東京物語 (Tokyo Story)

“ない人生は失望のですか?”
(¿No es decepcionante la vida?)

En 1953, Japón se encontraba en plena recuperación económica y social tras La Segunda Guerra Mundial, donde Japón atacó la base naval estadounidense de Pearl Harbor en diciembre de 1941; lo cual provocó a EEUU, declarar la guerra al Imperio Japonés.
Desgraciadamente, Japón fue el país que más tiempo intentó alargar la guerra, de manera que se les obligó a aceptar la capitulación incondicional ante el ejército estadounidense, mediante las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki en 1945, poniendo así, fin a la guerra.
La ocupación de EEUU, había acabado oficialmente sólo meses antes, en el año 1953, y La Guerra de Corea era en ese momento, el catalizador económico de la industria japonesa, con la venta de productos y abastecimientos a las tropas de EEUU que combatían a pocas millas marítimas de distancia.
Así, Tokyo experimentó el llamado “milagro económico” durante las décadas de 1950 y 1960.
La occidentalización obligada del país, con nuevas costumbres, nueva Constitución, voto femenino, instituciones democráticas, reforma agraria… ya estaba teóricamente completada.
Las grandes ciudades japonesas, principalmente la capital, Tokyo, seguían creciendo a un ritmo imparable, al tiempo que las zonas rurales se despoblaban de gente joven.
Con todo, y a pesar del buen panorama de futuro que presentaba la economía nacional, aún se seguían pasando estrecheces.
Al mismo tiempo, las heridas de guerra seguían sin restañar totalmente, tanto que en muchas familias faltaba alguno de sus miembros, muertos bien en combate o bien en los durísimos bombardeos que azotaron a Japón en los 6 últimos meses de la guerra, cuando los potentes B-29 de EEUU, tuvieron bajo su alcance la práctica totalidad del país, incluida la capital.
El país nipón, está saliendo de las ruinas de la guerra, y necesita hombres y mujeres que trabajen duro para reconstruir su nación, que nunca se benefició del Plan Marshall, tal como sucedió en Europa.
El cine oriental, y siendo más específico, el cine japonés, ha logrado establecerse en una posición privilegiada de entre las grandes potencias que imprimen la historia del Séptimo Arte.
Y es que hablar sobre el cine nipón, es introducirse en una cultura totalmente desconocida para nosotros como occidentales.
“だから若いと既にあなたが降伏してきました”
(Tan joven y ya te has rendido)
東京物語 (Tokyo Story) es un drama japonés, dirigido en el año 1953, por Yasujirō Ozu.
Protagonizado por Chishû Ryû, Chieko Higashiyama, Setsuko Hara, So Yamamura, Haruko Sugimura, Kinoko Niyake, Kyōko Kagawa, entre otros.
El guión es de Yasujirō Ozu y Kôgo Noda; éste último se inspiró en el film estadounidense “Make Way For Tomorrow” (1937), uno de los filmes más duros jamás hechos por el tema a tratar:
La vejez; por lo que 東京物語 (Tokyo Story) narra con extrema delicadeza las expectativas que tienen los progenitores con respecto a los hijos y viceversa.
Los grandes temas del director, son la destrucción de las familias, y con ellas el deterioro de la identidad nacional, a causa del trabajo y la modernización, y la piedad filial confuciana.
Una crítica velada al capitalismo y la globalización, que da lugar a una sociedad en la que no hay tiempo para cultivar los vínculos familiares.
Y es que Ozu provenía de una familia destrozada por la modernización, ya que mientras su padre trabajaba en Fukugawa, él vivía con su madre y sus 2 hermanos en Matsuzaka.
El vínculo del director con su madre era tal, que nunca se casó, y vivió siempre con su madre, cumpliendo su deber según la piedad filial confuciana.
Agregado a que Ozu, según parece, era homosexual.
Debido a su historia particular, los protagonistas de sus películas suelen ser familias con vínculos afectivos débiles, pero no se utilizan los típicos elementos melodramáticos, sino que se hace hincapié en la debilidad de esos vínculos, contraponiendo varias generaciones de la misma familia.
Así, el espectador puede reflexionar sobre las tensiones entre la modernidad y los valores tradicionales japoneses.
No obstante, el negativo original de 東京物語 (Tokyo Story) se perdió poco después que se terminó de rodar, debido a un incendio en la bóveda del laboratorio en la ciudad de Yokohama; y la película tuvo que ser proyectada mediante las impresiones hechas a partir de un negativo alterno; y no será conocida en EEUU, hasta 1964, momento en el cual Yasujirō Ozu ya estaba muerto.
Es cierto que su cine no era muy taquillero en la época y, precisamente por eso, Yasujirō no quiso exportarlo, a pesar del creciente interés en el cine japonés después del éxito alcanzado por Akira Kurosawa.
東京物語 (Tokyo Story) es una obra maestra con una delicadeza contundente; el director, todo un historiador de costumbres de su época, en una película donde no hay grandilocuencia, no hay historia potente ni impactante; pues lo que hay es un cuento muy pequeño sobre una familia japonesa media.
Las películas de este director, tienen ese sello particular, además de sus planos estáticos son preparados para que no dominen en ninguna parte de la imagen y no distraigan del objetivo.
Sus guiones en general, hablan de la vida y de las realidades mortales, retratando una sociedad que puja y cambia, pero es lo humano lo que a final de cuentas le importa.
La acción dramática tiene lugar en Onomichi, Tokyo, y el complejo residencial para mayores de Atami, en julio de 1953.
El matrimonio formado por Shūkichi (Chishû Ryû) y Tomi Hirayama (Chieko Higashiyama), tienen 5 hijos:
Su hijo mayor, Kōichi (So Yamamura), es médico y tiene 2 hijos:
Minoru e Isamu.
La hija mayor, Shige (Haruko Sugimura), regenta un negocio de peluquería y belleza; y su esposo, Kurazō Kaneko (Nobuo Nakamura)
Noriko (Setsuko Hara) es viuda del 2º de sus hijos, Shōji, que murió hace 8 años en La Segunda Guerra Mundial.
Mientras en Osaka vive el otro hijo, Keizō (Shirō Ōsaka); y la hija pequeña, Kyōko (Kyōko Kagawa), es quien vive y cuida de los ancianos.
La familia es originaria de la zona rural de Onomichi, y los viejos viajan a Tokyo para visitar a sus hijos que viven allí; pero son rechazados en cierta medida por sus hijos, que están muy ocupados para prestarles atención.
Pero esa actitud contrasta con el comportamiento de su nuera viuda, Noriko, que los trata con afecto.
La humanidad evoluciona tan rápidamente, que entre las generaciones se origina un abismo que las mantiene incomunicadas entre sí:
Progreso tecnológico, apertura a occidente… sin un atisbo de las tradiciones ancestrales de las que el matrimonio intentó educar a su descendencia.
Las cosas habrán cambiado bastante, y sentirán el abismo que reina tanto entre las generaciones, como entre los habitantes del campo y los de la ciudad.
El paso del tiempo, el matrimonio, la muerte, son rivales poco menos que inabordables ante los ojos de unos progenitores que ven cómo cada día, sus hijos se van alejando más y más de ellos.
Es ley de vida, algo natural; lo cual no significa que no sea triste este acongojante retrato de la descomposición de Japón tras la derrota en La Segunda Guerra Mundial.
Muchas cosas materiales nos privan de lo que realmente cuenta:
La bondad, y el agradecimiento.
De esto habla 東京物語 (Tokyo Story), que diseña con maestría y pocos trazos, un puñado de caracteres indelebles, tan reales como mirarse al espejo.
Actualmente, 東京物語 (Tokyo Story) está ganando terreno en las listas de las obras favoritas de los críticos de cine, incluso en un par de estos ranquin, ya es considerada como la mejor película de todos los tiempos, muy por encima de destacados títulos de Hollywood; por ejemplo, el gran crítico Roger Ebert, decía que 東京物語 (Tokyo Story) “ennoblece el cine; más sí puede ayudarnos a dar pequeños pasos en contra de nuestras imperfecciones”
“あなたが墓を超えてご両親を提供することはできません”
(No puedes servir a tus padres más allá de la tumba)
La filmografía de este director nipón, constituye un perfecto reflejo de los bruscos cambios acaecidos en Japón durante la primera mitad del siglo XX, especialmente tras su derrota en La Segunda Guerra Mundial:
Lo viejo y lo nuevo, tradición y modernidad, se dan de la mano en sus películas.
Esa simbiosis, como no podía ser de otro modo, también está presente en 東京物語 (Tokyo Story), donde el contraste generacional y cultural, brota de la relación entre padres e hijos, e incluso nietos.
En ella, el maestro dibuja con serenidad y profunda mirada humana, uno de esos tantos relatos paterno-filiales que cualquiera de nosotros podría reconocer en su propio entorno.
Lo primero que salta a la vista, es la perfecta planificación que el director demuestra en su puesta en escena; planos simétricos interiores en perfecto orden y armonía, deliciosamente montados que rayan en la más absoluta perfección.
Su obra descansa en la composición del encuadre, la cual es siempre exquisita, buscando un punto de fuga para conseguir una sensación de profundidad y perspectiva.
Además, posee la extraña habilidad de alcanzar la trascendencia partiendo de argumentos y temáticas cotidianas.
Uno entra lentamente, en ese mundo armonioso de planos de figura entera, de encuadres fijos, de personajes que hablando entre ellos, miran fijamente al espectador, como si de una plática con ellos también se tratara.
Y renuncia a los movimientos de cámara, escasos cuando no inexistentes, para articular su puesta en escena a través del montaje, en lo que más interesa subrayar.
Ozu pone la cámara “a la altura de la mirada del perro”, así le gustaba decir, para filmar a personas que conversan sentadas en tatamis.
Usa mucho la subjetiva, y salta continuamente los ejes, contraviniendo una regla no escrita, pero respetada a rajatabla por el cine clásico de Hollywood.
Casa, escuela, oficina, y rara vez algún exterior, con unas pocas chimeneas, los tejados de la ciudad vistos desde lejos, y un tren.
Un mundo esencial, que contagia poco a poco su serenidad, una especie de ascetismo interior que lleva a concentrar la atención sobre lo importante:
Los personajes, su alma, el alma de quien ve el film.
Naturalmente se recomienda la versión original subtitulada; la cadencia de los diálogos, ayuda a hacerse al ambiente y a la atmósfera de este particular mundo.
Y llama la atención que los actores entran y salen de escena, como si se tratase de un montaje teatral, a pesar de que el director no tuvo relación directa con el teatro.
Ozu no sentimentaliza, ni condena, él meramente contempla la naturaleza humana con calma y claridad.
En 東京物語 (Tokyo Story), a una pareja jubilada que vive con su hija menor en el pueblo de Onomichi, se le ocurre dispensar una visita a sus hijos, 2 que viven en Tokyo, y un tercero que vive en Osaka; y también a una nuera que es viuda desde hace 8 años, y vive en Tokyo.
Para sorpresa de ellos, y del espectador, quien más se dedica a compartir con ellos, y hacerles pasar una feliz estadía es la nuera, Noriko,, quien por cierto es el personaje que más explicita sus emociones; puesto que los hijos no los atienden en la justa medida que deberían atenderlos.
La distancia entre la sosegada vida pueblerina y la dinámica de la gran metrópoli, es suficiente motivo para que exista una asincronía entre padres e hijos, más aún entre abuelos y nietos; pero también es la distancia temporal la que marca linderos para situar a unos lejos de los otros.
Y esta historia presenta el más descarnado lindero:
La displicencia.
El abismo generacional, tema tratado reiteradamente en la filmografía de Ozu, se manifiesta en toda su cruda realidad en las escenas finales.
En la que los padres aceptan la actitud de los hijos, adornando la conducta de éstos con justificaciones, que pueden ser avaladas solamente por el amor de los padres por los hijos; pero no sin dejar entrever cierta tristeza en sus rostros, cubiertos tras un velo de flemático estoicismo, muy japonés; exteriorizada solo por el padre, cuando se embriaga junto a unos viejos amigos.
Pero la tristeza no es solo por la incomodidad que ellos causan a sus hijos, también es porque son conscientes de que a los hijos no les ha ido tan bien en la gran ciudad como se imaginaban:
La despiadada realidad, devoró las románticas expectativas.
Pero aquí no hay buenos y malos, no hay adjetivos, no hay antagonista, solo la triste realidad del paso del tiempo; pero también 東京物語 (Tokyo Story) suma drama y crítica social.
El viaje de Shūkichi y Tomi a Tokyo, brinda al realizador la oportunidad de explorar uno de sus temas favoritos:
La pérdida de los valores familiares y sociales; la destrucción de la familia tradicional japonesa, a causa de la presión del trabajo y el cambio de costumbres; y la sustitución de las antiguas tradiciones inductoras de cohesión social, por nuevos comportamientos que provocan dispersión.
No es casual, por ejemplo, que el matrimonio protagonista proceda de Onomichi, ciudad situada en la prefectura de Hiroshima, a la que se conoce principalmente por sus templos budistas, sino veamos la casa…
La vida allí, tranquila y de cara al mar, es muy diferente a la de Tokyo, la gran urbe por excelencia del País del Sol Naciente:
Una metrópolis concebida bajo cánones económicos occidentales.
Es normal que los ancianos se sientan fuera de lugar durante su estancia en la capital.
Ellos pertenecen a otro mundo más tradicional.
Menos mal que quedan el sake y los viejos amigos; una fórmula ideal para enjugar penas mientras se rememora el lejano pasado; y que sirve de catarsis para sacar todo lo que se siente y no se puede expresar.
De este modo, es normal ver las construcciones y viviendas con esa estructura y elementos tan típicos de la arquitectura nipona, mezclados también con las influencias de Occidente.
Y lo mismo ocurre en la forma de vestir:
El guardarropa de cualquier ciudadano de a pie, muestra tanto las prendas tradicionales del país, como kimonos, zapatos de madera... como trajes con corbata, camisas y blusas corrientes, faldas, zapatos de cordones o zapatos de tacón...
Si no veamos una escena en la que unos llegan a la casa y no se quitan los zapatos…
Una muestra de la gran versatilidad de esa sociedad, su avance y su capacidad para adaptarse a los cambios.
No en vano, es una de las pioneras en cuanto a tecnología, investigación científica, apertura, e impulso social.
Un aspecto que hace que el tema planteado sea aún más relevante, es el hecho de que las 2 generaciones también están separadas por La Segunda Guerra Mundial.
Ignoro si en Japón ocurrió lo que en Alemania, que los hijos y nietos de la generación que vivió esa cruenta guerra, les reprochan a sus progenitores el haber dejado que eso ocurriera...
Los hijos de Tomi y Shūkichi, al igual que el resto del Japón, parecieran querer recuperar la normalidad de su país, luego del tiempo perdido por la guerra.
Y lo lograron, a costa de un esfuerzo titánico.
東京物語 (Tokyo Story) deja constancia del natural cambio en el estilo de vida de las personas, de una generación a otra, conforme pasa el tiempo.
Las cosas cambian inexorablemente, todo continúa, la vida sigue a pesar de la muerte.
Es el cambio de Heráclito, “el natural devenir de los seres, la continua transformación”
Por lo que para su visionado, se requiere por parte del espectador un poco de paciencia, pues el ritmo, no hace falta decirlo, es parsimonioso, muy oriental, y con mucho detalle; pero después de un rato, ya se está completamente dentro, y ya no se pueden separar los ojos de la pantalla; como en la última media hora, con un nudo en la garganta, y sin pestañear.
Al final, cuando termina, deseas estar solo, en silencio.
Para paladear un efecto catártico producido sin estridencias.
Uno vuelve a la vida con el ánimo pacificado, fruto del placer del reconocimiento propio del verdadero arte, o bien, como en mi caso, lleno de vergüenza.
Técnicamente, 東京物語 (Tokyo Story) es notable por su uso de la cámara a baja altura, estática, en la que son los personajes quienes se mueven, por lo que debido a ese estilo, todos los interiores tuvieron que ser construidos con techos.
Y en los guiones del director, siempre se hace uso de la elipsis narrativa; es decir, a menudo vemos como los personajes hablan de algo que ha ocurrido, pero que el espectador no ha visto porque lo que le importa a Ozu es cómo el personaje se enfrenta a esos hechos; no el hecho en sí.
Por ejemplo, cuando los padres hablan de que han visitado a su hijo en Osaka, o las continuas referencias al difícil matrimonio de Noriko con su fallecido esposo, o incluso a las dificultades implícitas del matrimonio de ancianos.
Los personajes de Ozu aceptan lo ineluctable con sabia resignación.
No hay tragedia en sus películas, porque se entiende que todo forma parte de la existencia humana.
Hasta la muerte se acoge con cierta naturalidad.
En una escena, Kyōko, la hija menor de los Hirayama, le dice a Noriko tras el fallecimiento de su madre, que la vida es decepcionante…
Ésta le responde asintiendo sin perder la sonrisa.
El personaje de Sugimura Haruko, Shige, tiene una doble función:
La de hacer brillar la figura de Noriko en contraposición a su personaje; y la de recordar a otro tipo de mujer japonesa.
La mujer que ha aceptado por completo la modernización, y ha olvidado los valores tradicionales; y que no está dispuesta a hacer los sacrificios que ha hecho Noriko, ni se resigna a aceptar la decepción de la vida como hace ella.
Los personajes, son absolutamente conmovedores, sobre todo Shūkichi, que es la representación de la serenidad y amabilidad; una madre tan hermosa, que dan ganas de besarla y abrazarla por su calidez.
Y Noriko, que es la ternura y la solidaridad en su máxima expresión.
Son 2 de los personajes más hermosos que El Séptimo Arte ha creado alguna vez.
Quizás, lo mejor de東京物語 (Tokyo Story) es Setsuko Hara, que logra cautivarnos cada vez que aparece en pantalla, crea una conexión inexplicable con sus suegros que no se puede expresar con palabras; todo a través de la gratitud demostrada con una hermosa sonrisa.
En 東京物語 (Tokyo Story), se ve también muy clara la importancia de la piedad filial confuciana, cuando conversan el hijo pequeño del matrimonio y su jefe, y éste le recuerda que una vez que mueran sus padres, no podrá hacer nada por ellos.
También vemos este mismo diálogo entre Shige y su marido, pero no da la sensación de que surta el mismo efecto, debido al carácter del marido, que resulta bastante desconsiderado con sus suegros, y antipático al espectador.
Además, el director quiere añadir un tema más en esta obra, y es la despoblación de las áreas rurales, y la construcción del crecimiento económico sacrificando el ambiente familiar; y esto último lo hace a través de Kōichi, que sacrifica a su familia por el éxito de su carrera profesional.
Al igual que terrible es descubrir que la persona que más ayuda a la pareja, no lleva su misma sangre.
El amor que nada tiene que ver con el poder de la sangre, de las raíces, y que se desvela como la mejor herencia de una vida ya perdida.
Y como no podía ser de otro modo, 東京物語 (Tokyo Story) plasma de una forma mágica, la soledad de la vejez.
También no está exenta de símbolos:
Mientras el veloz tren es símbolo de la velocidad de la posmodernidad, de lo nuevo, o las chimeneas lo son del desarrollo industrial, los barcos de la tranquila bahía de Onomichi lo son de la calma y serenidad del pueblo, de lo tradicional.
En Onomichi con casas tradicionales, vida rutinaria y tranquila; con Tokyo y las chimeneas humeantes, símbolo de una modernidad industrial, mecánica y apresurada.
La fila de niños nos recuerda la masificación de la escuela, y los encuadres dentro de las pequeñas viviendas, dan cuenta de la alineación del individuo citadino, perpetrada nada menos que por un arte:
La arquitectura.
La última escena de Kyōko, la hija pequeña de los Hirayama y maestra de la próxima generación que mira el reloj, mientras observa cómo sale el tren de su cuñada Noriko…
Detrás de ella, los niños y un calendario.
El paso del tiempo, que a todos nos llega…
La repetición al comienzo y hacia el final de las mismas imágenes, del tren específicamente, sugiere la monotonía de la vida, y lo circular que pueden ser las circunstancias:
Lo que me pasó a mí, te puede pasar a ti.
El momento culminante, se produce cuando los 2 ancianos se separan tras haber sido repudiados por sus hijos:
Shūkichi se emborracha bebiendo sake con 2 antiguos amigos, dejando al descubierto la frustración que sienten hacia sus hijos, y la resignación que adoptan ante tal decepción.
La realidad de los diálogos es estremecedora, tan contemporánea como aterradora.
Mientras tanto, su esposa Tomi, se hospeda en casa de su nuera Noriko.
Ella es cálida y respetuosa, siendo ella precisamente quién más carencias tiene, la que la ofrece todo cuanto puede.
Esa noche, suegra y nuera conversan hondamente, revelándose la resignación de ambas mujeres a la conducta de sus maridos, su inclinación a la bebida y la gravedad de sus ausencias.
Noriko escucha, habla poco…
Finalmente, su tristeza se hace patente, y las lágrimas de sus ojos caen silenciosamente en la oscuridad de la noche, discreta hasta en su llanto.
No pudo decir más con menos palabras.
Mientras el único momento en donde la familia está unida, es cuando surge una tragedia.
¿Alguien dijo que esto no es cierto?
Para achacarle algo, puede que 東京物語 (Tokyo Story) se torne lenta en algunos momentos; y que la historia sea muy mundana.
Por último, la banda sonora de Kojun Saito, ofrece una partitura breve, de pocos cortes, cuyas composiciones son de gran sencillez y respiran aire folk.
“あなたの両親が生きている間に良い息子であります”
(Sé un buen hijo mientras tus padres viven)
Como bien decía Machado:
“Oscura la historia, y clara la pena”
Los japoneses, muy arraigados en su cultura a honorar a los ancianos, ven como los tiempos cambian, y las nuevas pasiones son descubiertas por encima de la felicidad.
Poco a poco, su sociedad, al igual que la nuestra, olvida el valor de los mayores y su sabiduría.
Uno de los grandes conflictos intergeneracionales actuales, queda inmortalizado en東京物語 (Tokyo Story):
El de los ancianos que no tienen cabida en esta sociedad excesivamente egoísta, cuya máxima meta es la producción y la obsesión por las posesiones materiales.
Cuando los hijos están esclavizados a sus trabajos, a unos horarios fijos, a unas exigencias rutinarias que los alejan de los demás, en lugar de acercarlos; cuando están metidos como hormigas irreflexivas en esa vorágine que, vista desde la perspectiva de los ancianos, parece bastante alienante.
¿Qué lugar ocupan los mayores entonces en el orden natural?
La vida posmoderna en la gran ciudad, exprime el tiempo y la energía de sus habitantes, al punto que la presencia de sus ascendientes desentona en la ardua e impersonal vida diaria; vida que tiene por único objeto, el obtener los recursos monetarios para canjearlos por comida y demás bienes y servicios necesarios para sobrevivir en un cáustico medio, donde el que se descuida pierde, feroz competencia por medio, toda oportunidad de progreso.
Por desgracia, la entrañable imagen de un hogar presidido por los abuelos, resulta cada vez menos frecuente; sobre todo en Occidente, donde llegada cierta edad, las personas se convierten en un auténtico estorbo.
No obstante, la ingratitud filial es inherente al ser humano de todas las épocas y culturas, o si no lean La Biblia o a Shakespeare.
Lo que cuenta 東京物語 (Tokyo Story) es universal, y eso quizá sea lo que hace de esta película, un trabajo plenamente vigente.
Puesto que hemos cambiado poco, muy poco sobre un tema tan occidental como oriental; porque vemos a 2 ancianos, pero estamos viendo a los ancianos que conocemos.
Vemos una familia, pero estamos viendo a las familias que conocemos.
Vemos lo que hacen, pero estamos viendo lo que hacemos, y lo que deberíamos y no deberíamos hacer.
Vemos una sociedad, con sus urgencias y sus pasiones, pero estamos viendo la nuestra.
Vemos una película, pero estamos viendo la vida.
Por otra, viendo la hondura de su metraje, uno no puede más que agachar la cabeza de vergüenza, al ver en la pantalla cosas que nos pasan a nosotros mismos, teniendo que reconocer que son consustanciales al ser humano.
Es triste tener que reconocerlo viendo una obra maestra como 東京物語 (Tokyo Story), en la cual mi familia ha quedado reflejada.

“時間が経つにつれて、親と子の距離”
(Con el tiempo, los padres y los hijos se alejan)



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