Shame
“We're not bad people.
We just come from a bad place”
La sexualidad forma parte natural del ser humano, pero cuando se convierte en una prioridad que interfiere en la vida diaria, en el trabajo, afecta a las relaciones personales y sociales y, además, causa ansiedad, estrés y arrepentimiento, entonces se convierte en un gran problema.
La hipersexualidad es la necesidad incontrolable por el sexo de todo tipo ya sea anal, oral, vaginal y su motivación lúdica está fijada con las relaciones sexuales con otras personas hasta masturbación o un ávido consumo de pornografía, son personas catalogadas como hiperactivos sexuales o adictos al sexo.
La hipersexualidad se caracteriza por una frecuente estimulación visual que hace que el individuo exacerbe su natural sexualidad hasta la adicción.
Esto provoca que se autoestimule genitalmente y una vez alcanzado el punto de orgasmia, puede no resultar en la satisfacción emocional, o sexual, a largo plazo del individuo; o bien escale en mayores grados de placer.
La hipersexualidad se manifiesta en individuos reprimidos sexualmente en su infancia o adolescencia; y en los de mayor edad, el sentimiento de perder el vigor sexual, especialmente en hombres, y desear mantener la libido excitado sexualmente consumiendo pornografía.
En ocasiones, la hipersexualidad va acompañada de sentimientos de malestar y culpa.
Se piensa que esta insatisfacción es la que alienta la elevada frecuencia de estimulación sexual, así como síntomas psicológicos y psiquiátricos adicionales.
El comportamiento sexual compulsivo se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales, los sueños y los pensamientos eróticos se convierten en la válvula de escape de los problemas laborales, las relaciones rotas, la baja autoestima, la insatisfacción personal u otros conflictos de la historia de vida.
La "agenda oculta" o "doble vida" suelen ser características de un comportamiento adictivo.
Entonces cuando empiezan las mentiras, las que se cuentan a sí mismos con el fin de auto convencerse de que todo está bajo control: «Ésta es la última vez», y las que cuentan a los demás, para ocultar sus conductas.
Las personas adictas al sexo desarrollan variadas estrategias para engañar a terceros y en particular a sus parejas.
Su problema les avergüenza porque se dan cuenta de que no pueden frenar sus impulsos y esto produce altos sentimientos de impotencia y sufrimiento.
Otra manera en que se manifiesta la hipersexualidad es cuando ocurre la ruptura con la pareja en que la relación ha sido predominantemente sexual, el afectado o el abandonado busca a la pareja inconscientemente en otras parejas sexuales y de este modo se produce la adicción al sexo.
Los hipersexuales pueden tener problemas laborales, familiares, económicos y sociales.
Su deseo sexual les obliga a acudir frecuentemente a prostíbulos, comprar artículos pornográficos, buscar páginas sexuales en Internet, realizar con frecuencia llamadas a líneas eróticas, buscar el contacto sexual mediante citas a ciegas, entregarse al sexo ocasional con desconocidos, sexo con animales (zoofilia), etc., haciendo que su vida gire en torno al sexo.
En los hombres el trastorno era llamado satiriasis y quien la padecía se le denominaba sátiro o satiriaco, importante no confundir con satírico.
El deseo sexual varía considerablemente en los humanos; lo que una persona consideraría como deseo sexual normal podría ser entendido por otros como excesivos y por otros como bajo.
El consenso entre aquellos que consideran la hipersexualidad como un trastorno es que el umbral se alcanza cuando el comportamiento causa incomodidad o impide el funcionamiento social.
La hipersexualidad es una de las dependencias menos conocidas y visibles, puesto que las personas que lo padecen suelen mantenerlo oculto y disimularlo, sobre todo con las personas conocidas, con las que se muestran incluso como tímidos.
Se estima que hasta el 6% de la población lo padece, y que sólo el 2% de los afectados son mujeres.
“I'm trying, I'm trying to help you”
Shame es una película británica estrenada en 2011 y dirigida por Steve McQueen, sobre un guión propio y de Abi Morgan.
Shame está protagonizada por un ENORME Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie, Jake Richard Siciliano, Hannah Ware, Alex Manette, Chris Miskiewicz, Jay Ferraro, Anna Rose Hopkins y Eric Miller.
El argumento de Shame está enfocado a examinar la naturaleza de la necesidad, de cómo los humanos vivimos nuestras vidas y reaccionamos ante las experiencias que marcan nuestro camino.
Shame se centra en una persona que goza de todas las libertades occidentales y que, a través de su aparente libertad sexual, crea su propia prisión, mientras asistimos, y nos vamos insensibilizando, a la constante y continua sexualización de la sociedad.
¿Cómo podemos orientarnos en este laberinto para no dejarnos corromper por el ambiente que nos rodea?
En tres minutos de película Steve McQueen aporta más que muchos cineastas en toda su carrera y, los 96 minutos restantes, todavía son mejores.
Solamente ha planteado el tema y ya tiene al público hipnotizado:
La obsesión sexual como escape a un vacío existencial.
En una sociedad en la que una mayoría de afortunados puede acceder a todo y el resto se tiene que conformar con lo que posee, el cuerpo es lo único que equipara a ambos grupos como último campo de batalla que le queda al individuo.
McQueen no juzga a su personaje, sino que le brinda el marco adecuado para que se juzgue a sí mismo.
En fin, para que sienta que la “vergüenza” del título es el único síntoma de que está vivo.
La cadencia de las escenas presentadas en Shame son acompañados de forma efectiva por una melodía recurrente, que trasmite desolación, tristeza y, cómo no, “vergüenza”
De esa forma, el espectador desde el inicio entra en contacto con los personajes, sentimos lo que sienten, y gran parte del éxito de esa labor es logro de los dos fantásticos actores Fassbender/Mulligan que alabaré más adelante.
Shame arranca mostrándonos a un hombre solo, desnudo, tumbado en una cama, con la mirada perdida en el techo.
Unos ruidos se escuchan desde algún lugar de su casa.
No presta ninguna atención, su mirada se concentra en un punto concreto, sabe que no volverá a ver a la persona con la que ha pasado la noche.
Una más de una larga cadena de encuentros de noches ardientes y mañanas solitarias.
Shame narra la historia de Brandon Sullivan (Michael Fassbender), un hombre treintañero que vive en la ciudad de Nueva York, hombre de éxito en el mundo empresarial, hombre de un gran encanto...
Pero Brandon vive de espaldas al mundo, dando de lado a su familia y a cualquier tipo de compromiso personal, incluso la relación con sus compañeros de trabajo parezca fluida en principio esta no deja de ser fría y distante, padece una serie de problemas y complejos, algunos extremadamente serios en su vida íntima, más concretamente referidos a su vida sexual activa.
Para evadirse de la monotonía del trabajo, seduce a las mujeres en una serie de historias sin futuro y encuentros de una noche.
Cuando está en su casa, Brandon consume compulsivamente porno y en las calles es un auténtico depredador sexual: prostitutas, ligues, encuentros casuales... nada le sacia.
Pero el ritmo metódico y ordenado de su vida se ve alterado por la imprevista llegada de su hermana Sissy (Carey Mulligan), una chica rebelde y problemática.
Su presencia explosiva llevará a Brandon a perder el control sobre su propio mundo.
Los problemas en la vida de Brandon se terminan por agudizar cada vez más, y cada día se le hace más difícil controlar su adicción al sexo y los deseos irrefrenables que esto le trae, poniendo en peligro el goce y el placer de su sexualidad plena, así como también amenazando con trastornar su conducta psicológica y su relación con su hermana.
Sissy, también está algo trastornada psicológicamente por problemas afectivos que arrastra desde su infancia.
Los dos han tenido una vida dura y ahora Brandon no sabe cómo ayudar a su hermana ya que él mismo se ha hecho una coraza a su alrededor para protegerse de sus propias miserias.
Ni siquiera la atracción por una compañera de trabajo por la que parece sentir algo más, logrará calmar su desasosiego.
Ahora, los dos hermanos, tendrán que aprender a vivir con los errores que han cometido y cambiar de vida si quieren seguir adelante.
McQueen presenta en Shame dos niveles totalmente diferentes:
En un primer nivel se presenta la obsesión sexual del protagonista, su vacío e inquietud existencial.
Nos podemos quedar ahí y recriminar la crítica de la sexualidad desbordada de Fassbender.
¿Qué hay de malo en su actitud si está soltero, las relaciones son siempre de común acuerdo y todos son bien mayorcitos de edad?
Pero creo que hay más, mucho más.
Pasamos al segundo nivel, el más interesante y rompedor.
Seguro que te acuerdas de las llamadas que el protagonista recibe al principio de Shame.
Una de ellas consiste en una serie de suspiros que pueden ser llantos o gemidos de placer.
¿A quién crees que pertenece esa llamada?
¿Por qué la hermana del protagonista le comenta en un momento de la película “No me critiques tú, sobre todo tú, mi sexualidad”?
¿Por qué la expulsa de esa manera tan violenta la noche que se acuesta en su cama?
El director abre otro camino en el que muestra las consecuencias, una intensidad sexual, de una causa sugerida, el innombrable incesto aparentemente consentido.
Haciendo un análisis, creo que el título Shame (Vergüenza) no se refiere a la consecuencia sino a la causa de esta relación tan “particular” entre hermanos.
Shame es un buen film debido a que tiene diversas lecturas, por lo menos tiene esas dos.
Por otro lado podría acusársele a McQueen de gesto vago a la hora de pensar los escenarios infernales del protagonista, de cierta moralina cuando plantea esos encuentros sexuales anónimos, pero el espectador de largo alcance adivinará en éstos una puesta en escena tan intensa como fuertemente arraigada en los códigos de representación de la caída y de la ascensión, códigos contrapuestos que, no obstante, se necesitan el uno del otro como Eros y Thanatos.
Así, McQueen, quien conoce al dedillo la tradición iconográfica del deseo, maneja las figuras con soltura y las dibuja fuera del lugar común del sexo mediado.
Aquí, por el contrario, el deseo se muestra en toda su ambigüedad: tan dañino como esplendoroso.
Como el mismo cuerpo de Brandon: placentero pero autodestructivo.
Shame significa un verdadero paseo por el lado salvaje, una ardiente mirada en un caso de adicción sexual que es tan cruda como cualquier ansiedad de drogadicción conducida por la brillante y feroz interpretación de Fassbender y el poderío cinematográfico que atesora el ojo de Steve McQueen.
Fassbender aquí interpretando a un personaje cuya capacidad de ternura está en peligro de ser borrada por su odio a sí mismo, nos muestra algo nuevo en su rostro, cuyas características básicas se han convertido ya en bastante familiar.
Su personaje enigma del cual conocemos poco y lo poco que le conocemos viene dado por sus acciones, diálogos concisos y perfectos y largas secuencias donde los personajes apenas hablan y las imágenes hablan por sí solas.
Fassbender es el tipo de actor que te deja pensando acerca de lo que acabamos de ver y preguntándote sobre qué hará a continuación.
Su rostro significa lo contrario a la sobreexposición, se trata de un futuro no escrito.
En Shame, lo que va a impulsar a Michael Fassbender a su particular en su descenso a los infiernos no es la posibilidad de que los otros se aproximen a él sino su propia incapacidad de acercarse él a los otros y, además, ser perfectamente consciente de ello.
Su obsesiva adicción al sexo y, sobre todo, el hecho de darse cuenta de ello, culmina con una soberbia secuencia de sexo a tres bandas, en el que la expresión dolorosa de un rostro completamente desencajado que alcanza un orgasmo hiriente, lo dice todo sobre la debacle personal en la que queda sumido el personaje.
Michael Fassbender, llegados a ese punto, ha hecho una demostración de elegancia, valentía, sutileza y desgarro difícil de olvidar.
¿Por qué este hombre de éxito huye de las relaciones humanas?
Brandon es un adicto al sexo, adicción que le es muy difícil de controlar, adicción de la que está realmente avergonzado.
Dentro de sus obsesiones Brandon ha logrado el control, apoyado sobre todo en el aislamiento personal que vive.
Ya desde el principio queda claro este concepto, las continuas llamadas y mensajes de su hermana son continuamente obviados mientras que Brandon continúa una espiral de sexo con continuas idas y venidas, completamente desnudo, junto a un teléfono que siempre suena pero que siempre es ignorado.
Frente a la incapacidad de mantener ningún tipo de relación que no sea la carnal del protagonista, aparece la generosidad afectiva de su hermana que invade su intimidad en busca de un refugio:
La dependencia de Sissy y sus muestras de cariño chocan con la personalidad de Brandon que la percibe como una intromisión.
Carey Mulligan interpreta al personaje catalizador de la catarsis que sufre el protagonista, ella es memorable y con una escena de antología, su interpretación de la canción “New York, New York” es simplemente genial, su bella voz y su mirada desoladora y nostálgica, que parece el espejo del desastre que es su vida, y aunque todos los presentes se maravillan por su voz, es su hermano el que se siente más identificado porque se ve reflejado a sí mismo también.
Es una excelente escena, pero también hay otras.
La escena que nos presenta a un hombre, perfectamente vestido, impecablemente peinado, viaje en el metro para ir a su trabajo.
En el espacio reducido de un transporte en común se cruzan miradas, se producen roces inesperados y, entre ellos, la atención de una joven, sentada enfrente que se empieza a interesar por él.
Y no es para menos.
Michael Fassbender desprende una poderosa atracción.
Se inicia el juego de seducción.
Todo en las obras de Steve McQueen está perfectamente planificado y, dentro del plano, se pueden leer una frase de la publicidad del metro:
“¿Cómo es posible esto?”, y una palabra de un anuncio, “polución” con el evidente juego de imágenes que implica…
En fin, independientemente de cuál sea la causa, tratar la adicción al sexo es posible.
Los especialistas buscan con la psicoterapia los posibles desencadenantes de la dependencia y con las técnicas cognitivas-conductuales, controlar la conducta sexual del paciente.
El enfoque de tratamiento actual, prioriza la atención psicológica y farmacológica, en función de la duración, intensidad y grado de distorsión de la realidad que propinan los síntomas.
El manejo de este trastorno es complejo y requiere manutención a largo plazo, como otras adicciones.
Para ello, se reúnen las estrategias psicoterapéuticas, especialmente la terapia individual y otras intervenciones multiprofesionales.
La meta terapéutica incluye abstinencia de conductas compulsivas; evitación de recaídas y desarrollo de conductas adaptativas dirigidas a la salud individual y familiar.
La compulsión sexual como la adicción a psicotrópicos, no es curable en términos de la erradicación de la causa y recuperación “ad integrum”, y las recaídas se consideran parte de la historia natural del trastorno.
Su prevención, requiere de pronto aprendizaje en identificar la circunstancialidad que la desencadena para desarrollar la estrategia evitativa o eliminatoria.
Se trata de un asunto históricamente controvertido, en el que apenas se está empezando a investigar y a los que lo padecen, afrontarlo, les avergüenza.
“Don't you think that's sad?”
We just come from a bad place”
La sexualidad forma parte natural del ser humano, pero cuando se convierte en una prioridad que interfiere en la vida diaria, en el trabajo, afecta a las relaciones personales y sociales y, además, causa ansiedad, estrés y arrepentimiento, entonces se convierte en un gran problema.
La hipersexualidad es la necesidad incontrolable por el sexo de todo tipo ya sea anal, oral, vaginal y su motivación lúdica está fijada con las relaciones sexuales con otras personas hasta masturbación o un ávido consumo de pornografía, son personas catalogadas como hiperactivos sexuales o adictos al sexo.
La hipersexualidad se caracteriza por una frecuente estimulación visual que hace que el individuo exacerbe su natural sexualidad hasta la adicción.
Esto provoca que se autoestimule genitalmente y una vez alcanzado el punto de orgasmia, puede no resultar en la satisfacción emocional, o sexual, a largo plazo del individuo; o bien escale en mayores grados de placer.
La hipersexualidad se manifiesta en individuos reprimidos sexualmente en su infancia o adolescencia; y en los de mayor edad, el sentimiento de perder el vigor sexual, especialmente en hombres, y desear mantener la libido excitado sexualmente consumiendo pornografía.
En ocasiones, la hipersexualidad va acompañada de sentimientos de malestar y culpa.
Se piensa que esta insatisfacción es la que alienta la elevada frecuencia de estimulación sexual, así como síntomas psicológicos y psiquiátricos adicionales.
El comportamiento sexual compulsivo se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales, los sueños y los pensamientos eróticos se convierten en la válvula de escape de los problemas laborales, las relaciones rotas, la baja autoestima, la insatisfacción personal u otros conflictos de la historia de vida.
La "agenda oculta" o "doble vida" suelen ser características de un comportamiento adictivo.
Entonces cuando empiezan las mentiras, las que se cuentan a sí mismos con el fin de auto convencerse de que todo está bajo control: «Ésta es la última vez», y las que cuentan a los demás, para ocultar sus conductas.
Las personas adictas al sexo desarrollan variadas estrategias para engañar a terceros y en particular a sus parejas.
Su problema les avergüenza porque se dan cuenta de que no pueden frenar sus impulsos y esto produce altos sentimientos de impotencia y sufrimiento.
Otra manera en que se manifiesta la hipersexualidad es cuando ocurre la ruptura con la pareja en que la relación ha sido predominantemente sexual, el afectado o el abandonado busca a la pareja inconscientemente en otras parejas sexuales y de este modo se produce la adicción al sexo.
Los hipersexuales pueden tener problemas laborales, familiares, económicos y sociales.
Su deseo sexual les obliga a acudir frecuentemente a prostíbulos, comprar artículos pornográficos, buscar páginas sexuales en Internet, realizar con frecuencia llamadas a líneas eróticas, buscar el contacto sexual mediante citas a ciegas, entregarse al sexo ocasional con desconocidos, sexo con animales (zoofilia), etc., haciendo que su vida gire en torno al sexo.
En los hombres el trastorno era llamado satiriasis y quien la padecía se le denominaba sátiro o satiriaco, importante no confundir con satírico.
El deseo sexual varía considerablemente en los humanos; lo que una persona consideraría como deseo sexual normal podría ser entendido por otros como excesivos y por otros como bajo.
El consenso entre aquellos que consideran la hipersexualidad como un trastorno es que el umbral se alcanza cuando el comportamiento causa incomodidad o impide el funcionamiento social.
La hipersexualidad es una de las dependencias menos conocidas y visibles, puesto que las personas que lo padecen suelen mantenerlo oculto y disimularlo, sobre todo con las personas conocidas, con las que se muestran incluso como tímidos.
Se estima que hasta el 6% de la población lo padece, y que sólo el 2% de los afectados son mujeres.
“I'm trying, I'm trying to help you”
Shame es una película británica estrenada en 2011 y dirigida por Steve McQueen, sobre un guión propio y de Abi Morgan.
Shame está protagonizada por un ENORME Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie, Jake Richard Siciliano, Hannah Ware, Alex Manette, Chris Miskiewicz, Jay Ferraro, Anna Rose Hopkins y Eric Miller.
El argumento de Shame está enfocado a examinar la naturaleza de la necesidad, de cómo los humanos vivimos nuestras vidas y reaccionamos ante las experiencias que marcan nuestro camino.
Shame se centra en una persona que goza de todas las libertades occidentales y que, a través de su aparente libertad sexual, crea su propia prisión, mientras asistimos, y nos vamos insensibilizando, a la constante y continua sexualización de la sociedad.
¿Cómo podemos orientarnos en este laberinto para no dejarnos corromper por el ambiente que nos rodea?
En tres minutos de película Steve McQueen aporta más que muchos cineastas en toda su carrera y, los 96 minutos restantes, todavía son mejores.
Solamente ha planteado el tema y ya tiene al público hipnotizado:
La obsesión sexual como escape a un vacío existencial.
En una sociedad en la que una mayoría de afortunados puede acceder a todo y el resto se tiene que conformar con lo que posee, el cuerpo es lo único que equipara a ambos grupos como último campo de batalla que le queda al individuo.
McQueen no juzga a su personaje, sino que le brinda el marco adecuado para que se juzgue a sí mismo.
En fin, para que sienta que la “vergüenza” del título es el único síntoma de que está vivo.
La cadencia de las escenas presentadas en Shame son acompañados de forma efectiva por una melodía recurrente, que trasmite desolación, tristeza y, cómo no, “vergüenza”
De esa forma, el espectador desde el inicio entra en contacto con los personajes, sentimos lo que sienten, y gran parte del éxito de esa labor es logro de los dos fantásticos actores Fassbender/Mulligan que alabaré más adelante.
Shame arranca mostrándonos a un hombre solo, desnudo, tumbado en una cama, con la mirada perdida en el techo.
Unos ruidos se escuchan desde algún lugar de su casa.
No presta ninguna atención, su mirada se concentra en un punto concreto, sabe que no volverá a ver a la persona con la que ha pasado la noche.
Una más de una larga cadena de encuentros de noches ardientes y mañanas solitarias.
Shame narra la historia de Brandon Sullivan (Michael Fassbender), un hombre treintañero que vive en la ciudad de Nueva York, hombre de éxito en el mundo empresarial, hombre de un gran encanto...
Pero Brandon vive de espaldas al mundo, dando de lado a su familia y a cualquier tipo de compromiso personal, incluso la relación con sus compañeros de trabajo parezca fluida en principio esta no deja de ser fría y distante, padece una serie de problemas y complejos, algunos extremadamente serios en su vida íntima, más concretamente referidos a su vida sexual activa.
Para evadirse de la monotonía del trabajo, seduce a las mujeres en una serie de historias sin futuro y encuentros de una noche.
Cuando está en su casa, Brandon consume compulsivamente porno y en las calles es un auténtico depredador sexual: prostitutas, ligues, encuentros casuales... nada le sacia.
Pero el ritmo metódico y ordenado de su vida se ve alterado por la imprevista llegada de su hermana Sissy (Carey Mulligan), una chica rebelde y problemática.
Su presencia explosiva llevará a Brandon a perder el control sobre su propio mundo.
Los problemas en la vida de Brandon se terminan por agudizar cada vez más, y cada día se le hace más difícil controlar su adicción al sexo y los deseos irrefrenables que esto le trae, poniendo en peligro el goce y el placer de su sexualidad plena, así como también amenazando con trastornar su conducta psicológica y su relación con su hermana.
Sissy, también está algo trastornada psicológicamente por problemas afectivos que arrastra desde su infancia.
Los dos han tenido una vida dura y ahora Brandon no sabe cómo ayudar a su hermana ya que él mismo se ha hecho una coraza a su alrededor para protegerse de sus propias miserias.
Ni siquiera la atracción por una compañera de trabajo por la que parece sentir algo más, logrará calmar su desasosiego.
Ahora, los dos hermanos, tendrán que aprender a vivir con los errores que han cometido y cambiar de vida si quieren seguir adelante.
McQueen presenta en Shame dos niveles totalmente diferentes:
En un primer nivel se presenta la obsesión sexual del protagonista, su vacío e inquietud existencial.
Nos podemos quedar ahí y recriminar la crítica de la sexualidad desbordada de Fassbender.
¿Qué hay de malo en su actitud si está soltero, las relaciones son siempre de común acuerdo y todos son bien mayorcitos de edad?
Pero creo que hay más, mucho más.
Pasamos al segundo nivel, el más interesante y rompedor.
Seguro que te acuerdas de las llamadas que el protagonista recibe al principio de Shame.
Una de ellas consiste en una serie de suspiros que pueden ser llantos o gemidos de placer.
¿A quién crees que pertenece esa llamada?
¿Por qué la hermana del protagonista le comenta en un momento de la película “No me critiques tú, sobre todo tú, mi sexualidad”?
¿Por qué la expulsa de esa manera tan violenta la noche que se acuesta en su cama?
El director abre otro camino en el que muestra las consecuencias, una intensidad sexual, de una causa sugerida, el innombrable incesto aparentemente consentido.
Haciendo un análisis, creo que el título Shame (Vergüenza) no se refiere a la consecuencia sino a la causa de esta relación tan “particular” entre hermanos.
Shame es un buen film debido a que tiene diversas lecturas, por lo menos tiene esas dos.
Por otro lado podría acusársele a McQueen de gesto vago a la hora de pensar los escenarios infernales del protagonista, de cierta moralina cuando plantea esos encuentros sexuales anónimos, pero el espectador de largo alcance adivinará en éstos una puesta en escena tan intensa como fuertemente arraigada en los códigos de representación de la caída y de la ascensión, códigos contrapuestos que, no obstante, se necesitan el uno del otro como Eros y Thanatos.
Así, McQueen, quien conoce al dedillo la tradición iconográfica del deseo, maneja las figuras con soltura y las dibuja fuera del lugar común del sexo mediado.
Aquí, por el contrario, el deseo se muestra en toda su ambigüedad: tan dañino como esplendoroso.
Como el mismo cuerpo de Brandon: placentero pero autodestructivo.
Shame significa un verdadero paseo por el lado salvaje, una ardiente mirada en un caso de adicción sexual que es tan cruda como cualquier ansiedad de drogadicción conducida por la brillante y feroz interpretación de Fassbender y el poderío cinematográfico que atesora el ojo de Steve McQueen.
Fassbender aquí interpretando a un personaje cuya capacidad de ternura está en peligro de ser borrada por su odio a sí mismo, nos muestra algo nuevo en su rostro, cuyas características básicas se han convertido ya en bastante familiar.
Su personaje enigma del cual conocemos poco y lo poco que le conocemos viene dado por sus acciones, diálogos concisos y perfectos y largas secuencias donde los personajes apenas hablan y las imágenes hablan por sí solas.
Fassbender es el tipo de actor que te deja pensando acerca de lo que acabamos de ver y preguntándote sobre qué hará a continuación.
Su rostro significa lo contrario a la sobreexposición, se trata de un futuro no escrito.
En Shame, lo que va a impulsar a Michael Fassbender a su particular en su descenso a los infiernos no es la posibilidad de que los otros se aproximen a él sino su propia incapacidad de acercarse él a los otros y, además, ser perfectamente consciente de ello.
Su obsesiva adicción al sexo y, sobre todo, el hecho de darse cuenta de ello, culmina con una soberbia secuencia de sexo a tres bandas, en el que la expresión dolorosa de un rostro completamente desencajado que alcanza un orgasmo hiriente, lo dice todo sobre la debacle personal en la que queda sumido el personaje.
Michael Fassbender, llegados a ese punto, ha hecho una demostración de elegancia, valentía, sutileza y desgarro difícil de olvidar.
¿Por qué este hombre de éxito huye de las relaciones humanas?
Brandon es un adicto al sexo, adicción que le es muy difícil de controlar, adicción de la que está realmente avergonzado.
Dentro de sus obsesiones Brandon ha logrado el control, apoyado sobre todo en el aislamiento personal que vive.
Ya desde el principio queda claro este concepto, las continuas llamadas y mensajes de su hermana son continuamente obviados mientras que Brandon continúa una espiral de sexo con continuas idas y venidas, completamente desnudo, junto a un teléfono que siempre suena pero que siempre es ignorado.
Frente a la incapacidad de mantener ningún tipo de relación que no sea la carnal del protagonista, aparece la generosidad afectiva de su hermana que invade su intimidad en busca de un refugio:
La dependencia de Sissy y sus muestras de cariño chocan con la personalidad de Brandon que la percibe como una intromisión.
Carey Mulligan interpreta al personaje catalizador de la catarsis que sufre el protagonista, ella es memorable y con una escena de antología, su interpretación de la canción “New York, New York” es simplemente genial, su bella voz y su mirada desoladora y nostálgica, que parece el espejo del desastre que es su vida, y aunque todos los presentes se maravillan por su voz, es su hermano el que se siente más identificado porque se ve reflejado a sí mismo también.
Es una excelente escena, pero también hay otras.
La escena que nos presenta a un hombre, perfectamente vestido, impecablemente peinado, viaje en el metro para ir a su trabajo.
En el espacio reducido de un transporte en común se cruzan miradas, se producen roces inesperados y, entre ellos, la atención de una joven, sentada enfrente que se empieza a interesar por él.
Y no es para menos.
Michael Fassbender desprende una poderosa atracción.
Se inicia el juego de seducción.
Todo en las obras de Steve McQueen está perfectamente planificado y, dentro del plano, se pueden leer una frase de la publicidad del metro:
“¿Cómo es posible esto?”, y una palabra de un anuncio, “polución” con el evidente juego de imágenes que implica…
En fin, independientemente de cuál sea la causa, tratar la adicción al sexo es posible.
Los especialistas buscan con la psicoterapia los posibles desencadenantes de la dependencia y con las técnicas cognitivas-conductuales, controlar la conducta sexual del paciente.
El enfoque de tratamiento actual, prioriza la atención psicológica y farmacológica, en función de la duración, intensidad y grado de distorsión de la realidad que propinan los síntomas.
El manejo de este trastorno es complejo y requiere manutención a largo plazo, como otras adicciones.
Para ello, se reúnen las estrategias psicoterapéuticas, especialmente la terapia individual y otras intervenciones multiprofesionales.
La meta terapéutica incluye abstinencia de conductas compulsivas; evitación de recaídas y desarrollo de conductas adaptativas dirigidas a la salud individual y familiar.
La compulsión sexual como la adicción a psicotrópicos, no es curable en términos de la erradicación de la causa y recuperación “ad integrum”, y las recaídas se consideran parte de la historia natural del trastorno.
Su prevención, requiere de pronto aprendizaje en identificar la circunstancialidad que la desencadena para desarrollar la estrategia evitativa o eliminatoria.
Se trata de un asunto históricamente controvertido, en el que apenas se está empezando a investigar y a los que lo padecen, afrontarlo, les avergüenza.
“Don't you think that's sad?”
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