Mystic River

“I know you can speak.
So say it, say you love me”

La reciente difusión masiva de una seguidilla de actos de violencia sexual hacia menores y el subsiguiente alarmismo generalizado han provocado un clima en el que se respira una absurda contradicción:
Por un lado, los actos criminales han pasado por boca de todos y por todos los ámbitos, así como sus detalles más crueles y escabrosos.
Por el otro, la profundización en el tema, ya sea en la indagación de la psicología del agresor y sus motivaciones, así como en las consecuencias de sus actos, en los tratamientos posibles para víctimas y victimarios y los modos de prevención para evitar esas situaciones parecieran ser tópicos molestos de los que pocos quieren hablar o escuchar.
La opción de no pensar al respecto y de bestializar a los agresores es el camino que muchos han decidido tomar, quizá una forma de desentenderse de un tema con el que sencillamente no pueden lidiar.
Pero la temática es muy compleja y espinosa, y resulta asombrosa la liviandad y la fascinación detallista con que muchos medios la abordan, como si el shock y la generalización del horror fuesen herramientas políticas notables para combatir la proliferación de nuevas aberraciones.
En los últimos años el tema de la pedofilia ha sido abordado con recurrencia por el cine, quizá como un reflejo del interés por aportar aproximaciones serias, densas y donde se reflejen las complejidades que encierra.
Lo más notable es que la amplia mayoría de las películas que lo tratan directamente son muy recomendables y singularmente útiles para enriquecer una mirada madura al respecto, que demuestran que el pedófilo (o paidófilo) es una figura muy presente en el imaginario colectivo actual y que el tema es recurrente en la agenda de varios directores, aunque la utilización del perfil muchas veces sólo sea una herramienta para provocar mayor desagrado por determinados personajes.
Los cineastas que profundizan en el tema deben lidiar con una complicada interrogante:
¿Cómo mediatizar un tema tan áspero y pavoroso sin caer en el sensacionalismo y evitando contribuir a un infecundo histerismo colectivo?
La cuestión se ha resuelto evitando la espectacularidad y el detallismo criminalístico, y apuntando siempre al destape de nuevas dimensiones a considerar.
Por otra parte, todo buen acercamiento a un perfil lo humaniza, y es un atributo que debería ser celebrado.
Así, la lección podría ser que sólo los más fuertes son capaces de permanecer, de sobreponerse a las adversidades, de superar los obstáculos que la vida incrusta en la senda de la, a veces, esquiva felicidad.
Sólo los supervivientes son capaces de renacer cual ave fénix de sus cenizas, de soslayar todos los inconvenientes que tarde o temprano habrán de surgir.
Sólo los más resistentes son los que finalmente sobreviven a las desdichas.
Sólo los débiles sucumben ante los sucesivos golpes con los que contunde la vida, sólo las mentes más frágiles se derrumban ante acontecimientos que para otros sólo significan el punto de inflexión, el inicio, de una nueva vida.
Sólo aquellos que consiguen revertir todas aquellas experiencias negativas que en cualquier momento pueden emerger, logran cambiar para bien su destino.
Sólo los que se levantan una y otra vez ante las continuas trampas que afloran en cada esquina de una imbricada existencia, consiguen avanzar hacia la meta.
¿Puede convertirse la víctima en verdugo?
¿Cómo podemos exorcizar nuestros propios demonios?
¿Hasta qué punto depositamos nuestra confianza en alguien?
¿Qué llegarías a hacer para proteger a tu familia?
¿Se puede vivir en la culpa?
“I told them their daddy loved them that much, too.
That he had four hearts and they were all filled up and aching with a love that meant we would never have to worry.
And that their daddy would do whatever he had to for those he loved.
And that is never wrong.
That can never be wrong, no matter what he had to do.
And those girls fell asleep in peace…”
Mystic River es una ENORME película estadounidense de 2003, dirigida por un Clint Eastwood caído en gracia.
El magnífico guión es obra de Brian Helgeland, y está basado en la novela del mismo nombre de Dennis Lehane.
Protagonizado por un reparto de lujo, ENORMES TODOS, encabezado por Sean Penn, Tim Robbins, Kevin Bacon, Laurence Fishburne, Marcia Gay Harden, Laura Linney, Eli Wallach, Tom Guiry, Spencer Treat Clark, Emmy Rossum, Kevin Chapman, Adam Nelson, Cameron Bowen, Connor Paolo y John Doman.
Mystic River estuvo nominada para 6 premios Oscar de los que obtuvo dos: al mejor Actor (Sean Penn) y al Mejor Actor de Reparto (Tim Robbins) y 4 nominaciones como mejor película, mejor director, mejor actriz de reparto (Gay Harden) y mejor guión adaptado.
Clint Eastwood es un director que ha ido aumentando en cada trabajo uno de los currículos más esplendorosos del cine de hoy y así lo demuestra con este Mystic River, un apreciable thriller que conexiona dramáticamente a tres personajes unidos por varios hechos traumáticos.
Eastwood compone una sólida intriga policial que indaga en la más cruel y oscura naturaleza del ser humano y en la violencia de la sociedad americana actual, apoyado de manera vital por el magnífico, reflexivo y brutal guión de Brian Helgeland, mima tanto cada personaje, lo moldea con tanta precisión, con tal matización, que el desarrollo de la historia queda supeditado a la evolución humana, o quizá inhumana, de sus protagonistas, y así, el convencionalismo de una rebuscada intriga criminal se convierte en un elegante, estilizado y magistral drama de honduras psicológicas, filosóficas, en una poderosa y fascinante interacción del destino, el pasado, el engaño, la duda, la voluntad, el deber y el instinto.
Mystic River es, entre otras muchas cosas, una película que nos habla principalmente de la pérdida de la inocencia y de la imposibilidad de evitar al destino, de cómo un hecho violento acaecido veinte años atrás marca indeleblemente las vidas de tres personajes y de aquellos que les rodean hasta tal punto que pese al tiempo transcurrido y el deseo por parte de todos ellos de continuar con sus vidas, la fatalidad alcanza de nuevo con su larga mano las vidas de todos y, como en una tragedia griega contemporánea, vuelve a unir sus destinos en una cruel historia de violencia y sufrimiento.
Tres niños de una barriada obrera de Boston matan el tiempo en la calle y, en uno de esos actos propios de la infancia, escriben sobre el cemento fresco de una acera sus nombres.
Cuando el tercero de ellos, Dave, comienza a escribir el suyo, un coche aparece y dos hombres, que se identifican como policías, curioso que el copiloto posea un anillo de carácter religioso tal vez sacerdotal, y se llevan a Dave dentro del coche porque, cruel destino, es el único que vive algo alejado de aquella calle.
La metáfora del nombre incompleto de Dave en el cemento adquiere todo su terrible significado cuando asistimos con horror a la experiencia traumática del rapto y la posterior violación de Dave, una agresión que trunca la amistad de los tres chicos y cuyas consecuencias se va a extender desde el pasado hasta el presente, veinte años después.
Dave ha sobrevivido a aquella experiencia, está casado y es padre de un niño al que adora y protege.
Así descubrimos cómo todos los comportamientos, hasta los más insanos, encuentran una explicación.
Esos personajes se han convertido en seres reales, porque el trabajo de Eastwood parece haber ascendido de la calidad de arte a la categoría de vida.
Y es que, a pesar de haber contado con un reparto repleto de nombres sobresalientes, queda contagiado por el virtuosismo del director y se mimetiza con sus personajes con extraordinario talento.
Mystic River es todo un lucimiento para las habilidades interpretativas de su espléndido reparto, emplea la intriga criminal casi como un mcguffin, más que buscar al asesino se pretende encontrar una respuesta a las dificultades de la vida, a las circunstancias que ocurren porque así tienen que ser y porque está escrito en el destino, para establecer un profundo retrato emocional y psicológico de tres amigos de la infancia, subrayando en sus comportamientos el valor de las vivencias acontecidas en la niñez, la capacidad del pasado en determinar el presente, las relaciones familiares como moldeadores del desarrollo del adulto, el destino como fatal compañero, el sentimiento de culpa, la búsqueda de la venganza o la violencia y criminalidad presente en la sociedad urbana.
“Because it's like I told the girls.
Their daddy is a king.
And a king knows what to do and does it.
Their daddy will do whatever he has to for those he loves.
Even when it's hard.
And that's all that matters.
Because everyone else is weak, Jimmy.
Everyone but us.
We will never be weak.
And you...
You could rule this town”
Mystic River es un film significado por el dolor y la desdicha, centrado en el estudio psicológico del terceto de caracteres principales, sustentado en la reflexiva narración de Eastwood y en una dirección de actores admirable.
Primero con un Tim Robbins (Dave) soberbio en su papel como hombre marcado por su niñez, no obstante es un ser atormentado por el miedo, que se siente mucho más cómodo en la oscuridad y la soledad de la noche que a la luz del día.
En una inteligente lectura del personaje, Eastwood visualiza cómo por un lado el Dave se ve a sí mismo fragmentado en dos, incapaz de conciliar su yo actual con el de ese niño que no pudo escapar de sus captores y al que ve como alguien lejano, distinto a él mismo.
Como si fuera el portador de una enfermedad incurable, Dave se ve a sí mismo como uno de esos vampiros que mira en el televisor, como una bestia contaminada y marcada, enferma.
Dave sabe que puede perder el control, que nunca conseguirá huir del todo de lo que le atormenta pues está dentro, unido a él y que lo único que puede hacer es convivir con el miedo que tiene de sí mismo.
Se sabe que los niños abusados son propensos a ser abusadores en la edad adulta, de ahí que Dave le revela a su esposa los lugares de prostitución infantil, tal vez como paladín de la justicia, tal vez como cliente de los infantes.
Todo empezó cuando una noche llega a su casa, envuelto en sangre, confuso y asustado, sabemos que ha cruzado la línea…
En este sentido Eastwood es manipulador con el espectador, pero se le agradece el detalle para ahondar en las motivaciones de los demás implicados en el caso y aumentar el suspenso.
Un brillante Sean Penn (Jimmy) en un registro que le obliga a dar dureza y ternura a la vez, a pesar de la afectación tan usual en los intérpretes del Método, en el papel de un hombre de turbio pasado consumido por el sufrimiento y la rabia.
Penn hace aquí una de sus interpretaciones más ricas y llenas de matices que se le han visto, ha caminado por senderos distintos.
Antiguo delincuente que ha pasado por la cárcel y poseedor de un pasado violento y oscuro, se ha redimido de su anterior vida gracias a su hija Katie, a la que tuvo que criar cuando su madre falleció mientras él estaba en la cárcel y a su mujer Annabeth, que le ha dado dos hijas más.
Ahora Jimmy lleva una tienda de comestibles y ha renunciado a la violencia y dejado atrás su antigua vida (tema recurrente en Eastwood) mientras ve a su familia crecer.
Su hija Katie es su mayor tesoro, pues por ella enderezó su vida al salir de la cárcel, viudo y obligado a convivir con una hija que era lo único que le quedaba y con la que mantiene una relación de complicidad que se pone de manifiesto cuando ella le visita en la tienda antes de salir una noche y en los reproches que Annabeth le hace ver sobre su favoritismo respecto a sus otras dos hijas pequeñas.
Acá Eastwood construye magníficamente el mecanismo dramático de la tragedia:
Durante toda la primera hora de la película, uno puede sentir el peso sombrío de que algo terrible va a suceder, se anticipa a los hechos que ocurren con la determinación de lo inevitable.
Cuando Katie aparece asesinada a la mañana siguiente, el dolor y la furia que invaden al desesperado personaje de Jimmy es tal que uno puede sentir en toda su intensidad el peso de la tragedia que acaba de desencadenarse y que alcanzará a todos y cada uno de los personajes de Mystic River.
Kevin Bacon (Sean) interpreta al personaje del trío menos trascendente y menos desarrollado en el ámbito dramático como policía encargado del caso.
Sean ahora convertido en detective de homicidios abandonado por su esposa (curiosamente, es otro tema recurrente en Eastwood) al que el destino convierte, junto a su compañero Whitey (Fishburne, un necesario contrapunto a los tres protagonistas de la historia, el único que observa "desde fuera", como el espectador, la complejidad de la situación), en el encargado de llevar a cabo la investigación del asesinato de la hija de su antiguo amigo.
Bacon ofrece de principio a fin un recital de ambigüedad, sobriedad, sutileza, es impresionante como sabe traducir con leves miradas las situaciones que vive al intervenir en el desarrollo del caso, tormento interior y, sobre todo, saber hablar con la mirada que bajo mi punto de vista es la piedra angular de la interpretación cinematográfica.
Los tres hombres intentan renacer de una vida que se vio truncada por el azar, ese azar que envuelve a todas las secuencias.
Eastwood nos habla de la importancia de cada hecho, de lo relevante que puede ser cada decisión; de lo fundamental que es la infancia para el resto de la vida; y sobre todo de la maldad intrínseca en el ser humano insatisfecho por su realidad.
Nadie es inocente, todos tienen algo que esconder, algo que ha de aliviarse con el sufrir ajeno, con la autoredención.
Por otro lado, los personajes femeninos están menos pulidos que los masculinos por el guionista Helgeland.
Es destacable la aportación interpretativa de Marcia Gay Harden en el papel de esposa confundida de Robbins.
Celeste (Gay Harden) es la prima de Annabeth, la mujer de Jimmy, y está casada con Dave.
Sabe que su marido le miente, que algo terrible sucedió aquella noche pero, como le sucede al propio Dave, es incapaz de afrontar sus propios temores y vive en un constante desconsuelo, destrozada por la culpabilidad y atrapada por la desconfianza que siente hacia Dave.
Gay Harden está imponente, el reflejo de la angustia y el miedo en su rostro, casi siempre presentes, alcanza un nivel de calidad altísimo, las dos “falsas secundarias” (junto con Linney), se destapan como dos actrices de capacidad portentosa para encarnar unos personajes difíciles, en los que es mucho más fácil evaporarse que descollar.
Annabeth (una estupenda Laura Linney), por su parte, mantiene una lealtad absoluta hacia Jimmy y se mueve siempre en un segundo plano hasta el final de Mystic River, siendo su contribución a la obra tan demoledora como imprescindible.
Pese al juego escaso que tienen los papeles femeninos, Mystic River muestra un exquisito respeto por la mujer.
Lo hace a través del tratamiento directo y, también, a través de las relaciones hombre-mujer, que glosa en la doble vertiente de la pareja y de la doble figura del padre o madre e hija.
Jimmy siente una apasionada admiración por su hija Katie (Rossum) de 19 años y devoción por sus otras dos hijas.
Conserva un maravillado recuerdo de Dorita, su primera esposa.
Sean desea y suplica el regreso de Lauren y como cité, Eastwood recurre una vez más a la voz silente para dar profundidad y oscuridad a la historia que la envuelve.
Nadie puede negar que Mystic River es un terrible acercamiento a las raíces más podridas del sistema judicial y social americano.
Esas grietas que se introducen en una sociedad del bienestar y que, a poco que se rasque, se traducen en inmundas cloacas.
En buena medida esa es la génesis de la historia de esa amistad de infancia de Jimmy, Sean y Dave, sufriendo el último de ellos un tremendo trauma al ser violado por unos proxenetas, del que como se dice a lo largo de Mystic River, realmente morirá como persona.
Pero no solo ello, sino que sus amigos se verán imbuidos de esas mencionadas raíces del drama, que al cabo de los años se reproducirá en situaciones interrelacionadas.
En definitiva Mystic River muestra las rendijas de una sociedad aparentemente cómoda, pero llena de resquicios crueles encaminados a la tragedia.
Más allá de ser una película con una vertiente policíaca, en donde el padre de la víctima, el presunto asesino y el policía que lleva a cabo la investigación son ahora adultos, que cuando niños jugaban juntos en el barrio, nos sugiere que la vida es una lotería, y que el destino de cualquiera de estos niños hubiese sido diferente de haber sido ellos los que hubiesen subido al coche.
Contrasta la dicotomía entre la familia de Dave y la de Jimmy.
Dave tuvo que dejar atrás a ese niño que fue acosado.
Tuvo que matarlo, para él ya no existe, solo así logró salir adelante.
Por otro lado Jimmy, que de niño ya era conflictivo, pasó por la cárcel, se curtió, endureció su corazón y se mueve en esta jungla de asfalto con valores primitivos, como comandando a un clan mafioso de irlandeses.
La familia es lo primero, caiga quien caiga.
Y su mujer lo arropa y defienda a capa y espada en esta postura.
Por el contrario, Dave es un ser retraído y extraño que infunde la duda razonable en su mujer, que duda de él.
La fe en Cristo (escena de la comunión), la duda (razonable o simple psicosis en una sociedad marcada por la violencia donde todos parecen tener algo que esconder y razones para desconfiar de todo y de todos), la justicia, la venganza (como solución), la ira (como modo de comportamiento), son todos estos conceptos los que maneja con mano firme Clint Eastwood a lo largo de las dos horas que dura Mystic River.
La dureza no está reñida con esos momentos de flaqueza, llorar como expiación del dolor, en los que vemos a un Jimmy compungido, asimilando a su manera la violenta muerte de su hija.
El tratamiento psicológico de los personajes, así como la cuidada técnica que ha seguido su director, para ofrecernos planos aéreos y movimientos de cámara que impactan visualmente al igual que impactan las interpretaciones del elenco de actores.
El dispositivo secuencial de Mystic River camina parejo a la introspección que Eastwood hace de sus personajes.
Según avanza comprendemos más y más las motivaciones y el alma de cada uno de ellos.
Y nos parece lógico que, llevado por su desesperación, Jimmy reasuma su ira incontrolable y su antiguo pasado en su búsqueda de la venganza (otro tema recurrente) mientras que Sean se sitúe entre sus dos antiguos amigos y se niegue a admitir las evidencias que apuntan a Dave y éste se hunda más y más en sí mismo, perdido entre sus recuerdos de la tragedia que marcó su vida y la incapacidad de asumir los hechos recientes.
Aunque todas las miradas apuntan a la locura de Dave el director nos abofetea con un giro de guión en donde el novio secreto de Katie resulta desenmascarar a su hermano mudo, junto con su inseparable amigo psicópata, como autores del crimen.
Otros niños en otros tiempos, donde antes los adultos eran los monstruos, ahora la juventud se presenta como los verdaderos vampiros.
¿Motivo?
¿Venganza?
¿El hermano mudo sabe que van a irse los dos a Las Vegas y en un ataque de celos hacia la chica la mata deliberadamente al no aceptar el poderse quedar solo con la madre?
Eso fue un puñetazo dramático que nos golpeó nuevamente desde otro lado.
Por cierto…
¿Alguien se ha fijado que el símbolo del anillo que lleva el copiloto del pedófilo y el tatuaje en la espalda de Jimmy?
¡Son iguales!
Tal vez es la doble cara de la hipocresía, como anoté, el presunto sacerdote pederasta y el ex convicto justiciero.
Desde lo discursivo, Mystic River está lleno de cargas del pasado, de trastornos y de llamados de la conciencia a ponerse al día sobre los pesares que nos agobian por uno u otro motivo.
Mystic River es un film intenso, lleno de desahogos y dramatismo desde lo emocional y a partir de los sentimientos más nobles surgen los actos más irracionales del hombre como la venganza, el ojo por ojo y la vendetta.
Historia llena de traiciones, matones, de valores subvertidos, de confianza desgastada y con alguno que otro giro de fidelidad por una causa poco justa.
Se logra evidenciar las diferentes alternativas que Mystic River aporta desde el amor a un hijo, a una esposa, la amistad incondicional por un compañero y todo el odio por situaciones que hacen perder la cordura.
Sin dejar de lado temas álgidos como la pederastia y sus variantes.
Eastwood juega constantemente con esos dos recursos narrativos: grandes planos generales en tomas aéreas sobre el barrio, el enorme río que cruza la ciudad de Boston (“El río que lava y entierra nuestros pecados”) o los espacios cerrados de tal forma que podamos obtener una continua visión del conjunto mientras el director toma distancia con los hechos y, a la vez, acercamientos suaves y elegantes a los rostros de los actores cuando quiere que sintamos lo que ellos sienten, cuando quiere que comprendamos sus motivaciones y nos acerquemos más y más a su interior.
Por supuesto, Clint filma con su aliento clásico habitual, se toma su tiempo para desarrollar pacientemente la historia de ese pequeño microcosmos que tiene entre las manos y demuestra una maestría en el encuadre y el montaje (mérito de Joel Cox, su colaborador habitual) que permite que, lo que en realidad menos interesa a Eastwood, que es la resolución de la trama criminal, camine parejo a los gritos de angustia de esos personajes atrapados en un destino, en una fatalidad que, como les sucedía a los protagonistas de las tragedias griegas, apenas pueden controlar.
Mystic River se sirve de recursos visuales para explicar elementos del argumento.
Los encuadres cortados del rostro inmóvil de Lauren en la cabina explican la distancia afectiva que la separa de su ex pareja.
Los rápidos flashbacks que llevan hechos del pasado a la mente de un personaje, hablan de la precariedad de su equilibrio mental y de los fantasmas que le atormentan.
La luz tenue de algunos escenarios anticipa tristes presagios y la oscuridad de otros crea sentimientos de opresión y dolor en el ánimo del espectador.
El uso de montajes paralelos potencia la fuerza emocional de las secuencias que se intercalan.
Mystic River posee la capacidad de captar unos ambientes que hablan por sí solos con el empleo clásico de la cámara, de la iluminación y de la fotografía y que empapan de intensidad todo lo que en ellos suceda.
Eastwood se despoja de todo avance técnico llamativo para componer, con vocación hermosamente realista, la radiografía de una tragedia tan atroz en su normalidad y su compatibilidad con nuestro mundo, que nos destroza.
Porque nos habla de cómo un solo momento de una vida puede arruinarla para siempre.
Nos plantea, sin adornos ni esperanzas, ni más ni menos que la incapacidad del ser humano para superar determinados reveses.
Nos advierte de la existencia de un punto de inflexión que nos exige renunciar a nuestra esencia, a ser nosotros mismos, de nuestra vulnerabilidad a ser unos miserables irreversiblemente.
“Maybe some day you forget what it's like to be human and maybe then, it's ok”
La escena de Jimmy gritando desgarradoramente al cielo cuando sabe que su hija está muerta es de una maestría imborrable en el recuerdo del espectador, porque su grito no es más que un reproche impotente a Dios, ante el cual sabe muy bien que no puede ocultar sus faltas.
Hay 3 eventos de gran simbolismo en Mystic River y giran en torno a Dave:
1.-Dave en su niñez obligado a subir al auto de sus raptores, asiento trasero.
2.-Dave adulto llevado en el asiento trasero de auto policial a cuestionamiento.
3.-Dave adulto llevado en el asiento trasero de auto de los Savage, a su muerte...
En Mystic River hay muchos delitos, muchos crímenes y todos tienen una razón, pedofilia, lealtad, honor... pero todos quedan relegados a un segundo plano, solo se resalta uno y este es el único que no tiene una razón legítima, el único que se hace como resultado de una equivocación.
Tim Robbins acaba siendo el chivo expiatorio de todo lo que se cuenta, Clint Eastwood no lo justifica pero expone los resultados de todo de un modo bastante hábil con su continuo acercamiento a la tragedia de Sean Penn y su distanciamiento a la tragedia de Tim Robbins.
El personaje de Tim Robbins no nos crea ningún tipo de vínculo afectivo, se trata de un ser oscuro, desagradable y víctima de su propia enfermedad, es un vampiro que no puede morir por sí mismo.
Sean Penn es un ser que desde el primer momento nos crea un nexo de afectividad que paga las culpas de otros por cuestiones de lealtad, no se trata de un individuo limpio, pero es lícito.
La escena y aparece la viuda de Tim Robbins en un “desfile” dirigiéndose a Kevin Bacon, que acaba de rehacer su matrimonio, este la mira, se encoge de hombros y la ignora.
En ese momento Sean Penn sale de un portal “libremente” cruza su mirada con la de Kevin Bacon y este le apunta con un dedo de un modo “cómplice”...
¿El secreto entre ambos?
La viuda de Tim Robbins ve toda la insinuación y llama a su hijo, que está montado en una de las carrozas de dicho desfile.
Este la oye pero mira hacia otro lado, dando por sentado que su madre ha sido la artífice directa de todo lo que ha pasado, y pone sus ojos en otro lugar...
Al final todo queda enterrado, solo existe un castigo:
“La debilidad en los hombres les conduce al fracaso, el triunfo de las personas se basa en su capacidad de acción”
Aquí la política está servida, los culpables terminan siendo los amos de la calle y recibiendo el apoyo de aquellos que tienen a su alrededor porque, hagan lo que hagan, habrán cumplido con su deber mientras que los ciudadanos débiles se terminarán por convertirse en raíces que hay que arrancar de la tierra.
Sean Penn "el jefe de la ciudad" y Kevin Bacon acaban en cierta manera triunfantes y cómplices, como se nota que ellos no subieron al coche.
La realidad termina por decirnos que el camino más firme para llegar arriba se basa en la ley del más fuerte, por mucho que nos pese.
Para Clint Eastwood EEUU es la más Fuerte... de modo que legitimiza los errores que EEUU pueda cometer si los hace en nombre de una mejor libertad!!!
No justifica a su país... tampoco lo condena... por enrevesado que parezca el mensaje...
Me pareció magnífico el plano final del río, asociado a una conmovedora melodía, que todo lo olvida, que todo lo perdona; que no sojuzga, ni cuestiona, que, en definitiva, no alecciona ni indica el camino de lo políticamente correcto.
“We bury our sins here, Dave.
We wash them clean”
¿Cabe algo más duro que los abusos sexuales a un menor, o que la pérdida de una hija en la flor de la vida como fruto de una muerte violenta?
La violencia, en sus personajes, es la única manera de resolver sus problemas, que son enterrados bajo las aparentemente tranquilas aguas de un río, donde los personajes redimen sus actos; un río, que es también la conciencia tranquila de un mundo donde un valor como la seguridad familiar justifica cualquier clase de acción, incluso una ciega y violenta venganza que bien pudiera ser errónea.
El pesimismo que invade Mystic River es tal que resulta inevitable no hacer una lectura como certera imagen de una sociedad que, como hacen los personajes, esconde y entierra sus pecados donde nadie pueda verlos, con las terribles consecuencias que ello conlleva.
Una sociedad carcomida por la violencia que sin duda ha ayudado a construirla, una violencia que no agota sus efectos en los hechos puntuales que suceden en su momento sino que extiende sus ramificaciones a lo largo del espacio y el tiempo, atrapando por igual en su espesa e inevitable telaraña tanto a los que ejercen esa violencia como a los que son víctimas de ella.
Esa metáfora cobra toda su fuerza en la secuencia final de la película, ambientada con certera precisión en las celebraciones del cuatro de julio, que conmemora los orígenes de EEUU y que reúne a todos los protagonistas en una contundente y escalofriante consecuencia que va desde el silencio cómplice que oculta que siempre quedan cosas pendientes de resolver y sacar a la luz, al aislamiento y soledad de uno de los personajes contrapuesto a la reafirmación del apoyo familiar como manera de encubrir los hechos y evitar que el cáncer salga a la luz y, sobre todo, el rostro de un niño tan perdido en medio de esas celebraciones y con un futuro tan incierto como el que se abría ante esos tres personajes veinte años atrás.
Como quien dice, el circulo no se cierra, hay que mantenerlo viciado.
Así, el significativo río que da título a esta obra maestra del cine contemporáneo, es una terrible metáfora de una sociedad de valores decadentes, encerrada en sí misma, que no entiende otra vía de acción que no sea la destrucción y posterior soterramiento bajo excusas de dudosa moralidad de los actos del hombre.
Al final, todo empieza como acaba.
El pescado se muerde la cola, otro niño tendrá que vivir una infancia desolada, el ciclo se repite por una acción terrible que, aunque justificada por una perversa ama de casa, su crueldad y ceguera es comparable a la de la pedofilia expuesta al principio de Mystic River.
La misma crueldad que dejó sin padre a otro pobre diablo.
Es interesante, asimismo, ver cómo los personajes cambian sus papeles aparentes de víctimas y verdugos, exponiendo al fin su verdadero rostro en un final terrible y estremecedor.
Mystic River se incrusta en nuestro cerebro más como una vivencia que como una expresión cinematográfica.
Tan sólo roba al Séptimo Arte la licencia de ser, en su tremendo desgarro, enormemente bella.
Dentro de su infinita negrura, Eastwood ha construido una película luminosa, consiguiendo extraer grandeza de una historia que se sustenta en los entresijos de dos actos de extrema violencia:
La violación de un niño y el asesinato de una adolescente, que el realizador trata con sutileza e infinito respeto, sin hurgar ni por un segundo en la sordidez de los mismos y fijando su atención en las consecuencias que deparan, como los círculos concéntricos que se extienden de una piedra arrojada al agua y que no dejan de crecer aun cuando ya no podemos percibirlos.

“Thanks for finding my daughters killers, Sean.
If only you'd been a little faster”


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