Le Charme Discret de La Bourgeoisie
“Aucun système rend les masses sont raffinées”
(Ningún sistema hace que las masas se refinen)
El papel de la burguesía ha sido también objeto de profundas controversias, pues si en algunos casos y periodos parece ser el apoyo principal de los monarcas para aumentar su poder, en una alianza mutuamente beneficiosa en la formación de un mercado nacional, y en detrimento de las feudales nobleza y clero.
“Burguesía” es un término de origen francés, “bourgeoisie”, utilizado en la economía política, y también extensivamente en filosofía política, sociología e historia; que designa a la clase media acomodada; aunque su utilización inicial y su uso específico en las ciencias sociales o en el ideoléxico, especialmente en la fraseología marxista, tiene muy diversas variantes y matices.
Para el realizador español Luis Buñuel, víctima del franquismo, la burguesía es una clase social vacía, consumista y sin moral, en las que el ejército y el clero son sus aliados como lo fueron antiguamente de la nobleza.
Enumeremos ciertos gustos del burgués para tener un panorama:
La comodidad, la limpieza y el lujo.
El catálogo de virtudes burguesas, incluye al ahorro, la laboriosidad y la respetabilidad.
Si hacemos el ejercicio de encontrar un eje en el cual podamos unir estos gustos y estas virtudes, no nos demoraremos en encontrarlo:
Es el dinero.
El dinero brinda comodidad, limpieza y lujo; el ahorro y la laboriosidad, generan dinero; y la posesión sostenida y habitual del dinero, posibilita que una persona logre ser parte de la comunidad burguesa, es decir, que sea respetable.
Si los gustos y virtudes del burgués se ordenan hacia el dinero, “que es poderoso caballero”, bien podemos decir que es burgués en grado sumo, quien le rinde culto al dinero.
¿Y se puede servir a Dios y al dinero…?
El burgués es también muy astuto; aunque Cristo diga que a los burgueses les costará entrar en El Reino de Los Cielos, a ellos no les cuesta nada hacer entrar a Jesucristo en su reino del capital.
Su relación con la religión, por tanto, es una relación de intercambio económico:
Mientras la religión sea funcional a sus gustos y valores, llámese comodidad, laboriosidad, lujo, respetabilidad, se declararán católicos fervientes.
Si el catolicismo se pone pesado, y pide más de la cuenta; el burgués hará uso de sus conexiones sociales, y encontrará algún cura o congregación que lo libere de ese catolicismo cargante, y le deje tener su vida de burgués en paz.
El burgués católico, buscará colegios católicos, pero no por lo que tienen de católicos, sino de burgueses.
No olvidemos que la burguesía fue la clase social que propició la caída del “Ancien Régime”, la monarquía absoluta de Louis XVI de France, transformándose en el motor económico de las sociedades modernas a partir del siglo XIX.
Pero ha acabado acomodada, y cayendo en los mismos vicios de las clases dominantes que ellos desplazaron del poder.
El término opuesto a este, fue el de “Nuevo Régimen”, sistema político propio del comienzo de La Edad Contemporánea, duración en el tiempo que puede entenderse como continua hasta la actualidad.
En España, por ejemplo fue El Régimen Liberal.
Y la situación de La Iglesia Católica en los países del sur de Europa, se deterioró como consecuencia de su pérdida de poder económico, político y social; por lo que puede hablarse de un proceso de descristianización; pudiendo llegar a una separación total entre Iglesia y Estado, como ocurrió en Francia, o a modelos intermedios, como en España, donde se opta por un modelo de Concordato, en que el clero pasa a ser subvencionado por El Estado, siguiendo el ejemplo una vez más del Imperio Napoleónico.
Lo mismo podría decirse del mercado libre para los otros 2 factores de producción:
Ni capital, sospechoso de representar una forma de riqueza no compatible con el modo de vida noble; o clerical, y aún lejos de la acumulación necesaria para una revolución industrial; ni trabajo, impropio de los privilegiados, y considerado como una maldición bíblica, se venden libremente en el mercado como mercancías sujetas al libre juego de oferta y demanda.
“Vos vêtements est plus à aimer que de faire la guerre”
(Tu ropa es más para hacer el amor que para hacer la guerra)
Le Charme Discret de La Bourgeoisie es una comedia de fantasía francesa, del año 1972, dirigida por Luis Buñuel.
Protagonizada por Fernando Rey, Paul Frankeur, Delphine Seyrig, Jean-Pierre Cassel, Stéphane Audran, Michel Piccoli, Bulle Ogier, Julien Bertheau, Milena Vukotic, Maria Gabriella Maione, Claude Pieplu, Muni, François Maistre, Pierre Maguelon, Maxence Mailfort, entre otros.
El guión es de Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière, en que un grupo de personajes acomodados, ven interrumpidas sus pretensiones de comer juntos, una y otra vez, en la línea metafórica de imposibilidad de realizar la libertad, en una complicada madeja espaciotemporal.
Coproducción entre Francia, Italia y España; como en muchos de los largometrajes que realizó Buñuel en el transcurso de su vida, se pueden observar algunas escenas con características propias del surrealismo.
En una entrevista, el coguionista, Jean-Claude Carrière, reveló que él y Buñuel no tenía un punto de partida para la historia.
Fue después de reunirse con el productor, Serge Silberman, que les dio la inspiración cuando él contó una historia de, cómo se había encontrado con 2 amigos brasileños en las calles de París.
Silberman invitó a estos amigos, para hacer la cena el martes siguiente, olvidando que él tenía otra cena de ese día...
Sucedió que el productor, se olvidó de decirle a su esposa, y los 2 brasileños y sus mujeres, fueron al hogar Silberman el día pactado, pero al llegar, la Sra. Silberman mostró su asombro, pues ya había cenado.
Esta escena se convirtió en la primera de Le Charme Discret de La Bourgeoisie.
A partir de ella, Buñuel desarrolló una serie de situaciones en las que, sin forzar demasiado la verosimilitud, un grupo de amigos intentan cenar juntos, sin conseguirlo.
En su autobiografía, “Mi Último Suspiro”, Luis Buñuel dijo que tenía dificultades para encontrar un título para la película.
“En el último día de escribir el guión, se le ocurrió:
“A bas Lénine, ou la Vierge à l'écurie”, “Down with Lenin”, “The Virgin in The Manger” o “Bourgeois Enchantment”
Alguien sugirió, “Le Charme de la Bourgeoisie” y finalmente se añadió el adjetivo “discret”
Nos parecía que, con este título, la película adquiría otra forma, y casi otro fondo.
Se la miraba de forma distinta”, dijo.
Buñuel, además dijo que él y Jean-Claude Carrière, ni una sola vez pensaron en la “burguesía” como palabra mientras se trabajó en el guión.
“Me molestó mucho que en la publicidad dijeran:
“¡Se ríe uno como loco!”
Y se mostrara una boca enorme pintada sobre unas piernas, y bajo un sombrero hongo.
Yo hubiera fusilado al publicista; pues la película no es una sátira de la burguesía, y mucho menos feroz.
Creo que es la película que he hecho con un espíritu de humor más amable.
No hay ningún mensaje; los personajes de la película nunca pueden comer.
No es simbólico, es que a mí me interesan las frustraciones”, acotó.
Pero también en ella hay aspectos de realismo, de lo fantástico, de lo maravilloso, del “vaudeville”, de lo trágico, de la parodia, y de otras cosas más; en las que Buñuel retoma formas de distracción que la burguesía ha utilizado siempre, en el cine y en otros medios:
Relato picaresco, relato político, policiaco y recubriéndolo todo, relato onírico; utilizando unas formas estéticas para darse el placer de destruirlas.
Le Charme Discret de La Bourgeoisie ganó el premio Oscar a La Mejor Película Extranjera; y estuvo nominado como mejor guión original.
Como curiosidad, estando su film nominado, a pocos días de la ceremonia, un periodista le preguntó, si creía que iba a ganar El Oscar.
Buñuel afirmó, que sabía que lo iba a ganar, ya que había pagado los $25 mil que costaba el premio, y que los estadounidenses eran muy cumplidores cuando había dinero de por medio.
El revuelo fue considerable, pero fue mayor cuando efectivamente Le Charme Discret de La Bourgeoisie ganó la preciada estatuilla dorada.
Buñuel, una vez más, se mofaba de los reconocimientos y los premios, que son algo realmente muy burgués.
El Oscar hizo que Buñuel regresara a Los Angeles, lugar donde pudo haber desarrollado su carrera 40 años atrás, de no ser porque el destino lo terminó llevando a México...
Al día siguiente de recibir el premio, Buñuel fue invitado por el director George Cukor, a una cena a la que asistieron:
Alfred Hitchcock, William Wyler, Robert Wise, John Ford, George Stevens y Billy Wilder, entre otros grandes directores de Hollywood.
Buñuel recibía de esta manera, uno de los tributos más especiales de toda su carrera:
El de sus camaradas de oficio, y burgueses, quienes le externaron la gran admiración que sentían hacia su obra fílmica, considerada, hoy por hoy, una de las obras maestras del cine mundial, y una de las más aclamadas del cine de Buñuel.
Como dato, Buñuel deseaba filmarla en España, pero no pudo debido a la censura franquista, por lo que se rueda en escenarios reales de Paris, y en los platós de Paris Cinema Studios, Boulogne Billancourt.
La acción dramática tiene lugar en Paris y alrededores, a lo largo de varias semanas de 1972.
Don Rafael Acosta (Fernando Rey), es El Embajador de La República de Miranda; que junto a François (Paul Frankeur) y Simone Thévenot (Delphine Seyrig), y Florence (Bulle Ogier), la hermana de Madame Thévenot; están invitados a cenar en casa de Henri (Jean-Pierre Cassel) y Alice Sénéchal (Stéphane Audran)
Sin embargo, hay una confusión, y Monsieur Sénéchal ha salido rumbo a otra cita...
Como alternativa, se proponen ir a un restaurante cercano, pero al llegar, se dan cuenta de que el dueño del establecimiento ha muerto.
A partir de este momento, las reuniones entre este selecto grupo de burgueses, se verán interrumpidas por una serie de eventos extraordinarios, algunos reales, y otros producto de su imaginación.
La alternancia entre lo real y lo onírico, produce giros inesperados en la trama, en la que intervienen otros personajes como:
Militares, un obispo Mgr. Dufour (Julien Bertheau), policías, guerrilleros y campesinos; todos causantes de interrupciones durante los frustrados intentos de los 6 protagonistas por sentarse a comer y disfrutar del encanto de ser burgueses.
El resultado, acaba siendo un inolvidable mosaico de absurdas situaciones, en que pone a juego las convenciones y normas sociales típicas de los burgueses.
Y es que la vida de los seres humanos, es la suma de prácticas que se repiten periódicamente:
Trabajo, comidas, encuentros con amigos, fiestas, viajes, infidelidades, temas de conversación, etc.
Las comidas y cenas que el grupo organiza, topan siempre con impedimentos que las hacen imposibles, como malentendidos, velatorios, maniobras militares, etc.
Los afectados, no pierden la compostura, porque están acostumbrados a fingir, y lo hacen bien porque es lo que hacen siempre.
“Que pouvez-vous faire quand votre chambre est pleine de mouches?
Vous prenez une tapette et Bang! Bang!”
(¿Qué puedes hacer cuando tu habitación está llena de moscas?
Tomas un matamoscas y ¡Bang! ¡Bang!)
Tal y como el mismo Buñuel mencionó en una ocasión, si en “El Ángel Exterminador” (1962), un grupo de burgueses se encontraban con el problema de que no podían abandonar la habitación en la que se encontraban, después de haber celebrado una lujosa cena; en Le Charme Discret de La Bourgeoisie, el conflicto de los protagonistas es que nunca pueden llegar a celebrar esa cena.
A diferencia de sus primeros films surrealistas, aquí Buñuel, apoyado por su mejor colaborador, el guionista Jean-Claude Carrière; no opta por el surrealismo brutal y chocante, sino que más bien lo que pretende es introducir elementos chocantes y extraños, en escenas aparentemente cotidianas y normales.
Aquí no busca como en su juventud, impactar directamente al espectador, sino descolocarle mientras se desarrolla la historia de fondo.
Es tentador tildarlo de “madurez” pero no es exactamente eso, simplemente es otra forma de utilizar el surrealismo.
Buñuel se sirve de ese elemento, para enfrentarlo con su “adorada” burguesía, coger a unos personajes refinados y educados a los que exponer ante situaciones imposibles, que chocan frontalmente con su mundo perfecto y planificado.
Técnicamente, durante la filmación, Buñuel se valió por primera vez de un monitor de televisión, que le transmitía la imagen que registraba la cámara, al mismo tiempo que por los auriculares seguía los diálogos de los protagonistas.
Todo ello le permitió seguir el rodaje sentado, lo que dados sus 72 años de edad le venía muy bien; de hecho, este procedimiento le permitió controlar más la imagen, de modo que en sus 3 últimas obras, son mucho más precisas desde el punto de vista del encuadre que las anteriores, hay pequeños movimientos de la cámara que son perfectos, debido a que los ensayos estaban hechos con el control de vídeo; después, para dirigir, no, se ponía cerca de la cámara, y enfrente de los actores, con unos auriculares especiales para oír bien.
La precisión de Buñuel en el rodaje fue tal, que solo se eliminaron 200 metros de los 17.000 rodados, en un montaje que duró 3 días.
Entre las deambulaciones absurdas de estos personajes, Luis Buñuel explora la naturaleza profunda de la clase privilegiada, desvelando sus sueños.
Aprovecha igualmente para maltratar el estilo de la narración burguesa, multiplicando los impases, las rupturas frustrantes y las elipsis inconfortables desde lo técnico.
En un magistral juego de deconstrucción, encierra los sueños, los unos en los otros, y mezcla con pérfida habilidad, las pesadillas de un mundo podrido y la cortesía hipócrita de un presente realmente vivido.
Lo que caracteriza a Le Charme Discret de La Bourgeoisie, de sinopsis en apariencia banal, es sobre quién nos habla Buñuel, y de qué manera lo hace:
Los protagonistas, la burguesía, esa clase media acomodada, que baila entre 2 aguas, con el quiero y no puedo como “modus vivendi”, y que mantiene las apariencias en un microcosmos superficial; la conducta de los personajes, no responde a ninguna necesidad psicológica, moral, política, sociológica, o de otro tipo.
No son nada más que peones en un conjunto autónomo, al margen del mundo cotidiano, y su papel se reduce a su función en el relato.
Nada finaliza, y todo vuelve a empezar.
Y a ello se unen historias paralelas en las que aparecen muertos y fantasmas que regresan de aquel más allá.
Una duda constante...
Todo resulta una fantasía colectiva, pues los protagonistas pretenden evadirse de su realidad, tomar atajos para desviarla y despistarla, por eso sueñan constantemente; pero se encuentran solos, desprotegidos de su mundo ceremonial, caminando desorientados.
Excepto al final, en la última secuencia, donde les vemos más rectos, más seguros y conscientes, dirigiéndose hacia su destino que no es más que la muerte.
Quizás, el destino se ría de ellos, aunque la mano de Buñuel siempre se burla de esta nueva clase dominante.
Sus burgueses son corruptos, soberbios, perezosos, infieles y lujuriosos.
Tienen todos los defectos posibles, pero siguen creyéndose superiores a los demás.
Sus ridículos diálogos sobre la importancia del hielo, o la forma de una copa a la hora de elaborar un cóctel, o la manera de cortar la carne, ponen de manifiesto la superficialidad y la trivialidad de esta clase social, en donde hay un matrimonio que fornica con encanto entre los matorrales de su lujosa mansión, porque adentro están los invitados, a deshora, dictaminando esencias de Martini seco, riéndose del cochero, conjugando verbos no reaccionarios.
Un obispo acomodaticio, que se mete a jardinero porque le da la gana, que equilibra extremaunciones, prímulas y asesinatos a sangre fría de criminales al borde del último suspiro.
Hay también una hermana menor que casi nunca dice nada, pero que bebe demasiado.
Y sobre todo, está ahí Rafael Acosta, el diplomático de la imaginaria República de Miranda, perdida en alguna parte de Sudamérica, república bananera que ya con su nombre define al personaje, sumo pontífice de la sinvergüencería reinante a lo largo de todo el metraje, de la amoralidad más descocada.
Rafael es el cabecilla del grupo, el comensal intransigente que no duda en agarrar un filete de cordero en un instante apocalíptico de su vida.
El resto de personajes no se quedan atrás:
Los obispos albergan sentimientos de venganza, mientras quieren ser jardineros; y los militares fuman marihuana.
Para Buñuel, todas las clases sociales dominantes parecen estar profundamente corruptas; pero Buñuel va más allá, pues la vida es repetición; y el relato aquí está constantemente interrumpido, desordenado y dejado en suspenso.
Se compone de una sucesión de episodios, más o menos autónomos, que no tienen entre ellos, otras relaciones que la identidad del grupo que nos presentan, los 6 mismos personajes de principio a fin, y la analogía de la estructura dramática de cada episodio, a saber, una comida frustrada.
Por tanto, Le Charme Discret de La Bourgeoisie no cuenta pues una historia, sino 8 historias, que en realidad no son más que variaciones sobre el mismo tema, y se compone de 4 partes, comprendiendo cada una, 2 episodios de comida, y que se suceden según el siguiente esquema:
I) Primera comida en casa de los Sénéchal, después en el albergue; y segunda comida en casa de los Sénéchal.
Lapsus de caminata por la carretera…
II) Tercera comida en el salón de té; y cuarta comida en casa de los Sénéchal
III) Quinta comida en casa del Coronel; y sexta comida en casa del Coronel.
Segundo lapsus de caminata por la carretera…
IV) Séptima comida en casa de los Sénéchal, y octava comida en casa de los Sénéchal.
Tercer y último lapsus de caminata por la carretera.
La primera parte, se sitúa al nivel de la realidad, dentro de la ficción.
En la segunda parte se da un giro:
Vemos 2 maneras:
Primero, porque ahora rozamos los límites de lo verosímil, un salón de té donde falta de todo.
Además por la inserción de 2 escenas que difícilmente pueden ser contempladas como pertenecientes a la realidad cotidiana:
El relato del Teniente, y el del sueño del Sargento.
En los 2 casos, los cambios de nivel están claramente indicados.
En la tercera parte, hay más de lo mismo:
La escena del teatro, es un sueño dentro de otro sueño.
En adelante, el autor ha enredado las pistas de tal manera que no sabemos a qué nivel se desarrolla el relato.
La cuarta parte, debe ser interpretada como una larga pesadilla del Embajador; pero no podemos más que inferirlo, puesto que el filme no lo dice nunca.
Lo vemos despertarse, pero:
¿Desde cuándo sueña?
No tenemos puntos de referencia.
Por otro lado, exceptuando a Don Rafael Costa, no sabemos gran cosa del oficio de los otros 2 hombres, pero sí que se nos muestra que están involucrados en asuntos turbios de tráfico de drogas, y además hay un grupo terrorista que va apareciendo intermitentemente a lo largo del metraje.
Por supuesto, el director tampoco se olvida de su vieja amiga, La Iglesia, y nos ofrece uno de mis momentos favoritos, cuando un obispo aparece en la casa de unos de los protagonistas… a pedir el puesto de jardinero.
Acaba siendo contratado, y durante la historia es tratado con sumo respeto, pero al mismo tiempo sus amos también le hacen efectuar trabajos de criado; más absolutamente delirante, a sabiendas que los empleadores son sus padres…
En algunos momentos, incluso Buñuel se atreve a ir más allá, y ofrecernos algunos breves episodios totalmente desvinculados de los protagonistas.
En cierto momento, mientras las 3 mujeres intentan infructuosamente tomar algo en un café, un soldado se les acerca, y les cuenta un episodio de su infancia sin ningún motivo aparente.
Más adelante, ese mismo soldado anuncia al batallón que deben interrumpir su cena para seguir con las maniobras, pero El Sargento, pese a que tiene prisa, le concede unos minutos para que le cuente a todo el mundo un sueño fantástico que acaba de tener…
Por tomar unos ejemplos de sus infructuosos intentos de cenar juntos, y respetablemente, la primera vez se frustra por una equivocación de cenas, y acaban en una posada en la cual acaba de morir su dueño, cuyo cadáver está al lado del comedor.
El siguiente intento, no se puede llevar a cabo porque los 2 anfitriones sienten un calentón repentino, que se ven obligados a saciar a escondidas en el jardín…
Más adelante, la cena se ve frustrada con la llegada de decenas de soldados que se han presentado repentinamente antes de tiempo, estaban invitados la noche siguiente, y que luego les estropearán la sobremesa con su ruidoso simulacro.
Aunque Buñuel no parece querer hacer reír, puesto que no enfatiza lo cómico de las situaciones, se hace inevitable soltar alguna carcajada ante algunas de éstas.
La idea es más bien, hacernos ver con otros ojos, este tipo de actos sociales burgueses, que aquí dan siempre un giro que escapa a lo común.
La parte final, es la más salvaje, en la que Buñuel y Carrière se desmelenan del todo, y dan rienda suelta al surrealismo puro y duro, justificándolo como sueños de los personajes.
Una de las escenas más delirantes, tiene lugar cuando los protagonistas son detenidos, y conocemos por boca de 2 policías, una suerte de leyenda de terror bastante cómica, sobre un sargento sangriento que, una vez al año, se aparece por la noche en la comisaría sembrando el pánico.
El Sargento asesinado, es el padre muerto por el Teniente que tiene una conversación con las 3 mujeres en el salón de té.
Dentro de este estilo, nos encontramos también con el que es sin duda uno de los mejores momentos:
Los protagonistas acuden a una cena a la que El Sargento les invitó amablemente y, repentinamente, sube un telón, y se encuentran en un escenario de teatro siendo los personajes de una obra.
Mientras intentan comprender estupefactos qué sucede, un apuntador les va recordando sus líneas…
Tras la impecable fachada, la verdad:
Desasosiego, hipocresía, corrupción, deseo, egoísmo, egolatría, violencia, y sexo.
El animal que el ser humano trata de encerrar en sí mismo, se escapa por las rendijas de la apariencia ante los obstáculos.
Es en los sueños, donde no sólo el inconsciente, sino también la sinceridad, aflora con mayor fuerza y Le Charme Discret de La Bourgeoisie, precisamente, añade situaciones oníricas a las situaciones reales, confundiéndose entre ellas y originando así, incertidumbre en el espectador, quien a medida que transcurre el metraje, no sabe si lo que está presenciando forma parte del mundo real o del mundo de los sueños, pues un plano a menudo es tan onírico o absurdo, como el otro.
Pero es precisamente esto lo que la obra señala en última instancia:
La vida que llevan los individuos que forman parte de la alta burguesía, es irreal, un espejismo, un islote en medio del océano de la verdadera realidad.
A pesar de que su aislamiento propicia el empobrecimiento del resto del mundo, ni siquiera de este modo logran ser felices, y ésta frustración, se ve reflejada en especial, en la imposibilidad de conseguir lo que con más ímpetu desean, simbolizado aquí por la comida, que no consiguen disfrutarla nunca, y por la inconveniencia de practicar sexo cuando y con quien desean.
Si los momentos en que se pasa de la descripción realista a lo onírico han sido camuflados, no han sido, sin embargo, suprimidos.
La frontera entre los 2 dominios, se sitúa el final de la segunda parte, y el comienzo de la tercera.
Esta ruptura divide la película en 2 segmentos, con un antes y un después.
Antes, nos hemos encontrado con el sueño, pero a través de un discurso verbal:
Los personajes cuentan lo que han vivido o soñado.
El espectador queda pues anclado a la “realidad”, y el onirismo no es más que un elemento del filme.
En la segunda parte del sueño, constituye la trama misma del relato.
Se está completamente inmerso en él, primero sabiéndolo, tercera parte, después dudando.
Etapa por etapa, y gracias a una progresión sabiamente elaborada, nos conduce así de la vida experimentada como un mal sueño al sueño confundido con la vida, de la pesadilla de la realidad, a la realidad de la pesadilla.
Aunque Buñuel no ofrece en sus imágenes una perfecta distinción entre el mundo real y el onírico, 5 sueños entretejen la línea narrativa, en las que 2 de ellos, ajenos a los personajes principales, como el sueño del Teniente y el del soldado, tienen en común el tema de la madre añorada y ausente.
Los 3 sueños restantes, corresponden a cada uno de los 3 personajes que protagonizan la historia, y son los más enrevesados, sueñan que el otro sueña.
Los 3 sueños de los burgueses, tienen como nexo el hecho de que en todos ellos mueren, o están a punto de morir, despertándose sobresaltados en un momento fatal...
Y aquí y allá, aparecen las marcas del autor, que incluye 3 de los sueños recurrentes de Buñuel:
Un sueño de estar en el escenario y olvidando sus líneas; un sueño de conocer a su primo muerto en la calle, y lo siguiente en una casa llena de telarañas; y un sueño de despertar para ver a sus padres muertos, mirando a él.
Además de un piano de cola, que es utilizado como instrumento de tortura, en cuyas teclas caen cucarachas; un miembro del clero es consecuente con sus enseñanzas, y trabaja de jardinero; una mujer del grupo, asegura haberse cruzado con 20 ciclistas, de reminiscencias dalinianas.
La presencia de la muerte es constante, llegando a mostrarse un sueño de Buñuel en el que una calle comercial es en realidad el mundo de los difuntos, donde se reencuentran los viejos conocidos que van falleciendo.
La mesa como templo, como “Última Cena”, donde se dan todos los excesos…
Y es que los burgueses no pueden comer, en un constante “coitus interruptus” simplemente no pueden desarrollar ese acto, ese ritual de fraternidad y ambiente familiar, ligado a las clases masivas.
En definitiva, los sueños, o más bien pesadillas, no los dejan hacer tranquilos.
Sus constantes preocupaciones nacidas de sus mismos irresponsables actos, están siempre presentes, aun en sus horas de descanso.
La muerte, como parte de una vida humana, de una vida de tristezas y alegrías, simplemente no les pertenece.
Los burgueses viven en una gran obra de teatro, en una maqueta de cartón, donde los sentimientos no tienen lugar, y quizás la muerte como parte de un nuevo nacimiento, tampoco.
Le Charme Discret de La Bourgeoisie habla prolijamente de la muerte, 2 muertos comparten conversación con los vivos, 2 muertos velan a un vivo, un muerto interrumpe una cenas, un brigadier asesinado de la policía visita la ciudad una vez al año, un 14 de junio en busca de redención; las intenciones de los terroristas y de los narcotraficantes profesionales, la cita de la resurrección de Lázaro, el moribundo que pide confesión, etc.
Es más, la carretera por la que transita el grupo, a paso apresurado y sin hablar, no es un camino que no lleva a ninguna parte, sino el camino que inexorablemente lleva a la muerte.
Por lo demás, Buñuel condena los golpes militares pasados y recientes, y la tortura policial.
Finalmente, se divierte alabando la cocina francesa, los vinos franceses, el champán y los cócteles.
Explica con placer, cómo se prepara y degusta un Martini seco, y cómo se trincha en la mesa un asado.
Por supuesto, esto no es lo único que conecta a Le Charme Discret de La Bourgeoisie con el resto de su obra, sino también el sarcasmo, la fijación sexual, la irreverencia, el carácter crítico, el costumbrismo vesánico, y demás ideas y recursos permanentes de su insobornable poética.
A través de los distinguidos modales de esos buenos burgueses, Buñuel nos muestra el enorme vacío de los rituales sociales, sus absurdos e inútiles formalismos, todo ese culto de las apariencias, bajo el que se oculta la más diversa gama de miserias morales.
Una vez más, Buñuel pone trampas a los pilares del orden burgués:
El ejército parásito y vividor, se disuelve en los sueños perfumados de la marihuana; la iglesia extermina al penitente después del perdón profesional; la policía tortura un estudiante sobre el piano de cola…
Un ministro asegura la impunidad a los delitos de las clases altas.
Exterminados por la risa liberadora que fustiga las 2 tetas de la burguesía en el discreto encanto:
El apetito y el beneficio.
El llevar una vida delictiva, oculta bajo esa fachada de lujo y exquisitez, era sin duda un tema jugoso para Buñuel, pero el director apenas se detiene en este punto, y prefiere conducir el film por el terreno del surrealismo puro y duro.
De hecho, en más de una ocasión, evita que conozcamos ciertas conversaciones que podrían darnos luz sobre esos personajes, introduciendo repentinamente un molesto ruido que impide que oigamos lo que dicen, una manera bastante traviesa de jugar con el espectador; que como dato curioso, el mismo Luis Buñuel se atribuye la creación de los efectos de sonido de la película; y eso que estaba casi sordo en el momento.
Lo absurdo llega al culmen, con la escena en la que el embajador está con la señora Thévenot, y aparece su marido, antes de que el marido se marche, Rafael retiene a la mujer diciéndole:
“Es preciso que le muestre la sursiks”
Aunque tal palabra no exista, Thévenot parece entender, y la espera en el coche...
Un dato más, esta vez de producción, nos dice que la censura franquista eliminó la escena en que el obispo mata a un moribundo, lo que enfadó mucho a Buñuel, que decide no volver a hacer cine en España.
De todas las formas posibles, Buñuel se las ingenia para perturbar los mecanismos fílmicos tradicionales, y en particular, en falsear las relaciones que se instauran habitualmente durante la proyección entre el espectador y la pantalla.
No lo hace de forma arbitraria, o por sorprender una vez más a su público fiel, sino porque el motivo y toda la temática del filme lo exigen.
Hubiera podido, a través de esta sucesión de actos fallidos, componer un sabroso espectáculo, y alegrarnos la vista y el espíritu.
Pero hubiera traicionado sus intenciones, y habría entrado en contradicción con él mismo.
Bajo el riesgo de hipocresía, a la vez ética y estética, no podía dejar que el espectador disfrutara de lo que él denunciaba.
Debía frustrar al espectador también.
Cada vez que empezamos a tomar gusto de las desgracias de los burgueses, como la privación de comer, nos vemos privados del placer de disfrutar con el espectáculo.
No vemos lo que deseamos ver; nuestro voyerismo es privado de su satisfacción por las escapatorias del guión; no oímos diálogos que aclararían una explicación; no sabremos nunca, por qué al campesino no le gusta del todo Jesucristo, etc.
Según Jean-Claude Carrière:
“El hecho de caminar por la carretera sin saber a dónde van, sin saber de dónde vienen, sin saber si se trata de un sueño o no; eso es una libertad completa para cualquier espectador, poder tener su propia colaboración en Le Charme Discret de La Bourgeoisie”
Sin duda, lo que más ha impactado, son las escenas de todos los protagonistas caminando a través de una carretera desierta, pues uno se pregunta:
¿A dónde irán?
Pero en el fondo sabemos la respuesta, a ninguna parte señores míos, a ninguna parte.
Lo único que sabemos es que El Embajador ha tenido muchos sueños y pesadillas recurrentes, que al despertar le generan hambre, por lo que decide ir a comer, cosa que al final hace.
El director perturba consciente y sistemáticamente el proceso normal de consumo de su producto.
“Mais ils ne mangent pas!”
(¡Pero no comieron!)
La vida es sueño, concluye en la inconsistencia de la existencia humana, en la incertidumbre como criterio de desenvolvimiento vital, nuevamente en la apariencia como algo engañoso.
Gracias a una serie de parábolas relativamente fáciles de descifrar, Le Charme Discret de La Bourgeoisie nos describe el presente y el futuro de la burguesía, sus frustraciones y miedos.
La clase burguesa, teme por sus bienes y sus privilegios económicos.
Tiene miedo de no poder consumir.
La sensación de frustración, es sistemáticamente buscada por Buñuel:
Por lo que Le Charme Discret de La Bourgeoisie no cuenta ninguna historia pasional.
No ocurre nada, y todos los episodios abortan.
Aunque discreto, el encanto de la burguesía no puede ni debe hacernos olvidar que, a pesar de los pactos de la ética predicadora con lo social vivido, continúa estando cimentado sobre unas hipocresías institucionalizadas:
El ejército, la religión, las finanzas, y todo lo que sigue.
En una sociedad de consumo, donde todo se consume, incluido la película en la sala de cine, pero en Le Charme Discret de La Bourgeoisie, el director ha decidido dejar al espectador con hambre.
Por ello, Le Charme Discret de La Bourgeoisie se resiste a su disfrute, y Buñuel va una vez más, más lejos de lo previsto.
“Lorsque Lazare ressuscite, il n'a aucun souvenir”
(Cuando Lázaro resucitó, no tenía recuerdos)
(Ningún sistema hace que las masas se refinen)
El papel de la burguesía ha sido también objeto de profundas controversias, pues si en algunos casos y periodos parece ser el apoyo principal de los monarcas para aumentar su poder, en una alianza mutuamente beneficiosa en la formación de un mercado nacional, y en detrimento de las feudales nobleza y clero.
“Burguesía” es un término de origen francés, “bourgeoisie”, utilizado en la economía política, y también extensivamente en filosofía política, sociología e historia; que designa a la clase media acomodada; aunque su utilización inicial y su uso específico en las ciencias sociales o en el ideoléxico, especialmente en la fraseología marxista, tiene muy diversas variantes y matices.
Para el realizador español Luis Buñuel, víctima del franquismo, la burguesía es una clase social vacía, consumista y sin moral, en las que el ejército y el clero son sus aliados como lo fueron antiguamente de la nobleza.
Enumeremos ciertos gustos del burgués para tener un panorama:
La comodidad, la limpieza y el lujo.
El catálogo de virtudes burguesas, incluye al ahorro, la laboriosidad y la respetabilidad.
Si hacemos el ejercicio de encontrar un eje en el cual podamos unir estos gustos y estas virtudes, no nos demoraremos en encontrarlo:
Es el dinero.
El dinero brinda comodidad, limpieza y lujo; el ahorro y la laboriosidad, generan dinero; y la posesión sostenida y habitual del dinero, posibilita que una persona logre ser parte de la comunidad burguesa, es decir, que sea respetable.
Si los gustos y virtudes del burgués se ordenan hacia el dinero, “que es poderoso caballero”, bien podemos decir que es burgués en grado sumo, quien le rinde culto al dinero.
¿Y se puede servir a Dios y al dinero…?
El burgués es también muy astuto; aunque Cristo diga que a los burgueses les costará entrar en El Reino de Los Cielos, a ellos no les cuesta nada hacer entrar a Jesucristo en su reino del capital.
Su relación con la religión, por tanto, es una relación de intercambio económico:
Mientras la religión sea funcional a sus gustos y valores, llámese comodidad, laboriosidad, lujo, respetabilidad, se declararán católicos fervientes.
Si el catolicismo se pone pesado, y pide más de la cuenta; el burgués hará uso de sus conexiones sociales, y encontrará algún cura o congregación que lo libere de ese catolicismo cargante, y le deje tener su vida de burgués en paz.
El burgués católico, buscará colegios católicos, pero no por lo que tienen de católicos, sino de burgueses.
No olvidemos que la burguesía fue la clase social que propició la caída del “Ancien Régime”, la monarquía absoluta de Louis XVI de France, transformándose en el motor económico de las sociedades modernas a partir del siglo XIX.
Pero ha acabado acomodada, y cayendo en los mismos vicios de las clases dominantes que ellos desplazaron del poder.
El término opuesto a este, fue el de “Nuevo Régimen”, sistema político propio del comienzo de La Edad Contemporánea, duración en el tiempo que puede entenderse como continua hasta la actualidad.
En España, por ejemplo fue El Régimen Liberal.
Y la situación de La Iglesia Católica en los países del sur de Europa, se deterioró como consecuencia de su pérdida de poder económico, político y social; por lo que puede hablarse de un proceso de descristianización; pudiendo llegar a una separación total entre Iglesia y Estado, como ocurrió en Francia, o a modelos intermedios, como en España, donde se opta por un modelo de Concordato, en que el clero pasa a ser subvencionado por El Estado, siguiendo el ejemplo una vez más del Imperio Napoleónico.
Lo mismo podría decirse del mercado libre para los otros 2 factores de producción:
Ni capital, sospechoso de representar una forma de riqueza no compatible con el modo de vida noble; o clerical, y aún lejos de la acumulación necesaria para una revolución industrial; ni trabajo, impropio de los privilegiados, y considerado como una maldición bíblica, se venden libremente en el mercado como mercancías sujetas al libre juego de oferta y demanda.
“Vos vêtements est plus à aimer que de faire la guerre”
(Tu ropa es más para hacer el amor que para hacer la guerra)
Le Charme Discret de La Bourgeoisie es una comedia de fantasía francesa, del año 1972, dirigida por Luis Buñuel.
Protagonizada por Fernando Rey, Paul Frankeur, Delphine Seyrig, Jean-Pierre Cassel, Stéphane Audran, Michel Piccoli, Bulle Ogier, Julien Bertheau, Milena Vukotic, Maria Gabriella Maione, Claude Pieplu, Muni, François Maistre, Pierre Maguelon, Maxence Mailfort, entre otros.
El guión es de Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière, en que un grupo de personajes acomodados, ven interrumpidas sus pretensiones de comer juntos, una y otra vez, en la línea metafórica de imposibilidad de realizar la libertad, en una complicada madeja espaciotemporal.
Coproducción entre Francia, Italia y España; como en muchos de los largometrajes que realizó Buñuel en el transcurso de su vida, se pueden observar algunas escenas con características propias del surrealismo.
En una entrevista, el coguionista, Jean-Claude Carrière, reveló que él y Buñuel no tenía un punto de partida para la historia.
Fue después de reunirse con el productor, Serge Silberman, que les dio la inspiración cuando él contó una historia de, cómo se había encontrado con 2 amigos brasileños en las calles de París.
Silberman invitó a estos amigos, para hacer la cena el martes siguiente, olvidando que él tenía otra cena de ese día...
Sucedió que el productor, se olvidó de decirle a su esposa, y los 2 brasileños y sus mujeres, fueron al hogar Silberman el día pactado, pero al llegar, la Sra. Silberman mostró su asombro, pues ya había cenado.
Esta escena se convirtió en la primera de Le Charme Discret de La Bourgeoisie.
A partir de ella, Buñuel desarrolló una serie de situaciones en las que, sin forzar demasiado la verosimilitud, un grupo de amigos intentan cenar juntos, sin conseguirlo.
En su autobiografía, “Mi Último Suspiro”, Luis Buñuel dijo que tenía dificultades para encontrar un título para la película.
“En el último día de escribir el guión, se le ocurrió:
“A bas Lénine, ou la Vierge à l'écurie”, “Down with Lenin”, “The Virgin in The Manger” o “Bourgeois Enchantment”
Alguien sugirió, “Le Charme de la Bourgeoisie” y finalmente se añadió el adjetivo “discret”
Nos parecía que, con este título, la película adquiría otra forma, y casi otro fondo.
Se la miraba de forma distinta”, dijo.
Buñuel, además dijo que él y Jean-Claude Carrière, ni una sola vez pensaron en la “burguesía” como palabra mientras se trabajó en el guión.
“Me molestó mucho que en la publicidad dijeran:
“¡Se ríe uno como loco!”
Y se mostrara una boca enorme pintada sobre unas piernas, y bajo un sombrero hongo.
Yo hubiera fusilado al publicista; pues la película no es una sátira de la burguesía, y mucho menos feroz.
Creo que es la película que he hecho con un espíritu de humor más amable.
No hay ningún mensaje; los personajes de la película nunca pueden comer.
No es simbólico, es que a mí me interesan las frustraciones”, acotó.
Pero también en ella hay aspectos de realismo, de lo fantástico, de lo maravilloso, del “vaudeville”, de lo trágico, de la parodia, y de otras cosas más; en las que Buñuel retoma formas de distracción que la burguesía ha utilizado siempre, en el cine y en otros medios:
Relato picaresco, relato político, policiaco y recubriéndolo todo, relato onírico; utilizando unas formas estéticas para darse el placer de destruirlas.
Le Charme Discret de La Bourgeoisie ganó el premio Oscar a La Mejor Película Extranjera; y estuvo nominado como mejor guión original.
Como curiosidad, estando su film nominado, a pocos días de la ceremonia, un periodista le preguntó, si creía que iba a ganar El Oscar.
Buñuel afirmó, que sabía que lo iba a ganar, ya que había pagado los $25 mil que costaba el premio, y que los estadounidenses eran muy cumplidores cuando había dinero de por medio.
El revuelo fue considerable, pero fue mayor cuando efectivamente Le Charme Discret de La Bourgeoisie ganó la preciada estatuilla dorada.
Buñuel, una vez más, se mofaba de los reconocimientos y los premios, que son algo realmente muy burgués.
El Oscar hizo que Buñuel regresara a Los Angeles, lugar donde pudo haber desarrollado su carrera 40 años atrás, de no ser porque el destino lo terminó llevando a México...
Al día siguiente de recibir el premio, Buñuel fue invitado por el director George Cukor, a una cena a la que asistieron:
Alfred Hitchcock, William Wyler, Robert Wise, John Ford, George Stevens y Billy Wilder, entre otros grandes directores de Hollywood.
Buñuel recibía de esta manera, uno de los tributos más especiales de toda su carrera:
El de sus camaradas de oficio, y burgueses, quienes le externaron la gran admiración que sentían hacia su obra fílmica, considerada, hoy por hoy, una de las obras maestras del cine mundial, y una de las más aclamadas del cine de Buñuel.
Como dato, Buñuel deseaba filmarla en España, pero no pudo debido a la censura franquista, por lo que se rueda en escenarios reales de Paris, y en los platós de Paris Cinema Studios, Boulogne Billancourt.
La acción dramática tiene lugar en Paris y alrededores, a lo largo de varias semanas de 1972.
Don Rafael Acosta (Fernando Rey), es El Embajador de La República de Miranda; que junto a François (Paul Frankeur) y Simone Thévenot (Delphine Seyrig), y Florence (Bulle Ogier), la hermana de Madame Thévenot; están invitados a cenar en casa de Henri (Jean-Pierre Cassel) y Alice Sénéchal (Stéphane Audran)
Sin embargo, hay una confusión, y Monsieur Sénéchal ha salido rumbo a otra cita...
Como alternativa, se proponen ir a un restaurante cercano, pero al llegar, se dan cuenta de que el dueño del establecimiento ha muerto.
A partir de este momento, las reuniones entre este selecto grupo de burgueses, se verán interrumpidas por una serie de eventos extraordinarios, algunos reales, y otros producto de su imaginación.
La alternancia entre lo real y lo onírico, produce giros inesperados en la trama, en la que intervienen otros personajes como:
Militares, un obispo Mgr. Dufour (Julien Bertheau), policías, guerrilleros y campesinos; todos causantes de interrupciones durante los frustrados intentos de los 6 protagonistas por sentarse a comer y disfrutar del encanto de ser burgueses.
El resultado, acaba siendo un inolvidable mosaico de absurdas situaciones, en que pone a juego las convenciones y normas sociales típicas de los burgueses.
Y es que la vida de los seres humanos, es la suma de prácticas que se repiten periódicamente:
Trabajo, comidas, encuentros con amigos, fiestas, viajes, infidelidades, temas de conversación, etc.
Las comidas y cenas que el grupo organiza, topan siempre con impedimentos que las hacen imposibles, como malentendidos, velatorios, maniobras militares, etc.
Los afectados, no pierden la compostura, porque están acostumbrados a fingir, y lo hacen bien porque es lo que hacen siempre.
“Que pouvez-vous faire quand votre chambre est pleine de mouches?
Vous prenez une tapette et Bang! Bang!”
(¿Qué puedes hacer cuando tu habitación está llena de moscas?
Tomas un matamoscas y ¡Bang! ¡Bang!)
Tal y como el mismo Buñuel mencionó en una ocasión, si en “El Ángel Exterminador” (1962), un grupo de burgueses se encontraban con el problema de que no podían abandonar la habitación en la que se encontraban, después de haber celebrado una lujosa cena; en Le Charme Discret de La Bourgeoisie, el conflicto de los protagonistas es que nunca pueden llegar a celebrar esa cena.
A diferencia de sus primeros films surrealistas, aquí Buñuel, apoyado por su mejor colaborador, el guionista Jean-Claude Carrière; no opta por el surrealismo brutal y chocante, sino que más bien lo que pretende es introducir elementos chocantes y extraños, en escenas aparentemente cotidianas y normales.
Aquí no busca como en su juventud, impactar directamente al espectador, sino descolocarle mientras se desarrolla la historia de fondo.
Es tentador tildarlo de “madurez” pero no es exactamente eso, simplemente es otra forma de utilizar el surrealismo.
Buñuel se sirve de ese elemento, para enfrentarlo con su “adorada” burguesía, coger a unos personajes refinados y educados a los que exponer ante situaciones imposibles, que chocan frontalmente con su mundo perfecto y planificado.
Técnicamente, durante la filmación, Buñuel se valió por primera vez de un monitor de televisión, que le transmitía la imagen que registraba la cámara, al mismo tiempo que por los auriculares seguía los diálogos de los protagonistas.
Todo ello le permitió seguir el rodaje sentado, lo que dados sus 72 años de edad le venía muy bien; de hecho, este procedimiento le permitió controlar más la imagen, de modo que en sus 3 últimas obras, son mucho más precisas desde el punto de vista del encuadre que las anteriores, hay pequeños movimientos de la cámara que son perfectos, debido a que los ensayos estaban hechos con el control de vídeo; después, para dirigir, no, se ponía cerca de la cámara, y enfrente de los actores, con unos auriculares especiales para oír bien.
La precisión de Buñuel en el rodaje fue tal, que solo se eliminaron 200 metros de los 17.000 rodados, en un montaje que duró 3 días.
Entre las deambulaciones absurdas de estos personajes, Luis Buñuel explora la naturaleza profunda de la clase privilegiada, desvelando sus sueños.
Aprovecha igualmente para maltratar el estilo de la narración burguesa, multiplicando los impases, las rupturas frustrantes y las elipsis inconfortables desde lo técnico.
En un magistral juego de deconstrucción, encierra los sueños, los unos en los otros, y mezcla con pérfida habilidad, las pesadillas de un mundo podrido y la cortesía hipócrita de un presente realmente vivido.
Lo que caracteriza a Le Charme Discret de La Bourgeoisie, de sinopsis en apariencia banal, es sobre quién nos habla Buñuel, y de qué manera lo hace:
Los protagonistas, la burguesía, esa clase media acomodada, que baila entre 2 aguas, con el quiero y no puedo como “modus vivendi”, y que mantiene las apariencias en un microcosmos superficial; la conducta de los personajes, no responde a ninguna necesidad psicológica, moral, política, sociológica, o de otro tipo.
No son nada más que peones en un conjunto autónomo, al margen del mundo cotidiano, y su papel se reduce a su función en el relato.
Nada finaliza, y todo vuelve a empezar.
Y a ello se unen historias paralelas en las que aparecen muertos y fantasmas que regresan de aquel más allá.
Una duda constante...
Todo resulta una fantasía colectiva, pues los protagonistas pretenden evadirse de su realidad, tomar atajos para desviarla y despistarla, por eso sueñan constantemente; pero se encuentran solos, desprotegidos de su mundo ceremonial, caminando desorientados.
Excepto al final, en la última secuencia, donde les vemos más rectos, más seguros y conscientes, dirigiéndose hacia su destino que no es más que la muerte.
Quizás, el destino se ría de ellos, aunque la mano de Buñuel siempre se burla de esta nueva clase dominante.
Sus burgueses son corruptos, soberbios, perezosos, infieles y lujuriosos.
Tienen todos los defectos posibles, pero siguen creyéndose superiores a los demás.
Sus ridículos diálogos sobre la importancia del hielo, o la forma de una copa a la hora de elaborar un cóctel, o la manera de cortar la carne, ponen de manifiesto la superficialidad y la trivialidad de esta clase social, en donde hay un matrimonio que fornica con encanto entre los matorrales de su lujosa mansión, porque adentro están los invitados, a deshora, dictaminando esencias de Martini seco, riéndose del cochero, conjugando verbos no reaccionarios.
Un obispo acomodaticio, que se mete a jardinero porque le da la gana, que equilibra extremaunciones, prímulas y asesinatos a sangre fría de criminales al borde del último suspiro.
Hay también una hermana menor que casi nunca dice nada, pero que bebe demasiado.
Y sobre todo, está ahí Rafael Acosta, el diplomático de la imaginaria República de Miranda, perdida en alguna parte de Sudamérica, república bananera que ya con su nombre define al personaje, sumo pontífice de la sinvergüencería reinante a lo largo de todo el metraje, de la amoralidad más descocada.
Rafael es el cabecilla del grupo, el comensal intransigente que no duda en agarrar un filete de cordero en un instante apocalíptico de su vida.
El resto de personajes no se quedan atrás:
Los obispos albergan sentimientos de venganza, mientras quieren ser jardineros; y los militares fuman marihuana.
Para Buñuel, todas las clases sociales dominantes parecen estar profundamente corruptas; pero Buñuel va más allá, pues la vida es repetición; y el relato aquí está constantemente interrumpido, desordenado y dejado en suspenso.
Se compone de una sucesión de episodios, más o menos autónomos, que no tienen entre ellos, otras relaciones que la identidad del grupo que nos presentan, los 6 mismos personajes de principio a fin, y la analogía de la estructura dramática de cada episodio, a saber, una comida frustrada.
Por tanto, Le Charme Discret de La Bourgeoisie no cuenta pues una historia, sino 8 historias, que en realidad no son más que variaciones sobre el mismo tema, y se compone de 4 partes, comprendiendo cada una, 2 episodios de comida, y que se suceden según el siguiente esquema:
I) Primera comida en casa de los Sénéchal, después en el albergue; y segunda comida en casa de los Sénéchal.
Lapsus de caminata por la carretera…
II) Tercera comida en el salón de té; y cuarta comida en casa de los Sénéchal
III) Quinta comida en casa del Coronel; y sexta comida en casa del Coronel.
Segundo lapsus de caminata por la carretera…
IV) Séptima comida en casa de los Sénéchal, y octava comida en casa de los Sénéchal.
Tercer y último lapsus de caminata por la carretera.
La primera parte, se sitúa al nivel de la realidad, dentro de la ficción.
En la segunda parte se da un giro:
Vemos 2 maneras:
Primero, porque ahora rozamos los límites de lo verosímil, un salón de té donde falta de todo.
Además por la inserción de 2 escenas que difícilmente pueden ser contempladas como pertenecientes a la realidad cotidiana:
El relato del Teniente, y el del sueño del Sargento.
En los 2 casos, los cambios de nivel están claramente indicados.
En la tercera parte, hay más de lo mismo:
La escena del teatro, es un sueño dentro de otro sueño.
En adelante, el autor ha enredado las pistas de tal manera que no sabemos a qué nivel se desarrolla el relato.
La cuarta parte, debe ser interpretada como una larga pesadilla del Embajador; pero no podemos más que inferirlo, puesto que el filme no lo dice nunca.
Lo vemos despertarse, pero:
¿Desde cuándo sueña?
No tenemos puntos de referencia.
Por otro lado, exceptuando a Don Rafael Costa, no sabemos gran cosa del oficio de los otros 2 hombres, pero sí que se nos muestra que están involucrados en asuntos turbios de tráfico de drogas, y además hay un grupo terrorista que va apareciendo intermitentemente a lo largo del metraje.
Por supuesto, el director tampoco se olvida de su vieja amiga, La Iglesia, y nos ofrece uno de mis momentos favoritos, cuando un obispo aparece en la casa de unos de los protagonistas… a pedir el puesto de jardinero.
Acaba siendo contratado, y durante la historia es tratado con sumo respeto, pero al mismo tiempo sus amos también le hacen efectuar trabajos de criado; más absolutamente delirante, a sabiendas que los empleadores son sus padres…
En algunos momentos, incluso Buñuel se atreve a ir más allá, y ofrecernos algunos breves episodios totalmente desvinculados de los protagonistas.
En cierto momento, mientras las 3 mujeres intentan infructuosamente tomar algo en un café, un soldado se les acerca, y les cuenta un episodio de su infancia sin ningún motivo aparente.
Más adelante, ese mismo soldado anuncia al batallón que deben interrumpir su cena para seguir con las maniobras, pero El Sargento, pese a que tiene prisa, le concede unos minutos para que le cuente a todo el mundo un sueño fantástico que acaba de tener…
Por tomar unos ejemplos de sus infructuosos intentos de cenar juntos, y respetablemente, la primera vez se frustra por una equivocación de cenas, y acaban en una posada en la cual acaba de morir su dueño, cuyo cadáver está al lado del comedor.
El siguiente intento, no se puede llevar a cabo porque los 2 anfitriones sienten un calentón repentino, que se ven obligados a saciar a escondidas en el jardín…
Más adelante, la cena se ve frustrada con la llegada de decenas de soldados que se han presentado repentinamente antes de tiempo, estaban invitados la noche siguiente, y que luego les estropearán la sobremesa con su ruidoso simulacro.
Aunque Buñuel no parece querer hacer reír, puesto que no enfatiza lo cómico de las situaciones, se hace inevitable soltar alguna carcajada ante algunas de éstas.
La idea es más bien, hacernos ver con otros ojos, este tipo de actos sociales burgueses, que aquí dan siempre un giro que escapa a lo común.
La parte final, es la más salvaje, en la que Buñuel y Carrière se desmelenan del todo, y dan rienda suelta al surrealismo puro y duro, justificándolo como sueños de los personajes.
Una de las escenas más delirantes, tiene lugar cuando los protagonistas son detenidos, y conocemos por boca de 2 policías, una suerte de leyenda de terror bastante cómica, sobre un sargento sangriento que, una vez al año, se aparece por la noche en la comisaría sembrando el pánico.
El Sargento asesinado, es el padre muerto por el Teniente que tiene una conversación con las 3 mujeres en el salón de té.
Dentro de este estilo, nos encontramos también con el que es sin duda uno de los mejores momentos:
Los protagonistas acuden a una cena a la que El Sargento les invitó amablemente y, repentinamente, sube un telón, y se encuentran en un escenario de teatro siendo los personajes de una obra.
Mientras intentan comprender estupefactos qué sucede, un apuntador les va recordando sus líneas…
Tras la impecable fachada, la verdad:
Desasosiego, hipocresía, corrupción, deseo, egoísmo, egolatría, violencia, y sexo.
El animal que el ser humano trata de encerrar en sí mismo, se escapa por las rendijas de la apariencia ante los obstáculos.
Es en los sueños, donde no sólo el inconsciente, sino también la sinceridad, aflora con mayor fuerza y Le Charme Discret de La Bourgeoisie, precisamente, añade situaciones oníricas a las situaciones reales, confundiéndose entre ellas y originando así, incertidumbre en el espectador, quien a medida que transcurre el metraje, no sabe si lo que está presenciando forma parte del mundo real o del mundo de los sueños, pues un plano a menudo es tan onírico o absurdo, como el otro.
Pero es precisamente esto lo que la obra señala en última instancia:
La vida que llevan los individuos que forman parte de la alta burguesía, es irreal, un espejismo, un islote en medio del océano de la verdadera realidad.
A pesar de que su aislamiento propicia el empobrecimiento del resto del mundo, ni siquiera de este modo logran ser felices, y ésta frustración, se ve reflejada en especial, en la imposibilidad de conseguir lo que con más ímpetu desean, simbolizado aquí por la comida, que no consiguen disfrutarla nunca, y por la inconveniencia de practicar sexo cuando y con quien desean.
Si los momentos en que se pasa de la descripción realista a lo onírico han sido camuflados, no han sido, sin embargo, suprimidos.
La frontera entre los 2 dominios, se sitúa el final de la segunda parte, y el comienzo de la tercera.
Esta ruptura divide la película en 2 segmentos, con un antes y un después.
Antes, nos hemos encontrado con el sueño, pero a través de un discurso verbal:
Los personajes cuentan lo que han vivido o soñado.
El espectador queda pues anclado a la “realidad”, y el onirismo no es más que un elemento del filme.
En la segunda parte del sueño, constituye la trama misma del relato.
Se está completamente inmerso en él, primero sabiéndolo, tercera parte, después dudando.
Etapa por etapa, y gracias a una progresión sabiamente elaborada, nos conduce así de la vida experimentada como un mal sueño al sueño confundido con la vida, de la pesadilla de la realidad, a la realidad de la pesadilla.
Aunque Buñuel no ofrece en sus imágenes una perfecta distinción entre el mundo real y el onírico, 5 sueños entretejen la línea narrativa, en las que 2 de ellos, ajenos a los personajes principales, como el sueño del Teniente y el del soldado, tienen en común el tema de la madre añorada y ausente.
Los 3 sueños restantes, corresponden a cada uno de los 3 personajes que protagonizan la historia, y son los más enrevesados, sueñan que el otro sueña.
Los 3 sueños de los burgueses, tienen como nexo el hecho de que en todos ellos mueren, o están a punto de morir, despertándose sobresaltados en un momento fatal...
Y aquí y allá, aparecen las marcas del autor, que incluye 3 de los sueños recurrentes de Buñuel:
Un sueño de estar en el escenario y olvidando sus líneas; un sueño de conocer a su primo muerto en la calle, y lo siguiente en una casa llena de telarañas; y un sueño de despertar para ver a sus padres muertos, mirando a él.
Además de un piano de cola, que es utilizado como instrumento de tortura, en cuyas teclas caen cucarachas; un miembro del clero es consecuente con sus enseñanzas, y trabaja de jardinero; una mujer del grupo, asegura haberse cruzado con 20 ciclistas, de reminiscencias dalinianas.
La presencia de la muerte es constante, llegando a mostrarse un sueño de Buñuel en el que una calle comercial es en realidad el mundo de los difuntos, donde se reencuentran los viejos conocidos que van falleciendo.
La mesa como templo, como “Última Cena”, donde se dan todos los excesos…
Y es que los burgueses no pueden comer, en un constante “coitus interruptus” simplemente no pueden desarrollar ese acto, ese ritual de fraternidad y ambiente familiar, ligado a las clases masivas.
En definitiva, los sueños, o más bien pesadillas, no los dejan hacer tranquilos.
Sus constantes preocupaciones nacidas de sus mismos irresponsables actos, están siempre presentes, aun en sus horas de descanso.
La muerte, como parte de una vida humana, de una vida de tristezas y alegrías, simplemente no les pertenece.
Los burgueses viven en una gran obra de teatro, en una maqueta de cartón, donde los sentimientos no tienen lugar, y quizás la muerte como parte de un nuevo nacimiento, tampoco.
Le Charme Discret de La Bourgeoisie habla prolijamente de la muerte, 2 muertos comparten conversación con los vivos, 2 muertos velan a un vivo, un muerto interrumpe una cenas, un brigadier asesinado de la policía visita la ciudad una vez al año, un 14 de junio en busca de redención; las intenciones de los terroristas y de los narcotraficantes profesionales, la cita de la resurrección de Lázaro, el moribundo que pide confesión, etc.
Es más, la carretera por la que transita el grupo, a paso apresurado y sin hablar, no es un camino que no lleva a ninguna parte, sino el camino que inexorablemente lleva a la muerte.
Por lo demás, Buñuel condena los golpes militares pasados y recientes, y la tortura policial.
Finalmente, se divierte alabando la cocina francesa, los vinos franceses, el champán y los cócteles.
Explica con placer, cómo se prepara y degusta un Martini seco, y cómo se trincha en la mesa un asado.
Por supuesto, esto no es lo único que conecta a Le Charme Discret de La Bourgeoisie con el resto de su obra, sino también el sarcasmo, la fijación sexual, la irreverencia, el carácter crítico, el costumbrismo vesánico, y demás ideas y recursos permanentes de su insobornable poética.
A través de los distinguidos modales de esos buenos burgueses, Buñuel nos muestra el enorme vacío de los rituales sociales, sus absurdos e inútiles formalismos, todo ese culto de las apariencias, bajo el que se oculta la más diversa gama de miserias morales.
Una vez más, Buñuel pone trampas a los pilares del orden burgués:
El ejército parásito y vividor, se disuelve en los sueños perfumados de la marihuana; la iglesia extermina al penitente después del perdón profesional; la policía tortura un estudiante sobre el piano de cola…
Un ministro asegura la impunidad a los delitos de las clases altas.
Exterminados por la risa liberadora que fustiga las 2 tetas de la burguesía en el discreto encanto:
El apetito y el beneficio.
El llevar una vida delictiva, oculta bajo esa fachada de lujo y exquisitez, era sin duda un tema jugoso para Buñuel, pero el director apenas se detiene en este punto, y prefiere conducir el film por el terreno del surrealismo puro y duro.
De hecho, en más de una ocasión, evita que conozcamos ciertas conversaciones que podrían darnos luz sobre esos personajes, introduciendo repentinamente un molesto ruido que impide que oigamos lo que dicen, una manera bastante traviesa de jugar con el espectador; que como dato curioso, el mismo Luis Buñuel se atribuye la creación de los efectos de sonido de la película; y eso que estaba casi sordo en el momento.
Lo absurdo llega al culmen, con la escena en la que el embajador está con la señora Thévenot, y aparece su marido, antes de que el marido se marche, Rafael retiene a la mujer diciéndole:
“Es preciso que le muestre la sursiks”
Aunque tal palabra no exista, Thévenot parece entender, y la espera en el coche...
Un dato más, esta vez de producción, nos dice que la censura franquista eliminó la escena en que el obispo mata a un moribundo, lo que enfadó mucho a Buñuel, que decide no volver a hacer cine en España.
De todas las formas posibles, Buñuel se las ingenia para perturbar los mecanismos fílmicos tradicionales, y en particular, en falsear las relaciones que se instauran habitualmente durante la proyección entre el espectador y la pantalla.
No lo hace de forma arbitraria, o por sorprender una vez más a su público fiel, sino porque el motivo y toda la temática del filme lo exigen.
Hubiera podido, a través de esta sucesión de actos fallidos, componer un sabroso espectáculo, y alegrarnos la vista y el espíritu.
Pero hubiera traicionado sus intenciones, y habría entrado en contradicción con él mismo.
Bajo el riesgo de hipocresía, a la vez ética y estética, no podía dejar que el espectador disfrutara de lo que él denunciaba.
Debía frustrar al espectador también.
Cada vez que empezamos a tomar gusto de las desgracias de los burgueses, como la privación de comer, nos vemos privados del placer de disfrutar con el espectáculo.
No vemos lo que deseamos ver; nuestro voyerismo es privado de su satisfacción por las escapatorias del guión; no oímos diálogos que aclararían una explicación; no sabremos nunca, por qué al campesino no le gusta del todo Jesucristo, etc.
Según Jean-Claude Carrière:
“El hecho de caminar por la carretera sin saber a dónde van, sin saber de dónde vienen, sin saber si se trata de un sueño o no; eso es una libertad completa para cualquier espectador, poder tener su propia colaboración en Le Charme Discret de La Bourgeoisie”
Sin duda, lo que más ha impactado, son las escenas de todos los protagonistas caminando a través de una carretera desierta, pues uno se pregunta:
¿A dónde irán?
Pero en el fondo sabemos la respuesta, a ninguna parte señores míos, a ninguna parte.
Lo único que sabemos es que El Embajador ha tenido muchos sueños y pesadillas recurrentes, que al despertar le generan hambre, por lo que decide ir a comer, cosa que al final hace.
El director perturba consciente y sistemáticamente el proceso normal de consumo de su producto.
“Mais ils ne mangent pas!”
(¡Pero no comieron!)
La vida es sueño, concluye en la inconsistencia de la existencia humana, en la incertidumbre como criterio de desenvolvimiento vital, nuevamente en la apariencia como algo engañoso.
Gracias a una serie de parábolas relativamente fáciles de descifrar, Le Charme Discret de La Bourgeoisie nos describe el presente y el futuro de la burguesía, sus frustraciones y miedos.
La clase burguesa, teme por sus bienes y sus privilegios económicos.
Tiene miedo de no poder consumir.
La sensación de frustración, es sistemáticamente buscada por Buñuel:
Por lo que Le Charme Discret de La Bourgeoisie no cuenta ninguna historia pasional.
No ocurre nada, y todos los episodios abortan.
Aunque discreto, el encanto de la burguesía no puede ni debe hacernos olvidar que, a pesar de los pactos de la ética predicadora con lo social vivido, continúa estando cimentado sobre unas hipocresías institucionalizadas:
El ejército, la religión, las finanzas, y todo lo que sigue.
En una sociedad de consumo, donde todo se consume, incluido la película en la sala de cine, pero en Le Charme Discret de La Bourgeoisie, el director ha decidido dejar al espectador con hambre.
Por ello, Le Charme Discret de La Bourgeoisie se resiste a su disfrute, y Buñuel va una vez más, más lejos de lo previsto.
“Lorsque Lazare ressuscite, il n'a aucun souvenir”
(Cuando Lázaro resucitó, no tenía recuerdos)
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