Giulietta degli Spiriti

“Non mi interessa la clemenza mi offrite, ma la salvezza della mia anima”
(No me importa acerca de la clemencia que me ofreces, sino la salvación de mi alma)

Directores como David Lynch, Terry Guilliam, Woody Allen, o Paolo Sorrentino, por citar unos pocos, reconocen la enorme influencia de ese gran maestro que es Federico Fellini.
Cuando Fellini estaba finalizando el rodaje de “La Strada” (1954), sufrió una severa depresión, y siguiendo el consejo de su esposa, la actriz Giulietta Masina, acudió a psicoterapia, donde tomó contacto por primera vez con el psicoanálisis...
El mundo de los sueños y de la mente, con todos esos significados latentes y complejos simbolismos, comenzó a filtrarlos en pequeños detalles de sus películas a lo largo de la siguiente década, los 50, si bien el tono general de éstas seguía estando muy vinculado a un neorrealismo; todas ellas son geniales, y cualquiera por sí sola, sobraría para que estuviésemos hablando de Fellini por los siglos de los siglos…
Y es que Fellini fue un Maestro del simbolismo; registró numerosos sueños y los analizó siguiendo los parámetros de psicoanálisis jungiano, pero no fue en absoluto complaciente.
Rescató de muchos de ellos ideas, imágenes, conceptos, símbolos, y sugerencias; y los integró a sus recuerdos; y con su visión del ser humano, los expresó a través de su personal lenguaje narrativo, y de su enorme talento estético.
Pero eso pudo hacerlo cuando ya llevaba casi 2 décadas escribiendo guiones y dirigiendo películas, y siempre en colaboración con otros grandes profesionales; pero no consistió sólo en dar rienda suelta a sus sueños y delirios, pues todo eso fue tamizado y reinventado a base de experiencia, talento, y horas y horas de trabajo; además, los sueños y la imaginería onírica que aparecen en las películas de Fellini, no son paisajes imposibles, ni cosas rarísimas; son personajes, lugares y hechos más o menos cotidianos, con solo pequeños toques fantásticos, que, al yuxtaponerse, crean esa magia tan especial que nos hace sentir que estamos dentro de un sueño.
No son nuestros sueños, evidentemente, pero son cercanos a lo que nosotros soñamos.
Y en ello hay algo más que un compromiso estético, pues buscar ese punto común en la fantasía y los sueños, era la forma en que Fellini pretendía acceder a ese inconsciente colectivo del que hablaba Jung.
Da igual si existe o no, o si los arquetipos tienen una base genética o puramente cultural, sea lo que sea, en el fondo de todos nosotros, de nuestra cultura, hay muchos elementos comunes, y por eso nos gusta que nos cuenten historias, y contarlas, y por eso unas nos emocionan más que otras.
Con todo, Fellini supo llegar hasta algunas zonas apenas transitadas de ese núcleo, y fue capaz de desnudarlo y mostrárnoslo a través de su propio cuerpo, de su propia historia, retratándose a sí mismo, y a todos nosotros como pocos otros han hecho.
“La poesia non è mai pericoloso”
(La poesía nunca es peligrosa)
Giulietta degli Spiriti es una película italiana de fantasía, del año 1965, dirigida por Federico Fellini.
Protagonizada por Giulietta Masina, Sandra Milo, Mario Pisu, Valentina Cortese, Valeska Gert, José Luis de Villalonga, Friedrich von Ledebur, Caterina Boratto, Lou Gilbert, Luisa Della Noce, Silvana Jachino, Milena Vukotic, Fred Williams, Dany París, Anne Francine, Sylva Koscina, entre otros.
El guión es de Federico Fellini, Tullio Pinelli y Ennio Flaiano, y trata sobre las visiones, los recuerdos, y la mística de una mujer de mediana edad que ayudan a encontrar la fuerza para dejar a su marido mujeriego.
La obra, que bien puede ser teatralizada, utiliza tipos y situaciones caricaturescas del sueño para representar un paisaje psíquico; siendo la 1ª película en color del director italiano; “un cuento de hadas para adultos”, tal y como la definió el mismo Fellini; una película en la que se dan cabida algunos de los aspectos esenciales de su cine, como los sueños y el sexo, en un retrato de una burguesa acomplejada por su falta de belleza y encanto, en un mundo sobrado de eso, y en el que finalmente la protagonista se liberará, entregándose a los mayores placeres.
Sin embargo, Giulietta degli Spiriti no tuvo buen éxito, pues la mayor parte de los críticos “independientes”, pensaron que Giulietta degli Spiriti era una “mala copia de su obra anterior”, donde ya había descubierto ese fascinante mundo de imágenes que constituye desde entonces, el toque del autor.
A pesar de eso, obtuvo 2 candidaturas a los premios Oscar:
Mejor dirección artística y vestuario.
Así, con un movimiento de cámara en mano, penetra a través de la frondosidad vegetal de un jardín, hasta adentrarnos en la casa burguesa de Giulietta Boldrini (Giulietta Masina), quien prepara junto con sus sirvientas, Teresina (Elisabetta Gray) y Elisabeta (Milena Vukotic) los últimos detalles del aniversario de su boda con su marido Giorgio (Mario Pisu), un relacionista público y publicista quien no parece muy entusiasmado por la vida conyugal...
Y es que Giulietta es una casa que duda de la fidelidad de su marido; por eso acude a reuniones espiritistas buscando una señal que le haga reconocer, que aún siente cariño por su marido, y que puede recuperar a su amado Giorgio.
No tiene a nadie con quien hablar, está sola con sus contradicciones, entre su respetabilidad santurrona, y su tentación de vivir sin inhibiciones.
Por eso cuando Giorgio entra en la casa, finge no haberse acordado del aniversario, pues Giulietta ya tenía preparado el regalo y la cena; pero Giorgio finalmente da inicio a una fiesta sorpresa, a la que acuden toda una serie de personajes de lo más variopinto, destacando por encima de todos, Valentina (Valentina Cortese), quien le presenta a un amigo futurista y astrólogo...
Giulietta es una mujer con un campo magnético envidiable para atraer espíritus, y esa misma noche es avisada por el astrólogo, de que tal vez su marido no sienta lo mismo por ella... además, obsesionada por el recuerdo de su abuelo (Lou Gilbert) fugado en aeroplano con una bailarina...
A partir de entonces, alrededor de Giulietta se van a ir dando una serie de circunstancias y vivencias que tensionarán su existencia.
Por casualidad, conoce a Susy (Sandra Milo), su vecina sexy que sólo vive para el amor, y que estará a punto de dar al traste con las ilusiones de Giulietta; y con la ayuda de diversos personajes, reales y de ensueño, consigue reaccionar, para luchar realmente contra sus condicionamientos, sus tentaciones, y sus fantasmas.
Por tanto, el ama de casa experimentará un cambio interior radical, al adaptar su conducta a la de un espíritu que se comunica con ella.
Un trasiego entre la vida real y los sueños que se fusionan en la mente de la protagonista, mientras aparecen otros personajes recurrentes y espirituales, las sobrinas gemelas, su madre, siempre atormentándole con sus consejos; el recuerdo suyo de pequeña abrasada en una representación de teatro, supuestamente por salirse de los cánones establecidos de la ortodoxia cristiana, y la tentación entre lo que para ella es el bien, “vivir en santo matrimonio”, o lo que para ella es el mal, “empezar a vivir más al libre albedrío”
En eso de debate, hasta el final que sale victoriosa y vestida de blanco, va hacia el viento que impetuoso sopla desde el mar.
Giulietta degli Spiriti nos habla del miedo a afrontar la realidad por miedo a una situación distinta a la comodidad de lo ya conocido; los fantasmas del pasado que atormentan nuestras pusilánimes existencias con recuerdos mitad reales, mitad ficticios; las pócimas para el olvido, el recurso espiritual como instigador de esos fantasmas, y el recurso del psicoanálisis para ahuyentarlos...
Este sería para Fellini, el comienzo de una etapa que ya no abandonará, el del placer de hacer películas personales, generalmente en el plató, casi sin rodajes en exteriores, con un diseño de producción barroco, y con unos personajes directamente extraídos de fantasías oníricas.
“Qualcuno che non è mai stato qui sta cercando di comunicare”
(Alguien que nunca ha estado aquí está tratando de comunicarse)
Federico Fellini desarrolla en Giulietta degli Spiriti, su barroquismo formal en una lluvia incesante de enloquecedoras fantasías, que no permiten el menor descanso; pues en cada parpadeo se pierde una imagen irrepetible.
Decía el maestro:
“Con Giulietta degli Spiriti, no significa que afronte los problemas de la magia y la parapsicología.
En estos dominios, no soy más que un aficionado impulsado por la curiosidad, y a veces por un encantamiento infantil.
Pero creo que el cine es un arte muy peculiarmente capaz de evocar panoramas metafísicos y ultrasensibles.
La imagen cinematográfica, es la más apta para perforar la realidad, y hacer trasparente otra realidad.
Porque mi esposa, Giulietta, es una actriz capaz de evocar, espontáneamente y como fuera de su conciencia voluntaria, esa especie de sueño despierto en el que uno se mueve entre los aspectos mágicos de lo real.
Un día, mientras realizaba “La Strada” (1954), descubrí en un convento un Diario escrito hace un centenar de años por La Madre Superiora.
Anotaba en él, en un estilo poético por su ingenuidad, en el estilo de las Florecillas de San Francisco, diversos episodios de la vida de la comunidad.
Uno de esos episodios, me cautivó.
Se trataba de una monjita que, acompañada por un obispo y un sacerdote del Santo Oficio, se había alojado en ese convento.
Era una religiosa dotada de facultades extrañas...
Después pensé filmar una vida de la médium Eileen Garrett, a quien conocía.
Pero no me sentía cómodo en el punto de vista objetivo e histórico, y en el documental.
Entonces, me dediqué a Giulietta degli Spiriti; la historia de una mujer condicionada por nuestra sociedad moderna, pero todo lo que hace se desarrolla en cierta contemporaneidad entre el presente, el pasado, y el futuro.
Es una fábula, un cuento, con algo de bufonesco, y que se puede interpretar como se quiera”
El Maestro Fellini elabora así una barroca aproximación al universo femenino; y nos introduce en una narración que tiene mucho más de autobiográfica, que lo que indica el nombre de la protagonista, si bien reboza cualquier referencia personal, por un lado, de un estilo que combina lo onírico y lo erótico, con lo descaradamente surrealista; y por otro, con un lenguaje visual de enorme belleza y para el que realiza composiciones de planos realmente soberbias, más cercanas al mundo de la pintura que al del cine, en un auténtico carrusel de colores, en una sucesión de escenas en que los rojos fuertes predominantes, pueden convertirse en verdes fosforescentes, o en blancos casi dolorosos a la vista que se pierden en una oscuridad tenebrosa casi gótica.
Fellini dirigió a su esposa, quien recreó a Giulietta,  sacudida por la fascinante, enigmática, y casi hipnótica partitura de Nino Rota, con esa pachanga de tómbola o de tren de la bruja, deambula como por una feria, como una nueva “Alicia” o una “Dorothy” en busca de Oz, asistiendo a cada momento a la nueva representación de un mundo irreal, acaso soñado, que es el propio espectáculo de su interior, o la función a la que asiste junto a su marido, uno a cada lado del escenario, a cada lado de un mismo espejo.
Giulietta es una mujer que constantemente duda de la fidelidad de su marido, y en su obligada soledad, deja libres sus fantasmas, sus recuerdos de infancia, sus atormentadas represiones, tratando de encontrar por sí misma, un camino a su futuro; por lo cual acude a reuniones de espiritistas en busca de un consejo para, según ella, recuperar el amor de Giorgio.
Como resultado de una esas tertulias, conocerá a una mujer intrigante, que romperá sus ilusiones.
Todo pareciera, que la infidelidad es sólo producto de los celos de la protagonista, pero finalmente se descubre que el esposo está teniendo una aventura con una joven modelo…
Es entonces cuando Giulietta comienza a oír voces, tener visiones, y se deja influencias por Susy, su alucinante vecina que organiza las fiestas más sensuales y mágicas.
En ellas, la pobre Giulietta dejará que sus atónitos ojos se paseen por un mundo que ignoraba; y en su miedo, la acompañan insistentes y lejanos, mitos de infancia, sobre todo el del abuelo, un enérgico anciano barbudo que liberaba a la nieta de las absurdas manías de las monjas, empeñadas en transformarla en una santa achicharrada en la parrilla.
La atmósfera de Giulietta degli Spiriti, comienza a tornarse extraña, al igual que los personajes, al punto que pareciera que ella es el único personaje real y cuerdo.
Quizás por ello, el director incluyó imágenes surrealistas, fantásticas, y como en el resto de la filmografía de Fellini, varias de sus fantasías se hacen presentes en forma de “flashbacks” en los que Giulietta recrea su pasado…
Giulietta degli Spiriti comienza con un juego de espejos, y a través de espejos deformados, vemos el resto.
La imaginación de Giulietta, transforma en seres vivos lo que sólo es parte de su subjetivismo.
Las voces que la atormentan, al principio enemigas, más tarde solidarias acompañantes, adquieren cuerpo según Giulietta avanza en su libertad.
Descubre que esos fantasmas no le pertenecen a ella sola, sino también a la infidelidad del esposo, a la estúpida educación recibida, a su represión, en suma…
Quizás al final, reencontrada con su propia entidad, alcance la libertad ansiada, y pierda el miedo a ser feliz.
Con Giulietta degli Spiriti, Fellini nos obsequia una catarata tremebunda e incontenible de sueños, un frenesí casi orgiástico de juegos cromáticos que no ha tenido parangón posteriormente, y que va mucho más allá de la simple metáfora de arquetipos morales, o estados de ánimo expresados a través del color.
“Cuando un hombre hace las cosas con un entusiasmo violento, crea energías que se relacionan con el mundo mágico.
El trabajo del director de escena, es un trabajo de mago, porque se trata de recrear cierta realidad en el plano de la ilusión”, dijo el director.
Y según afirma él mismo, tomó LSD en la preparación; y para captar a la perfección la estética de la psicodelia y la cultura pop; por lo que la fotografía es deslumbrante.
Porque a Fellini hay que acercarse con la predisposición adecuada para ser capaz de dejarse arrastrar por su extravagante caleidoscopio de sensaciones, de flashes, de exuberancia, de alborotos, de recuerdos, de fobias, de deseos primitivos que pugnan por aflorar, y todo ello, en su peculiar estilo onírico y surrealista, en constante cambio, como esos cristales de colores que vemos a través de un tubo de cartón con un espejo, y que adquieren formas geométricas siempre distintas.
Pero Fellini prioriza los estímulos sensoriales, los delirantes y recargados fondos, la observación, la mareante sucesión de toda clase de excéntricos personajes, los diálogos en los que se mezcla lo esotérico, lo poético, lo metafísico, lo ultraterrenal, lo enigmático, y lo erótico, en clara lucha contra el decoro y la sensatez externa que encubre la inseguridad interna.
Adelantada a su tiempo, a su época mejor dicho, que Fellini ya había asimilado, y exagerado con afecto, las modas místicas de la era pop que florecían de aquella “nueva ola” con este tipo de cine surrealista, al que sólo se le consiente a él, porque a la vista del desarrollo, el espectador puede entenderlo como una tomadura de pelo...
Pero no, Giulietta degli Spiriti es una catarata de imágenes oníricas que quiere expresar el interior sufriente de Giulietta.
La utilización del color, es también protagonista de la obra.
Con Gianni di Venanzo como fotógrafo, Fellini crea un mundo insólito, producto del ensueño y la mistificación; pero justo es señalar también el trabajo de Piero Gherardi en los decorados y vestuarios, sin los que Fellini no tendría punto de apoyo.
Para explicar este acercamiento a la locura, Fellini experimenta con todo lo que tiene a su alcance:
Con la trama, cuando inicia la patología en el momento en que Giulietta, en una de las pocas concesiones que hace Fellini al rodaje en exteriores, se imagina tirando de un cabo desde la orilla del mar, para traer una especie de balsa futurista donde viajan las pesadillas que van a atormentarla; o con el color, cuando asigna a su mujer un verde o un rojo intenso y “contagia” al resto del decorado y actores con la misma tonalidad cromática.
Son precisamente junto a los personajes, que el color blanco, preferido de Fellini, cuando aprovecha el punto de vista deformado de Giulietta.
La ansiedad de la protagonista, los imagina caricaturizados al máximo; como por ejemplo, la pareja de detectives:
Uno obeso, el otro anoréxico; uno viste de oscuro, el otro de claro.
A partir de Giulietta degli Spiriti, Fellini ya no necesitará ninguna excusa para exagerarlo todo; por la poética del exceso, de la exuberancia y la voluptuosidad de las formas en una opción plástica exacerbada, que colinda a ratos con el preciosismo, y a otros con el feísmo kitsch, dada una importancia capital del color y sus posibilidades sensoriales y expresivas.
Pero que hacen llegar hasta todas las coordenadas posibles, las pretensiones de un cine libre, mutante, abierto a imprevisibilidades, a múltiples lecturas, con gran capacidad alegórica, y que en casi ningún momento se deja domesticar.
Giulietta degli Spiriti es una película fruto de un escape no tanto hacia adelante, como hacia los lados:
Si el director podría haber quedado en un limbo creativo como el que habitaba su alter ego encarnado por Mastroianni; la realidad fue que su mundo estallaba inevitablemente hacia latitudes definitivamente distintas.
La musa, Giulietta Masina, en una nueva colaboración con Fellini, se mete en la piel de la protagonista titular, en una especie de viaje de autodescubrimiento generado a partir de una anécdota trivial, la voluntad de descubrir si su marido le pone los cuernos.
A partir de aquí, Giulietta entra en contacto con un mundo, el de los espectros, vía médiums, que en el fondo no es sino un ensanche de su propia espiritualidad, de los fantasmas que pueblan su pasado, y de los anhelos que configuran su futuro.
Un caleidoscopio narrativo en el que los saltos temporales se suceden, mientras se entremezcla realidad con sueño, prosa con poesía.
Y en el que prima más lo sensorial, que lo puramente lógico.
La sugerencia por encima de la causa-consecuencia.
Además, el director juega con la dualidad actriz-personaje cuando las 2 personalidades coinciden en el nombre; pero también en la situación si atendemos a la fama de mujeriego del propio Fellini...
Se dice que Fellini escribió el guión de Giulietta degli Spiriti, como homenaje a su esposa, Giulietta Masina, con quien ya había trabajado en 2 filmes.
“Ella no es sólo un rostro, sino la verdadera alma dentro de la película; Giulietta es mi intérprete ideal, mi inspiradora, una presencia mágica en mi trabajo”, dijo.
Si realmente Giulietta degli Spiriti se inspira en la vida de la actriz, ésta tuvo que desvelar sus emociones más íntimas, sus secretos más ocultos.
Lejana ya de los tics que prodigó en las películas anteriores, Masina realiza en esta posible autobiografía, uno de los trabajos más importantes de su carrera; con esa simpática sonrisa, nos hace apreciar la ingenuidad del personaje que como una niña pequeña, va descubriendo un mundo desconocido a su alrededor; tanto que enternece con la viveza de sus ojos observadores, es testigo casi siempre silencioso y sufriente de su propio derrumbamiento, y de las cosas extrañas y perturbadoras que suceden a su alrededor, y en su propia mente.
Nos sentimos pequeños junto con ella, porque sentimos sus heridas y su confusión, sus pasos vacilantes y tambaleantes mientras trata de mantener una heroica sonrisa que no hace más que poner en evidencia su tierna fragilidad; mientras nuestros ojos se humedecen con los suyos.
El personaje es una mujer que convive con sus propios fantasmas, que la persiguen desde su niñez, y que ve cómo todo en lo que fundamenta sus cimientos, se viene abajo.
Su matrimonio es una farsa, la infidelidad de su marido pesa sobre ella como una losa funeraria; se siente muy sola en su bonita y decente casa, mientras el hombre al que ama se aleja.
Nota sobre sí, la mirada severa de su hermosa madre, hacia la que no experimenta ese calor ni esa confianza que debería haber entre madre e hija.
Eclipsada siempre por la belleza de su madre y de sus hermanas, aunque ella es demasiado sencilla para darle demasiada importancia; rodeada de tentaciones, de vecinos alegres y promiscuos, de mujeres explosivas que derraman una sensualidad despampanante, de amigos con ideas peculiares…
Pero buscando respuestas, dejándose llevar hacia videntes que la inquietan más aun confirmándole sus insatisfacciones personales, solicitando ayuda profesional para espiar las andanzas de su marido…
Giulietta se encuentra sumergida en una marea que intenta alejarla de las orillas, en la que todos sus espíritus interiores le hablan y se confunden con su inquieta imaginación.
Así, su infancia aparece a retazos marcada por esa religión impuesta a través del miedo y del oscurantismo; por la campechanía de un abuelo casquivano y cariñoso; por la altivez de su madre; por la superficialidad de sus hermanas; por el erotismo que flotaba en la atmósfera, y que nada podía sofocar; y que la pequeña Giulietta ya percibía en las curvas voluptuosas de aquella guapísima bailarina de circo…
Por otra parte, cada personaje es más excéntrico que el anterior, y es bastante divertido ver el vestuario tan extravagante que usan en todo el metraje.
La cámara, también es objeto de ensayo en Giulietta degli Spiriti:
La acción arranca con una brillante sucesión de planos secuencias, donde se cruzan los personajes.
Pero lo que busca continuamente el objetivo de Fellini, es a su mujer.
Y lo que continuamente acompaña a la sonrisa forzada de Giulietta, es la excelente música de Nino Rota.
Una melodía años 20, que subraya el registro favorito de la intérprete:
El del triste payaso maquillado con una mueca feliz… el interior mismo, atribulado por la duda.
Sobre el final, apunto el director:
“Ciertamente, hay también una crisis matrimonial, con una neurosis en el centro del argumento.
Trato de sugerir a las mujeres italianas, una manera de liberación verdadera, una manera de liberación interior, y de no dependencia.
En Giulietta degli Spiriti, la crisis se resuelve de una manera negativa para el matrimonio, pero Giulietta se reconcilia consigo misma, y eso es lo esencial.
Pero todo eso se relata en clave fantástica, en fábula, en ballet, y sólo comprenderán los que quieran comprender”
El tema que aborda, el de la persistente preocupación de una mujer débil por las infidelidades de su marido, es el adecuado para que empiece a volverse loca... por lo que se crítica a la hipocresía de la doble moral burguesa, y sobre todo en la introspección que la protagonista hace de sus miedos, sus sueños, y sus añoranzas.
La recreación de los sueños, es simplemente genial, y muy pocos directores pueden reflejar de un modo tan visual, el absurdo del inconsciente, un mundo liberado de normas y prejuicios, una transgresión sutil de lo establecido a través de personajes extraños, danzarines exuberantes, y ambientes imposibles, pero llenos de glamour y bohemia.
Delicioso surrealismo para evadirnos de una realidad asfixiante.
Quedan 2 “flashback” que narran la infancia de Giulietta interesantes, porque son 2 cuentos fantásticos, con 2 escenarios ideales:
El circo y el teatro.
Es lógico que el realizador se luzca aquí; el mundo de la carpa y el de las tablas no pueden ser más cercanos a la manera de entender el cine por parte de uno de los grandes; y llama la atención de la aparición constante de la tecnología, como instrumento al servicio de ese mundo onírico, surrealista, a través del cual, Fellini se introduce en la mente de Giulietta, y de la suya propia; o de la nuestra…
Es constante la presencia de teléfonos, pantallas, televisores, proyectores de cine, imágenes, aparatos varios, que lejos de quedarse en los estrictos límites de su uso común y mundano, son puertas a ese otro mundo de sensaciones y perversiones, por cuyo filo se mueve Giulietta durante todo el filme, y nosotros con ella, como espíritus que todo lo vemos al igual que ella.
Pero lo más importante, es como una antigua atracción de feria, como una parada de monstruos en la que ver desfilar diferentes criaturas, todas ellas con una parte humana y otra soñada, imaginada, no necesariamente la más evidente; es que Giulietta degli Spiriti constituye junto al cine de Buñuel, de Hitchcock, y de Bergman; quizás una de las mejores y más logradas zambullidas por parte de un cineasta, en el inexplorado mundo del inconsciente, ese mágico y desconocido plano de la existencia, donde reinan los sueños, los absurdos, los secretos de lo inconfesable o de lo incomprensible, lo que nos da miedo de nosotros mismos, lo que también nos llama con una fuerza irresistible.
Pero que Giulietta se atreve a asomarse, a ese mundo de la mano de un marido que la lleva a rastras hasta él.
El culpable de adulterio, es sin embargo su cicerone, por ese mundo atractivo de lo prohibido, de lo no sujeto a reglas o convenciones.
Giulietta y Fellini, son 2 planos del mismo ser, 2 caras de la misma moneda, la cara visible y la oculta de La Luna siempre sonriente.
Esa misma que nosotros no nos atrevemos a mirar de frente.
En su momento, se le preguntó a Fellini:
¿Usted cree que la mente humana posee facultades desconocidas?
¿Cree usted en una realidad invisible?
“Creo en todo.
Mi capacidad de admiración no tiene límites.
Creo en todo porque quiero conservar fresca mi imaginación.
En cuanto a poner orden en todo eso, en el plano racional, científico o moral, no es asunto mío.
Creo que el hombre es una criatura de abismos y cumbres inexplorados.
Creo en una realidad a la que llaman “invisible” solamente los ciegos.
Estoy voluptuosamente abierto a todo, y en primer lugar, a lo que más escapa a nuestros sentidos.
Hay realidades que no son accesibles por medio de los sentidos, y que me fascinan.
El sentimiento de culpabilidad, el remordimiento, provienen de cierta educación católica, o mejor dicho “catolizante”
Esta educación establece normas que pueden ser respetables para quien ha alcanzado un alto grado de evolución espiritual.
Pero para la colectividad indeterminada, son inaceptables.
Por otra parte, la idea de culpa se deriva de una concepción equivocada de la fidelidad”
Por último, Nino Rota, frecuente compositor en las obras de este cineasta, escribe una pegadiza partitura que reafirma el tono circense que florece a lo largo de la narración; muy variada que incluyó como tema principal un swing que el compositor combinó en sucesivas variaciones con jazz, charlestón, música electrónica, y reminiscencias impresionistas.
“La menzogna è molto più eroica”
(La mentira es mucho más heroica)
Giulietta degli Spiriti es una de las más representativas de este director, y de visión obligada para aquel cinéfilo que quiera conocer a Fellini y su mundo particular.
Decía el director:
“¿Qué sabemos del sufrimiento ajeno?
¿Del dolor de la mujer engañada?
Es un dolor que se mezcla muy íntimamente con ideas falsas; el delirio de propietaria, el orgullo mal colocado, etcétera.
De cualquier modo, el error fundamental consiste en considerar el matrimonio como algo inmutable.
Un verdadero matrimonio, es una problemática cotidiana.
Si usted ve el matrimonio como un tabú que no se puede remover, nunca pagará bastante caras las consecuencias de esa visión.
Pero quizá estoy pronunciando un discurso de marido italiano...
El verdadero matrimonio, deja que crezcan espontáneamente la individualidad del hombre y de la mujer, y la evolución de los sentimientos.
Estamos en un período de gran confusión, pero de esta confusión nacerá, o renacerá, un aspecto cálido del ser humano, y un medio mayor de descubrirse a sí mismo.
La caída de los mitos da libertad; por el momento, es una libertad carnavalesca.
Pero la energía pura, opera en el interior, y restituye al hombre una dimensión olvidada.
Por supuesto, es un carnaval.
Tiene usted las máscaras, los monstruos, una música ensordecedora, personas que caen, personas que se pierden, y los moralistas gritan que es un escándalo.
Pero cierto orden ha prestado ya su servicio, y es mejor el carnaval”
¿Acaso un sueño tiene un orden, o es en realidad todo un caos?

(Soy mi propio techo, ventana y hogar.
Me alimento con mis palabras y bebo de mis pensamientos.
Por tanto estoy feliz)



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