Los Marcados

“Era un hombre de una gracia infinita, y de una fantasía portentosa, mil veces me llevo a cuestas, y ahora que horror siento al recordarlo, a su vista se me revuelve el estómago”

Debido a su proximidad con los Estados Unidos, el western fue un género fílmico que gozó de gran popularidad en México.
Gracias también a su afinidad con el género nacional ranchero, ya sea en las películas de charros o vaqueros del norte de México; era natural que casas productoras y artistas cinematográficos del país, desarrollaran sus propios films dentro de este género.
El resultado fue interesante, ya que el western mexicano, a veces nombrado “chilaquile western”, en cierta forma enlazándolo con su primo italiano, el “spaghetti western”, desarrollo sus características propias.
A veces situaba sus historias en los Estados Unidos, o en un tiempo/espacio ambiguo e hibrido de la frontera.
A su vez, también tuvo sus actores más frecuentes y característicos, sus locaciones como Zacatecas y Durango; y en ocasiones, manifestándose a través de híbridos como el western de terror, la comedia, y el cine surrealista.
En especial, en directores como Alberto Mariscal, cuyo nombre real era Adalberto Ramírez Álvarez Mariscal; que llegó a México desde su Chicago natal a los 7 años, edad en la que inició su aprendizaje del idioma español.
Estudió la carrera de leyes durante 4 años, y posteriormente la de humanidades, pero abandonó ambas debido a su afición al teatro, llegando hasta actuar en el cine.
Mariscal no fue un gran actor, ni tuvo papeles en que pudiera destacar; pero sí respondía al estereotipo del cine de los 50:
Lo mismo en roles sórdidos que discretos, pasaba inadvertido al lado de los galanes y villanos de la época; pero a finales de los 60, comenzó a dirigir, y cobró celebridad cuando se convirtió en el especialista del “western a la mexicana”, con el toque característico de un género que buscaba renovarse:
La violencia extrema, con personajes despojados de glamour, con tramas complicadas, heroínas tan polvorientas como los villanos y como el paisaje.
Y es que los personajes de Mariscal durante su época dorada, no eran maniqueístas:
Podían ser tan malos como los malos, pero les tocaba estar del lado de la ley.
Así las cosas, el género llegó tarde a México, y no duró mucho; pero vimos a protagonistas mancos, sucios, polvorientos, y haciendo trampa en el juego, mintiendo, atacando por la espalda, en paisajes áridos, sin sombras, sin refugio a la vista.
Mientras las mujeres fueron mucho más frescas y apetecibles que en otros cines; fue Mariscal quien mejor aprovechó la sensualidad de sus actrices en la agresividad y el erotismo, cualidades no aprovechadas por los galanes, aunque se hacían sentir a lo largo de sus cintas, así fuera en la insatisfacción, en la continencia, o en la pasividad.
Los villanos/héroes, por su parte, impresionaban en aquella época de otra manera:
Sus apariciones súbitas, a lo lejos, surgían como amenazas, y se sabía que eran definitivas, que no había negociación posible, que no sentían piedad.
Con todo, Alberto Mariscal era un director nada delicado, pero con intuición privilegiada; un director que pese a muchas películas prescindibles, realizó un número de cintas bien apreciadas en el ámbito internacional, y que han ganado con el tiempo.
Falleció en 2010, en Estados Unidos, culminó una vida y una carrera discretas, pero también con momentos sobresalientes, tomando la homosexualidad como tema uno de sus temas de película.
Al respecto, en el cine mexicano aparece retratado de 2 maneras:
Por un lado, a lo largo de las décadas de 1970 a 1990, período posterior a la llamada “Época de Oro” del cine en ese país, numerosas películas incorporaron a personajes homosexuales.
Y por otro, se trataba casi siempre de personajes masculinos que tendían a reproducir los estereotipos de la cultura popular sobre los homosexuales:
Hombres afeminados con vestimentas estrafalarias, y modos de hablar bastante peculiares.
Sin embargo, hubo una película en los 70, en que los gays eran retratados “bien machos”
“He sido criticado duramente por la sociedad y la gente decente de este pueblo”
Los Marcados es un western mexicano del año 1971, dirigido por Alberto Mariscal.
Protagonizado por Antonio Aguilar, Eric del Castillo, Flor Silvestre, Carmen Montejo, Javier Ruán, José Carlos Ruíz, Gabriel Retes, Salvador Aguilar, Mary Arden, Jorge Arvizu, Marcelo Villamil, Dolores Beristain, entre otros.
El guión es de Antonio Aguilar, Ricardo Garibay, y Mario Hernández.
Corría el año de 1970, y Antonio Aguilar ya no quería ser víctima de los experimentos de los directores jóvenes:
“Prefiero mil veces malo por conocido, que bueno por conocer”
En vista de eso, el “malo por conocido” del caso, hubo de filmar para el productor y estrella Antonio Aguilar, un western de sólo 85 minutos, pero con humos de superproducción:
Los Marcados, una cinta basada en una historia de Mario Hernández y Antonio Aguilar, con diálogos adicionales de Ricardo Garibay.
Y es que Mariscal era uno de los más inteligentes y destacados directores del cine mexicano, que demostró su talento en toda una serie de películas de acción y género; y no deja de ser un director un tanto polémico dentro de su filmografía, con escenas y temas tabúes de por medio, tanto que en Los Marcados, esto queda de manifiesto mediante el romance malsano por así llamarlo, con relaciones que resultan traumáticas y enfermizas.
El argumento se sitúa en la frontera con los Estados Unidos, en el siglo XIX.
Los bandidos:
El Pardo (Eric del Castillo), y su lugarteniente, El Niño (Javier Ruán), son una pareja homosexual, que saquean e incendian un pueblo, con gran matazón de lugareños; vuelven a su reducto:
Unas ruinas que coronan una altura.
Mientras las personas “decentes” de un pueblo próximo, beneficiadas sobre todo por el burdel de la afligida Mercedes (Flor Silvestre) y su socia Remedios (Carmen Montejo), contratan al silencioso “El Marcado” (Antonio Aguilar), un pistolero con una cicatriz en la cara, para acabar con los bandidos.
El Marcado, amante de Mercedes, pide ayuda a “El Manco” (José Carlos Ruiz), que puede ser hábil con su única mano útil, la izquierda, al matar a unos tipos que no le quieren pagar lo que les ha ganado en el billar…
Mientras en la cantina del burdel, El Marcado da una lección a un bravucón que provoca a un estilizado homosexual, defendido por Mercedes.
Y en otro emplazamiento, en las ruinas, El Pardo mata a uno que coquetea con El Niño, y golpea a éste, que le pide perdón.
El Manco, vuelve con El Marcado después de que los bandidos lo cuelgan de los hombros y todos, a caballo, lo golpean con lanzas.
Posteriormente, los bandidos, con algunas bajas causadas con gran riesgo por El Marcado, toman el pueblo.
En la cantina, El Pardo impide que El Niño se aburra disparando a unos vasos puestos sobre la cabeza del cantinero, y matando finalmente a éste.
Mientras El Pardo mata a un chino obligado a tatuar la espalda del El Niño, porque el oriental se ríe del sufrimiento del tatuado; no sin antes haber hecho alarde de la belleza del joven.
Irrumpe así en la cantina, El Marcado, y se protege con el cuerpo del Niño.
El Marcado lo confía al Manco, que da gran paliza al joven, pero éste se ríe, y en un descuido, mata a su custodio con un cuchillo.
El Niño huye y corre para reunirse con El Pardo, pero El Marcado lo sigue, y acaba con los bandidos.
Al final, Mercedes aparece vistiendo luto, llorando sobre el cadáver del Niño, hijo suyo y del Pardo.
En una sociedad que a la fecha es homófoba en muchos sentidos, Los Marcados es toda una curiosidad, muy bien producida, actuada, con escenarios naturales, algo surrealista tanto en la narración como en los personajes, pero igual de interesante.
“Un pueblo, de tanta prosperidad y de tanto futuro, tenga como el negocio más grande e importante, el prostíbulo”
Los Marcados es la película más delirante y surrealista de su director, Alberto Mariscal, y  mantiene un pie dentro de las convenciones del western, y otro en el surrealismo freudiano de muchas películas de la época; por lo que contiene varios elementos curiosos, que lo separan de varios de sus “hermanos” en el género.
Con gran abuso de psicopatía, pues Los Marcados trata de un caso de bandidaje no sólo homosexual, sino incestuoso.
Para enterarse de lo último, hay que atenderse a los “flashes” que ilustran la historia de la afligida y siempre sollozante Mercedes:
El primer “flash” es borroso, pero va cobrando nitidez al repetirse varias veces a lo largo del metraje, y acaba mostrando a la mujer, corriendo feliz por el prado, en cámara lenta, claro está, era la época; con su esposo y su hijo, o sea:
La futura pareja de amantes facinerosos:
El Pardo y El Niño.
Por lo que ella rechaza, a saber por qué, unas flores que le ofrece su amiga, y exige en su lugar espigas, en recordatorio eterno de ese correr en el prado:
“No somos nada”, comenta Remedios, ante eso.
Mientras el papá, y novio de su hijo, lleva el pelo teñido de rubio; mientras el chico, psicópata de tiempo completo, dice amar la sangre “porque es roja”, como rojos son unos trapos con que se envuelve, uno coquetos lienzos que adornan con unos espejos, el reducto de los bandidos, y la tela con que enrolla su cuerpo y se pavonea después de desnudar los pechos, y matar con una espada a la dependiente de una mercería, interpretada por Marta Zamora.
El mismo joven, es todo un caso de psicopatía:
Violento y asesino, que gusta de “martirizar moscas”, tiene por su música, el vals de Musetta de “La Bohème” de Puccini, recita con una túnica blanca, y la consabida calavera el monólogo de “Hamlet”, ante unos bandidos forzados al aplauso final por el cariñoso papá del muchacho, bajo riesgo de muerte, tanto que a uno que se distrae, lo tirotea.
De todo eso, en el “wild west”, pues, por algo grita El Niño en algún momento:
“¡El marcado es una mierda!”, y es que lo que le gusta al director, es espeluznar al público con sangre, mucha sangre, y provocar visitas al optometrista con violentos zooms, como de costumbre en el género.
Técnicamente, esta orgía, tan cruda como cómica, utiliza una técnica exhibicionista, y la psicopatía inverosímil en los personajes, con buenos decorados y locaciones reales zacatecanas; bajo la producción de Columbia Pictures, y esto se nota en la calidad de la imagen, la gran variedad de excelentes tomas panorámicas, y en su espléndida banda sonora.
Otra peculiaridad de Los Marcados, es que el mismo El Marcado, es un pistolero legendario, con una cicatriz en la mejilla, y que siempre viste de negro.
Decir que El Marcado es omnipotente, sería poco:
El mismo actor de piel morena oscura, y con una actitud tan callada e imponente que inspira temor, pronuncia menos de 10 parlamentos en todo el metraje, y se la pasa descansando en más de la mitad de ella; y cuando pelea, nunca está en riesgo de ser herido, y se despacha a sus contrincantes sin sudar.
Esto funciona bien en el mundo absurdo y esperpéntico de la película, tan alejado del “verdadero” oeste estadounidense decimonónico.
Pero también hay homenaje a Lee Van Cleef, y al “Hombre sin Nombre” de Sergio Leone para componer al personaje.
Mientras los villanos son:
El Pardo, callado y prácticamente albino, celoso y agresivo; y El Niño, psicópata y asesino despiadado, ambos amantes homosexuales psicóticos al mando de un ejército de fantoches, depravados y lambiscones sádicos.
Resalta, obviamente, la figura de El Niño, como un lunático que combina el infantilismo con la maldad, y con una gran afición por el masoquismo, y por recitar a Shakespeare.
Un “petit Lecter” si me permiten el atrevimiento, pues le encanta la sangre…
Otro detalle lo compone la guarida de los bandidos, un compuesto en el desierto, con estructuras de piedra extrañas, que se asemejan a una especie de Stonehenge mexicano; pero también tienen un espejo de cubierta roja, y un pozo de agua para bañarse; lugar donde El Niño se imagina a sí mismo como un actor de Shakespeariano, y cuando se lleva a cabo en el desierto, todos los miembros de la banda, están obligados a prestar atención y ver.
El emplazamiento, posee, muy curiosamente, solo un dormitorio destinado solamente para los fines amoratorios de la pareja de forajidos.
La historia de ambos, está enlazada a la de la prostituta Mercedes, una mujer alcohólica, que no es más que un cascarón humano, sin ganas de vivir, debido a su pasado trágico; pero también hay actuaciones destacadas, como José Carlos Ruiz como un pistolero con una mano “seca”; y de Carmen Montejo como Remedios, una prostituta amiga de Mercedes, fortaleciendo el reparte de personajes que son “marcados” tanto física como espiritualmente.
También resulta interesante, el otro actor que hace de homosexual fino, en el prostíbulo, el cual inicialmente fue defendido por Mercedes pero que posteriormente es rechazado, pues le trae recuerdos de su hijo/rival.
Y es curioso encontrar dentro del cine mexicano, sobre todo de los 70, como es este caso, y en años anteriores, el tema de la homosexualidad.
Aunque se vea de manera implícita, y aparezcan pocos detalles referentes, es decir, mucho que en un western mexicano veamos una historia con tintes de homosexualismo, sin llegar a ser propiamente cine gay, como tal.
Esa mezcla de vaqueros, con machos bragados, sin duda, que resulta demasiado bizarro para la época y todavía impacta su visionado trasgresor.
En definitiva, Los Marcados en sí, resulta atractiva, con una historia bien contada, con buenas actuaciones, y notables secuencias de acción.
Del reparto, destacar a José Pascual Antonio Aguilar Márquez Barraza, mejor conocido como Antonio Aguilar, que fue un cantante, actor, compositor, productor, intérprete, guionista y cineasta mexicano; considerado una leyenda de la música popular mexicana, y que también actuó en 167 películas.
Pero destacado en la música, recorrió el mundo en diversas giras junto a su esposa, la también cantante y actriz, Flor Silvestre, y sus hijos:
Antonio Aguilar, hijo; y Pepe Aguilar.
Se cuenta que Vicente Fernández fue gran amigo de Aguilar, y reconoció que Aguilar, fue quien abrió las puertas de Estados Unidos y Latinoamérica, a muchos artistas mexicanos; sin embargo, con Fernández no hubo ningún acercamiento artístico.
Y la actriz Flor Silvestre, que participó en más de 70 películas a lo largo de 40 años; era bella y escultural, destacando como figura estelar de La Época de Oro del Cine Mexicano.
Su nombre real era Guillermina Jiménez Chabolla; y Antonio Aguilar fue su 2° esposo, con quien actuó en más de una docena de películas rancheras, basadas en héroes folklóricos y revolucionarios, y sus “corridos”
Por último, la banda sonora fue hecha por Paul Sawtell y Bert Shefter, ambos compositores de televisión y cine estadounidenses.
Destacan aquí, el tema principal, cantado por el protagonista de la cinta, Antonio Aguilar, como era de esperar.
Como dato, la canción recuerda demasiado el tema de James Bond:
“From Russia With Love” cantado por Matt Monro.
“Que suavidad de piel de hombre joven malanco, piel joven y bella, deseosa de nuevas sensaciones, fuerte, solamente marcada por el peso de su inconciencia”
La notoria dificultad del cine mexicano a la hora de abordar temáticas y personajes homosexuales, ha sido habitualmente interpretada en clave antropológica, como una manifestación cultural del patriarcal machismo mexicano.
Dada la estricta equiparación existente entre patriarcado y mexicanidad, podría pensarse que cualquier intento de introducir temáticas o personajes homosexuales mexicanos en el cine, habría de fracasar necesariamente.
Por ello resultan de interés, las estrategias que en diferentes momentos históricos se han utilizado para introducir elementos homosexuales.
En un primer momento, el homosexual se resumía como alguien promiscuo, perezoso, sin ninguna ambición en la vida, y sobre todo, con un fuerte deseo sexual…
Sin embargo, ha tenido intervenciones interesantes y variantes dentro de la paleta de color que él mismo expone, así encontramos las bases de un estereotipo que permea hasta nuestros días, al homosexual amanerado, picaresco, perverso pero sin malas intenciones, que solamente sirve para la diversión de todos.
Dicho tipo de personaje, encontró su lugar entre los tugurios del cine de ficheras y programas de televisión.
Y si dejamos de un lado al afeminado irremediable; el otro retrato que se tiene, es el trágico.
No hay medias tintas:
O hace reír, o sufres lentamente.
No hay mejores ejemplos que Los Marcados, que resultó ser una pieza muy ambiciosa para su época, al no solo abordar la híper violencia de estos poblados, sino la homosexualidad, mezclada con las aspiraciones frustradas.
Lamentablemente, nada ha cambiado desde entonces, en la figura del homosexual en el cine mexicano, pues todavía, el personaje es juzgado por sus preferencias sexuales, o bien por religión o color de piel, y no por los actos que comete hacia sus semejantes; en eso Los Marcados fue realmente innovadora.

“Todo estaba marcado, todos tenemos cicatrices, pero las heridas se quedan adentro, y esas nunca se cierran”



Comentarios

  1. ...excelente, bien cuidada en todos los aspectos, "El Marcado", muestra a un Antonio Aguilar alineado al tema y las exigencias del Director...Erick del Castillo enorme y Javier Ruán abordando el guión con la intensidad necesaria...gran película que deben conocer las actuales generaciones...

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  2. Pero el Pardo NO era el padre biológico del niño, ya que la misma mercedes en sus humos alcoholicos y recuerdos dice claramente como cometió el error de darle a su hijo UN PADRASTRO como el que le dio y se distingue poco a poco la figura del Pardo ; y el odio que le tenia el niño al marcado realmente nunca se explicó solo quedó a la imaginación de los espectadores.

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