres, Florian Stetter, Michael Schenk, Justus Von Dohnányi, Devid Striesow, entre otros.
El guión es de Dennis Gansel y Maggie Peren, basados en las vivencias del abuelo del director, que fue Teniente Coronel de la Bundeswehr, en una escuela de élite nazi de este tipo.
El director dijo, que “la primera noticia que tuvo de estos institutos, fue a través de su abuelo, que había sido instructor, en uno de ellos, en 1940, a los 24 años”
El anciano le habló de las duras condiciones del aprendizaje, pero también de la camaradería, que continuó cultivando con muchos ex cadetes hasta su muerte.
Además, “siempre me contaba la historia de que, en una ocasión, a un niño se le cayó una granada de mano accidentalmente, y el profesor se tiró encima para proteger a sus alumnos de la explosión”
Napola – Elite für den Führer es crítico, como no podía ser de otra manera, sobre la forma de enseñar a los jóvenes, para que sean unos autómatas, y sin sentimientos, basados en el ideario nazi.
Dennis Gansel entrega una historia intensa, llena de dramatismo y humanidad, con algunos momentos de gran dureza; y hace reflexionar, acerca de los horrores y bajezas en que puede caer el hombre, cuando olvida su excelsa dignidad.
Napola – Elite für den Führer trata sobre una curiosa historia de amistad, entre 2 adolescentes, durante su estancia en una Napola, una escuela nacionalsocialista, durante La Segunda Guerra Mundial.
La acción tiene lugar en la región bávara de Alemania, en 1942, entre finales de verano, y comienzos del invierno.
Friedrich Weimer (Max Riemelt), de 16 años, que acaba de finalizar el bachillerato elemental, y es un hábil boxeador aficionado, sueña con ser alguien en la vida.
Su oportunidad le llega, al fijarse en él durante un combate de boxeo, por un joven simpático, que es profesor de una escuela de élite de los nazis, y ayuda a Friedrich a ingresar en el centro.
Allí, el joven profesor se convierte en su mentor, a quien ayuda a soportar el rigor de una escuela, sometida a una estricta disciplina; y entre los nuevos amigos de Friedrich, se encuentra Albrecht Stein (Tom Schilling), hijo de un alto funcionario Gauleiter Heinrich Stein (Justus von Dohnanyi)
Albrecht, es un chico frágil, que prefiere desarrollar la mente, más que su cuerpo, y se muestra crítico con la ideología nazi que se pretende inculcar en la mente de los educandos; mientras Friedrich comienza a ser consciente, de que aquí no hay sitio para cualquiera que se muestre renuente a seguir la línea del partido.
Cuando los alumnos se ven forzados a participar en una matanza nocturna de jóvenes rusos desarmados, perpetrada en un bosque cercano, Albrecht escribe un ensayo, para condenar la barbarie alemana.
Friedrich es consciente, de que su mejor amigo sigue un camino que lo llevará a colisionar con las autoridades, pero se muestra impotente para disuadirlo.
Cuando el padre de Albrecht, fuerza a su hijo a que se retracte de sus palabras, Albrecht rehúsa… y acepta las consecuencias.
Abrumado, Friedrich jura vengar la muerte de su amigo, incluso si ello significa todo por lo que ha luchado, y olvidar el sueño de tener una vida mejor...
Napola – Elite für den Führer ofrece un retrato vigoroso de las condiciones de vida de los alumnos del internado, sometidos a esfuerzos físicos agotadores, a pruebas de supervivencia exageradas, a humillaciones públicas, y a castigos caprichosos.
Se les instruye en la práctica de gimnasia, atletismo, y boxeo.
Son adiestrados en el uso de armas de fuego, como mosquetones y bombas de mano; en condiciones de riesgo manifiesto.
Son movilizados para participar en juegos de guerra apañados, como el de dar muerte a prisioneros rusos desarmados.
Las clases lectivas, se dedican a explicar que la ley natural impone la desaparición de los débiles, en favor de los más fuertes, que deben excluir de su conducta, la compasión, la amistad, y los sentimientos humanitarios.
Se prima la forma física, y la resistencia psicológica, mientras se hace mofa del mundo de los conocimientos y del arte, y se condena el libre pensamiento.
El objetivo de la escuela, es formar jóvenes autoritarios, deshumanizados, y fanáticos, preparados para asumir tareas de gobierno, en las regiones periféricas del Imperio Alemán, y en sus ciudades de cabecera, como:
Washington, Londres, Dublín y otras.
El culto a la fuerza física, la gula, la soberbia, la sumisión, y la violencia, se pone de manifiesto, en la celebración de una fiesta doméstica de jerarcas nazis.
La presión emocional que soportan los chicos, amenaza con levantar reacciones de rechazo, pero los riesgos son enormes.
La historia, se centra en la caída de 2 prometedoras estrellas de la juventud hitleriana:
Un boxeador y un ensayista; que por demás, es hijo de un brutal gobernador de la zona.
Así las cosas, Napola – Elite für den Führer muestra la aproximación del moderno cine alemán, a la época del nacionalsocialismo, desde un punto de vista distinto a los habituales:
Las escuelas de élite, y el deporte.
No hace hincapié en los típicos temas de estas películas, como la guerra, la violencia, las persecuciones... sino que, utilizando de soporte la relación entre 2 alumnos, muy distintos entre sí, muestra de fondo, la complejísima concepción vital de la Alemania de los años de la guerra, que gravita como una losa sobre ambos muchachos, y cómo el protagonista se va liberando, progresivamente de ella.
Alrededor de la amistad entre 2 chicos tan diferentes, Gansel va construyendo una historia que transcurre sin sobresaltos, a la que le faltan aristas que nos hagan implicarnos emocionalmente con ellos, pero que sirve como testimonio de unas instituciones demenciales, en las que se sometía a los jóvenes, a un constante entrenamiento físico, una disciplina más que férrea, en la que el miedo es un mecanismo habitual, y un lavado de cerebro continuo, para inculcarles la demencial doctrina nazi.
El contacto con la realidad que se esconde detrás de los imponentes muros del castillo, que acoge a la escuela, demostrará a Friedrich, que conseguir un sueño, no está exento de oscuridad, y que en este caso, el precio a pagar es demasiado alto, es el desprecio por la vida de otros seres humanos, y algunas experiencias, le pondrán cara a cara con la esquizofrenia de un régimen educativo, basado en el castigo y la humillación.
“Reiß dich zusammen!”
(¡Contrólate!)
El cine alemán, continúa cicatrizando las heridas abiertas, tras la finalización de la cruenta Segunda Guerra Mundial, que provocó una profunda división en toda la sociedad germana.
Detrás de un título tan explícito como Napola – Elite für den Führer, se esconde una crítica al sistema de enseñanza nazi.
Las Napolas eran internados concebidos para educar a los jóvenes alemanes, en los valores del código deontológico ario.
Aquí vemos a Friederich, que tiene talento como atleta, en este caso, el boxeo, lo que le abre las puertas ante los militares SS, sus maestros y compañeros, que alaban su destreza, y fortaleza física.
El chico decide dejar de lado cualquier escrúpulo, que le impida alcanzar su único fin, que es, ser “aceptado”, y escalar socialmente, adoptando los mismos antivalores del nazismo dominante, el racismo, el desprecio por los débiles, etc.
Mientras Albrecht, quien es uno de sus compañeros en la escuela, hijo de un lugarteniente del Régimen, lleno de privilegios, en conflicto con su dominante, cruel y violento padre, sus elevados ideales, lo harán entrar en conflicto con el nazismo, su padre, y su modo de vida intelectual.
Entre ambos adolescentes, nacerá una estrecha amistad, se influirán mutuamente, y encontrarán la redención, a través del sacrificio.
Albrecht, culto, educado, y sensible, se da cuenta de las cosas, y sabe perfectamente que, en esa escuela, sólo les enseñan a ser máquinas de matar, y a despreciar al resto de seres humanos.
Ese conocimiento, le permite rebelarse contra el sistema.
Mientras Friedrich proviene de una familia pobre, sin educación; sólo piensa en ser un buen atleta, y no se da cuenta de que ciertas cosas, tienen un precio muy alto.
Su inocente ignorancia, no le hace plantear, lo que está bien, o mal.
Mejor dicho, lo que es humano, o inhumano.
Napola – Elite für den Führer me resultó fascinante, pues no solo nos recuerda que hubo alemanes anónimos, que se resistieron al nazismo, que nunca se dejaron deshumanizar por la propaganda y la educación del régimen, a pesar del precio que pagaron por ello, sino que además, tiene un profundo mensaje y reflexión, a favor de la dignidad del ser humano, y el valor profundo de la amistad.
Max Riemelt, es un actor con un cierto punto de rebeldía interior, que enseguida le aflora a la superficie, y esa sensación la transmite muy bien a Friedrich, su personaje, y vivimos su cambio, su iniciación y ruptura.
El guapísimo Riemelt, está perfecto, como el joven ario entregado al partido, que irá desencantándose poco a poco.
Nos deja clarísima, la evolución de su personaje, acabando en la escena en la que le da un ataque en el cuarto de baño junto a su amigo Albrecht, devastadora escena.
Por el otro lado, Tom Schilling, que por la incomprensión de su padre hacia él, hacia el talento que tiene, y hacia lo que quiere, y no quiere hacer; para mí, este actor es la auténtica revelación, es maravilloso el personaje que llega a construir; pues no le hace falta hablar, ya que con su cara lo refleja todo, mirando su piedad a la cámara, con sus grandes y bellos ojos azules.
Estupendo, no puedo decir más.
La amistad que surge entre ellos, es una de las más hermosas que he visto en cine, una amistad que está por encima de los miedos, las ideas, y de los deberes.
No obstante, he leído en varios sitios, que Napola – Elite für den Führer tiene una temática gay...
Pues, para que no se confundan, la temática de Napola – Elite für den Führer está muy alejada de eso.
Ni siquiera hay una insinuación, no más que un abrazo amistoso…
Así que, quien desee ver Napola – Elite für den Führer solo porque cree que es de interés gay, le recomiendo no verla, porque no encontrara nada de eso.
Siguiendo con el departamento actoral, aunque nos encontramos con otros personajes reseñables, como el profesor de boxeo, y su manera de entender el boxeo, refleja el ideario propio de la Napola; el profesor de educación física, y su dureza y crueldad, es un claro exponente del funcionamiento de la escuela; y el padre de Albrecht, bestia negra del ideario nacionalsocialista.
Todos ellos perfectos para sus papeles, lo que hace de Napola – Elite für den Führer una interesante película, desde el punto de vista histórico, pero a la que le falta un poco más de mordiente, para conseguir su verdadero propósito, que no es otro que, escarbar en las vergüenzas del pasado, denunciando la aparición del fanatismo político, a partir de una falta total de los valores de convivencia.
Hay escenas que son, como un puñetazo contra el espectador, como la de la granada, la cara del actor Max Riemelt en ese momento, es impagable; y otras emotivas hasta las lágrimas, como en la que el protagonista se enfada con su amigo, en los lavados, por la redacción que ha escrito, impagable también.
Poco a poco, para el héroe de Max Riemelt, le llegarán las experiencias de crueldad, de hipocresía, de desengaño…
Los momentos en que el sistema le obliga a mancharse las manos, y peor, a mancharse el alma.
Las inexplicables, increíbles arbitrariedades, el despotismo de los esbirros insignificantes, la mentira elevada a “programa”, El Imperialismo, y el privilegio de los deliberados, manifiestamente peores, la constatación de que la vulnerabilidad o refinamiento, le convierten a uno en reo de lesa debilidad.
Hablo de las escenas, de la batida en el bosque, de los fugaces lapsos en que el chico, en el cuadrilátero, vacila, pero no debe vacilar, de la camaradería, y la retórica brutal y falsa del preboste local, de la encrucijada del amigo, entre conciencia y familia, de la terrible prueba, desgarradora, reveladora, decisiva, en el lago helado.
Pues bien, todos estos hitos de la trama, están rodados con una fuerza y con convicción desgarradora.
Y el final, el día en que Friedrich está participando en un importante torneo, del cual dependía su calificación para asistir a Las Olimpíadas, pues le dio una gran golpiza a su oponente, y cuando ya iba a rematar, bajo los guantes, se dejó golpear, una y otra vez...
Y fue expulsado como un perro sarnoso de Napola, además por haber comprendido el error de haber ingresado, dejado todo por un sueño convertido en pesadilla, y a modo de redención para su alma abatida, todo eso que no toleraba la Napola.
Una vez fuera, volteó con una cara de satisfacción, por haber sido rechazado por monstruos abominables, pues significaba que él, no era como ellos.
Y en medio de una tormenta de nieve, mira hacia atrás, y ve lo que deja, un error de su vida, la sede inolvidable de un aprendizaje amargo.
Y enfrenta ese el camino, abierto y ancho, pleno de incertidumbre, pero al tiempo, invitador.
No tiene más que una maleta, y 18 años, lo golpea la nieve, y da el primer paso, de su nueva vida.
Lamentable, lo del alumno que con 15 años se orina en la cama y encima...
¿Tiene una enfermedad mental, o física?
No se sabe, pero para que esté ahí y no sea expulsado, debe tener apellido.
Y el otro que deja caer la granada, y ninguno tiende a salir corriendo... excepto el jefe... solo el que se orina se lanza arriba de la granada, siendo el único afectado, y el resto, ni un rasguño cuando exploto una granada a escasos centímetros, creo que esto es lo único en que falla Napola – Elite für den Führer.
¿Qué significa entonces?
¿Qué aunque se orine, es el más valiente?
También, debemos analizar Napola – Elite für den Führer en el contexto deportivo, o incluso de boxeo, donde cumple, como en resto de aspectos, con nota de aprobado, notable.
Escenas de boxeo bien rodadas, algunas de entrenamientos, pero nos quedamos con ganas de más, y es que cuando el espectador más lo está disfrutando, en cuanto al boxeo que nos ofrece, vuelve a jugar con el sentimentalismo, que al parecer, tan buen resultado le ha dado.
En lo técnico, Napola – Elite für den Führer cuenta con unas buenas fotografía y banda sonora, que acaban por redondear un producto elegante y recomendable.
La recreación de la escuela y del ambiente de opresión, es muy buena, aunque a veces caiga en tópicos propios de las películas del ejército, que hemos visto tantas veces, pero aun así, sigue impresionando la crudeza de algunas situaciones, las cuales se nos muestran directamente, y sin piedad.
Pese a la dureza de las imágenes y la historia, la banda sonora de Normand Corbeil y Angelo Badalamenti, posee una extraña belleza.
“Aber als wir zurückkamen, habe ich verstanden, dass ich Teil von dem Bösen, das ich, um uns von retten wollte.
Schießen Gefangenen ist falsch.
Sie waren nicht bewaffnet, als Gouverneur Stein erzählte uns, uns zu schüren.
Wir haben nicht schießen Männer, Nur Kinder”.
(Pero a medida que regresamos, entendí que soy parte del mal que yo quería combatir.
Dispararles a presos está mal.
Ellos no estaban armados, como El Gobernador Stein nos dijo, nos incitaron.
No disparamos a hombres, eran sólo niños)
Muchos fueron los niños alemanes, que ingresaron durante el régimen de Hitler en estas escuelas, asimilando bajo un estilo de vida espartano, la ideología del nuevo hombre alemán, su “científica” supremacía sobre el resto de razas, el total desprecio hacia el judaísmo, y otras creencias, su espíritu imperialista, y sobre todo, un profundo desprecio hacia el comportamiento compasivo, y a la debilidad humana.
Napola – Elite für den Führer es una bella historia, de amistad adolescente, que sirve como excusa para ser una nueva muestra de ese cine alemán, que trata de saldar cuentas con un pasado reciente y abominable, que desearíamos que nunca hubiera ocurrido.
La mezcla de embrujo y adiestramiento, que llevaron a cabo los nazis, es una de las cosas más alucinantes y escalofriantes del siglo, como volver absolutamente gregaria, a una nación “culta”
Lo sorprendente es que, pueblos “cultos” y supuestamente educados, que dan gran valor a los valores cívicos y ciudadanos, desarrollen este tipo de instituciones, comportamientos, y sociedades enfermas.
El tema de Napola – Elite für den Führer, fue tabú durante muchos años, puesto que los graduados en esas escuelas, eran reticentes a hablar sobre sus experiencias juveniles, con frecuencia, humillantes.
En muchos casos, como niños, no se habían sometido voluntariamente a las presiones psicológicas, sino que debieron obedecer las órdenes de sus padres, o tutores.
Las escuelas, se convertían en una especie de familia sustituta, a la que se confiaba a los jóvenes indefensos para su adoctrinamiento.
En realidad, fueron engullidos por El Estado Nacionalsocialista, como ninguna otra generación lo fuera antes.
El actor Hardy Kruger, que estudió en uno de esos institutos, habla de “heridas en el alma”
Más de 15,000 niños, asistieron a alguna de estas escuelas de élite, de la Alemania nazi.
Napola – Elite für den Führer narra una historia que no sólo es de ayer, sino de también, puede ser de hoy:
Escuelas donde se enseña a la juventud, que la diferencia no es algo complementario que nos acerca a los demás, sino algo diferencial que nos aleja de quien elegimos nuestros opresores.

“Warum guckst du mich so an?”
(¿Por qué me miras así?)



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