Philadelphia

“No one would take on his case... until one man was willing to take on the system”

Hace treinta años nadie sabía lo que era el SIDA.
Ni siquiera la enfermedad tenía ese nombre.
En los ochenta todo cambió… una nueva enfermedad salió a la luz.
Los homosexuales, seguros de tener menos problemas que los heterosexuales en el sexo seguro, fueron los primeros seres humanos a los que se les diagnóstico masivamente la enfermedad.
Se descubrió al poco tiempo que dicha enfermedad era en realidad un virus que se transmitía por la sangre, y que atacaba tanto a heterosexuales como a homosexuales.
De hecho su incidencia en comunidades de drogadictos que compartían jeringuillas era muy alta.
Sin embargo, debido a condicionantes sociales y la propaganda de la época, a la enfermedad se le conoció durante mucho tiempo como “La Peste Rosa”
Muchos de esos prejuicios aún se mantienen hoy día.
En los noventa el SIDA estaba todavía en sus primeros años de estudio.
Su mortalidad era altísima.
Y ser una persona con la enfermedad te tachaba automáticamente de la sociedad, como homosexual o como adultero libertino, o en peor de los casos como drogadicto, haciendo que el infectado prácticamente muriese en vida.
Para subrayar esta discriminación al comienzo de dicha década a los homosexuales se les toleraba mucho menos que ahora.
Y si se descubría que, además de estar enfermo, eras homosexual, las consecuencias eran nefastas.
Por otro lado, se llama sexismo o generismo a la discriminación de personas de un sexo en contraposición al otro.
El sexismo puede ser generalizado como un subtipo de esencialismo y puede ser particionado como formado por sexismo contra el sexo femenino, contra el sexo masculino, contra los intersexuales (hermafroditas y pseudohermafroditas) y contra los transexuales (masculinos y femeninos)
Cada tipo de sexismo tiene su propia historia y forma de intolerancia.
Las creencias sexistas, como una especie de esencialismo, sostienen que los individuos pueden ser entendidos o juzgados basándose simplemente en las características del grupo al que pertenecen:
En este caso, a su grupo sexual, masculino o femenino.
Esto asume que todos los individuos «encajan» en la categoría de «masculinos» o «femeninos» y no tiene en cuenta a las personas intersexuales que nacen con características sexuales de ambos grupos.
Ciertas formas de discriminación sexual son ilegales en muchos países, pero casi todos tienen leyes que otorgan derechos, privilegios o responsabilidades especiales a uno u otro sexo.
El concepto discriminación confiere a un tipo de agresión pasiva la cual se da a ciertas personas que carecen o poseen alguna característica en especial.
“Now, explain it to me like I'm a four-year-old”
En 1990, el máximo organismo internacional de la salud, La Organización Mundial de la Salud (OMS), también eliminó a la homosexualidad de su clasificación internacional de enfermedades.
En 1997, promulgó:
“La sexualidad humana es dinámica y cambiante, se construye continuamente por la mutua interacción del individuo y las estructuras sociales, está presente en todas las épocas de la vida como fuerza integradora de la identidad y contribuye a fortalecer y/o producir vínculos interpersonales”
Ser homosexual, lesbiana, transexual o transgenérico no constituye delito alguno.
Los homosexuales, las lesbianas, los bisexuales, los transexuales y los transgenérico tradicionalmente han sido discriminados, estigmatizados y marginados, a pesar de que legalmente gozan de los mismos derechos que tiene cualquier persona.
La Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) reunida en junio de 2005, reconoció:
"La existencia de grupos de personas que son víctimas de manifestaciones de racismo, discriminación e intolerancia tanto de vieja data como contemporáneas"
Para ocuparse de las manifestaciones específicas de discriminación y violencia que se dan en el continente americano, la Asamblea General creó un nuevo Grupo de Trabajo encargado de preparar un borrador de Convención Interamericana contra el Racismo y Todas las Formas de Discriminación e Intolerancia.
Tribunales nacionales y regionales, organismos encargados de vigilar el cumplimiento de los tratados de derechos humanos y expertos, ya han reconocido que las personas se ven expuestas de manera regular a la violencia o la discriminación por causa de su orientación sexual, identidad de género y expresión de género, reales o percibidas.
Como resultado de ello, el texto de la Convención debería ocuparse de manera específica de los siguientes tres puntos:
En el continente americano, así como en todas las otras regiones del mundo, diversas formas inaceptables de discriminación y exclusión directa e indirecta son producto de construcciones sociales complejas que exigen respuestas políticas y legales que apunten directamente a ellas.
En todo el continente americano hay personas que sufren a causa de patrones similares de discriminación, exclusión y violencia pero las formas en que viven esas violaciones y las consecuencias que estas les acarrean son diferentes.
Las minorías raciales, nacionales, étnicas, religiosas, lingüísticas y otras, algunas de las cuales ya están luchando contra niveles intolerables de exclusión social, con frecuencia son sometidas a formas todavía más pronunciadas de discriminación o violencia a causa de su expresión de género u orientación sexual.
No resulta sorprendente, entonces, que la Corte Europea de Derechos Humanos también haya reconocido muchos años atrás el aspecto afirmativo de este derecho, señalando que:
"La identidad de género es una de las áreas más íntimas de la vida privada de una persona", y que un aspecto fundamental del derecho al respeto a la vida privada incluye "el derecho a la identidad de género y al desarrollo personal"
Tanto la naturaleza genérica de la violencia como el derecho afirmativo de cada persona a su identidad de género y a su desarrollo personal, deben ser reconocidos en forma explícita en el texto de la Convención.
Por último, la epidemia del VIH/SIDA está socavando el marco mundial de derechos humanos, incluyendo algunos importantes avances en la materia que ahora se ven amenazados por la difusión de esta enfermedad.
La epidemia del SIDA no conoce barreras sociales, geográficas ni sexuales.
Las sociedades que imputan prejuicios preconcebidos acerca de la condición o la vulnerabilidad frente al VIH a diversas poblaciones minoritarias ponen en riesgo su propia seguridad como comunidad y la posibilidad de que sus instituciones médicas respondan de manera racional y efectiva a la epidemia.
Así, mientras que muchas personas se enfrentan a múltiples formas de discriminación o violencia basadas tanto en su condición real o percibida frente al VIH y su raza, origen nacional o étnico, o en su condición frente al VIH y su negativa a adaptarse a las expectativas socialmente construidas acerca del género o las orientaciones, la tendencia a confundir o mezclar estas formas diferentes pero relacionadas de discriminación y abuso, frustra el esfuerzo general por elaborar estrategias, políticas y programas en respuesta a la epidemia.
Y, al mismo tiempo, socava los derechos específicos de todas las personas que viven con VIH/SIDA, cualquiera sea su orientación sexual.
Si bien la discriminación basada en la orientación sexual, la identidad o la expresión de género, con frecuencia agrava la discriminación que sufren las personas debido a su condición frente al VIH, estas formas de discriminación y exclusión, vinculadas entre sí pero no idénticas, no deberían aparecer mezcladas en el borrador de la Convención.
Como la discriminación y la violencia contra las lesbianas, gays, personas bisexuales, trans e intersex constituyen violaciones a los derechos humanos que se deben identificar y concebir como tales, ocurran donde ocurran, las organizaciones firmantes apoyan la inclusión específica de protecciones legales adecuadas contra esas formas de discriminación y violencia en el texto borrador de la nueva Convención Interamericana contra el Racismo y Todas las Formas de Discriminación e Intolerancia.
“Are you a homo?
Are you a queer?
Are you a faggot?
Are you a fruit?
Are you “gay”, sir?”
Philadelphia es una ENORME película estadounidense de 1993 dirigida por Jonathan Demme, y protagonizada ENORMEMENTE por Tom Hanks, Denzel Washington, Antonio Banderas, Joanne Woodward, Jason Robards, Mary Steenburgen, Ron Vawter, Robert Ridgely, Charles Napier, Roberta Maxwell, Lisa Summerour, Roger Corman, Bradley Whitford, entre otros.
Philadelphia responde a la razón fundamental del cine comercial de los últimos tiempos:
Darle al público aquello que quiere ver.
A medida que van surgiendo los problemas en la sociedad, el cine se interesa por ellos y realiza películas centradas en ese tema.
A principios de los años 90 la alarma social ante el virus del SIDA era tan importante que surgieron muchas películas que trataban este tema.
Philadelphia es la más popular de todas ellas y la más accesible, y probablemente la de mayor calidad cinematográfica, aunque su planteamiento es bastante engañoso:
Philadelphia no es tanto una película sobre el SIDA como del rechazo al colectivo homosexual.
No obstante, desmitifica algunos aspectos del SIDA y da algunas respuestas que se pueden considerar pedagógicas.
Philadelphia ganó 2 Oscars para Mejor actor (Tom Hanks) y canción original; y estuvo nominada al Oscar como mejor guión original, mejor maquillaje y mejor canción (Neil Young)
Philadelphia comenzó a gestarse a comienzos de los años 90, la época en la que de verdad se empezó a hablar del SIDA en la calle (cuando estalló la alarma social), y, como el cine es la industria que cuenta las historias que el público quiere escuchar, era el momento de que aparecieran este tipo de películas.
Ha habido otras antes, y después, pero la que de verdad caló fue Philadelphia, por una parte por su plantel de nombres, y por otra, por lo que antes se ha señalado:
No es una película sobre el SIDA sino sobre el rechazo y la discriminación social.
La introducción del film, con la magnífica canción de Bruce Springsteen te mete de lleno en una de las mejores películas que haya visto y con interpretaciones rozando la perfección.
El protagonista de la historia, supuestamente basada en un hecho real, es
Andrew Beckett (Tom Hanks), un brillante abogado gay de Philadelphia, enfermo de SIDA, que es despedido inesperadamente de la prestigiosa empresa en que trabaja.
Sus jefes justifican el despido por la creciente incompetencia de Beckett; él, por su parte, cree que responde única y exclusivamente al temor que les inspira su enfermedad, bajo lo que subyace una clara discriminación contra los homosexuales.
Dispuesto a defender su reputación profesional, y tras buscar sin éxito durante meses a alguien que le represente, Beckett tropieza con Joe Millar (Denzel Washington), un honesto y tenaz abogado de color, especialista en casos de discriminación racial e injurias personales.
Antes de identificarse con las razones de Beckett, Miller tendrá que vencer sus propios miedos y prejuicios.
En este proceso, será decisiva la amistad que surge entre ambos, así como el apoyo incondicional que recibe Beckett de su familia, de la comunidad gay de
Philadelphia y de Miguel, su compañero sentimental.
Philadelphia es una película con un discurso fuerte que constituye una intencionada apuesta a revalidar los derechos de los homosexuales frente a una sociedad que reniega de ellos por distintos motivos.
Tenemos como base también una enfermedad colateral como es el SIDA, la cual junto con la homosexualidad, constituyen el marco de sustento del discurso de Jonathan Demme.
Philadelphia está encarado desde la perspectiva de tomar como víctima a un joven y prominente abogado con apetencias sexuales hacia el mismo sexo, desde allí se encara una trama que tratará por todos los medios de brindarle un respaldo a modo de defensa hacia los derechos que los homosexuales poseen como personas, que fustiga la discriminación hacia ellos a través de un abordaje absolutamente moralista.
Philadelphia logra ser efectiva en la transmisión de un mensaje a favor de aceptar e integrar al otro que tiene dificultades o que posee determinadas características, y para demostrar cuánta hipocresía puede llegar a haber en este tema.
Philadelphia se convirtió en una obra que denuncia, la discriminación en el ámbito laboral de los infectados de VIH y en una de las primeras en la que los homosexuales no son presentados desde su costado humorístico.
Philadelphia está protagonizada por un ENORME Tom Hanks, hasta entonces un eficaz actor de comedia que, gracias a Philadelphia, no sólo ganó el primero de sus dos Oscar, sino que inició una ascendente carrera como intérprete dramático.
Este, represento el primer Oscar para un personaje homosexual, y quizá mucho tenga que ver que no hubieron besos entre Hanks y Banderas, lo que demuestra la elegancia del realizador.
El discurso de agradecimiento de Hanks al recibir la estatuilla, en la que mencionó a un profesor gay de su colegio secundario, inspiró la trama de In & Out (1997), protagonizada por Kevin Kline.
La evolución de Hanks, que llega a la cumbre en aquella lograda secuencia en que Andrew Beckett relata con indescriptible pasión su amor por la ópera mientras suena “La Mamma Morta” de Maria Callas, representa la única actitud posible que debía adoptar la sociedad en su conjunto con respecto a esta problemática, a nivel tanto profesional como humano.
El personaje de Washington revela el estilo de vida "normal" donde encarna a un abogado heterosexual con una familia tipo, feliz y lleno de prejuicios sobre el tema.
Allí es donde está la habilidad de Demme, el cruzar el umbral, el darse cuenta que se está equivocado en una postura discriminatoria y que pondrá sus mejores estrategias para hacer justicia en el caso dejando de lado sus prejuicios.
La situación avanza hasta llegar a convertirse en amistad, y ambos mundos conviven sin ningún tipo de problemas, se llevan bien, se aceptan como son y es allí donde el mensaje moralista deja sus huellas:
La transformación del personaje de Washington.
Creo que es el punto crucial, el efecto deseado que se quiere lograr en el público.
El dúo interpretativo es genial, dos personajes que parten de un punto en común pero que cambian sus rumbos, de hecho mantienen la película en algunos tramos, si bien es verdad que por sí sola la historia expresa la histeria o los falsos rumores, estos actores los exaltan para concientizar a tantos millones de espectadores que tienen las mismas creencias sobre el SIDA y sobre la homosexualidad y sus prejuicios.
Curioso que el defensor sea un actor de color, y que el afectado sea un hombre blanco.
Denzel Washington logra acaparar gran parte de la atención del público con la metamorfosis de su personaje, como en viaje iniciático, que es llevado de su mano espléndidamente, los diálogos que se desarrollan dentro del juzgado son deslumbrantes e inteligentes, las tenciones más apreciables se denotan en este lugar, como cuando el abogado Joe Miller recalca el tema del que están hablando, dando a entender que los tabúes se quedan en la entrada del juzgado y la verdad será revelada sin tener que verla con desprecio o indignación.
Y es que lo que une definitivamente al abogado y su cliente, es el aria que canta María Callas.
Una pieza admirable de una ópera muy poco conocida, fuera de los circuitos habituales, Andrea Chénier, de Giordano, la única obra que dio la vuelta al mundo de este autor, estrenada en 1896.
La importancia de esta secuencia es que el abogado, hombre común con perjuicios hacia los homosexuales, a la primera se encuentra incómodo, fiel a la leyenda de que la ópera sólo interesa a esa clase de gente o a los burgueses... hasta que le llega al alma esa letra en torno a la muerte de un ser querido... no entiende el italiano, pero percibe el sentimiento que transmite, y mientras su cliente encuentra solitario sosiego en esa tristeza bellísima del bel canto, él corre a los brazos de su esposa, que duerme como toda la ciudad en esa noche que se quiere eterna:
Una noche en que el amor se apresa para siempre; un amor que no entiende de subterfugios, prejuicios ni ideología.
Tras ellos; dos modelos de conducta detestable en las cimas del poder:
El cínico patrón, un habitualmente ENORME Jason Robards y su abogada capaz de la mayor crueldad para lograr sus objetivos: Mary Steenburgen, inolvidable creación de un ser temible con voz angelical.
El caso de la actuación de Antonio Banderas que se desarrolla de forma aceptable, adecuada y estimable, pues no cae en el concepto homosexual que se difunde comúnmente, sino que interpreta una gama de sentimientos ocultos que en algún momento terminarán por explotar y hacerse presentes.
“That's their story.
Wanna hear mine?”
Philadelphia es una crítica moral acerca de la intolerancia contra los homosexuales.
Incluso el mismo abogado defensor del perjudicado tiene al principio dudas sobre su cliente debido a su moderada intransigencia hacia los gays.
Philadelphia mantiene en vilo al espectador hasta el final, con un guión excelente, fenomenales diálogos, una acertada banda sonora a cargo de Howard Shore, y una narración con flashbacks muy efectiva.
Junto a los actores protagonistas también son destacables las interpretaciones de los todos jefes de Hanks (ENORMES), que consiguen que el espectador se crea la homofobia de sus personajes en una película que posee un acusado carácter moralizador.
La lección:
Derecho a la No discriminación
Los temas:
No discriminación por razón de orientación sexual; intolerancia sexual, ciudadanía sexual, homosexualidad, homofobia, derechos fundamentales, derechos constitucionales, igualdad entre particulares, derecho a la intimidad personal y familiar.
Sufrimiento, sentido de la vida y ante la propia muerte; una resurrección milagrosa.
De dignidad humana, ese es el tema principal del que trata Philadelphia, homosexualidad y enfermos del SIDA, ese es el otro tema.
El respeto al ser humano independientemente de su religión, tendencia sexual o discapacidad que pueda tener aunque de una enfermedad se pueda tratar.
Philadelphia es un film emotivo, eficaz y útil, atemporal y universal pese a su situación en un lugar, una época y un momento social muy determinados, con una combinación irrepetible de talento en los momentos más dulces de sus carreras, especialmente Demme y Hanks, pero también Washington y Springsteen, cabeza de una banda sonora envidiable que incluye, asimismo, un tema original homónimo de Neil Young, además de sensaciones del momento como Indigo Girls, iconos lésbicos, Neville Brothers o Sade, aparte de una selección de ópera, a través de la escucha diegética del protagonista.
Si lo asociamos al tema de la exclusión homofóbica y al resultado del proceso judicial impulsado por una persona marginada, la decisión del jurado también tiene un sentido fundacional.
Establece un punto de partida respecto a la valoración de uno de los derechos inalienables de las personas, como es no ser discriminado por motivo de raza, credo, sexo o condición social.
“Forget everything you've seen on television and in the movies”
Philadelphia es una historia que llama a la puerta de la conciencia de uno.
¿Qué haríamos en el lugar de cada uno de los personajes?
¿Cómo afrontaríamos cada uno de nosotros esa cuestión?
¿Cómo actuaríamos si nos viéramos en un caso semejante?
¿Seríamos tan despiadados como los abogados de Philadelphia?
¿Actuaríamos de forma razonable y justa?
Philadelphia nos habla de una persona como cualquier otra, que se establece bajo la tutela de los derechos humanos, que tiene los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro ciudadano, la diferencia es que ha decidido tomar otro camino conforme a su sexualidad, que ha cometido ciertos errores que le adjudicaron un gran problema; por tal razón esta persona ha decidido ocultar su verdadera esencia ya sea esto lo que le cause problemas.
La discriminación se da por distintas razones, pero en Philadelphia se resalta una en especial, “la ignorancia”, la carencia de información adecuada que va propiciando prejuicios que dominan a las personas de cualquier sociedad, esto es lo que vemos en pantalla:
Un grupo de personas que quieren alejar a un enfermo de VIH, interpretado de manera intrépida por Tom Hanks, el cual logra remover diversos sentimientos en el espectador de forma mesurada, paulatina y deslumbrante, sin necesidad de caer en el melodrama o el llanto fácil, actuando majestuosamente, haciendo presente las sensaciones de su personaje, compartiéndolas con el público, el cual sentirá ansiedad, tristeza, felicidad, entre muchos otros sentimientos que recomiendo apreciar, todos y cada uno en el momento preciso, sin duda alguna la actuación de Hanks es meritoria al Oscar.
Philadelphia demuestra lo ignorante, prejuiciosa y discriminante que puede llegar a ser la sociedad, sobre todo por aquellas personas que tienen poder y que disfrutan tenerlo, por aquella repulsión que damos hacia los demás que consideramos diferentes a nosotros, sumergiéndonos en nuestra falta de cultura; si bien Philadelphia ofrece un mensaje contundente al espectador de forma paulatina y natural, como nuestra vida, como nuestro entorno.
Philadelphia en cuanto película de actores y de reivindicación a favor de los enfermos de SIDA es una película interesante y desde el punto de vista de la escatología tiene una escena de gran valor significativo
A veces la lectura moral no agota la temática teológica.
En Philadelphia hay aspectos morales que pueden despistar del profundo contenido teológico.
La relación homosexual de Andrew Beckett con Miguel Álvarez plantea cuestiones sobre los límites del amor homosexual como plenitud del amor, ya que estamos lejos de otras propuestas donde únicamente hay pulsión y manipulación afectiva.
Por otra parte, el personaje de Andrew en cuanto sufriente y marginado está rodeado de una significativa dignidad que remite a la imagen de Dios en él.
Además tenemos desde el punto de vista teológico una profunda reflexión sobre el amor cristiano.
En la escena magistral y memorable de la oración de Andrew ante su abogado, Joe Millar, existe un ejemplo paradigmático de la relación con Dios como fundamento de la vida.
Declaradamente se trata de una oración, casi un estado de enamoramiento místico, cambio de color al rojo.
Toma como base el texto romántico de Humberto Giordano en la ópera Andrea Chénier y se centra en el aria “La Mamma Morta”
La canción, explicada por el mismo Andrew mientras suena en primer plano sonoro, narra la caída en desgracia de una joven aristócrata durante la Revolución Francesa, cuando el pueblo destruye su casa y mata a su madre.
Ante la pérdida de todo, la chica cree que su vida se acaba, pero es entonces cuando se enamora y todo parece renacer de nuevo.
Allí la joven establece un paralelismo entre amor y resurrección, entre la presencia de Dios y el amor humano.
El director decidió rodar esta escena siguiendo a Andrew en sus vueltas por la habitación en plano picado y movimiento circular, mostrando su narración desgarrada desde un punto de vista que transmite la fuerza de su emoción.
Intercalado con esto, los planos de Miller, mirando a cámara como si de un punto de vista subjetivo se tratase, constituyen de hecho la visión del espectador, quien escucha la música y a Andrew, emocionándose por él y con él a partes iguales.
El Dios que desciende del cielo a la tierra.
La presencia del amor en el texto procede del mismo Dios como si de un despliegue del texto 1 Jn 4 se tratara.
Es Dios el que dice:
“Sigue viviendo” en medio del dolor.
Y esto desde la contemplación del admirable intercambio:
“Tu cielo” (de Dios) “en mis ojos” (humanos)
Experiencia que sólo es posible cristológicamente.
“Yo soy el Dios que desciende del cielo a la tierra para hacer de la tierra el cielo”
Aquí la encarnación es situada como clave para el renacimiento del amor romántico.
Es Dios mismo el que dice al hombre:
“Yo soy el amor”
Aquí el amor de Dios realiza una irradiación de amor que ha tocado el corazón de Andrew y que a su vez toca el corazón de Joe, que sale lanzado por una fuerza trascendente y espiritual a decir a su hija y a su esposa que las quiere.
El amor en el dolor Andrew en su enfermedad es presentado como un hombre capaz de amar más allá del dolor.
En este sentido hay una denuncia a una comprensión legalista del cristianismo que está representada en los abogados del despacho del protagonista.
Ellos defienden su actuación basada en argumentos bíblicos contra la homosexualidad no declarada de Andrew.
Desde una posición de fe defienden su estatus y sus intereses, mientras que la víctima defiende desde el amor una posición de fe más auténtica.
Ciertamente que el guión tiene aquí mucho interés en desmontar la argumentación contra la homosexualidad basada en motivos bíblicos.
Pero además le endosa a esta argumentación ser causante de dolor.
Así que hay un dolor que ha sido originado por una fe legalista.
No es extraña a esta opción la presentación de los abogados del despacho como fariseos en la polémica con Jesús.
“Yo soy la vida”
Esta afirmación fuerte de Dios dicha al hombre en el final de Philadelphia, se convierte en una referencia simbólica a la resurrección y que se expresa en las imágenes en vídeo sobre Andrew de niño.
La vida no ha desaparecido sino que ha sido llamada a culminarse en Dios.
Andrew revive en el cine, que es mostrado como una forma de resurrección.
Partiendo del inicio de los cambios para ambos personajes, se presenta la escena en la se oye a Maria Callas cantar el aria “La Mamma Morta” es una escena intensísima y dramática hasta el extremo, que golpea de lleno al espectador.
En su preámbulo se ve que la subtrama de amistad de Miller y Andrew ha alcanzado su cima, y que, en cierto modo, Miller es capaz de “soportar”, no aceptar, a los homosexuales.
Después comienza un duelo de diálogos y se usa la metáfora de la ópera para contar el malestar y la pena de Andrew.
El juego de los movimientos de cámara y de la iluminación arroja más intensidad a la escena, asemejando la situación del personaje protagonista con una especie de descenso a los infiernos.
Cuando acaba la canción todo vuelve a la normalidad ya que ninguno de los dos personajes se atreve a comentar un momento tan intenso y atemorizador, la conversión de uno y la muerte del otro.
Esta situación completa el arco de transformación de Miller, que le lleva a pensar en la fugacidad de la vida y en la necesidad de demostrar su amor por su familia.
A partir de ahora no volverá a ser el mismo.
El testimonio de Andrew cumple con todos los presupuestos de los dramas judiciales en lo que se refiere a argumento.
Lo que la hace especial es su planteamiento visual:
La cámara se acerca mucho a los personajes en principio, a medida que las fuerzas de Andrew empiezan a flaquear se recurre al encuadre subjetivo, con planos cada vez más aberrantes según se va sintiendo peor.
Por último es muy original el detalle de que el sarcoma de Kaposi del tórax de
Andrew se muestre a través de un espejo y no de frente a la cámara:
Se gana en elegancia y dramatismo aunque se deja en segundo plano el impacto visual.
También es interesante destacar que el ritmo de esta escena es mucho más pausado que el del resto de Philadelphia, lo que confiere aún más intensidad a la acción y permite recrearse más en los detalles y en la elaboración del sentimiento de angustia.
Una vez acabado el proceso, la acción conduce al hospital, donde tendrá lugar el intensísimo clímax, con un Andrew absolutamente deteriorado y un Miller que deja de ser el abogado para ser más que nunca un amigo.
El arco de transformación de Andrew también se completa, ya que al borde de la muerte se pone a contar chistes, cuando hasta este momento siempre se había comportado de una manera muy seria y dramática.
El aria “O Nume Tutelar” de la ópera La Vestale de Gasparo Spontini de fondo refuerza la acción, evocando a la escena antes comentada.
Es curioso ver que los personajes dentro de su pena no aparecen tristes sino que ríen y bromean... esto unido al vídeo de Andrew niño es una especie de canto a la vida muy emotivo para cerrar Philadelphia.
En resumen, Philadelphia es una gran película, muy emotiva que echa mano de casi todos los recursos que ofrece el cine para contar una historia triste, aunque necesaria y deseada por el público.
Philadelphia es una cinta muy estimable tanto cinematográficamente, como “pedagógicamente”, como un instrumento de denuncia social.

“We're standing here in Philadelphia, the, uh, city of brotherly love, the birthplace of freedom, where the, uh, founding fathers authored the Declaration of Independence, and I don't recall that glorious document saying anything about all straight men are created equal.
I believe it says all men are created equal”


Comentarios

  1. A través del Facebook de Lecturas Cinematográficas, Laura Espinoza, de Costa Rica nos comparte su opinión de la película, y cito textual:
    "Recién vi la película, iba con mucha expectativa pues bastantes comentarios había escuchado y leído, por lo tanto, sabía que no era pérdida de tiempo, bueno, tampoco está demás ver a Denzel Washington jajaja.
    La actuación de Tom Hanks es indiscutible; el abordaje del VIH-SIDA, sus prejuicios, discriminación, lograron mi total empatía.
    Y para terminar, el postre exquisito de la banda sonora, principalmente, la canción de Bruce Springsteen.
    La escena de la biblioteca, me causó mucho sentimiento e impotencia.
    Ah! Me olvidé de comentar que adoré el personaje de Antonio Banderas, ese acompañamiento incondicional que todos deseamos en la pareja.
    Pues lo único que no me gustó fue el desenlace, no por el resultado en sí, sino que lo sentí que llegó de pronto."

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  2. Gracias Laura por compartir tus apreciaciones con todos nosotros.
    Los detalles que apuntas, son los temas más cuidados de la obra:
    Actuaciones, El SIDA y todo lo que conlleva, y la banda sonora.
    Nos alegra saber de las escenas que más le gustaron, y lamento que el final le haya resultado precipitado, eso sí, eso no impidió que el mensaje le llegara tal y como la producción propuso.
    Muy agradecido.
    Saludos !!!!!

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