Monsieur Vincent

“Les pauvres sont nos seigneurs et maîtres”
(Los pobres son nuestros amos y señores)

Alguien dijo que “hacer una película sobre un santo, es una prueba de fuego para cualquier director de cine”
Y es que la realidad viene a decirnos, que los santos generalmente no han tenido buena suerte en esto del celuloide; porque sus vidas han adolecido siempre de múltiples defectos, empezando por la simple intención aleccionadora; y artísticamente, hasta hace muy poco tiempo, daba la impresión de que la biografía de un santo, o algún aspecto de su vida, era un género menor en El Séptimo Arte.
En particular, San Vicente de Paúl, es una de las figuras más representativas del catolicismo en la Francia del siglo XVII; al mismo tiempo en que fue amigo y a menudo consejero de muchos de los guías espirituales de la época; siendo fundador de La Congregación de La Misión, también llamada de Misioneros Paúles, Lazaristas, o Vicentinos para la evangelización de los pobres y la formación del clero; y junto a Louise de Marillac, fundó Las Hijas de La Caridad, con el fin de dedicarse al servicio corporal y espiritual de los pobres enfermos; siendo hasta nombrado Limosnero Real por Louis XIII, función en la cual abogó por mejoras en las condiciones de los campesinos y aldeanos.
Vicente de Paúl, realizó una labor caritativa notable, sobre todo durante La Guerra de La Fronda, una de cuyas consecuencias fue el incremento de menesterosos.
Esta vida exterior, tan fructífera en obras, tenía su origen en un profundo espíritu religioso, y en una vida interior de maravillosa intensidad.
Era particularmente fiel a las obligaciones de su estado, obedeciendo con atención las sugerencias de fe y piedad, y consagrándose con devoción a la oración, la meditación, y los ejercicios religiosos y ascéticos.
De mente práctica y prudente, no dejó nada al azar; su desconfianza en sí mismo, sólo era igualada por su confianza en La Providencia.
Cuando fundó sus congregaciones, se abstuvo de darles instrucciones fijas por adelantado; sólo tras varios intentos, y una larga experiencia, decidió en los últimos años de su vida, darles reglas definitivas.
Su celo por las almas, no conocía límite; todas las ocasiones eran para él, oportunidades para ponerlo en práctica.
Vicente nació en una familia muy humilde en 1580 o 1581, pues no existe registro de su nacimiento, ya que la inscripción de partidas no se inició hasta 1648.
La modesta condición de la familia, hizo que muy pronto, el niño Vicente tuviera que contribuir con su trabajo de pastor de ovejas y de cerdos a la economía familiar.
Pronto también dio muestras de una inteligencia despierta, lo que llevó a su padre a pensar que podía hacer una carrera eclesiástica.
Se ordenó sacerdote muy joven, a los 20 años, con la intención de ser párroco de inmediato, y así poder ayudar a su familia; y poco a poco se fue dando cuenta de las miserias que sufría el pueblo.
Pasó de avergonzarse, en su juventud, del humilde aspecto de campesino de su padre, a dedicarse a los pobres, y a lidiar con la aristocracia con el fin de obtener recursos para los necesitados.
Los viajes por las tierras de la ilustre familia de Los Gondi, llevaron a Vicente a un conocimiento de primera mano de las lastimosas condiciones de vida materiales y espirituales de la población campesina, y también del clero parroquial que les atendía con serias deficiencias.
Esta experiencia, y su propia evolución espiritual, cuyos perfiles exactos nos son poco conocidos, le llevaron a un decisión irrevocable de dedicar su vida sacerdotal, no a la promoción social de su familia o a la suya propia, cual había sido el caso hasta entonces; sino a la evangelización y redención de la población campesina, y a la formación de sus sacerdotes.
A partir de esa decisión la vida de Vicente, mantiene hasta su muerte, una línea constante de dedicación a la redención espiritual y material de los pobres.
Su visión, limitada en sus comienzos a la población campesina, se fue ampliando progresivamente hasta incluir condenados a galeras, enfermos pobres, niños abandonados, soldados heridos, esclavos, ancianos desamparados, mendigos, refugiados de guerra, o nativos paganos de Madagascar.
Movilizó para ello, a sacerdotes de La Congregación de La Misión, Conferencias de Los Martes; a hombres y mujeres de la nobleza, de la burguesía y del pueblo llano, como las cofradías parroquiales de caridad, y Las Damas de La Caridad; a jóvenes campesinas como Las Hijas de La Caridad; y a todos ellos intentó contagiar con su propia visión del Evangelio, y su experiencia cristiana, basada en las palabras mismas de Jesucristo en El Evangelio de San Lucas:
“El Señor me ha enviado a anunciar La Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos”
Sin embargo, la muerte le sobrevino el 27 de septiembre de 1660, a los 79 años, en la madrugada, sentado en un sillón junto a la chimenea, y rodeado de sus hijos espirituales, que solícitamente se turnaban para cuidarle y sugerirle piadosas jaculatorias.
An¬tes de morir, bendijo a petición de los presentes, todas y cada una de sus obras.
Su última palabra fue el nombre de Jesús.
Un testi¬go ocular dice que “permaneció bello y más ma¬jestuoso de ver que nunca”
Había sido la suya, una existencia plenamente realizada, que sin embar¬go estaba destinada a producir después de su muerte, sus mejores frutos.
“Avec les pauvres, l'intelligence devient clair, la pensée est rectifiée, l'action est définie, la vie est modélisée de l'intérieur”
(Junto a los pobres, la inteligencia se esclarece, el pensamiento se rectifica, la acción se ajusta, la vida se modela desde el interior)
Monsieur Vincent es un drama francés del año 1947, dirigido por Maurice Cloche.
Protagonizado por Pierre Fresnay, Aimé Clariond, Jean Debucourt, Lise Delamare, Germaine Dermoz, Gabrielle Dorziat, Pierre Dux, Michel Bouquet, Yvonne Gaudeau, Jean Carmet, Gabrielle Fontan, entre otros.
El guión es de Maurice Cloche, Jean Bernard-Luc, y Jean Anouilh; y cuenta una historia bastante estándar de un hombre que inicialmente mal entendido y despreciado, a continuación, respaldado y alentado; el sacerdote y trabajador por la caridad durante el siglo XVII, San Vicente de Paúl.
Describe su esfuerzo por ayudar a los pobres, y su trabajo durante una epidemia de Peste Negra; sobre todo después de La Guerra de La Fronda, entre 1648 y 1653, que dejó asolado el país que dedicó su vida a paliar las miserables condiciones de vida de los campesinos pobres.
Y es que Jean Anouilh, había escrito un guión que sin lugar a dudas, puede considerarse como la mejor traducción actual del lenguaje, del espíritu, de la figura y de las obras de San Vicente de Paúl.
Quizás, como veremos más adelante, los historiadores puntillosos y asépticos, tengan graves reticencias ante este guión, pero hoy por hoy, resulta la mejor actualización vicenciana.
Para escribir el guión, Anouilh no dejó ningún cabo suelto:
Pasó 2 años y medio leyendo todos los escritos y la correspondencia de Vicente de Paúl, devoró todo lo devorable en la biblioteca, y en los archivos de San Lázaro y de La Casa Madre de Las Hijas de la Caridad; preguntó a especialistas, se asesoró de estudiosos vicencianistas, pocos en aquella época; y consultó a los mejores historiadores sobre el siglo XVII francés.
Se puede decir, que Jean Anouilh ha sabido traducir al lenguaje teológico de hoy, toda la radicalidad evangélica de Vicente de Paúl, sin caer en tópicos ni en apologéticas trasnochadas.
Siendo curioso, cómo muchísimas expresiones, las más impactantes de Monsieur Vincent, nos suenan al lenguaje del Concilio Vaticano II; y todo ello con una escrupulosa fidelidad al espíritu vicenciano.
En 1949, Monsieur Vincent fue galardonada con un premio Oscar Honorífico como La Mejor Película de Habla No Inglesa, estrenada en Estados Unidos; siendo también la 2ª película en ser honrado con este Oscar Especial, después de “Sciuscià” de Vittorio De Sica, en 1947.
Sin embargo, en su momento Monsieur Vincent fue “censurada” y tachada de “subversiva”, constituyéndose como una llamada aguda al compromiso radicalmente evangélico; siendo tal vez hoy más necesaria que en la época de su realización; porque resulta el mejor antídoto contra un cristianismo “espiritualista y desencarnado”, y viene a llenar de frescura, una atmósfera demasiado cargada de bizantinismos estériles, y de juridicismos paralizantes.
Estamos en la Europa de siglo XVII, cuando el sacerdote católico francés, Monsieur Vincent (Pierre Fresnay) es enviado a una pequeña aldea rural, en donde hace años que no tienen ningún sacerdote.
Allí es recibido con hostilidad por sus vecinos, temerosos de La Peste, pero eso no evita que desde el primer momento ejerza su labor pastoral; por lo que se dedicó a paliar las miserables condiciones de vida de los campesinos pobres, y luchó para conseguir la paz y armonía entre los nobles y los plebeyos durante La Peste Negra en Europa, y sobre todo después de La Guerra de La Fronda, que dejó asolado el país.
A base de trabajo y caridad, Monsieur Vincent intentará vencer todos los obstáculos...
A lo largo de la historia, observamos la evolución espiritual de Vicente de Paúl, cada vez más preocupado por los pobres, y consciente de las muchas carencias que había que satisfacer, de tal modo que se decía a sí mismo, que “no hacía lo suficiente”
Pero su sencillez y cercanía con los pobres, le valdrá el reconocimiento de muchos.
En Monsieur Vincent, se resalta su intuición por organizar la caridad más allá de la disposición individual, y procurando así mismo, orientar los recursos de la sociedad.
Sin duda, una obra de referencia del cine espiritual, en un hermoso relato sobre la pugna interior, la duda, el sufrimiento y, finalmente, la elevación y la celebración de la verdad; por lo que Monsieur Vincent se limita a confirmar su preeminencia, mientras nuestra autoestima se eleva.
Y es que cuando la mayoría de las películas sobre santos han pasado a la historia, con más pena que gloria, Monsieur Vincent, ha quedado y quedará como un modelo de auténtico cine sencillo, profundo, realista, y digno; siendo su mayor mérito, en que supo sortear todos los escollos negativos de una época donde hubiera sido más fácil y comprensible caer en la mediocridad.
“Le Seigneur m'a envoyé annoncer les bonnes nouvelles aux pauvres, aux prisonniers, la vue aux aveugles, la liberté aux opprimés”
(El Señor me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos)
Un hombre con la historia de Vicente de Paúl, podría desalentar a cualquier biógrafo tratando de hacer justicia, pero Maurice Cloche y compañía, mantienen una ventaja decisiva sobre la tarea monumental.
La idea de llevar a cabo la producción de Monsieur Vincent, no partió ni de los sacerdotes de La Misión, ni de Las Hijas de La Caridad.
La idea surgió en 1942; porque en las horas más negras de La Segunda Guerra Mundial, Francia sufre una gran destrucción, y su gente va cayendo en la desesperanza y en el desencanto más hondo.
Y así, a Maurice Cloche, director de cine, se le ocurre un proyecto tan arriesgado como idealista:
Hacer algo para que los franceses empiecen a recuperar la esperanza, la ilusión y las ganas de vivir, y de reconstruir el país; y piensa que tal vez, mediante una película se puede producir el milagro de que renazca la esperanza, y se vayan superando los desastres y heridas de la cruel guerra.
Su conclusión es rápida:
Levantar un monumento cinematográfico a la figura, al talante, y a la obra de un gran francés, llamado Vicente de Paúl, que también luchó denodadamente contra la miseria y los “mecanismos perversos” de otra terrible guerra, la de Los Treinta Años; y presentar en la pantalla grande, la entrega absoluta de un cristiano radical, lúcido y comprometido hasta la extenuación, en la difícil y hermosa tarea de regenerar vida y esperanza para todos los desesperanzados y condenados de La Tierra.
Por ello mismo, Monsieur Vincent se hizo de manera muy sencilla, y sin los excesos de algunas películas religiosos de la época.
En otras palabras, mostrando a un protagonista que está impulsado, pero sin halos ni música celestial, y sin miradas dementes hacia el cielo… además, el espectador que espere ver en Monsieur Vincent, una biografía lineal e historicista del Santo, quedará totalmente decepcionado.
Y es que el director nunca se propuso llevar a la gran pantalla, la vida exacta y exhaustiva del Santo; por el contrario, su intención, plasmada admirablemente, tiene unos vectores tan claros como precisos:
Ver, juzgar, y actuar; y a partir de ahí, el director se propone captar la compleja y profunda figura de Vicente de Paúl, subrayando las etapas claves de su vida entregada a la defensa de los marginados, descubriendo la evolución ascendente en el compromiso radical, ahondar en el carisma del Santo, acentuar su “conversión” desde las realidades socio-económico-políticas, etc.
Todo ello con una idea envolvente y globalizadora de sacar a Vicente de Paúl de los rancios archivos de la historia, y hacerlo vivo, actual y dinámico, en el talante de Santo de hace más de 400 años.
Monsieur Vincent inicia con De Paúl entrando al pueblo de Chátillon-les-Dombes, donde es asume el puesto vacante de párroco, y le dan la bienvenida con una lapidación mientras trata de salvar la vida de una niña que ha sido abandonada en la casa donde su madre ha muerto, porque los aldeanos sospechan que producto de La Peste...
Después de una petición al señor de la villa para ayudarla, sin éxito, De Paúl toma el asunto en sus propias manos, y con la ayuda del cuidador de la iglesia, comienza a alimentar a los niños hambrientos, y enterrar a la mujer muerta; mientras reprende a los aldeanos por su falta de caridad.
Al tiempo, se dispone a administrar los sacramentos, y ayudar a la familia que se llevó a la niña huérfana para su cuido.
De Paúl llega a estimular a la gente a tales alturas de la caridad con sus sermones, que familias pudientes ofrecen comida en reconocimiento; por lo que el sacerdote se dispone a organizar a la gente, para proveer a todos aquellos que lo requieran, según las necesidades.
Pero las necesidades que los pobres que Vicente De Paúl trató de llenar, fueron mucho más allá de los campos franceses de Chátillon y Clichy.
Se codeó con la nobleza, e incluso con La Familia Real.
Esto le dio la oportunidad de servir a los pobres en todos los estados de vida, si estaban presos, o los trabajadores de las cocinas o refugiados, de los cuales habían miles, dado el estado de agitación en Francia durante ese tiempo; o hacia los desempleados; y mientras él estaba abriendo nuevos caminos en la forma en que la iglesia debía organizarse para servir a los pobres, fundó Las Damas de La Caridad, formada por mujeres de la nobleza, y Las Hijas de La Caridad compuesta por las mujeres de menor clase.
Él también se estaba asentando en cuestiones morales; la más dramática es la controversia que mantiene con las organizaciones benéficas, más la toma de decisiones, el asesoramiento en contra del duelo, la enseñanza de niños de los nobles, sobre otros sacerdotes, y el asesoramiento y el establecimiento de nuevas perspectivas sobre cómo tomar en otros nuevos sacerdotes y necesitados.
Y es que De Paúl poseía tal virtud en la caridad, la abnegación, la generosidad y la humanidad, tan grande, que La Reina Anne d'Autriche, solía llamarlo:
“La Conciencia del Reino”
La descripción que hace Monsieur Vincent sobre la pobreza, está muy matizada.
Muestra la caridad, entendida por De Paúl, como algo que no se alcanza dando comida a los pobres, sino que requiere del amor, aun cuando los necesitados sean difíciles y desagradecidos.
Vicente de Paúl, renunció a la totalidad de sus bienes, a realmente vivir entre los pobres; interrogantes interesantes sobre los fundamentos psicológicos de la pobreza en sí, y la naturaleza de un hombre dispuesto a renunciar a la comodidad para habitar en medio de la suciedad, gérmenes, y otras indignidades.
Él mismo reconoce con cierta alarma, que es tan dependiente de los pobres, como ellos de él; y se entera de que los pobres son violentos, mezquinos, egoístas y arrogantes, exigiendo más de lo que dan a cambio.
Pero también encuentra personas dispuestas a mejorar su situación, y para que le ayuden en sus esfuerzos hercúleos.
Él es sorprendido por las condiciones en las que viven, conmocionados aún más en su resistencia a la mejora; pero la caridad cristiana es una carga que requiere que se redoblen los esfuerzos de uno, dando amor sin descanso a los que inexorablemente rehúyen la responsabilidad personal, y que odian el trabajo en su nombre.
Sin embargo, incluso se muestran sus dudas en continuar con dichos esfuerzos, pues no percibía que estaba haciendo progresos.
La representación de sus ricos benefactores, sobre todo en las damas de la nobleza, es fascinante porque son mujeres bien intencionadas, dispuestas a hacer buenas obras, pero no pueden ir más allá de cierto límite de generosidad.
Son dolorosamente honestas acerca de la repugnancia que sienten al ver a un hijo ilegítimo, o en sobre trabajar hasta el agotamiento.
Pero si hay algo por lo que Monsieur Vincent vale la pena, es por ver a un monstruo que se merienda la pantalla, un actor que sobresale en el trabajo que “encarna”, en el pleno sentido de la palabra:
Pierre Fresnay, convertido al catolicismo precisamente durante el rodaje de esta producción, por el impacto que le causó la vida y la obra de Vicente de Paúl.
Electrizante actuación, cuyo carisma parece estar inspirado divinamente; siendo uno de varios grandes actores franceses del teatro clásico, que dejó un legado perdurable, a tal grado que Sir Alec Guinness dijo que él era su actor favorito.
Y una cosa sí es evidente:
Pierre Fresnay se ha metido dentro del personaje de Vicente de Paúl, de una forma sobrecogedora.
El crítico francés, Jean Bernard Luc dice que Pierre Fresnay, “ha realizado el verdadero milagro de este cine religioso, porque no se ha limitado a interpretar a Vicente de Paúl, sino que lo ha resucitado”
Se podría hacer un estudio completo de la gama de gestos, entonación de voz, sentimientos, humanidad, firmeza, etc., que el actor pone en juego en Monsieur Vincent, haciendo un titánico esfuerzo físico, psicológico, y moral para asemejarse lo más posible a lo que era Vicente de Paúl.
Porque cuando uno empieza a ver la película, parece que estamos viendo, palpando y tocando al verdadero y vivo Santo.
El actor francés, por su parte, evita caer en el error de retratarlo de una manera edulcorada, y representa a un hombre con una marcada personalidad, cuya ternura se manifiesta con naturalidad.
Además, fue caracterizado en la vejez del personaje, con un enorme parecido a las pinturas que representan a San Vicente de Paúl; un trabajo de maquillaje realmente bueno.
Y no se puede pasar por alto, una de las características más relevantes de Monsieur Vincent; y es a la carencia de medios, a su pobreza económica en la producción.
Hasta en este dato, que a muchos puede parecer baladí, Monsieur Vincent es coherente con el tema.
Evidentemente, cuando se hizo, no estaba la economía francesa para grandes milagros; pero lo que pudo ser una obligación forzosa, se ha convertido en un mérito.
Esta pobreza de medios, se advierte en diversos fotogramas:
Algunos personajes repetidos, actores que encarnan 2 papeles, y que puede inducir a equívocos en el espectador; como escenarios que no pudieron hacerse gran-diosos, como la carrera de las galeras, la simplicidad de los palacios…
Todo viene a demostrar algo evidente en la historia del cine, con una gran escasez de medios, también se pueden hacer películas excelentes.
Y aquí se hace verdad especialmente, ese axioma cinematográfico.
Algún comentarista dijo que sin duda alguna, Monsieur Vincent bien podría estar entre “los 100 mejores de la historia del cine”, y le doy la razón.
Puestos a destacar las líneas maestras, o las coordenadas fundamentales que vertebran Monsieur Vincent, hay que destacar 2:
La liberación integral del hombre, algo que sorprende agradablemente por su conexión con la teología y la pastoral, tras conciliar sobre la evangelización; y la encarnación, fundamento y cimiento de toda liberación cristiana.
Estas coordenadas, se abren en un abanico de grandes temas que jalonan el film; temas que son absolutamente claves para entender en toda su profundidad esta película; por ejemplo:
El amor, la concepción cristiana del mundo, la sociedad egoísta e insolidaria como terrible máquina de fabricar pobres y marginados; la caridad muy distinta de una virtud tranquilizadora de malas conciencias, la justicia, los 2 rostros de la iglesia:
La iglesia de los pobres, y la iglesia contemporizadora y sancionadora de poderosos; así como la organización de la caridad, etc.
Y como un foco luminoso, que da sentido a todo, la “mirada de fe” o, dicho en lenguaje actual, el pobre como sacramento de Cristo.
Ciertamente, nada se entenderá de la vida y la obra de Vicente de Paúl, sin ese “dar la vuelta a la medalla”, sin el descubrimiento de Cristo en la persona de los pobres; y Monsieur Vincent lo subraya constantemente.
El principal problema que tiene, es que trata de la vida de un cura, es que por lógica vamos a ver crucifijos a patadas, iglesias, y toda la palabrería relacionada con la religión cristiana...
Es de esperar, pero no aquí en exceso, aunque es imposible al mismo tiempo evitarlo.
Otro dato achacable es que sea previsible, pero vale la pena por observar el trabajo de Pierre Fresnay.
Como historia, un experto vicencianista, El Padre André Dodin, suele repetir que Monsieur Vincent contiene muchos “errores”
Él descubre hasta 34; por ejemplo, pone de relieve que a la llegada de Vicente de Paúl a Chátillon-les-Dombes, la iglesia no estaba en ruinas; que el clero no había abandonado el pueblo; que en 1617, no hubo Peste en Chátillon; que no conoció a Louise de Marillac en 1617, sino en 1624; que la Sra. de Gondi, no fue a Chátillon, aunque sí influyó para lograr la vuelta de Vicente; que Vicente de Paúl no tuvo residencia solitaria en París; que nunca usó gafas; que no fue expulsado de San Lázaro, aunque sí tuvo procesos; que fue en 1613, cuando conoció al Padre Portail; que en Montmirail, no había confesionarios; que las carreras de Galeotes no existían, y menos la participación del Capellán; que ocupar el sitio de un galeote era más que imposible bajo ningún pretexto; que las caminatas nocturnas en busca de niños abandonados, no se podían realizar, ya que las calles estaban cerradas con cadenas, esas andanzas nocturnas se inventaron en 1864; que no hubo oposición, y menos aún repugnancia por parte de Louise de Marillac y de sus “hijas”, en la cuestión de los niños abandonados; que El Nuncio Craziani, es una figura ficticia; que la conversación con Jeanne, la joven novicia, es imaginaria; que Vicente nunca dejó un beneficio; que no hubo fracaso en la obra de los niños abandonados; que nunca hubo renuncia por Vicente de sus bienes; que su estatura está un poco aumentada; que Louise de Marillac era más pequeña; que existen omisiones como “la formación del clero”, “la obra de los seminarios”, “la reforma de Las Órdenes Religiosas”, la “obra de Los Ejercicios Espirituales”, la “Conferencia de Los Martes”, “la dirección de Las Visitandinas”, su oposición a Mazarino; etc.
Pero ya hemos dicho que Maurice Cloche nunca preten¬dió hacer una biografía exacta, y puntualmente histórica sobre Vicente de Paúl.
Si alguien contempla Monsieur Vincent, como una obra meramente histórica, o con una actitud de escrupulosa literalidad, confunde irremediablemente el camino, y demuestra que El Séptimo Arte no es su punto fuerte.
Esto es lo que suele ocurrir habitualmente a los fervorosos historiadores sin demasiada imaginación para el celuloide.
Nadie niega los llamados “errores históricos”, pero en el cine se suelen denominar “licencias históricas”, lo cual no quiere decir que sea una película fantasiosa o inventada.
En Monsieur Vincent, hay una real y verdadera base histórica, pero no se trata de una vida asépticamente histórica sobre el Santo.
No obstante, queda por fuera algo muy emocionante en su vida, que fue el haber sido capturado y esclavizado por piratas:
Viajando por el mar, Vicente cayó en manos de unos piratas turcos, los cuales lo llevaron como esclavo a Túnez, donde estuvo los años 1605, 1606, y 1607, en continuos sufrimientos.
Logró huir del cautiverio y llegar a Francia, y allí se hospedó en casa de un amigo, pero a este se le perdieron 400 monedas de plata, y le echó la culpa a Vicente; y por meses, estuvo acusándolo de ladrón ante todos los que encontraba.
Pero el Santo se callaba, y solamente respondía:
“Dios sabe que yo no fui el que robó ese dinero”
A los 6 meses, apareció el verdadero ladrón, y se supo toda la verdad.
Vicente, al narrar más tarde este caso a sus discípulos, les decía:
“Es muy provechoso tener paciencia, y saber callar y dejar a Dios que tome nuestra defensa”
Creo que eligieron omitir este tipo de detalles, para hacer ajustar la película a un tema central; como lo es el desinterés del hombre, la miseria de los pobres, y de las muchas cosas buenas que recibieron.
Y si hay algo intrínsecamente unido al arte cinematográfico, ese es el simbolismo.
El lenguaje de los signos y símbolos es, propia y específicamente, el idioma del cine.
Cuando se dice que “una imagen vale más que mil palabras” se está dando en la diana del secreto del cine; y en Monsieur Vincent no podía faltar ese lenguaje mágico; sobre todo hay que subrayar 2 símbolos a los que el director ha recurrido varias veces, aunque sin abusar demasiado:
Los grandes pasos de Vicente de Paúl, y la profundidad de su mirada en los planos cortos y medios.
Son símbolos fáciles de entender, y que de alguna forma recalcan y potencian la intención interpeladora de la película.
Si Monsieur Vincent tiene su origen en despertar de la desesperanza a un pueblo abatido, estos 2 símbolos constituyen una llamada a “ponerse en marcha”, a levantarse de la postración.
Estos 2 símbolos, vienen a decirnos que hay que darse prisa, como Vicente de Paúl, para socorrer las miserias de los condenados de La Tierra, porque “no socorrer es matar”, y porque como decía un contemporáneo de San Vicente, Blas Pascal:
“Cristo está en agonía hasta el final de los tiempos, y no podemos dormirnos”
La mirada fija, interpelante, entre severa y tierna de aquel luchador por la causa de los pobres, es un grito y una invitación molesta, incluso llega a crear cierto desasosiego.
Y desde luego, se clava sin remedio en la pupila del espectador más escéptico.
Rodada en blanco y negro impoluto, en un estilo cercano hasta principios de Bresson, Monsieur Vincent cuenta con muchas escenas inolvidables:
Las primeras escenas del cura llegando al pueblo desierto, en el que le empiezan a tirar piedras los habitantes invisibles, supone un arranque portentoso.
El reencuentro con las damas nobles que están dispuestas a “hacer algo”, pero cuyo mundo está lejos de ellas; los pobres, la escena en la galera real, donde la leyenda dice que él tomó el lugar de un galeote agotado…
Son muchas como la película completa.
“Aimons Dieu, mes frères, l'amour de Dieu, mais cela est au détriment de nos armes, c'est la sueur de nos visages”
(Amemos a Dios, hermanos míos, amemos a Dios, pero que esto sea a costa de nuestros brazos, que esto sea con el sudor de nuestros rostros)
Parece casi imposible, que un solo hombre haya podido repartir tantas, y tan grandes limosnas, en tantos sitios, y a tan diversas clases de gentes necesitadas, como lo logró San Vicente de Paúl.
Y es que dentro de su entereza, había hecho juramento de dedicar toda su vida a los más miserables, y lo fue cumpliendo día por día, con generosidad heroica.
Por lo que Vicente de Paúl fundó La Congregación de La Misión en 1625, gracias a una suma de dinero que Los Gondi pusieron a su disposición, el 17 de abril de ese año.
En 1633, junto con Louise de Marillac, fundó La Compañía de Las Hijas de La Caridad; y con ella a su lado, actuó como Superior General, presidiendo los frecuentes consejos, redactando un reglamento, y resolviendo la base jurídica, un tanto revolucionaria, que haría de La Compañía, una fuerza apostólica poderosa en los años venideros.
Durante su vida, se erigieron más de 60 casas entre Francia y Polonia; después, La Compañía llegó a ser una de las más grandes congregaciones de La Iglesia Católica, extendiéndose La Congregación de María, no solo por Francia y Polonia, sino además por Italia, Irlanda, Escocia, Túnez y Madagascar, Argelia, las Hébridas, y las Orkneys.
Ejerció como Superior General de La Congregación hasta su muerte, celebrando reuniones regulares del consejo, escribiendo sus reglas, dirigiendo las asambleas generales, y resolviendo cantidad de problemas fundacionales, como conseguir la aprobación de La Congregación por La Santa Sede, decidir si se debían hacer votos, determinar cuáles debían pronunciarse, y cuál debía ser su contenido.
En 1638, se encargó de la obra de los niños expósitos, pues más de 300 eran abandonados anualmente en las calles de París.
Según los casos, asignaba un número de Hijas de La Caridad a la obra, y tuvo 13 casas para recibirlos.
Cuando, en 1647, esta obra estuvo en peligro, la salvó dirigiendo una elocuente llamada a Las Damas de La Caridad, para que vieran a los expósitos como a sus hijos.
A partir de 1639, Vicente comenzó a organizar campañas para socorrer a los que sufrían por la guerra, las plagas, y el hambre.
Uno de los ayudantes de Vicente, El Hermano Mateo Regnard, hizo 53 viajes, atravesando las filas del enemigo disfrazado, llevando dinero de Vicente para auxilio de los que se encontraban en zonas de guerra.
Y es que Vicente poseía una gran cualidad para lograr que la gente rica le diera limosnas para los pobres:
Reunía a las señoras más adineradas de París, y les hablaba con tanta convicción acerca de la necesidad de ayudar a quienes estaban en la miseria, que ellas daban cuánto dinero encontraban a la mano.
Se cuenta que La Reina, que se confesaba con él, le dijo un día:
“No me queda más dinero para darle”, y el Santo le respondió:
“¿Y esas joyas que lleva en los dedos y en el cuello y en las orejas?”
A lo que ella las regaló para los pobres.
Así, con cerca de 70 años de edad, Vicente de Paúl organizó ingentes programas de socorro, que repartían sopa 2 veces al día a miles de pobres en San Lázaro, y alimentaban a miles más en las casas de Las Hijas de La Caridad.
Organizó colectas, llegando a recoger cada semana, de 5 a 6 mil libras de carne, de 2 a 3 mil huevos y provisiones de ropa y utensilios.
Pero en junio de 1660, las fuerzas de Vicente de Paúl comenzaron a flaquear, hasta su muerte en París, el 27 de septiembre de ese año.
Henri de Maupas du Tour, predicador de su funeral, declaró:
“Poco le faltó para cambiar la faz de la iglesia”
Cuando murió, los pobres de París perdieron a su mejor amigo, y la humanidad, un benefactor sin par en tiempos modernos.
Su cuerpo permanece incorrupto, y descansa en una urna en La Iglesia de San Vicente de Paúl de París.
Y 40 años después, en 1705, El Superior General de los lazaristas, solicitó la iniciación del proceso de canonización.
Muchos obispos, entre ellos:
Bossuet, Fénelon, Fléchier, y El Cardenal de Noailles, apoyaron la petición.
El 13 de agosto de 1729, Vicente de Paúl fue beatificado por El Papa Benedicto XIII, y canonizado por El Papa Clemente XII, el 16 de junio de 1737.
En 1885, El Papa León XIII, proclamó a este sencillo campesino, como “Patrono de todas las asociaciones católicas de caridad”, siendo su festividad, el 27 de septiembre.
En el curso de su larga y ajetreada vida, San Vicente de Paúl escribió un gran número de cartas, estimadas en no menos de 30 mil; y tras su muerte, se comenzó la tarea de recopilarlas; no siendo hasta el siglo XVIII, que se habían reunido 7 mil; pero muchas se han perdido desde entonces.
Las que se han conservado, se publicaron con errores, y el total de cartas publicadas, es ahora de unas 3.200.
También, se han recogido y publicado sus conferencias.
Y como él mismo dijo entonces:
“Así pues, hermanos míos, vayamos y ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres, y busquemos incluso a los más pobres y abandonados; reconozcamos delante de Dios, que son ellos nuestros señores y nuestros amos, y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios”

“La perfection consiste pas dans la multitude de choses, mais le fait d'être bien fait”
(La perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en el hecho de estar bien hechas)




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