Herbert Von Karajan 1908 — 1989 A Portrait

“Music begins to be “manipulated” the moment it is interpreted by a conductor or a soloist and played by an orchestra in a hall with a specific acoustic.
All these factors “manipulate” music and so does the fact that I ask the oboe please to play more piano.
And you are manipulating the orchestra for one reason only:
To get the sound you want.
In the recording studio you are using the equipment at hand for exactly the same reason”

En 1938, el mismo año en que la Alemania de Hitler anexó Austria, un director de orquesta de Salzburgo, de 30 años de edad, dirigió la Ópera Estatal de Berlín en una producción de Richard Wagner: Tristan Und Isolde.
El espectáculo fue maravilloso y el director de orquesta austríaco era Herbert Von Karajan, ovacionado por su excelente desempeño.
Inmediatamente después, firmó un contrato lucrativo con la discográfica Deutsche Grammophon y su carrera tomó un rumbo imparable hacia arriba.
Si bien ya era miembro del Partido Nazi, Karajan iba rumbo a convertirse en uno de los principales músicos del Tercer Reich.
Sin embargo, como muchos otros músicos alemanes no judíos, Karajan salió relativamente indemne de la Segunda Guerra Mundial y se convertiría en uno de los artistas más grabados del mundo.
Todos conocían su egocentrismo y ambición, pero sus convicciones políticas eran tan ambiguas que la esfera musical de la posguerra hizo la vista gorda.
En 1929, comenzó a trabajar como director de orquesta en Ulm y en 1934 fue designado Kapellmeister (Maestro de Capilla) en Aquisgrán, donde permaneció hasta 1941.
Se unió al Partido Nazi en 1933 ó 1935 y su descubrimiento llegó en 1938, cuando surgió como el favorito de las elites nazis, en un momento en que las mejores batutas: Erich Kleiber, Bruno Walter, Otto Klemperer se hallaban en el exilio, Karajan se confirmó como la nueva promesa de la escuela directorial germánica.
En marzo de 1935, la carrera de Karajan tuvo un significativo impulso cuando se inscribió como miembro del Partido Nazi, el Aufnahmegruppe der 1933er, nachgereichte.
Aquel año, Karajan fue nombrado el más joven director de orquesta alemán y fue director invitado en Bruselas, Estocolmo, Ámsterdam, y otras ciudades europeas.
Más aún, en 1937, Karajan hizo su debut con la Orquesta Filarmónica de Berlín y la Ópera Estatal de Berlín, a la dirigió desde 1939, en plena Segunda Guerra Mundial con Fidelio.
Disfrutó de un importante éxito con Tristan Und Isolde y en 1938, fue bautizado por un crítico berlinés como «Das Wunder Karajan» (El Milagro Karajan)
En Berlín se hizo conocido como director de música contemporánea, aceptada a nivel político, particularmente de las obras de Carl Orff y Richard Strauss.
Luego de una función en 1941, de la popular obra Carmina Burana, el compositor dijo con admiración:
“La orquesta bajo la dirección de Karajan suena fantástica”
Karajan luchaba constantemente por avanzar en su carrera pero le molestaba la figura sobresaliente de Wilhelm Furtwängler, un hombre que a pesar de su ambigua relación política con el Tercer Reich era el indiscutido y máximo director de orquesta alemán.
La competencia entre el joven Karajan y Furtwängler no pasó desapercibida, pero pocos pensaban que Karajan representaba un desafío real.
Una princesa rusa exiliada escribió que Karajan:
“Está muy de moda y algunos suelen considerarlo mejor que Furtwängler, lo cual es un disparate.
Definitivamente tiene talento y mucha pasión pero es un engreído”
Si bien Karajan nunca se involucró explícitamente en ningún asunto político, se benefició de la reorganización del mundo musical bajo el régimen de Hitler.
Cuando Richard Strauss fue despedido por haber defendido a un libretista judío, Peter Raabe obtuvo su puesto y Karajan, a su vez, ocupó el puesto de Raabe en la Ópera de Aquisgrán.
Eventualmente, Goebbels lo incluyó en su lista de músicos “Bendecidos por Dios”
Sin embargo, no fue inmune al amor inconstante del führer.
En 1939, Karajan dirigió una obra de Wagner: “Die Meistersinger von Nürnberg” en un concierto de gala que Hitler ofreció para los reyes de Yugoslavia en junio de ese año.
Al dirigir sin la partitura, Karajan se perdió, las cantantes se detuvieron, la cortina se rasgó en medio de la confusión.
Furioso, Hitler ordenó a Winifred Wagner:
“Herr Karajan jamás dirigirá en Bayreuth mientras yo viva”, y así fue.
Después de la guerra, Karajan hizo lo posible para no recordar aquel vergonzoso y no tan glorioso incidente, que sin embargo salvó su carrera en la posguerra.
Todavía más escandaloso aún, Karajan se había casado con Anita Gutermann, la heredera de una fortuna textil quien tenía un abuelo judío.
A pesar de ello, lo mismo que amenazó su carrera en el Tercer Reich fue lo que la salvó cuando la guerra terminó.
Después de la guerra, los soviéticos presentaron una prohibición para las funciones públicas del director de orquesta.
Su ingreso voluntario en el Partido Nazi muchos años antes de que empezara la guerra era suficiente para condenarlo.
Sin embargo, para 1947, se habían levantado todas las prohibiciones y pudo trabajar y dirigir orquestas libremente.
La limpieza de su nombre se debió en gran medida a su esposa mitad judía:
Él recurrió a su condición de judía para alegar “resistencia” al Reich.
Algunos historiadores creen que mintió deliberadamente para quedar absuelto luego de su proceso de desnazificación.
Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, años después Karajan se divorciaría de su esposa de ascendencia semita y, se le suma su distanciamiento que mantuvo con los destacados músicos solistas de origen judío durante su estancia en la prestigiada orquesta berlinesa, despertaron muchas suspicacias entre su pasado nazi y su verdadera postura ética y moral al respecto.
Pese a los juicios contra Wilhelm Furtwängler, el controvertido director continuó al frente de la nueva Orquesta Filarmónica de Berlín tras la reanudación de actividades culturales oficiales en 1946.
En tanto, Herbert Von Karajan se vio obligados a ejercer una titularidad errante en la Orquesta Filarmónica de Viena, en la Scala de Milán y la Filarmonía de Londres hasta 1954, cuando murió su némesis Furtwängler y quedó vacante la dirección artística de la Orquesta Filarmónica de Berlín.
A la muerte de Wilhelm Furtwängler en 1954, Karajan abandonó la formación londinense para aceptar la jefatura de la Orquesta Filarmónica de Berlín, la orquesta cuya dirección había constituido desde siempre uno de sus más anhelados objetivos y al frente de la cual ya había debutado en 1938.
Aun así, asumió la dirección imponiendo la condición de que su plaza fuera vitalicia permaneció a su frente durante 34 años, más que cualquier otro en su historia.
Juntos realizaron apariciones por todo el mundo, obteniendo gran aclamación.
Karajan se caracterizó por trabajar con la orquesta una cultura sonido específico, una perfección y un virtuosismo desconocidos hasta el momento, que sirvió de base para los éxitos internacionales del conjunto, tanto en conciertos como en innumerables grabaciones discográficas.
Además, Karajan amplió las actividades de la orquesta:
En 1967 creó el Festival de Pascua de Salzburgo, con el que la orquesta tenía su propio festival importante, y la oportunidad de desarrollarse como orquesta operística.
En los años 70 creó la Orquesta-Academia, que pone en práctica la enseñanza a jóvenes talentos musicales, que sirven de base para el futuro desarrollo de la Orquesta.
Karajan también impulsó la construcción de la nueva sala de conciertos:
La Philharmonie Berlin, diseñada por Hans Scharoun, inaugurada en 1963, a la que en 1987 se añadió la sala de música de cámara.
De cualquier forma, su carrera avanzó hacia la fama y el dinero.
Siempre rechazó hablar de ese pasado.
Negaba haberse adherido ideológicamente al nazismo, pero aceptó el impulso que le proporcionó, al igual que hicieran Karl Böhm o Elisabeth Schwarzkopf.
“Today music is an international language; through records and films and television you can reach audiences of millions of people.
Bringing music to so many people has been the great satisfaction of my life.
Music is no longer something only for those who have the knowledge or the money.
That audience still exists but we can also reach out beyond it”
La personalidad de Herbert Von Karajan nos desborda en toda medida por su asombroso talento que sobrepasó cualquier norma de lo que se entiende por dirigir una orquesta.
Su versatilidad en campos tan distintos como son la música sinfónica, la ópera, en la que abordó los más diversos y contradictorios estilos, la dirección escénica, sin olvidar que fue en sus inicios un muy respetable pianista, le sitúan como una personalidad que no por discutida es menos fascinante y asombrosa.
Hizo muchísimas cosas en el campo musical; es quizá el director con un repertorio más amplio.
Dirigió todo, desde la música de los clásicos, mención especial merecen Los Conciertos de Brademburgo, de Bach, hasta música, digamos, de salón.
Además, lo grabó todo.
Le sitúo como un director extraordinario en la más pura línea del gran sinfonismo alemán, Beethoven, Brahms, Strauss...
Herbert Von Karajan, el director más popular del siglo pasado, quien encarnase en el imaginario del público general la quintaesencia del director orquestal.
A ello contribuiría una personalidad extraordinariamente carismática, de ademanes majestuosos y autoritarios, de perfil aguileño y gélida mirada, así como una carrera ligada a los avances de las técnicas de grabación:
Desde 1938, año de su primer registro al frente de Staatskapelle Berlin, hasta su muerte en 1989, grabaría alrededor de 800 referencias, aproximadamente 250 sólo para Deutsche Grammophon, vendiendo alrededor de 200 millones de discos y convirtiéndose, al final de su vida, en máximo defensor del CD como medio inmejorable de transmisión de la gran tradición musical.
Debido a su empeño, la orquesta fue de las primeras en producir grabaciones discográficas con tecnología digital.
Asimismo, su grabación de 1980 de la Sinfonía Alpina de Richard Strauss fue la primera en comercializarse con el nuevo formato del disco compacto.
Si sus admiradores se sintieron siempre fascinados por su capacidad para extraer las más brillantes sonoridades de una orquesta y por su concepción entre mística y apasionada de entender la dirección orquestal, sus detractores harían notar su megalomanía y el culto a la personalidad que propició siempre a su alrededor, su superficialidad a la hora de captar las sutilezas de una partitura, la preeminencia del "sonido Karajan" sobre las particularidades de los compositores a cuya en principio debía servir, así como a su extremo conservadurismo musical, encastillado frente a las corrientes más avanzadas de su época.
Karajan siempre estuvo fascinado por la tecnología.
Además de ser piloto de aviones, de coches deportivos, y de tripular barcos de regatas, se implicó en la producción y desarrollo tecnológico de las grabaciones discográficas de la orquesta, que con él dejó registrado un amplísimo repertorio, basado fundamentalmente en el romanticismo y el clasicismo vienés, sin dejar de lado la ópera y la música de la primera mitad del siglo XX.
Tras diversos problemas de salud, y graves desacuerdos con los músicos de la orquesta, y con las autoridades de Berlín, Karajan presentó su renuncia a su puesto de director vitalicio en abril de 1989, y falleció en Salzburgo el 16 de julio de ese mismo año.
Un asunto importante para comprender la genialidad de Karajan es el factor estético.
Pues bien, dirigir sin partitura es más elegante y parece demostrar un mayor grado de compromiso con la orquesta, con el público y, obviamente, con la obra que se está ejecutando.
Sencillamente, no podemos imaginarnos al director más estéticamente elegante que jamás haya existido, el siempre recordado Herbert Von Karajan, dirigiendo con partitura.
Sin embargo, insistimos en que este factor es meramente subjetivo.
Los directores de orquesta tienen sus propios recursos a la hora de dirigir y lo que realmente importa, gestos aparte, es que se logre traducir lo escrito en la partitura a música.
Aunque, claro está, una buena gesticulación puede ayudar a hacer comprender mejor la obra.
La moda de dirigir sin partitura comenzó encubriendo a pseudomúsicos que fingían “dirigir de memoria” pero que, en realidad, lo único que hacían era memorizar el sonido y acompasarlo a los gestos de los brazos.
Esto fue muy habitual en la pléyade de “niños prodigio” surgidos en las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo XX.
Sin duda fue Herbert Von Karajan quien puso de moda esta práctica a partir de la segunda mitad del siglo XX, con el despliegue mediático y audiovisual que siempre acompañó a su figura.
Solía decir:
«El peor daño que podría causarle a mi orquesta es darles una instrucción clara.
Eso impediría que se escuchasen unos a otros»
Herbert Von Karajan es el epítome de la persona con doble vida:
Una vida, hasta lo medida de lo posible durante una larga estancia en el plano terrenal, totalmente intachable y magistral; pero su otra vida es escondida a toda costa cuyo pasado en enterrado en el más oscuro y silencioso rincón de una mente sumamente discreta aún consigo misma.
Quien trabajó y convivió cercanamente con Karajan recuerdan varios aspectos de vida, pero realmente nadie lo conoció, ni siquiera tres esposas que a lo largo de la vida del director estuvieron a su lado en tres etapas de su vida sumamente contrastantes entre sí.
Todo mundo tiene experiencias muy interesantes respecto al Karajan como director y experto musical, pero pocos saben más allá de difusos fragmentos claroscuros de su forma de pensar, su espiritualidad y todo lo que respecta a sus percepciones de vida más allá de su pasión innegable por la música.
Herbert Von Karajan pasó a la historia como el melómano y diletante más apasionado y consagrado a su pasión musical, y todo lo que tenga que ver con la sonoridad y sus técnicas de grabación, pero toda una vida la guardó discretamente tras una enorme barrera de hielo glacial a toda persona y ésa vida llena de secretos se la llevó a su tumba.
Pero todas las narrativas de los afamados músicos, parientes cercanos, los pocos amigos que tuvo en toda su larga vida y sus tres esposas coinciden en dos cosas:
La única pasión de Herbert era la música y, la más perturbadora, el director era un hombre sumamente reservado y, sobre todo, solitario.
Tal vez los momentos de mayor apertura emocional de Karajan sucedieron con su tercera y última esposa, Eliette Mouret, una modelo francesa con quien se casó en 1958 y con quien tuvo dos hijas Isabel y Arabel:
Cuando sus hijas eran pequeñas, Karajan jugaba con ellas y era muy cariñoso, pero en cuanto crecieron se distanció de ellas súbitamente, sin dejar de ser amable y atento, como siempre lo fue con la gente, con los músicos que colaboraron con él y con los integrantes de las orquestas que tuvo a su cargo.
La narración más profunda la vuelve a contar Eliette:
“...él (Karajan) estaba muy enfermo, ya no se podía mover y había que alimentarlo como a un bebé” narró la fiel esposa del director en su documental realizado con motivo del centenario del nacimiento del afamado director.
“...el último día, él (Karajan) estuvo más inquieto que de costumbre y se quejaba con mucha dificultad.
Lo tomé en mis brazos y él me miró a directo a mis ojos.
¡Estaba asustado!
¡Nunca lo había visto asustado! pero ¡Al fin! me mostró quien era realmente, un hombre muy frágil que también sentía su propia humanidad.
Me miró fijamente a los ojos, sin pestañear, se serenó, sonrió y su mirada se perdió en la mía... luego murió en mis brazos tras una suave expiración y lo sentí tan ligero y flácido... murió con una leve sonrisa tan honesta...”
Debido a que Karajan no dejó ni cartas, ni diarios personales ni reveló algún pasaje íntimo de su vida ni con sus seres queridos, hay que remitirse a sus grabaciones y escuchar en cuáles realmente dio todo lo que su talento podía dar, esto es, buscar con que compositores se identificó y, en consecuencia, transmitió emociones profundas.
Algunos críticos, en especial el británico Norman Lebrecht, acusaron a Karajan de haber comenzado una devastadora e inflacionaria espiral de los sueldos profesionales.
Mientras fue director de organizaciones de conciertos financiadas por el estado, como las de la Orquesta Filarmónica de Viena, la Orquesta Filarmónica de Berlín y el Festival de Salzburgo, comenzó a pagar a los artistas estelares sumas desorbitadas, además de incrementar su propia remuneración...
En todo caso Karajan supo sustraerse a las polémicas para ocuparse de lo que realmente importa y debe pedírsele a un director, es decir, a crear música desde el podio de algunas de las mejores formaciones de su época.
“From the beginning of my career I told myself, among other things, that I didn't want to take orders from anybody.
I have now reached a position where I can do what I choose to do and from the financial point of view this amounts to freedom in choosing the best artistic material available without being concerned about the cost.
To me, money in itself has no attraction.
But insofar as it allows me to achieve my artistic aims, money is important”
Herbert Von Karajan 1908 — 1989 A Portrait es un documental dirigido por Gernot Friedel en 1999 con la participación de Herbert Von Karajan, Agnes Baltsa, Mirella Freni, Anne-Sophie Mutter, Claudio Abbado, entre otros.
Este documental es un perfil del austriaco Herbert Von Karajan nacido el 5 de abril de 1908.
Karajan estudió música en Viena, y se convirtió en director de la Casa de la Ópera de Ulm, desde ahí conservó su pasión por la música operística a lo largo de su carrera, pero es más conocido por ser el conductor de la vida de la Filarmónica de Berlín convirtiéndolo en una figura políticamente controvertida, que tuvo vínculos con el partido nazi.
El documental Herbert Von Karajan 1908 — 1989 A Portrait nos muestra sus años después de la guerra, aun que una comisión aliada lo absolvió de los cargos de colaboración política con los nazis, en documental nos acerca su relación con Furtwängler, su relación con sus luces y sus sombras con la Filarmónica de Berlín, su conducta profesional, etc., así como entrevistas con historiadores de proporcionar la información más reciente sobre este tema.
Herbert Von Karajan 1908 — 1989 A Portrait presenta extractos de algunos de las notables versiones de Beethoven, Wagner, Bruckner y Strauss ejecutadas por Karajan.
Así como testimonios durante los procesos de desnazificacion de Karajan en 1946 en la opinión de colegas músicos, miembros de las orquestas que dirigió, etc.
Todos concluyeron que desconocían de su afiliación, dado que nunca hizo ostentación de ella o actuó en actividades pro-nazistas.
Pero músicos como Isaac Stern e Itzhak Perlman rechazaron tocar en concierto con Karajan debido a su pasado nazi.
Muchos músicos judíos hicieron sus propias investigaciones sobre el pasado de Karajan y llegaron a la conclusión que sus actos en relación con el nazismo fueron circunstanciales y forzados por las circunstancias legales que imponía el régimen, y que siempre fueron orientadas a cumplir lo mínimo posible para, literalmente, conservar su trabajo.
Yehudi Menuhin escribió en 1949 lo siguiente sobre Karajan:
“Él se unió al partido porque fue forzado a ello.
El sabía de su valor como artista pero sabía que su posición como artista era débil.
En su respeto, debo de decir que siempre supo cómo conducir su vida, esta decisión no difiere de muchas otras decisiones que él tomó en su vida…
Fue la correcta movida de las piezas del ajedrez político artístico de ese momento”
Su segunda esposa Anna Maria Guttermann era de ascendencia judía, y nunca renegó y/u ocultó dicha relación y antecedentes.
Este matrimonio se dio en los años más cruentos de la guerra y causó a Karajan gran tensión con las autoridades nazistas.
Pese a la política y a lo que pudo hacer para llegar a ser lo que fue, nadie le reprocha que fuera EL director de orquesta más grande del mundo.

“Many of my critics write, and will go on writing, that I conduct too lavishly.
That may be so.
During my day people have been somewhat extravagant in terms of art and music.
I believed this was the right attitude to adopt, and so I’ve supported it.
It has something to do with respect towards art, and if this respect is old-fashioned, so be it, I’ve no intention of dissociating myself from it.
When I was young, we approached music with a sense of awe and celebrated each such approach as a special event.
I can see, of course, that times have changed, that people don’t want to know about respect any longer, and that it is not in keeping with the times to celebrate a concert.
People are going to great lengths to make themselves ugly, to wear ugly clothes, and to feel precious little enthusiasm for beauty.
I’ve been observing this for years...
I know there’s nothing that can be done at present to change all this.
But no one can expect me to seek a polite or understanding explanation for this, still less that I should agree with it and conform.
I belong to a different age.
And what I want to preserve for myself and posterity also belongs to a different age”


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