Topkapi

“It can be done!
That's the way it can be done!
Aaah... oh, excuse me; I've just had a great idea, something I've been looking for a long time... a very long time”

El Palacio Topkapi, es el mejor reflejo de La Época Imperial en Estambul, y simboliza el poder que alcanzó Constantinopla como sede del Imperio Otomano.
Desde este palacio, los sultanes gobernaron su imperio, hasta mediados del siglo XIX.
El “Topkapı Sarayı”, literalmente llamado “El Palacio de La Puerta de Los Cañones”, por estar situado cerca de una puerta de ese nombre; situado en Estambul, fue el centro administrativo del Imperio Otomano desde 1465 hasta 1853.
La construcción del Palacio, fue ordenada por El Sultán Mehmed II en 1459, y fue completada en 1465.
El Palacio, está situado entre El Cuerno de Oro y El Mar de Mármara, y desde él se tiene una espléndida vista del Bósforo; siendo formado por muchos pequeños edificios construidos juntos, y rodeados por 4 patios.
Este edificio, era ocupado en sus comienzos por El Tesoro; y en el año 1928, se inicia la exposición de armas de los sultanes, las cuales abarcan unas 400 piezas que van desde el siglo VII, hasta el siglo XIX.
Dentro de esta colección, se pueden destacar diferentes armas ornamentadas provenientes de regalos de otros monarcas extranjeros, como señal de respeto hacia los sultanes; y destacan diferentes dagas, puñales, escudos, hachas, etc.
El Tesoro, es uno de los más espectaculares del mundo; pues las piezas provienen de diferentes caminos, como regalos por mandatarios extranjeros, joyas de los diferentes sultanes, botines de guerra o herencias; y se encuentra expuesto a lo largo de 4 salas:
En especial, en la segunda sala, cabe destacar El Trono de Ahmed I, y la nave de jade; así como el famoso puñal Topkapi; el puñal más caro del mundo, el cual está elaborado con oro, diamantes, esmeraldas, y piedras preciosas.
En la empuñadura de la daga, hay 3 grandes esmeraldas de 30 y 40cm de longitud, y la parte superior de la empuñadura, se cubre con una gran esmeralda, que tiene un dorado reloj dentro, con diamantes finamente cortados.
Las esmeraldas superior e inferior, tienen un corte en forma de pera; mientras la esmeralda central, tiene talla cojín, de corte rectangular.
El esquema de esta disposición vertical de esmeraldas, parece coincidir con la forma cóncava convencional de una daga, que le da un firme control sobre el asa.
En el extremo del mango, hay una esmeralda en forma octagonal, colocada en forma de tapa, que al abrirse, deja ver un pequeño reloj.
Alrededor de esta tapa, y a los lados del mango, hay hileras de diamantes.
La parte trasera de la empuñadura, está hecha en oro esmaltado y nácar.
La longitud total de la daga, es de unos 35cm, incluida la manija.
La cuchilla curvada de la daga, puede ser algo más de 2/3 de su longitud, y encaja estrechamente en la vaina curvada.
La funda, está hecha de oro con esmalte, y motivos florales con incrustaciones de diamantes.
El motivo de la base de la funda, se compone de 31 diamantes, en su mayoría de formas rectangulares, dispuestos simétricamente.
El otro motivo hacia la punta de la funda, se compone de 21 diamantes, también colocados simétricamente.
La punta de la vaina curvada, está ocupada por una gran esmeralda.
La daga de esmeraldas y la vaina que la cubre, representan una obra maestra de las más altas tradiciones artísticas del arte de la fabricación de joyas, que alcanzó un estatus muy refinado en el siglo XVII del Imperio Otomano.
Una cadena de oro con diamantes, unido a la empuñadura de la daga, realza el valor ornamental de esta creación, que forma parte invaluable de la colección del Museo Topkapi.
La daga, era uno de los regalos valiosos que Mahmud I regalara al poderoso conquistador iraní, Nadir Shah, pero éste no llego a recibir el regalo nunca, ya que fue asesinado mientras los embajadores osmánicos viajaban con el regalo hacía La Corte Persa.
Es así, que el regalo fue devuelto a Estambul, y pasó a formar parte de los tesoros del Palacio Topkapi.
Para todos los amantes del celuloide y del “thriller”, así como del cine negro, le tienen cariño a ese subgénero que es el cine de robos.
Y deben tenerlo, porque son numerosas las obras maestras que nos ha regalado, y más numerosos aún, los títulos que cuanto menos son entretenidos, y ni hablar de las joyas que son objeto del deseo.
Pero siempre es un aliciente ver, como un hombre o un grupo, intenta hacerse con un bien ajeno para uso propio, por obligación o por las circunstancias.
Los amigos de lo ajeno, son con toda seguridad, uno de los tipos de delincuente más entrañable y simpático que podemos tener en una pantalla, y de los que más consiguen la complicidad, y la identificación del espectador.
“What made you suspect they are Russian spies?”
Topkapi es una comedia del año 1964, dirigida por Jules Dassin.
Protagonizada por Melina Mercouri, Peter Ustinov, Maximilian Schell, Robert Morley, Jess Hahn, Gilles Ségal, Akim Tamiroff, entre otros.
El guión es de Monja Danischewsky, basado en la novela “The Light Of Day” (1962) de Eric Ambler, el cual es comedia policial, con ladrones astutos, y otros no tanto, que se proponían robar del Museo Topkapi, una de las piezas más valiosas y fascinantes:
La valiosísima daga de oro, adornada con esmeraldas, diamantes y perlas, que había pertenecido al Sultán Mahmud I, exhibida en una vitrina de seguridad.
Muchos hasta ahora, no sabíamos de la existencia de dicha daga, y no sabíamos si no era solo otro de los inventos de Hollywood…
Pero en cambio, sí, dicha daga existe, y la película ayudó a su fama posterior; en uno de los subgéneros que más gustan a la gente, que es aquel que trata sobre robos de bancos, y sobre todo, joyas.
Los ladrones en este caso, suelen ser tipos con clase, atractivos, nada violentos, y sumamente inteligentes; pues se trata de que el espectador se ponga de su lado, y vaya con ellos de la mano.
Topkapi fue muy influyente en venideras producciones de similar o parecido tejemaneje de robo, y confluencia de personajes dispares.
Y obtuvo un premio Oscar en 1965, al Mejor Actor Secundario para Peter Ustinov; sin embargo, el actor ausente durante la ceremonia, Sophia Loren fue quien recogió el galardón en su nombre.
Se rodó en Boulogne-Billancourt Studios en París, y en Estambul, Turquía.
La acción sigue a Elizabeth Lipp (Melina Mercouri), y su amante, Walter Harper (Maximilian Schell) cuando se alían para realizar un robo extraordinario:
Llevarse del Museo de Topkapi, en Estambul, una daga de incalculable valor.
Para ello cuentan con la ayuda de varios compinches:
Cedric Page (Robert Morley), maestro de la mecánica; Giulio, “La Mosca Humana” (Gilles Ségal), un acróbata mudo; y el fortachón de Hans (Jess Hahn), que idean un plan para entrar en el museo sin ser vistos, cosa que sólo se puede hacer a través de la cúpula del edificio.
Un pequeño estafador con problemas de pasaporte, llamado Arthur Simon Simpson (Peter Ustinov), se mezcla con la banda de ladrones de joyas de clase mundial, que conspiran para robar en la famosa daga Topkapi; como chofer para transportar materiales para el robo.
Pero El Servicio de Inteligencia turco, ante la sospecha de contrabando de armas, se involucra, y bajo la presión, el estafador se eleva a alturas que nunca había soñado…
Topkapi se hizo popular en todo el mundo, por su trama llena de suspense, y la original manera en que el atraco fue ejecutado; y aunque es ante todo una comedia, no una parodia, que además de asestar un golpe con gracia al mundo del capitalismo, celebra la vida en su esencia.
De ahí que recoja mucho del día a día en Estambul, mostrando a sus habitantes en todos sus quehaceres, en una ciudad viva, alegre, y con tradición.
Seguro que Topkapi aportó lo suyo en la subida de turismo al lugar, pero es que además, Jules Dassin utiliza a la gente de allí, como celebración del robo.
“And where do we find these lily-white innocents?”
Tras una importante carrera cinematográfica, entre 1941 y 1950, el director estadounidense, de origen judío-ruso, Julius Dassin, acabó trasladándose a Francia, al ser incluido en “La Lista Negra de Hollywood” durante el macartismo.
Allí cambió su nombre por el de Jules, continuando con su profesión; y finalizó rodando en colaboración con Grecia.
En una entrevista, el propio Dassin decía que durante años, le habían colgado el sambenito de ser el creador de los grandes robos en el cine.
Una “caper movie”, es una “película de atracos”, cuando la trama gira en torno a la planificación, y realización de un robo, y de ellos hay 2 títulos fundamentales en la historia del cine, que marcarían las premisas básicas sobre las que se cimentarían todo el subgénero de grandes robos:
Uno es “Riffifi” (1955); el otro es Topkapi.
Y ambos pertenecen al mismo director, viviendo en un exilio europeo, debido a sus creencias políticas:
Jules Dassin.
Ambos elementos, influyeron poderosamente en el cine posterior sobre bandas de ladrones, que querían llevar a cabo el robo del siglo.
De hecho, el primer borrador del libreto de Topkapi,, basado en la novela de Eric Ambler, contenía una secuencia de robo llena de disparos, algo que desagradó a Dassin profundamente, por lo que lo rechazó, y eso que hablamos de una película de encargo, que el director hizo porque necesitaba el dinero.
Aun así, la convirtió en algo personal y diferenciable, una comedia llena de alegría, que no era otra cosa que un ataque sin prejuicios al capitalismo.
Lo que hace Topkapi por el género, es simplemente darle una sofisticación que no era habitual, y hacer que los criminales terminen resultando los héroes de la trama.
El otro punto, el robo en sí, quizás hoy se vea algo simple, pero está muy bien elaborado, y cumple con las pautas de rigor que tendría el género de allí en más:
Nada sucede como lo planeado, hay varios picos de tensión, o “cliffhangers” en donde las cosas están a punto de fallar por un milímetro, y nuestros héroes deben sortear intrigadas trampas tecnológicas, muchas de las cuales, no habían sido previstas.
Sin ser hitchcockiana, la atmósfera de Topkapi tiene algo que recuerda al gran maestro; tal vez sea por la rubia elegante, los actores europeos, o la ambientación, que recuerda de algún modo a films como “To Catch a Thief” (1955), aunque en realidad sean bastante distintos.
En Topkapi encontramos a Elizabeth Lipp, una estafadora que se encuentra reclutando secuaces para poder dar un golpe en El Museo Topkapi de Estambul, y así poder hacerse con una antigua daga hecha en oro, plata y esmeraldas, cuyo valor es incalculable.
Cada miembro del equipo, posee una habilidad:
Walter es la cabeza pensante, el que tiene todos los detalles, todo el plan en la cabeza, el que es capaz de resolver cualquier imprevisto, y variar el plan si es necesario, improvisar.
Elizabeth es la falsificadora... y seductora.
Sus discursos hablando mientras mira fijamente, convencen a todos.
Cedric Page, es aficionado a los juguetes… y los gadgets.
Experto en alarmas, suyos serán los objetos de distracción y los mecanismos para desactivar los dispositivos que alerten del robo.
Los otros 2 miembros del equipo, serán un forzudo y su amigo acróbata mudo.
El último miembro del equipo, será el más interesante e imprevisto.
Un miembro en principio inconsciente, Arthur Simon Simpson, un timador al que encontrarán en la luminosa Grecia.
Un criminal de poca monta, cuya orden inicial, es cruzar la frontera entre Grecia y Turquía, con un automóvil dotado de los equipos necesarios para el robo, y escondidos en compartimientos secretos.
Él será el ingenuo suministrador de armas; pero la policía turca descubre a Simpson, y lo obliga a trabajar para ellos como doble agente, pensando que se trata de una banda de terroristas.
Con el desconocimiento del doble juego de Simpson, la pandilla empieza a implementar el robo... pero las cosas no salen como lo esperado.
Topkapi, es entretenimiento puro, aunque no funcione totalmente en el tono de comedia que uno podría haber esperado.
Ciertamente hay personajes graciosos, empezando por el delicioso cocinero borracho de Akim Tamiroff, y siguiendo por el torpe pero orgulloso criminal petimetre de Peter Ustinov, pero el filme decide repartirse entre el humor, el complot, y las bellezas turísticas del escenario.
Hay trampas sumamente elaboradas e instaladas en el museo, las cuales nuestros amigos deben sortear con la ayuda de un ingeniero sabelotodo, maestro de la mecánica y los artilugios; así como hay proezas físicas a realizar, para lo cual cuentan con gimnastas y forzudos.
La figura de Simpson, sin embargo es significativa en la idea de las dobles impresiones o las falsedades y apariencias.
Él mismo es un timador, vende falsas antigüedades, pero además actuará como topo a 2 bandas.
Primero cuando el encargo oculto sea descubierto por las autoridades turcas, y le obliguen a trabajar con ellos, informándoles de las actividades del grupo de ladrones, y posteriormente uniéndose a los ladrones desinformando a las autoridades turcas…
Estas dobles caras que debe adquirir el personaje, se escenificarán con planos como el del retrovisor que devuelve su imagen, mientras recibe unas últimas instrucciones de los agentes turcos.
Las distracciones serán un truco muy socorrido para la banda de ladrones, desviando con ellas, la atención de sus verdaderos propósitos.
Unas veces, para deshacerse de la vigilancia de la policía, como en la lucha libre; otras para quitar guardias de seguridad de en medio, y facilitar la huida, como la cotorra grabadora…
Es muy interesante notar que aquí se ha respetado un elenco internacional, lo cual ciertamente no es tan atractivo para las cerradas audiencias de Hollywood:
Hay griegos, alemanes, ingleses, rusos, e italianos, en los papeles principales.
La presencia de la griega Melina Mercouri, mujer del propio director, y futuro miembro del Parlamento Helénico, que en 1981, se convirtió en la primera mujer en Grecia, en ocupar el puesto de Ministra de Cultura; es simpática, pero da la impresión de que le falta un detalle mínimo para redondear el personaje, quizás no le da para ser una “femme fatale” sofisticada, pero sí en el sentido de personaje extravagante tan característico suyo, con un marcado punto de locura, y un acento nasal insoportable, como seductor y desquiciado.
Sin duda, uno de los personajes que quedan en la memoria, es el protagonizado por Peter Ustinov:
Arthur Simon Simpson, delincuente de poca monta, perezoso, y de mediana edad; y el austríaco Maximilian Schell.
Soberbia interpretación de un muy elegante, por no decir “dandy”, que da una lección acerca de cómo interpretar sólo con un gesto, sin palabras; aunque tal como Mercouri, parecen tener problemas con un inglés fluido; por lo que se podría pensar que no está a la altura, a pesar de ser el que contiene el mejor diálogo, aquel que atañe a la inteligencia y a las armas; y forma una más que extraña pareja, no sobrada de “feeling”, con Mercouri, nuevamente, personaje femenino sin ningún tipo de prejuicio o tabú, insinuaciones sexuales incluidas.
Otro actor, es el sempiterno secundario de aire aristocrático, Robert Morley, y el francés Gilles Ségal, que muy probablemente, al ser esta su primera película, no dominaba el inglés, por lo que lo hicieron mudo...
La relación entre Elizabeth y un tal Joseph, el compinche de la feria, es ambigua y extraña, y subrayada con extraños gestos que se dedicaban al robo…
Joseph, está interpretado por Joe Dassin, hijo del director, y conocido cantante francés.
Así pues, Topkapi es un entretenimiento muy válido con localizaciones turcas realmente hermosas, de postal; pero técnicamente, tenemos una entretenidísima película de robos “Pop”, con una estética colorista y psicodélica, llena de filtros caleidoscópicos, y efectos ópticos.
Dassin, se entrega a un frenesí visual de estética psicodélica y sesentera, desde la misma introducción:
Una feria, con sus lucecitas y sus atracciones, donde se destaca una daga.
El objeto del deseo… con una fotografía de Henri Alekan, que vista ahora resulta bastante kitsch y hortera; por lo que es una película muy esteticista, con muchas tonalidades distintas, aunque prima el colorido y la luminosidad.
Un ejemplo de esa constante aspiración estética, lo tenemos en la presentación de Walter Harper, al ser captado por Elizabeth en la niebla, y mientras amenaza a un caballero con su arma…
Una escena que sugiere un pasado juntos, difuso y turbio, donde la comprensión, la aceptación, y la frivolidad priman, aunque no eviten ciertos reproches.
Una entrañable relación la de ambos:
Harper va muy sobrado por la vida; mientras Elizabeth posee una falsificación de la daga, que para eso es falsificadora, su habilidad.
Otro ejemplo de escena esteticista, lo tenemos en el expresionista interrogatorio de los turcos, al desconcertado Simpson, en la frontera.
Allí conoceremos a un agente bien caracterizado con gafas de sol…
La feria, será un festival de color, una orgía kitsch, así como todas las reuniones lúdicas que visite el grupo, con globos de colores, vestuarios llamativos, lucecitas…
Y el robo, objetivo vertebral de la trama, no parece extraordinariamente complicado, no se aprecia una excesiva dificultad, ni acaban de encontrar grandes impedimentos.
Las dificultades las encontrarán en los vértigos de Simpson, que les hará variar los planes, adelantando la ejecución del robo, haciéndolo a pleno día.
Las vidrieras de colores de los recintos, están acorde con la estética colorista y chillona del film.
Grandes planos generales desde las azoteas, y típicos tejados turcos por donde pasean los personajes.
Gran manejo de los ángulos desde las alturas, picados, creando estupendos momentos de suspense, con segundos planos, y la profundidad de foco incluso.
La escena del robo en sí, es una virguería, de encomiable virtuosismo técnico:
Una puesta en escena, una planificación, una manera de poner la cámara con absoluta precisión, y un montaje antológico, que facturan un clímax sublime, y que por lógica debía ser imitado.
Dassin vuelve a organizar la secuencia del atraco, como una coreografía, si bien, acorde con el tono del filme, es mucho más exuberante y espectacular, empezando en el estructurado escape del estadio, y que se vuelve sorprendentemente tensa, cuando traslada la acción al tejado del Palacio.
Perfectos encuadres y suspense, para cada maniobra:
Las ventosas, el corte de la reja por parte del equilibrista para adentrarse en el museo, el juego con la manipulación del foco, donde Elizabeth volverá a distraer para que Page manipule las ruedas...
Las palabras justas…
Un uso perfecto del plano general, para que se aprecie todo con precisión, reduciendo el encuadre a detalles, cuando es estrictamente necesario.
Y vemos las más complicadas acciones sin cortes, y sin efectos digitales.
Pero aun, manteniéndonos en vilo durante la casi media hora que dura la secuencia, Topkapi nunca pierde su vocación de aventura ligera, gracias a que los personajes, nunca cae en la tontería, o en la sucesión de sketches, y no toma por idiota al espectador.
Atención al montaje con los aplausos del público en la fiesta, sincronizados con la ejecución final del robo.
Y aunque la ley consigue atrapar a los autores del robo, Topkapi concluye como si estuviera empezando, con títulos de crédito presentando a los actores, con sus personajes ya en otro contexto:
Rusia.
Avanzan alegres hacia El Kremlin, en busca de unas valiosas joyas, mientras la alegría no cesa.
Como dato muy raro, al principio se muestra el título y los créditos técnicos, pero no se da ningún crédito a los actores, ni al productor ni al director.
Sin embargo, al final, de repente se ven las palabras:
“¡Ahí van de nuevo!”
Y toda la ficha técnica, con los actores principales, aparecen en un entorno bloqueado por la nieve, junto con sus nombres.
A continuación, los nombres de todos los otros actores, junto con el nombre del productor y director, aparecen en la pantalla.
En general, destaco las siguientes escenas:
Cuando el elegante Walter camina por la ribera del Sena parisino, y se encuentra con Elisabeth; cuando la pareja principal, acude al fabricante de juguetes inglés, encargado de descubrir el sistema de alarma del Museo Topkapi; el interrogatorio turco a Simpson; la visita a los museos, que por cierto, el espectador se convierte en visitante virtual del mismo museo; el robo y todas sus secuencias.
El robo se convierte en una obra de arte por el montaje.
Como la gran mayoría de las películas de robos, y más en la época clásica, el final de Topkapi será moralizante, y tras tanto esfuerzo, serán pillados por culpa de un pajarito que se coló justo al final de la misión.
Pillados mientras sellaban su coartada frente a la policía, frente al agente de gafas de sol, que no se las quita ni de noche ni a cubierto, cuando confesaban que habían encontrado armas en el coche, y pasado todo el día en el estadio, como así creen los policías que les siguieron.
Y el puñal, un macguffin que a fin de cuentas, no importa tanto, de hecho, al momento en que se sustrae, por la emoción más bien parece que el ladrón se confunde de pieza, y coloca de nuevo la daga real en su lugar…
Atención a ese detalle.
Además, la influencia de Topkapi sirvió para inspirar a Bruce Geller, y crear su serie “Mission Impossible”, otra vez, un equipo de talentosos es reunido para crear una mascarada, y atrapar a un criminal en vez de robar alguna joya.
La escena del robo en el museo, en especial, es citada por Geller, como la inspiración para la propia serie.
Topkapi es, para lo bueno y para lo malo, hija de su tiempo, y como ocurre con el cine de tono semejante, todo cuanto puede beneficiarla o perjudicarla en la memoria del espectador, proviene al fin y al cabo, de esa dependencia del cine que se hacía a mediados de los años 60.
No la benefician, desde luego, ciertos excesos psicodélicos que dispararían el mojo de Austin Powers; pero las imágenes pertenecen a un cine que ya no se hace.
El espectador puede estar seguro, de que se trata de un tipo de arte que ha desaparecido del planeta; por lo que perdurará, en todo caso, la agilidad y el nervio narrativo de Dassin, la honestidad con que nos ofrece un divertimento sin pretensiones, ni solemnidades, su capacidad de crear y elevar la tensión, y de atornillar al espectador en su butaca; y todo ello con la divertida música de Manos Hadjidakis, que marca a la perfección, el espíritu lúdico de la propuesta, concluye esta película chillona, y de estética desfasada, pero muy entretenida.
“I'm beginning to wonder if anything is real”
Si uno ve Topkapi desde la perspectiva moderna, habiendo devorado decenas de filmes de ladrones geniales, que van desde La Pantera Rosa hasta Las Estafas de Sinatra, Topkapi no es tan fascinante como debería ser, simplemente porque todo lo visto, ha sido copiado numerosos detalles de su fórmula.
Muy curiosamente, después del estreno de Topkapi, que se convirtió en un éxito instantáneo de taquilla; la famosa daga de esmeraldas, y El Museo de Topkapi, donde la daga se muestra, estaban en todos los periódicos, y eso dio un gran impulso a la industria turística turca.
Los turistas extranjeros que llegaban a Turquía, siempre estaban ansiosos por ver la hermosa daga; por lo que promotores de turismo y agencias de viajes de todo el mundo, imprimían carteles publicitando la “Topkapi Esmerald Dagger”, postales con su imagen, y réplicas de la daga también se produjeron, y se convirtió en uno de los más codiciados recuerdos turísticos de Estambul.
Y aunque Topkapi era pura fantasía, en junio de 2006, un anuncio del Ministerio de Cultura turco, le dio al filme un cariz profético:
Aparentemente, 43 objetos del museo, habían sido robados.
Ahmet Tirpan, Director de La Asociación Turca de Arqueología, aclaró después que los objetos no eran joyas, sino “productos textiles”
Y es que los tesoros que posee El Museo del Palacio de Topkapi, son tan grandes, que cualquier robo bien podría pasar inadvertido.
Otro dato curioso, es que a solo 6 semanas del estreno de Topkapi, un atraco similar, en la vida real, se llevó a cabo en un museo de la ciudad de New York.
Aunque 22 joyas fueron robadas, fueron recuperadas en las posteriores 48 horas.
Pasa en el cine, pasa en la vida.

“There's a secret stairway in the Kremlin, the Romanov jewels...”



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