Madame Satã

“Ela vivia na China um tubarão cruel e brutal.
Tudo morder virou pó”

João Francisco dos Santos, mejor conocido por el nombre artístico de “Madame Satã”, fue un capoerista y artista brasileño de cabaret, y homosexual orgulloso; que ha pasado a la historia, como una de las representaciones vivientes de la vida nocturna carioca de la primera mitad del siglo XX.
Era un negro de 1,82 metros de altura, 90 kilos de músculo, que solía envolverse en camisas de seda, y pantalones ajustados, pero con una navaja en el bolsillo de atrás.
Su vida transcurrió, cuando no estaba preso, en las calles de Lapa, Río de Janeiro.
Nacido en una familia de antiguos esclavos en el estado de Pernambuco, junto a 17 hermanos, João fue intercambiado por una yegua, debido a la pobreza de sus padres a los pocos años de edad.
Sus padres de acogida, se desplazaron a Recife, y más tarde a Río de Janeiro, donde se establecieron definitivamente.
Negro, homosexual y analfabeto, los mejores empleos que pudo conseguir, fueron los de cargador y cocinero, y vivió marginado por la sociedad brasileña durante años.
Con una gran habilidad para ponerse en la piel de diferentes personajes, se definió a sí mismo, como Hijo de Iansa y Ogum, deidades de origen africano, originalmente alabados por los esclavos; y ferviente seguidor de Josephine Baker; y se inventó un número de personajes con los que identificarse como:
La Negra de Bulacoche, Jamacy, La Reina del Bosque; El Tiburón y La Gatita Salvaje.
Su personalidad extrovertida y carismática, le permitió entrar a formar parte del mundo del Carnaval de Brasil, y fue allí donde adoptó el nombre por el que sería conocido no mucho después:
“Madame Satã” o “Madam Satán”, tomado de la película homónima de 1930, de Cecil B. DeMille, en la que una mujer se disfrazaba de femme fatale para reconquistar el corazón de su esposo.
João empezó a usar este nombre, tras ganar un concurso de transformismo, vestido de este personaje, y solía desfilar en los carnavales con este atuendo.
Y es que Madame Satã fue el primer travesti ganador del Gran Premio del Carnaval de Río de Janeiro en 1942; por lo que cambió así sus días como ladronzuelo, peleador callejero y prostituto; por sus noches como Reina del Cabaret Danubio Azul, de donde saltó al estrellato con su dualismo femineidad/sofisticación, delicadeza/masculinidad y violencia/destrucción.
Pero como hábil practicante de la capoeira, Satã también trabajaba como guardia en los prostíbulos del barrio de Lapa, donde cuidaba de que las prostitutas no fueran víctimas de violaciones o asaltos.
Se contaban historias sobre sus enfrentamientos con la policía, siempre dispuesto a defender a sus compañeros del mundo de la bohemia, principalmente negros y homosexuales como él, de abusos e insultos.
Satã solía enfrentarse solo y desarmado a cuartetos de policías con porras de madera, y en una ocasión, se hizo público que Satã combatió en solitario a nada menos que 24 agentes en una reyerta, enviando a 7 de ellos al hospital, y haciendo huir al resto.
Fue preso en varias ocasiones, la primera vez en 1928, por el asesinato de un policía, cumpliendo condenas en Ilha Grande; que sumaron en total, 27 años de su vida.
Madame Satã, murió en abril de 1976 de cáncer de pulmón, poco después de su última salida de prisión, y con una edad muy lejos de la corta esperanza de vida de los marginados como él.
Dejando 7 hijos adoptivos tras de sí, su leyenda pasó a la historia, como un icono revolucionario de los barrios bajos del país, en una época en la que pobres, negros y homosexuales, eran considerados dañinos para la sociedad, y merecedores del mayor desprecio.
“Para terminar este vinho Jamacy, deusa da Floresta da Tijuca”
Madame Satã es un drama brasileño, del año 2002, escrito y dirigido por Karim Aïnouz.
Protagonizada por Lázaro Ramos, Marcelia Cartaxo, Flavio Bauraqui, Felipe Marques, Emiliano Queiroz, Renata Sorrah, Gero Camilo, entre otros.
El largometraje, fue producido por Isabel Diegues, Mauricio Andrade Ramos, y Walter Salles, con la participación de los ministerios franceses de Cultura y de Relaciones Exteriores.
El guión, está basado en la vida de la personalidad brasileña, Madame Satã; y cuando el director fue cuestionado, por qué hacer un film sobre Madame Satã, respondió:
“Lo que más me interesaba del personaje, era quizás el tema de la exclusión.
A lo largo de su vida, João Francisco fue un paria por un gran número de razones, reaccionó a esa exclusión de maneras muy diferentes:
Con rabia, creatividad, violencia y dulzura.
João Francisco, fue un luchador, siempre haciéndose valer, no desanimándose nunca.
Su postura de resistencia, en un país donde la exclusión de la sociedad es una regla más que una excepción, fue lo que más me atrajo.
Durante mucho tiempo, Madame Satã era solo el nombre de un Night-club de Sao Paulo.
Yo solía ir en los años 80, y a principios de los 90.
Encontré, leyendo una pequeña biografía escrita por el periodista brasileño, Rogerio Durst, uno de los libros de la colección Encanto Radical, quien era Madame Satã.
Estaba fascinado, y quería saber más de él.
Pensé que sería un buen personaje para una película, una mezcla de Josephine Baker, Jean Genet, y un Robin Hood tropical.
En 1994, recibí un premio del fondo Hubert Bbals en Holanda, para desarrollar el guión, y empecé la búsqueda.
Busqué en Los Archivos Nacionales, en fuentes legales, entrevisté a gente de Lapa, y de la cárcel de Ilha Grande que le conocían.
También fui a la ciudad donde nació, en las tierras de Pernambuco, y al cementerio donde se dice que enterraron a su madre.
La música popular brasileña de los años 20 y 30, fue también una fuente importante para entender aquella época, parece que Noel Rosa compuso la canción “Mulato Bamba” para él.
Después de una extensa búsqueda, me di cuenta que João Francisco era un mitómano, y el mito sobre él, se creó por su propia invención y reinvención.
El porqué de centrar la película en la etapa de su vida de los años 30…
Porque en esa época, 2 de los ritos del pasaje ocurrieron:
Se convirtió en una estrella reconocida, consiguiendo su sueño de ser adorado en el escenario, y poco después cometió un delito serio, y se convirtió en un criminal.
Y estos 2 hechos, culminan con la creación de Madame Satã, un nombre que resume la dualidad del personaje:
Madame: Femenina, sofisticada, delicada, importada de Francia…
Y Satã: Masculino, violento, destructivo.
No me interesaba contar como nació el mito, ni explicarlo.
Quería retratar al personaje, antes de la creación del mito.
Quería compartir su intimidad, y como tengo gran pasión por la vida, me identifiqué con ese alguien que caía una y otra vez, pero seguía insistiendo”
El productor, Walter Salles dijo al respecto:
“Leí el guión de Madame Satã hace 4 años, cuando lo mandaron al Instituto Sundance, y a los premios NHK.
En aquella época, no conocía a Karim Aïnouz.
Estaba impresionado por lo visceral y vertical que era el texto.
No mostraba simplemente una época de la historia, sino en realidad, la geografía interna de los personajes.
No había ni una pizca de sentimentalismo, ni de academismo en el desarrollo de la historia.
Era un drama seco, bien diseñado, desarrollado despiadadamente, pero con afecto”
Lapa, es un barrio bohemio de Río de Janeiro, lleno de chulos, prostitutas, y artistas.
Eran los años 30, y João Francisco dos Santos (Lázaro Ramos), está a punto de conseguir que su sueño se haga realidad:
Convertirse en una gran estrella; pero retando los estigmas de ser analfabeto, negro, homosexual y pobre.
João, es una especie de poliedro, con muchas identidades.
Según le conviene, explota más o menos su faceta de gánster, pícaro orgulloso, padre adoptivo, estrella de cabaret, Reina del Carnaval, amante apasionado, o asesino.
La vida, inclusive para João, merece vivirse por el simple hecho de consumar un sueño, y el suyo es triunfar en los escenarios con un espectáculo de canto y baile, que le permitiera explayarse ante el público, mostrándole su verdadero rostro:
El de una dama de la noche del espectáculo carioca, y no el del malandro de las favelas, que lucha para sobrevivir.
Sin embargo, su trayectoria hacia la fama popular, no tuvo su primera parada en las tablas, sino tras las rejas.
Tras de su estancia en la cárcel, monta un espectáculo de revista musical en un miserable club llamado Danubio Azul, donde travestido en una mulata de fuego, da rienda suelta a toda su pasión, a toda la violencia, frustración e ilusiones que guarda en su ser.
Ahí, en ese tugurio pestilente, habría de nacer la hoy mítica Madame Satã, que años más tarde, llegaría a ser coronada Reina del Carnaval de Río de Janeiro.
En parte, puede considerarse a Madame Satã, una historia sobre los sueños frustrados; la vida de un transformista que adora a una actriz de Hollywood, y quiere convertirse en ella.
Es una persona que bien podríamos decir que es bisexual, pues convive con una mujer que tiene un hijo que lo ha tomado como suyo, sin saber a ciencia cierta, quien es el padre; por lo que se convierte en amante de un chulo, que tiene los hombros anchos, propios de un descargador de barcos, que lo maltrata.
Mientras que la policía, siempre estuvo detrás de ese transformista, hasta que finalmente lo detuvieron, y lo llevaron a la cárcel porque mató en plena calle a un tipo que estaba insultando a un homosexual.
Con todo, Madame Satã está hecha a partir de una serie de momentos definitivos en la vida de João Francisco y sus amigos más cercanos, que juntos evocan una época crucial en su vida, el periodo inmediatamente anterior a que el mito de Madame Satã se creara.
“Anjo ou demônio?”
Acompañando la oleada de filmes sociales de mensajes urgentes, Brasil ha logrado posicionarse en el mapamundi cinematográfico, mostrando que tras bastidores, el reino carioca no es sólo samba y fútbol, un karma que arrastra décadas.
La otra cara de la moneda, muestra a un cine brasileño a la altura del relato social, plagado de desidia y sordidez.
Así, Madame Satã evoca la vida de una de las figuras más importantes del Carnaval de Río, un hombre que se reinventó a sí mismo, llegando a crear el mito de Madame Satã, alias de un personaje que le apasionaba de la película de Cecil B. DeMille de 1930.
La gran labor del director, impacta por su puesta en escena, cuyos colores y ritmos, dan dinamismo y energía a una narración que evita cualquier intento de hipocresía y sensacionalismo.
Se entiende que lo más explícito e intimista de la trama, responde al contexto en el que se enmarca el relato.
Es decir, la contundencia a la hora de retratar la marginalidad extrema, es acorde a los patrones estéticos de un autor que subraya una realidad social subyugante que resulta, a nivel mundial, una carta de presentación imponente para el nuevo cine del Brasil.
Sobre la preparación de la producción, el director dijo:
“Escribí el primer borrador del guión, sin haber estado en Lapa.
Cuando llegué a Río, sentí que era la persona más apropiada, a la vez que la menos preparada para hacer la película.
Me llevó de 6 meses a un año, encontrar a los actores; y preparar la película, fueron 6 meses de intensos ensayos.
Pero no hubo ensayos de texto, no quise imponer un método sino comunicar la intimidad de João Francisco, Laurita (Marcelia Cartaxo) y Tabu (Flavio Bauraqui) en la pantalla.
Les sugerí que fueran a la playa, salieran, hablaran, se conocieran, porque esa intimidad se impregna en la pantalla”
La puesta en escena, técnicamente hablando, no tiene desperdicio.
Es una grata sorpresa, que en su bautizo, Aïnouz logre armar una caligrafía fílmica, que se convierte en el complemento perfecto para una historia descarnada, y aun cuando ya anotamos el ambiente lóbrego que monta, es de agradecerse, que jamás se distancie de su personaje central, perfilándolo en todo momento, y a pesar de su entorno, como un joven entrañable.
La historia, presenta un fragmento de la vida de João, marcado por el proceso de formación o adquisición de la identidad de Madame Satã.
Esta transformación, se articula como relato identitario, que pasa por la ruptura con el espacio institucionalizado de la ciudad.
El trasfondo histórico, es durante el gobierno de Getulio Vargas.
De hecho, la narración abarca aproximadamente 10 años de la vida del personaje:
Desde el año 1932 hasta 1942, año en que gana el concurso de fantasías, como Madame Satã, durante El Carnaval.
La historia inicia con un plano medio de un João, golpeado, abatido, y falto de esperanza, acompañado por una voz “en off”, que nos indica los crímenes y depravaciones de los que la sociedad bien pensante lo acusa, pero con el recorrido de la historia, y una vez conocidas sus motivaciones personales, nos podemos dar cuenta, que todo es meramente circunstancial.
João comparte un miserable lugar con Laurita, una prostituta; y con Tabu, un travesti.
La prostituta, tiene una hija que este acoge como suya, en calidad de padre adoptivo.
El travesti, tiene la protección de João, que no es un travesti en sí, sino que es el prototipo de homosexual “fuerte”, que hace valer su razón a punta de golpes, y ha aprendido a vivir en una sociedad que le niega todo por su condición infra-social, y bajo el ala del afecto de esta mujer que no tiene otra forma de sobrevivir, sino a través del sexo.
Por eso, es errado pensar en João, como el prototipo de travesti, no se puede hallar en él, sino los rasgos masculinos exacerbados en la calle, pero reducidos en el bar, donde hace las veces de asistente de una Madame que canta canciones francesas, y musita las historias de “Las Mil y Una Noches”, en una atmósfera oscura, que pocas veces ve la luz del día, porque el día no existe en Lapa, sólo la noche.
Un primer momento en que se evidencia la relación conflictiva del protagonista con el contexto urbano, estaría signada por la existencia de ese vínculo de carácter laboral en el “Cabaret Lux”, cuyo nombre no deja de ser relevante, en oposición a la oscuridad de los pasajes de Lapa.
Esta relación conflictiva, encontraría su clímax en la escena del “High Life”, lugar de diversión de la burguesía, signado por el lujo y el artificio, que se opone a la representación de la bohemia de Lapa, caracterizada por su oscuridad y la precariedad de los sujetos que allí se encuentran.
Este momento es clave, pues manifiesta la ruptura radical de João, con el espacio de la ciudad y su “inclusión”, al ser expulsado, junto a sus amigos, por su condición:
En ese lugar, no se admiten negros, prostitutas ni vagabundos.
La rebelión de João frente a este acto de discriminación, cierra este primer momento.
Es así como João descubre una faceta oculta, a la que quiere hacerle justicia después de salir de la cárcel, por exigir el justo pago de su trabajo en el bar donde trabajaba; y toma forma en medio de la nada, la figura de una madame que teje historias de amor imposibles, se llena del Oriente, y grita reencarnación.
En Los Carnavales de 1942, se materializará su sueño, y adoptará el nombre artístico de “Madame Satã”, en su forma portuguesa, y ganará el primer puesto por el mencionado personaje.
El performance de Madame Satã, es uno de los montajes mejor logrados del cinema contemporáneo en América Latina; pues rescata una leyenda que pone en escena, con ambientes y decorados acordes con la época, y un grupo de actores escoltados por la música, los hábitos y las problemáticas de un submundo vibrante, relegado pero deseado.
Santos y demonios, el placer es el marco y la senda final.
A través de ese pasaje, los personajes encadenan sus historias.
La existencia no tiene sentido sin el placer, y el placer como tal, pueden vivirlo en el infierno como en el cielo.
La dicotomía de las realidades aceptadas, y los bajos fondos llenos de esplendor, la contraposición de los caracteres sexuales, de João y Tabu; a las formas de afecto, en la protección de Laurita, son muchos de los elementos que explican la identidad brasileña, de paso la latinoamericana, que en Madame Satã tienen ahora un manifiesto; y como tal, permanece como un mito sin explorar para la cultura brasileña.
Con Madame Satã, se ha intentado retratar a un personaje explosivo y complejo, un ser humano pasional, febril, y conducido por una pasión dominante por la vida.
A través de una historia veloz y emocionalmente densa, se ha expuesto la vida cotidiana de João Francisco y “su familia”, que viven en una pensión en la Republica de Lapa.
Estos personajes, vivieron a principios de los años 30, en un mundo aparte, habitado por parias con sus propias reglas, códigos y rituales, un mundo en el que João Francisco era a la vez, rey y reina, ángel y diablo.
En Madame Satã, lo que priva en el discurso, es la defensa de las convicciones personales y, como consecuencia, un rechazo sistemático a las normas sociales establecidas.
Haciendo uso de un estilo sucio, de cámara en mano, con algunos planos fuera de foco, y diseño de producción feísta, que cumple con el objetivo de crear una atmósfera sórdida, asfixiante, y claustrofóbica.
Karim Aïnouz, pone el dedo en la llaga, y aporta con su Madame Satã, una película capaz de levantar ámpula sobre el discurso de las consecuencias en el individuo de las taras sociales, pero sin caer en el burdo melodrama reedificante.
João, como personaje real, es producto de su entorno, y consciente de ello, se dispone a defender hasta las últimas consecuencias lo que es, sus sentimientos, pasiones y ante todo, sus convicciones.
Siempre a contracorriente de lo políticamente correcto, y socialmente bien visto.
Este acercamiento, no es ni épico, ni biográfico; sino puntos diferentes de historias imaginarias de diferentes personajes creados y personificados por João Francisco, y aquellos que vivieron cerca de él, en un momento crucial de su vida.
Rodada totalmente en exteriores, en el distrito de Lapa y sus proximidades en Río de Janeiro; como la acción tiene lugar a principios de los años 30, los trajes y el diseño de producción, reflejan perfectamente aquella época.
Además de la fidelidad del entorno, el objetivo era expresar una sugestión visual de un universo emocional:
Capturar el calor, la dulzura, el brillo y los olores, impresiones básicas para un retrato de Río de Janeiro de época.
La falta de abundancia, la pobreza, la violencia, la falta de juegos, y la tragedia, van juntas en Madame Satã, como los muchos elementos que se ven a través de la lente de un calidoscopio.
La habilidad de João Francisco, para transformar los acontecimientos más diversos de la vida en singulares momentos de placer, como una típica estrategia brasileña de resistencia política y cultural, es el rasgo distintivo de la película.
El extraordinario retrato de los triunfos y la tragedia de este explosivo y paradójico personaje hecho por Karim Aïnouz, se abre en contra del trasfondo vibrante y sórdido de Lapa, un apiñado mundo de chulos, putas, navajazos, maricas y artistas, de oscuros bares y burdeles llenos de humo, empapados de perfume dulce y barato.
Un mundo repasado a través de la violencia y el deseo, donde los sueños desesperados, brotan de la pobreza y la miseria.
Madame Satã también celebra el florecimiento de la cultura urbana afro brasileña, que emergió en Río de Janeiro en los años posteriores a la abolición.
Esta cultura, fue forjada como una expresión de resistencia en una sociedad que no hacía uso de la gente negra, después de la abolición de la esclavitud en 1888.
Por lo que Madame Satã  no solo evoca  a un personaje real fascinante, sino que también nos muestra un momento crucial de la diáspora afrobrasileña.
Como dato, Madame Satã, es el primer papel protagonista para el actor Lázaro Ramos.
Mientras que Marcela Cartaxo como Laurita, contrapeso emocional, y Flavio Bauraqui como Tabu, como espejo, es la familia de João Francisco.
Pero también destaca el fabuloso Fellipe Marques, en una corta pero impresionante intervención; que junto a Emiliano Queiroz como el entrañable Amador; Renata Sorrah como Vitória; Floriano Peixoto, Ricardo Blat y Guilherme Piva como Álvaro, completan el reparto.
El director cuenta por qué eligió a Lázaro Ramos para el papel de Madame Satã:
“Era como un todo o nada, después de todo, el personaje está en un 99% de las escenas.
De una manera, la película es el personaje; y Lázaro fue uno de los primeros actores que vi, y se le eligió por varias razones:
Quería un actor completamente intuitivo, incluso se me pasó por la cabeza la idea de no contratar a un actor.
A la misma vez, quería alguien teatral.
Quería a alguien que pudiera cumplir estos 2 requisitos opuestos.
Lázaro tiene mucho talento, y es muy intuitivo, y tiene una cualidad física visceral que es crucial para el personaje.
A la misma vez, ofrecía un registro muy natural, podía inventar los personajes que Madame Satã, inventaba con un gran sello cinematográfico.
Creo que este fue el primer punto de referencia para elegir a Lázaro.
Además, se mostró bastante accesible, y estuvo de acuerdo en unirse a la aventura, corriendo todo tipo de riesgos.
Estábamos creando y encontrando a la misma vez.
Su cuerpo es su fuerza; objetivamente, es lo único que posee.
Es por eso que todo lo que crea, lo hace a través de su cuerpo, de su voz, la manera en que se viste, como se mueve, parte del cuerpo para exhibirse, y para esconderse.
Después de todo:
¿Qué fue lo que quedó de la cultura negra después de la diáspora?
El cuerpo, utilizado en la música, el baile, la ropa, el placer sexual.
Durante mucho tiempo, debido a la exclusión social, las manifestaciones culturales de la gente negra, solo podían ser a través del cuerpo, o eventualmente a través de la cocina.
Esta es la razón por la que la forma de resistencia más objetiva, es a través de su cuerpo.
Para mí, el paisaje de esta película, es su cuerpo, y esto es por lo que Walter Carvalho y yo, decidimos trabajar en el negativo de tal manera que la textura de la piel, y la presencia de su cuerpo de Lázaro, pudieran definir constantemente al personaje”
Ramos encara el rol protagónico con pasión, picardía y caradura, para retratar a una Madame Satã de ribetes épicos.
Su musculatura, una filosa navaja, y su vestimenta característica, son la armadura con la que enfrenta al mundo, este explosivo y excéntrico personaje, convertido en un inusual héroe negro de los bajos fondos; que pasó de la oscuridad de los callejones, a los perfumes de burdel, inmerso en un trasfondo trágico y sórdido, su breve pero vibrante historia de vida, es una pintura de excesos, violencia y miseria.
Cargando los estigmas sociales del analfabetismo, el color de piel, la orientación sexual y su condición de pobre, en João conviven varias identidades dentro de un mismo cuerpo.
Lo multifacético muta desde un padre orgulloso, un gánster asesino, una estrella de cabaret, un amante ocasional, o una reina de carnavales, todo ello con tal de redimirse;  y su testamento final, es de un enorme valor moral.
Puede que la ambigüedad del personaje principal, no deje entrar al espectador en sus sentimientos, por lo que desconcierta, pero eso lo hace más atractivo.
La recreación de una forma de vida, del contraste de intenciones y actuaciones, la dicotomía de amor y odio que el protagonista expresa, su lucha diaria, interna y externa, nos abruma y nos llega al mostrar cómo alguien, para el que el lujo de soñar debería haber sido un imposible, cumple sus sueños.
Como para el hecho de ser libre, debería haber sido imposible, Madame Satã fue libre toda su vida.
Como para un niño que fue vendido como un animal, reinventó y eligió una familia.
En la vida real, tenía 7 niños acogidos…
El tema es, cómo una persona como esta, actuó más allá de sus deseos, y creó un ejemplo de libertad, más allá de su propia vida.
Un tema no tratado en realidad, pero presente en su vida es:
“Si puedes hacerlo, ¿por qué no puedes?”
En lugar de gente diciéndole que no podía hacer esto o aquello, gente despreciándole.
Se transportaría a una dimensión diferente que él mismo creó.
También es retratar a un personaje que vivió y entendió su propia época, de una manera fantástica.
Estos son los aspectos importantes, más que etiquetar al personaje por un motivo u otro.
Un personaje como Madame Satã, podría verse fácilmente desde una perspectiva folclórica o estereotipada si se quiere.
Un rasgo del personaje, es que creó pequeños circuitos en las definiciones; cuando le decían negro, se mostraba gay; cuando le llamaban gay, se mostraba pobre; siempre era algo más.
Era reinventándose a sí mismo, como podía transgredir y resistir.
Además de ejercer su libertad, encontrando el placer y cumpliendo sus sueños, y a pesar de todos los obstáculos, siempre se consideró un ser humano.
Por tanto, Madame Satã es un testimonio de resistencia; porque para él, luchar por su afirmación personal, nunca fue en silencio.
Nunca aceptó ser degradado.
Un dato interesante del relato, es el cuento de “Las Mil y Una Noches” y la introducción del personaje de Sherezade.
Este relato, abre y cierra la película, y en las variaciones de su contenido a lo largo del metraje, expresa el proceso de construcción de identidad de João:
“Sherezade/Cabaret de Lux/Victoria:
En Arabia vivía un sultán apuesto y cruel.
Cada noche, desposaba a una virgen que mataba antes del amanecer.
En el ímpetu por acabar tal crueldad, Sherezade, una virgen de extraña belleza y gusto delicado, se ofreció en matrimonio al joven tirano.
Aumentando la curiosidad y deseo del sultán, Sherezade inventaba fantásticas leyendas de amor y aventura, postergando siempre para el último día su ejecución.
Hasta que, después de 1001 noches, el sultán finalmente sucumbió a la fascinación de la joven Sherezade”
Posterior a ello, viene la invención:
“Jamacy/Primer espectáculo/“Danubio Azul”/João:
Buenas noches damas y caballeros, soy Jamacy la hermosa hechicera del bosque, hija de Tapuna y Bernadette.
En la maravillosa China, vivía un cruel y bruto tiburón, que todo lo que mordía se convertía en carbón.
Para aplacar a la fiera, los chinos sacrificaban cada día, 7 gatos salvajes, que el tiburón comía antes del anochecer.
Con el fin de acabar con tal barbaridad, llegó Jamacy, la diosa del bosque de Tijuca.
Ella corría por los bosques, y volaba por las colinas.
Un día, Jamacy se convirtió en un leopardo dorado de formas suaves y gusto delicioso.
Y comenzó a luchar con el tiburón, durante mil y una noches…
Al final, la gloriosa Jamacy, y el furioso tiburón, estaban tan lastimados, que nadie sabía quién era uno, y quien era el otro.
Y así se convirtieron en la misma criatura”
Dando paso a la definición del personaje:
“Madame Satã:
Durante 10 años en el castillo de una isla de las Arabia, una princesa de nombre Jamacy, debido a la envidia, la reina maléfica había aprisionado a la joven princesa que vivía triste y solitaria.
Hasta que un día de carnaval, un caballero en su camello, liberó a la princesa que corrió a pie hasta llegar a su Lapa querida.
La princesa se apresuró a preparar su disfraz para el desfile de los cazadores de venados.
Jamacy, vestida, desfilo brillantemente en el carnaval de 1942.
Y Jamacy se hizo conocida así, para el resto del mundo, como Madame Satã”
En el caso de la película, el relato de Sherezade, que encuentra su cristalización el personaje ficticio de Madame Satã, se opone y supera a la muerte, al erguirse como gesto de resistencia y afirmación de una identidad que transgrede la exclusión y el borramiento de los sujetos marginales, tejido por el discurso hegemónico de Brasil.
Así se expresa en el contraste entre la danza de Hollywood y la danza negra, en la escena del cine; el “High Life” y el “Danubio Azul”, La Sherezade de “Las Mil y Una Noches”, y Jamacy, convertida, finalmente en Madame Satã.
El director, dijo sobre el final:
“Es una transcripción casi exacta de cómo ganó en 1942, el concurso de trajes de Carnaval de Deer Hunters, después de pasar 10 años en la cárcel.
João Francisco, hizo mucho por su mito, pero la historia ha sido extendida por muchos otros.
Es verdad que mató a un hombre, pero es cuestionable el hecho de si mató al compositor Geraldo Pereira, que tenía 3 certificados de defunción…
Estuvo en la cárcel 27 años por indecencia, robo, prostitución, y otros delitos.
Como director, no me interesa juzgar a los personajes, sino documentarme en ellos.
Sería un hipócrita, si dijera que no hay una lección moral en la película.
Esta lección, no es sobre el personaje, sino sobre la experiencia.
Para mí, el rasgo principal del personaje, es que nunca se sintió una víctima.
Siempre estaba reinventándose a sí mismo, como El Ave Fénix, y Lázaro se las arregla para resurgir de las cenizas victoriosamente; un testimonio de amor y vida.
De hecho, la película, es una celebración de esta resistencia en vida”
Madame Satã nos enseña, que de entre la pobreza, el caos, la desidia, y la muerte, también pueden concretarse un sueño; y de la extrema desdicha, germinar una belleza visual inapelable.
Po último, la banda sonora con temas muy bien escogidos, relatan también las historias de los sujetos que actúan como suerte de crónicas de la vida de ellos mismos, y permiten hacer el vínculo desde la experiencia personal de João, a la experiencia colectiva de los habitantes del Barrio de Lapa, que se identifican con estas manifestaciones, y en las que se expresa una subjetividad y cultura propias.
“Há algo dentro de mim que não me deixa calma, raiva sem fim...”
Madame Satã, plasma el despertar de la cultura afrobrasileña urbana y vibrante en el Rio Janeiro de los años posteriores a la abolición de la esclavitud en Brasil, es decir, después de 1888.
Cultura de resistencia y utopía, en una sociedad que no daba cabida a sus antiguos esclavos.
Pero también es un merecido homenaje a los travestidos y las prostitutas más pobres de Rio de Janeiro, las de la zona de Lapa, donde sólo hay soledad y tristeza.
Así que esta imagen romantizada del malandro, habría nutrido el imaginario nacional brasilero, fundado en las exclusiones y discriminaciones a que elidiría la brutalidad del trabajo esclavo, y otras formas violencia, y estigmatizaría al negro, al mulato, y al mestizo pobre.
Esta idealización, habría persistido en el imaginario identitario del Brasil, no sólo en la década del 30, sino también en los 70, en los brazos de la izquierda.
En los 90, y a partir de lo propuesto en la película, se podría hablar de un tensionamiento, dada la complejidad de la representación, de esta figura ideal, romántica, que sustenta el discurso acerca de la nación brasilera.
Al mismo tiempo, se desmitifica la figura idealiza del malandro, para los grupos de izquierda, como sujeto ligado a los procesos emancipatorios colectivos, que aparecen desdibujados en esta obra.
Así, Madame Satã será figura crucial de la marginalidad y de los límites que la definen, y al mismo tiempo, que se presentan como elementos fundamentales en la conformación de identidades.
Desgraciadamente, muchos de los problemas de los años 30, todavía existen, y una manera de hablar del presente, es mirando en la historia pasada.
Mucho ha cambiado de aquella época a ahora, pero mucho no ha cambiado, y la exclusión social como una barrera para la exclusión del individuo como parte de una comunidad, o como parte de una sociedad, es una de ellas.
La sociedad brasileña, carece de permeabilidad, e incluso, aunque allí parece haber integración entre los diferentes sectores, el abismo social parece seguir creciendo.
Y es que Brasil está entre los primeros países del mundo, en cuanto a discriminación y crímenes contra las personas travestis y transexuales.
Y aunque Río de Janeiro es el estado de todo Brasil con mayor nivel de tolerancia hacia el colectivo, durante 2011, se registraron, entre los 3 Centros de Referencia en Derechos Humanos de Prevención y Combate a La Homofobia contra el colectivo LGTB, más de 2.000 denuncias de crímenes, de los cuales, un 20% afectaban a travestis y transexuales.
Desde principio de 2012, dentro del programa “Río Sin Homofobia”, se ha capacitado a 5.000 policías militares, para poder atender correctamente este tipo de denuncias.
Una de las medidas implementadas, ha sido la posibilidad de realizar la denuncia con la identidad social de la víctima, y no con el nombre registrado en su documento de identidad oficial.
Creo que Madame Satã es una película optimista y redentora.
Después de todo, João Francisco, nunca se consideró a sí mismo una víctima, sino un luchador, y claro está un ganador con corona, bandera y mito carioca supremo.

“Jamacy correu pela floresta e voou sobre as colinas”



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