Howards End

“Unlike the Greek, England has no true mythology.
All we have are witches and fairies”

Una de las paradojas del cine, es que está llena de cineastas foráneos, que han hecho suyo, un género o subgénero a priori extraño, dado su país de procedencia.
Te puedes encontrar entonces, con un director alemán, especialista en películas de ciencia ficción; un director español en comedias de situación, o un director de Hollywood, en adaptaciones literarias inglesas.
Este último caso, es el que hoy quiero traer a colación, ya que aunque engañe un poco por el nombre, James Ivory es un director estadounidense, que se ha apropiado de una de las joyas de la corona, dándole un frescor del que no son capaces los propios británicos.
Y es que el cine de Ivory, se permite reposar la vista en los paisajes, en los movimientos, los paseos en barca…
Su cine, es europeo, no solamente por la temática, sino por la forma de rodar, adueñándose de los objetos, creando ambiente en una palabra, a partir del recorrido del lente.
En contraposición a la languidez pausada con que recolecta datos para el ojo del espectador, Ivory se detiene en los diálogos, mucho más exhaustivos que en sus adaptaciones anteriores, y aún más, en las discusiones, rodadas en planos fijos, para no distraer la atención del texto.
Las conversaciones entre los personajes, son de todo menos banales, de modo que se zanjan de vez en cuando con fundidos en negro, destinados para relajar la mente del espectador, antes de afrontar otra escena.
James Ivory, trasladó todo ese ambiente a la gran pantalla, con una estética sumamente elegante y refinada:
Las casas, el vestuario, la fotografía en general, es una delicia, en cada una de sus obras.
La densidad dramática y la complejidad de los personajes, no hace que la película resulte sobrecargada o pesada, al menos a mi modo de ver, es posible que a otros les pueda parecer lenta, pero desde luego no a mí.
“Will you forgive her as you yourself have been forgiven... you have had a mistress; I forgave you.
My sister has a lover, you drive her from the house.
Why can you not be honest for once in your life?
Why can't you say what Helen has done, I have done!”
Howards End es un drama británico, dirigida por James Ivory, en el año 1992.
Protagonizada por Vanessa Redgrave, Emma Thompson, Anthony Hopkins, Helena Bonham Carter, James Wilby, Samuel West, Prunella Scales, Joseph Benneth, Jemma Redgrave, Nicola Duffett, entre otros.
El guión es de Ruth Prawer Jhabvala, basada en la novela homónima que Edward Morgan Forster publicó en 1910.
James Ivory, y su productor fetiche, Ismail Merchant, fundaron la “Merchant Ivory Productions” y en colaboración habitual con la exitosa guionista, Ruth Prawer Jhabvala, realizaron un buen número de películas, localizadas en Estados Unidos y El Reino Unido.
El esmero con que Ivory se empapó del espíritu británico, consigue que uno crea que nació y se crio allí, pero no es así.
Californiano de nacimiento, James Ivory fue un brillante y meticuloso adaptador de novelas, logrando una ambientación tan cuidada, que traslada al espectador, como en el caso de Howards End, a la Inglaterra de épocas pasadas.
Howards End recibió 3 Oscar:
Mejor Actriz (Emma Thompson), Mejor Guión Adaptado, y Mejor Dirección Artística; y 6 nominaciones:
Mejor película, director, actriz secundaria (Vanessa Redgrave), fotografía, música, y vestuario; siendo además, el primer filme realizado por la productora Sony Pictures Classics.
Parte de Howards End, se rodó en el Baltic Exchange, 30 St. Mary Axe, Londres; pues poco después de la filmación, fue bombardeado por el IRA, arrasado, y el edificio Swiss Re, o The Gherkin, fueron erigido en su sitio.
Otras escenas, fueron rodadas en el patio del edificio del Fundador en El Royal Holloway, Universidad de Londres, en Surrey.
La casa “Howards End” en el campo, es Peppard Cottage, en Rotherfield Peppard, Oxfordshire, y la casa de los Wilcox está cerca.
Algunas escenas, también se rodaron en Brampton Bryan, en Herefordshire, Inglaterra.
Howards End, es la mansión que pertenece a la familia Wilcox; y está ligada a su nombre, pero no viven allí; sólo Ruth Wilcox (Vanessa Redgrave), la madre, le tiene un especial aprecio.
Los Wilcox, viven cerca de las hermanas Schlegel, y Ruth se hace muy amiga de una de ellas, Margaret Schlegel (Emma Thompson), en la que ya ha pensado como su sustituta, cuando ella muera.
Margaret, se convertirá en la segunda señora Wilcox, atraída por la vida burguesa que Howards End le ofrece.
Pero los hijos de Henry Wilcox (Anthony Hopkins), Charles, (James Wilby), e Evie (Jemma Redgrave), no aceptan la decisión de su padre, de casarse con una mujer mucho más joven que él, y que además, va a quedarse con la casa por deseo expreso de la madre.
Tampoco Helen Schlegel (Helena Bonham Carter) aprueba el comportamiento de su hermana Margaret, a la que es completamente opuesta.
Cuando Helen se enamora de un hombre casado, llamado Leonard Bast (Samuel West), a quien Henry Wilcox ha arruinado por sus malos consejos financieros, y queda embarazada, los acontecimientos irán precipitándose, hasta desembocar en un final trágico.
Hay en la historia de Howards End, 3 clases sociales, bien marcadas, cuya representación, asumen 3 grupos familiares:
Los Wilcox, son la alta burguesía; los Schlegel, hijos de un extranjero, de buen nivel social, y mediana fortuna, que están tratando de ser completamente aceptados por la sociedad británica.
Y los Bast, clase media baja, empobrecida, y despreciada:
Él por sus intereses intelectuales, y su romántica concesión del deber.
Ella por su vida sórdida, producto de infortunios familiares.
Para los Wilcox, especialmente el padre, Henry, los demás, especialmente los pobres, no son personas de las que haya que preocuparse.
Están allí, son parte del paisaje...
En las relaciones familiares “ad extra”, solo se puede respetar a los que están en su mismo nivel de riqueza, y aprecio social.
No hay un sentido del bien, ni del mal, sino de lo correcto, o lo incorrecto.
“Ad intra”, parece faltar completamente el amor, y las relaciones se limitan a una solidaridad familiar, sentimientos naturales, bastante fríos y desvaídos, y al mantenimiento de las apariencias, y de las conveniencias.
Para los Schlegel, 2 hermanas y un hermano, que viven de una renta módica, pero suficiente, las cosas están divididas:
Margaret aspira a un ascenso social; es inteligente y bondadosa, habladora hasta el cansancio, y tiene metas claras.
Helen, es pasional y justiciera, atropella todas las convenciones sociales, si cree estar reivindicando una causa justa.
Y el hermano, es un cómodo burgués, en busca de su oportunidad.
Los Bast, son una pareja en concubinato:
Ella, Jacky Bast (Nicola Duffett) bastante mayor, ha tenido una vida sórdida.
Se amarra ahora, al único hombre que la ha protegido por piedad.
Él, es un soñador romántico y orgulloso, abandonado por su familia, porque ha decidido casarse con una mujer de mala fama, apocado, ausente, destinado a fracasar, en una sociedad en la que la compasión brilla por su ausencia.
El desarrollo de la historia, nos va revelando estos caracteres; y las circunstancias tienden un puente precario entre las 3 clases sociales.
La piedad asoma bajo distintas formas, hasta en el cínico Henry Wilcox, pero siempre como una forma exacerbada de sentimentalismo, o la respuesta a un golpe moral.
Nunca como producto de una virtud religiosa; nunca es la caridad; pues la religión está completamente ausente:
Margaret lee los libros de Teosofía de Balvatsky, los demás adoran la riqueza, la posición social, la literatura, la música, o los sueños románticos.
Por eso, todo lo que ocurre, está increíblemente despojado de “prudencia”, como signo de moralidad.
Y por eso, todo termina en un desastre con sordina, sin gritos, ni histeria.
Un desastre en vena flemática, muy “british”
Y es en el enfrentamiento de las familias, Schlegel y Wilcox, donde encuentra su origen en su distinto carácter, y de comportamiento.
No tiene tanta importancia la herencia, como quién hereda.
Las hermanas Schlegel, aun contando con que Margaret se adapta voluntariosa, y con una actitud conciliadora a cualquier situación, son distintas de los Wilcox; no son completamente británicas, sino anglo-alemanas, y sus relaciones sociales no se adecuan a las exigencias de los Wilcox.
Todos los enfrentamientos, alianzas y discusiones, se organizan por parejas:
Las 2 hermanas Schlegel, frente a los 2 hermanos Wilcox; los dúos amorosos formados por Leonard y Jackie, que aun dentro de su dramatismo, resultan cómicos; por Leonard y Helen, cuya relación desemboca en tragedia; y por Henry y Margaret, la alianza principal, y más curiosa, en la que Margaret va consiguiendo cumplir su voluntad, porque es un personaje excepcional, no porque la sociedad le permita desarrollarse de ese modo, en esa época.
Howards End, más que ser un simple drama romántico, es más bien, una película artística, cuya trama está destinada a enfocar a las vivencias de la aristocracia británica del siglo XIX, es decir, los conflictos entre las clases sociales, son su principal provecho, y que prácticamente montada, con una impresionante dirección arte, y un diseño de producción elegante, y sobrecogedor.
“All the Schlegels are exceptional.
They are British to the backbone, of course, but their father was German, which is why they care for literature and art”
Howards End, es la 3ª adaptación de Edward Morgan Forster; “A Room With A View” (1985); “Maurice” (1987); emprendida por James Ivory, en la que se detecta una denuncia hacia los abusos de unas clases dirigentes irresponsables, y que modifican frívolamente, la vida de los demás, cambiando su curso, jugando con ella, como si fuese un juguete del cual disponer.
Una sociedad de la que Margaret se horroriza, tal como expresa un primer plano de ella, mirándose en el espejo, y comprendiendo que ella va a usar las mismas estratagemas; y que oculta sus trapos sucios, con pulido cuidado:
Mr. Henry Wilcox, en su juventud, tuvo una aventura con la mujer del amante de Helen, por aquel entonces, una prostituta, en lo que Ivory prepara al espectador para esa escena, relacionando a ambos personajes, a través de un montaje que anuncia la interrelación de ambas historias.
Las interpretaciones de las actrices son excelentes, mientras las de los actores son un poco caricaturescas, en especial, Anthony Hopkins, pues plantea un personaje casi plano, mostrándose demasiado seco y frío, muy “british”
Aunque la razón de Howards End, y su personaje central, es la casa misma, “Howards End”, verdadero motor de la historia.
Y es que Howards End hace la pregunta:
“¿Quién heredará Inglaterra?” y da respuestas a través de la propiedad de la casa, “Howards End”, a medida que pasa, de persona a persona.
Howards End, como edificio simbólico, se cierne sobre los personajes y su destino, pero nunca opresivamente, sino como un regalo, como un don.
Pertenece a Ruth Wilcox, porque allí nació, pero ésta se lo ofrece a Margaret, porque su instinto de conservación de las cosas, es idéntico al suyo, y Margaret, con su presencia, se apoderará de la casa, como si estuviera hecha para ese escenario, de modo natural.
El espacio, cobra una importancia vital en Howards End, y aún más, tratándose de personajes pertenecientes a la cultura anglosajona, que guardan las distancias de manera consciente.
Los distintos territorios, marcan las distintas clases sociales.
Las casas de la ciudad, permiten un contacto más estrecho, pero la mansión funciona como un coto privado, en donde ciertos invitados, aun perteneciendo a la familia, no son bien recibidos.
La forma en que la cámara capta los distintos ángulos de la mansión, le confiere a ésta, una personalidad propia.
Allí, comienza y allí termina la historia, y aunque Howards End esté narrativamente emparentada con la muerte:
La de Ruth primero, a la que vio nacer; y la de Leonard Bast después, no es un escenario lúgubre ni maldito, sino que acoge lo que va llegando:
Primero a la activa Margaret, y después al bebé de Helen.
Otro elemento curioso de Howards End, se encuentra en sus diálogos, que por su anacronismo, se convierten en citas casi cómicas, dando al film, un equilibrio entre la comedia y el drama.
Y que quede constancia, que me refiero a los diálogos dramáticos, ya que los pocos elementos puramente cómicos, fallan bastante, como el personaje de la tía de las hermanas Schlegel, Juley (Prunella Scales)
En una gran secuencia, cuando el hijo Wilcox comete un acto, cuyas consecuencias serán como un ajuste de cuentas del destino, por los pecados pasados del padre; en una cruel ironía, el soñador y sensible Leonard, que tanto se evadía de su triste existencia con la literatura, caerá abatido, al venírsele encima un mueble repleto de libros.
Cuando los deseos de la señora Wilcox, con respecto a la casa, llegaron a su familia escritos en un papel a lápiz, éstos reconocieron su letra, pero decidieron echar la nota al fuego, e ignorarla; y finalmente, éstos serán cumplidos, y es que ella estaba muy segura de lo que quería.
Así como las incesantes lluvias, la ceremonia del té, el lenguaje amanerado, los vestidos incomodísimos, las “señoritas” que no dan un palo al agua, los nombres pomposos de personas y lugares...
Todas esas mariconadas, de las que los británicos están tan orgullosos, están muy bien plasmadas.
Para completar este recorrido por la Inglaterra burguesa que aspira a más, la música aporta información complementaria, desde los solos de piano, hasta los tangos, que arrastran tras su melodía, historias sin palabras de amores desengañados.
La banda sonora, fue compuesta por Richard Robbins, con elementos basados en las obras de Percy Grainger como “Lullaby nupcial” y “Mock Morris”
Las piezas para piano, fueron realizadas por el inglés, Martin Jones.
“The poor are the poor, and one's sorry for them, but there it is”
Las barreras sociales que ha habido siempre en la vida, es el primer tema central de Howards End, y son la causa de las tentativas que hacen los personajes principales de Forster, para comprenderse, los unos a los otros.
En 2 de sus obras más célebres, “A Passage To India” (1924) y Howards End, medita sobre, la prácticamente imposible, reconciliación entre las clases sociales.
E.M. Forster, suele utilizar símbolos, como técnica en sus novelas, y fue criticado, al igual que su amigo Roger Fry, por estar tan atado al misticismo.
Un ejemplo de su simbolismo, es el árbol olmo montano en Howards End, las características del personaje Mr. Wilcox de la misma novela; y de Mr. Moore, en “A Passage To India” (1924), los cuales tienen un vínculo místico con el pasado, y pueden conectar con personas, más allá de sus círculos sociales.
Y es que Howards End, habla de una época, en que las relaciones personales entre las clases sociales, estaban cambiando, pues en ella vemos los nuevos lazos que se van creando entre los nuevos ricos, con una clase mucho más liberal y reformista, que tienen en muy buena consideración, a las clases medias y bajas, al contrario que los primeros, que no creen que sus malas decisiones, puedan afectar a nadie, más que a ellos mismos.
Todo esto sucedió en la época Edwardiana, durante El Reinado Edward VII, hijo de La Reina Victoria, que coincidió con el cambio de siglo, y el surgimiento de cambios significativos, como el nacimiento del socialismo.
Cabe mencionar que este monarca, ayudó a la modernización de Gran Bretaña, y tuvo ideas bastante liberales para la época, aunque no todas lo fueron, por ejemplo, no estaba de acuerdo con el sufragio femenino...

“Did you see the dawn?”



Comentarios

Entradas populares