Accattone

“Ho sentito che il lavoro uccide le persone”

Pier Paolo Pasolini, se inició en 1961 como director, y al poco tiempo creó una suerte de segundo Neorrealismo, explorando los aspectos de la vida cotidiana, en un tono cercano al de “La Commedia dell'Arte”, centrando su mirada en los personajes marginales, la delincuencia y la pobreza que arrastra Italia desde la posguerra, y estableciendo un estilo narrativo y visual, en el que priman el patetismo y la ironía sobre el humor grueso, y a veces sórdido de sus historias.
Este director empezó, su carrera retratando a lo más pobre de la sociedad italiana, para acabar haciendo reflexiones sobre la clase alta y sobre el poder.
“Essere come me, non piace a nessuno, così ho chiamato Amore”
Accattone es un drama italiano del año 1961, dirigido por Pier Paolo Pasolini.
Protagonizada por Franco Citti, Silvana Corsini, Franca Pasut, Paola Guidi, Adriana Asti, Mario Cipriani, Roberto Scaringella, Adele Cambria, entre otros.
El guión es de Pier Paolo Pasolini y Sergio Citti; y basado en 2 novelas del mismo Pasolini:
“Ragazzi di Vita” (1952) y “Una Vita Violenta” (1959)
El guión, recrea la pobreza urbana de sus primeras novelas, pobladas de ladrones, vagos, borrachos, carteristas, vividores, y delatores.
Son personas desarraigadas, antisociales, derrotadas y sin esperanza; y todos aceptan que no existe solución.
Accattone es una historia de proxenetas, prostitutas y ladrones, el mismo tema que sus novelas, como la cultura campesina, celebrada en contraste con las reformas económicas de la posguerra de Italia; en una elección de los temas de Pasolini que eran escándalo, como era su difuminación de las líneas entre lo sagrado y lo profano.
Aunque Pasolini intentó distanciarse del neorrealismo, Accattone es considerada como una especie de segundo neorrealismo; y fue la primera película del realizador, donde ya aparece el personalísimo mundo de la Roma marginal de Pasolini.
Como dato, Monica Vitti puso la voz del personaje de Ascenza, si bien no figura acreditada; y Bernardo Bertolucci trabajó aquí como asistente de producción, siendo su primer trabajo en cine.
Con Accattone, Pasolini inicia su relación personal y profesional con uno de sus actores fetiche, Franco Citti, quien junto a su hermano, Sergio Citti, habían sido alumnos de Pasolini cuando era profesor; así como el empleo de lo que más tarde sería visto como una marca registrada, características Pasolini:
Un elenco de actores no profesionales, provenientes de donde se fija la película, y el énfasis temático sobre las personas empobrecidas.
Mientras que muchas personas se vieron sorprendidas por el cambio de Pasolini, de la literatura al cine, pues había asistido al Centro Experimental de Cinematografía de Roma, antes de La Segunda Guerra Mundial.
Pasolini, de hecho, había colaborado con Federico Fellini en “Le Notti di Cabiria” (1957), y había considerado, que el cine debía ser escrito de acuerdo a la realidad.
Tanto que “Accattone” es un término del argot usado principalmente para mendigos, refiriéndose a las personas que nunca hacen bien, que son perezosos, y que rara vez mantener un trabajo; es decir, es un dialecto romano, y deriva de “accattare” o “tomar”, “ganancia” o “adquirir”, a menudo por medios poco ortodoxos ilegales, o de otro tipo.
Indica ser “mendigo”, y fue utilizado principalmente en un sentido no literal, es decir, que no indica un mendigo como tal, sino alguien que vive “de expedientes”:
Por pequeños hurtos, mendicidad, fraudes de poca monta.
Es un término muy despectivo, y ha caído en desuso en el dialecto romano hoy en día.
El estreno de Roma de Accattone, fue tomado por el grupo neofascista, llamado Nuova-Europa, causando un caos, atacando violentamente a la audiencia, y destrozando el cine.
La historia se sitúa en la periferia de Roma, con pueblos desolados, caídos, mordidos por el polvo.
Allí habita una generación de maleantes, que se mezclan con los vagos, con los que hacen poco, y con los que hacen menos que nada.
La acción tiene lugar en los suburbios, a lo largo de los meses de primavera y verano del año 1961.
Vittorio “Accattone” Cataldi (Franco Citti), es un pequeño proxeneta de los suburbios; acosado por el hambre, y decidido a cualquier cosa antes que trabajar; por lo que roba y ha abandonado a su esposa Ascenza (Paola Guidi), y a sus hijos.
Para él trabaja Maddalena (Silvana Corsini); y viven en casa de Nannina (Adele Cambria), la esposa de Cicio, el hombre para el que trabajaba Maddalena antes; el cual ha sido denunciado por ella, y está en la cárcel.
Un día, unos amigos de Cicio se llevan a Maddalena, le pegan y la abandonan, porque Accattone les ha avisado, de que ella denunció a Cicio.
Accattone, sin dinero, intenta convencer a Stella (Franca Pasut), una joven pura e ingenua, a prostituirse.
Sus amigos, semejantes a él, tampoco suponen un freno, y así, entre violencia y riesgo, Accattone hace lo único que sabe:
Pensar sólo en sí mismo, e intentar sobrevivir.
Accattone presenta una amplia descripción de la vida de grupos de jóvenes de la periferia romana, desarraigados por el paro, la miseria, la falta de oportunidades, y la desestructuración familiar, en los años de la Posguerra.
El paro, es el destino de unos jóvenes sin habilidades sociales, sin formación y sin expectativas, abocados a la delincuencia para poder sobrevivir.
Las imágenes de la ciudad, muestran una urbe desolada, árida y deprimente, de calles vacías, casas míseras, y personajes excéntricos y egoístas.
Pasolini bebe del neorrealismo, y del primer Fellini, pero es ante todo, la personalísima visión del director y guionista, la que le imprime su peculiar carácter.
Trágica sin dejar de lado lo cómico, áspera pero con intensos toques de lirismo, enfangada en una realidad casi obscena, y a la vez impregnada de catolicismo, con una dirección descarnada pero elegante; y música de Bach, con excelentes interpretaciones, para una obra que mantiene en buena parte, su capacidad de fascinación.
Un filme bravo y sincero, que esboza descarnadamente un modo de vida escogido, pero al que parecen estar condenados por una cierta inercia trágica.
“Così egli non è morto di indigestione, morì di sfinimento”
Hay en el primer Pasolini, una mezcla de realismo, poesía y trascendencia, que lo hacen único e irrepetible.
Los versos de “La Divina Comedia” de Dante, citados al principio de Accattone, son reveladores acerca de la intencionalidad de Pier Paolo Pasolini a la hora de acometer su sorprendente ópera prima:
“Me tomó el ángel de Dios, y el del infierno gritaba:
¡Eh, tú, del Cielo!
¿Por qué me privas?
Tú de éste te llevas lo eterno por una lagrimita me lo quitan”
Accattone, crudo retrato de los suburbios romanos en clave neorrealista, supuso su debut tras las cámaras.
Hasta ese momento, el intelectual italiano, había destacado como ensayista, poeta y novelista, mostrando su querencia por la ideología comunista, al mismo tiempo que arremetía contra el marxismo oficial, y la iglesia católica.
En un sobrio blanco y negro, espléndidamente fotografiado por Tonino Delli Colli, el autor muestra las miserias de una parte de la sociedad italiana, que todavía permanecía anclada en la posguerra.
Accattone, la cual toma como escenario a la ciudad de Roma y su periferia, se encuentra con los estragos de la época:
Las calles de tierra, edificios y casas derrumbados por los bombardeos, son el aspecto urbanístico en común, no solo de la obra de Pasolini, sino de los directores italianos de entonces.
Es aquí donde encontramos a nuestro personaje, Accattone, a veces llamado por sus amigos “Accatoó”, un chulo o vulgarmente también llamado “padrote italiano”, cuyo único trabajo, es pasársela en las calles bebiendo y jugando cartas con sus amigos; nadie parece estar interesado en el trabajo, es prácticamente una blasfemia a grados de sobajar a quien lo tiene.
Accattone, vive con Maddalena, su pareja, a quien prostituye con el consentimiento de ella, para sacar unas monedas.
Los constantes abusos en contra de las prostitutas del lugar, hacen que Maddalena termine en la cárcel por su propio bien,  pero dejando a Accattone sin dinero, y muriéndose de hambre…
Es aquí cuando comienzan los problemas para este.
La gente que lo rodea, comienza a humillarlo, negándole la comida y el trabajo:
“No me consideran hombre, por no tener un sueldo”, una de las tantas quejas del personaje.
Parece que su vida comienza a mejorar, con la llegada Stella, una mujer igual de pobre, que la motiva a prostituirse, pero no obteniendo los resultados esperados, así comenzará nuevamente las desgracias de Accattone; pues también está enamorado de ella.
El trabajo es un hastío, no hay dinero para comer, la vida es un fastidio…
Moviéndose a través de las polvorientas calles, donde niños sucios juegan con botellas rotas, vemos a Vittorio, más conocido como “Accattone”, un proxeneta, que se dedica a introducir a chicas desmoralizadas en el sórdido mundo de la prostitución.
Siempre vagando y merodeando por estos suburbios, su impulso vital, se rige por las pequeñas emociones que le pueden proporcionar una pelea, un altercado, algo que agite su mundo.
Esta búsqueda de un pálpito, de algo nuevo y espontáneo a punto de suceder, que dé un giro a la vida, le persigue constantemente.
Es capaz de apostar con sus amigos, a que se tirará desde el puente más alto de la ciudad, y no le pasará nada, lanzándose al momento al desafío.
Esta huida de lo irracionalmente monótono, dibuja el retrato más crudo de un hombre, y de una existencia llevada a lo absurdo, a lo dispar.
Accattone, es un reflejo general de los hombres que habitan estos barrios:
Reunidos alrededor de una mesa de bar, charlan y bromean dejando pasar las horas.
Las mujeres, tampoco salen muy bien paradas de esta estampa:
Abrumadas ante la desgana de estos hombres, y su negativa a buscar cualquier tipo de trabajo, deciden hacer la calle, para intentar sacar adelante a estas familias desestructuradas.
No es raro ver a una chica joven con un bebé en brazos, seguida por una recua de chiquillos, lanzándole su zapato a su marido holgazán…
El retrato de esta Roma marginal, es grotesco, y áspero hasta el extremo.
La brutalidad, aflora donde la esperanza parece no existir, donde cada día es una nueva hazaña.
La prostitución, el sexo, los alrededores de las grandes ciudades, las peleas y, sobre todo, los protagonistas distópicos, son seña de identidad en las películas de Pasolini desde sus inicios.
Por eso, Accattone es importante para comprender el desarrollo del director como profesional del cine, y sus avances en la realización cinematográfica; la cual deja su huella en los primeros planos, en esos rostros callejeros, con hambre, curtidos por la herrumbre; y hace sentirte raro, triste, cohibido, e impotente.
Otros planos, realzan lugares decadentes, por donde pasea una Italia que aún no cambia.
Una muestra de ternura, viene de la mano de su hijo que juega con piedras y botellas; mientras la música de Bach y jazz acompañan las acciones.
En definitiva, Accattone es una muestra de neorrealismo imprescindible.
En ese contexto de pobreza, marginalidad, desempleo, analfabetismo y delincuencia, el personaje de Accattone, se erige como un rebelde, ruin y machista, que se niega a trabajar para obtener su subsistencia.
Prefiere someter a sus parejas, a las que maltrata y obliga a ejercer la prostitución cada noche.
Es un tipo despreciable, sin duda, pero Pasolini consigue que empaticemos con él, aunque sólo sea en parte.
A fin de cuentas, no deja de ser un pobre diablo.
Una víctima más de un mundo injusto, que no tiene piedad con los de su clase; condenados de antemano a robar, a delinquir o, en el mejor de los casos, a convertirse en los esclavos de otros, a cambio de un salario irrisorio.
Resulta paradójico, a la vez que hermoso, que el director envuelva esta dura historia de chulos y putas, con la celestial música de “La Pasión según San Mateo”, de Johann Sebastian Bach, cuyas notas acompañan a Accattone, en su particular “Pasión” por los deprimidos suburbios de una ciudad, Roma, en la que no todo era “Dolce Vita”
De hecho, rodadas el mismo año de 1960, y en la misma ciudad que “La Dolce Vita” de Fellini, las diferencia entre los mundos representados en las 2 películas, no podrían ser mayores.
En una la alta sociedad de Roma, hastiada de bienestar y abundante; en la otra, el proletariado de los suburbios más pobres, que lucha por sobrevivir y que solamente puede esperar, y solamente puede decidir entre el latrocinio, la prostitución o el trabajo duro por un sueldo de hambre.
La acentuada sencillez del entorno y el naturalismo reducido a su máxima expresión, acompañado por la música de Bach, confieren a Accattone, un carácter casi sacro.
De hecho, bien podría ser una alegoría a Cristo, con sus apóstoles, y La Magdalena, con claras evidencias, así como a las profecías y milagros, o bien a la muerte premeditada, y símbolos del “sacrificio”
Pero salta a la vista de forma muy especial, la dignidad de la mujer, según parece, alejada de lo terrenal, que caracteriza a muchos de sus roles femeninos.
Según Pasolini, “intento de tratar a la mujer de una forma muy “Rafaeliana” en términos femeninos”
Pasolini explica esa nueva tendencia a “Rafaelizar”, según la cual, representa su lado angelical como hacía el antiguo maestro del Renacimiento, aduciendo que él las veía como parias.
De este modo, al principio, Stella en el trabajo, una actividad simple y penosa a la que parece entregarse con una gran paz interior…
Tampoco es casualidad, que el pecador holgazán se enamore de ella en ese instante.
Más adelante, el espectador comprende que Accattone mira al cielo para implorar a los santos…
La cámara sigue su mirada, a lo largo de la pared de la casa sin una sola ventana, que con toda su tristeza, se asemeja a un altar monumental, negativo y sublime al mismo tiempo.
El mutismo vacío, y el vacío del mundo concreto, parecen una promesa sagrada en esa vida marcada por la miseria y la desesperación.
Además de esto, constantemente se encuentran motivos religiosos, como por ejemplo, los niños jugando desnudos que están de pie como querubines en la puerta de un cementerio, o la figura de Stella, que enmarcada por la luz de los faros de un coche, aparece de repente, como un ángel en la oscuridad.
De forma análoga, los episodios sueltos a partir de los que se articula la trama, tienen carácter de parábola, por ejemplo, cuando Accattone quiere entrar a ver a sus compañeros, la parte de pasta mendigada en la asistencia, pero al final, es él quién se va de vacío…
También, en una de las escenas más conmovedoras, en que Accattone le pide un beso a su hijo para robarle la pequeña cadena que lleva a cuello... es desoladora.
Característico por su concepto de culpa y pecado, Pasolini marcado por el cristianismo que, es el hecho de que Accattone cometa precisamente el delito más despreciable por el amor, que al fin ha encontrado.
Porque con las 6000 liras que apenas sacará por la venta de la cadena, quiere comprarle a Stella un par de zapatos nuevos…
Pasolini, no pretende juzgara a sus personajes, pero salta a la vista, de forma muy especial, según parece, alejado de lo terrenal.
Pero al hacerlo, ya hay sitio para el en el mundo hasta donde entonces vivía, y donde nunca encontrará una salida.
Así, el amor por una paria, acabará sellando su destino terrenal.
Finalmente, Accattone, el gorrero, vuelve a ser Vittorio, el victorioso.
Lo sobresaliente de Accattone, es su gran interés por mostrar a personajes reales, y a los problemas que están expuestos de manera casi primitiva; casi toda la obra del director, carece de algún retoque estético o fotográfico, todo está expuesto como es encontrando, nada de maquillar la realidad.
Así como está llena de grandes frases, que no son más que el reflejo de la terrible vida que lleva Accattone, el cual, si en un comienzo es un tipo nefasto, al final terminas sintiendo empatía por él; ya que está envuelto en constantes batallas, pareciera que para Pasolini, las únicas que se llevan a cabo después de La Segunda Guerra Mundial, son las batallas contra el hambre, comer pasta, es un auténtico desafío para los involucrados.
Es tal el grado de descomposición de la vida de Accattone, que a su nueva pareja, le dan la ya clásica advertencia del Infierno de Dante modificada:
“Abandonar toda esperanza, antes de entrar con Accattone”
De hecho, el personaje no es nihilista, tiene valores:
Es un rebelde que no está dispuesto a pasar por el aro que le impone la sociedad.
Vive de las mujeres, tiene unos amigos ateos, y que parece que también son proxenetas…
Ahora…
¿Es Accattone, un vago?
No; pues es capaz de hacer muchísimas cosas y esfuerzos.
Accattone empieza con que, por una simple apuesta, es capaz de cruzar un río entero, solo por demostrarlo, y todo el mundo va a verle, porque pensaban que iba a morir.
Cuando al final, se mete en el grupo de unos ladrones, es capaz de caminar durante 8 horas seguidas, sin ningún resultado.
Del reparto, sobresale obviamente Franco Citti, uno de los actores fetiche del cineasta italiano, que aquí realiza una interpretación que sorprende por su naturalidad.
Nadie diría, que tiene una cámara ante él.
También están todos los actores, especialmente los masculinos, a los que Pasolini se detiene en retratarlos de manera serena, natural y apasionada.
A diferencia de otras obras del Neorrealismo Italiano, Pasolini pretende tener un aire de intelectualidad en sus personajes, los pobres de la versión del director, emiten constantes críticas a los sistemas institucionales de su país, y hasta al Presidente Lincoln, evidentemente de la forma bruta y rebuscada, no dejan de ser pobres que carece de educación.
Pero el personaje principal, se rebela, pese a todo, busca la redención de su conflicto interno mediante el amor, ese sentimiento para el que todavía hay sitio.
Típico y clásico tema el de la humanidad berreando contra un orden socioeconómico y su tecnocracia jerarquizada y castradora.
El sueño donde Accattone asiste a su propio funeral, presagio claro de una muerte próxima, es brutal.
Accattone al final, intenta pasar por el aro, por amor.
Conoce a Stella, que es lo suficientemente valiosa como para intentarlo todo por ella.
Y por primera vez, se resigna.
El día que viene de trabajar por primera vez en su vida, tiene un sueño que simboliza su muerte existencial.
Esa muerte, no es más que la muerte de un vitalista, de un rebelde, inmaduro, pero no de él, sino de su alma.
Una persona tan rebelde, que sólo podrá tener por destino la tragedia.
Es su forma de vida, sin buscar esa tal vez falsa libertad, que es incapaz de vivir.
Al final, la muerte llega para Accattone.
Muere el delincuente, el holgazán, el hombre libre que cómo Cristo, acaba condenado a trabajar para subsistir.
“Ahora estoy bien”, acierta a pronunciar Accattone justo antes de fallecer, reafirmando un sentimiento de liberación final, mientras uno de sus cómplices, con las manos esposadas, apenas puede hacer el gesto de santiguarse.
“Lavoro!
Questo è una bestemmia!”
En 1975, Pasolini escribió sobre Accattone, con motivo de su presentación televisiva:
“Mi Accattone en televisión después del genocidio”, donde afirma que desde su actualidad, el filme sólo puede verse como un fenómeno trágico, ya que el mundo de los personajes, ha sido destruido.
“Entre 1961 y 1975, algo esencial cambió:
Se produjo el genocidio.
Se destruyó culturalmente una población.
Los jóvenes, vaciados de sus valores y de sus modelos como si de su sangre se tratara, se han convertido en copias espectrales de otro modo de ser y de concebir la existencia:
El pequeño burgués”
Mientras que, como vimos, Accattone se plantea como un universo de relaciones internas, el mundo cultural del arrabal romano, fue destruido por la irrupción de un elemento externo:
El consumismo.
Por otro lado, hay quien sostiene, que la ópera prima de todo artista, es su obra más autobiográfica, o al menos, aquella que contiene más elementos personales, y en la que se vuelca el “uno mismo”
Por otra parte, la corriente psicológica desmembrada del psicoanálisis, conocida como “Teoría del Análisis Transaccional”, afirma que los seres humanos sabemos, con absoluta precisión, el modo, el momento, y el lugar en el que se producirá nuestra muerte.
Sólo que esa información, por ser demasiado perturbadora, queda relegada a la parte más profunda e inaccesible de nuestro cerebro, y muy raramente se le permite aflorar a un nivel consciente.
Pier Paolo Pasolini, fue uno de los directores más radicales dentro del cine contemporáneo, desde los inicios de su carrera, siempre estuvo orientado a destacarse no solo por su propuesta visual en la pantalla, sino por su ideología y controversial manera de ver la vida.
Su militancia comunista marxista, y su homosexualidad, lo hicieron ganarse cantidades de enemigos de su obra, pareciera que el mundo, aún no se encontraba preparado para personajes de este tipo, pero en definitiva, su mejor arma, el cine, será la forma adecuada para detener y golpear a su detractores.
A diferencia de otro de sus contemporáneos, Pasolini más que un director, era un teórico y filósofo del cine, pareciera que sus niveles de reflexión estéticos, están perfectamente armonizados, y nada queda visto de forma simple y vulgar.
Por todo ello, Accattone refleja de un modo insuperable, hasta dónde puede llegar un ser humano, en la búsqueda de sí mismo, nada menos que a vislumbrar, con espeluznante precisión, las circunstancias de su propio fin.
En una de sus muchas predicciones de la muerte, Accattone exclama:
“O me mata el mundo, o lo mato yo a él”, y el mundo termina por matarlo.
Sin embargo, si Pasolini fue contra el mundo, y el mundo contra él; no podemos considerar su muerte como una derrota.

“C'è spazio per tutti nel cimitero”



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